Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Perdona si digo que te amo por Parepi_

[Reviews - 196]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Quinto día del especial de la semana navideña, distruten<3

Luego de salir de la ducha sintió sus músculos más relajados, un baño caliente siempre lograba quitarle algo de tensión. Se colocó su salida de baño y se dirigió a su cuarto, se sentó al borde de su cama y cogió su celular para poner alguna canción, pero antes de hacerlo dio una rápida revisada a sus mensajes. Todos de sus amigos, quienes comenzaban a reclamar algo de atención dado que en todo el día no les había respondido, pero su interés solo fue captado por un chat en especial.

<< ¿Estás bien?>>

<< ¿Ha pasado algo?>>

<<Hoy te extrañé. >>

<<Te quiero. >>

Una rebelde lágrima se le escapó al leer el último mensaje, recorrió su mejilla y cayó sobre la táctil pantalla de su celular. Se limpió el salado rastro de su piel a la par que negaba para sí misma, como diciéndose a sí misma debía ser fuerte, seleccionó una canción aleatoria y procedió a cambiarse, ignorando por completo todos los mensajes, aún no estaba lista para enfrentarse a esa realidad.

La noche no demoró en caer, tiñendo el cielo de un azul oscuro y adornándolo con estrellas y una luna llena. Tatiana continuaba pegaba al televisor viendo sin interés alguno el programa de cocina que estaban sintonizando en ese momento. Cayó en cuenta de que tal vez lo mejor hubiera sido ver otra cosa cuando su estómago comenzó a gruñir, pues, aparte de aquellas tostadas y jugo de fresa, no había comido nada más en todo el día.  Trató de aguantar el hambre, pero luego del cuarto reclamo de su estómago no le quedó de otra más que levantarse e ir a la cocina por algo de comer, aunque dado que no había ido de compras hace una semana, sus pocos recursos solo le permitieron prepararse un huevo frito con tocino y un jugo de manzana. «Debería ir de compras mañana, luego miraré que cosas más me faltan», se dijo mentalmente y repitiéndoselo un par de veces para no olvidarlo.

Terminó de comer más rápido de lo hubiera querido. La comida no la había saciado, pero había logrado calmar su hambre por el momento y eso le bastaba. Siguió viendo televisión hasta que el reloj marcó las diez de la noche, entonces decidió finalmente levantarse del sillón e irse a su habitación, no sin antes lavar los platos.

Una vez estuvo en su cuarto se recostó sobre su cama dando un largo y pesado suspiro, se acobijó entre sus sábanas para protegerse del frío. Aún era temprano, al menos lo era para ella, normalmente se amanecía ya sea hablando con sus amigos, escuchando música o haciendo cualquier otra cosa; pero ese día quería simplemente dormir, dormir y olvidarse de todo por un momento. Cerró sus ojos a punto de entregarse a los brazos de Morfeo, pero su costumbre de todas las noches la hizo coger su celular para mandarle un mensaje a buenas noches a la persona que amaba, aunque una vez tuvo el móvil entre sus manos sus dedos no se movieron, dudaron sí enviar el mensaje o no. Es decir, no le había respondido en todo el día, ¿no sería raro hacerlo en ese momento solo para desearle buenas noches? ¿Acaso eso no molestaría a Emily? O, mejor dicho, ¿Emily no estaba molesta con ella? Seguía sin saber como afrontarla, ¿cómo debía hablarle luego de todo lo que había sucedido?

Finalmente se decidió a simplemente dejar su celular bajo su almohada, aún no estaba lista para enfrentar aquella prueba, ni su corazón ni su mente lo estaban. Inhaló una gran boconada de aire y cerró sus ojos, quedándose a los pocos segundos profundamente dormida.

Cuando despertó el reloj marcaba las 9 de la mañana, era raro que ella se levantara tan temprano un fin de semana, pero considerando que el día anterior había ido a la cama alrededor de las 10 era lógico. Lo primero que hizo al despertarse fue estirarse en su cama para relajar los músculos, el sueño que había tenido había sido reparador, su cuerpo se sentía con energías. Se levantó y, luego de lavarse la cara, fue a la cocina a prepararse algo de comer.

«Cierto, casi no tengo comida», se dijo en cuanto vio su nevera vacía. Sacó las fresas que quedaban y par de huevos. «Tengo que ir a comprar algo antes del almuerzo». Se preparó un humilde desayuno que consistía en un jugo de fresa y unos huevos revueltos, se dirigió a la sala y comenzó a comer mientras veía la televisión. La hora se pasó volando sin que nada interesante pasara, para cuando Tatiana de percató ya eran poco más de la 1 p.m. Se levantó del sillón con la intención de irse a su habitación y cambiarse de ropa para salir a comprar las cosas que necesitaba; sin embargo, cuando estuvo a medio camino escuchó el timbre sonar. Se extrañó, no solía recibir visitas, solo se le podía venir una persona a la mente. Escuchó el timbre por segunda vez y, suponiendo que se trataba de Christina, no se molestó y fue a abrir la puerta aún en pijamas; pero al encontrarse con esos ojos azul noche sintió su mundo ponerse de cabeza.

No se lo esperaba, no se lo esperaba para nada. Ahí, en el umbral de su puerta, se encontraba Emily. La persona de la que estaba enamorada, la persona que más quería, la persona a la cual no sabía cómo afrontar y que, en esos días, ha estado evitando. Su corazón comenzó a latir con fuerza y su respiración a volverse más pesada, no tenía idea si era por la emoción o por el miedo que estaba sintiendo, su cerebro parecía haber dejado de razonar a la par que su estómago empezaba a revolverse. Estaba volviéndose un lío.

— Lo siento, no sabía que seguías durmiendo.

— Ah, ¿qué…? —bajó la mirada y se topó su pijama con estampado de elefante. Sus mejillas no tardaron en ruborizarse por la vergüenza— No, esto, estaba a punto de cambiarme.

— ¿Llegué en mal momento?

— No, no, claro que no, pero... —se revolvió incómoda en su sitio—Es solo que me ha sorprendido tu visita.

— ¿No estuvo bien que viniera?

— ¡No me refiero a eso! Solo que no lo esperaba.

— No viniste ayer a clases y estaba algo preocupada.

— Solo me quedé dormida —aseguró sonriendo nerviosa rogando que Emily no empezara a preguntarle el porqué de su ausencia—, no es nada de otro mundo, tranquila.

— Además, quería verte —la miró con ternura y le sonrió, logrando hacer que Tatiana se sonrojara y desviara la mirada avergonzada—. ¿Puedo pasar?

— Sí, claro, pasa.

Ambas entraron en el departamento, pero Tatiana apresuró el paso y cogió el plato y el vaso en el que anteriormente se había servido su desayuno para llevarlos hasta la cocina y lavarlos.

— Disculpa el desorden, no esperaba visitas.

—Te envié un mensaje y traté de llamarte —tomó asiento en el sillón y comenzó a mirar el programa que estaba dando en la televisión—, pero nunca me contestaste.

— Ah, bueno…—preguntó incrédula mientras salía de la cocina— Lo siento, no tuve tiempo de responder los mensajes, no he mirado mucho mi celular estos días.

— ¿Y eso por qué?

— No lo sé —se encogió de hombros quitándole importancia al asunto—. Me aburrí de la tecnología, ¿tal vez?

— Claro, eso es muy convincente —giró los ojos sarcástica y luego volvió a posar su azul mirada en esos mieles ojos—. ¿Ha pasado algo?

— No ha pasado nada—aseguró sonriendo, aunque dentro de ella el corazón se le había detenido por un segundo—, falté ayer porque me quedé dormida y no contesté los mensajes porque no he estado muy pendiente de mi celular.

— ¿Esperas que te crea? —se cruzó de brazos, completamente escéptica.

— Es la verdad—afianzó más su sonrisa, poniendo en ese acto todo lo que podía para hacerlo convincente—, apagué la alarma media dormida ayer y ya no me levanté. Cuando estuve despierta empecé una maratón de películas, por eso ignoré el celular.

— Tatiana...

— En serio, no te preocupes, todo está bien.

La examinó con su azul mirada de pies a cabeza. Se fijó en sus gestos, sus manos, sus ojos, su postura y, sobre todo, en su sonrisa. Ella lo sabía, sabía que esa sonrisa no era sincera, era la que Tatiana usaba siempre cuando recién se conocieron, lo tenía más que claro; pero también conocía la terquedad de Tatiana a la hora de admitir cosas, le costaba sincerarse acerca de sus sentimientos, solía aguantar todo por sí misma sin apoyarse en nadie. Suspiró, por el momento le seguiría el juego, ya luego encontrará el momento adecuado para hablar.

— Vale, si dices que es así entonces te creo.

— Sí, así fue—sonrió aliviada sintiendo la tensión de sus músculos irse lentamente, no creía haber podido seguir soportando la inquisitiva mirada de Emily por mucho más tiempo.

— Entonces, ¿qué ibas a hacer antes de que llegara?

— Iba a comprar algunas cosas para el almuerzo.

— Oh, ¿aún no almuerzas?

— No, ¿y tú?

— Tampoco, pensaba comer contigo.

— ¿Conmigo?

— Quería probar tu comida otra vez.

— Vaya, parece que te terminaron gustando mis delicias culinarias —sonrió ladina cruzándose de brazos. Ahora sí parecía ella misma con esa aura relajada y bromista.

— Para que te digo que no, la verdad es que me encantan.

— Funcionó el plan de atraparte con comida al parecer —bromeó riendo—. Iré a cambiarme rápido y vamos a comprar las cosas, ¿vale?

— De hecho, me gusta tu pijama —miró aquel estampado de elefante y ahogó una risa—. ¿Por qué no vas así?

— Porque mi pijama no combina con mis zapatillas deportivas —llevó su mano a la cadera y con la otra se izó el cabello—, pero si quieres puedes ponértela tú, ya que tanto te gusta.

— Estoy bien con lo que llevo —negó rápidamente riendo—, gracias.

Ambas rieron con ganas. Tatiana volvió a su habitación y se arregló en menos de 10 minutos: un pantalón jean pegado azul oscuro, un polo verde limón manga corta, una campera marrón y unas zapatillas deportivas blancas eran suficiente. Se peinó y lavó la cara y, finalmente, abandonó el departamento junto a Emily para hacer las respectivas compras.

En el minisúper ambas chicas se tomaron su tiempo recorriendo los pasillos y cogiendo lo necesario, aunque era Tatiana la que sabía mayormente que cosas coger y que cosas no; Emily, por su parte, parecía que era su primera vez en un lugar así dado que veía con gran interés todos los productos, algo que le causaba ternura y hacía sonreír a la ojimiel. Luego de una media hora, ya tenían todo lo necesario y poco más en las bolsas. Volvieron a la casa y ordenaron las recién adquiridas provisiones hasta que, finalmente, comenzaron a preparar la comida. Era, de hecho, la primera vez que cocinaban algo juntas, anteriores veces era Tatiana quien preparaba la comida, o era Emily quien ya traía algo para comer; pero esta vez la ojiazul insistió en ayudar en la preparación, algo que Tatiana no pudo negarse dada la cara de cachorro con la que se la estaba pidiendo. ¿Quién podría decirle que no a esos ojos? ¡Nadie! ¡Absolutamente nadie!

Separaron las tareas para agilizar el trabajo, pero a pesar de que Emily se encargaba de las cosas más sencillas, dado que era su primera vez en la cocina las cosas se le dificultaban más de lo que creía.

— Esto, ¿Emily? ¿Estás segura que tienes que echarle azúcar al pollo?

— Sí, estoy segura, le pregunté a Natalia.

— ¿Natalia?

— Mi ama de llaves –contestó sin dejar de su labor de sazonar con azúcar la presa–, a veces le pregunto sobre algunas recetas.

— No sabía que te gustaba cocinar.

— En realidad, esta es la primera vez que lo hago.

—Ah… Espera, ¿¡la primera vez?!

—Sí, pero tranquila, estoy segura de lo que hago, he visto varios programas y leído algunos libros de recetas –dijo confiada comenzando a prender la hornilla y coger la sartén –, se supone que agregue aceite ahora, ¿verdad?

— Sí, pero…

— Bien –cogió el aceite y vació más de lo necesario–. Ups, creo que me pasé.

— Emily, yo puedo freír las presas, ¿no quieres ir cortando las papas…?

— Puedo con esto –aseguró cogiendo el mango de la sartén, su orgullo no le dejaba dar un paso atrás. Cogió la presa que recientemente había sazonado y la colocó en la sartén–. ¿Lo ves? Nada de otro mundo.

—Cuidado, a veces el aceite salta y…

No pudo terminar de hablar pues justo en ese momento Emily soltó un ligero grito que fue provocado cuando una gota de aceite salpicó en su mano, haciendo que soltara el mango de golpe. Tatiana se apresuró y cogió su delicada y pálida mano para examinarla, suspiró aliviada al percatarse que solo había sido una gota diminuta que no iba a dejar gran marca en la piel.

— ¿Ves? –susurró mientras le hacía mimos en su mano–. A veces pasa esto y por eso hay que tener cuidado, solo fue un susto. Anda, yo frío las presas y tú encárgate de pelar las papas, ¿vale?

Emily asintió avergonzada, aquello no le había dolido realmente, pero le tomó por sorpresa el caliente aceite en su mano que no pudo evitar gritar del susto. Fue a un costado, justo donde se encontraban un par de papas en un tazón, y procedió a pelarlas. Dado que era la primera vez que hacía aquello le tomó un buen rato saber como manejar apropiadamente el pelador, pero al cabo de unos minutos pareció pillarle el truco.

— ¿Quieres qué te ayude? –preguntó Tatiana posicionándose a su lado.

— No, espera que ya acabo.

— ¿Segura?

— Sí.

— Bien, entonces voy pelando esta –cogió la última papa del tazón, una chuchilla y comenzó a pelar el tubérculo. Emily no respondió, siguió concentrada buscando quitarle a la perfección la primera capa y dejándola limpiamente bien pelada.

— ¡Terminé! –exclamó con emocionada luego de tres minutos girándose para ver a Tatiana y recibir algún elogio por su trabajo, pero se desanimó ésta había terminado hace ya un buen rato también–… Tú eres realmente buena en esto, ¿no?

— Más que ser buena, solo que llevo un tiempo haciéndolo. Aún tenemos que cortarlas y darles forma rectangular, ¿saber cómo hacerlo?

—Eh…

—Sí, tienes un largo camino que recorrer —negó sonriendo. Se acercó hasta ella y se posicionó por detrás, quedando a sus espaldas, alzó sus brazos y colocó sus manos sobre las de Emily—. Mira, tienes que coger la papa así –comenzó a indicarle en su oído con un suave susurro–, el cuchillo lo colocas así y finalmente cortas.

Más que estar concentrada en la explicación, Emily estuvo más pendiente de la poca distancia que había entre ellas y de la suave y dulce voz de Tatiana erizándole la piel de su cuello. Nunca habían estado en una posición así, al menos no en ese contexto, le hacía sentir un agradable y cálido sentimiento, como si realizar aquella banal acción de cortar papas fuera un acto mucho más íntimo de lo que aparentaba ser. Dicho de otra manera, se imagino así, en esa misma situación con Tatiana, dentro de muchos años, viviendo juntas, cocinando juntas, durmiendo juntas; un futuro que nunca había planeado hasta ese momento, que no le desagradaba mucho el que se pudiera volver realidad con el tiempo. Sonrió ligeramente, deseando dentro de su corazón que momentos así duren para siempre, y que el futuro que acababa de imaginar pueda realizarse.

Repitieron el proceso un par de veces más, las manos de Emily seguían siendo guiadas por las de Tatiana hasta que, poco a poco, fue entendiendo el procedimiento y capaz de hacerlo por su cuenta.

— Bien, parece que lo entendiste –la felicitó abrazándola por la cintura–. No es tan difícil cuando le agarras el truco, ¿verdad?

— No, no lo es –giró su cabeza para poder mirarla a los ojos–. Gracias.

Se quedaron mirando con una sonrisa en sus ojos, perdidamente enamoradas de la otra. ¿Quién se iba a imaginar que ellas dos terminarían saliendo? Nadie, absolutamente nadie. Sus personalidades, gustos, realidades, todo era tan diferente entre ellas que parecía que no tenían nada en común; sin embargo, ahí estaban, completamente enamoradas.

Emily comenzó a acercarse con la clara intención de darle un beso; sin embargo, aunque al principio iba a corresponder gustosa el gesto, Tatiana volteó la cara y evitó el contacto al sentir su corazón estrujarse por la culpa, sentía que no se merecía aquello, no después de todo lo que estaba a punto de hacerle a Emily.

— Termina de cortar la otra por favor, iré preparando la ensalada –se separó y, evitando el contacto visual, comenzó a cortar la lechuga, la palta y el pepino para la ensalada. Está más decir que Emily se quedó extrañada y desconcertada ante lo que acababa de suceder, pero al notar el sombrío semblante de Tatiana que parecía rogar que no le preguntara sobre aquello, decidió simplemente dejarlo pasar. Ya luego habrá momento para hablar de todo.

Pasaron unos 15 minutos hasta finalmente terminaron de preparar lo que iban a comer. Llevaron todo a la mesa y comenzaron a disfrutar lo que habían cocinado entre ambas.

— Creo que me pasé con el azúcar –susurró Emily mientras comía un pedazo del pollo.

— No está tan mal, es un sabor original.

— ¿Eso es bueno o malo?

— Depende del gusto.

— Sigo sin saber si era un cumplido.

— Parece que ambas nos quedaremos con la duda.

Sus risas no tardaron en hacer acto de presencia en medio de la conversación, haciendo de ese sencillo y peculiar almuerzo, un momento único e inolvidable para ambas. Charlaron durante toda la comida sobre temas banales, donde las bromas y las risas no tardaron en aparecer, aquel ambiente era reconfortante para ambas, el tipo de ambiente familiar y hogareño que ambas anhelaban. Cuando terminaron de comer, recogieron la mesa y lavaron los platos, luego decidieron ver una película para pasar el rato, algo que de hecho hacían bastante seguido; como de costumbre Emily se acurrucó en el pecho de Tatiana, pero ésta, lejos de sentir la alegría y gozo de siempre, solo podía sentir culpa y su estómago revolverse.  

Luego de una película tras otra, el tiempo pasó volando sin que ninguna de las dos se percatara, parecía que cuando estaban juntas las manecillas del reloj giraban mucho más rápido de lo normal. Estaban a punto de ser ya las diez de la noche cuando Emily se separó de Tatiana.

— ¿Te vas ya?

— Eso creo, es algo tarde.

— Ni modo –suspiró mientras se estiraba–, ¿te acompaño hasta abajo?

— No, no me iré todavía.

— ¿Aún no?

— Aún tengo algo que hablar contigo.

— ¿De qué tenemos que hablar?

— La razón por la que faltaste ayer, la razón porque has estado rara hoy.

— ¿Rara? –su corazón volvió a latirle con fuerza y podía sentir como comenzaba a sudar frío– He estado normal todo el día.

— No, no lo has estado. Te conozco, Tatiana, es obvio que sepa cuando la persona que amo actúa rara, ¿no crees?

Aquello fue la daga que finalmente perforó su corazón y la hizo sentir toda la culpa que estaba tratando de ignorar todo el maldito día. Sentía un nudo en su garganta y sus ojos cristalizarse, ¿cómo es que había logrado hacer que alguien tan linda y pura como Emily se fijara en ella, quien era un completo desastre? Tatiana su mirada dolida, sentía que no merecía a Emily para nada.

— ¿Qué ha pasado?

— No…—negó débilmente tratando de que su voz no se rompiera—Nada…

— Tatiana –su voz se tornó más firme, pero a la vez más cálida. Cogió su mentón con delicadeza y dulzura para buscar sus mieles ojos, esos que tanto amaba, esos ahorita mismo parecían llevar tanto dolor encima que le dolía–, ¿qué ha pasado amor? ¿Ha sucedido algo malo?

— Yo…lo siento.

— ¿Por qué?

— Solo… lo siento…

— No entiendo —le acarició el cabello y comenzó a hacerle mimos, buscando darle toda la confianza para que pudiera hablar, reconfortarla y que ella estaba ahí para apoyarla en todo—, ¿por qué te disculpas?

— ¿Confías en mí?

— ¿Qué? ¿A qué viene eso tan de repente?

— Contéstame, por favor –la miró fijamente con sus mieles ojos al borde del llanto, suplicándole con la mirada– ¿confías en mí?

—Sí —acarició sus mejillas y le sonrió con toda la dulzura y amor del mundo—, sí confío en ti.

Tras su respuesta Tatiana la envolvió en un abrazo, envolviéndola con sus brazos con fuerza y desesperación, como si buscara aferrarse a ella, parecía una niña asustada que abrazaba a su oso de peluche para protegerse de la oscuridad. Aunque trató de evitarlo, no pudo evitar que un par de lágrimas se le escaparan al estar entre los brazos de Emily, entre ellos se sentía a salvo, se sentía segura, quería quedarse con ella todo el tiempo que podía. Emily, por su parte, no tardó en corresponder el abrazo, sentía a Tatiana temblar y eso le encogía el corazón, ¿qué demonios le había pasado a su dulce ojimiel? ¿Qué era tan grave para dejarla tan indefensa?

— Gracias —susurró débilmente, parecía como si hubiera necesitado ese contacto hace mucho.

— ¿Qué te pasa, Tatiana?

— Nada, solo te quiero demasiado y no quiero que nadie te haga daño.

— Esa no es realmente una respuesta.

— Es la única respuesta que puedo darte –se separó suavemente de ella y besó su frente–. Hey, ¿puedo besarte?

—Realmente eres tonta —Tatiana la miró confundida—. Llevo todo el día esperando un beso, así que solo hazlo de una vez.

Sin oponerse ni perder más tiempo, Tatiana juntó sus labios con los de Emily en un desesperado beso, uno que realmente anhelaba desde que la había visto en el umbral de su puerta pero que, a la vez, sentía no merecer. Aquellos labios eran simplemente perfectos, le gustaba tanto besarlos y morderlo, eran tan suaves y sabían tan bien que simplemente no parecían de este mundo; ella había besado antes a otras personas, pero por Dios nunca había probado algo tan dulce como los labios de Emily, eran simplemente perfectos, y el saberse la única con el derecho a besarlos era un privilegio que agradecía tener; pero que ahora dudaba merecer. Lentamente rodeó la cintura de Emily con sus brazos, queriendo atraerla más hacia ella, queriendo aferrarse a ella, su egoísmo, aquella parte de ella que siempre evitaba oír desde hace años, le decía que la abraza y que no la dejara ir jamás.

Emily podía sentir en aquel beso la ansiedad y angustia de Tatiana, podía sentir claramente que tenía miedo y estaba sufriendo por el cómo sus labios se movían con furor, y eso le estaba partiendo el alma. Trató de marcar con su boca un nuevo ritmo, uno más calmado y suave, más tierno y dulce, un ritmo que pudiera calmar toda esa intranquilidad que estaba consumiendo a Tatiana, quería hacerle saber con aquel beso parsimonioso que ella estaba ahí, que no pensaba irse a ningún lado y que contaba con su apoyo incondicional para todo.

El mensaje pareció poder llegar a Tatiana, comenzó a ir al ritmo que marcaban los labios de Emily, por ese instante, la mezcla de todo lo que pensaba y sentía pareció desaparecer, dejando solo la dulce sensación de aquellos labios sobre su boca. Relajó todo su cuerpo y se dedicó en disfrutar aquel momento, queriendo hacerlo durar si era posible toda la eternidad.

— Te quiero —susurró Emily cerca a sus labios una vez se hubieron separado para recuperar el aire—. En serio te quiero Tatiana, por eso no me gusta que sufras sola, quiero que confíes en mí, que te apoyes en mí si algo está mal.

— Lo sé —tenía los ojos cerrados, aún no quería abrirlos porque tenía miedo de que la realidad la golpeara de golpe si lo hacía.

— ¿Me contarás ahora qué es lo que está mal?

— Solo necesito que confíes en mí, por favor, es todo lo que necesito.

— Confío en ti, confío en ti más que en nadie.

— Bien —sonrió levemente, esas palabras en serio le daban fuerzas para seguir—, gracias.

Se quedaron en silencio, simplemente abrazándose y con sus frentes juntas, no querían separarse nunca, se sentían seguras en los brazos de la otra, se sentían completas luego de tanto tiempo de haberse sentido solas y perdidas, como si los pedazos de la otra hubieran logrado completar aquello que les hacía falta en sus vidas. Sin embargo, sabían que tarde o temprano tendrían que separarse, la noche avanzaba sin esperar a nadie, si Emily no se iba pronto puede ser peligroso, tanto por la inseguridad de la calle como los problemas que podría tener en su casa. Tatiana lo sabía, lo sabía mejor que nadie, pero aún así se negaba a soltar su cintura y dejarla ir, quería retenerla ahí con ella todo el tiempo que fuera posible; al fin y al cabo, no sabía si iba a tener otra oportunidad besarla y estar con ella más adelante.

— Emily…

— ¿Sí?

— ¿No te quieres quedar a dormir?

 

Notas finales:

Gracias por leer, espero les haya gustado.

¡Nos leemos de nuevo mañana!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).