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El Señor de los Regalos por Sh1m1

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Harry no tenía porqué estar nervioso, estaba en su casa, con su padre, tenía a su mejor amigo. Pero como desde hacía años esa noche era incapaz de dormir.

A pesar de su corta edad, Harry era un niño muy perceptivo capaz de comprender el estado de ánimo de su entorno, era un rasgo que no se había ido a pesar de que ya no lo necesitara por mera supervivencia.

Su padre estaba nervioso esos días. Y para una persona seria y tranquila como era su padre, ese estado agitado era realmente extraño. Por lo que oscuros pensamientos desolaron la mente del niño.

Ya le había demostrado que pasara lo que pasara él podía confiar en Severus, no era su padre biológico, pero sabía que le quería como si lo fuera.

Pero desde el verano su padre parecía estar esperando algo, sabía que era por su culpa.

Harry no solía salir mucho de la mansión y por él estaba bien, no es que estuviera acostumbrado a salir mucho anteriormente, y allí había un gran jardín lleno de árboles, incluso algunos animales salvajes se colaban dentro de la propiedad.

Sus vecinos más cercano eran los Malfoy, había conocido al hijo del que ahora era amigo. Su primer amigo, su único amigo, en realidad. Pero Harry no necesitaba a nadie más, Draco era divertido y aunque a veces se enfadaba con facilidad siempre le hacía sonreír al final. Harry nunca lo contradecía, no estaba en su carácter en cualquier caso, por lo que alguna vez había sido Severus quien había reprendido al pequeño rubio para que no abusara de la “bondad” de Harry.

—No quería hacerte llorar, Harry—le dijo muy triste una tarde en la que Draco le había dicho que sus amigos iban a ir a celebrar su cumpleaños pero que él no estaba invitado.

Sabía que Draco tenía otros amigos a los que veía, pero Harry solo le tenía a él, le hubiera gustado poder celebrar el cumpleaños de Draco, los demás niños le daban igual. Pero cuando le dijo que no estaba invitado, las lágrimas corrieron por sus mejillas sin darse cuenta.

—La culpa es de mi padre y del tuyo, no quieren que vengas—dijo disculpándose Draco, que no era muy dado a pedir disculpas en cualquier caso—. Yo sí quiero, Harry, tú eres mi amigo, ellos solo son los hijos de amigos de mis padres.

—No pasa nada—dijo Harry, no entendiendo porque su padre no quería que fuera. Pero no tenía ningún motivo por el que dudar de él, ninguno.

Eso no hizo que el malestar que sentía por no poder estar con Draco en un día importante para él, pasara.

Deambulaba por los jardines pensando en que le gustaría poder hacerle un bonito regalo a Draco, como esos que Severus le regalaba a él. Pero a diferencia de su padre, él no tenía dinero propio, quizás pudiera hacerle algo pero no tenía ningún talento para crear cosas.

Lo mejor era que no pudiera ir, ¿qué iba a hacer él en un sitio con tanta gente en cualquier caso? Harry no hablaba mucho, era más de escuchar a los demás, y quizás esos niños no fueran como Draco. Lo más normal es que se burlaran de él y Draco ya no quisiera ser su amigo. En la escuela a la que iba cuando vivía con sus tíos siempre había sido así, cuando había muchos niños, ellos se reían de él o le pegaban.

Mejor era estar allí solo con su padre, y disfrutar de que Draco aún quisiera pasar tiempo con él, una vez que sus otros amigos se fueran.

—¿Ha pasado algo, Harry?—escuchó a sus espaldas, su padre le miraba desde lo alto de un porche donde solía sentarse a leer.

—Nada, papá—mintió Harry.

—No se suspira tanto cuando uno está bien, ¿ha sido Draco?—preguntó serio.

—No, Draco no tiene la culpa.—En realidad nadie tenía la culpa.

El mayor bajó de donde estaba sentado a colocarse al lado de Harry. Y le abrazó, en los años que llevaba viviendo con él, el hombre había ido cambiando poco a poco. Al principio era reacio al contacto físico, pero cada vez le abrazaba más.

Se dejó hacer porque le encantaba ser abrazado, pero la tristeza en su corazón persistía.

—Cuéntamelo, por favor—le pidió su padre—. Quizás entre los dos podamos encontrar la solución.

¿Qué pasaría si se lo contaba? Draco había dicho que él no quería que fuera, Harry siempre era muy obediente y no quería que se enfadada con él.

—¿No quieres que vaya al cumpleaños de Draco?—No le miraba a la cara sino que tenía esta escondida contra su pecho.

Su padre suspiró, pero en vez de reñirle como había esperado Harry, le abrazó más fuerte.

—¿Realmente quieres ir?—le preguntó.

Harry le miró, ¿quería ir? No lo sabía, solo le gustaba estar con Draco, y era su cumpleaños, era un día especial le había explicado su padre. Su cumpleaños antes de que su Señor de los Regalos le fuera a rescatar nunca se había celebrado. Ahora, Severus le compraba una tarta enorme de chocolate y le hacía un regalo muy bonito. Pasaban todo el día juntos haciendo lo que Harry quisiera.

Pero nunca había habido otra persona a parte de ellos dos. Las fiestas de cumpleaños de Dudley le producían terror, ¿sería una como esa?

—¿Ellos se reirán de mí?—Ya sabía cuando su padre se enfadaba, y en ese momento estaba enfadado. Agachó la cabeza—No, no quiero ir.

—En algún momento tendrás que conocer a tus futuros compañeros de casa—le dijo su padre—. Pero no puedes dejarte intimidar por ellos, Harry.

—Yo.

—Los Slytherin son personas complejas, solo esperaba tener algo más de tiempo para prepararte.—Harry iba a ocultar de nuevo su cabeza contra el pecho de su padre, ahora sí que no quería ir. Esos niños iban a ser tan malos como los amigos de su primo. Pero su padre no le dejó agachar la cabeza.

—Harry, si ellos dicen algo grosero, tú no vas a contestar, pero no vas a esconderte ni vas a llorar, ¿lo has entendido?—A lo de no contestar sí, a lo de no llorar, lo veía más complicado—No puedes decir que te llamas Potter, sino Prince.

—¿No puedo llamarme Snape?—Su padre le besó la frente, y negó.

—Pince era el apellido de mi madre, y de una familia antigua de magos y brujas muy poderosos. Yo soy el último de ellos, y tú vas a ser el siguiente. ¿Te parece bien?

Harry asintió, estaba nervioso, solo había estado triste por no poder estar con su amigo, pero ahora no sabía qué se iba a encontrar, y lo desconocido no solía gustarle mucho.

Su padre le había dado muchas indicaciones, y le había sostenido de la mano todo el trayecto hasta la casa de sus vecinos. Pero en cuanto entraron en la enorme casa, le soltó. Harry se pegó más a él por inercia, pero su padre le tomó del hombro y se lo acarició.

Harry casi pierde el aliento cuando Draco llegó corriendo y lo abrazó. Estaba tan contento que a Harry se le soltaron un poco los nervios de su estómago.

—¡Has venido!—gritó—. Es el mejor cumpleaños que he tenido.

Pero detrás de Harry había cinco niños que le miraban entre sorprendidos y enfadados.

—Toma, Harry, tienes que darle su regalo a Draco.

Su padre le pasó un caja muy bien envuelta, con papel brillante y lazos verdes.

Draco le miró emocionado, y sin tan siquiera abrirlo, le dio un beso en la mejilla a Harry.

No es como si no soliera hacerlo, pero nunca lo había hecho delante de los demás y los otros niños comenzaron a reírse. Harry se puso rojo como un tomate.

Pero fue Draco quienes le calló.

—Al próximo que se ría le toca ser un elfo doméstico para el resto durante todo el día, y mi padre les hará crecer las orejas para que yo las planche.

Los niños se quedaron todos callados, peros sin dejar de mirar a Harry.

Su padre le dio una palmadita en el hombro empujándolo un poco hacia delante, mientras él iba a la parte donde los adultos se habían reunido.

Harry se puso nervioso cuando su padre se fue, pero Draco le dio la mano y se sintió muy, muy bien.

Esos niños eran diferente a los amigos de Dudley, no eran ruidosos y no jugaban a perseguir a Harry para pegarle. Sin embargo, tampoco se sentía del todo cómodo con ellos.

Hablaban de muchas cosas, cosas que él no entendía, hasta que hablaron de Hogwarts y que todos irían a Slytherin que era la única casa que merecía la pena.

Él sabía muchas cosas de Slytherin por su padre y por Draco, Harry iría a Slytherin, no quería ir a ninguna otra.

—No creo que tú puedas ir a Slytherin—le dijo la niña, Pansy—. No eres una serpiente.

—Un Hufflepuff—dijo otro, y los demás se rieron. Harry se quedó callado como siempre que alguien se reía de él.

—Harry va a ir a Slytherin y va a ser mi compañero de habitación—dijo Draco—. Además, él sabe hablar con las serpientes.

Todos miraron a Harry, ninguno creía nada de eso. Pero Harry miró a Draco, emocionando porque su amigo siempre lo defendía, pero asustado porque contara sus secretos.

—A ver, hazlo—dijo la morena, Harry no era una persona a la que le cayera mal la gente, a pesar de todo, no era así. Pero esa niña era odiosa.

Draco hablaba de una vez que había espantado a una pequeña culebra que habían encontrado en el jardín de su casa. Su amigo le había dicho que había hablado raro y que la serpiente le había respondido, y la verdad es que lo había hecho.

Le había dicho que tenía hambre y que estaba buscando a su familia.

A Harry le había dado mucha pena, y le había ayudado a buscar a su mamá.

—Eso, que lo haga.

Los niños ahora no solo le miraban como si fuera menos que ellos, sino que además era un farsante.

No, no le gustaban esos niños, ojalá se hubiera quedado en su casa con su padre y hubiera visto a Draco después.

—Vamos a buscar serpientes—gritó un niño de piel morena y ojos enormes y brillante. Blaise.

Salieron en tropel a los jardines de Malfoy Manor, y buscaron sin encontrar ni una serpiente con la que Harry pudiera hablar.

—Tengo una idea—dijo con media sonrisa Draco.

Era su amigo, pero a veces le daba miedo. En realidad, Harry no quería hacerlo.

—Dobby—dijo Draco. Con un sonoro plof un elfo doméstico con ojos como huevos y temblando se apareció.—Trae una serpiente.

El elfo solo chasqueó los dedos y una serpiente enorme cayó en el suelo. Los niños gritaron, y Harry se asustó un montón.

Incluso Draco parecía menos convencido ya. Le dio un empujón a Harry y la serpiente le miró.

—Hola—dijo temeroso, eso no era una culebrilla—Me llamo Harry, ¿cómo te llamas tú?

El animal miró detrás de Harry, los niños estaban todos pegados los unos a los otros y alucinando, porque era verdad que Harry hablaba de un modo diferente.

—No tengo nombre, pero puedes llamarme “devora-niños”.

—Pero… no puedes comernos a ninguno, eso no está bien.

—Quiero irme a mi casa—dijo la serpiente.

—¿Dónde vives?

—Con Samy, é es mi humano, y me da muchos ratones, pero ese tiene buena pinta.

La serpiente quería comerse a Greg, era el más grande de todos.

Harry se giró, miró a Draco.

—Quiere irse a su casa, yo creo que es mejor que se vaya, tiene hambre.

—Dile que haga algo—le dijo Pansy.

—Quiere comerse a Greg.—El niño grande dio un paso atrás y la serpiente se deslizó hacia delante, mientras Harry hablaba con ella y volvía a detenerla—Yo creo que es mejor que el elfo la devuelva a su casa, esta no es como la del otro día.

Draco asintió, y volvió a llamar a Dobby.

Cuando la monstruosa serpiente se fue, todos se quedaron más tranquilos.

—Ha sido genial.

—De verdad hablas con las serpientes.

—¿Por qué me quería comer a mí?

—Seguro que entras en Slytherin.

Todos hablaban a la vez, y Draco sonrió orgulloso.

Desde ese momento la tarde fue mucho mejor y jugaron a juegos que Harry no había visto en su vida. Draco no se separó nunca de él y siempre hacían pareja en todos los juegos.

—¿Parsel, Severus?—A su lado, y mirando a los jardines donde los niños jugaban, estaba Lucius, su amigo.

Severus no dijo nada, por suerte, el resto de padres estaba más pendiente de sus temas que de sus hijos.

Pero sabía lo que aquello significaba y Lucius también, él había guardado el secreto pero en cuanto Harry entrara en Hogwarts sería muy complicado de ocultar quien era.

A Harry después de aquello le invitaron a los cumpleaños de los niños con los que iría a la escuela, eran raros y hacían bromas que no siempre le gustaban. Pero comenzaba a entender que ellos serían sus amigos, ya no se metían con él y aquello le gustó.

Esa Navidad tenía más regalos que de costumbre, y él había mandado algunos presentes con su padre.

Pero el hombre estaba nervioso, y Harry se preocupó, seguía siendo muy sensible al humor de los demás, y en especial al de su padre.

Siempre era alguien serio, pero tranquilo. Ahora parecía muy nervioso, como si estuviera esperando que pasara algo.

Harry no podía abrir los regalos, tenía un nudo en el estómago.

—¿Papá?

Su padre le miró, y le sonrió. Pero la chimenea crepitó.

Harry no sabía que esperaban a alguien, el hombre que salió de las llamas tenía una larga melena negra con suaves rizos y unos ojos grises grandes.

—Snape—dijo el hombre.

—Black—contestó su padre.

Harry no sabía si su padre se alegraba de verle o no, era muy raro. Pero cuando se abrazaron, Harry se relajó un poco.

Cuando se separaron, el hombre, Black, le miró y su padre asintió.

—Hola Harry, yo soy Regulus Black.—Le extendió la mano—Encantado de conocerte.

 

 

Notas finales:

¡Feliz Navidad!

Yo pensaba que no volvería a escribir sobre esta historia, pero a veces pienso muchas cosas y luego ¡Zas! 

¿Qué os parece?

Besitos

Shimi


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