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Silver moon por KeikoHikari

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Notas del capitulo:

¡Mañana habrá otro, dejad reviewww! <3

Ya había avanzado un poco más. Un paso menos que dar. Pero, me había estancado. Sin poder salir de aquella habitación hasta que Lian lo dijera. Era imposible para mí poder destapar aquella trampilla en el techo. La ventana y la puerta parecían estar pegadas, no había forma humana de abrirlas por mucho que intentara tirar de ellas.
Me tiré en la cama boca abajo, intentando pensar con claridad ante aquella situación. No sé cuántas horas pasaron, pero sé que me dormí entre tanto pensamiento. Ya todo estaba oscuro cuando desperté, mi estómago rugía pidiéndome comida, ¿acaso era ya la hora de la cena? Traqueé mi puerta lo más fuerte posible para que alguien me escuchara. Grité hasta que alguien me escuchó.

-          ¡Me voy a morir de hambre aquí dentro! ¡Lian, déjame salir! – exclamé con mi cabeza en la puerta.

-          Iba a traerte la cena, no te desesperes… - respondió la hermosa enfermera. La puerta enseguida se abrió y yo caí al suelo. Al levantar la mirada allí estaba ella, con una sonrisa en su boca. Me agarró de la mano para levantarme del suelo.

-          G-Gracias – tartamudeé mientras sacudía mi ropa. Fue entonces cuando reparé en las vendas que rodeaban las dos muñecas de Lian. – Eso… ¿te has caído?

-          No, he estado analizando mi sangre también para poder compararla con la tuya. La primera extracción ha salido mal, por eso he tenido que pincharme en el otro brazo. Solo serán unos días, no te preocupes.

-          Siento darte tanto trabajo…

-          ¡Esto es lo que hace divertido mi trabajo! – Sus ojos brillaban, parecía feliz.

-          ¡Pero encerrarme en esa habitación infernal todo el día es horrible!  - rechisté. Obviamente no quería que volviese a pasar.

-          ¡Lo siento! Entré en pánico y fue lo primero que se me ocurrió, no quiero que te pase nada sin que Louis esté aquí. – Yo asimilé con la cabeza, pero necesitaba saber una cosa antes que nada.

-          ¿Cómo está Nea?

-          Bastante bien, acabo de verle… Los demonios puedes sobrevivir durante muchos días sin alimentarse, eso no los va a matar. Aunque no son seres inmortales, algo tan simple no puede acabar con ellos. – Afirmó con seguridad.

-          No soy nadie sin él… - Mi cara ahora apuntaba al suelo.

-          ¡Vamos a cenar! – Aquella exclamación apartó el tema de Nea de inmediato, Lian no parecía querer hablar más de él.

Acto seguido me llevó al gran comedor donde habíamos cenado el día anterior. La cena fue ligera, no quería que me acostumbrara a comer tanto en la noche. No entablamos ninguna conversación salvo las típicas frases ‘qué bueno está’ y ‘gracias por la cena’. Accedió a la idea de quitarme aquella barrera insufrible alrededor de mi habitación si yo no intentaba escaparme. Pensé mejor el plan de escaparme para poder volver a mi ciudad, Gran Honda, ya que ni sabía cómo ir y ni siquiera cómo comportarme. Según lo que había escuchado, el bar donde yo trabajaba no estaba pasando por una buena racha desde que sufrió los ataques de aquellos seres inertes que ya me habían atacado una vez, o al menos lo habían intentado. Lo raro de aquello era que, al día siguiente, los destrozos habían desaparecido, todo se encontraba en la misma situación de antes del barullo. Las personas que habían sido atacadas olvidaban lo que había sucedido, menos yo. Parecía que lo que buscaban no eran los humanos normales, por eso me perseguían a mí, buscaban mis poderes.
En las instalaciones de los Star Guardian mucha gente me había dicho lo importante que era yo, hasta incluso sin conocerme. Francis había sido el último en decírmelo. Todos me protegían incluso sin conocerme.

Dejando el tema de volver a mi villa, retomé la idea de buscar a Nea. Sabiendo que mi marca seguía reaccionando a pesar de la distancia que pensaba que nos separaba me daban ganas de buscarle y es lo primero que hice al despertar a la mañana siguiente.

Desayuné como Lian me pidió que hiciese y cuando todo el mundo empezaba su entrenamiento, disimuladamente me escabullí por el edificio donde estaba mi habitación. Subí a la planta de arriba y busqué el sitio exacto donde debería de estar mi habitación, aunque estuviera en un piso superior. Me encontré con otra habitación, la número 217, delante de aquella puerta volví a mirar mi marca, ahora era verde oscuro. ‘Un poco más cerca’ pensé. Subí dos pisos más y volví a la misma escuadra. La luna ahora brillaba en un rosa intenso, proseguí recto unos metros más andando con cuidado de no hacer ruido. Pero el color se estaba tornando amarillo, pasillo equivocado. Regresé al punto de inicio del piso 6, donde la señal era rosada, como antes había escogido el pasillo de la izquierda, ahora era el turno de la derecha. El color se tornaba cada vez más oscuro, camino correcto. Corrí hacia delante, pero el pasillo había llegado a su fin. Mi luna estaba teñida del color de la sangre. Delante de mí no había ningún dormitorio, tan solo una pared que no conducía a ningún lugar. Detrás de mí una habitación, la número 477. Apoyé mi oreja en la puerta, no se escuchaba ningún ruido. En ningún piso se escuchaba murmullos, todos los que vivían en mi edificio al parecer entrenaban a la misma hora.
Intenté abrir la puerta, pero parecía estar cerrada con llave. Presioné por alrededor, incluyendo aquel trozo de madera, buscando un posible interruptor oculto. Nada ocurrió, tan solo conseguí que mi enfado aumentara. Estaba seguro de que tras aquella puerta se encontraba Nea, mi luna no mentía, ¡era nuestra conexión! Le propiné una patada con gran fuerza pensando en tumbarla; lo único que conseguí fue un dolor horrible. Susurré su nombre muchas veces, cada vez con más volumen. No obtuve respuesta.
Toda cerradura necesita una llave, pero estábamos hablando de Nea, de un ser no humano. Una simple llave no iba a atraparlo por mucho tiempo, así que deseché esa idea. Quizá tendría alguna especie de hechizo mágico o incluso una palabra secreta para abrirla. Las posibilidades eran demasiadas y no tenía la respuesta para ninguna.

-          Nea... No puedo sacarte de aquí – dije posando mi cabeza en la puerta. - ¿Qué más puedo hacer? ¡No se me ocurre nada más! – De repente la puerta del fondo contrario se abrió y asomó una cabellera roja.

-          ¡Estúpido humano! ¿Quieres callarte? – En aquel momento el hombre de mediana edad se aproximaba a mí, y parecía realmente enfadado. – Deja de lloriquear, ¡me molestas!

-          ¡Lo siento! Quiero sacar a mi amigo… está aquí encerrado, pero no puedo abrir la puerta, ¿sabe como hacerlo? – Sus ojos pardos me trasmitían su furia. Ya delante de mí me di cuenta de que sus orejas eran puntiagudas y de la izquierda colgaba un aro de oro.

-          ¿Tu amigo? No me hagas reír, ahí no vive nadie, lárgate. Molestas – respondió tajantemente.


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