- Louis…, ¿estás aquí? Soy Oliver… - dije tras traquear con los nudillos.
- ¡Adelante! – gritó él tras la puerta.
Al entrar, él estaba sentado en la silla de aquella mesa de despacho tan grande que había la última vez. Tenía un cigarro en la mano. No aparentaba estar cansado después de la fiesta. ¿Le habría dado tiempo a dormir?
- Y bien, ¿qué te trae por aquí a las 4 de la mañana? – preguntó mientras daba una calada.
- Quiero volver a mi casa, posiblemente necesite un descanso… - Su mirada ahora era atónita.
- ¿No estás a gusto aquí? ¿Qué te ha ocurrido? – cuestionó mientras expulsaba humo por la boca.
- ¡Nada! Es simplemente que echo de vida mi vida anterior, mi trabajo, mis amigos… - Esa no era la razón principal, pero me sirvió de excusa.
- Entiendo – respondió apagando el cigarro. – Decidido, mañana volverás a tu pueblo por un par de días. Con una condición… Por esta vez, tu acompañante voy a ser yo. He visto que no hay mucha información acerca de tu nacimiento, y no podemos contactar con tu orfanato, así que iré yo mismo a investigar.
- ¿Qué necesita saber? – curioseé.
- Cosas que probablemente no sepas ni tú. Estoy seguro de que las respuestas las tienen las personas que se ocuparon de ti cuando todavía estabas viviendo allí. Así que, mañana saldremos temprano.
- ¿Qué pasa con Nea?
- Se quedará aquí, necesito que ayude a Lian, sé que se agobia si le dejo todo el trabajo. – Hasta Louis se preocupaba por ella… - ¿Por qué pones esa cara? Sé que no te gusta salir sin Nea…
- ¡No pasa nada! Puedo lidiar con ello… - mentí, no quería verle todavía, no estaba preparado.
Quedamos en vernos a las siete de la mañana. No dejó de repetirme que me llevara una pequeña mochila con ropa y, sobre todo, una chaqueta. Estaba contento, por fin podría volver a Green Village, mi ciudad. Estaba deseoso de volver a ver a Aaron incluso de mi jefe Evans.
No pude pegar ojo esa noche, no pude dormir debido a lo nervioso que estaba por volver a mi verdadera casa. Nea tampoco regresó al cuarto. A las seis y media ya me encontraba en la puerta del despacho de Louis, con todo preparado para marcharnos. No quise despedirme de nadie, no quería que se supiera que me iba a ir. Cuando Louis abrió la puerta del despacho, no iba solo, estaba acompañado de aquella mujer otra vez. Me saludó con una brillante sonrisa en su boca, yo intenté imitarla pero mi expresión no salió. Y allí estaba ella, con el cuaderno que siempre llevaba en sus manos, vistiendo la bata blanca de médico. Nos siguió hasta el coche, el jefe le decía todo lo que tenía que hacer durante los días que él no iba a estar, aunque no escuché nada en concreto, solo quería salir corriendo de allí.
- Tardaremos unas horas, puedes dormir si quieres, te despertaré cuando lleguemos. – Me hablaba mientras me examinaba con la vista, yo me subí el cuello de la camiseta, no quería que viera las marcas rojas que Nea había dejado. En su muñeca izquierda llevaba un reloj que parecía muy caro, iba vestido con camisa y traje de chaqueta, como el dueño de un negocio.
- No se preocupe, no tengo sueño. – Unos minutos de silencio después comencé a preguntar. - ¿Todas las personas que hay metidas en el Star Guardian tienen la obligación de protegerme?
- Solo hay nueve que están obligados de nacimiento y se les conoce por los nombres del sistema solar, ya sabes, desde Mercurio hasta Plutón. En su cuerpo está grabado su destino, todos tienen un círculo con un color. Creo que ya conoces a Marte, su círculo es rojo como la sangre y el de Neptuno es azul como el agua.
- ¿Dónde están esos círculos? No los he visto…
- En la espalda, a lo largo de la espina dorsal, por eso no los has visto – comentó con una sonrisa pícara.
- ¿Y por qué tengo una luna? ¿Por qué Francis tiene una estrella fugaz?
- Vaya, parece que has hecho muchos amigos. Los que tienen símbolos relacionados con la astrología son guerreros secundarios, son descendientes de personas que decidieron dar su vida por el lado bueno, es decir, el clan de la Luna. Ahora tú eres el poder más grande dentro de mi organización. La creé para protegerte, no solo a ti, si no a tus antepasados. Ahora es tu turno de cumplir con el deber de proteger tu legado.
- Suena a demasiada responsabilidad, y la verdad no creo que mi poder sea tan fuerte y grande – comenté cabizbajo.
- La luna ha perdido más de su 50% de poder desde el último ataque que tuvimos en la organización. El líder del Sol absorbió mucho poder de Valentina antes de que muriera, por eso no eres fuerte. Tu compromiso es devolver lo que una vez nos fue robado.
- ¿Valentina fue la última descendiente de la Luna antes de que yo existiera?
- No, hubo un hombre que se llamaba Noel, pero esa es otra historia. Debes centrarte en combatir contra el Sol y ganar. Se lo merecen, acabaron con la vida de Tierra sin tener piedad. – Al pronunciar aquellas palabras parecía tener sed de venganza, así que no quise indagar más en ello.
- Con que Valentina fue mi antecesora…
- No te confundas, eso no quiere decir que fuera tu abuela. Ella no tuvo descendencia. De algún modo u otro el poder te ha elegido, y ha aparecido en ti. – Si ella no había tenido hijos, era imposible que yo fuera su nieto.
Tras dos horas y media de trayecto ya podía ver la entrada de la ciudad, un cartel mugriento nos daba la bienvenida. El chófer nos llevó directamente al orfanato, las verjas exteriores estaban muy oxidadas. Realmente habían pasado los años para aquel sitio, cuando yo me fui de allí no había envejecido tanto. Antes de entrar, Louis me tapó con una pulsera ancha mi Luna, no quería que me reconociesen por ella. Me obligó a prometer que no me la iba a quitar hasta que estuviéramos de vuelta, a lo cual yo me ceñí.
Tuve que quedarme fuera, no me dejó entrar con él, al parecer eran asuntos privados. Decidí dar una vuelta por el parque del orfanato, aquello fue como una vuelta atrás al pasado, había visto jugar a muchos niños mientras yo les observaba desde arriba con todos aquellos juguetes. Recordaba las grandes amistades que se había formado allí, y que ahora no sabía nada de ellas. La pequeña Olivia, ¿qué habría sido de ella? Y los demás chicos…, Tommy, Tiago, Elliot, Diego… Demasiados recuerdos.
Pronto me percaté de que había un hombre que debía tener unos 50 años que parecía dudoso entre entrar o no al orfanato.
- Disculpe señor, ¿le puedo ayudar? – pregunté con delicadeza.
- ¿Trabajas aquí? – respondió aquel hombre con una mirada afligida.
- No, pero he estado viviendo aquí por muchos años, quizá le pueda ayudar…
- Hace muchos años dejé aquí a mi hijo, ahora debería de tener unos 15 años. ¿Le conoces?
- Me ayudaría más si me dijese el nombre de su hijo, a lo mejor le conocí en algún momento… - El hombre parecía confundido.
- Le quería poner Ryan, aunque quizá le cambiaran el nombre en el momento que lo entregué. Mi esposa murió antes de que nos diera tiempo a escoger un nombre para él, y ahora no hay día en el que no me arrepienta de haberle dejado aquí…
- No conocí ningún Ryan, tal vez alguien conozca algún detalle más. Ah, y no se sienta mal, después de todo aquí fuimos como una gran familia. La mayoría de nosotros éramos huérfanos, supimos entendernos y apoyarnos entre nosotros.
- Mi pequeño hijo…
- Le ayudaré a buscar a su hijo. Dejé este orfanato con 15 años, y aunque ahora tengo 19 conozco a todos los que trabajaban aquí. Intentaré buscar información, puedo contactarle si encuentro algo que le sirva. ¿Me puede dar su dirección? – El hombre buscó en su bolsillo y sacó lo que parecía una tarjeta de presentación. - ¿Usted es Oscar?
- Así es, por favor llámame si consigues algo. Eres muy amable por ayudarme, espero tu llamada.
Me dio un apretón de manos y seguidamente se marchó. Un padre arrepentido. No me dio la sensación de que hubiera sido mal padre, más bien parecía asustado. Me sentiría útil si al menos le ayudaba a él a encontrar a su hijo.
Louis salió con un paquete de hojas debajo del brazo y después de encontrarse conmigo nos dirigimos al bar. Mi corazón empezaba a palpitar muy rápido, mis manos estaban sudorosas y no podía evitar andar deprisa. Él prefirió esperar fuera, fui yo el que decidió entrar solo. Suspiré y comencé a andar hacia el interior. Seguía siendo tan oscura como antes, eso no había cambiado. Había un hombre sentado en la barra que enseguida me reconoció al igual que yo, pero no encontré a Aaron por allí.
- ¿Oliver? – preguntó Álex. Era un cliente habitual cuando yo todavía trabajaba allí. - ¡Eres tú! No sabes las veces que he venido preguntando por ti, ¿estabas de vacaciones? Me dijeron que habías tenido un accidente…
- H-Hola Álex, yo también me alegro de verte – dije dándole un abrazo. – Se puede decir que me tomé un tiempo libre…
- No me dijiste nada chico malo – respondió frotándome la cabeza. – Ahora quiero aprovechar para comentarte algo que llevo mucho tiempo queriendo decirte… ¿Recuerdas la última vez que nos acostamos? Pues tras debatirlo mucho he llegado a entender que estoy enamorado de ti… Y quiero que te vengas a vivir a mi casa. ¡Yo cuidaré de ti! Te daré de comer, mi casa es grande, tengo a una sirvienta que hace las tareas del hogar, no tienes que preocuparte de nada, sé la situación por la que estás pasando… - Ya había perdido la cuenta de las veces que habíamos tenido sexo mientras yo trabajaba. Sabía que aquel hombre poseía un negocio que le había dado una gran riqueza y a sus 30 años solo quería encontrar una pareja, como ya me había dicho anteriormente.