- Parece como si su perfume estuviera flotando por este nauseabundo aire… - susurró él. No se inmutó con mis palabras.
- ¿Su perfume? ¿¡De quién estás hablando!? ¿Acaso no me oyes?
- ¿De quién va a ser? Yo la maté… Estas manos lo hicieron. Jamás me voy a perdonar lo que te hice Valentina… - Parecía muy apenado, su entonación estaba rota. Otra vez ella, pensé.
- Nea… No lo has superado después de todos estos años. ¡No puedes cambiar el pasado! Tan solo tienes qué…
- ¡Silencio! – interrumpió. El estridente sonido de un golpe retumbó, me había arrojado un objeto. No llegó a darme, parecía que había algo entre nosotros. Acerqué mi mano poco a poco, sin ver nada por la densa oscuridad que me rodeaba. Justo cuando mis dedos tocaron algo, una descarga eléctrica me hizo retroceder. – Estas voces me van a volver loco, necesito salir de aquí pronto.
- Necesito luz, ver lo que hay ante mis ojos.
Retrocedí gateando y palpando el suelo hasta que me topé con algo suave. El pelaje de un animal. Aquel perro enorme estaba ahora delante de mí. ¿De dónde podía sacar luz? Probablemente si conseguía abrir un pequeño agujero en la pared, los rayos del sol entrarían e iluminarían aquella sala. Conseguí llegar a tocar la pared e intenté quitar algunas piedras, pero no tenía la fuerza suficiente. No pasó mucho tiempo hasta que el monstruo se acercó y con una pata rascó allí donde yo tenía mis manos. Hizo tres líneas diagonales en la pared lo bastante gruesas como para que la luz entrara. Era lo suficiente como para ver. Di un giro de 180 grados, Nea estaba sentado cabizbajo, con la espalda apoyada en el mismo muro y una rodilla semiflexionada. Una postura derrotista.
- ¡Nea, mírame! – Localicé el objeto que me había lanzado, un vaso de plástico. Levantó su cabeza poco a poco, su mirada estaba apagada. En su barbilla y a lo largo de su cuello había rastros de sangre. - ¿Sangre? ¿Te has mordido tú mismo?
- Louis, deja de jugar conmigo… No tiene gracia – respondió fríamente.
- ¡Soy Oliver! ¿No me recuerdas? Me conociste en el bar donde trabajaba, tú me salvaste de aquellos seres que venían a por mí, aunque yo te dije que me dejaras en paz… Y me puse celoso porque conociste a Aaron… Luego casi muero, y me desperté aquí…
- Basta. Has estado apareciendo todos estos días, y yo como un tonto me lo creí todo, pero ya no vas a tener esa suerte.
- ¡Yo soy el real! ¿Crees que lo que estás viendo es una ilusión?
- Oliver no habría bajado aquí él solo, es más, ni siquiera sabría por dónde debería de empezar a buscarme. – Hizo una pausa de unos minutos. – Esta celda me debilita, no debería de malgastar mi energía hablando con algo que realmente no existe.
- Mi marca, ella me guio aquí, y si no me crees, quítate el brazalete derecho. Tu marca tiene que estar brillando de un color rojo, como la mía – respondí mostrándoselo. Me obedeció y su cara cambió con rapidez, sus ojos se abrieron como platos.
- ¿Eres tú de verdad? La señal ha reaccionado…
- ¡Te lo llevo diciendo desde hace varios minutos! – repliqué.
- No deberías de estar aquí, este sitio es muy peligroso para alguien como tú. - Aun así, parecía estar contento de verme. Hizo un intento de levantarse, su cuerpo se tambaleaba de lado a lado. – A penas tengo fuerza Oliver, si algo ocurre no voy a ser capaz de reaccionar. Además, no puedo salir de aquí y tú tampoco puedes sacarme.
- Yo no, pero este gigante sí – dije señalando al gran perro. – Soy un desconocido para él y no me ha atacado en ningún momento, es más, parece saber lo que quiero en cualquier momento. Él ha sido el que me ha traído hasta aquí.
- No debes confiar tanto en todo lo que te rodea, eres muy vulnerable. ¿Todavía no entiendes lo importante que eres Oliver?
- ¡Hay muchas cosas que no entiendo! ¿Por qué me has llamado antes Valentina? ¿Por qué tu barbilla está llena de sangre? ¿Por qué estoy aquí…?