Abrí mis ojos lentamente, todavía notaba el cuerpo un poco adolorido. Eché un vistazo a mi alrededor, Nea tenía la cabeza apoyada en la camilla y su mano entrelazada con la mía. Estaba durmiendo.
Deduje que me habían encerrado en una habitación blindada por lo que pude ver. Unas paredes metálicas, una ventana con unas rejas que simulaban una cárcel y absolutamente nada más. Suspiré, solo se escuchaba la respiración de mi guardián entre las cuatro paredes. Acaricié su cabello, él apretó mi mano. La culpabilidad me empezaba a embargar, estábamos allí por mis errores, mis malas decisiones.
- Lo siento… - murmuré mirando al techo.
- No sientas nada, no es tu culpa – respondió una cansada y grave voz masculina. Di un respingo.
- ¿Estabas despierto? – pregunté con el corazón latiendo a toda prisa.
- No puedo dormir contigo en este estado – respondió sin levantar la cabeza.
- Siento eso también… - volví a murmurar con una leve risa. - ¿Qué…, pasó? – Pregunté sintiendo el miedo de una mala respuesta, pero Nea levantó la cabeza y me explicó.
- Tu cuerpo no resistió tanto poder así que te estaba destruyendo por dentro. Te dejaste llevar por la ira y no pudiste controlarlo. Saturno se abalanzó sobre ti para dormirte y poder sellar los poderes, pero la energía que habías concentrado era demasiada y no lo consiguió.
- Sí… Recuerdo un poco, tan solo de pensar en lo que le habían hecho a Aaron… ¡Aaron! ¿¡Dónde está!? ¡Le he visto, estaba conmigo! – exclamé nervioso. Me quité la vía por la que me estaban haciendo, aparentemente, una trasfusión de sangre.
- ¡Detente! No te quites eso – advirtió Nea agarrándome.
- ¿¡Nea, dónde está!? ¡No está muerto! Yo he… - Antes de que pudiera seguir, ya estaba llorando otra vez. – Él me dijo…, que no debía de estar allí… - La cara de mi guardián me lo explicó todo, no entendía lo que le estaba diciendo. – Antes de despertar, estábamos en un sitio pacífico, y él estaba a mi lado. Yo sentía mucho sueño, y antes de dormirme me dijo que aquel no era mi sitio, parecía el Cielo…
- Ahora entiendo… - afirmó mientras apartaba la mirada. – Tu amigo está en coma, lleva así desde el momento en el que te bajamos al búnker, teníamos miedo de que volvieras a descontrolarte. Lo estamos haciendo lo mejor que podemos.
- Gracias, no le dejéis solo por favor, él odiaba la soledad – rogué agarrando a Nea de las manos. – Quiero verle…
- Cuando estés más fuerte… - Un fuerte estruendo, como si una bomba hubiera estallado encima de nosotros resonó por toda la habitación.
- ¿Qué ha sido eso?
- Estamos defendiendo la base, desde que os pudimos sacar de las zarpas de Tian, no hemos parado de recibir ataques…
- Esto tiene que acabar. – De un rápido tirón saqué la vía de mi brazo. – Voy a terminar con la guerra que comencé desde que llegué aquí.
- ¡Oliver, no puedes! Estás débil, podrías morir…
- Si ese es mi destino, así será. – Bajé de la camilla aún con piernas temblorosas y le miré directo a los ojos. – Ahora es tu turno decidir, ¿vienes conmigo o vas a intentar frenarme? Me encuentro fuerte, sé que puedo con esto, al igual que sé que la sangre que he recibido es tuya, ¿cierto? – Él afirmó con la cabeza. – No me encontraría tan bien si esa sangre hubiera sido humana… Entonces, ¿qué harás?
- Decidí seguirte desde el día que te encontré, y así será – respondió posicionándose a mi lado.
Sacó una llave de su bolsillo y abrió la puerta, con forme íbamos subiendo las escaleras que parecían infinitas, Nea me ofreció un pantalón y una camiseta. No podría luchar con aquella bata de enfermo que llevaba puesta. Me cambié en segundos y seguí corriendo hacia arriba. Cada escalón que daba me notaba más fuerte, más seguro. Al correr la última puerta que se supone que daba al exterior, nos tropezamos con Louis, Saturno y los gemelos que discutían. Todos me miraron atónitos.
- Chico… - comenzó a decir Louis. - ¿Qué estás…? – Saturno le detuvo.
- Líder, él ha decidido su futuro – interrumpió el chico del pelo acaramelado. – Su mirada despide mucha fuerza. A veces es necesario un acto de valor en el que perdemos cosas preciadas…
- Esperamos tus órdenes – dijeron los gemelos a la vez.
- ¿Estás seguro, chico? – preguntó Louis. – No hace ni veinticuatro horas que te bajamos.
- No las necesito, tengo que hacer esto – respondí con aires vengativos. El líder me mostró una sonrisa pícara.
- Entonces que comience el juego – prosiguió. Nos metimos de lleno en el área de batalla.
Avisté a Francis y Daria a lo lejos, parecían estar dando lo mejor de sí. Ambos juntos eran imparables, sabían complementarse, protegerse entre ellos, eran formidables. Las piedras volaban, y yo ya sabía que era por Mercurio, Lume suspendía a los Onwu mientras su protegido los aplastaba con las rocas. Un espadachín se hizo un hueco entre aquellos seres, y por su cabellera roja adiviné que era Marte. A Neptuno le divisé creando barreras de hielo alrededor de las instalaciones principales protegiendo a la gente que seguía en el interior. Yo tenía que hacer algo; pedí a los gemelos que abrieran un agujero negro en un rincón del jardín. Apoye ambas manos en el suelo, y reclamé al agua que saliera, tanta como pudiera conseguir. Del suelo comenzó a brotar el agua y pude crear un pequeño tsunami que tiró hacia atrás a los enemigos, al menos el tiempo necesario para reunirnos todos. Gran parte de los Onwu cayeron dentro del agujero, que tras eso se disolvió. Al ver lo que acababa de ocurrir enseguida tenía todos los ojos encima de mí. Se abalanzaron a abrazarme la gran mayoría, menos Marte, que estaba cruzado de brazos.
- ¡Oliver! – exclamó Daria rodeándome con sus brazos.
- Veo que tienes buena cara – dijo Francis.
- Lo siento chicos, yo también me alegro de veros a todos, pero no tenemos tiempo para hablar sobre mí. – Marte, irás con Francis y Daria en el extremo izquierdo. Lume y Mercurio haceros cargo de los secuaces que Tian haya podido traer además de la chica del tridente. Nea y yo iremos por la derecha, intentaremos llamar la atención de su líder…
- Y hablando de líder, estás haciendo mi trabajo – soltó Louis algo molesto.
- ¡Lo siento presidente! – exclamé disculpándome.
- Me gusta tu plan. Neptuno cuando termines la barrera echa una mano a Daria y su equipo. Nea, Oliver, voy con vosotros. Urano, Júpiter, id con Lian y ayudadla en todo lo que podáis.
- Ya tenemos a la familia reunida – dijo Tian que bajaba desde el cielo. - ¿Quién quiere morir primero? – Cuando miré a Nea, vi a Yanya posado en su hombro, con semblante serio.