- ¿Embaraza? Eso es imposible… Ella sabe que no… - Miró hacia el suelo y luego se dirigió a mí. – Oliver tenemos que volver enseguida.
Una llamada bastó para que el chófer viniera a recogernos para volver. En la cara del líder se podía leer la preocupación que sentía en aquel momento. Pasó todo el trayecto de vuelta a la base apretando el paquete de tabaco con su mano. Estaba prohibido fumar en el coche, tan solo debido a ello su nerviosismo iba creciendo.
Tras las horas de recorrido llegamos a la base, Louis salió del coche con mucha prisa, se encendió uno de sus torcidos cigarros y se recolocó la corbata. Fue en busca de Lian, directamente a la enfermería. Yo le seguí al igual que Saturno, las mariposas en mi estómago ya me estaban diciendo que yo también estaba nervioso, aquello no podía ser verdad. Allí se encontraba, curando a un herido. Ella nos sonrió y saludó como siempre, no parecía haber cambiado nada. Él le agarró de la mano y la sacó al pasillo, fue directo al grano.
- ¿Qué es eso de que estás embarazada? – preguntó Louis desorbitado.
- Qué rápido corren los rumores… - respondió con sus ojos arqueados.
- ¿¡Es cierto!?
- ¿Y qué si fuera así? – soltó de inmediato Lian. - ¡Soy una mujer, tengo derecho a ser madre también!
- Lian, no puedes tener hijos, sabes a lo que te enfrentas, ¿verdad? Has visto ya lo que les sucede a esos hijos, ¿es eso lo que quieres?
- Sé que mi hijo tendrá un buen padre para protegerle…
- ¿Quién es el padre? Voy a tener una charla seria con él.
- No te lo diré – dijo cortante.
- Lian, se pilla antes a un mentiroso que a un cojo. Ese hombre no está de acuerdo con esa idea, ¿me equivoco? – intervino Saturno, con una expresión seguro de sí mismo. Las cejas de Lian se arquearon.
- Está bien, te contaré cómo ha surgido todo este revuelo si me prometes que no harás ni dirás nada a nadie. – El líder afirmó con la cabeza, ella tomó aire. – Quiero darle un hijo a Nea. He estado hablando con él, creo que necesita tener descendencia y yo soy la indicada para llevarlo a cabo. – Los tres abrimos los ojos como platos.
- ¡Jamás! – exclamó Louis con una cara furiosa que nunca le había visto. – Ese bastardo… - Él se giró, dispuesto a despellejar a mi guardián. Corrí hasta posicionarme enfrente de él y presioné con ambas manos en su torno para pararle.
- ¡Yo hablaré con él! – solté nervioso. – Hablaré con Nea, ¡le doy mi palabra de que vendrá a disculparse!
- ¡Me has prometido que no le harías nada, estúpido Louis! – soltó Lian cerrando de un golpe la puerta.
- Chico, tienes dos días, quiero a Nea en mi despacho solamente con un discurso de disculpa en su boca – ordenó antes de dejarme atrás. Saturno inclinó su cabeza y continuó los pasos del líder.
iba repitiéndome mientras corría escaleras arriba. La única forma de encontrarle con rapidez era que él viniera a mí. Solo necesitaba ponerme en peligro por unos instantes, no tardaría en aparecer a mi lado como siempre hacía. La forma más rápida era subir al último piso, debido a la altura seguro que el miedo me invadiría. Nea puede notar todo lo que siento sin tener que lastimarme.
Subí nueve pisos, solo tenía que cruzar un largo pasillo, al final estaría la puerta para salir al exterior. Torcí la esquina, al final del pasillo había dos chicos delante de la puerta, tenía que pasar por allí si quería salir. Uno de ellos tenía una clara y rubia cabellera, reconocible a primera vista. El otro chico, que era más bajo y aparentemente más pequeño, estaba sentado en la repisa interna de la ventana, mientras que Lume, apoyado en la ventana con una mano le estaba besando. Aparté mi vista de allí y me apoyé en la pared, alejado del campo de visión de aquellos dos. Ahora que lo pensaba, no podía ser Lume, no era el único rubio de la base, simplemente debía de haber sido una confusión.
- ¡L-Lume, ¿qué haces?! Nos pueden ver – escuché mientras me sumergía en mis pensamientos. Sin duda alguna era él.
- No puedo aguantarme… - respondió. Acostumbrado a oír a Lume con una voz juvenil, aquello había sonado muy varonil.
- Esto no puede salir bien – continuó diciendo el otro sujeto del cual no había tenido la oportunidad de verle el rostro. Su voz era del típico chico que no había madurado.
- Yo me aseguraré de que eso no se haga realidad. Además, rara vez sube alguien aquí, solo las parejas que quieres tener algo de intimidad. – Incluso desde el sitio donde estaba escuchaba el resonar de sus besos. – Y bien, ¿has conocido ya a la persona a la que tienes que proteger ya?
- Me han hablado de él, pero no, no he ni siquiera conversado con él.
- Te llevarás bien con él, es un buen tipo, así que asegúrate de practicar mucho para desempeñar bien tu trabajo. Y no olvides, que con calma y paciencia todo se aprende, no te satures mucho, todavía eres pequeño…
- ¡Tengo 15 años! Ya soy casi un adulto – replicó el joven.
- Te quedan tres años para ser adulto, hasta entonces yo cuidaré de ti.
Aquellas palabras me recordaban tanto a Nea, muchos de esos mensajes me los había dicho a mí. Ante todo, él quería que me tranquilizara, su lema era que ‘todo llegaba a su tiempo’, él nunca parecía angustiado. Mis ojos no pudieron evitar llenarse de lágrimas. Debido a unas palabras, todo se había roto, pero no me iba a quedar allí hasta que se fueran. Se me ocurrió la idea de bajar un piso sin hacer ruido, y volver a subir pisando fuerte. Supuse que el ruido les informaría de que alguien estaba subiendo y se esfumarían.