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Perdona si digo que te amo por Parepi_

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Notas del capitulo:

Disculpen la demora :c
Cuarto día del especial por Navidad, ¡disfruten!

Su miel mirada se encontraba posada en algún punto fijo de su mesa de noche, perdida en sus pensamientos, sumergida en su propio mundo. Respiraba pausadamente, tomándose su tiempo cada vez que inhalaba y exhalaba el aire. Tenía una extraña sensación de tranquilidad, lo cual la descolocaba demasiado dado el acontecimiento al que tuvo que enfrentarse el día anterior, pero estar entre la calidez de sus sábanas le daba cierto alivio.

Escuchó nuevamente su celular vibrar a sus espaldas. Ignoró el molesto sonido y se acobijó más entre las fundas, queriendo protegerse del frío clima y de la realidad. Cerró sus cansados ojos ligeramente hinchados, la noche anterior no había podido dormir, y su cuerpo ya le reclamaba un merecido descanso. No lo pensó dos veces y se entregó al dulce sueño, sintiendo por fin un momento de paz.

Cuando sus ojos volvieron a abrirse notó más iluminada la habitación, los escasos rayos del sol de invierno ya se colaban por su ventana. Se quedó recostada unos minutos mientras trataba de recordar vagamente el día que era y adivinar la hora. Buscó su celular a sus espaldas, y lo primero que vio cuando lo tenía en frente era la cantidad de mensajes que tenía tanto en WhatsApp como en Facebook. Les dio una rápida mirada a todos sin interés, luego comprobó la hora, 12:43p.m. Volvió a dejar el aparato a un costado y soltó un gran bostezo, se estiró relajando cada uno de sus músculos y se quedó mirando el blanco techo de su habitación. Tenía ganas de quedarse recostada y volverse a dormir, y lo hubiera hecho de no ser porque su estómago le reclamaba algo de comida. Se levantó con pesadez de su cama, se puso sus viejas pantuflas grises y se dirigió a la cocina.

Luego de hacerse un rápido desayuno que consistía en un jugo de fresa y unas tostadas con mantequilla se dio el gusto de comer viendo televisión. Dejó el jugo reposando en la mesa de centro mientras que llevaba una tostada a su boca y buscaba algún canal interesante. Se tomó su tiempo en terminar la comida, al fin y al cabo, no había prisas, había faltado al colegio y era viernes, mañana no tenía que presentar tareas ni rendir pruebas.

A pesar de que el programa que estaba viendo no era de su interés, dejó el televisor encendido solo para que el silencio no inundara el lugar. Su mirada estaba puesta en la gran pantalla, pero sus pensamientos muy lejos de ahí, y es que, aunque no quería pensar en eso, su mente simplemente no alejaba el recuerdo de lo sucedido el día anterior. Repasaba cada palabra, cada gesto y cada acción del chico de pelo color mostaza, ese chico que desearía nunca haber conocido, ese chico por el cual en parte decidió faltar ese día a clases. La otra razón por la cual había faltado era simple: No sabía cómo mirar a Emily a la cara después de todo lo acontecido. Y menos luego de lo último que Ryan le había dicho.

– ¡Está bien! ¡Acepto! –gritó impotente y al borde del llanto. Respiró hondo y se alejó de él, tenía la mirada pegada al suelo– Voy…voy a salir contigo, así que, por favor, no hagas pública esa foto.

¿Ves que no era tan complicado? – Tatiana no respondió, sentía que si lo hacía su voz se iba a quebrar– Ah, y otra cosa –se acercó a su oído con una sínica sonrisa–: será mejor que no le digas a nadie de esto, si eso pasa, publicaré la foto. ¿Entendido? –no hubo respuesta– ¿¡Entendido?!

Una leve afirmación con su cabeza bastó para que sonriera satisfecho, la tomó de los hombros y la alejó lo suficiente para que ambos se miraran a los ojos.

– Sabes, esto no será tan malo como crees –aseguró sonriendo inocente–, y para que veas que yo no soy tan malo como piensas te daré tiempo.

– ¿Tiempo?

– Exacto, tienes el viernes y todo el fin de semana para explicarle a tu querida Emily acerca de esto, a no ser, claro, que tú quieras que se entere de golpe acerca de “nuestra” relación.

Fue en ese momento que Tatiana cayó en cuenta acerca de las consecuencias de sus actos. Si iba a empezar a “salir” con Ryan, entonces, ¿qué iba a ser de su relación con Emily? ¿Qué iba a pensar de ella si la veía siendo tan “cariñosa” con aquel tipo? Era obvio que tendría que explicarle, pero, ¿qué le iba a decir? Ryan ya le había dejado en claro que no podía decir que estaba siendo chantajeada por aquella foto.

– ¿Estás pensando qué hacer con la princesa de hielo? –preguntó sonriendo divertido–. Hey, que sepas que a mí no me importa que te sigas revolcando con ella, con tal que en el colegio seas mi novia me basta.

Lo siguiente que se escuchó fue la estrepitosa cachetada que Tatiana le proporcionó, doblándole la cara y haciendo que una marca roja se quedará en su rosácea piel, algo que la hizo sonreír para sus adentros, había disfrutado el momento.

– No vuelvas a referirte a Emily como cualquier cosa –su voz sonaba amenazante y su mirada era dura–, no tienes ni el derecho de mencionarla.

– ¿En serio me estás amenazando? Sabes la posición en que te encuentras, ¿verdad? –sobó el lugar del golpe y cruzó miradas con esos mieles ojos que lo observaban con odio y frialdad– Deberías ser más sumisa si no quieres que la foto termine en las redes.

– Puedes hablar lo que quieras de mí –su voz se relajó, pero su ceño permanecía fruncido–, pero no menciones a Emily.

– Bueno, no es como si ella me interesara de todas formas –comentó encogiéndose de hombros–. Joder, golpeas más fuerte de lo que pensé.

Una imperceptible sonrisa afloró en los labios de Tatiana, pero se obligó a sí misma a borrarla a la misma velocidad en la que apareció.

– Como sea, eso era todo, ¿cierto? Entonces me largo –hizo ademán de abandonar el lugar, pero el chico la detuvo tomándola de la muñeca–. ¿Qué?

– ¿Ni un beso de despedida?

– No jodas –se soltó bruscamente del agarre –, esto empieza el lunes.

– Entonces esperaré mi beso de buenos días el lunes –sonrió con notoria lascivia.

– Estás enfermo –asqueada, rodó los ojos y comenzó a caminar lejos del chico, lejos de toda la mierda que acaba de pasar.

– Recuerda –Tatiana se detuvo–, si le dices a tu querida Emily o a alguien más de esto, publicaré la foto.

No hubo respuesta, Tatiana simplemente pasó de responderle y siguió caminando, queriendo alejarse de ese lugar lo más rápido que pueda e ir a casa para poder llorar.

Recostó la cabeza en el mueble y se quedó mirando el blanco techo de su sala, la duda que la había atormentado toda la noche y no la había dejado dormir hizo presencia nuevamente en su mente: ¿Qué demonios le iba a decir a Emily?   

Mientras tanto, en el colegio Nerethia Seal ya era la hora de almuerzo y la mayoría de alumnos se encontraban en la cafetería para un poder comer algo y tomarse un descanso de las clases. En cierta mesa David, Fernanda, Camila, Marcelo, Antonio, Christina, Joseph y Emily se hallaban comiendo y conversando amenamente entre ellos, soltando una risa de tanto en tanto. Pero de todos ellos, era esta última la que más callada se encontraba, pues su mente ahora mismo se encontraba pensando en la persona que faltaba en aquella mesa. Volvió a sacar disimuladamente su celular y miró la bandeja de entrada buscando una respuesta a los mensajes que había enviado, pero no había ninguna.

– ¿Qué haces? –Joseph se asomó y miró su celular–. Oh, ¿Tatiana no te contesta?

– Ah, no…

– No deberías preocuparte mucho, de seguro está durmiendo –aseguró Fernanda mientras tomaba algo de jugo de manzana–, varias veces ha faltado por eso.

– Ya es típico de ella –agregó Marcelo –, de hecho, me sorprende que no haya faltado antes.

– Pero ya es algo tarde –divagó dando una última mirada a su celular para luego guardarlo–, debería ya estar despierta.

–Cuando se trata de dormir nadie le gana a Tatiana –bromeó Camila–, tampoco nos ha respondido a nosotros, ya lo hará luego.

– Supongo… –trató de sonreír, pero una extraña opresión en su pecho la hacía sentir intranquila y preocupada, aunque no había una verdadera razón para estarlo

Comenzaron a hablar ahora de la persona ausente, recordando anécdotas divertidas acerca de ella, siendo Christina quien más tenía para contar. El tema logró captar la atención de Emily, quien por un momento olvidó el raro sentimiento que la oprimía y se dedicó a reír ante las raras ocurrencias de la joven ojimiel. Sin embargo, su divertida charla se vio interrumpida por un chico alto y de cabello mostaza que se acercó a la mesa y posó su mano en el hombro de uno de los muchachos con total confianza.

– ¡Ryan! –exclamó David al ver al subcapitán de su equipo de basquetbol–. ¿Qué pasó?

– ¿No puedo pasar simplemente pasar a saludar? –golpeó amigablemente su hombro y miró a los demás con una sonrisa–. Hola, ¿qué tal?

– Esto es un milagro –dijo Camila con un tono de ironía viéndolo con una sonrisa–, ¿no se debe a algo en especial?

– ¿Me crees capaz de tener segundas intenciones en esta casual visita?

– Te voy avisando, querido Don Juan, que Tatiana no vino hoy –soltó Fernanda.

– Oh, ¿hoy no vino? –se reflejó incredulidad en su rostro–. ¿Por?

–No sabemos –David se encogió de hombros–, a lo mejor se quedó dormida como siempre.

– Es lo más probable –rio con ganas, pero sin perder su tono elegante. Fijó sus ojos oliva en las tres personas que conocía, pero que con quienes nunca tuvo la oportunidad de presentarse–. Hey, nunca he podido hablar con ustedes, ¿qué tal? Soy Ryan.

– Soy Christina.

– Soy Joseph.

– Y juntos somos los trasladados extranjeros –dijeron al unísono.

– Así que de América y Europa –comentó riendo refiriéndose a los acentos. Fijó ahora su mirada en la de ojos azul noche, ensanchando su sonrisa–. Emily Klett, ¿verdad? –la susodicha asintió sonriendo ligeramente, aunque más por cortesía que otra cosa– Eres más callada de lo que pensé.

– Solo tienes que conocerla más, en realidad es muy agradable –aseguró David.

– ¿Me parece o te estás confesando? –Fernanda miró picaronamente a su amigo haciendo que éste se sonroje.

– No seas idiota –volvió su mirada hacia el subcapitán y cambió de tema –, en fin, ¿buscabas a Tatiana para algo?

–Solo pasé a saludar, te lo dije–contestó aprisionándolo por el cuello con una ligera llave–. Y a avisarte que el entrenador cambió la práctica para la próxima semana, como te fuiste rápido del entrenamiento la otra vez no te lo pudo decir.

– ¿En serio? Menos mal que me avisaste, hubiera venido en vano el sábado.

– Ahora me debes una bebida –golpeó su hombro otra vez y se dio media vuelta–. En fin, ya vuelvo a mi mesa con los demás.

– Le diremos a Tatiana que le mandas saludos –dijo Camila.

– Ja, ja, que graciosa –giró los ojos a la par que negaba con una sonrisa–. No será necesario, ya la saludaré yo el lunes.

– Oh, ¿lo intentarás de nuevo? –curioseó Marcelo. Ryan lo miró y sonrió.

– Tal vez –se encogió de hombros y comenzó a caminar hasta su mesa.

– ¿A qué se referían con que lo intentará de nuevo? –preguntó Christina.

– Si intentará hacer que Tatiana salga con él –resolvió su duda Marcelo mordiendo su pan–, sería esta su cuarta vez intentándolo.

– ¿¡Cuarta vez?! –exclamó la rubia acompañada de Joseph, quien también se mostró totalmente sorprendido.

– Ryan es realmente terco –aseguró Fernanda sonriendo–, a pesar de la negativa de Tatiana, él sigue ahí y ahí.

– ¿Crees que lo logre esta vez? –preguntó Camila.

– La verdad no, se nota que Tatiana en serio no está interesada en él.

– ¿Apostamos? –propuso David sonriendo.

– Tatiana dijo que no quería que apostáramos con su vida amorosa –recordó Fernanda vagamente la regañada que había recibido de parte de su amiga.

– Entonces… ¿Apostamos?

Todos sonrieron cómplices e hicieron sus respectivas apuestas, a excepción de Emily, ella solo se quedó callada observando. Al apostar, David fue el único que dijo que Tatiana daría el “sí” con el fundamento que creía en el atractivo y simpatía de su subcapitán. Ante esto Emily sonrió, sintiendo lastima por David y el hecho de que iba a perder aquella apuesta.

Al cabo de unas tres horas más las clases se dieron por finalizadas, la mayoría de los alumnos fue a pasar el rato por ahí con sus amigos dado que era viernes, otros simplemente volvieron a sus casas.

Dado que ellos no habían planeado nada para ese día, David, Camila, Fernanda, Marcelo, Antonio, Joseph, Emily y Cristina volvieron a sus hogares luego de despedirse entre ellos. Aunque la rubia planeaba hacer una rápida parada en la casa de su amiga para averiguar el porqué de su falta ese día, no sabía describirlo, pero tenía un mal presentimiento desde el día anterior, más específicamente desde que vio la cara de Tatiana al leer la carta, simplemente parecía tan…desconcertada.

Tatiana seguía en pijama y viendo tele cuando escuchó su puerta abrirse. Dirigió su mirada a la entrada con curiosidad y precaución, pero al ver esa conocida cabellera rubia para ella se permitió relajarse nuevamente.

– ¿No te dije que empezaras a tocar la puerta?

– Pensé que estabas dormida.

– ¿Quién duerme hasta esta hora?

–Tú serías capaz, además, das la impresión de que hubieras dormido hasta hace poco con el pijama puesto–aseguró bromeando y sentándose a su lado–, ¿por qué faltaste hoy?

– Me quedé dormida.

– ¿Y por qué no contestaste los mensajes?

– Dejé mi celular en mi cuarto, he estado aquí desde que me he levantado.

– ¿Sabes que cierta personita estuvo preocupada por ti? –la miró picarona, pero Tatiana ni la miró, siguió con la mirada puesta sobre el televisor– ¿Estás bien?

– Sí, estupenda.

– Uy sí, eso es tan creíble –giró los ojos–. Algo te ha pasado.

– Claro que no.

– Claro que sí.

– Christina, estoy cansada –soltó un gran y largo suspiro hastiada y fastidiada–, en serio, estoy bien.

– Mírame a los ojos.

– No pienso hacer…

Pero antes de que siquiera terminara de hablar su rostro fue tomada por las manos de su amiga, obligándola a hacer contacto visual con esos ojos azules como el cielo de la mañana.

–Has estado llorando –susurró pasando levemente su pulgar por sus hinchados párpados–, y… ¿no has dormido? Tienes ojeras.

– Siempre las he tenido –le apartó las manos y volvió a pegar su mirada al televisor, aunque más que estar interesada en el programa, simplemente no quería hacer contacto visual con ella, sabía que terminaría leyendo si sucediera.

– ¿Qué ha pasado?

– No ha pasado nada.

– ¿Cuántas veces tengo que decirte que no sirve que mientas conmigo?

– ¿Cuántas veces tengo que decirte que no ha pasado nada?

– Eso es una obvia mentira.

– Si decides creerme o no ya es cosa tuya.

Un incómodo silencio invadió el lugar. Christina miró molesta a Tatiana, fastidiada por su necedad y desinterés, suspiro buscando calmarse y volvió a su semblante de siempre relajando el ceño. Se recostó en el sillón y decidió que, por el momento, lo mejor era cambiar de tema.

– ¿Sabes? Hoy me enteré acerca de otro de tus muchos rechazos.

– Si paras con Fernanda y David no me sorprende que te enteres de cada uno de ellos.

– Supongo –rio por lo bajo–. Me contaron que lo rechazaste ya un par de veces, pero él seguía insistiendo. Hoy vino a saludar durante la hora de almuerzo, era bastante simpático, no me creo que no lo haya notado a pesar de que también es rubio.

– ¿Cómo se llamaba? –se volteó con brusquedad y una aterrada mirada que hizo asustar a Christina, extrañada por su reacción.

– ¿Qué?

– El chico. ¿Cómo se llamaba el chico?

– Creo que Ryan, es el subcapitán del equipo de baloncesto.

– ¿¡Habló con Emily?!

– Solo la saludó, pero nada más…

– ¿No dijo algo raro? ¿No enseñó alguna cosa?

– Tatiana, ¿qué pasa? De la nada te has alterado.

– Es solo…solo que…

Si le dices a tu querida Emily o alguien más de esto, publicaré la foto.

El recuerdo de aquellas palabras hizo que la verdad se atorara en su garganta.

– Es solo… ¿qué?

– No, nada –negó y volvió la vista al frente–, no era nada.

– ¿Pasó algo con Ryan?

– ¿Qué puede pasar? –se forzó a sonreír –… ¿Sabes, Cristina?

– ¿Qué?

– Me gusta mucho Emily.

– Lo sé.

– Me gusta demasiado, en serio demasiado.

– Lo sé –sonrió enternecida.

– Quiero protegerla, evitar que alguien le haga daño.

– Es lo normal.

– Quiero que siga sonriendo siempre.

– ¿Vas seguir hablando de lo mucho que te gusta? Si es así, dame tiempo para ir por algo de jugo que esto va a tardar –hizo un ademán de pararse. Tatiana rio negando con la cabeza.

– Lo siento, solo quería decirlo.

– ¿No sería mejor decírselo a ella?

– Sí, supongo que sí...aunque no sé si lo entienda.

–Claro que lo va a entender –rodeó su cuello con el brazo y la atrajo hacia sí–, al fin y al cabo, ustedes son pareja y se quieren a montones, ¿no?

Esto último hizo que un nudo se formara en la garganta de Tatiana, sus ojos se cristalizaron, pero se negaron a dejar escapar una sola lágrima, si lloraba en ese instante entonces se delataría a sí misma y demostraría que algo pasaba. Christina no la iba a dejar tranquila si la veía llorar, la conocía demasiado.

–Sí –susurró tratando de que su voz no sonara ahogada, una melancólica sonrisa se dibujó en su rostro.

– Entonces solo díselo a ella, estoy segura que la hará feliz.

–Gracias, Christina.

– Pero si no he hecho nada.

– En realidad has hecho bastante.

– Entonces ven a visitarme un día de estos, mis padres extrañan a su segunda hija –propuso soltando su cuello

–Claro, iré pronto a verlos.

– Bien, entonces les daré la noticia hoy mismo –se levantó del sillón y cogió su mochila–. Me retiro ya, pasé solo para ver cómo estabas, y quedé con mis padres a ir a comer a un restaurante, me van a matar si me retraso más.

– Será mejor que te apures –dijo riendo –. Mándales mis saludos a tus padres.

– ¿No quieres venir? La comida es exquisita.

– ¿Has visto mis fachas? –extendió sus brazos y señaló su pijama– Ni me he bañado, así que por hoy paso.

– Bueno –soltó una risa que contagió a Tatiana–, pero sí o sí debes visitarnos pronto.

Asintió y, luego de despedirse, Christina finalmente se retiró del departamento. Cuando volvió a quedar rodeada de soledad, Tatiana volvió su vista al televisor y comenzó a dejar caer las lágrimas que había estado conteniendo.

–Espero que tú también lo entiendas Christina, solo quiero protegerla.

Las lágrimas que rodaban por su rostro aumentaron y pronto su cuerpo comenzó a tener espasmos, recogió sus rodillas hasta pegarlas a su pecho y las rodeo con ambos brazos, escondiendo su rostro entre ellas a la par que dejaba salir todo su llanto y dolor, sintiendo en cada lágrima derramada su impotencia. Ya no estaba acompañada mas que por la soledad, ya no tenía por qué esconder su debilidad.

Mientras tanto, Christina ya se encontraba dirigiéndose a su hogar, pero sintiéndose aún preocupada por Tatiana. Sabía que algo le había pasado, lo confirmó al ver sus mieles ojos cristalizados por contener el llanto, pero conocía tanto a Tatiana que sabía que no iba a admitir que algo malo había sucedido, al menos no de manera voluntaria. Sin embargo, conocía a la persona perfecta que sí podría hacerla hablar; o al menos ser el apoyo que Tatiana necesitaba. Sacó su celular y entonces marcó, siendo su llamada contestada en el tercer tono.

– ¿Aló?

– Hey, querida Emily, ¿qué tal estás?

– ¿Qué quieres?

– Tan dura como siempre –rio ya acostumbrada por ese trato tan frío. Sí, ella se había buscado ser tratada de esa forma, pero es que en serio adoraba molestarla y celarla, era divertido–. Relax, solo vengo a darte algo de información de tu querida Tatiana.

– ¿Información?

– Hoy estabas preocupada por ella, ¿no? ¿No quieres saber por qué faltó?

–… Habla…

– La verdad es que no tengo idea.

– Si me disculpas, tengo cosas que hacer, voy a colgar.

Wait! Wait!

– ¿Ahora qué?

– Fui a verla hoy, y no se veía tan animada que digamos, no creo que haya faltado porque se haya quedado dormida.

– ¿Entonces?

–No lo sé. Traté de preguntarle, pero no me dijo nada, solo me comenzó a hablar de ti, de cuánto le gustabas y todo eso.

–…Oh…

– Acabas de sonrojarte, ¿cierto?

– ¿Podrías no cambiar el tema?

Ok, ok –soltó una ligera risa al notar que había acertado–. En fin, el caso es que creo que algo ha pasado, pero no sé qué.

– ¿Y qué sugieres?

– ¿No quieres hacerle una visita?

Notas finales:

Nuevamente disculpen la demora, he tenido algunos imprevistos hoy :c pero aquí está el cap<3 spero que les haya gustado, gracias por darse el tiempo de leer.

¡Nos leemos mañana!


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