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Eine Kleine por Dragon made of Fullmetal

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EINE KLEINE

―fragmentos de una vida―

VIII

| MAY |

«Porque todo el tiempo que pasé junto a ti,

Dejó tejido su hilo dentro de mí».

(Shakira, Antología)

XXX

No son las luces de la cocina las que le proporcionan esa cualidad, sino que es la fotografía por sí sola la que consigue brillar. Sosteniéndola del modo en que se maneja algo valioso, acariciándola con el pulgar, Alphonse entiende su significado incalculable, entiende aquello que la vuelve hermosa.

Es la cosa más maravillosa que ha visto, por darle un vistazo de la felicidad de una persona que adora con toda el alma.

―Mírala, Roy: luce tan feliz…

Sentado a su lado, Roy asiente, luciendo como la personificación de la seriedad que no es tal, limitándose a observar.

―Ha crecido mucho, además. Aunque supongo que tres años cambian físicamente a cualquiera ―agrega Mustang con voz neutral.

Ahora es Alphonse quien asiente, sin despegar sus ojos de la imagen. Esparcido sobre la mesa de la cocina, yace todo lo que el emperador Ling Yao (Ling a secas para los amigos) envió desde Xing luego de mucho tiempo sin entablar comunicación con Alphonse: tomos acerca del arte de la purificación que Ling consideró le serían útiles para su investigación, información para entender a más profundidad la complejidad de lo que conforma el pulso del dragón e inclusive libros para cocinar las mil y un delicias gastronómicas de Xing (la recopilación de recetas, por supuesto, ilusionó especialmente a Alphonse). Y en un pergamino real con los caracteres del idioma del país separado de Amestris por un desierto, Ling se permitió volverse más personal: los años pasaron en un parpadeo te deseo bienestar y se te extraña por acá y ¿cuándo vas a volver aunque sea de visita, alquimista? Alphonse no pudo más que sonreír ante las palabras. Extrañaba a ese glotón, cómo no.

Y entonces Alphonse lo encontró: un sobre que destacaba por su sencillez con nada más una fotografía en su interior, que rápidamente lo hizo olvidar todo lo demás. Ni un lingote de oro enviado por correo le habría hecho tan feliz.

Admirándola más, casi como deseando memorizarla, Alphonse suspira felizmente. Por fin eleva la mirada de la instantánea y lo que encuentra hace que su sonrisa se borre de inmediato. Mirándolo y notando con acierto la manera en que Roy evade su mirada, su intuición se activa cual alarma: a pesar de su rostro inexpresivo, que no parece revelar qué siente, Alphonse sabe a Roy incómodo.

Y el corazón se le retuerce.

Esforzándose por sonreír, deja que su corazón guie sus movimientos: extiende una mano sobre la mesa, toma la de Roy, la aprieta y la lleva a sus labios, besándola con calma. Roy respinga y finalmente lo mira. Lo ha sorprendido con la guardia baja, pero no tarda en dejarse llevar y, aprovechando la cercanía, el mayor posa una mano en su mejilla suave y magnífica. Sintiendo las caricias de Roy, la sonrisa de Alphonse adquiere más honestidad.

―Te noto algo callado ―dice Alphonse, susurra más bien. Realmente no desea invadir su espacio, no desea inmiscuirse en su interior si Roy no lo autoriza primero. Pregunta lo siguiente con una sonrisa dulce, haciéndole saber que puede elegir callar―. ¿Por qué?

El silencio le responde. Roy vacila de un modo que no suele hacerlo en lo absoluto. Pero desea, como siempre, ser honesto con Alphonse.

―No es nada que sea importante ―declara. Roy suspira, sintiéndose molesto consigo mismo, diciéndose que tan sólo debe decirlo y ya, que nada malo pasará, pero sin poder sacudirse la sensación de que, quizás, podría lastimar a Alphonse con lo que dirá. Esto es algo tan aturdidor que lo deja al borde de temblar. Pero se forzará a decir lo que piensa en realidad, porque Alphonse merece la verdad―. Me temo que es inevitable que me deje pensativo enterarme ―Roy toma su rostro con ambas manos, como a una criatura delicada, amada, digna de ser protegida con escudo y espada―. Sé que el hecho de que May Chang vaya a casarse... significa mucho para ti.

Alphonse, con ojos casi grotescamente expandidos clavados en los suyos, no dice nada. El dorado en forma de iris está tan paralizado como el resto de su humanidad. Da la impresión de haber presenciado algo tan impactante que ha olvidado cómo hablar.

Y sucede antes de que Roy pueda preguntar qué ocurre: las paredes se agrietan, manos crueles le aprietan la garganta al mundo y el corazón de Roy estalla en pedazos corrosivos, tan asquerosos como él mismo lo era, cuando Alphonse le ofrece una sonrisa quebrada y de sus mejillas caen lágrimas.

Lágrimas.

Lágrimas.

Las lágrimas se deslizan como ríos por las manos de Roy, todavía posadas en sus pómulos, todavía enmarcando su rostro: las lágrimas arden como el demonio en contacto con su piel, son navajas microscópicas que lo cortan todo a su paso. Queman, muerden, destrozan, matan.

Y es Roy Mustang el culpable de que hayan brotado de sus ojos.

Francamente confundido, desquiciado y sin dudarlo siendo el culpable de todo lo malo, Roy anhela desaparecer si con ello Alphonse puede ser feliz una vez más, si con ello Alphonse deja de sollozar quedamente, como si fuera incorrecto o no tuviese ese derecho a derrumbarse que tienen los demás.

―Yo... ―ha abierto la boca, pero no sabe qué articular, pues su mente está desprovista de la cordura necesaria para hablar.

¿Qué decir? ¿Qué hacer para que ya no llore más, ni ahora ni nunca? ¿Durante cuántas horas, meses, años debía pedirle disculpas?

Pero Alphonse deja de llorar, Alphonse coloca sus manos sobre las de Roy, Alphonse las aparta con gentileza, Alphonse limpia de sus mejillas lo que por ellas cayó por culpa del maldito bastardo llamado Roy Mustang.

Alphonse lo mira y Roy sabe que ya todo, al fin, está mejor. Sabe que sólo necesitaba desahogarse un poco.

Pero oh, cuánto desea dejar de respirar cuando Alphonse sufre de cualquier manera...

Alphonse, realmente, luce más tranquilo ahora y su sonrisa es brillante y preciosa, no débil y temblorosa.

Roy, sintiendo que el peso de esa única palabra se convertirá en un grillete que lo arrastrará hasta lo profundo de la Tierra si no se apresura en expresarla, lo dice con todo el corazón:

―Perdóname...

La suplica es recibida por una sonrisa que lo ilumina todo: una aseguración de que no existe algo por lo que pedir disculpas.

―No ―lo interrumpe Alphonse, sencilla y gentilmente, llevando un dedo amoroso a los labios de Roy.

Por unos instantes todo es quietud, expectación por cuál será el siguiente movimiento. Sonriendo, Alphonse actúa. Levantándose un poco, arrastra su silla para posicionarse lo más cerca posible a Roy. Ya a su lado, toma asiento una vez más, deja su cabeza caer en el hombro derecho del mayor y lo abraza anhelando sentirlo en plenitud, en todo lo que Roy es. Suspira encantado y su corazón se acelera cuando Roy lo envuelve con ambos brazos, acercándolo, acariciando su espalda, hundiendo su nariz en mágico cabello dorado.

Así, son uno solo partido a la mitad.

Pero, incapaz de olvidar el aspecto de su rostro perfecto retorcido por la tristeza, Roy no puede evitar insistir.

―No, no me calles. Perdóname ―susurra. Lo abraza con más fervor, deleitado con su presencia, con su textura y calor―. Yo... nunca sé de qué forma actuar cuando se trata de May. No solemos hablar de ella... pero sé que May es importante para ti, lo veo en tus ojos cuando hablas de ella. Y aunque no me has contado demasiado al respecto... sé que algo grande ocurrió entre ustedes. Algo que te lastimó ―entonces Roy se aparta un poco para mirarle. El menor detecta seriedad, si bien precavida, en sus ojos y facciones―. Alphonse, ¿en serio estás bien con esto? ¿No te afecta?

Alphonse, por su parte, no ha dejado de sonreír. Luego de años de una relación maravillosa con Roy, llegó el momento de decírselo todo. Reviviendo esos recuerdos con una claridad impresionante, con su cabeza ahora apoyada en el pecho de Roy, empieza:

―Decir que significa mucho para mí el enterarme que va casarse es empequeñecer el sentir. No hay palabras para la felicidad que me provocó verla, aunque sea a través de una fotografía, pero verla feliz y sonriente.

» Ver a May luciendo más hermosa que nunca, ver ese brillo especial en su mirada que sólo provoca el amor que se siente por quien tienes al lado... liberó una parte de mí también. No creo que nadie pueda llegar a entenderme completamente.

» Lo que le hice... ya forma parte del pasado. Ya no importa tanto, al menos no como antes, si es feliz ahora. May obtuvo lo que se merece, cosas que son infinitamente más valiosas que títulos reales y joyas.

» Pero… en el fondo, nunca dejaré de pensar en el rostro de May cuando le dije que no correspondía a lo que sentía por mí. Su rostro, sus ojos, sus labios temblorosos… Los vi en sueños durante semanas. No había nada que hacer, no podía forzar nada ni muchos menos mentirle y May, de hecho, me agradeció que fuese honesto, pero no lo volvía menos doloroso. Sencillamente no me soportaba por haberla lastimado.

» Llegué al punto en que consideré marcharse de Xing y nunca volver, porque la culpa me sofocaba cada vez más, pero May lo notó.

» Lo notó y habló conmigo en privado y... lloramos mucho, pero logré sentirme más tranquilo. Lo hice cuando me hizo entender que no me odiaba.

» Y es que en el fondo seguía pensando en ti. Te recordaba sentado tras ese inmenso escritorio, en ti sonriendo de ese modo en que sólo tú puedes hacerlo, en ti creando fuego que viajaba de tus manos hacia el resto del mundo… seguía pensando en ti incluso en Xing.

» Si alguien me hubiera dicho que acabaría en este lugar, en esta casa, en esta vida y contigo a mi lado...

» Estamos juntos y de nada me arrepiento y volvería a hacerlo todo del mismo modo de nuevo. Pero... soy tan sensible a esto, no puedo evitarlo. Porque la quiero y siempre la querré.

» Saber que May se casará no me afecta. Nunca podría, no me lastima ni me deja pensativo, no del modo en que tú tal vez piensas. Tan sólo espero, con todo el corazón, que él pueda darle la felicidad que yo no pude entregarle.

En algún punto de sus tan significativas palabras, habían cambiado de posición: seguían unidos, seguían aferrados el uno al otro y rodeándose mutuamente, pero ahora ambos observaban la fotografía que Alphonse sostenía ante sí.

Y, al observar la imagen de tan encantadora pareja, la felicidad lucía alcanzable y verdadera para ella: la princesa May Chang estaba comprometida con un joven de facciones solemnes, elegantes y de impresionantes ojos ónices-grisáceos, nada más y nada menos que un príncipe de la región oeste de Xing. May y Jackie se rodeaban del mismo modo en que ellos lo hacían. Y qué sonrisas esbozaban ambos.

Y qué hermosas fueron las palabras que May dedicó a Alphonse, un abrazo cálido que atravesó un desierto árido: Roy, de hecho, estaba en su estudio cuando Alphonse se dispuso a inspeccionar lo que Ling había enviado. Encontrándose solo y en estado de dicha máxima, Alphonse le dio la vuelta a la fotografía de manera casual, sin esperar nada y se encontró con siete renglones horizontales escritos con tinta morada. De la mano de la hermosa caligrafía de May, aparecía un mensaje que paralizó su corazón, para luego humedecer sus ojos:

«Alphonse: gracias por todo.

Aprendí de ti aquello que es lo más esencial: gracias a ti, soy feliz ahora, porque me enseñaste a cómo reconocer que amaba a Jackie en verdad.

Pronto, uniré mi vida con la suya. Te juro que no podría ser más dichosa, Alphonse.

No sientas una pizca de culpa, ni ahora ni jamás, o volveré a Central tan sólo para patear tu lindo trasero.

Gracias…

¡Sé feliz, mi amor!

May».

Sé feliz...

Sé feliz.

Y Alphonse lo era, lo había sido desde que ojos negros lo miraron de vuelta: comprende, así, que la culpa no tiene razones de existir. Sonríe recordando el mensaje, ese que prefirió no enseñar a Roy, pues May se merecía que aquello prevaleciera como un secreto entre los dos corazones involucrados.

Suspira y, finalmente, deposita la fotografía en la mesa. Se separa un poco de Roy, aunque sin dejar de mirarle: une las manos de ambos en un agarre conmovedor por la manera tan perfecta en que encajan sus dedos.

―Sé que no son celos lo que sientes ―declara Alphonse, tan sonriente como en cada instante de la vida que comparten―. Te amo, te admiro, te respeto: te lo digo en cada momento. Nunca quiero que dudes de ello ―se miran y Roy suspira y Alphonse ríe. De repente, se sonroja―. Y... sé lo que significo para ti. A veces me cuesta creerlo, pero sé que no te soy indiferente ―no puede resistir bromear, sabiendo perfectamente que sus mejillas están en llamas.

Roy pronuncia las dos palabras en la milésima de segundo transcurrido entre un latido y el otro:

―Significas más.

Alphonse le sonríe con ojos brillosos. Una vez más, luce a punto de llorar.

―Siempre piensas en mí... ―dice con voz estrangulada, no a causa de la tristeza, sí a causa del amor―. Entraste y me encontraste así, ridículamente feliz por May, pero a ti sólo te interesa lo que yo pueda sentir... ―sin poder evitarlo, precisa de buscar aire en pos de calmarse―. Un día me matarás, ¿sabes? El corazón me dejará de latir por todo lo que me haces sentir. Y no te quiero intentando pedirme perdón de nuevo, ¿de acuerdo? ―sentencia con una autoridad que contrasta, casi cómicamente, con la felicidad y dulzura en su rostro.

Por su parte, Roy todavía tenía algo por decir. Se asegura de mirar a Alphonse a los ojos al decirlo, sin soltarle, sin querer hacerlo. La realidad es que nunca querrá.

―No estoy celoso de May ―dice―: lo que siento es... un cierto tipo de envidia, he de decir que de naturaleza abstracta, pero verdadera. Envidio sus ojos y su corazón.

― ¿Eh?

Alphonse, con total honestidad, no entiende nada de lo que dice.

―Envidio que ella sí te notó, a lo mucho que brillabas, desde el principio ―la impresión es tanta que Alphonse no sabe qué decir. Nunca, ni en mil años, habría pensado las cosas de esa forma―. Ella te adoraba, Alphonse. Y nunca necesitó siquiera ver tu rostro. Le bastó con que fueras tú mismo.

» Yo... sólo pude conocerte, sólo pude hacerlo verdaderamente, hasta tus veinte años. Para entonces ya lo habías vivido todo, ya te habías recuperado y eras capaz de devorar el mundo entero, pero elegías moverte entre la gente en silencio. Y me robaste el aliento desde el primer momento.

» Pero aparecí de la nada y nunca hice algo para merecerte, Alphonse.

» May reaccionó a ti del modo en que yo debí hacerlo desde el momento de conocerte esa noche espantosa. Para saberlo... sólo me debió bastar con tu mano en mi hombro, con escuchar tu voz…

Ante las palabras, el menor se inclina y une sus frentes. Incluso desde la distancia, Roy es capaz de percibir cómo el corazón de Alphonse late desbocado, se deleita con su respiración cálida acariciando sus pómulos, sintiendo la calidez de su piel como propia.

Lo siente todo, porque Alphonse es una extensión de sí mismo.

―El pasado pertenece detrás de nosotros ―es todo lo que Alphonse dice.

Una sonrisa pequeña se pinta en el rostro de Roy. Aprovecha la cercanía a su favor: estirando el cuello, une suavemente labios con labios. Todo, cuando se trata de Alphonse, siempre se vuelve demasiado, así que entierra sus dedos en cabello dorado para profundizar el contacto, que se extiende más allá de lo que es capaz de procesar, hasta que no le queda otra que separarse de Alphonse para respirar si es que quiere seguir habitando la tierra de los vivos. Siempre se siente frustrado ante la realidad de que no es posible besarle por la eternidad.

Alphonse parece haberle leído la mente y, todavía rojo, estalla en risitas quedas, avergonzadas, totalmente mágicas. Roy, maravillado ante el hecho de que ésta es su vida, de que es Alphonse y nadie más con el convive todos los días, deposita un beso ligero en su frente, no más que una caricia. Lo mira con solemnidad.

―Y siento indudable empatía por ella, sabes ―no puede evitar agregar―. Si tú me dijeras a mí que no…

Alphonse, sonriendo, se limita a cerrar los ojos. Suspira con un pecho que se siente ligero, carente de culpas y bendice al mundo al abrir ojos color alegría.

Y Alphonse desea, para ella, una felicidad idéntica.

―No te preocupes ―susurra y su voz baja tanto de nivel que se vuelve casi una respiración, pero Roy la escucha, la siente, la percibe con y en el corazón―. Porque tú eres mi vida...

» ¿Cómo podría decirte que no?

XXX

Notas finales:

Hola. :')
 
¡No saben cómo estoy de feliz! Siento una combinación de sentires en el pecho: felicidad, agradecimiento, muchos ánimos y algo de nerviosismo y vergüenza. Un poco de cansancio, también. Pero agradezco poder estar de vuelta con esta historia: con ellos, que es donde siempre sentiré que pertenezco.
 
Pues bien, POR FIN terminé de reescribir los primeros siete capítulos. Ni sé qué decir, debe ser tonto en exceso que después de tanto tiempo ausente sea justo eso lo primero que vengo a decir. Pero estoy mejor que hace unos meses, ya estoy lo suficientemente despejada como para organizarme. Espero puedan entenderlo. ¡Tengo un par de one-shots que ya están listos, así que no pasará tanto tiempo entre que publique uno y el otro! Les pido mil perdones.
 
Regresé con un shot que tenía escrito desde hace mucho. Este es un tema que SIEMPRE quise tocar, porque AMO MUCHO a las mujeres inmensas que May y Riza son. Las considero muy vitales en las vidas de Alphonse y Roy respectivamente. Y quiero dedicarles, a las dos, unas cuantas palabras, decir lo que siento por ellas. No quiero pasarlas por alto. Y luego del tiempo que Alphonse estuvo en Xing, sentí que May se merecía que contasen lo que vivió con él, pues todo dio pie a que hoy Alphonse esté con Roy. En su sencillez y puede que exceso de lágrimas y azúcar y cosas bobas, espero haya sido una lectura digna, especialmente luego de tanto. 
 
Y una cosilla tonta para cerrar: la canción de Shakira que cito al comienzo es tan adecuada para Alphonse y May que me mata. Es, EN CADA PALABRA, lo que May siente por Alphonse, lo que Alphonse le dejó y le enseñó. Porque de las fracturas también puede brotar belleza, de ellas siempre se aprende. Si la conocen ya o si en algún momento llegan a escucharla, sepan que están escuchando la historia de ellos dos como yo la imagino. :')
 
¡Nos leemos muy, muy pronto! GRACIAS POR TODO.
 
♥♥♥


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