Un perfil delgado, una cabellera castaña, un chico joven. El cuerpo estaba lleno de sangre y magulladuras.
- No puede ser… - murmuré incrédulo mientras me acercaba a él.
- Oliver… - La voz de Lume sonaba cansada.
- ¡No vayas hacia él! – soltó Mercurio agarrándome del brazo. – Te está enfadando, no le hagas caso. Es muy probable que te esté engañando. Le aparté con un empujón, con mis ojos inundados.
- ¡Es Aaron! ¿¡Cómo no voy a ir!? – Miré directamente a los ojos a Tian, su secuaz me observaba juguetona. – Vas a pagar por lo que le has hecho, ¡él no tenía culpa!
Caí de rodillas al suelo, y golpeé con mis puños la tierra. Sentí que algo se rompía dentro de mí, mi cuerpo emanaba luz, mi poder crecía. Una onda expansiva salió de mí. Grité tanto como la garganta me permitió, los vellos de mis brazos se erizaron, mis ojos ya habían estallado en lágrimas. De repente una fuerte ventisca me rodeó, algo malo iba a suceder.
- ¡Cálmate Oliver! ¡Escúchame! – chillaba Mercurio que sostenía a Lume en sus brazos.
- Aaron… Aaron… - comencé a murmurar. - ¿De verdad…, te has ido? ¡Esto es culpa mía! Vas a pagar por esto, voy a matarte yo mismo.
Concentré el poder en mis puños, sabía que apuntaría al corazón de Tian. Nuestros pies ya estaban mojados, el agua comenzaba a salir de la tierra. Pronto se formó una gran laguna a mi alrededor. Tian no se había movido, tan solo me observaba con una sonrisa pícara en sus labios. Su lacaya parecía estar murmurándole algo al oído. Sin pensármelo dos veces, empecé a cargar energía, mi mente me pedía venganza a gritos. Cuando ya estaba preparado para dar rienda suelta a mis poderes, alguien se abalanzó sobre mí a gran velocidad y me abrazó por la cintura. Perdí la concentración, y la bola de energía salió despedida de mis manos sin saber a dónde iría a parar. Esa persona me sumergió en el agua que en un primer momento me rodeaba y ahora aquello parecía una laguna. Conseguí mirar a la persona que había logrado sacarme del trance. Sus ojos clavados en los míos parecían hablarme. ‘Concéntrate en mí, no pienses en nada más’ escuchaba dentro de mi cabeza. Nea…, sí, solo podía ser él. Al fijarme en sus grandes ojos plateados, volví a sentir una tristeza inmensa. ¿Por qué había llorado antes? ¿Cuál había sido la causa? Miré a mi alrededor, todo estaba oscuro, tan solo podía ver las burbujas de la respiración de mi guardián. ‘¿Estás bien?’ le pregunté mediante gestos, él asimiló con la cabeza. Por una parte, me alegraba que él no hubiera recibido ningún golpe, pero, a diferencia de él, yo no me encontraba bien, me notaba extraño. Me apreté el pecho con la mano, algo me estaba produciendo un dolor interno insoportable. Señalé con el dedo índice hacia arriba, quería ver la luz del sol, me estaba agobiando. Nea me agarró de la muñeca y me sacó del inquieto y tenebroso lugar. ¿Cómo había llegado hasta aquel punto? Tan pronto como asomé la cabeza y tomé el aire exterior, me di cuenta de que mi dolor no mejoraba, tan solo el agobio se había marchado. Mi cuerpo todavía brillaba y seguía sin entender la causa de aquel fenómeno extraño. Lume y Mercurio me observaban boquiabiertos. Al ver la escena en la que me encontraba, recordé el cómo habíamos llegado a allí. Tian nos había atacado, no solo a los que estábamos en ese instante, también a Aaron.
- Ahora lo recuerdo – murmuré. – Mi amigo está… - Quise girarme para volver a ver su cadáver, pero Nea me lo impidió cogiéndome por los hombros.
- No lo hagas – advirtió. – No lo mires.
- Suéltame, ¡es mi amigo! – grité furioso. Pude separarme de él por unos segundos antes de que él me volviera a abrazar contra su cuerpo.
- Oliver, estás inestable, escucha lo que –
- ¡Cállate! – chillé interrumpiéndole. Sin querer emití un rayo que le lanzó varios metros lejos de mí. Por mis brazos ahora corría la electricidad.
- Vaya, eso no me lo esperaba – comentó Tian. Dirigí mi mirada hacia él y a su secuaz. – Esos son los ojos que quería ver. El espejo de un alma rota que tiene sed de venganza. Vamos, mátame humano.
- ¿¡A qué estás esperando Saturno!?
- No puedo acercarme a él todavía – escuché cerca de mí. – Tenemos que esperar un poco más – prosiguió desde la penumbra.
- ¡No hay tiempo! No puede contenerlo más… ¡Yanya!
El ave se interpuso entre Tian y yo, logrando así desconcertarme al abrir sus gigantescas alas ante mí. Un segundo después, empecé a oler un aroma dulce que provenía de mi espalda. Una mano se posó rápidamente en mi frente a la vez que alguien me susurraba al oído.
- Duerme-
- Molestas – interrumpió Tian, le señaló con el dedo índice y le lanzó a esa persona lejos de mí.
Una debilidad inmensa empezó a apropiarse de mí, caí de rodillas al suelo, las piernas me temblaban, sentía unos horribles pinchazos en la cabeza. Emití un desgarrador grito antes de que toda el agua que había conseguido reunir estallara en todas direcciones. Escuché quejidos de mis amigos, al levantar la cabeza pude asegurarme de que ciertas dagas de agua habían impactado contra los enemigos provocándole así pequeñas heridas. Me apoyé en el suelo con la ayuda de las palmas de mis manos, la vista se me había nublado, tenía el estómago revuelto y sentía ganas de vomitar. Tapé mi boca y tosí, lo único que salió fue sangre. Ahora mi mano estaba repleta de sangre. Escuché la risa de Tian, estaba disfrutando de esa escena. Aquello me cabreó, quise levantarme, pero no tenía fuerzas. En vez de respirar estaba jadeando, sentía como si todos los órganos de mi cuerpo hubieran reventado y aun así, seguía vivo.
Empecé a pensar que aquellos iban a ser los últimos minutos de mi vida, y ni siquiera había logrado alcanzar a Tian con un ataque. Estaba frustrado, le había fallado a Aaron, tendría que haber vengado su muerte como él hubiera hecho por mí. Mi querido amigo, mi único amigo, esperaba que al menos me perdonaras desde el otro mundo. Al fin y al cabo, yo seguía siendo débil. Me dejé caer al agua, ya mi cuerpo no resistía más. Antes de cerrar los ojos vi la mano de alguien que quería llegar a mí, pero no conseguí alcanzarla hasta que finalmente tan solo vi un negro eterno.
- Qué paz se siente aquí… murmuró alguien a mi alrededor.
Abrí mis ojos lentamente, todo estaba teñido de blanco, tan solo divisaba unas doradas y relucientes puertas a kilómetros de mí. A mi lado estaba Aaron acostado.
- ¡Aaron! – exclamé alegre. Intenté agarrarle una mano, pero tan solo le atravesé, éramos como dos fantasmas. - ¿Qué es esto?
- Si lo supiera te lo diría, tan solo sé que aquellas puertas están cerradas para los dos, no podemos atravesarlas, así que acuéstate y relájate – explicó con tranquilidad.
- ¡Sigues siendo igual de perezoso! – respondí riéndome. Hice caso de sus palabras; crucé mis brazos y los utilicé de almohada detrás de mi cabeza. – La verdad es que este sitio es estupendo a pesar de no ver nada…
- ¿Cómo te encuentras? – preguntó.
- Muy cansado, tan solo tengo ganas de dormir, ¡por tu culpa! – Él rio. - ¿Acaso esto es el Cielo?
- Quién sabe… - respondió. – ¿Por qué no duermes un poco?
- ¿Puedo hacer eso? La verdad es que no me vendría nada mal…
- Puedes hacer lo que quieras, aquí no hay nadie para decirnos qué podemos hacer y qué no.
- Entiendo… ¿Tú no duermes?
- No me encuentro cansado – respondió mirando hacia arriba. Mis ojos comenzaban a cerrarse solos. – Vamos, duerme un poco.
- Está bien – dije mientras bostezaba. – No dudes en despertarme si sucede algo. Estoy tan contento de volver a verte otra vez….
- No te preocupes, tan solo duérmete, después de todo tú no deberías de estar aquí.