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Silver moon por KeikoHikari

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Notas del capitulo:

Lo prometido es deuda ^^

Si os gusta lo que escribo no olvidéis añadirme a vuestros autores favoritos, realmente soy muy feliz cuando lo hacéis ^^

Os agradecería que dejárais un rw también, nos leemos preciosoooos <33

Después de haberme soltado aquello, el miedo seguía rondándome. No me fiaba de él. No podía guiarme por sus palabras.

-          ¿No tienes nada que decirme de ayer? – preguntó mientras se acicalaba los ropajes. Estaba confundido. – Alguien parecía estar demasiado bien en mi cuello.

¡No podía ser verdad! ¿Me había quedado durmiendo de verdad? ¡Qué vergüenza! Lo más extraño de todo es que no parecía haberme tratado mal, no tenía ni un símbolo de violencia en mi piel…

-          ¿Hablas en serio? – solté al fin.

-          Todavía recuerdo cómo buscabas mi cuello con tu nariz helada, parecías un cachorro buscando el calor de su madre…

-          ¡Lo siento! – exclamé haciendo una reverencia a sus pies.

-          Algo tendrás que hacer por todas las molestias que aguanté por tu culpa – continuó.

-          ¿Acaso hay algo que quieras de mí?

Él esbozó una sonrisa tenebrosa. Se levantó y se aproximó a mí hasta agarrar mi muñeca donde tenía la Luna. La acercó a su boca y posó sus labios en el tatuaje. Cerró sus ojos y sentí una punzada en el corazón. Segundos después me encontraba retorciéndome de dolor, era insoportable. Aquello era como si me estuvieran cortando un miembro del cuerpo sin anestesia. Grité, imposible contenerme, incluso derramé unas lágrimas por el inmenso dolor. Tian se apartó y tosió. Tomó aire y se separó de mí, parecía más fuerte, podía ver un poco de mi poder dando vueltas a su alrededor. Mi marca ahora estaba difuminada, ya no estaba tan perfilada como antes.
Sentía un vacío dentro de mí, como si me hubiesen arrancado parte de mi vida. Cuando alejó sus manos de mi brazo, me dejé caer, otra vez tenía puesta la mirada en el techo. Lo único que rondaba por mi cabeza era Nea, estaba seguro de que él también había sentido ese gran dolor. No quería que cometiera el error de ir solo buscándome al lugar donde me encontraba, que ni yo mismo lo sabía. Estaba seguro de que sería fácil encontrarme, nuestras marcas eran la clave, pero me negaba rotundamente. Era consciente de que él era capaz de cometer locuras, me horrorizaba la idea.
Tal y como Tian había dicho, mi poder no era compatible con el suyo. Acabó vomitando sangre a los pocos minutos. En ese momento noté cómo el poder volvía a mi cuerpo. Volvía a sentirme fuerte, como antes de que todo aquello hubiera sucedido. Mi marca era negra como el cabrón de nuevo.

-          ¿Qué has hecho? – preguntó interrumpiendo mis pensamientos.

-          No he hecho nada – jadeé mientras recobraba la respiración. – Si sabes que mi poder te hiere, ¿por qué lo intentas? – Me agarró de la camiseta y me miró con ira.

-          Tus poderes acabarán siendo míos, ¿te has enterado? – Tras sus palabras me lanzó lejos. El impacto contra uno de los pilares dentro del hall donde estaba me abrió una pequeña brecha en la frente. Ni siquiera intenté levantarme.

-          ¿Está muerto? – escuché curiosear al sargento Dan.

-          Tan solo está inconsciente… Llama a alguien que le atienda, no queremos males mayores…

-          Si sigues así acabarás matándolo.

Los pasos del sargento cada vez eran más fuertes, se acercaba a mí. Escuché la puerta, Tian se había marchado. Cerré mis ojos e hice como si estuviera dormido de verdad. Dan me devolvió a la sala de experimentos donde me curaron y me dejaron descansar unas horas. En algún momento volví a dormirme y me desperté delante del trono. Al incorporarme, noté la presencia de una persona detrás de mí. El sargento me vigilaba. Palpé la herida, me habían puesto un apósito.

-          ¿Cuánto tiempo llevo aquí?

-          Tres horas y veintiocho minutos – respondió seriamente.

-          Habría preferido morir con el golpe… ¿Dónde está él?

-          No puedo responderte a eso.

-          ¿Qué me hicieron los médicos esta vez?

-          Examinarte, milagrosamente no tienes ningún hueso roto – explicó.

-          Ni Dios me quiere muerto… - Un gruñido de mi estómago nos sorprendió.

-          Deberías de comer algo, muerto no nos sirves. – Negué con la cabeza.

-          <Nea, sácame de aquí o Tian me matará a golpes> pensé.

-          Eres demasiado joven para pasar por todo esto – soltó Dan de la nada. – Si haces exactamente lo que Tian te diga tienes una mínima oportunidad de vivir.

-          ¿Tienes familia fuera de aquí? ¿Alguien por el que merezca la pena vivir? – Sacudió su cabeza de lado a lado. – Entonces jamás me entenderás. Tengo que asegurarme de que esa persona no sufra por mi culpa y que viva, que viva feliz.

-          Aquí tan solo hay huérfanos, no tenemos familia ni nadie de quién depender, Tian nos mantiene y nos da un trabajo, eso es todo.

Agachó su cabeza y no volvió a decir nada más. El líder del Clan del Sol no tardó en regresar y ocupar su trono, parecía más relajado y despreocupado. Había cambiado su kimono masculino por otros de colores más brillantes y esta vez su cabello estaba suelto.

Pasaron dos días a una velocidad demasiado lenta. Al parecer los investigadores no parecían encontrar algún remedio al problema de los poderes. Tian se dedicó a jugar conmigo, mi cuerpo acabó llenos de magulladuras y arañazos. Perdí varios kilos por negarme a comer y al final decidieron administrarme nutrientes por vena para mantenerme vivo. La situación era más que lamentable. Dan se negaba a darme conversación a raíz de la que tuvimos. Yo pasaba las horas en el suelo mirando el techo e imaginándome una situación diferente a la que me encontraba. Por las noches no dormía, me dedicaba a dar cabezadas en las mañanas. Tian me despertaba con patadas, era tratado como escoria.
No parecía que fuera a pasar nada, incluso me había hecho a la idea de que mi Base me había abandonado y dado por muerto. Yo también lo habría hecho, pero no tenía escapatoria. Si intentaba salir de allí, Tian mataría a Nea en cuestión de segundos. Yo había prometido irme con él y obedecerle, por ello, lo tenía que cumplir.

Al tercer día todo parecía continuar de la misma manera. En la tarde, noté a los guardias muy nerviosos. Se movían de lado a lado con rapidez. ¿Qué habría pasado?

-          ¡Señor, intrusos! – exclamó Dan desde la puerta principal.

-          ¡Acabad con ellos! – ordenó su líder. - ¿Estás preparado para ver morir a alguien?

-          No tengo nada que ver con eso, es tu problema. Me quedaré aquí – respondí evitando su mirada.

-          ¿Y si son tus amigos?

-          ¡Imposible! Ellos jamás vendrían aquí… - argumenté nervioso.

-          Sabes que los mataré sin compasión. – Tras una leve pausa continuó. - Debería de echar un ojo, si te mueves de aquí lo lamentarás. Yo que tú me quedaría justo como estás, conozco cada movimiento que haces sin estar aquí. – Salió de allí y respiré tranquilo, con tan solo la presencia de él me sentía realmente incómodo.

-          < ¡Oliver!> - escuché en mi cabeza.

-          < ¡Pajarraco!> respondí telepáticamente.

-          < Estoy en la claraboya que hay encima de ti, ¿estás llorando? >

-          < ¡No! > En realidad sí lo estaba, jamás pensé que me alegraría de ver tanto a Yanya.

-          < He venido a asegurarme que todavía estás vivo >

-          < ¿Y Nea? ¿Cómo está Nea? > insistí intrigado.

-          < Nea… Enloqueció cuando te vio desaparecer aquel día. Rompió todo a su paso e hirió a varios de los nuestros. Fue muy difícil estabilizarle. No deja de llamarte y lamentarse, no lo está pasando nada bien. >


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