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Silver moon por KeikoHikari

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-          No le ocurre nada, Ikon ha heredado la parte demoníaca de Lian y al ser tan pequeño está muy descontrolado. – La cara de angustia de ambos era notable.

-          ¿Entonces qué va a pasar?

-          He hablado con las brujas – continuó Louis. – Están intentando crear un hechizo para bloquear esa parte.

-          ¿Y si no lo consiguen? ¡Perseguirán a Ikon hasta matarlo! ¡Tú lo dijiste! – exclamé nervioso.

-          Así es – respondió decepcionado. – Pero mientras viva no dejaré que eso le ocurra a mi hijo.

-          Jamás pensamos que esto podría llegar a pasar… - intervino Lian.

-          Todo se resolverá querida – Louis abrazó a su mujer intentando consolarla.

Realmente deseaba que eso no llegara a pasar nunca, estaba seguro de que pasara lo que pasase yo ayudaría a su familia. Aún si eso costaba mi vida.

-          Mandaré a alguien para que arregle eso – comentó Louis señalando al techo.

-          Ah, no te preocupes, tenéis que llevar más cuidado con este pequeño. – Acaricié con suavidad su cabeza.

-          Los niños son difíciles de controlar – continuó el presidente – tanto como su madre.

-          ¡Oye! – soltó Lian.

-          Quién iba a decir que conseguiría quitar a Nea de tu mente después de tantos años…

-          ¡Louis! – gritó Lian.  Él abrió los ojos como platos y se tapó la boca. Inmediatamente me miró a mí.

-          Ne… a… - pronuncié.

Yo conocía ese nombre. Un fuerte dolor de cabeza me comenzó a dominar. Fragmentos de imágenes, recuerdos, memorias se agrupaban en mis ojos. Unos ojos plateados, unos colmillos clavándose en mis arterias, un pelo tan negro como el carbón. ¿Qué era todo eso? No conseguía ver a esa persona al completo, pero sabía que provocaba un profundo dolor en mi corazón.

-          Oliver, ¿me escuchas? Tranquilízate, sigue mi voz – oí a Gala. – Eso es, no pasa nada…

Conseguí volver, pero me sentía vacío.

-          ¿Quién es esa persona de la que solo veo imágenes? – pregunté con seriedad a Louis.

-          Por tu salud mental es mejor que no indagues – respondió mientras se levantaba del sofá.

-          ¡Louis, dime! Sé que es importante, por favor… ¡te lo suplico!

Lian se acercó a mí por detrás y abrió un pequeño bote delante de mi nariz. Cuando aspiré el dulce olor caí en un sueño imparable.

 

Me sentía desorientado, no sabía dónde me encontraba. Estaba de día, la luz se filtraba a través de la ventana. Era mi habitación. Me levanté poco a poco, ¿por qué me sentía tan mareado? ¿Cuánto tiempo había dormido? Al bajar las escaleras, Gala estaba preparando el desayuno.

-          ¿Ya te despertaste? ¿Cómo te encuentras? – preguntó tras ojearme desde lejos.

-          ¿Qué pasó ayer? – seguí cuestionando.

-          Nos visitaron Louis y su familia, y te quedaste dormido del cansancio, ¿no recuerdas? – Estaba dubitativo, tan solo tenía imágenes esporádicas en mi cabeza.

-          Entiendo… - No creía realmente que tan solo me quedara durmiendo, pero si ella lo decía…

Fuimos a trabajar como cualquier día y al anochecer nos quedamos los camareros, Aaron, Gala y yo para celebrar el cumpleaños de mi querido amigo.

-          ¡Un brindis a tu salud, Aaron! – grité excitado.

-          ¡Salud! – repitieron los demás.

Bebimos demasiado, casi agotamos las reservas. Yo nunca he sido mucho de beber, pero esa noche estaba feliz y bebí tanto como mi cuerpo pudo aguantar. Me atreví a cantar e incluso a bailar, pero la fiesta no terminó ahí, decidimos continuarla en nuestra casa a la que también invitamos al novio de Aaron, Dave. Al principio se mostraba muy tímido, pero no hay nada que se pueda resistir al alcohol. Comencé a mostrarle mis poderes a Dave, el alcoholismo que tenía en mi cuerpo comenzaba a controlarme. No fui el único, las carcajadas cada vez eran más fuertes. Aaron se resbaló y su copa cayó al suelo, derramando todo el líquido. Jamás me había sentido tan libre y sin preocupaciones. Después de eso, no recuerdo que pasó, y volví a despertarme en mi cama junto a Gala que dormía plácidamente. El dolor de mi cabeza era inmenso, realmente había bebido demasiado la noche anterior. Al salir de la cama me percaté de que estaba desnudo, no llevaba nada de ropa puesta. ¿Qué había pasado? Mi cara se tornó tan roja como un tomate, era imposible que hubiera sucedido algo entre Gala y yo… Pero no recordaba… No podía recordar como finalmente acabó la noche. Me obligué a pensar que nada había sucedido.
Eso pensé por semanas hasta un hecho que me desconcertó. Mientras estábamos cenando juntos, Gala se levantó corriendo de la mesa en dirección al baño. Algo no estaba bien. Le pregunté, pero no quiso responder hasta que tiempo después, habló. Estaba embarazada de un mes y medio. En ese momento comencé a toser, aquella noticia era demasiado impactante. De alguna manera u otra en mi mente estaba barajando esa idea desde la noche del cumpleaños de Aaron del que no recordaba lo que pasó al final. No lo quería creer.

-          ¿Es mío? – pregunté tartamudeando. Ella afirmó con la cabeza.

-          Es imposible que sea de otro hombre si solo he estado contigo – certificó.

-          ¿Qué vamos a hacer? – cuestioné preocupado. – Creo que no estoy preparado para ser padre…

-          Vas a ser el mejor padre del mundo – respondió rodeando mi cara con sus cálidas manos.

No estaba yo tan seguro de eso. Entré en pánico y el miedo se apoderó de mí. Finalmente me desmayé, demasiada presión en un instante.

No entré en razón hasta que observé como la barriga de Gala iba engordando conforme pasaban las semanas. La noticia no tardó en llegar a oídos de vecinos, familiares y amigos que no dejaban de traer regalos para el bebé. Aaron incluso lloró cuando se enteró, estaba deseando que llegara ese momento. Pero sin duda alguna fue la visita de los guardianes la que más me impactó sin duda alguna. Vinieron todos, Lume y Lian lloraban como niños de la sorpresa. Habían traído tanta comida que pudimos hacer una barbacoa para todos. Reí tanto que mis mandíbulas ya comenzaban a doler. Les echaba de menos, no podía evitar sentirme muy feliz en aquel ambiente. En cierto punto de la tarde Louis hizo un reconocimiento a Gala mediante sus poderes, ya que él podía percibirlo todo. Posó sus manos cerca de su abultado abdomen, en un primer momento abrió los ojos como platos, frunció el ceño y finalmente mostró una cara de felicidad. Estaba rezando para que me diera buenas noticias, para que me dijera que Gala estaba sana, que no iba a tener ninguna complicación y que todo iba a salir bien pero solo se dedicó a sonreírme hasta que al final entré en desesperación.

-          ¡Dime algo Louis! Tengo una taquicardia increíble y… - Louis posó una mano en mi hombro y yo callé inmediatamente. El corazón me latía tanto que pensé que de un momento a otro iba a reventar.

-          Enhorabuena, es una niña – dijo finalmente. El silencio se hizo en la habitación, nadie decía nada.

-          Una… niña… Mi hija… - Gala empezó a llorar como nunca, mis lágrimas también brotaron como una cascada.

Todos los allí presentes corrieron a abrazarme y a felicitarme, no solo a mí, a Gala también. Sin duda, aquel iba a ser uno de los días más felices de mi vida.

-          No puedo ver el futuro, pero las dos estáis sanas, tanto tú como la niña – siguió diciendo. – Os irá todo bien, estoy seguro de ello.

-          Louis… - susurré. Quería abrazarle, pero no quería que el presidente pensara que yo era un débil, así que borré la idea de la cabeza. Sin embargo, fue él el que lo hizo.

-          Cuídalas, confío en que lo harás – pidió con la voz más dulce que jamás había escuchado de él mientras me tenía rodeado con sus brazos. – No pienses que va a ser una tarea fácil. Oliver, esa niña va a ser poderosa, lo he sentido a pesar de ser tan pequeña todavía. No olvides que no solo es tu hija, es la heredera de tus poderes y vas a tener que protegerla con dientes y garras. Desde pequeña enséñale a controlarse, esos poderes van a vivir con ella no lo olvides.

Quedé boquiabierto, tenía muchas preguntas, pero no supe articular ninguna. Asentí con la cabeza y volvió a sonreírme. No quería que mi hija heredara aquellos poderes que a veces ni yo mismo podía manejar. Miré mi mano pensativo, la cerré con fuerza. ‘La protegeré cueste lo que cueste’ me dije a mí mismo. A raíz de aquel momento los días fueron pasando muy rápido, casi sin percatarnos de ello. Preparamos una habitación para la futura niña, ropa, juguetes, muebles, accesorios… No daba abasto con todo lo que había que hacer antes del parto. Nunca creí que fueran tantas cosas las necesarias.

-          Siento que queda poco para que podamos verle la cara a nuestra niña – soltó Gala mientras dábamos los últimos toques a la habitación.

-          Tan solo quedan cuatro días para la fecha que los médicos dijeron que darías a luz, es normal – dije mirándole la barriga que ya era demasiado grande y redonda.

-          Oye Oliver, quiero que seas tú el que le ponga un nombre a nuestra hija – pidió.

-          ¿Yo? Pero…

-          ¡Sí! Siento que tienes que ser tú. ¡Por favor! – insistió.

-          ¡Está bien! Pensaré en algo… - dije finalmente. – Voy a tirar esto a la basura, vuelvo enseguida.

Salí de casa en dirección al contenedor pensando en nombres para la niña. En unos segundos tenía la mente colapsada con un millón de posibilidades, pero ninguna me pareció la indicada. Seguí pensando por dos días, y no encontraba el ideal. Quería un nombre especial para mi hija, así que no me valía ninguno corriente. Tampoco quería que nadie me ayudara, quería elegirlo por mí solo, ya que Gala me lo había encomendado.
Llegó ese cuarto día y seguía sin tener un nombre. Mi ansiedad creía cada minuto, no se me ocurría nada, mi imaginación se negaba a colaborar. Esa noche me tumbé en el césped del jardín a admirar las estrellas, agotado de tanto rebuscar en mi mente. Esa noche había luna llena, las estrellas despedían un brillo encantador. La brisa nocturna me tranquilizó, cerré mis ojos pensando en lo bien que me sentía allí acostado. Volví a abrir los ojos, y como un rayo un ave de gran tamaño cruzó el cielo. Por su tamaño imaginé que sería un águila real que volvía a su nido, aunque no estaba nada seguro. Me quedé allí por varios minutos más. Cuando decidí erguirme, me horroricé al ver un águila a mis pies con la mirada clavada en mis ojos. Me asusté tanto que ni siquiera sabía cómo reaccionar. Tan solo me quedé allí clavado, sin mover un músculo. El ave era más grande que una simple águila, ni siquiera parpadeaba, parecía estar esperando una reacción por mi parte. Abrió las alas para emprender el vuelo, y debajo de las alas un azul vivo brilló. Parecía tener una galaxia guardada allí. El interior de sus alas era increíble, quedé maravillado, no sabía que existían aves así. Batió las alas y se posó por un instante en la valla de mi jardín y volvió a clavar su mirada en mí. ‘¿Qué es lo que querrá?’ pensé. ‘¿Humano?’ preguntó una voz en mi cabeza. Al principio pensé que había sido alguien que había gritado cerca de mí, pero pronto supe que aquella palabra había sonado dentro de mi cabeza. Froté mis ojos, creyendo que todo aquello estaba sucediendo por culpa de mi imaginación y efectivamente, al abrir los ojos de nuevo, el pájaro ya no estaba y no había signo ninguno de que eso hubiera sucedido de verdad. Volví a acostarme en el césped, masajeé mi cabeza y mantuve los ojos cerrados. Levanté los brazos hacia arriba, necesitaba desperezarme, pero un leve dolor me dolor en uno de mis brazos me bloqueó. No sabía porqué, pero desde hacía unas semanas sentía ese mismo brazo demasiado pesado, a veces me dolía, pero simplemente achaqué el dolor al trabajo que nos estaba dando la niña. Quizá solo era cansancio, y necesitaba reposo, no le di demasiada importancia.
Antes de entrar a casa me percaté de que la luna estaba más brillante de lo normal. De repente, sin tan siquiera pensarlo, apareció un nombre en mi mente, el nombre de mi futura hija.

Dos días después de aquello, nació mi hija. Era preciosa, no dejaba de reír. Su tez era suave y blanca, como la de su madre. Afortunadamente, Gala pudo con el esfuerzo del parto y tan solo acabó exhausta, pero muy feliz de tener ya por fin a nuestra hija en sus brazos.
Tal y como Louis advirtió, ella iba a ser mi descendiente, ella había heredado mi luna. Ahí estaba, en esa pequeña y delgada muñeca, tan perfecta como la mía. Era negra, lo que quería decir que sus poderes estaban dormidos todavía, buena señal. No podía negar que no era hija mía. Pronto la noticia hizo eco y los demás planetas, Louis, Daria, Francis, Lian, Aaron y su novio se acercaron al hospital a verla.

-          ¡Qué cara más bonita! – gritó ilusionada Daria.

-          ¡Es preciosa! ¿Te acuerdas cuando te dije que en el futuro ibas a tener una hija con Gala? ¡Mírala! – exclamó Aaron apuntándome con el dedo.

-          Creo que no es el momento para decir eso Aaron… - contesté avergonzado.

-          Es una preciosidad – dijo Lian mientras sostenía a la pequeña entre sus brazos. Louis que estaba posicionado a su lado, agarró su pequeña muñeca y me sonrió. Ya sabía lo que me quería decir, que mi hija tenía la misma luna que yo. Tras eso, posó su mano en mi cabeza. Estaba orgulloso de mí.

-          ¡Oliver! – interrumpió gritando Lume. - ¡No puedo creer que seas padre! ¡Estoy tan feliz de verte feliz!

-          Se parece mucho a ti – comentó Mercurio tímidamente.

-          ¡Gracias! Pero tiene un poco de los dos, tanto de Gala como de mí – contesté feliz.

-          Chicos, escuchadme – cortó Louis. Tanto los guardianes como yo, nos arrodillamos en el suelo con la cabeza agachada. – Todos estamos felices de este momento, pero creo que estamos agobiando demasiado a los nuevos padres. Creo que lo mejor es volver cuando ellos estén mejor y más tranquilos. ¿Entendido?

-          ¡Sí, presidente! – exclamaron todos al unísono.

-          Sé que Gala está agobiada, somos muchos, te visitaremos pronto – concluyó el presidente.

Tras esto fueron abandonando la sala poco a pocos, todos me dieron la enhorabuena y se despidieron de Gala. Me senté en el sillón tan cansado que no tardé en caer rendido.

El tiempo pasó tremendamente deprisa, tan solo teníamos tiempo para la niña, que no dudó en convertirse en el centro de la atención. Con el paso de los meses, sus ojos comenzaron a mutar de color, que acabaron siendo color caramelo en el centro del iris, y verde en el exterior; muy parecidos a los míos. En cambio, el cabello era de un color similar al de Gala, tan liso y largo como ella lo solía lleva cuando la conocí.
Empezó a desarrollar un amor por los animales, le encantaban desde una diminuta hormiga hasta el mastín de uno de nuestros vecinos. Solía jugar con él todas las tardes. Se pasaba los días correteando, jugando y gritando como cualquier niño. Era la dulzura del barrio, no tardó en enamorar a todos los vecinos.

Nunca la dejábamos sola ni un instante, la tenía demasiado sobreprotegida pero no quería que le pasara nada, siempre iba a estar allí para ella. A veces Gala me decía que la dejara tranquila, pero temía que alguno de mis enemigos la encontrara.
Le oculté mis poderes, no le enseñé nada de lo que podía hacer con el agua hasta que fuera necesario.

Con cuatro años la pequeña ya casi se valía por sí misma, podía hablar con soltura, escribir, y sumar y restar. Debido a que los poderes de la pequeña podían despertar en cualquier momento, Louis nos aconsejó que no la lleváramos al colegio y le enseñáramos en casa todo lo que un niño debía de aprender.


Una mañana como cualquier otra me levanté y noté que el brazo derecho me dolía demasiado, sentía cómo mi luna latía, aquello no era normal. Llamé a Louis y le comenté lo que me ocurría, y me aconsejó que usara mis poderes, que probablemente aquello sería por una sobrecargar al pasar tanto tiempo sin usarlos. Decidí ir a la base y entrenar un poco con Louis. Llevaba tanto tiempo sin luchar que notaba mi cuerpo pesado, había perdido muchos reflejos, mi movilidad era más lenta. Durante el entrenamiento escuché mi móvil sonar, Gala me estaba llamando.

-          ¡Oliver, Anne ha desaparecido! – gritaba histérica. – Estaba en el jardín y ahora no está! No responde a su nombre, no sé dónde se ha metido – A través del teléfono le escuchaba llorar desconsolada.

-          ¿¡Qué!? ¡Voy para allá enseguida! No te muevas – le pedí. Mi corazón latía a mil revoluciones por segundo.

-          ¿Qué ha pasado? – preguntó Louis.

-          Mi hija, ha desaparecido, tengo que volver – contesté nervioso y angustiado. La cara del presidente se volvió seria.

-          Vamos todos.

Con los poderes de los gemelos Júpiter y Urano conseguimos teletransportarnos a casa donde encontramos llorando a Gala. Louis hizo un sondeo telepático en segundos.

-          Noto algo, pero no sé lo que es, te puedo confirmar que no son Onwu, debemos dispersarnos y buscar a la pequeña Anne – ordenó Louis.

-          ¡Sí, presidente! – exclamamos todos.

-          ¡Rápido! – chilló.

Cada uno de los chicos nos dividimos y buscamos por todas las calles cercanas de casa. Mi mente estaba ausente, solo tenía la imagen de mi hija en la cabeza. Tenía que encontrarla, era mi deber, jamás debí dejarla sola. ¿Quién se la había podido llevar? ¿Dónde podía estar? Nadie la encontraba, no llegaba ningún mensaje a mi teléfono, era como si mi hija hubiera desaparecido, pero me negaba a creer eso. De repente un grito sordo resonó en mis oídos, sin ninguna duda aquel grito provenía de mi hija. Corrí tan rápido como pude en la dirección en la que el grito había sonado. Tras unos minutos llegué a uno de los parques más grandes de la ciudad, ya estaba casi anocheciendo cuando avisté allí a una persona corpulenta que llevaba una capa negra como el azabache. Sentí que mi marca iba a reventar en aquel instante, no dejaba de palpitar, escuchaba cómo la sangre fluía por todo mi cuerpo.  
Como estaba de espaldas ni siquiera pude verle la cara, pero deduje que era un hombre. A su lado vi a mi hija de rodillas en el suelo y en frente de ella una chica joven con el pelo largo y rubio intenso que agarraba a mi pequeña de la muñeca. El mastín que siempre jugaba con Anne estaba sentado a su costado sin inmutarse.

-          ¡Anne! – chillé rabioso. Podía escuchar los sollozos de mi pequeña desde donde estaba. - ¡Suelta a mi hija!

Cargué poder en mis manos y ni siquiera dudé en lanzarme contra ellos. La chica movió una de sus manos, pero el hombre pareció ordenarle que parara puesto que la bajó enseguida. La chica posicionó a la niña detrás de ella y el hombre ni siquiera se inmutó. Cuando estaba cerca del hombre para darle el primer impacto, mi marca se sobrecargó y sentí un gran dolor en el mismo brazo que llevaba meses quejándome. Brotaba sangre de mi luna. Caí al suelo inmediatamente, el hombre se acercó a mí a paso ligero, pero antes de que pudiera verle la cara, alguien le atacó con una bola eléctrica que le hizo retroceder.

Notas finales:

Me gustaría saber qué pensáis de ese misterioso hombre que ha aparecido, ¿quién creéis que es?


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