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Entre cielo y tormenta por Joker96

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Notas del capitulo:

Esta vez el atraso no fue mi culpa, mi laptop se dañó y tuve que mandarla a arreglar, pero se podría decir que ya volví, yay :)

Espero y les guste el capítulo.

Avery POV

 

La noche le estaba dando paso a la madrugada, y Camila y yo sabíamos que era un buen momento para irnos de la fiesta. Decidimos ser discretas y solo buscar a mi padre y a mis abuelos para despedirnos.

 

Le tuve que prometer a mi abuela que le llamaría más seguido, y que pronto iría a visitarla. Mi abuelo solo me abrazo y me dio dinero, alentándome a que lo gastará sabiamente. Mi padre y Amelia, dijeron que me iban a despedir mañana temprano junto con mis abuelos. Ya sin más, la morena y yo nos dirigimos a la salida del salón, pero nos topamos con Carol en el camino. Iba acompañada por su ahora esposo.

 

— Avery. — me llamo con una sonrisa, de la cual todavía no me acostumbraba. — ¿Tú y tu novia ya se van?

 

En todo este tiempo, se me había olvidado que Carol se había quedado con esa idea. Cuando miré a Camila, noté que ella estaba igual que yo.

 

— Si. — carraspee. — Mañana salgo temprano de la ciudad, necesito descansar.

 

Carol asintió con entendimiento, y tomó el brazo de su marido.

 

— Está bien, solo quería que conocieras a Jasper, mi esposo.

 

— Es un gusto conocerlas. — Dijo el hombre inclinando ligeramente la cabeza.

 

— Si, igualmente. — respondió la morena, con una sonrisa cordial.

 

— También quería decirte Avery, que nos mudaremos cerca de la ciudad, así que me preguntaba si está bien que un día de estos pudieran aceptar una invitación a cenar. — dijo Carol, con cierta expectación. Pero no supe qué responderle. — No tienes que responder ahora. — agregó, al notar mi dificultad para responder. — Solo piénsalo.

 

— Claro. — dije finalmente. — Lo pensaré.

 

Carol pareció satisfecha con mi respuesta.

 

— Fue una gran fiesta señora Martin, gracias por invitarnos. — dijo Camila, de manera carismática.

 

— Al contrario, gracias por venir.

 

— Tengan cuidado en el camino. — dijo Jasper.

 

— Lo tendremos, buenas noches. — me despedí, sintiendo como Camila tomaba mi brazo, y después ambas salimos del lugar.

 

— No fue tan malo. — dijo la morena, una vez que ya estábamos en el estacionamiento.

 

— Supongo. — dije simplemente.

 

Ya estando dentro del auto, encendí la radio, con la intención de no seguir con la conversación. Camila no dijo nada al respecto, no sé si porque lo entendía, o porque no quería. De todas formas, el camino fue en silencio.

 

Al ser algo tarde, no tardamos mucho en llegar a la casa de la morena, me estacione enfrente y apague el motor, soltando un suspiro.

 

— Llegamos. — anuncie.

 

Mire a Camila, que parecía no tener intenciones de moverse, solamente tenía su vista enfocada en la ventana, mirando su casa.

 

— Todos parecen estar dormidos. — dijo después de un tiempo.

 

— Parece que sí. Tu padre ya hubiera salido por la puerta si aún estuviera despierto. — dije, también mirando la casa.

 

— Van a ser la una. — dijo Camila mirándome finalmente.

 

— Si…

 

— ¿Recuerdas cuando hacíamos pijamadas y nos dormíamos hasta tarde?— preguntó con una sonrisa.

 

Yo también sonreí asintiendo.

 

— Solo pasábamos el tiempo hablando sobre tonterías.

 

— De todo y de nada a la vez. — completó.

 

— Lo recuerdo. — murmuré.

 

Volvió a invadir el silencio, y mis ojos fueron hasta la morena. Jugaba con sus manos y están mordiendo su labio inferior, la conocía lo suficiente como para saber qué quería decir algo.

 

— No quiero entrar a  casa todavía. — susurro, mirando sus manos.

 

Me relamí los labios, sin saber que responderle con exactitud. Pero la verdad es que yo tampoco quería que se fuera. Así que me quité el cinturón de seguridad y me moví hasta el asiento trasero, tomando mi mochila.

 

Camila frunció el ceño, y me miró sin entender. Pero de la mochila saqué una botella de vino, y la morena agrandó los ojos.

 

— ¿Por qué tenías una botella de vino en tu mochila? — preguntó volviendo a fruncir el ceño.

 

— En realidad se la iba a regalar a mi abuelo, pero se me olvidó. — reí, mirando la etiqueta de la botella.

 

— ¿Y por qué la sacas? — volvió a preguntar.

 

La miré con diversión, y empecé a abrir la botella.

 

— Para qué crees. — dije con mofa.

 

Camila giró los ojos, cruzándose de brazos.

 

— Creí que era algo que solo hacían los vagabundos y los borrachos. — reclamo en protesta.

 

Ante sus palabras, la mire con una sonrisa y los ojos entrecerrados.

 

— Te recuerdo que bebíamos alcohol a escondidas cuando teníamos dieciséis. — recalque.

 

— Exacto. A los dieciséis. — expresó, claramente ofendida. — Parece que estamos retrocediendo en el tiempo.

 

— Oye tampoco. — le reclame. — A los dieciséis tomábamos cerveza en la casa del árbol de tu hermano. Al menos ahora tenemos vino de marca, y en un auto propio.

 

— Como sea dame la botella. — dijo extendiendo la mano. — No parece que sepas cómo abrirla.

 

Bufando, le extendí la botella a medio abrir. No tardó mucho para que la morena pudiera abrirla completamente pero no me sorprendí, Camila siempre fue buena con los dientes.

 

— Pero mira quién regresó, Camila dientes de acero. — me burlé, ganando una mirada dura por parte de la morena.

 

— Cállate. — ordenó, dándole un largo trago a la botella. — Es dulce. — señaló, pasando la botella hacia mí.

 

— Es importado de Francia. — informe, tomándola.

 

Le di un trago, sintiendo como el líquido pasaba por mi garganta, dejando su dulce sabor en mi paladar.

 

— Si sumo lo que tomé en la boda, con esto, terminaré algo ebria. — dijo Camila, mientras le devolvía el vino.

 

— Yo también, y me levanto mañana temprano.

 

— Apesta tu vida. Recién acabamos con los exámenes finales y ni bien termina la semana, todavía tienes que ir a un campamento deportivo. — dijo Camila negando con la cabeza.

 

— Suena peor cuando lo dices en voz alta. — dije yo, tomando un trago de vino.

 

--


La oscuridad, seguía cubriendo nuestro alrededor, y trago tras trago, se empezaba a notar el cambio de actitud en la morena. De los pequeños tragos que yo le deba a la botella, ella los daba al doble.

 

Eran justo en momentos como este, en que sentía que solo éramos ella y yo. Que no había nada más. Pero también eran los momentos en que todo se sentía más sincero, cuando sentía que no podía callar más y tampoco podía ocultar nada.

 

— Creo que ya bebí demasiado. — dijo Camila, soltando una pequeña carcajada.

 

Quería bailar con ella otra vez.

 

— No te ves tan mal. — dije yo, dándole un pequeño sorbo a la botella de vino. La verdad era que se veía hermosa.

 

No me contestó, pero volteo a verme con una sonrisa. Sus ojos parecían adormecidos y brillosos, y su sonrisa iluminaba junto con ellos.

 

— Lo dices porque me quieres.

 

Si, si la quería.

 

— Lo digo porque es verdad.

 

— ¿Seremos amigas por siempre?

 

Tome su mano, y la mire a los ojos. Casi pude ver mi futuro en ellos.

 

— Si. Estaré contigo por siempre.

 

Te he amado por tanto tiempo, que estoy segura que es para siempre.

 

— Entonces hasta que la muerte nos separé. — susurro, con una sonrisa.

 

— Supongo que sí.

 

— Quédate entonces. — apretó más el agarre de nuestras manos. — No vayas a ese estúpido campamento, quédate. Iremos a la playa y haremos una fogata. Invitaremos a todas las chicas de la universidad.

 

Negué ante su preposición. El alcohol la hacía divagar, pero sabía que no lo decía en serio.

 

— Ya hablamos de esto Mila. Solo será un mes, estaré de vuelta cuando menos te lo esperes. — intenté convencerla.

 

— Pero no quiero que te vayas. — renegó haciendo un puchero.

 

— Y yo no quiero irme, pero ya me comprometí a ir, no se puede hacer nada. — deje su mano y me acerque a ella, tomando su rostro con mis manos. — Volveré pronto. — le prometí.

 

— No se sentirá así. — murmuró, juntando su frente con la mía.

 

Trague en seco. Me lo estaba poniendo difícil.

 

— Te llevare a tu casa, vamos. — me separé de ella lo más rápido que pude y salí del auto.

 

Cuando le abrí la puerta, Camila se resistió, pero se abrazó a mi cuello y se dejó arrastrar.

 

— Cárgame. — pidió, con voz dulce.

 

— Eres increíble. — murmuré, poniendo una mano en su espalda, y cargando sus piernas con mi otro brazo.

 

Fue más complicado de lo que pensé, la morena no dejaba de aferrarse a mi cuello, y de darme besos en la mejilla, lo que me sacaba de trance, y me hacía perder el equilibrio.

 

— Camila detente. — susurré entre dientes.

 

— Duerme conmigo. — murmuró sobre mi mejilla.

 

Fue en ese momento que casi la soltaba, por los escalofríos que sentí recorriendo mi espalda, y los temblores en mis piernas.

 

Llevarla hasta su habitación, fue otro caso. Tuve que hacerla callar y hacer el menor ruido posible, ya que, por experiencia, sabía que Roberto tenía el sueño ligero.

 

Camila ya perecía ser dominada por el sueño, lo cual facilitó la situación un poco. La recosté en su cama y le quité los zapatos, y ella, casi por inercia, empezó a quitarse el vestido.

 

Busqué en sus cajones ropa cómoda, con la que ella pudiera dormir, y una vez que la encontré se la tendí en la cama.

 

— No puedo quitarme el sostén, ayúdame.

 

Asentí y me acerqué a su espalda, desabrochando la prenda con facilidad.

Ya había estado en esta situación antes, por lo que no tuve ningún problema… esta vez.

 

— Listo. — dije, una vez que Camila ya estaba vestida y acostada en su cama.

 

La morena soltó un suspiro y se acomodó más en la cama.

 

— Quédate. — volvió a decir, pero esta vez, quedó dormida antes de que yo pudiera responderle.

 

La miré con una sonrisa, y moví los cabellos que cubrían su frente, dándole un beso después.

 

— Dulces sueños Camila. — susurré, apartándome luego.

 

Mirándola por una última vez, decidí salir de la habitación con un sentimiento bastante parecido al vacío.

 

Cuando por fin estuve en mi auto, encendí el motor, y lo puse en marcha con la intención de volver a mi departamento y dormir un poco. Aun sabiendo que no iba a poder hacerlo.

 

--

 

Cómo había previsto, no pude dormir en toda la noche, y cuando menos me di cuenta, ya era hora de levantarme.

 

Con pocas horas de sueño y dos tazas de café en mi sistema, salí de mi apartamento cargando mi maleta.

 

Jax ya se encontraba en la entrada del edificio, esperándome, recargado en su auto. El sería el que me llevaría a la central de autobuses.

 

— Te ves horrible. — dijo al verme.

 

— No pude dormir ¿Cuál es tu excusa?

 

El pelinegro sonrió, negando con la cabeza.

 

— No puedes decirle eso a alguien que te está haciendo un favor. — se acercó hacia mí, y tomo mi maleta.

 

— Y tú no puedes decirle eso a alguien que siempre está dispuesta a salvar tu trasero. — contraataque.

 

— Tienes un punto. — reconoció, abriendo la cajuela del auto. — Listo, nos podemos ir. — dijo cerrando la cajuela con mi maleta en ella.

 

Asentí, y abrí la puerta del auto, una vez que ambos estábamos dentro, Jax encendió el motor y se puso en marcha.

 

— Me siento algo mal por ti, en verano es cuando más chicas hay. — dijo el chico, sin quitar su vista del camino.

 

— Yo me siento mal por ti, sin mí no sé cómo le vas a hacer para poder siquiera empezar a hablar con una.

 

Ante mis palabras, Jax me miró por unos segundos, frunciendo el ceño.

 

— Mierda, es cierto. — gruñó.

 

Reí ante su derrota y oí su pesado suspiro.

 

— No es el fin del mundo Jax. — intenté animarlo.

 

— No, pero sí del verano. — dijo desanimado.

 

Me relamí los labios, y despacio saqué un pedazo de papel del bolsillo de mi pantalón. Lo mire teniéndolo en mis manos y luego mire al pelinegro.

 

— No quites tu vista del camino, pero escucha con atención. — Jax parecía algo confundido, pero asintió. — Voy a dejar este pedazo de papel en tu guantera, léelo cuando me vaya. Te ayudará mucho este verano.

 

— ¿Qué es? — pregunto curioso.

 

— Lo sabrás cuando lo leas.



Después de unos minutos, llegamos a la central de autobuses. Con todo y maleta, caminé por el lugar junto con Jax, y no tardé en encontrar a mi entrenador y algunas chicas del equipo.

 

— Señorita Preston, buenos días.

 

— Buenos días coach.

 

— Buenos días entrenador. — dijo Jax.

 

El hombre puso mala cara ante el saludo de mi amigo y lo miró con hastío.

 

— Aléjate de mis jugadoras Carter. — amenazó a Jax, llamándole por su apellido.

 

— Sí señor. — respondió rápido el pelinegro, haciendo un saludo militar.

 

El entrenador West entrecerró los ojos y negó bufando.

 

— Faltan Samantha y Candace por lo que veo. — dije para aligerar el ambiente.

 

— Holan no tardará en llegar, pero Bushnell. — soltó un suspiro. — Ella siempre llega tarde.

 

— Bueno Samantha es así. — dije con una sonrisa.

 

— Ni me lo digas. — el coach se alejó, para revisar unos últimos detalles y nos dejó a mí y a Jax solos.

 

— Ese hombre todavía me odia por haber salido con su sobrina. — dijo Jax pasándose una mano por su cabello.

 

— No es algo que se olvide fácilmente.

 

— Al fin los encontramos.

 

Al escuchar la voz de mi padre volteé y sonreí. La primera en acercarse fue mi abuela quien me abrazó con fuerza.

 

— No podías irte sin despedirte. — dijo mi abuela.

 

— Lo sé abuela.

 

Me soltó con una sonrisa, y casi de inmediato sentí los brazos de mi abuelo abrazándome.

 

— Aún estaremos aquí cuando vuelvas, así que diviértete. — me dijo, dándome palmadas en la espalda.

 

Después de separarme de mi abuelo, mire a Amelia, quien tenía una sonrisa en el rostro, aunque sus ojos decían otra cosa.

 

— Ven aquí. — dijo extendiendo los brazos.

 

Nada más sentí el contacto, y la mujer se aferró a mí de inmediato. Sin saber qué hacer, me dispuse a envolverla en mis brazos y dejarla ser. Mire a mi padre que me sonrió, se acercó y nos abrazó a las dos.

 

— Te estaremos esperando. — anuncio Amelia a media voz.

 

— Está bien. — respondí susurrando.

 

— Te irá bien, ya lo veras. — me animó mi padre revolviendo un poco mi cabello, como cuando era niña.

 

Sonreí ante el recuerdo.

 

Nos separamos después de unos minutos, y trate de calmarme. No quería que me invadieran mis emociones y terminar llorando como niña pequeña. Miré mi reloj de muñeca y me di cuenta de que sólo faltaban quince minutos para irnos. Y ni rastro de Camila. Me preocupe, pensé que tal vez la morena no iba a venir a despedirse por lo de la noche anterior, tal vez creyó que sería muy duro, quizás se quedó dormida, o tal vez había mucho tráfico. Cualquier cosa que fuera, el resultado iba a ser el mismo, y era lo inquietante. Necesitaba despedirme de ella.

 

Cuando volví a ver el reloj, ya solo faltaban cinco minutos.

 

--

 

Camila POV

 

Una parte de mí, no quería salir de la cama, y la otra, sabía que si lo hacía sería para ir a despedirme de Avery, algo que tampoco quería hacer. Así que por decidía seguía en cama, meditando cuál debía ser mi siguiente paso. Pero me distraje al oír la puerta de mi habitación ser abierta, y me di cuenta de que era mi mamá.

 

— Camila, creí que ya estarías levantada. — dijo, con clara sorpresa.

 

— Pues no.— respondí simplemente, encogiéndome de hombros.

 

Mi madre quedó en silencio por unos segundos, mirándome. Terminó soltando un suspiro y se sentó al borde de mi cama.

 

— ¿Estás bien? — preguntó suavemente.

 

— Si, no sé porque la pregunta. — respondí, esquivando su mirada.

 

Pero era mi madre, a ella no podía engañarla.

 

— Se va hoy Camila, y en poco tiempo.

 

Mordí mi labio inferior y apreté con mis dedos el cobertor de mi cama. No respondí y tampoco me moví.

 

— Estoy cansada, creo que volveré a dormir. — me cubrí con el cobertor, dándole la espalda a mi mamá y sin dejarla decir nada más.

 

La escuché resoplar y murmurar en voz baja mientras salía de mi habitación.

 

Me arropé aún más en la cama y cerré los ojos, pero volví a abrirlos en cuestión de segundos. Por más que lo intentara, no podía callar lo que resonaba en mi cabeza.

 

De mala gana me quité el cobertor y me puse de pie, observé todo a mi alrededor, sin saber qué hacer. Rony se puso en dos patas, recargándose sobre su jaula, mirándome.

 

— No me juzgues tú también. — le dije.

 

Pero siguió mirándome, como si estuviera insistiendo. Suena loco, y tal vez era la ligera resaca que tenía, pero ese conejo era convincente. Termine soltando un profundo suspiro.

 

— Está bien, está bien. Tú ganas, pero deja de verme de esa manera. — dije girando los ojos.

 

Cuando vi la hora que era fue cuando realmente me apresure. Tome lo primero que encontré entre mis prendas para vestirme y me arregle un poco el cabello.

 

Cuando baje al primer piso, casi choco contra mi madre, quién me miro con sorpresa.

 

— ¿Que pasa Camila?

 

— Se me hace tarde mamá ¿Dónde está papá? Necesito que me lleve.

 

— Tu padre se acaba de ir, fue con tu hermano al centro comercial.

 

Eso sí era muy malo.

 

— Demonios. — siseé mirando para todos lados.

 

¿Qué iba a hacer ahora?

 

— ¿Quieres que te lleve? — se ofreció mi madre.

 

Su oferta era considerada de su parte, pero si aceptaba no iba a llegar a tiempo. Mi madre manejaba a paso de tortuga.

 

— Mejor préstame tu auto mamá.

 

— Pero… ¿Estás segura?

 

No, no lo estaba.

 

— Sí mamá, por favor. — ante mi impaciencia, mi madre no dijo nada más, y del llavero saco sus llaves de su auto y me las dio.

 

— Ve con cuidado, por favor.

 

— Lo haré. — dije con impaciencia.

 

No era muy entusiasta con respecto a manejar, me ponía muy nerviosa y caía bajo presión, pero las situaciones desesperadas, requieren de medidas desesperadas. Ya estando en el auto, me abroche el cinturón, tome una bocanada de aire y encendí el motor.

 

— Tu puedes Camila. — me animé, poniendo el auto en marcha. — Hoy no es un buen día para morir.

 

Era un domingo en la mañana, por lo que al menos el tráfico no era un impedimento, cosa que obviamente era un buen punto a mi favor. También me permitió ir un poco más rápido de lo normal, manejaba con la música de la radio de fondo. Por alguna razón la música me ayudaba a calmarme.

 

— “ We keep this love in a photograph, we made these memories for ourselves, where our eyes are never closing hearts are never broken and time's forever frozen still”. — cante, sin perder mi atención en el camino.

 

Algo me decía que esa canción era la adecuada para estos momentos. Así que seguí cantando, hasta que el camino empezó a ser menos atemorizante y más ameno. Quedaba poco tiempo, y eso era lo que en realidad me preocupaba, así que aceleré un poco más, tenía que llegar, o no me iba a perdonar yo misma, y estaba segura de que Avery tampoco.

 

Ni bien llegue finalmente a la estación de autobuses, estacione el auto como pude, o sea de manera incorrecta, y sin importarme nada, salí corriendo. Había mucha gente, y tuve que esquivar a varias personas, pero eso era lo de menos. Creo que nunca había corrido tanto en mi vida, y ahora sabía porque era mala para los deportes. Y de repente vi a esa persona tan familiar, pero que desgraciadamente no era a la que estaba buscando.

 

— ¡Camila! — exclamó Jax al verme.

 

— ¿Dónde está? — pregunté, deteniendo mi paso, casi sin aliento.

 

— Acaba de subir al autobús, no creo que se haya ido tan pronto, puedes llamarle a su celular.

 

— No traje mi teléfono. — dije con cierta frustración, pasando mis manos por mi cabello y mirando hacia todas las direcciones.

 

El pelinegro, rápidamente sacó el suyo, y marcó el número de Avery, poniéndose el aparato cerca del oído.

 

— Avery, tienes que salir del autobús, tu chica está aquí. — ante la forma de llamarme de Jax, no pude evitar fruncir el ceño.

 

Sonaba más natural de lo que me atrevía a admitir en ese momento y decidí no pensar en eso ahora.

 

— ¿Que te dijo? — le pregunté impaciente.

 

— Nada, solo colgó.

 

Bufé con exasperación ante su respuesta, y negué con la cabeza. Tal vez la ojiazul se había molestado, y ya no quería que me despidiera de ella.

 

— Lo eche a perder. — dije soltando un jadeo, sintiendo como mi pecho se comprimía.

 

Jax me tomo por lo hombros, y tenía una cara de espanto. El pobre no sabía qué hacer.

 

— No digas eso, no creo que…

 

— Es mi culpa. — lo corte. — No quería venir, no quería ver cómo se iba. — admití, sintiendo como las primeras lágrimas brotaban de mis ojos. — Debe estar muy molesta conmigo.

 

— Oye, no seas tan dura contigo misma, seguro que Avery entenderá eso. — me animo.

 

— No, ella me odiara.

 

— Entonces porque viene hacia acá. — dijo, mirando sobre mi cabeza.

 

Cuando seguí su punto de visión, fue cuando sentí mi pulso acelerarse. Avery venía corriendo hacia nosotros, y sin pensarlo dos veces, corrí hacia ella también.

 

Ya estando lo suficientemente cerca, me lance sobre ella, sabiendo que me atraparía. Y lo hizo. Me enganché a su cuello y enrollé su cintura con mis piernas, sintiendo sus brazos sosteniendo mi espalda.

 

— Lo siento. — dije casi sin voz por el llanto, escondiendo mi cara en su cuello.

 

— Sabía que vendrías. — me dijo, apretándome aún más contra ella.

 

— Te voy a extrañar mucho.

 

— Yo ta…

 

Coloque mi mano sobre su boca, evitando que dijera algo más.

 

— Solo regresa y escríbeme cada que puedas, te estaré esperando. — le prometí juntando mi frente con la suya. — Tú solo dedícate a hacer lo tuyo.

 

Aún con nuestras miradas entrelazadas la castaña asintió y miré como una sonrisa brotaba de sus labios.

 

Nos soltamos después de unos segundos, y no deje de mirarla. Tenía esa sonrisa que tanto me gustaba, y que tanto iba a extrañar.

 

— Anda, ve que te están esperando.

 

Avery asintió y volvió a correr hacia el autobús, no sin antes darme una última mirada y con ella, una última sonrisa.


Avery POV

 

— Me estás asustando. — dijo Samantha, sacándome de mi órbita.

 

— ¿Disculpa qué? — le pregunté, me miró con curiosidad.

 

El autobús ya estaba nuevamente en movimiento, pero, aun así, nos esperaban dos horas de camino.

 

— Esa sonrisa de idiota que te cargas, nadie puede verse tan feliz. — dijo, entrecerrando los ojos. — No es normal, y menos viniendo de ti que casi me matas con los ojos cuando me senté junto a ti.

 

— Solo estaba pensando. — me intenté justificar.

 

— Ya me imagino la imagen mental.

 

— Lo dudo mucho. — volví a dirigir mi mirada a la ventana con la intención de volver a pensar tranquila.

 

Y lo único que se me venía a la mente eran ecos de unas palabras en específico. “Algún día”, y era lo único que necesitaba, para volver a sonreír.

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Tengan un buen día :3


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