- Delirios…, eso es lo que era. Creo que es el cansancio y la debilidad que este sitio me provoca. Y Louis se ha presentado aquí varias veces haciéndome creer que él era tú para fastidiarme, por eso no te creía antes… Lo siento – murmuró. Frunció el ceño y su cara mostraba una mueca de dolor. - ¿Acaso conoces a Valentina?
- ¡De lo poco que me has contado! – exclamé. Él me miraba a los ojos directamente. – Está bien… Lian me contó todo lo que os pasó… Y Yanya… - No parecía nada contento después de confesárselo.
- Esa mujer… No debería de haberte contado nada.
- Si ella no me lo hubiera dicho, no sabría nada de ti. Nunca me hablas sobre tu vida, me he dado cuenta de que en realidad no conozco nada de ti, ¡y quiero conocerte! ¡Confía en mí! – Esbozó una sonrisa antes de que un pequeño silencio nos separara.
- Estoy muy cansado… Me cuesta hablar – musitó con debilidad.
- ¡Necesitas comida! Debería…
- No, no tengo hambre. – contestó tajantemente. No me dejó terminar de hablar. – He bebido sangre… Estoy bien…
- ¿De quién? – pregunté pausadamente. Su cara contestó mi pregunta. – Lian, ¿verdad? Ella me dijo que era la que te vigilaba cada cierto tiempo, sus muñecas estaban vendadas. – Mi decepción era notable, ¿por qué de entre tantas personas tenía que ser ella? – No me gusta esa mujer… - susurré con la cabeza agachada.
- Cerberus, quítale las llaves a Lian, quiero salir de aquí lo antes posible – ordenó Nea, ya con su voz casi apagada.
El gran perro obedeció y tardó pocos minutos en regresar. Parecía que aquellos dos tenían una relación vieja de amistad. Se suponía que Cerberus no debía dejar salir a Nea de allí, pero bastó unos segundos para que ese esquema se quebrara. La llave era un círculo de luz pequeño que trajo en la boca, pero no lo soltó. Nea hizo un ademán con la mano, indicándole que lo rompiera, y con un mordisco los pequeños cristales cayeron como la nieve. Las barras de la celda fueron desapareciendo una a una y Nea se fue acercando a mí paso a paso temblando. Podía ver que le costaba respirar, tenía una mano agarrada a su pecho. Cuando lo tuve en frente de mis ojos, me abrazó, con ello bastó para trasmitirme el miedo que había tenido al no saber nada de mí. Noté como iba dejando el peso de su cuerpo en el mío. Acabé apoyando mis rodillas en el suelo. Me palpé mis muslos, quería que él descansara su cabeza en ellos, y no tardó en entenderme y hacerme caso.
- Dame diez minutos… Solo… diez… - susurró. Cerró sus ojos y comenzó a recobrar el aliento. – Estoy tan feliz de verte sano.
Cerberus nos observaba sentado desde una de las esquinas. Parecía gustarle vernos juntos de nuevo. Tenerle conmigo me hacía sentir completo, era lo que necesitaba. Toqué su pelo con suavidad y me percaté de algo obvio.
- Necesitas una ducha – dije en voz baja en su oído. Él rio.
Tras varios minutos allí tirados y mi cabeza dando vuelvas sobre qué es lo que deberíamos hacer después de que él se sintiera mejor, me acordé de Marte y Francis. ¿Estarían allí peleando todavía? Tenía miedo de volver a salir a aquel pasillo, no solo por ellos dos, sino también la reacción que tendría Lian al ver que había sacado a Nea de la celda sin su permiso.
Con mi mano en su frente podía notar la regeneración de su cuerpo, el poder que fluía por sus venas. Era increíble la velocidad con la que se curaba. Levantó su cabeza y poco a poco cuerpo, estiró los músculos, sus ojos ya brillaban como antes.
- Puedo notar tu preocupación, pero ahora ya estoy contigo, no tienes que temerle a nada – soltó de la nada. Sus palabras me relajaron. Yo asentí con la cabeza. – Ah, y has sido tú el que me ha ayudado a sanar, no hubiera podido hacerlo todo yo solo.
- ¿Y-Yo? – tartamudeé sonrojado. – Pensaba que no podía hacerlo…
- Tan solo tienes que practicar, no te deprimas por ello. Venga, vamos fuera. Cerberus quédate aquí. – La respuesta del can fue un estornudo. – Me lo tomaré como un sí.
Nea abrió la puerta de una patada. No había nadie, ningún rastró de vida.
- Bien Oliver, creo que después de haber escapado de ese lugar sin el permiso de Louis voy a ser perseguido por estos tipos otra vez. Antes de seguir, quiero hablarte de algo. Después de la muerte de Valentina me escapé y deambulé sin rumbo durante 100 años. En ese tiempo me dediqué contener a Yanya, a aprender a manejarlo y sobre todo, que me obedezca. Por eso quiero presentártelo, quiero que lo conozcas, y que si algún día se descontrola que al menos sepas qué puedes hacer.
- ¡Chicos! – gritó una voz femenina interrumpiendo a Nea. Una chica más bajita que yo con una cabellera rubia brillante se aproximaba a nosotros.
- Daria, no corras… - decía Francis tras ella.
- ¡Francis! ¿Qué ha pasado con Marte?
- Daria nos ha parado, supongo que haya bajado al gimnasio con los demás. Nea… me alegro volver a verte – dijo estrechándole la mano. – Te veo bien.
- Eres más guapo en persona, ¿por qué mi guardián tiene que ser este viejo? – preguntó con los brazos cruzados.
- ¿A quién estás llamando viejo? Cambiando de tema… Quiero ayudaros chicos, no he podido evitar escuchar vuestra conversación. Daria puede crear una burbuja aislante, sabes que tienes prohibido mostrar a Yanya, ¿verdad Nea?
- Lo sé, iba justo a decírselo a Oliver. Si nos hicieras ese favor Daria…
- Puedo intentarlo, pero no durará mucho tiempo, sé preciso – avisó apuntándole con un dedo.
Cerró los ojos cuidadosamente, entrelazó sus dedos y rápidamente todo a nuestro alrededor se tornó borroso. Nea yacía ante mí con la cabeza baja y los ojos cerrados. Apareció clavado en su hombro un ave, tenía el aspecto de un águila, pero su tamaño era casi el doble. Lo más sorprendente era que todo su cuerpo estaba formado por llamas azules. La envergadura de sus alas era grandiosa.
- Yanya no habla, pero puede comunicarse telepáticamente. – informó Nea. Yo había quedado estupefacto.
- Qué belleza… Parece la reencarnación del Ave Fénix…
- En realidad, Yanya es la tercera generación de él, por eso sus llamas son azules y no rojas. Él me proporciona resistencia física y su poder. Es bastante bueno en las peleas, pero…
- Humano, ¿por qué eres tan débil? – Una voz masculina pero aguda retumbó por mi cabeza. Le estaba escuchando.
- ¡Yo no soy débil! – exclamé enfadado.
- Me niego a proteger algo tan débil. Pierdes el tiempo con él, su mente no está clara – prosiguió.
- No te metas en mi cabeza… -murmuré.
- Yanya, basta. – Acto seguido, el ave se desvaneció y todo volvió a la normalidad. – Lo siento Oliver, Yanya es bastante maleducado, es lo que pretendía decirte desde el principio.
- Pero lo que ha dicho, es cierto… - continué diciendo. – Es demasiado sincero.
- Por lo que veo ya lo has conocido – dijo Daria. – Y siento deciros esto chicos, Louis ha llegado.