Cerré los puños con fuerza y agaché la cabeza. Me había rechazado.
- Es por ella… Entonces, ¿por qué me tocaste? ¿Por qué me besaste con tanta calidez? ¿Todo fue mentira? – Mis ojos volvieron a llenarse de lágrimas.
- ¡No! Aquello fue verdad. Lo sentí, te lo prometo, no fingí nada.
- ¿Qué quieres decir? – Desvió la mirada. – Estabas pensando en otra persona…
- Yo…
- ¡Así que es cierto! – exclamé furioso. Las lágrimas ya corrían por mis mejillas.
- Oliver… - Estiró su mano y me agarró de la muñeca, yo le aparté de un manotazo. Cuando me miró a los ojos, le di una bofetada en la cara. La marca tardó segundos en volverse roja, había sido un golpe muy fuerte.
- ¿¡Cómo te atreves a tocarme mientras piensas en otra persona!?
- ¡Escúchame! Realmente sentí que Valentina era la que me estaba acariciando…
- ¡Cállate! Aléjate de mí, no quiero volver a verte. – Volví a entrar en casa y cerré de un portazo la puerta. Me tiré al sofá, llorando desconsolado, es lo único que quería hacer.
Louis no tardó en salir del baño. No quería que me viese llorar, pero no tenía otro lugar a dónde ir.
- Oliver, ayúdame a colocarme esta venda… ¿Eh? ¿Todavía estás llorando? Si que te ha hecho ilusión este regalo… - Se acercó a mí y me revolvió el pelo. – Ven aquí…
Me cogió de un brazo y me levantó del sofá. Me abrazó con fuerza mientras yo no paraba de llorar en su pecho. Su cuerpo era muy cálido, con tal solo apoyar mi cabeza lo sabía. De su pelo todavía caían gotas de agua que fueron empapando mi camiseta.
Era irónico, el hombre al que estaba abrazando en aquel momento había intentado matarme dos veces y aun así sentía que, si me apartaba de él, me sentiría la persona más desafortunada del mundo.
Podía sentir sus latidos, eran claros y relajados, parecía estar a gusto conmigo.
- Lo siento… - musité sin poder parar de llorar.
- Te vas a deshidratar, chico. Sé que durante estos 19 años no ha sido nada fácil para ti, pero aquí hemos llegado nosotros para hacer que todo cambie. – Era extraño verle dándome apoyo, cuando no estaba llorando por la emoción, si no por tristeza.
- Gracias… - dije alejándome de él y limpiándome las lágrimas con las manos. – Déjame ponerte eso.
Le quité las vendas de la mano, sequé bien la herida y la desinfecté. Me encargué de apretar bien las gasas. Él observaba todos mis actos. Aunque mis ojos seguían rojos, ya no brotaban más lágrimas.
- Pareces tener mucha idea sobre cómo curar heridas – comentó después de verme hacer aquello.
- Solía curar a los niños que se caían en el orfanato, se puede decir qué sé lo básico. – No era una cualidad que mereciera importancia. – Me he dado cuenta de que tú también sanas rápido.
- Oh sí, posiblemente mañana ya esté curada. Me he puesto esto para no manchar la camisa que me pondré después. Gracias. – Cogió su paquete de tabaco y se disponía a encenderse un cigarro cuando yo le paré en seco.
- No fumes aquí dentro, ¡por favor! – Aunque me miró disgustado, decidió salir a la terraza.
Volví a perder mi mirada entre aquella pared blanca del salón. ¿Qué podía hacer yo ahora después de haber discutido con mi guardián? ¿Podría cambiarle por otro de los 9? No sería capaz de mirarle a la cara otra vez.
Ahora que estaba feliz de poder entregarle mi corazón de verdad a alguien, porque quería, y no por placer, resultó ser un rechazo. Quizá me había precipitado, Nea había llenado el vacío de mi alma. No esperaba que fuera a enamorarme tan rápido, jamás lo hubiera pensado. Ya le tenía tatuado en mi piel. Me agarré la camiseta con fuerza, y volví a llorar otra vez. Por mucho que le intentara sacar de mis pensamientos, era inútil, todo esfuerzo no servía de nada.
Louis abrió la puerta de cristal de la terraza y volvió a verme en aquel estado; escuché como suspiró.
- Louis, si muero, ¿qué pasaría con mi marca? – pregunté entre sollozos.
- Eh, eh, ¿qué estás diciendo? – Tras analizarme por unos segundos, hizo un comentario sorprendente. - Chico, tienes el aura cargada de tristeza y esto no es bueno. Espera un momento – Se dirigió a la cocina y regresó con un vaso de chocolate caliente.
- ¿Chocolate?
- No sé qué te ocurre, pero no hay nada que esto no pueda curar. – Me invitó a sentarme en el sofá y se posicionó a mi lado. – Duerme si quieres, me quedaré aquí hasta que te relajes, luego subiré a dormir en la habitación.
Tras tomarme el vaso comencé a sentirme somnoliento. Acurruqué mi cuerpo allí, mi cabeza caía poco a poco hasta que noté que Louis me arrastró a su regazo.
Escuchaba el canto de los pájaros de fondo, la sala era muy clara, ya era de día. Noté un ligero peso en mi cabeza, al palparlo supe que aquello era la mano del líder, tenía sus dedos perdidos entre mi cabello. La aparté con delicadeza, él todavía estaba dormido. Salí al balcón y estiré los músculos, me sentía más ligero que el día anterior. Me tomé mi tiempo en darme una ducha, había escogido algo de ropa del dormitorio principal, unos vaqueros y una camiseta simple serían lo más adecuado. Al salir me fijé en que Louis ya no estaba en el sofá, le encontré hablando con alguien en la terraza. El otro hombre tenía el cabello anaranjado y era un poco más bajo que el líder, llevaba un collar negro muy pegado en su cuello. ¿No se ahogaría con aquello? Ambos se dieron cuenta de que les estaba observando y no tardaron en presentarse en frente de mí.
- Oliver quiero presentarte a nuestro Saturno – El color caramelo de sus ojos resaltaba su cabello. Su atuendo era similar al mío, excepto que sus vaqueros eran negros. De una de sus orejas colgaba una cruz dorada grande que casi le tocaba el hombro, y además de aquel collar que de un momento a otro le cortaría la circulación, tenía una cadena muy fina de la cual colgaba un anillo de oro.
- Encantado de conocerte – dije tendiéndole la mano. Al entrar en contacto con él, noté una vibración que me recorrió cada una de mis células. - ¿Qué ha sido eso?
- Una limpieza de aura – intervino Louis.
- Me siento más aliviado, ahora que lo dices… G-Gracias…
- No hay de qué, es lo que se me da bien. Elimina aquello que te hace padecer y sufrir, es como si miraras desde otro punto el mismo problema.
Ahora que lo pensaba, ayer estaba decidido a quitarme la vida por no ser correspondido por Nea, qué tonto había sido. Hay más chicos en el mundo, no merece la pena desaparecer debido a ello. Encontraría a alguien más, estaba seguro.
- Es increíble… - murmuré. – Me siento increíblemente bien. – Aquel chico me dedicó una sonrisa.
- ¿Has traído lo que te pedí? – preguntó Louis.
- ¡Aquí está! – Sacó mi teléfono de su bolsillo.
- ¡Mi móvil! Pensaba que lo había perdido. – Tenía 67 llamadas perdidas de Aaron y 30 de mi jefe.
- Lo recogimos de la calle el día que te ingresamos en la base casi moribundo – explicó Louis. – Lo tenía guardado en mi despacho esperando para dártelo cuando te sintieras mejor.
- Presidente, tengo que decirte algo importante. Se está esparciendo un rumor por las instalaciones de los Star Guardian. – Louis le miró con cara confusa. – Lian está embarazada.