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Varado por Eruka Frog

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Notas del capitulo:

Hola =D la verdad es que como siempre ando en mi bola, a veces olvido todo el OoC que le pongo a mis historias y sé que esto puede ocasionar molestias, voy a cambiar algunas advertencias y las notas de la historia, pero aquí les resumo los puntos más importantes.

 

-Este es un AU, tiene muchísimo OoC, principalmente con Sai y Gaara.

-En casi todas mis historias, Kurenai es la madre biológica de Sai, esto no tiene ninguna lógica, pero mi buena amiga Arandanofea me lo metió en la cabeza con una de sus historias (hace casi diez años)  y desde entonces para mí es como que lo natural.

-Sai le dice Cerecita a Gaara, esto ha sido así desde mi primera historia sobre ellos.

-El apellido de Sai es Amane, tampoco tiene lógica, fue un apellido random que surgió cuando comencé  escribir de él y necesitaba un apellido. Recuerdo que estaba viendo Vampire Knights, uno de los personajes se llama Kamane o algo así, le quité la K y eso fue todo.

-El proceso de enfermedad de Kurenai no tiene mucho sentido, hice mis prácticas en oncología infantil y me basé un poco en lo que vi, pero finalmente su proceso de deterioro no está explicado porque sentí que todo se iba a poner innecesariamente técnico ( y yo me iba a hacer un lío explicandolo, también u-u).

Millones de gracias a Princess, Ahgaseee, Tomoe91, aimi-chan, Ericka Chan, gotentruncks55, Martha, iza-eroz, Sandy y Karolita por dejar review, ya los contesté, las amo intensamente.

 

 XIII

Acarició alegremente el bultito apenas visible del pelirrojo, para tener cinco meses de gestación, le parecía que aquel bebé se estaba tardando en dar el estirón. Acababan de terminar la clase y Gaara, cada vez acumulando más cansancio, se había tomado una siesta en la sala, con la cabecita roja en su regazo. Mientras, él aprovechó para mandarle un mensaje a su madre, que le contaba sin pena que sus pruebas no habían salido muy bien.

 

Constantemente le preguntaban cómo es que podía tomarse con tanta ligereza la enfermedad de su madre. Su casa parecía más un hospital que un hogar, iba y venía con ella al médico a la par que ella era visitada por el médico en aquellos tiempos de reposo que iban disminuyendo poco a poco, la acompañaba a las quimioterapias y estaba consciente de que su madre, potencialmente, podía morir joven. Pero no armaba un lío de ello, no pedía ayuda, no hablaba mucho del tema pero tampoco intentaba evadirlo. Si le hacían una pregunta directa, contestaba.

 

Aquella falta de histeria parecía ofender a los demás, como si fuera la madre de ellos y no la él quien se estaba muriendo.

 

Para todos era conocida la historia de cómo Kurenai-hime se había casado con un hombre que, aunque trabajador y honrado, procedía de una familia genérica. También sabían que el hombre había muerto cuando él tenía ocho años, pero la gente desconocía todos los otros detalles. Una vez casados, Kurenai se había embarazado de inmediato, pero por alguna razón había sufrido un aborto espontáneo. Luego, se habían embarcado de nuevo, emocionados, sólo para perder por segunda vez. Entonces su madre había tomado la decisión de ser más precavida, y consultó a numerosos especialistas. Todos ellos le hablaron de tener un útero poco apto para la concepción, demasiado hostil, algunos mencionaron anemia.

Por aquellos caminos de la vida, que aunque enmarañados siempre saben llegar a alguna parte, la prima de Asato, su padre, falleció al dar a luz, demasiado joven, dejada de lado por el padre, igualmente joven. Adoptaron al bebé, porque cuando deseas desesperadamente ser madre, la fuente de la felicidad tiene muchas vertientes.

Shin fue el mejor hermano del universo. De verdad, si tienes un hermano, aunque parezca insuperable, definitivamente Shin era mejor. Sai nació dos años después de la adopción, cuando su hermano tenía cuatro. Ambos hermanos jugaban sin importar la diferencia de edad, y ambos estaban tan compenetrados que a veces parecían uno mismo.

 

Shin la sabiduría infantil, Sai la creatividad urgente.

 

Ambos se adoraban de tal forma que el hecho de no ser hermanos de sangre ni siquiera era tema de conversación. Jugaban ruidosamente lo mismo que contemplaban la lluvia en silencio, fue Shin quien se dio cuenta de que aquellos dibujos algo deformes y abstractos de su hermano, contenían calidad artística latente. Fue Sai quien supo que su hermano sería algún día un escritor famoso. Ambos concretaron que seguramente siendo adultos realizarían libros ilustrados, o alguna cosa que requiriera de la profunda armonía sólo perteneciente a ellos.

 

Entonces Shin empezó a vomitar.

Shin bajó de peso.

Shin recibió quimioterapia.

Shin fue hospitalizado.

Shin murió.

 

Esa primera muerte fue el todo de Sai, no un antes, no un después, fue todo, como el tiempo. Sabía cómo se siente perder el alma, cómo es sentir que tu vida es un túnel que no lleva a ningún lado. Tenía cinco años y ya sabía que la muerte  es la única  opción lógica cuando el dolor no te deja respirar. Pero se sobrepuso, porque su hermano le había dejado bien claro que si se moría joven, él le patearía el trasero en el otro mundo. Siendo  media persona de lo que había sido, siguió con su vida, sabiendo que en donde debía estar su corazón ya no había otra cosa más que un remolino gigante, que se llevaba todo de él.

 

Pero él cumpliría la promesa de llegar a viejo, su hermano no había muerto entre infinito dolor como para que él muriese para apaciguar el suyo.

 

Un año más tarde, cuando ya casi podía respirar con normalidad y las pesadillas ya eran más soñadas que vividas, fue su madre quién retomó aquella extraña anemia, aquella rara debilidad. ¿Cuáles son las posibilidades de que dos miembros de una familia tengan cáncer en periodos de tiempo tan cercanos? Al parecer, más de las que él hubiera pensado.

 

Sai no tuvo que acostumbrarse al tratamiento de su madre, era una copia muchísimo menos cruda  de la de Shin, y su madre lo llevaba con mayor facilidad. Asato habló con Sai para dejarle claro que era una crisis familiar dolorosa, pero que la sobrellevarían. Le dijo que estaba siendo muy valiente, que estaba tan orgulloso de él como lo puede estar un padre. Que esperaba que Sai y él siguieran siendo así de fuertes porque su madre los necesitaba.

 

Su madre estaba a punto de recuperarse por completo y en su hogar casi se respiraba el olor de la felicidad, cuando el tren de un pueblo recóndito mató a su padre, por la remota coincidencia de que Asato se daba un respiro para visitar a su anciana madre.

 

Kurenai estuvo más cerca de morir de dolor, que de cáncer.

 

El remolino se convirtió en una tormenta, excepto que  las tormentas suelen hacer un gran escándalo. Sai nunca la dejó salir, dejó que arrasara sus sentimientos, sus sueños, su inocencia infantil. Por fuera, se limitó a seguir viviendo, cuidando de su madre, que a veces tenía días buenos y otros días malos, que a veces era hospitalizada, que a veces tenía que ser operada. Con el tiempo la tormenta se convirtió en un huracán y ya no sólo arrasó con todo, sino que terminó difuminando todos los límites entre las emociones.

 

¿Qué la vida de su madre no le importaba?

Se cortaría ambos brazos si así la mujer pudiera vivir un día entero sin dolor.

Lo que pasa es que ya había perdido la capacidad de sorprenderse, le parecía que el hecho de que su madre muriera era inevitable; en su vida, la gente a su alrededor se moría ¿cómo iba a estar acostumbrado a otra cosa? Claro que quería que viviera, claro que la amaba, claro que esperaba que con cada tratamiento mejorara. Pero siempre estaba, en primer plano, la certeza de que se moriría, y entre más rápido lo asimilara, mejor.

 

Resignación preventiva, la mejor manera de superar una tragedia.

 

Conocer a Gaara fue un golpe de suerte, no una cuestión de destino, no una recompensa.

 

Al llegar a Konoha, luego de que su madre empeorara definitivamente y decidiera pasar sus últimos años en su ciudad natal, lo inscribió a la escuela. Él no quería ser parte de un colegio privado, le parecía innecesariamente ostentoso, pero su madre había insistido porque ella había asistido a ese mismo colegio. Él no planeaba hacer amigos, pero Naruto era alguien difícil de disuadir, y entre aquellos sentimientos arrasados y destruidos, estaba el de la irritación. Si el rubio quería ser su amigo, no afectaba nada en su vida.

 

Gaara podía pensar que aquella calma con la que su relación había evolucionado era premeditada, pero eso sólo era parcialmente cierto. Al conocer al pelirrojo algunos retoños de lo que antes había sido su alma salieron a la superficie, como si el rojo del cabello de su cerecita le proporcionara el calor que necesitaba para resurgir, o como si el agua en sus ojos la nutriera.

 

Si tuviera que explicar cómo se sintió al lado del pelirrojo, tendría que decir que se sintió como si Shin nunca se hubiese muerto.

 

Shin y Gaara eran diferentes, desde luego. Su hermano había sido una persona solemne pero parlanchina, sabio en su infancia, que siempre buscaba que su hermano usara un poco menos la cabeza y algo más el corazón. En cambio Gaara era calmo, hablaba poco, tenía unas conductas agresivas que salían como explosiones de ninguna parte y se iban sin explicaciones.

 

Pero al igual que con Shin, era fácil estar a su lado. Gaara no pedía, no esperaba, no preguntaba.

 

Sai se enamoró de su personalidad antes de aceptarlo como Ser Humano. Apenas con el primer beso, empezó a enamorarse de Gaara como dueño de esa personalidad.

 

Y así, a un año de conocerlo, el pelirrojo había logrado que respirar fuese fácil otra vez.

Era por eso que nunca forzó la relación, Gaara ya lo hacía sentirse  intensamente completo con lo que tenían, el pelirrojito ya aceptaba sus mimos con naturalidad, ya lo amaba ¿por qué iba a tener prisa de concretar una relación que iba más allá de lo tangible?

 

Claro, que el golpazo de saberse traicionado lo escaldaría durante un tiempo, pero alguien como él, que esperaba la muerte de su madre con una resignación premeditada, no podría menos que aceptar aquel golpe también. Ahora que su cerecita preciadísima descansaba en su regazo, absolutamente seguro de su amor, mientras el acariciaba aquella pancita de cinco meses con delicadeza, con devoción quizás, se sentía como si Shin no hubiese muerto, como si su padre no hubiese muerto y como si su madre tuviera alguna esperanza de vida.

 

Como si no tuviera que resignarse nunca más.

 

-¿Cuánto tiempo dormí? –interrogó Gaara, mirando por el gran ventanal el cielo de un azul oscuro. Se talló los ojos intentando ahuyentar el sueño, en un gesto que para una mente precalentada como la de Sai, aparte de tierno, resultaba sexy.

 

-Dos horas –respondió –pero tenemos tiempo-anunció sugestivamente. El pelirrojo sonrió tímidamente, pero fue él mismo quien comenzó con las caricias previas.

 

-Tienes que ir con tu madre- recordó de repente, parando todo contacto. Sabía del estado de Kurenai, la mujer estaba recibiendo agresivos tratamientos y  estaban intentado conseguir un donador de riñón. Su madre había dicho tajantemente que Sai no podía donarle nada, pues de su pequeña familia él era el único saludable (el único que quedaba) y no permitiría que eso cambiara sólo por alargarle la vida un poco.

 

Sai asintió, su madre estaba en el hospital, cuidada por una de las enfermeras que permanentemente la atendían, pero nada la alegraba más que la visita de su hijo. Mientras recogía sus cosas y se despedía cariñosamente del pelirrojo, recordó algo que quizás debió mencionar al llegar y no al irse.

 

-Mi madre quiere verte.

 

El pelirrojo lo miró con sorpresa y quizás espanto. ¿Kurenai quería verlo? Conociendo a la sobreprotectora mujer, estaba seguro de que al menos le cantaría las doce sobre su traición a su retoño. No obstante, asintió con cierta sumisión, todo lo que la mujer pudiera decirle, se lo merecía.

 

XIV

Dejó a Gaara sentado a la mesa, merendando lo que su hermano le había preparado, y él salió sin prisas. Ya había decidido que al día siguiente no iría a clases para ocuparse de su madre por la mañana y poder regresar con Gaara en la tarde. Fuera del edificio, además del frio violento del invierno en pleno apogeo, se topó con la mirada penetrante de Kankuro. Sabía que ese momento llegaría, lo que no sabía es por qué había tardado tanto.

 

-Kankuro-san –saludo cortésmente.

 

-Soy directo, Sai –le dijo el mayor, y era verdad, incluso más que la propia Temari, el hermano mayor no se andaba con rodeos-¿Esta relación idiota entre tú y mi hermano va hacia algún lado? –preguntó.

 

-Desde luego –aseguro con convicción, ahora que su cerecita y él estaban formalmente juntos, todo iría para adelante.

 

-Si es así, entonces debes casarte con él y darle tu apellido –dijo de golpe. No había ni un solo matiz de indecisión. El hombre lo había pensado dos minutos para tomar la ruta obvia –Los Uchiha consideran que un bastardo no merece su atención, y regularmente no me afectaría que mi hermano sea un padre soltero, mi hermana y yo estamos aquí para poyarlo, e incluso si no fuese así, Gaara no es ninguna princesa en apuros, se hará cargo de ese bebé con o sin ayuda. Pero me niego a aceptar la burla que los Uchiha han propuesto. Que el bebé tenga su apellido, pero sea tratado como un miembro indeseable. La única solución es que los dos se casen, entonces estarán obligados a que reciba tu apellido, o el nuestro, si estás de acuerdo. No hay nadie en este mundo, y menos que esté bajo mi protección, que se merezca un trato de leproso.

 

Terminó la declaración, Sai pensó que era convincente, propia de un hermano mayor. Pensó con certeza que Shin habría dicho lo mismo, sin poner o quitar palabras. Definitivamente, podía estar seguro de que su cerecita tenía unos hermanos formidables.

 

-Necesito tiempo –le dijo sinceramente, como aquel hombre merecía –no me voy a escaquear, sólo necesito tiempo.

 

Kankuro asintió, conforme.

 

 

 

 XV

Su madre lo recibió con alegría. Podía estar en cama, sin un riñón y con otro fallando, pero nunca perdía su majestuosidad. La enfermea, Motou-san, hablaba con ella animadamente, mientras quitaba las flores  marchitas de la infinidad de arreglos florales que había recibido.

 

-Deberías descansar, mamá –le dijo después de besarle el cabello.

 

-Sai, dormí casi todo el día, necesito divertirme un rato –le dijo –Antes de que lo olvide, ¿Gaara-kun vendrá a verme?

 

-Si –respondió mientras se sentaba a su lado, no en una silla, sino en la misma cama hospitalaria, cuidando de no tocar ningún “cable”, como llamaba su madre a las sondas. No añadió que probablemente el pelirrojo estaba asustado de lo que la mujer pudiera echarle en cara.

-Bien –Motou salió de la habitación para darles un momento de tranquilidad. Al quedarse a solas, su madre lo miró con seriedad, tomándolo de la mano-Sai, me gustaría decirte que esto no será difícil, pero tú y yo sabemos que lo será. Hemos perdido a dos miembros de la familia, y probablemente pronto sólo quedes tú, así que quiero saber si realmente puedes aceptar lo que Gaara te hizo. Y debes pensarlo bien, querido, porque si lo perdonas te estás condenando a una vida de incertidumbre, quien engaña una vez, lo convierte en vicio. ¿Sabes que él podría estar alimentándose ahora de tu vulnerabilidad? Yo estoy enferma y él tiene un problema imposible de manejar para alguien tan… voluble, tú eres la presa perfecta para una persona que necesita desesperadamente validación. ¿Entiendes lo que digo?

 

En ese punto, Sai habló – todo ha quedado olvidado, madre.

 

-Bien hecho, Gaara es un  buen chico, cometió un error terrible, pero evidentemente lo están solucionando.  Así que antes de que me muera, quiero que me prometas que no te quedarás solo. Si Gaara es el indicado y estás seguro de ello, quiero que me prometas que te quedarán con él hasta las últimas consecuencias. Eres joven para tomar decisiones tan trascendentales, lo sé, pero necesito que te sientas atado al mundo, a la felicidad. –Después de apretar su mano y mirarlo durante unos segundos, como si así pudiera traspasarle toda la felicidad que a ella le proporcionaba ser su madre, sentenció con firmeza:

 

Te regalo, hijo mío, la libertad para ser feliz de la forma en que tú lo desees.

 

 

 

 XVI

 

Naruto, desde el otro lado del escritorio, lo miró fijamente. La verdad es que no quería ir a clases, pero su madre le había dejado claro que tenía que ir, pues ella hablaría con el pelirrojo sin ningún tipo de interrupciones.

 

-¿Necesitas algo, Naruto-kun? –interrogó con estudiada amabilidad. Si Gaara no existiera, le parecería que el blondo era la cosita más adorable del planeta, con aquella piel bronceada y suave como rosas, la maraña de cabello rubio despeinada y libre, y esos enormes ojos azules. Sasuke no era tan tonto como parecía, había elegido enamorarse de una belleza en ciernes.

 

-Necesito ver a Gaara –dijo sencillamente. Se sentó frente a él, entornando la mirada como para dar más énfasis a sus palabras. Estaban en descanso, así que Sai estaba solo a punto de salir del aula cuando lo interpeló. Además de ellos, no había nadie más, ni siquiera Sasuke, cosa extraña teniendo en cuenta lo celoso maniático que solía ser. Se contaba que una vez le había roto la nariz a un chico que cometió la fatalidad de preguntarle la hora al rubio.

 

-Ya –repuso. La verdad es que él ya se lo había dicho a Gaara, pero su cerecita era bastante tajante respecto a ello. No quería ver a Naruto, y ni siquiera daba explicaciones (aunque no es que fueran precisamente necesarias). -¿Sigue sin contestar tus llamadas? –interrogó inútilmente. Gaara tenía bloqueado su número. En ese punto Naruto pareció desinflarse. Era una de esas personas que no pueden ocultar sus sentimientos, demasiado abiertas al mundo.

 

-Hemos sido mejores amigos desde jardín de niños –le contó apenado. –Nos conocimos porque alguien nos dijo niñitas, yo apenas me iba a defender cuando Gaara ya le había mordido la nariz a uno de ellos y a otro lo estaba pateando. Al final del día yo ya estaba acostumbrado a esas cosas violentas de Gaara, y creo que él casi me toleraba.

 

A Sasuke lo conocimos hasta la primaria, ya sabes cómo son en su familia. Parecen creer que el mundo contamina a sus criaturitas, así que no los dejan tomar clases con el populacho hasta que ya tienen instalada la aplicación de prepotentes insufribles. ¡Ni siquiera me cayó bien hasta después de como tres semanas! Era insoportable, tan soberbio e idiota que me daban ganas de pegarle cada dos segundos. Además todas las niñas estaban como obsesionadas, daban grima, la verdad…

 

El rubio se perdió en su historia, pero Sai lo escuchó con atención, la verdad es que hasta ahora le parecía interesante conocer cómo es que había nacido aquel trío de amigos.

 

-A Gaara le cayó bien primero, creo que estaba hasta un poco feliz de tener a un compañero tan arisco y hostil como él. Y bueno… no es como que lo demás sea coser y cantar, pero los tres comenzamos a ser amigos. Estaban tan seguido en mi casa que mis padres instalaron  futones especiales para ellos en mi habitación, y los hermanos de Gaara nos ayudaban con los deberes, aunque ni Gaara ni Sasuke lo necesitaban,  Itachi nos llevaba de paseo y nos compraba chucherías, al principio nos odiaba por robarle tiempo con la luz de sus ojos (te sabes de memoria ese complejo de hermano patológico del hermano de Itachi-san), pero al final se rindió a nuestros encantos. Cuando mis padres murieron, sólo tener la certeza de que mis dos mejores amigos estaban ahí, decididos a no dejarme hundir, fue lo que me permitió seguir adelante.

 

Sai… la verdad es que no sé por qué Sasuke me escogió a mí. No es como que a los doce años yo estuviera pensando en si me gustaban o no los chicos (o las chicas, de entrada), yo todavía creía que las niñas tenían piojos. Pero cuando Sasuke me besó… se sintió bien físicamente, pero creo que yo pensé ¿por qué no besa a Gaara? En mi mente eso tenía más sentido. Sasuke y Gaara son unos sabelotodos insoportables, tienen el mismo humor seco y odian al mundo… supongo que todas mis dudas se liquidaron cuando los dos decidieron acostarse. Ahora me parece evidente que ellos no funcionarían como pareja, son tan parcos, tan insoportablemente irónicos que no podrían tener una relación ni aunque los amenazaran de muerte. Se caen bien y son amigos, eso ya es todo un reto cumplido.

 

-Sasuke es demasiado idiota –concedió Sai, algo menos huraño. Naruto poseía ese don de suavizar el ambiente. Había algo en su ingenuidad estúpida o en su encantadora idiotez, pero siempre lograba que las personas se sintieran en confianza.

 

-Me importa Gaara… no voy a negar lo enfadado que estoy con ambos, pero no quiero que él pase por todo esto solo –dijo desanimado –y ya sé que te tiene  a ti y a sus hermanos, pero los tres hemos sido como hermanos tanto tiempo… y quiero que sepa que no fui yo quien decidió ese trato injusto entre nuestras familias –agregó a la desesperada. Claro que no había sido obra suya, Naruto podía ser una persona increíble en muchos sentidos, pero jamás habría logrado manipular a tres familias como lo había hecho Itachi, representante maquiavélico.

 

 

-Me gustaría que pudieran hablar, Naruto –le dijo sinceramente- pero Gaara no quiere, apenas saco el tema y se cierra como una ostra. Ni siquiera me dice que lo pensará, porque ambos sabemos lo honesto que es… quizás cuando hayan pasado un poco las cosas –le dijo para reconfortarlo.

 

-Dile que estoy muy enojado con él… pero que también me preocupa –pidió. Se alejó un segundo para sacar una bolsa bastante desprolija de su mochila. –A Gaara le chiflan estas cosas, aunque a mi parecer son asquerosas –era una bolsa con la golosina favorita del pelirrojo, unas cosas deformes hechas de patata y sal de mar, con un lejano sabor a soya.

 

-Se las daré –prometió. La verdad es que las tiraría lo más lejos posible del pelirrojo, quién mostraba inminentes síntomas de desagrado a comidas, y parecía que esa golosina ya no sería nunca parte de su vida.

 

-Me alegra que estén juntos…- terminó Naruto-es como deben ser las cosas.

 

¿Era esa su forma de poseer a Sasuke?

 

El moreno lo celaba con agresión, pero Naruto soltaba cosas como aquellas, tan amorosas en apariencia, frías en su inocencia.

 

 

 XVII

En el clan Uchiha, él solía ser uno de los favoritos. No como Itachi, al que prácticamente nominaban como nueva deidad, pero sí admirado y respetado. Su porte altivo, sus notas brillantes, su habilidad en las artes marciales mixtas practicadas por la familia, todo en él gritaba alto que era el modelo exacto de lo que un Uchiha debe ser.

 

-Sasuke-sama –escuchó decir lejanamente a uno de los sirvientes. Incluso ellos había perdido el respeto por él –su padre ha dicho que tomará sus alimentos en su habitación –claro, su padre no quería que arruinara su digestión teniendo que soportarlo. Mientras se hundía en la cama, soltó un “como sea” para despachar al hombre. Por más que tratara de remediar la situación, no había oportunidad alguna para que las cosas volvieran a la normalidad.

 

Tenía que ser idiota, pero de verdad idiota para haber arruinado su vida de esa manera. Siempre se había creído muy listo, pero ahora se daba cuenta de que su padre tenía razón: era una vergüenza para la familia. Y más que para la familia, para Naruto.

 

 

-Sasuke –Itachi podía entrar a cualquiera de las habitaciones de la casa Uchiha sin tocar a la puerta porque su presencia era sagrada, pero el mayor era lo bastante cortés como para no aprovechar esa ventaja. Con su hermano pequeño era diferente, su relación era tan cercana que no había límites entre ellos.

 

Al menos, así lo creía Itachi.

 

-Hermano –dijo incorporándose, el susodicho se sentó en la silla del escritorio, mirándolo fijamente.

 

-Me han dicho que estás enfermo y por ello  has faltado a clases, pero no es verdad. Has faltado porque Naruto te lo pidió.

 

-Quiere hablar con Sai y cree que mi presencia va a joder el ambiente –aceptó con irritación. La idea de dejar a Naruto con Sai no le era reconfortante, por cínico que pareciera.

 

-Es lo mejor, Sasuke, deja que Naruto tranquilice un poco a Sai para que esté más receptivo cuando llegue el momento –Itachi lo sabía todo msiempre. El mayor había arreglado las cosas para que no solo no tuviera que casarse con el pelirrojo, sino para que la familia no lo exiliara –Sai se casará con Gaara, es bastante obvio una vez se reconciliaron. Te quitará una considerable cantidad de preocupaciones de encima.

 

-Gaara no tendría que casarse siendo tan joven –logró decir con los restos de humanidad que le quedaban. Lo decía en serio, no le parecía justo que él pudiera irse de rositas mientras que Gaara no sólo cargaba con un hijo bastardo, sino que encima se casaba siendo un adolescente.

 

-Deja que esta situación se arregle de forma natural, Sasuke, no tiene caso que tu vida se eche a perder sólo por no dejar solo a Gaara. Un cadáver es mejor que dos.

-Ninguno me va a perdonar nunca, ni Naruto ni Gaara. Naruto va a fingir que me ha perdonado, pero siempre cargaremos con la certeza de que realmente no me perdonó. –en ese punto se sentía lo bastante mal como para resultar miserable. Itachi era posiblemente la persona que más lo quería en el mundo, quizás incluso más que Naruto, por eso se atrevía ocasionalmente a mostrarse patético ante él.

 

-Te ha perdonado –lo confortó el mayor –en cuanto a Gaara, hay otras opciones.

 

-¿Qué su hermana y Shikamaru adopten al… bebé? Ya lo había pensado, pero creí que Gaara llegaría a esa conclusión por sí mismo.

 

-Es muy joven, probablemente cree que podrá seguir una vida normal una vez tenga a su hijo, no es exactamente del tipo paternal.

 

-O en realidad lo estoy sobreestimando y ni siquiera se le ha ocurrido pedírselo a su hermana –dijo esperanzado.

 

-Poco probable, pero en realidad no pierdes demasiado si se lo propones. Si decide darlo a su hermana y a Nara, me encargaré de que todo resulte fácil para los dos.

 

-Eso me deja con mi problema con Naruto, él está empeñado en que tome un papel importante en la vida de ese niño, que sea realmente una figura paterna más allá de darle mi apellido –era un gran problema, él no se imaginaba ni sosteniéndolo en brazos, muchos menos actuando como un padre.

 

 

-Sé sincero –lo alentó Itachi –Naruto está tan atado a ti que el perdón es un detalle insignificante, estará junto a ti incluso si sabe la verdad. Dile la verdad, Sasuke, dile todo lo que está pasando por tu cabeza.

 

 

 XVIII

 

 

Abrió la puerta, preparándose mentalmente para mantener la justa medida de dignidad  en su entrevista con Kurenai-san. Solo que se topó con la fuerte figura de Sasuke, que se quitaba la chaqueta frente a la puerta de entrada al departamento, como si fuese a entrar. El muchacho lo miraba con los ojos afilados que la familia Uchiha utilizaba para mermar a sus oponentes. A Gaara nunca lo había hecho retroceder en lo más mínimo. Incluso, cuando estaba de humor, esa mirada le parecía una invitación a una buena pelea verbal o física.

 

-Un Uchiha faltando a clases, ¿crees que tu padre te dé con la vara antes de que Itachi invente una excusa plausible para justificar tu ausencia? –le dijo, sin invitarlo a pasar. Aún con esa mirada afilada, Sasuke se abrió camino, empujándolo sólo un poco.

 

-Tu hermana puede adoptarlo –le dijo sencillamente. No habían pasado del recibidor, pero Sasuke ya estaba sacando el tema como si se tratara de la conclusión a una larga discusión.

 

-Lo haría, pero el… otro perpetuador de esta estupidez no pudo mantener la puta boca cerrada y se fue de chivata a contárselo a su hermano.

 

-No debiste decirme, así habrías abortado o cualquier cosa. Pudiste liquidar las cosas con facilidad y en vez de eso decidiste que esto se pusiera así.

 

-Ajá, apreció que señales lo obvio, pero tengo prisa –lo hizo  a un lado. Si el otro quería pelea, la tendría, tener cinco meses de embarazo no era nada comparado con la vez que se había peleado con tres compañeros de último curso teniendo ambas muñecas luxadas. Hasta podía ser divertido.

 

-Estás jodido. Gaara, no entiendo cómo te dejaste joder así, nunca creí que tuvieras tantas ganas de experimentar una vida de mierda.

 

-Sasuke, tú y yo sabemos por qué me dejé joder ¿qué te importa a ti? Naruto ya te ha perdonado y gracias a tu relación con él y a la astucia de tu hermano, es que tu vida sigue como siempre. Ya te dije que cuando este… bebé nazca, no tienes ni por qué verlo, no me interesa. De hecho, ya que lo tuyo con Naruto va tan bien, ¿por qué no compartes algo de esa felicidad desbordante y te alejas de mí? Sai y yo nos haremos cargo a partir de ahora, ¿eso está bien para ti? –terminó diciéndole con sarcástica complacencia.

 

-Sueñas si crees que Sai realmente va a aceptar estar contigo a largo plazo.

 

-¿Lo dices por experiencia? El único cobarde al que conozco está frente a mí.

 

-Los Nara son una familia importante –le dijo, esforzándose en ignorar sus piques- estoy seguro de que pueden hacer presión y dejar que tu hermana y Shikamaru adopten.

 

-Te lo repito –le dijo mirándolo fijamente –no estás invitado a los futuros eventos, mucho menos a tomar decisiones.

 

Nuevamente lo empujó para salir, pero esta vez Sasuke lo tomó de la muñeca. Sonrió con burla, los dos sabían que puestos a medir fuerzas,  ambos tenían ventajas sobre el otro.

 

 

 XIX

Encontró a Kurenai con un tanque de oxígeno al lado y un tubito de alimentación, pese a ello, la mujer se incorporó al verlo entrar. Con delicadeza, despidió a la enfermera que terminaba de ministrarle algún medicamento.  Gaara se paró a un lado de la cama, sin saber si debía empezar a hablar o dejar que ella llevara la conversación desde el principio.

 

-Estoy muy decepcionada –le dijo como si fuese una confesión mimada- siempre te considere tan listo, tan enamorado de Sai. Cuando me enteré de tu estado, pensé que en realidad era de mi hijo, que por alguna razón le estabas echando el bulto a Sasuke. Pero los hice investigar y me topé con la horrible sorpresa de que no sólo no voy a ser abuela (algo francamente decepcionante), sino que sí que engañaste a Sai… no me interrumpas, no te hice venir para regañarte –le dijo sin delicadeza.

 

-Lo siento mucho, si de algo le sirve de consuelo, voy a arrepentirme de esto toda mi vida –interrumpió de todos modos, incapaz de callarse lo único que realmente quería decirle.

 

-No tiene sentido, Gaara. Se podría decir que en realidad nuestra vida no es tan larga para pagar ciertos pecados. Te lo dice alguien a quien le quedan días de vida, semanas si mi único riñón resiste un poco. Un día estás engañando a Sai y en el momento justo después de ese ya estás preparándote para el peor escenario.  Te he llamado no para algo tan innecesario como hacerte sentir culpable, es evidente que ya te sientas así, nada de lo que yo te diga va a empeorar ese sentimiento ¿Quieres a mi hijo? –le preguntó mirándolo fijamente. La larga parrafada la hizo perder el aliento, pero no llamó a la enfermera.

 

-Sí, de verdad que sí –le dijo con pasión, una pasión que nunca había nacido del amor suave que profesaba a Sai, pero que ahora surgía de la culpa rabiosa.

 

-¿Vas a apoyarlo cuando se quede solo?

 

-En todo momento.

 

-¿Vas a quererlo por siempre, incluso si él ya no te quiere a ti? –dijo por fin, aquel panorama le pareció doloroso de imaginar incluso, pero asintió–la vida pasa muy lento, Gaara, por eso comentemos tantos errores, es como si quisiéramos  dejar de aburrirnos. Yo perdí a mi primer bebé, pensé que esa sería la pena más grande de mi vida. Ahora entiendo que fue una muestra de misericordia que él no naciera. Habría tenido que ver tantas cosas horribles, perder a tantas personas. No podría llamarme madre si le deseara a uno de mis hijos semejante tormento. Si Sai se enferma, si Sai tiene un accidente trágico, voy a estar muy triste incluso muerta. Puedes estarme mintiendo ahora mismo, Gaara, puedes estar fingiendo que lo quieres sólo para no hacerte cargo tu solo de ese bebé, pero incluso si es así, tengo que saber que vas a mantener la farsa para toda la vida.

 

-No es una farsa… -le aseguró.-Y no estoy seguro de si estaremos juntos para siempre… pero sí, yo deseo que esto dure toda mi vida.

 

-Entonces es tuyo, Gaara, mi hijo es tuyo ahora, a partir de este momento eres tú el único responsable de hacerlo feliz.

El mejor regalo que alguien le hubiese dado.

 

-Ahora cuéntame un poco acerca de ese precioso bebé –agregó juguetonamente. Como cada vez que estaba con Kurenai, se alegró enormemente de que Sai tuviera una madre como ella.

 

 

 

 

 

 XX

Al llegar a casa su abuela le hizo saber que el cabrón desagraciado de su novio estaba en su habitación. Tsunade podría haber cedido en parte, pero si antes tenía reticencia a aceptar su relación, ahora le parecía el mayor incordio de su vida. Sonriendo porque eso siempre lograba tranquilizarla un poco, se dirigió a su habitación.

 

¿Cómo se sentía?

 

Había muchas respuestas  a esa pregunta, muchas de las cuales no eran agradables.

 

Ufffff… es que desde que Sasuke le había confesado toda aquella tontera de la infidelidad, era como si  el piso no existiera. Curiosamente, no le había dolido tanto el hecho de que el moreno lo engañara, sino que lo hiciera con su mejor amigo. La traición era doble y no sabía cuál le escocía más. Después de perdonarlo, él mismo se había emborrachado e, imprudentemente, soltado la información a algunos de sus amigos. Cuando Kiba se fue de boca y lo dijo frente a Sai, fue el momento en que perdonó a Gaara. Le parecía que tenía suficiente con ser odiado por él como para que su propio odio contara en algo.

 

Le había pedido a Sasuke que no hiciera alguna estupidez como intentar que el pelirrojo abortara o que le escurriera el bulto a alguien más (Naruto estaba seguro de que el plan inicial de Sasuke era que Gaara fingiera que el bebé era de Sai, pero le había jodido el plan el hecho de que la parejita feliz no hubiera llegado a ese punto), y Sasuke casi había bajado la cabeza lo justo para que entonces a Naruto lo golpeara la realidad.

 

Sus dos mejores amigos, uno de ellos adicionalmente su novio, le habían hecho algo horrible, algo que casi no tenía nombre.

 

Entonces le cayó encima toda la familia Uchiha. Mikoto le había pedido que diese un paso atrás y aceptara que Sasuke tenía que hacer frente a su responsabilidad como humano, mientras que Itachi le había soltado una eterna parafernalia acerca de que aquella situación era una tontería, que no es como si ambos muchachos sintieran por el otro más que calentura rociada de amistad, diciéndole que era anti progresista el que ambos se casaran sólo por cumplir con principios sociales desfasados.

 

Y él se tragó todo no por imbécil, sino porque de hecho quería que alguien le dijera que no estaba mal perdonar a Sasuke. Necesitaba saber que permanecer junto a él no era un acto cobarde, de una persona dependiente y débil, sino un nuevo reto emocional que alguien como él podía asumir. Y Gaara no se pronunció nunca al respecto. Todo el tiempo pensaba que si Gaara decía algo, él aceptaría su decisión no importaba lo mucho que doliera, así que lo buscó en su casa, luego en el departamento de su hermano, le llamó desesperadamente, intentó por todos los medios hablar con él… pero sólo supo por Shikamaru, el único cercano a Gaara que tenía  tantita puta consideración con él, que su mejor amigo estaba evadiéndolo.

 

 

Teóricamente, ahora estaba comprometido con Sasuke. No que aquellas cosas fuesen legales o algo parecido, pero había un contrato verbal celebrado entre la familia Uchiha y la familia Uzumaki, en el que estipulaba que a beneficio de ambas familias (y sobretodo de Sasuke), los dos se casarían en un plazo menor a diez años.

 

Se sentía avergonzado de haber accedido ante aquella tontería, pero más avergonzado de sentirse aliviado.

 

 

No quería que Sasuke fuese de alguien más, no quería que el moreno pensara en alguien aparte de él. Le había dado todo al moreno, cuatro años de una relación que empezó cuando él ni siquiera estaba seguro de cómo era gustar de una persona, cuatro años de entendimiento y confianza, cuatro años de pura exclusividad. Le había dado la certeza de que nadie sería más importante que Sasuke.

 

 

-No está dispuesto a verte –le dijo al verlo entrar. Sasuke había ido a ver Gaara, intentar razonar con él para que al menos hablara con él. Su habitación no estaba tan desastrosa como en la mañana, así que se preguntó si el obsesivo compulsivo de Sasuke habría hecho limpieza otra vez.

 

-Supongo que tengo que darle tiempo –suspiró apenado. Realmente quería hablar con el pelirrojo y decirle que ambos tenían razones para estar enojados con el otro.

 

-No es necesario que hables con él… -le volvió a decir como siempre-ya sabes cómo es, si estás esperando una plática sentimental en la que ambos terminen abrazados, estás buscando en la dirección opuesta.

 

-No que terminemos abrazados –repuso, Gaara era muy seco, pero ambos eran tan amigos que se entendían desde los extremos de sus personalidades -¿Recuerdas nuestro primer beso? –preguntó de pronto. Sasuke lo miró con cierta desconfianza, sentado al lado de él en la cama, pero asintió. –No me lo esperaba, grandísimo idiota, que te presentaras ese día en mi casa, yo te abriera la puerta y sin más me besaras… fue tan surreal que creo que no hablé como durante…

 

-Diez minutos, todo un record para ti –la sonrisa que le dirigía era dos millones más cálida que la que le dedicaría a cualquier otro, incluido Itachi- ese día me desperté con la convicción única de que necesitaba besarte. Creo que ni siquiera me fijé en lo que llevaba puesto, todo fue tan mecánico.

 

-Me asustaste –recordó con nostalgia –pensé que era un chiste después de esos ¿diez minutos?, pero cuando seguiste ahí parado, tan serio, me asustaste.

 

-¿Te asusté más en ese momento o cuando tres días después te pedí que salieras conmigo?

 

-En ese momento, cuando me pediste que saliera contigo fue algo gracioso. Creo que me amenazaste tres o cuatro veces, dijiste algo acerca de que no tenía nada que ver con la homosexualidad para dos segundos después decir que le romperías la nariz a quien dijera algo malo sobre ella. Creo que te dije que sí porque me daba pena que siguieras hablando –lo picó divertido. Sasuke lo miró fijamente, ya no sonreía pero sabía que no estaba molesto. No le gustaba esa tensión remanente entre ellos, que le indicaba que aún estaban juntos pero que Sasuke probablemente nunca se sentiría con derecho a molestarse con él. Además, en las últimas semanas siempre parecía estar a punto de contarle algo, algo importante, y no estaba seguro de querer saber qué era. Todo esto hacía que su relación pareciera forzada. Menos pasional.

 

Porque si realmente alguien le preguntara ¿Cómo te sientes? Y aceptara escuchar sin prejuicios, él contestaría fuerte y claro: la verdad, lo que más odio es que Sasuke ya no me da tan duro como antes.

 

-Voy a ser un padre horrible –confesó por fin Sasuke, sorprendiéndole de que juntara el valor suficiente para decirle lo que parecía tan empeñado en callarse –le acabo de pedir a Gaara que dé en adopción a… nuestro hijo –aquella fue la primera vez que Sasuke llamó hijo al bebé de Gaara, y dolió más de lo que pensaba. A pesar de que él mismo lo amonestaba cuando le llamaba “producto”, le parecía que con que le llamara bebé estaba bien.

 

-No quiero ser papá, Naruto –le dijo sin mirarlo –y no me refiero sólo a este bebé, me refiero a que no quiero ser papá nunca.

 

-¿Por qué no?

 

-Me gustaría decirte que es porque mi padre es una persona asquerosa, pero la verdad es que no es sólo eso, es simplemente que no quiero tener que preocuparme nunca por la crianza de otro ser humano. Ya sé que suena narcisista, pero me siento bastante cómodo conmigo mismo, con los valores que tengo, y me doy cuenta de que tener un hijo implica mejorar como ser humano, y no lo deseo –en sus ojos, que en mitad de aquel discurso lo habían vuelto a ver, había determinación –nunca pensé en esto, porque joder, no tenemos ni la mayoría de edad, pero ahora sé que la gente cambia cuando va a convertirse en padre, al menos cuando está dispuesto a conservarlo. Gaara ha cambiado, es tan sutil que no podría explicarlo, pero ha cambiado, Naruto –le dijo tomándole las manos –no quiero ser padre, ni de este bebé ni de ningún otro.

 

Le había dado todo a Sasuke, ese amor incondicional, ese entendimiento. Pero lo único importante, es que ambos se habían dado la oportunidad de tratar al otro como un igual.

 

-Yo tampoco quiero ser padre –le dijo por fin, y decirlo fue como si le quitaran diez kilos de encima sin saber que los llevaba de sobra –he pensado un poco en ello desde que supe lo de Gaara, y no tengo un monólogo preparado para exponer mis razones porque no soy un presumido como tú… pero no, yo no quiero ser papá tampoco.

 

 

Y como si se tratara de pinchar un globo, la tensión entre ellos desapareció.

 

 XXI

 

Temari no dejaba de insistir en que escogiera un nombre para el bebé, a pesar de que ella (y ahora Kurenai-san también) le llamaba mini cerecita porque aún no había certeza del sexo. Ambas mujeres lo bombardeaban con nombres para uno u otro sexo, nombres neutros, a la par que proponían a Shikamaru como padrino, sólo porque sabían que el hombre escogería cualquiera que ellas le impusieran.

 

Gaara no lograba ni pensar en él como “mi bebé”. Mucho menos como mini cerecita y todavía menos como un ser humano que algún día recibiría un nombre, pero sabía que externar aquellos sentimientos en voz alta era como anunciar que estaba hecho de hielo. Y no era así, de verdad que no. Simplemente es que nunca, desde que decidió continuar con la gestación, creyó que sería tan difícil mantener su palabra.

 

Seguía las indicaciones médicas de forma religiosa, los primeros meses había abusado de la goma de mascar para superar sus hábitos de fumador prematuro,  asistía sin falla a las consultas y se esforzaba en mostrar interés en lo que crecía dentro de él, pero por más que lo intentaba, no lograba que aquellas falsas muestras de interés fuesen realmente suyas. Deseaba intensamente que en sus ojos brillara la misma luz con la que brillaban los ojos de su hermana y de la madre de Sai al hablar del bebé, pero no podía.

 

Observaba cuidadosamente a Kankuro, pensando que su amor podía ser más reposado, menos evidente. Pero entonces se encontraba a su hermano sonriendo con cariño mientras miraba su barriga, o se encontraba siendo abrazado, pese a su intenso rechazo a las muestras de afecto, porque su hermano, además de abrazarlo a él, abrazaba a su sobrino.

 

Y las manos de Sai, que tan pronto recorrían su cuello o su miembro, se perdían de pronto en la adoración de la curvatura de su abdomen. Esa boca que antes lo besaba con reverencia, ahora repartía cuidadosos besitos en esa parte de su cuerpo, le hablaba a esa personita dentro de él, le describía paisajes, le hablaba de técnicas de pintura, ocasionalmente le cantaba desafinado.

 

Sai hablaba más con el bebé que con él, y se encontró profundamente avergonzado al darse cuenta de que estaba celoso de su propio… hijo.

 

 

-El nombre no es tan importante como nos hacen ver–le dijo entre las caricias previas, quizás porque sabía que así estaría más receptivo.

 

-No quiero pensar en eso –le dijo mortificado, más interesado en alcanzar la cumbre de su propio placer que en un posible nombre.

 

-En eso no –lo corrigió tras besarlo apasionadamente –tu hijo, Gaara, tu hijo.

 

-No quiero pensar en mi hijo –rectificó entre jadeos.

 

 

-Entonces, piensa en mi hijo.

 

Como si de una puerta se tratara, o como si alguien se hubiese desecho de la niebla, alcanzó finalmente a imaginarse a aquello que crecía en su cuerpo no como un concepto o un problema, sino como un ser humano de verdad.

 

No su bebé, no su hijo, el bebe y el hijo de Sai.

 

 

 

 XXII

La boda se celebró en la habitación hospitalaría de Kurenai-san.  No le daban más que días, recibía  respiración artificial permanente desde hacía dos días y el trasplante de riñón estaba definitivamente fuera de la mesa. La mujer había pedido que ocultaran todas las pruebas más evidentes de su deterioro, para que ninguno de los asistentes se deprimiera.  Pero aquello no podría ser más gris ni aunque alguien instalara una nube sobre sus cabezas. Los únicos asistentes, aparte de quien los casó legalmente, fueron la familia Sabaku al pleno, los padres sólo porque se necesitaba de la autorización de los tutores legales de ambos para llevar a cabo el trámite. Ni siquiera había entrado Shikamaru a la habitación, pues entendía que incluso aunque quisiera apoyar en todo a su prometida, aquello era ir demasiado lejos.

 

Tras firmar la documentación pertinente, los padres de Gaara, al igual que cuando tres días antes habían sido informados del suceso, intentaron hablar con Sai para mostrar su agradecimiento, pero él volvió a ignorarlos. Cuando aquellos indeseables se retiraron, su madre les pidió que la ayudaran a abrazarlos, y estuvo seguro de que lloraba tras la mascarilla y los tubos de alimentación.

 

-Vamos a ser muy felices –le prometió a su madre, pero internamente era una promesa para todos en la habitación. Gaara estaba callado, sabía que toda aquella situación lo estaba superando.

 

Había hablado con Kankuro dos semanas atrás para informarle que no sólo estaba dispuesto a casarse con Gaara, sino que lo deseaba y no significaría ningún sacrificio ni convertirse en su esposo ni en un padre siendo tan joven.  También, lo habló con su madre para mantenerla al corriente, seguro de que ella no se interpondría. La mujer realmente parecía feliz y deslumbrante cuando se lo hizo saber, y enseguida se encargó de ponerse en contacto con el hermano de Gaara para ultimar detalles.

 

Se decidió que la boda se efectuaría apenas Kurenai se estabilizara, ya fuese recibiendo el trasplante o con la segunda opción de tratamiento, pero en ambos casos tendría que ser pronto. Su madre había tomado hacía tiempo la precaución de dejar bien protegido al único miembro que quedaba de su familia, pero quería asistir a la boda. Además, aunque en ningún momento se habló de realizar algo como una ceremonia formal, había cosas que tenían que prepararse.

 

Por ejemplo, convencer a Gaara.

 

Todos los que estaban enterados del tema de la boda, concordaban en que Gaara rechazaría de lleno la oferta. Muy probablemente le cerraría la puerta en la cara al primer gracioso que se lo sugiriera siquiera, con mayor probabilidad se llevaría un buen golpe el que tuviera la desgracia de decirle que no estaba sujeto a discusión. Gaara estaba dispuesto a tener a ese bebé con la bendición de los Uchiha o sin ellos, y no parecía particularmente interesado en si su propio hijo sería o no tratado como un segundón por la prepotente familia. Era evidente que para Gaara aquello iba  más de procesos biológicos que sociales, y tenían sentido porque él nunca había manifestado mucho interés en ninguna convención social.

 

Sin embargo, Sai sí sabía lo que pasaría si su hijo (sí, suyo) recibía el apellido Uchiha. Mikoto, Itachi y quizás Sasuke eran los miembros más o menos decentes del clan, aparte de ellos, los demás eran escoria pura. Empezando desde Fugaku, que no hablaba con las personas que consideraba inferiores (básicamente, todos menos su clan), siguiendo por la infinidad de cabecillas de familia, todos ellos casados con familias muy  específicas, las únicas a las que consideraban aceptables.

 

Sería visto y tratado como menos, un incordio, con suerte ignorado, pero muy probablemente tratado como el peor de los ejemplos.

 

No dejaría que eso pasara, sabía que convencer a Gaara de casarse con él era bajo, y que todo aquello estaba resultando medieval como mínimo, pero la situación era apremiante.

 

Se estaba preparando para recibir el golpe de decírselo a su cerecita, cuando el definitivo agravamiento de la enfermedad de su madre interrumpió todas sus dudas. A la mujer le quedaban días, horas, nadie sabía muy bien cuánto tiempo porque después de tantas fechas previsibles, su muerte todavía podría sorprender a los médicos. Así, simplemente contactó a los padres de Gaara, para informarles que, cuando pensaban que estarían sujetos a una vida de ostracismo debido a la tontería de su hijo, en realidad se estaban ganando, de golpe, la lotería. La familia de Kurenai había sido muy importante en Konoha, y al morir los padres todos sus bienes habían pasado a su deshonrada hija, que había amasado por su parte su propia fortuna. Aunque Sai había heredado el apellido plebeyo de su padre, la importancia era aún considerable.

 

Un ganar-ganar.

 

Excepto para Gaara.

 

 

Primero el embarazo, ahora estar casado a los diecisiete. Gaara había tenido una apoteósica pelea con su hermano cuando supo lo que le había propuesto, y se mostró mortalmente ofendido cuando supo que había aceptado.  Y no era justo, no era justo que Gaara lo hubiese engañado ni que él lo hiciera pagar, obligándolo a aceptar un matrimonio porque el pelirrojo se sentía demasiado apabullado por la intensidad emocional (hasta entonces desconocida para él) como para negarse a nada que le pidiera.

 

-¿No me quieres? –se atrevió a decirle, a sabiendas de que Gaara había pasado hacía mucho la frontera del amor, y ahora se encontraba más cerca de la de la adoración idealizada, y que  se iría a marte si con ello podía demostrarlo.

 

-No está bien –le había respondido en lo más cercano que le había visto del llanto –no está bien que yo te quiera tanto, no está bien.

 

-¿Te gustaría dejar de quererme? –lo cuestionó como el ave de rapiña que era, consciente de que estaba destruyendo todas las defensas de su cerecita, que probablemente aceptaría en ese momento pero en algunos años se odiaría por mostrar tanta flaqueza de carácter.

 

-No… no es eso, es que no está bien –repitió.

 

-No me importa si está bien –le terminó susurrando en un abrazo que de tan cariñosos podría resultar peligroso –me importa estar contigo.

 

 Y Gaara se había rendido, porque decir no era como decir que no lo quería, y no quererlo era como morirse.

 

 XXII

Amane Kurenai, madre adoptiva de Shin, madre de Sai, esposa de Asato, murió dos días después de ver a su hijo casarse con la única persona a la que amaría para toda la vida.

 

Con promesas grandilocuentes, con dolorosa felicidad, terminó el segundo trimestre.

Notas finales:

Y es todo, más de veinte páginas, woooooow, estoy sorprendida porque por lo general me cuesta llegar a las diez. 

 

En fin, espero que no haya sido demasiado tedioso, intenté meter algunas de sus sugerencias porque me dieron bastante luz respecto a ciertas cosas, así que muchas gracias por la lluvia de ideas. Me dio mucha risa que todas le deseen lo peor a Gaara y Sasuke xD no me lo esperaba, al menos no con tanta intensidad. 

 

Espero tener el último capítulo al menos antes de navidad, mucho antes de hecho, pero se me vienen las evaluaciones de mis niños y eso me quita mucha energía (acabo de dibujar 45 animales salvajes para que coloreen @.@).

 

Millones de gracias por los comentarios y por leer la historia.

 

Kissus ^x^


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