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De Aristocracia y Otras Estupideces. (New Version) por Menz

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Notas del capitulo:

¡accio cap 17!

Capítulo XVII

Cuando los corazones se rompen.

Entonces, ¿Qué quería hacer?

Besarla.

¿Qué debía hacer?

Alejarse de ella. Superarla.

Suspiró al sentirse acorralada. Ella siempre se había dejado llevar por sus sentimientos, siempre había hecho lo que quería. De eso se trataba el arte. De sentimientos, de pasión, de amor. Y nunca había sentido tanto amor como el que sentía por la azabache.

Lo que había pasado en la finca… la cercanía que tuvieron, el casi beso que se dieron… Un beso, solo uno quería. Sabía que era incorrecto, pero ¡aaaaahhhh! ¿Cristina también sentía algo? No se había apartado. Al contrario, la había abrazado, había sentido a la chica temblando,  buscando también su boca. Y luego… ¿en verdad Cristina le había dicho “mi amor”, o lo había soñado? ¡¿Que rayos sentía Cristina?! Acaso, ¿amor? En otras circunstancias esa idea la hubiera hecho saltar de felicidad pero, en su posición, esa idea era preocupante. Su tío tenía razón, el amor que sentía por su hermana la arrojaría a sus brazos una y otra vez. Y no podía permitirse eso.

Se suponía que su familia entraría a su habitación en cualquier momento, para cenar todos juntos. ¿Donde estaba su azabache favorita? ¿Debía decirle algo sobre lo de la finca? ¿Debía pedirle una disculpa? ¿Debía besarla y dejarse llevar? ¡No, idiota! ¡Eso no!

Miraba el techo como si tuviera las respuestas a todas las preguntas que le atormentaban. Escuchó a alguien entrar y al bajar la vista, se topó con los ojos de Cristina. Se dedicó a observar a la chica mientras dejaba un enorme vaso sobre el buró y se sentaba a su lado.

No sabía que decirle así que le tomó la mano, moviendo el dedo pulgar para acariciar suavemente el dorso de la chica.

-¿En que piensas?- Le preguntó su hermana.

-En ti.- Se le escapó. Las mejillas de la azabache se tiñeron de carmín.- ¿Es para mi?- Hizo un gesto para señalar el vaso.

-Si, yo… espero que te guste.- Cris se apartó un poco de ella para alcanzar el vaso.- Es tu favorita.- Se acomodó mejor sobre el colchón y probó la bebida que le ofreció la chica.

-Está muy rica.

-¿En serio?

-Si. Prueba.- Cristina probó su creación.

-Me quedó bien.

-¿Esto será la cena?

-No.- Su hermana rio.- Solo creí que te gustaría tomar algo.

-Gracias. Siempre me alimentas.

-¿Te sientes bien?- La chica la miró analizándola milimétricamente.

-Mucho mejor. Ya no me siento como si acabara de tener una pelea de box.

-Eso fue lo que tuviste. Eres muy valiente.

-No lo soy. Solo quería encontrarte y sacarte de ahí.- Se quedaron mirando. Nunca se había quedado sin palabras ante esa chica, pero en ese momento no estaba segura de continuar con esa conversación.- Cris… sobre lo… lo que pasó en la finca…- Sintió su cara ardiendo.- Quiero pedirte una disculpa…

-¿Una disculpa?

-Sí… es decir, yo…- ¡Habla!- me acerqué y… tal vez te incomodé.- Mirar los ojos de Cris le costaba mucho trabajo.

-No, yo… no fue incómodo.- El rostro de Cris estaba totalmente rojo.- Me sentí… bien. Necesitaba tenerte cerca.

¡Quería besarla! Se irguió en la cama.

-Auch.- Sintió una punzada en el costado.

-¿Estás bien?- La azabache la miró preocupada. Asintió y se acercó un poco más.

-Entonces le dije a la tonta esa que se hiciera a un lado.- Su tía Angie llegó haciendo escándalo. Detrás de ella entró el resto de la familia.

-Angélica, mis hijos te estás escuchando.- Se quejó Guillermo.

-¡Me llamo Angie!- Declaró molesta la mujer. Cristina le dirigió una mirada furtiva y le sonrió, como si con ese gesto guardaran un secreto.

-¿Y la cena?- Preguntó Sofi. ¡Eso mismo quería saber ella!

Unos minutos después todos se encontraban ya cenando. Bernardo y doña Cuqui se habían lucido. Habían colocado una mesa relativamente pequeña. Nunca había visto a su familia comer así de apretados. Pero los veía más sonrientes que durante los últimos días. Las ojeras de su padre se habían reducido considerablemente.

-Todos esperan verte en el desfile el domingo.- Le dijo Sofía.

-Espero poder acompañarlos.

-El viernes te revisará nuevamente el médico, así podremos estar seguros de que no te lastimarás en el desfile.- Intervino su padre. El teléfono de Guillermo empezó a sonar. Se apresuró a contestar.  Frunció el ceño.- Se suponía que nosotros lo veríamos primero antes de que fuera publicado. De acuerdo, de acuerdo.

-¿Qué pasa?- Cristina estaba un poco alarmada.

-El video de lo sucedido en Cáliz…- comenzó a explicar su padre mientras guardaba el celular en su bolsillo.- hace cinco minutos fue publicado, cuando explícitamente ya le había pedido a Álvaro que me lo enviara antes de que todo el mundo lo viera.

-Hay que verlo.- Angie se apresuró a encender su Smart-Tv y buscar el dichoso video.

-Sofi…- habló la condesa.- ¿Terminaste de cenar?- La enana asintió.- Lo que veremos no es apropiado para ti, ¿podrías esperarme en tu habitación? En unos minutos te alcanzo.

Su hermanita sabía muy bien cuando obedecer sin poner objeciones, así que se retiró de la habitación. Memo se quedó callado, como si temiera que su madre también lo enviara a su alcoba. Pero Sofía no lo hizo. Seguramente consideraba que el chico debía estar al tanto de ese asunto.

-Aquí está.- Angie presionó “play” y el video se reprodujo…

Empezaba con Cindy hablando frente a la cámara, explicando lo que se presentaría. Una recopilación de videos tomados con los celulares, ordenando todo de manera cronológica. Enseguida apareció ella, tocando en el concierto. Todos los asistentes cantando y divirtiéndose. Se escuchó una terrible explosión. Caos. Gritos. Empujones. Ella y sus hombres de negro abriéndose paso entre la multitud. Encapuchados atacándola. El ángulo la captó claramente cuando, después de defender a aquellas chicas y bajar del auto, fue golpeada en la cabeza por Sergio.

-¡Oh por Dios!- Sofía se llevó la mano a la boca. Cristina se encontraba sentada a su lado y le tomó la mano. Sentía la fuerza con que la azabache la apretaba, con los ojos fijos en la pantalla.

Los citadinos corriendo confundidos por las calles. Chicos alertando a todos sobre el plan de secuestro… Toda la gente había subido a sus vehículos para ir en su ayuda. Extraños confiando uno en el otro… vecinos auxiliando a los heridos…

Ver eso fue revivir todo nuevamente. Escuchar el caos, las sirenas de emergencia. Ver los rostros asustados, sucios, con sangre, la transportó a ese día. La desesperación de no saber de Cristina, de estar incomunicada con el mundo… Ahora fue ella la que sujetó fuerte la mano de su hermana. Jamás quería volver a sentirse así.

Habían llegado a las puertas de la finca, donde la batalla continuó. Eso se había puesto peor que en el concierto. Se veía a los citadinos corriendo detrás de los encapuchados, tirándoles piedras, pegándoles con palos y cables… Los encapuchados utilizando navajas para hacer retroceder a la multitud que quería lincharlos. Ella apareció de nuevo.  Peleaba usando el bate. Sofía hizo una exclamación de triunfo cuando la vio rematando al atacante… Pero luego estaba de rodillas en el suelo, acorralada… entonces se le fue encima a uno de los tipos. La empujaron, cayendo de cara contra el suelo. La arrastraron. Ella se defendió usando un cuchillo. Guillermo estaba de pie, inmóvil. La imagen se cortó justo antes de que ella clavara   el cuchillo en el pecho del sujeto… Los ángulos giraron y las camionetas negras aparecieron. Se escucharon gritos de los encapuchados ordenando que capturaran a Cristina. Gente yendo hacia las camionetas. Se encontró entre la multitud, corriendo sin importar a quien empujaba o golpeaba.  Un encapuchado corrió hacia ella, sacándola de la toma con violencia. El caos siguió por varios segundos más hasta que nuevamente la enfocaron. Sergio le apuntaba con el arma.

-¡Hijo de…!- Su padre miró eso horrorizado. Nadie en su familia sabía sobre eso. Se quedó callada, sintiendo los ojos de su padre fijos en ella.

En la pantalla, vio como la camioneta negra se puso en movimiento. Zigzagueó un poco pero luego fue en línea recta hacia Sergio, golpeándolo y azotándolo contra la reja. Cristina bajó y corrió a abrazarla… Se sintió algo incómoda al verse así en la pantalla. Su familia las observaba, nadie se movía y parecía que ni respiraban.

El caos se calmó. La gente se encontraba en el suelo, agitada y golpeada. Muchos iban preguntando si alguien necesitaba ayuda. Los paramédicos iban de aquí para allá con sus botiquines, curando heridas. Ellas caminaban entre la gente. Realmente se veía muy mal, con razón la azabache quería llevarla corriendo al hospital. Cristina apareció abrazando a las personas. Ella sonreía y daba ánimo.

Se encontraban sobre el capó del auto, hablando con los presentes. Agradeciéndoles su ayuda. Escuchó la voz quebrada de su hermana. A varias personas se les escapó una lágrima. Aplausos. El grito unánime de la gente… Ellas caminando hacia la finca, custodiadas por los maltrechos hombres de negro. Testimonios breves de las personas que estaban paradas en la entrada de la finca, cuidándolas hasta que las sacaran de ahí. La noche había caído y el cielo se vio iluminado por las luces de los helicópteros. Se escuchaba el sonido de las aspas girando a toda velocidad. Minutos después volvieron a elevarse. La toma se acercó… no era muy clara la imagen pero se vio a ella y a Cris asomadas por la ventanilla, diciendo adiós con la mano. En la pantalla apareció la leyenda “Todos somos Castilnovo” mientras los helicópteros se perdían en la oscuridad.

El video terminó.

Nadie dijo nada por varios segundos. La primera en moverse fue Sofía, que se acercó a abrazarlas a las dos.

-Eso fue un infierno.- Su madrastra tenía los ojos bañados en lágrimas.

-¿Por qué no dijiste que iban a dispararte?- Sintió un escalofrío cuando escuchó la voz grave de su papá.

-Fue mi idea no decirles.- Se apresuró a cubrirla Cris.- No quería agobiarlos más.- Su hermana la miró y entendió que no debía desmentirla.

-Iré a ver a ese imbécil.- Declaró Guillermo con cara de querer matar a todo el que se metiera en su camino.

-¡Voy contigo!- Cristina le dio un beso en la mejilla y salió a toda prisa detrás del conde.

***** ***** ******

**********CRIS*********

Eran pocas las ocasiones en que había visto tan furioso a su padre. Casi podía sentir la energía saliendo de su cuerpo, calcinando todo a su alrededor. La escolta apenas había tenido tiempo de alcanzarlos, pues Guillermo había salido apresuradamente del palacio. Ella misma había tenido que colgarse de la puerta  del auto para subir de un brinco.

-Debiste quedarte en casa.- Le dijo su padre.

-Sé que estás enojado, pero intenta mantener la cabeza fría.- Su papá apretó los dientes.- Te pones igual que Alejandra cuando se enfurece.

Sintió el cinturón de seguridad apretándole el cuerpo cuando el conde giró bruscamente por una esquina. Su padre estaba violando todas las reglas de tránsito y parecía valerle un soberano pepino.

Los neumáticos chillaron cuando se detuvieron en la puerta de la Fiscalía General. Corría detrás de su papá, que avanzaba a grandes zancadas. Guillermo caminaba sin detenerse, atravesando pasillo tras pasillo. Ella nunca había estado en esa parte del edificio, en la planta baja. Era donde se encontraban los separos y las salas de entrevista.

-Señor conde.- El Fiscal los miró asombrado.- ¿Qué hace usted aquí? ¿Teníamos una cita?- El hombre tanteó en sus bolsillos, seguramente buscando su celular para revisar su agenda.

Habían entrado a una sala de entrevista. Era un cuarto dividido por un cristal tintado. Ellos estaban parados a un lado y del otro podía ver una mesa, a Sergio y a dos policías sentados frente a él.

-Vengo a hablar con ese sujeto.

-Estamos en plena entrevista… si no le importa esperar unos minutos…

-Si me importa.- Guillermo se dirigió a la puerta que conectaba al otro lado. Se interpuso en su camino.

-Papá, tranquilízate.- El conde la miró con dureza y la esquivó. Abrió la puerta de un empujón, haciendo que los policías y Sergio se sobresaltaran.

-¿Señor?… ¡señor!

El conde se le fue encima a Sergio, sujetándolo del cuello y estampándolo en la pared.

-¡Papá!- Corrió hacia su padre, mientras los policías intentaban hacer que soltara a Sergio.

-¡Don Guillermo! ¡No!- El Fiscal jalaba el brazo del conde, pero él seguía estrangulando al chico.

-¡Guillermo!- Álvaro llegó y abrazó a su padre por la espalda, intentando apartarlo del detenido.

Sergio cayó hincado al suelo, inhalando bocanadas de aire.

-¡Traigan a los paramédicos!- Gritó alguien.

-¡Suéltame!- Le ordenó su padre a Álvaro.

-¡No! ¡Tranquilízate, carajo!

-¡Haré que te pudras en la cárcel!- Guillermo miraba a Sergio, con los ojos inundados de odio.

-¿Cree que eso me importa? ¡He vivido entre la basura de los San Román toda mi vida!

-¿De que hablas?- Le preguntó ella al chico.- ¡Eres miembro de una excelente familia!- Se había enojado.

-¡¿Cuál familia?! ¿La que me desprecia por ser un bastardo?

-No eres un bastardo.- Repasó mentalmente lo que sabía de Sergio… no era un bastardo, ¿o sí?

-¡Soy un bastardo San Román!- Declaró furioso. Se quedó helada al igual que todos en la habitación.

-¿De que rayos estás hablando?- Habló su padre, con una expresión entre enojada y confundida.

- Dígame, señor conde… ¿usted es mi padre o su primo Antonio?

-¡¿De que estás hablando?!- Guillermo quiso irse de nuevo sobre el chico. Ella miró a Sergio. No parecía un San Román.

-Todos creen que soy hijo de don Amadeo y de doña Nilma, pero no. Ellos son mis abuelos.- Empezó a decir Sergio con desprecio en su voz.- Mi madre era Nidia, a la que siempre creí mi hermana mayor… ella era una adolescente cuando uno de ustedes la sedujo y la dejó embarazada. Hace un tiempo enfermó y poco antes de morir me dijo la verdad. Ella era mi madre. Eso explicaba todo el desprecio que siempre recibí de mis supuestos padres… Con su último aliento, me dijo que mi padre era un San Román. Personalmente, creo que se refería a Antonio.

-Te mintió.- Aseguró Guillermo.

-¡No tenía por qué hacerlo! Luego supe que mis abuelos no se habían desecho de mi, porque mi poderoso padre les había dado una fortuna por guardar el secreto. ¡El mundo no debía saber que un honorable San Román había dejado un bastardo por ahí!

-¡Te estoy diciendo que eso es mentira! No eres hijo de Antonio y mucho menos mio.

-¿Por eso nos odias tanto?- Quiso saber.- ¿Por eso ibas a dispararle a Alejandra? ¿Crees que es tu hermana?

-¡Le dispararía a ella y también a ti!- Declaro encolerizado. Guillermo se libró del agarre de Álvaro y se le fue encima de nuevo al chico.

-¡Sáquenlo de aquí!- Le ordenó el Fiscal a los policías, que tomaron a Sergio y  lograron sacarlo de la sala, entre forcejeos con el conde.

-¡¿Quieres tranquilizarte?!- Álvaro parecía agotado.

-¡¿No lo escuchaste?! ¡¿No viste el video?! ¡Iba a dispararles a mis niñas!

- ¡Y por eso pagará ante la justicia! ¡No puedes venir aquí y querer estrangularlo!- Le debatió Álvaro. El amigo de su padre era una de las pocas personas que realmente sabía poner a Guillermo en su lugar.

Se quedó clavada en su sitio observando la puerta lateral por donde habían sacado a Sergio. ¿Podía ser un bastardo de su familia? No. Eso no podía creerlo.  Ni su padre ni su tío dejarían un hijo bastardo por ahí. Eso era deshonroso, incorrecto. Pero su tío Tony… era un tipo que iba de un lugar a otro. Habían pasado ya algunos años desde el día de su muerte y aún en ese momento ella no supo que Alejandra existía. ¿Qué otro secreto guardaba Antonio? ¿Alejandra era su única hija? ¡¿Cómo podía pensar eso?! Claramente lo que decía Sergio era una mentira.

-Don Guillermo, supongo que usted entiende que después de todo lo que se dijo en esta sala, debemos investigar el asunto.

-Por supuesto que sí.- Su padre seguía enfadado.- Si es necesario haga una prueba genética. Estoy seguro que ese chico no tiene una gota de mi sangre.

****** *********

*******ALE*********

-¿Eso dijo?- Se quedó con la boca abierta tras escuchar el relato de Cristina.

-Sí, asegura que es hijo de tu padre… o del mio.

-Y tú, ¿crees eso?- La chica frunció el ceño.

-¡Por supuesto que no!- Cris clavó los ojos en los suyos, visiblemente ofendida por esa pregunta. Hacía unos minutos que la chica, su padre y Álvaro habían llegado al palacio. Y por todo lo que su hermana le había contado, Sofía había acertado al pedirle al mejor amigo de su padre que lo alcanzara en la Fiscalía, pues Guillermo parecía un toro enfurecido.- No me digas… ¿tu si lo crees posible? ¿Crees que tu padre tuvo un bastardo?- Eso le hizo un poco de gracia.

-Pues… imposible tampoco creo que sea.

-¡Antonio jamás hubiera dejado hijos ilegítimos! ¡Mucho menos mi padre! Creí que después de todo este tiempo te había quedado claro la clase de familia que somos.- Cris se cruzó de brazos y la miró como si tuviera solo cinco segundos para implorar clemencia.

-Solo digo que para que Sergio nos odie de esa manera… si su madre se lo confesó en su lecho de muerte no creo que hubiera mentido, ¿Qué ganaría?

-¿Es… en serio...?- Cristina se sentó lentamente en el colchón, pues todo ese rato se la había pasado dando vueltas como león enjaulado.- Alejandra, los San Román no tenemos hijos ilegítimos por ahí. Somos una familia de honor, con un linaje intachable. Bajo ninguna circunstancia  Sergio tendría parentesco con nosotros. Él no es tu hermano.- Pensó un momento. Tal vez  ese chico no tenía nada que ver con ellas pero… lo cierto era que le constaba que en el mundo había al menos un bastardo San Román… ella misma. Para Cristina sería un golpe muy duro enterarse que su propio padre había tenido una hija fuera del matrimonio.

-Entonces, ¿me puedes asegurar que en toda la historia de nuestra familia no hubo algún desliz? Porque sería algo extraordinario, tomando en cuenta el pasado histórico y las costumbres de antes, que ningún San Román haya dejado un pecadillo por ahí.- La azabache la miró ceñuda unos segundos antes de hablar nuevamente.

-Desde el comienzo de nuestra Casa, se creó el código de conducta que cada miembro debe honrar al pie de la letra. Y es claro con respecto a la descendencia y a la legitimidad de la misma.

-¡¿Pero porque todo tiene que ser blanco o negro con esta familia?! Que tal si un San Román se enamoró de alguien por ahí y tuvo un hijo con esa persona, sin planearlo y sin boda de por medio. ¿Es tan malo ser un bastardo?

-Claro que sí.- Se quedó muda observando a su hermana.- Un bastardo es… una deshonra. Es una mancha para la familia.

-¿Los desprecias?

-No es desprecio… es… un tema complicado. Me ofende el hecho de que Sergio haya acusado a nuestros padres. Sé lo que todos dicen de tu padre. Que era un mujeriego, un cosmopolita irresponsable. Pero después de su funeral, mi padre me dijo que Antonio era un Castilnovo de pies a cabeza y que debía sentirme orgullosa de ser su sobrina, aunque se dijeran muchas cosas sobre él. Si alguna mujer hubiera estado esperando un hijo suyo, estoy segura de que él hubiera hecho lo correcto, casándose y haciendo que ese niño naciera dentro del matrimonio.

-Si tú lo dices.

-¡Se trata de tu padre! Sé que no fue muy cercano a ti, pero no puedo creer que pongas en duda su honorabilidad.- Se mordió la lengua para no decir algo de lo que pudiera arrepentirse luego. No quería tener secretos con Cristina. Quería decirle que no tenía ni puta idea de como era Antonio porque jamás lo conoció. Quería decirle que ella era la deshonra de la familia. No había sido el irreverente Antonio quien había traído al mundo a un ilegítimo, había sido el propio conde.

-No quiero que este asunto nos haga discutir. Me das miedo cuando te enojas.

-Siempre te doy miedo.- Cristi apoyó su espalda en la cabecera y estiró perezosamente las piernas sobre el colchón.- ¿Vemos una serie?

 

*****  ******  *******

Los días siguientes fueron extraños. Era como esos días de reconstrucción después de un huracán o un terremoto.  Se sentía mucho mejor cada día que pasaba, más fuerte. Sus amigos habían ido a visitarla. Había pasado una tarde genial con esos tres chiflados diciendo tonterías en su habitación.

Lo único que había estado feo, fue la visita que le hicieron Ileana y Valeria, pues cuando la pelirroja se marchaba, llegó la rubia y casi empiezan a arañarse la cara ahí frente a ella. La discusión iba aumentando de tono y solo terminó cuando Cristina llegó y las sacó, argumentando que debían dejarla descansar. Después de eso su hermana estuvo enfadada con ella durante el resto de la noche.

También se había enterado que existía otro video, aún más largo que el publicado. Cindy se lo había enviado al conde, afirmándole que era el único que existía y del que se extrajeron  los fragmentos que se había subido a la red. Guillermo parecía muy agradecido por la prudencia de la chica al omitir ciertas partes…

Ya quería retomar su rutina. Quería volver a la escuela, quería conducir una motocicleta por la playa. Estaba sola en su alcoba, quitándose las vendas para darse una ducha. Con algo de dificultad, logró hacerlo. Se observó detenidamente… ya no se veía tan mal y las punzadas de dolor habían desaparecido. En breve llegaría el médico que la revisaría.

No se demoró tanto como de costumbre y  volvió a la cama, sin vendajes y lista para que el doctor le autorizara regresar a sus actividades.

**** ***

-¿Entonces…?- Angie esperaba impaciente a que el doctor diera su diagnóstico. Era la única adulta de la familia en el palacio.  Los demás aún no llegaban.

-Podrá participar en el desfile.- declaró como si fuera una sentencia dictada por un juez.

-¡Sí!- Exclamó triunfante su tía loca.

-Nada de galopar, eh. Debemos ser precavidos.- El doctor volvió a vendarle las heridas, que ya estaban cicatrizando y le daban mucha comezón.- Sigue con la crema que te di y el domingo te quitas las vendas. Ya no serán necesarias.

-Gracias, doc.- El hombre guardó sus cosas en el maletín.

-Un placer como siempre.- El médico barbudo le sonrió e hizo una galante inclinación de cabeza ante Angie.

-Leopoldo, solo en ti confiamos nuestras vidas.- Sabía que ese médico se había hecho cargo de la salud de su familia durante muchos años.- Bernardo te entregará tus honorarios.

Cuando el doctor se marchó, su tía se sentó junto a su cama. Últimamente Angie se la pasaba más pendiente de ella.

-¿Qué pasa?- La mujer la miraba casi casi sin parpadear.

-¿Segura que te sientes bien como para desfilar? Porque si aún no te sientes lista, podemos posponerlo una vez más.

-Sí tía, estoy bien. Además si lo posponemos otra vez, las personas podrían creer que estoy peor o que ya me morí.- Bromeó.

-No seas tonta.- Su tía rio pero le dio un pellizco.- Lo más importante para nosotros es que te recuperes. El video… fue horrible.- Angie le tomó la mano.- Tu padre y yo fuimos muy unidos. Todos en realidad. Cuando era una adolescente, tu papá espantaba a mis pretendientes.

-¿También espantó a Álvaro?- Soltó una carcajada ante la expresión ceñuda de su tía.

-No. Al contrario. Quería que me casara con ese odioso.

-¿Y por qué no lo haces?- Más carcajadas.

-¡¿Estás loca o qué?! ¡Jamás le haría caso a ese engreído! Además amo a mi novio.

-Solo peleas con tu novio.

-Ya, ya, ya.- Angie agitó la mano como si espantara moscas.- No arruinemos esta conversación hablando de ese amargado. Lo que quiero decirte es… bueno, sé que soy fabulosa y  por eso siempre estoy ocupada en mis diversos compromisos sociales, pero ver lo que Cris y tú vivieron me hizo darme cuenta que realmente no paso mucho tiempo con ustedes. Ver como te golpeaban fue como si me golpearan a mi también.- Los ojos de su tía empezaron a notarse algo húmedos.- Siento que le estoy fallando a mi querido primo al no ser cercana a ti, tal  como lo fui con él. Con mis otros sobrinos es diferente, los vi nacer y crecer, pero tú y yo no tuvimos esa oportunidad. No sé mucho sobre ti y me gustaría conocerte mejor. Por ahora sé que heredaste la locura y la valentía de Antonio. - Angie rio y se restregó los ojos.- Soy tu tía, te quiero y daría mi vida por ti sin dudar un segundo.- La mujer ya no pudo aguantar más y dejó caer las lágrimas.- Recuerdo que tu padre… él… me hacía reír tanto. Al ser la más pequeña de los tres, Guillermo y él solían ser muy celosos y protectores conmigo. Ambos estaban locos.- Su tía se sentó junto a ella en el colchón. Se daba cuenta que para todos en la familia, ver ese video había sido muy traumatizante y sabía que para su tía loca era muy importante sacar todo eso.- Yo tenía cuatro años cuando él llegó a vivir con nosotros, así que fue un hermano más para mi. Siempre fue muy escandaloso, era el rey del sarcasmo… ¡todo un cínico! Tu historia y la de él se parecen. También perdiste a tus padres, llegaste hasta nosotros y te has convertido en una hermana para los hijos de Guillermo. Fue muy duro perderlo. Creo que nunca me había sentido tan triste ni tan sola. Mi amigo y confidente había muerto…

-¿Con Guillermo no te llevabas bien o qué?

-Si, en realidad sí. Pero cuando era adolescente andaba enamorado de una chica, muy linda por cierto, y se pasaba todo el tiempo detrás de ella. Entonces Tony y yo nos la pasábamos juntos. Además mis padres siempre fueron más exigentes con la educación de Guillermo, ya que él era el vizconde y lo preparaban para el futuro que le esperaba. Él andaba como lo hace ahora Cristina, entre obligaciones, compromisos y obviamente su novia.

- Tengo dos colores favoritos. El azul y el rojo.

-¿Qué?- Angie parpadeó muchas veces.

-Dijiste que querías conocerme mejor...- Le sonrió a la mujer.

-El mio es el verde.

****  ***** *****

******CRIS******

Había tomado una decisión. Ya que Alejandra no había dado el primer paso, ella lo haría. Ya no podía más, no quería perder más tiempo sin besarla, sin mirarla a los ojos y decirle que la amaba.

Esos días en que su prima estuvo en cama, su familia y ella se dedicaron a calmar las aguas. Al principio Guillermo quería tenerla encerrada en el palacio, pero ella había exigido salir a enfrentar las cosas.

Quería a toda costa encontrar a las personas que estaban detrás del ataque y hacerles pagar por cada herida en el cuerpo de su amada castaña. Y también quería aclarar eso que Sergio había dicho, no permitiría que el buen nombre de su padre o el de su tío se vieran manchados por una calumnia de ese tipo.

Ya por fin era el día del desfile. Se había levantado temprano y en ese momento estaba en las caballerizas, supervisando que los caballos estuvieran listos.

-¿Dónde está el chico más guapo de la tierra?- Sonrió al reconocer la voz de Alejandra. Su prima había aparecido por un costado, buscando a Corsario.- Hola, -dijo mirándola.- no sabía que estabas aquí.

-Te ves muy bien.- Examinó de arriba abajo a su prima, sintiendo ese cosquilleo en el estómago, tan familiar ya. La castaña lucía el traje típico de equitación. Se acercó y le acomodó la chaqueta, aunque no hacía falta. Solo quería una excusa para ponerle las manos encima.

-Eres hermosa.- Susurró Ale.

-¿Cómo te sientes?- Preguntó intentando calmar su sonrojo.

-Perfectamente.

-Aquí están.- Guillermo llegó.- Es hora de irnos. Que todo salga bien.- Pidió el conde a uno de los caballerangos.  Usarían remolques para llevar a los caballos a la entrada de la ciudad. Ahí ellos los montarían para empezar con el desfile, que acabaría en el centro, en el palacio de gobierno.

Toda la familia se subió a las camionetas. Sonrió al ver la expresión rara de la castaña, sentada junto a ella.

-¿Qué pasa?

- Me siento muy tú con esta ropa.

-Por eso te ves tan genial.- Soltó una carcajada cuando Ale se le quedó mirando feo.

-Hermana…- Sofi llamó su atención.- ¿Por qué no puedo cabalgar con ustedes? Ya sé hacerlo.

-Porque aún eres pequeña.- La enana hizo un puchero.- Muy pronto podrás.

-En cuatro años.- Susurró triste su hermanita.

-¿Por qué tiene que esperar hasta los doce?- Quiso saber su prima.

 -Porque es la tradición. Todos tuvimos que esperar hasta los doce años para nuestro primer desfile a caballo.

-Yo me esperé trece.- Recordó Memo. Eso era verdad. Era la primera vez que su hermano haría todo el recorrido. El año anterior solo cabalgó las ultimas esquinas, en el centro, ya que sus padres aún lo sobreprotegían.

-¿Unas carreritas?- Le propuso Alejandra al chico.

-¡Nada de carreritas!

***  ***

-¿Pero qué coño…?- Exclamó la castaña una vez que llegaron a la entrada de la ciudad. Había muchas personas ahí, esperando. Se habían colocado unas vallas metálicas para evitar que la gente caminara en medio de la calle y evitar accidentes. Las personas estaban paradas a los costados de la vía.

-Siempre es así.- Le dijo a la castaña.- Todo el camino está lleno de gente. El desfile es un gran espectáculo. Detrás de nosotros y de los demás funcionarios de la Corona, irán equipos ecuestres, escuelas, instituciones no gubernamentales… en fin. Algunos van a caballo, otros haciendo acrobacias, bailando, etc. Es una fiesta.  

-¿Y porque no puedo ir atrás tocando mi guitarra?

-Porque no estás aquí hoy como Alejandra la chica loca por la música, sino como Alejandra de Castilnovo.- Le hizo gracias la cara de enfado de la chica, que frunció el ceño. Desde un costado, la abrazó.- Cuando todo acabe… ¿me acompañarías a un lugar?

-¿A dónde?- Ale la miró con impaciencia.

-Ya verás.

-¿No vas a decirme?

-No.- Le besó la mejilla. Notó como el carmín apareció en el rostro de su castaña.

-¿Aun no podemos bajar?- Sofi se movía impaciente.

-En cuanto lleguen los caballos. No deben tardar mucho. El desfile debe empezar en quince minutos.

********  ************

********ALE**********

Cuando los remolques con los caballos llegaron, se les dio la indicación de bajar. La gente se volvió loca cuando las vio descendiendo del vehículo.

-Gritan mucho.- Le dijo a su hermana mientras agitaba la mano en señal de saludo.

-Es la primera vez que sales desde el ataque, están felices de verte en pie.

Corsario estaba esperándola. La verdad era que le gustaba mucho ese caballo. Parecía que la atendía bien. Se colocaba los guantes cuando vio algo que la disgustó. Alberto y su flamante familia estaban ahí, parados junto a sus cabalgaduras.

-¿Qué hace la familia monster aquí?

-Ellos también participan.

-¿Tu padre aún no suspende a Tomás?

-Con todo lo que pasó, aun no se ha convocado al Consejo. Yo creo que será la próxima semana.

-Ahí vienen esos pendejos.- Dijo apretando los dientes.

En efecto, Tomás y Alberto se acercaban con ese típico caminar suyo, como si no creyeran que el suelo fuera digno de sostener sus pisadas. El mayor la observó detenidamente varios segundos antes de esbozar la sonrisa más hipócrita que tenía.

-Buenas tardes, vizcondesa… - inclinó ligeramente la cabeza.- Alejandra… Me alegra verte recuperada.

-Se necesita más que algunos tontos para dañarme.- Contestó con el tono más odioso que tenía. Alberto no  le dijo nada, solo la miraba con sus ojos asesinos.

-Sin duda ambas son muy fuertes. Cristina, hablando con tu padre surgió la idea de que Alberto te acompañaría durante el desfile.

-Tal vez fue un mal entendido, Tomás. Mi padre es fanático del protocolo y las tradiciones. Como seguramente sabrá, solo los miembros de la familia pueden encabezar el desfile.

-En efecto, pero Guillermo y tú pueden tener un invitado.

-Si. Y ese puesto está ocupado ya. He invitado a Alejandra.- ¿Cómo?

-Tal vez el siguiente año.- Le dijo a Alberto para hacerle recordar que tampoco en la subasta se había salido con la suya.

-Con permiso.- Cris la jaló de la chaqueta y dejó a los dos hombres parados y con la palabra en la boca.

-No entendí. ¿No se supone que soy parte del desfile aunque no me invites?

-Sí, pero tu lugar es del otro lado.

-¿Qué lado?- Estaban ya lo suficientemente lejos de ese par de imbéciles.

-Según el protocolo la carroza donde irán mi mamá y Sofi debe ir en medio. Al costado izquierdo de ellas va mi papá. Yo voy al derecho, un par de metros detrás. El resto de la familia va detrás de nosotros, cabalgando juntos.

-¿Y que tiene que ver eso que dijo Tomás?

-Pues que mi papá y yo podemos invitar a alguien a cabalgar junto a nosotros. Pero eso se usa para dar un mensaje.

-O sea que si tú invitabas a Alberto, la gente podría pensar que…

-Es alguien “especial” para mi.- hizo comillas con los dedos.

-Como tu novio o…- frunció el ceño.

-Mi prometido.

-Y… entonces…- ¿Por qué se ponía nerviosa?- yo iré contigo.

-Así es.- Cristi se le quedó viendo, sonriéndole de esa forma tan encantadora en que solía hacerlo.

-¿Eso es… un… mensaje?- ¡Le ardía! ¡Su cara de ardía! La azabache bajó la mirada un momento y se acomodó con torpeza un mechón de cabello. Cuando clavó de nuevo sus ojos grises en ella, estaba muy roja.

-Sí.- dijo firme.- Quiero… quiero estar contigo.- Su corazón latía muy fuerte. ¿Qué significaba eso? ¿Lo que creía? Se perdió por completo en los ojos de Cristina. Se olvidó de todos y de todo. Solo quería a esa chica de cabello azabache. Solo quería amarla.

-Yo... también quiero…- ¡Ah! ¡Bésala! Dio un paso hacia Cristi.

-Ahí están, chicas.- Angie apareció de la nada. La mujer se abrochaba el casco negro.- ¿Están listas…? Eh… ¿chicas?

Cristina y ella seguían mirándose. Su hermana se encogió ligeramente de hombros,  como diciéndole que no tenían más remedio que dejar eso para después. Pero, ¿de qué se trataba “eso”? ¿De… romance? ¡No, no, no! No podía tener un romance con Cristina. Observó a la azabache y a Angie, conversando de sabe que cosa. 

-Creí que irías con Sofi y mi mamá.- Le decía Cristina a la mujer.

-Yo también lo creía pero luego pensé y ¡no! Es momento de hacernos ver fuertes. Entiendo que tu mamá tenga que acompañar a Sofi, pero Memo y yo cabalgaremos todo el desfile. Nuestros enemigos estarán viéndonos.

-¡Es hora! ¡Todos monten!- Empezó a gritar alguien.

-Vamos Ale.- Dijo Angie. Ella se quedó parada.- ¿Qué pasa?

-Alejandra irá conmigo.- Se apresuró a decir Cristina. Su tía las miró unos segundos.

-¡Excelente idea, Cris!

Subió a Corsario y se colocó junto a su hermana. Tal y como la chica le había dicho, su padre y el carro con su madrastra y su hermanita iban unos metros delante y su tía y Memo iban  justo detrás de ellas.

Se escuchaba el redoble de tambores de la banda de música, que harían todo el recorrido caminando detrás de los funcionarios de la Corona.

Se dio cuenta que su padre las observaba. No pudo distinguir si su expresión era de asombro, enfado o aprobación.

Unas motocicletas de oficiales iban delante de toda la comitiva. Empezaron a moverse y todos avanzaron. Taloneó a Corsario para que se moviera. El desfile había comenzado.

La gente empezó a gritar y a agitar banderines, globos y pañuelos. Notaba que había mucha seguridad. Sus leales e incansables hombres de negro caminaban a sus costados, listos para protegerlas. Mientras los gendarmes  iban vestidos con su traje de gala, cargando estandartes del condado y del escudo de armas de su familia. Todo era muy colorido y escandaloso.

-¡Ale, te amo!- Escuchó que gritaron entre la multitud. Cristi la miró levantando una ceja.

-¡Cristina, yo te amo a ti!- Se escuchó otro grito.

La gente aplaudía a su paso y pudo escuchar más gritos de apoyo hacia su familia. El cielo se llenó de papeles de colores que caían desde algunos edificios. Caminaban por la arteria principal de la ciudad, que conectaba directamente con el centro.

Cristina se veía hermosa, sonriendo y saludando a todos. En ese momento sintió que se enamoraba una y otra vez de esa chica. Recordó la primera vez que la vio. Nunca creyó que su vida estaría ligada a la de ella. Y mucho menos pasó por su cabeza que se enamoraría de esa azabache como nunca antes se había enamorado.

-¿Qué te parece?- Le preguntó Cris.

-Una experiencia interesante.

-Y espera a llegar al centro. Esto no es nada.

El centro era una de sus zonas favoritas de la ciudad. La arquitectura era imponente. Las casonas antiguas le daban un toque majestuoso. Habían cabalgado por más de una hora. Su padre avanzaba con porte gallardo, saludando e intercambiando palabras con las personas. Su madrastra y Sofi también hacían lo suyo. Veía cámaras por todas partes. Carteles con muestras de cariño.

Cristina tenía razón. Eso era una fiesta. El centro estaba a reventar de gente, tanto del condado como de los condados vecinos, que asistían a ver el espectáculo.

-¿Desde hace cuánto se hace esto?- le preguntó a su hermana.

-Siglos. Empezó como una muestra del poderío del condado y de nuestra familia, para evitar que señores vecinos intentaran  atacar nuestro territorio. Ahora es una muestra de nuestro desarrollo socioeconómico, para recordar que somos un condado con identidad y costumbres propias. Y obviamente, muy poderoso aún.

Los últimos metros fueron de una bulla total. La vía estaba cubierta de papeles de colores y mucha gente aventaba rosas al camino.

Le intrigaba saber quien había ordenado su secuestro, teniendo en cuenta el gran apego que sentían las personas hacia su familia. Podía notarlo justo en ese momento. Sí, era verdad que había ideas de igualdad, pero eso no significaba que los habitantes quisieras deshacerse de los San Román. Ellos eran parte de esa identidad que había mencionado Cristina. Entonces, ¿Qué querían sus enemigos?

-¡Cristina!!Cristina!- Escuchó una voz infantil. Entre la gente vio a una niña de unos 5 años, llamando sin cesar a la azabache. La mujer que cargaba a la pequeña empezó a regañarla.

Cris hizo girar a su yegua y se acercó a la niña. Ella la siguió. Enseguida sus guardias hicieron una formación a su lado. La gente empezó a gritar más cuando las vio dirigiéndose hacia ellos.

-Hola.- Saludó su hermana a la niña.- ¿Cómo te llamas?

- Regina.- Dijo emocionada la pequeña.

-Ese es un nombre muy bonito.

-Vizcondesa, disculpe el atrevimiento de mi hija.- se apresuró a pedir la mujer.

-No tiene por qué disculparse. ¿Le molestaría si me llevo a Regina conmigo? Prometo cuidarla bien y devolvérsela.- La señora no sabía ni que responder. Solo asintió con torpeza. Milo cargó a la niña y se la pasó a Cristina, quien la sentó delante de ella.

Regresaron a sus lugares mientras los gritos y aplausos de la gente se intensificaban.

-Hola, soy Ale.- Le dijo a la niña, estrechándole la manita.- Eres muy bonita y te ves genial sobre Constanza.

-Eso es verdad.- Dijo la azabache dejando un tierno beso en la nuca de la pequeña.- ¿Habías montado alguna vez?

-No.- Respondió Regina, que parecía muy emocionada saludando a las personas agitando la mano.

-Pero, ¿Te gusta?

-¡Sí! En la tele me gusta ver a las muchachas con sus vestidos de colores, corriendo con sus caballos.

-Ah, las escaramuzas…- le aclaró la azabache.- ¿quieres ser una de ellas?

-¡Sí! Pero no tengo caballo.- Respondió con tristeza la niña.

-Yo te conseguiré uno.- prometió Cris.

-¡¿Uno grande como ese?!- Regina señaló a Corsario.

-¡Más grande!- Dijo para alterar más a la peque.

-¡¿Más?! ¡Sí!

El palacio de gobierno apareció ante sus ojos. Era uno de los edificios más antiguos del condado, con siglos de historia. Se suponía que su padre debía atender ahí los asuntos del gobierno, junto al Fiscal y los demás funcionarios, pero Guillermo prefería hacerlo en la oficina que tenía en el edificio de su empresa o en el palacio. No comprendía porqué su padre se negaba a despachar ahí… tal vez era su único acto de rebeldía contra el sistema.

Por el costado izquierdo había una enorme reja que daba acceso a la parte trasera del palacio. Por ahí entrarían, dejarían a los caballos y subiría junto a su familia al balcón central, desde donde el conde daría un breve discurso conmemorativo.

El desfile se detuvo por un momento para esperar que ellos ocuparan sus lugares, arriba.

-¿Puedo ir con ustedes?- Le preguntó a Cris su pequeña acompañante.

-Tienes que regresar con tu mamá. Mi amigo Milo te llevará.- El hombre de negro se apresuró a acercarse.- Pero prometo volver a verte muy pronto, ¿quieres?- La niña asintió.- Milo, pídele los datos a su madre. Dile que es para un proyecto educativo.

-Claro que sí, vizcondesa.- Ella se agachó frente a la niña.

-Nos vemos pronto, Regi.

-Vamos, chicas.- Angie las apresuraba.

Prácticamente corrió detrás de todos. Nunca había entrado al palacio de gobierno. Tenía un gran patio central, desde donde se veían muchas puertas, dispuestas en dos pisos.

-¿Por qué tanta prisa?- Preguntó agitada, cuando Cris la tomó de la mano y la jaló por las escaleras.

-Para que el desfile pueda continuar, todos debemos estar en el balcón.- Esquivaban a todos.

-Niñas, no corran.- Les pidió Sofía.

Ellas se la estaban pasando genial. Corrieron hasta llegar a la habitación que conectaba con el balcón.

-Es el despacho del conde.- Le explicó su hermana caminando hacia atrás, quedando de frente a ella.- Mi papá lo ha usado en pocas ocasiones.

-¿Por qué?- Ella la seguía por el lugar.

-Nadie sabe.- Admitió Cris encogiéndose de hombros.- Creo que le es más práctica la oficina de la empresa.

-Entonces, ésta será tu oficina.- Recorrió el lugar con la vista.- Se ve muy lúgubre.

-Tal vez siga el ejemplo de mi padre y no la ocupe nunca.

-Si… es tenebrosa.

-Se dice que este lugar está encantado.- Le comentó la chica con esa sonrisa traviesa que ponía a veces. Seguían caminando despacio. Esa chica era un imán.

-¿Qué? ¿Quieres quedarte a dormir aquí y espiar a los fantasmas?- Preguntó sonriendo de lado. Cristina se detuvo al chocar con el escritorio.

-¿Te quedarías conmigo?- El tono de voz de la chica parecía hacer referencia a otra cosa, no precisamente a atrapar fantasmas.

-Solo dime qué quieres y lo haré.- Susurró, atrapada en esos bellos ojos. Su hermana acercó su cara a la suya…

-¡Las alcancé!- Sofi entró corriendo. Cris sonrió con resignación y descanso la frente sobre su pecho, soltando luego una risita.

Unos segundos después, entraron los demás.

Desde el balcón se podía ver todo el centro. El hermoso parque central al otro lado de la calle, la catedral por el costado derecho y la infinidad de personas. Nunca creyó que estaría en ese lugar, parada junto a su padre. El conde usó su brazo derecha para rodearle los hombros y estrecharla, mientras que con la mano izquierda saludaba a la multitud. El desfile continuaba ante sus ojos. Ahora sí pudo apreciar todo, ya que mientras cabalgaba lo único que tenía adelante era a su familia.

Después de los funcionarios de la Corona y la banda de música, marchaban los miembros de batallón destinado a esa zona militar. Después el cuerpo de gendarmes, que era algo así como la “policía real”, ya que eran los encargados de realizar todo el protocolo durante los actos oficiales. Posteriormente aparecieron algunos miembros de seguridad pública, ya que la mayoría se encontraban trabajando en el desfile, cuidándolos a todos. Una vez que las fuerzas del orden pasaron frente al balcón, tocó el turno de los equipos ecuestres, escuelas de artes marciales, academias artísticas y un sinfín de organizaciones no gubernamentales.

-Don Guillermo…- Luciano colocó un micrófono al frente. Su papá se acercó a él. La multitud concentró su atención en el hombre.

-Buenos días a todos. Gracias por estar aquí hoy, celebrando con orgullo a nuestro hermoso y próspero condado.- Empezó a decir Guillermo con esa voz grave y firme que tanto lo caracterizaba.- Año tras año recordamos lo que fuimos, recordamos nuestra historia y a esos hombres y mujeres que pusieron sudor y sangre para hacer de esta tierra lo que es ahora… Pero hoy no quiero centrar mi discurso en cosas que ya sabemos sobre Castilnovo. Hace unos días nuestro hogar fue violentado por un grupo de cobardes. No había realizado ninguna declaración al respecto, ya que nos encontrábamos realizando las investigaciones necesarias para aclarar lo ocurrido. Se dijo que el ataque venía de la Corriente Igualitaria y no es así. Ellos no tuvieron ninguna participación. Su ideología no es violenta y han colaborado de buena fe con la investigación. Estoy muy agradecido por su apertura al diálogo y al conocimiento mutuo.- Sonrió. Seguro esas palabras pondrían a todos los aristócratas de cabeza. Las personas aplaudieron con entusiasmo.- Sabemos que este ataque fue planeado por un grupo de personas que quieren sembrar la discordia entre nosotros, que quieren desestabilizarnos, además de que es una afrenta claramente personal hacia los San Román. Querían que después del ataque, empezáramos a acusarnos entre nosotros, que empezáramos a destruirnos. ¡Pero lo único que lograron fue unirnos más!- Los presentes comenzaron a hacer bulla para indicar su aprobación.- Les aseguro que ese ataque no quedará impune. El condado y sus habitantes serán protegidos hoy más que nunca ¡Castilnovo no dará un paso atrás, no cederá y no se arrodillará ante el terror!- El ruido era ensordecedor.- ¡Nadie jamás dirá que Castilnovo se rindió! ¡Nadie jamás pondrá en duda nuestra valentía!- El conde se quedó callado unos segundos mientras el bullicio se aminoraba.- Ahora… soy solo un padre hablándoles a esas personas que están detrás de todo esto.- Guillermo volvió a tener ese semblante furioso de días atrás. La miró a ella y después a Cristina, que estaba parada a su lado.- No tendrán tregua alguna. No habrá escondite lo suficientemente bueno. Cometieron el error más grande de sus vidas al haber atacado a mis hijas.-  Le asombró muchísimo escuchar aquello.- Ver lo que pasó ese día…- La voz de Guillermo se ahogó un momento. Lo vio apretando la mandíbula.- Les cobraré todo el dolor que les causaron.

La amenaza retumbó por todas partes. La multitud guardaba un silencio casi solemne. Tal vez nunca se había escuchado al conde hacer una declaración cargada de tantos sentimientos. Públicamente, su padre nunca perdía la compostura ni el control de sí mismo, pero justo ahora se mostraba como un simple humano, como un padre indignado y furioso con esos que dañaron a sus hijas. Sus hijas. Él había usado esas palabras. Seguro el condado tomaría eso como un modo de indicar que ella era una hija al estar bajo su protección. Pero escuchar a Guillermo referirse a ella como su hija, ahí frente a todos,  le había causado gran emoción.

De repente se empezaron a escuchar voces gritando algo. Aplausos. Pudo escuchar su nombre y el de su hermana… el de su padre…. Sintió los dedos de la azabache entrelazándose con los suyos.

-Este ha sido el desfile más emotivo.- Le dijo la chica acercándose a su oído.

-Creo que tu papá tiene razón. Esto nos ha unido más a todos.

-Fíjate.- Cris levantó sus manos unidas y eso bastó para que todos se volvieran locos.

*****  *******

-Muy bien familia, creo que todos nos merecemos la tarde libre.- dijo Guillermo quitándose la chaqueta roja.

Estaban ya en casa. El desfile y los compromisos posteriores habían acabado. Era media tarde y ella solo quería echarse a dormir. El día había sido emocionante pero algo cansado para ella. Sentía una ligera molestia en la cabeza.

-Primero nos cambiamos, ¿te parece?- Le preguntó Cris mientras subían a sus respectivas habitaciones.

-¿Qué?

-¿Olvidaste que te pedí que me acompañaras a un lugar?- ¡Era verdad!

-Sí… lo siento.- Se sobó la nuca.- Vamos.

-Pasa por mi en 15 minutos, ¿está bien?- Asintió y siguió su camino una vez que la chica se metió a su alcoba. ¿Por qué tanto misterio de Cristi?

Buscó su ropa más cómoda y casual. No sabía exactamente a donde irían pero eso la tenía sin cuidado. Se calzó unos tenis, jeans y una remera azul. Según su reloj faltaba poco para las 4 pm y el cielo empezaba a verse más oscuro de lo que solía estar a esa hora. Esperaba que no lloviera.

-¿Cristi?- Asomó la cabeza a la habitación de su hermana. La chica estaba de espaldas, subiéndose el pantalón. Se quedó inmóvil viéndola. Sabía que debía desviar la mirada pero sus ojos seguían clavados en la piel blanca de Cristina. Se sintió una pinche voyerista descubierta cuando la azabache la observó también.

-Pasa.- Pero se quedó de pie intentando controlar sus hormonas.- ¿Estás bien?

-Si… yo… eh, ¿nos vamos?

Salieron del palacio por la puerta lateral, directa a la cochera.

-Tengo que avisarle a los chicos.- Dijo tomando el teléfono que conectaba a la caseta de los hombres de negro.

-No. Iremos solas.- Sentenció Cristina.

-¿Estás loca? Tenemos que llevar escolta.

-Nunca creí escucharte decir eso.- Su hermana se metió al carro sin abrir la puerta. Simplemente saltó.

-Antes nadie había querido matarnos.

-Alejandra, sube al auto.- Se quedó con el teléfono en la mano, debatiendo con ella misma.- Confía en mi.

-De acuerdo.- así que subió al auto y encendió el motor.- ¿Segura que no me arrepentiré de esto?- Cris se mordió el labio inferior y fingió que pensaba.

-Espero que no.

Aceleró y salió de la cochera como una bala, presionando un botón para que el techo del auto se colocara. En la caseta de la entrada dijeron que irían al pueblo… y sí, Cristina le indicó que fueran para allá. Y más allá. A la playa. Se sorprendió de que ninguna camioneta las siguiera. Seguro Milo y Fausto estarían tomando un merecido descanso y ni cuenta se habían dado de que un miembro de la familia había salido.

-¿Qué hay en la playa, o qué?- Quiso saber. La curiosidad la estaba matando.

-Nada. Solo tu y  yo.

Unos minutos después llegaron a su destino. Avanzó un poco más del sitio en el que siempre dejaba su coche.  Al bajar la brisa fría le pegó en la cara.

-Solo a ti se te ocurre venir a la playa a esta hora y con este frío.- Dijo mientras caminaba detrás de la azabache, que se dirigía al agua.

-Y solo a ti se te ocurre seguirme.

-Ya te dije… yo siempre te estoy siguiendo.

-Eso es lo más lindo que alguien me ha dicho.- Dijo Cris riendo. La chica se detuvo.- ¿Me abrazas?- Ella también se detuvo.

Clavó su mirada en la espalda de su hermana. Se acercó despacio, pegando su cuerpo al de la azabache. Le rodeó la cintura con sus brazos.

Cristina apoyó la cabeza en su pecho. Podía sentir el aroma de la chica. Ese aroma tan familiar y que tanto le gustaba. Se quedó ahí en silencio por varios segundos, mirando el mar infinito. Ya no sentía frío. Al contrario. Sentía un calor delicioso. Cris descansaba sus manos sobre las suyas, afianzándose a su cuerpo.

-Esto se siente bien…- Se le escapó, mientras se acurrucaba en el cuello de la chica y el cabello azabache le hacía cosquillas.

-Tú… me haces sentir tantas cosas.- Susurró su hermana. Su corazón empezó a latir con fuerza cuando Cris giró lentamente su cuerpo y quedó frente ella.- Gracias.- Dijo quedamente la chica.

-¿Por qué?- Su respiración estaba agitándose. Tenía a Cristina tomada por la cintura y la chica la jalaba de la ropa, buscando refugio en su cuerpo.

-Por… llenar de magia mi vida. Por enseñarme…- la chica acercó su rostro al suyo.- lo que es… el amor.

Ya no pudo más. Dejó que ese huracán de emociones la hiciera trizas y la arrojara directo a Cristina.

La besó.

Sentía su cuerpo electrificado. Sus labios eran embestidos por los de Cristi, que le devolvía el beso de manera firme, desesperada. El aire le faltaba, pero no podía apartarse de esa boca. Estrechó fuerte a la azabache, quien se le echó al cuello y le jaloneó el cabello de la nuca. Era una danza frenética. Los dientes de la chica mordían sus labios y ella colaba sus manos por el cuerpo de la azabache, delineándolo, sintiéndolo suyo.

La desesperación y descontrol inicial, fueron sustituidos por la calma. Sintió la lengua húmeda de Cristina dando suaves roses a la suya.  Su cerebro estaba apagado y su corazón desbocado. Esa chica a la que amaba con locura la estaba besando, abrazando y acariciando con ternura  su cara. Las manos cálidas de Cris jugaban con sus mejillas. No quería dejar de besarla nunca. La azabache se separó unos centímetros de su rostro.

-¿Estás bien?- Le preguntó a la chica, acomodándole el cabello.

-Mejor que nunca.- El gris y el verde se conectaron. Observó detenidamente los ojos de su hermana… ¡su hermana! ¡¿Qué había hecho?! Dio un paso atrás sintiendo una daga perforándole el corazón.- ¿Qué pasa? ¿Ale?

No podía hablar. Su hermana… esa chica le había dicho que… ¿la amaba? Y ella, ¡la había besado! ¡No!

-Cristina… no…- Dio varios pasos más hacia atrás. La chica intentó alcanzarla.

-Alejandra, ¿Qué te pasa? Estás asustándome.- La azabache la sujetó del brazo.- Habla.- Pero ella no podía. No sabía que decir. Ni que sentir.

-Yo… perdón.

-Perdón, ¿por qué?

-Por besarte. Yo… no debí hacer eso.- Cristina soltó una carcajada y la abrazó.

-Sí debiste.- Le dijo cerca de su oído.- Debiste hacerlo desde hace mucho.

-¿Qué?- Cris hizo un poco la cabeza hacia atrás y volvió a clavar sus ojos en los suyos. Estaba roja.

-¿Aún no lo entiendes? Estoy enamorada de ti.

Fue como si todo el oxígeno del mundo se esfumara. Se quedó ahí parpadeando una y otra vez intentando procesar todo aquello. Lo que tanto quería y temía a la vez, había pasado. Quería gritar de dolor y de alegría, quería abrazar  a Cris, besarla, decirle que también la amaba… Pero ahora más que nunca tenía presente quien era ella y quien era Cris… ambas San Roman, ambas hijas del conde. Examinó los ojos de Cristina y supo que lo que decía era verdad, no había entendido mal, no era una broma cruel. Su hermana acababa de declarársele…

-Tú estás confundida, no puedes amarme.- ¡No, no, no!

-¿Crees que conoces mis sentimientos mejor que yo?- Cristina sonreía. ¿Por qué coño sonreía? ¡¿No se daba cuenta de la magnitud del problema?!– Estoy segura de mis sentimientos. Los he tenido por bastante tiempo, en realidad… ¿Qué no es obvio? ¿No ves que estoy loca por ti?- Cristina le jaló la cara, pegando sus frentes.- Tú… hiciste que me enamorara tan fácilmente. Te amo, Alejandra. Por favor, di que también me amas. Quiero escucharlo.

No podía decirlo. Por más que quisiera gritarlo a los cuatro vientos, por más que quisiera tomar a Cristina y hacerla feliz por siempre… no podía. Por dentro sentía todo destrozado.

-Yo…- Una lágrima rodó por su mejilla.

-No llores, mi amor.- Apretó fuerte los ojos intentando controlar el grito desgarrador que amenazaba con salir. Tenía que ser fuerte. Tenía que apartar a Cristina.

-Esto no puede ser.- dijo al fin.- Cristi… tu y yo somos… No…- Se arrebató del agarre de la chica. No soportaba verla y mentirle. Aunque sabía que tenía que rechazarla, su cuerpo estaba a nada de actuar solo y besarla con todo el amor que tenía acumulado para ella.

-¿Por qué no puede ser? ¿Por qué somos familia? Nuestro parentesco no es directo. Podemos estar juntas. En nuestra familia es común que primos se casen.- ¿Casarse? ¡No! ¡No podía casarse con su hermana!

-Cristina tu eres la vizcondesa… ¿Crees que tu padre aceptaría esto?

-¡Por Dios, Alejandra! ¡Escúchate! ¿Dónde está la chica rebelde que llegó a mi vida hace unos meses? ¿Crees que me importa lo que diga mi padre?- Cristina frunció el ceño parecía un poco exasperada.- Al principio no sabía lo que era, luego me negaba a aceptarlo. Lo admito, me confundía el hecho de que una chica me hiciera sentir esto.- La azabache se llevó las manos al corazón.- Pero eres tú. No eres cualquier chica. Sé que será difícil, sé que tendremos que superar muchas cosas, pero si me amas tanto como yo a ti… podemos superarlo todo.- No podía seguir con eso. Tenía que romperle el corazón a Cristina, aunque al hacerlo se destruyera ella misma.

-Yo no quise que esto pasara. No quise enamorarte. Yo… perdóname. Por favor, perdóname.- Dijo abrazando a la azabache. No quería lastimarla, pero tenía que hacerlo. Tenía que reparar lo que había causado. Miró al amor de su vida a los ojos, lista para mentirle. -Yo no… siento… lo mismo por ti…- Su cara estaba completamente distorsionada por el enorme esfuerzo que hacía para que esas palabras le salieran. Parpadeó varias veces espantando las lágrimas, rogando por que el nudo en su garganta le permitiera continuar.

-Eso es mentira… Yo sé… ¡Es mentira!- Puso la expresión más dura que tenía.  El viento se hacía más fuerte cada vez, lo gris del cielo empezaba a tornarse negro, como si quisiera combinar con lo que sentía en ese momento.- ¿Por qué me dices eso? Me amas, ¡yo lo sé!- Cris empezó a jalonearla, molesta.- ¡¿Por qué eres tan cobarde?!

-Cristina, por favor… ¡Tranquilízate!- Sujetó los antebrazos de la chica, que se quedó inmóvil un momento antes de arrojarse a sus labios. La azabache la besó nuevamente. Pero esta vez no le correspondió el beso. Solo alejó a la chica de su cuerpo. -No, no es mentira… Yo solo te veo…- tomó aire. ¡Dilo! ¡Miéntele!- Te veo como a una hermana, no te veo como mujer.- Los ojos de Cris se inundaron en lágrimas.- Lo siento Cris, yo no te amo.

Las mejillas de Cristi se mojaron con las lágrimas que ya no pudo retener, Vio como el dolor llenaba el rostro de esa chica a la que sí amaba. Quería besarla pero debía mantenerse firme, no podía flaquear. Tenía que pensar en su padre, en su familia, en Cris y en ella. Debía ser fuerte por todos. ¿Cómo pudo dejar que aquello sucediera? Debió frenar eso desde que empezó a sentirse atraída por la azabache. Pero nunca pudo apartarse de la chica. Cada día se acercaba más y no midió las consecuencias. Nunca creyó que Cristina se enamoraría también. ¡Era una imbécil!  ¡Una irresponsable! ¡Dejó que las cosas se salieran de control! ¡Que pendeja! Quería tirarse de un barranco, arrancarse la cabeza por ser tan tonta. Cristina tenía razón, era una cobarde. Lo era por no haberse alejado, por no haber cortado de raíz esos sentimientos inapropiados. ¡Era una puta cobarde! ¡Una maldita desgraciada!

Su hermana cayó hincada en la arena. Ella también se arrodilló y metió sus brazos bajo las axilas de Cris para abrazarla. ¡Se odiaba! Se odiaba por hacerle eso a su Cristi, por romperle el corazón de esa manera. Con lágrimas silenciosas, la abrazó fuerte, buscando consuelo también para ella. Cris se aferró a su espalda como si su vida dependiera de ello.

Ahí estaban las dos hincadas a orillas de esa playa,  sacrificando ese amor inocente, ese amor que jamás debió nacer… pero que existía.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Estos son los capítulos terminados. El siguiente lo publicaré... en cuanto lo escriba jajaajaa. Será publicado aquí y en el otro sitio (waqttpad cof cof)

Beeeeesos cachondos y caricias sensuales apra ustedes.

 

¡Travesura realizada!


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