Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

De Aristocracia y Otras Estupideces. (New Version) por Menz

[Reviews - 32]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

!Hola! Feliz día del amors y la amistad, espero que les hayan dado sus regalotes, besotes, fajes ricos, apretones de nalga y toooodo lo demás.

!Accio cap 18!

Capítulo XVIII

Hormona mata neurona.

El regreso a la mansión fue bastante incómodo. Intentaba que el escozor en sus ojos la dejara ver el camino mientras sentía a Cris a su lado reprimiendo el llanto. Quería abrazarla y decirle sí la amaba. Quería que esas lágrimas fueran de felicidad y no de dolor. Pero no podía hacerlo, ¿Cómo tendría una relación con su hermana?

En cuanto detuvo el auto en la cochera, Cris bajó corriendo sin dirigirle media palabra. Corrió detrás de ella, quería alcanzarla aunque no sabía para qué. Subió al segundo piso y se estrelló con la puerta de la habitación de la chica, cuando ésta la azotó.

A través de la madera escuchó la explosión del llanto de Cristina. Tenía una mano sobre la perilla y la otra mano hecha puño contra la puerta, con la frente apoyada en ella. Cerró los ojos mientras los sonidos del otro lado la mataban.

-Cristi…- susurró con la garganta reseca. Giró pegando su espalda a la madera y se resbaló hasta el suelo, abrazando sus rodillas y mordiéndose la lengua para no sucumbir al llanto. Se quedó ahí varios minutos, sufriendo junto a su hermana, muriendo de ganas por abrazarla y consolarla. Se jaló el cabello y perdiendo el poco control que le quedaba empezó a llorar. Los quejidos de Cristi se filtraban por sus oídos y golpeaban su corazón, mientras la tormenta se desataba con ferocidad y los truenos resonaban por doquier.

-¿Alejandra?- Sofía se acercó rápido a ella, arrodillándose para poder mirarla bien. - ¿Qué pasó?

-Nada.- su voz sonaba ahogada.

-¿Nada? Pero si estás llorando.- En eso, se escuchó el llanto de Cristina y algo rompiéndose en su habitación.

-Ve con ella, te necesita.- Le dijo a Sofía antes de levantarse y encaminarse a su cuarto.

Cerró de un portazo y se sentó en la cama. Seguía llorando,  ¡Cris la amaba! ¡La amaba! Y no podían estar juntas… ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?! Miró sus manos y deseo no llevar esa sangre, deseo no tener parentesco con Cris. En un ataque de ira empezó a rasguñarse las muñecas, ¡quería sacarse esa sangre! ¡Detestaba ser quien era!

Tomó una de sus lámparas y la arrojó con todas sus fuerzas hacia la pared, haciéndola añicos al instante.

-¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?!- Pateaba una y otra vez su cama.- ¡¿PORQUË?!

No podía quedarse ahí.

Bajó de nuevo hasta la cochera y subió a una de las motos, haciéndola rugir mientras salía a toda velocidad hacia la noche.

La lluvia  caía  sobre ella y el viento resoplaba con fuerza. Los ojos le ardían, sentía la garganta con un nudo y un intenso dolor en el pecho.

-¡Señorita Alejandra! ¡Deténgase!- De un golpe volvió a la realidad. Estaba en la carretera, rumbo a la ciudad y sus leales hombres de negro la seguían en una de las camionetas. En el retrovisor pudo ver a Beny con la cabeza fuera del vehículo, agitando una mano y pidiéndole a gritos que detuviera la motocicleta. Pero no lo hizo. Aceleró. Necesitaba eso. Necesitaba velocidad, peligro. Necesitaba estrellarse y romperse todo el cuerpo.

Cristina sufría. Volvieron a su mente los sonidos dolorosos de la chica. No podía respirar. No podía más. Soltó el manubrio de la moto y cerró los ojos…

***** ******

Se movió algo incómoda. ¿Qué era eso que tenía en el brazo? Abrió los ojos y trató de enfocar la vista en algo. El cuarto se fue aclarando y pudo ver a Sebastián sentado junto a ella, leyendo el periódico con calma y tomando café.

Continuó su recorrido visual y al fin descubrió eso en su brazo. Un catéter. Un momento, ¿estaba en el hospital? ¡¿Otra vez?! Entonces recordó todo. La lluvia, la moto… Cristina. Soltó un quejido.

-Ya era hora.- Sebastián tenía los ojos clavados en ella. El anciano dobló con parsimonia el periódico y lo dejó en una mesilla junto a la pared.- Ahora si. Me puedes explicar, ¡¿en qué demonios estabas pensando?!- El cura se puso de pie y se acercó a ella. Realmente estaba enfadado.- ¡No sé en donde tienes la cabeza! ¡Apenas hace unos días recibiste una paliza y se te ocurre la estúpida idea de correr a toda velocidad bajo la lluvia! ¡¿Dónde está tu prudencia?! ¡Tienes suerte de no haberte matado! ¡En cuanto te recuperes romperé mi bastón en tu cabeza y me compraré diez más para hacer lo mismo con ellos! ¡Insensata!- El viejo le jaloneó el cabello.

-¡Aaaah! ¡Tío, no!- Si la moto no la había matado, ese anciano lo haría.- ¡Tío, basta!

-¡Si tu madre estuviera aquí ella también te daría una paliza!

-¡Tío!- Ese viejo le estaba poniendo una buena putiza.

-¡Sebastián!- Alguien sujetó al cura y lo apartó de ella. Era Guillermo.- ¿Qué pasa aquí?

-Pasa que tu hija me saca canas verdes.- Refunfuñó el viejo.

-A todos.- Su papá la miró con el ceño fruncido. ¿Qué? ¿También él la medio mataría a golpes?- Estoy esperando una explicación.- Dijo el hombre cruzándose de brazos.

- Fue por… ¿mis problemas de abandono?- Sonrió con algo de cinismo.

-Eso sí que no señorita.- Guillermo dio manotazos al aire.- A mi no me eches la culpa de tus estupideces. Alejandra, volviste a lesionarte las costillas. Es una suerte que no te hayas matado… ¡¿por qué siempre haces tonterías?! Cuando creo que ya te has calmado y encontrado el camino ¡boom! Haces una de las tuyas. Tengo suficientes preocupaciones ya como para estar pensando en qué momento tomarás una moto o tu auto y te matarás en él.

-Ya no me regañes.

-¡Por supuesto que te regaño! ¡Te quiero viva, sana! No llena de vendajes y cicatrices.

-¡Lo siento! ¡Tienes razón! ¡Soy la estúpida más estúpida del mundo! La cagué, lo sé…- Bajó la mirada. Se sentía tonta, ridícula y a la vez quería volver a estrellarse pero ahora con más fuerza. El conde se sentó a su lado.

-Hija, ¿Qué fue lo que pasó? Sofía me dijo… Cristina y tú, ¿tuvieron algún problema? ¿Pelearon?

-No.- ¡No lo mires a los ojos!

-Alejandra… no me trates como a un tonto.

-Solo fue un mal entendido.- su papá la observó en silencio unos segundos, decidiendo si insistir con eso o dejarlo así.

-Ustedes se llevan muy bien y se quieren mucho, seguro lo arreglarán. No tienes porqué intentar matarte.- Guillermo sonrió de lado y le revolvió el cabello.- Tengo que atender unos asuntos. Sebastián se quedará contigo. Y por cierto, estás castigada.

-¡¿Otra vez?!

-Te pondré a hacer trabajos forzados en la parroquia.- Intervino el viejo con cara de matón de la mafia rusa.

-Harás lo que diga tu tío.- Recalcó su papá.- Claro que como somos generosos, dejaremos que te recuperes primero. – Bajó la mirada y observó las vendas en sus brazos, que seguro estaban llenos de heridas abrasivas.

Guillermo se despidió de ella besándole la cabeza, dejándola de nuevo a solas con su tío.

-¿Empezarás a golpearme de nuevo?

-Mas tarde.- Sebastián acercó la silla a la cama.- Cuéntame, ¿Qué fue lo que pasó con Cristina?

-Ella me ama…- dijo después de unos segundos de silencio.

-¡¿Cristina?!

-Si,- Su tío se tapó la boca con las manos, asombrado.

-Vaya… eso es… ¿Le dijiste que también la amas?

-¡Claro que no! ¡¿Cómo se te ocurre?!

-¿Entonces?

-La rechacé… le dije que no la amo.

-¡¿Por qué?!- Sebastián estaba al borde de la silla, totalmente decepcionado por su respuesta,

-¡¿Cómo que por qué?! ¡Es mi hermana! Si ella supiera que la amo... todo sería más complicado… si la hubiera aceptado ¿Qué haríamos? ¿Huir? Mi papá nunca aceptaría una relación amorosa entre sus hijas. Eso sería inapropiado.

-¿Le has preguntado?

-¡¿Pero que te pasa?! ¡¿Cómo voy a preguntarle si estaría de acuerdo?! ¡¿Estás loco?!

-¡Tampoco me faltes al respeto!

-¡Escucha lo que preguntas!- Sus costillas empezaron a punzarle.

-Sé lo que digo…- su tío prosiguió calmadamente.- Te lo he dicho antes, “la verdad os hará libres”. ¡Tienes que decir la verdad! Si realmente quieres que Cistina acepte tu decisión, tiene que saber que eres su hermana.

-Lo se, pero decirle eso… esa verdad no es solo mía. Mi papá tiene manchadas las manos en ese asunto. Y tú también.

-Mi plan fue brillante. La complicación es el amor que sienten ustedes. Nunca creí que se enamorarían.- el cura se rascó la cabeza.- Que curioso… Cristina y tú. Ella es una chica fantástica y muy linda, entiendo porque caíste a sus pies pero… ¿Qué te vio ella?

-¿En serio bromearás con esto?- ¡¿Era una puta broma?!- ¡¿No te das cuenta que no sé qué hacer?! ¡No sé qué decirle! ¡No sé cómo estar cerca de ella sin querer besarla! ¡Por eso estrellé mi moto! No soporto todo esto…- se le quebró la voz y empezó a sollozar. Sebastián se acercó y la confortó.

-Calma. Todo estará bien.

-No… no sé como hacer que ella no sufra. No quiero que me ame… no quiero.- Lloraba amargamente.

-Sí sé que te vio Cristina.- empezó a decir el viejo mientras pasaba la mano por su espalda para intentar aminorar su llanto.- Eres una persona increíble, de buen corazón. Lucha Alejandra, lucha con todas tus fuerzas.

-¿Luchar contra lo que siento? Eso hago.

-No. Lucha por lo que sientes. Busca a Cristina, dile todo.

-Pero… se enojará mucho conmigo.

-¿La prefieres enojada o triste? Habla con tu papá, explícale todo lo que está pasando. Él sabrá que hacer. Rezaré mucho por ustedes. Si Dios quiere, todo se acomodará en el lugar que le corresponde.

-Él me matará o me enviará lejos, como antes.

-No, no lo hará. Tu papá está loco por ustedes, son su adoración. Nunca las dañaría.

-Él se opondrá.- El viejo la tomó de las mejillas y la hizo mirarlo.

-Lucha.- dijo de nuevo.

-No entiendo. ¿Quieres que lo desafíe?

-Lucha.- insistió Sebastián encogiéndose de hombros y tomando de nuevo su periódico.

Entonces… ¿Qué debía hacer?

***** *******

Ya había faltado demasiados días a la escuela. Esperaba que al regresar pudiera ponerse al corriente con todo. Caminó hacia el balcón de su habitación con una mano en sus costillas. Debía dejar de estropear su cuerpo. Su familia tenía razón, había sido una estupidez estrellarse. Pensó en Laura… seguro su mamá también la hubiera regañado sin parar durante semanas. ¿Qué le diría ella con respecto a sus sentimientos por Cristi? La azabache no había ido a verla. Y ya habían pasado diez días desde que le había dicho que la amaba. Tenía que verla, debía decirle por qué no podían estar juntas. Decidió que era un buen día para bajar a cenar. Ya no quería seguir ocultándose en su alcoba.

Pasó por la habitación de la azabache pero no escuchó señales de vida. Seguro la chica ya estaba en el comedor con todos los demás.

Se detuvo un momento antes de  estar en presencia de todos. Entro y nada… la chica no estaba.

-¡Alejandra!- Sofi corrió hacia ella, abrazándola.

-Con cuidado, hija. No vayas a fracturarle otra costilla.- Dijo divertida la condesa.

-Hola a todos.- Se sentó, lista para disfrutar de la cena.

-¿Cómo te sientes?-  Le preguntó Angie.

-Mucho mejor.

-Tienes los huesos muy duros.- Dijo Memo, bastante entretenido cortando un pedazo de carne.

-La cabeza también.- Guillermo aun la miraba con cara de: ¡¿Pero en que coño estabas pensando?!

-Ya, perdón.

-¿Sigues enojada con Cris?- Preguntó la enana. Se sintió algo incómoda con esa pregunta. Les echó una mirada fugaz a todos.

-No estoy enojada con ella.

-¡Entonces ella está enojada contigo!- Exclamó triunfal su hermanita.

-Sofi, no agobies a Alejandra.- Pidió la condesa.- Tu también te enojas con tus hermanos y aun así siguen queriéndose mucho.- ¿Podían cambiar el tema?

Se enfocó en comer. Eso estaba mucho mejor que la comida del hospital, de eso no cabía ni la menor duda. Doña Cuqui era una cocinera experta. Esa crema de cilantro estaba deliciosa.

-Las lluvias han provocado mucho daño en las comunidades de las colinas…- decía Angie.

-Así es, varias colinas se han resquebrajado, es muy peligrosa esa zona. Pensamos ir y sacar a la gente de ahí para reubicarla.- Comentó Guillermo.

-¿Y a donde la mandarán?- Se metió ella a la charla.

-Construiremos una zona habitacional en un terreno al poniente, cerca de la playa. Mientras tanto buscaremos donde pueden vivir. Tendremos mucho trabajo con ese asunto.

-¿Puedo ayudar en algo?

-Claro. Todos nos involucraremos. Por cierto, el condado ha aplaudido tu donación para el nuevo orfanato. El Fiscal ha propuesto hacer un acto público para darte las gracias.

-Dile que no es necesario. No lo hice para recibir elogios. Mejor invierta sus esfuerzos en apoyar el proyecto y con eso me sentiré satisfecha.

- Eso mismo le dije que responderías.- Comentó su papá  con orgullo.- Por lo pronto tendremos reunión de Consejo Directivo en dos días. Trataremos el asunto de Tomás.

-¿Él ya sabe?

-No. En la junta se presentará el problema.

La cena transcurrió tranquila. Una parte de ella se sentía aliviada de no haberse encontrado con Cristina. Decidió salir un momento al jardín. Ese lugar le gustaba mucho. Se recostó en una de las banquitas y se quedó un buen rato mirando las estrellas. Sintió su existencia insignificante ahí debajo del cielo infinito. Una gota le cayó en el rostro, ¿otra vez llovería? Durante las últimas semanas la lluvia era constante. Miró hacia las colinas, las personas de ahí cada día estaban más vulnerables a otra catástrofe. Era bastante peligroso ir a ese lugar durante esos meses lluviosos. Las gotas se intensificaron… ¿Habría tormenta? ¿Cristina estaría bien? Con el ceño fruncido pensó en si sería buena idea tomar al toro por los cuernos en ese momento. Decirle la verdad a Cristi era arrojar una bomba contra la familia. ¿era el mejor momento para eso?

Ya no podía quedarse más tiempo ahí, mojándose y con frío, así que entró a la casa. Había pasado la habitación de Cris cuando escuchó que la puerta se abría.

-Alejandra…- Era Sofía.

-Ah… Hola.- respondió torpe virando la cabeza para ver a la mujer. Sofía la observó un momento en silencio.

-Ale, creo que deberías entrar y hablar con ella.- Se le escapó una mueca.- Sé que no es de mi incumbencia y que ustedes tienen sus propios asuntos… pero no me gusta verlas así, distanciadas y con cara de sufrimiento.- La mujer sonrió.

-No es para tanto.- Quiso restarle importancia al infierno que estaba pasando, ¡infierno puro!

-Bajaré a buscarle algo de cenar. Tienes media hora para arreglar esto.- La condesa le hizo un guiño y la dejó ahí parada. ¿Y ahora qué?

Tenía dos opciones: correr a su cuarto o hablar con Cris, pero ¿qué le diría? Sin razonar lo que hacía, entró a la habitación de la chica. Su hermana estaba de espaldas metiendo unas carpetas en su gabinete.

-Mamá, de verdad no quiero comer.- dijo la azabache antes de voltear y quedar petrificada al verla.

-No soy tu mamá.-¡No, ¿en serio?!

-¿Qué… que haces aquí?- La chica tenía un short de tela, de los que usaba para dormir y una blusa con un estampado infantil,

-Yo…- ¿Qué hacía ahí? Cris le dio la espalda.- estoy bien.

-¿Por qué me dices eso?

-Porque no fuiste a verme… casi muero, ¿sabes?- Intentó bromear.

-Tú siempre haciendo las cosas a medias.- dijo Cristina, cruel.

-¿Eso quieres? ¿Qué me muera?

-Claro que no, no seas tonta.- susurró su hermana. Silencio. La chica continuaba dándole la espalda, inmóvil. Se acercó a ella. Notó como la respiración de Cris estaba un poco agitada y descubrió que la suya igual.

-Ya no quiero sentirme así.- Dijo con la voz temblorosa.- Sé que las cosas se han puesto incómodas entre nosotras y odio eso. Ojalá pudiera… decirte… ¿Cris?- Tomó con delicadeza el brazo de la azabache y la hizo girar para quedar de frente.- No quiero que estés triste y no quiero que me odies.

-No te odio.- dijo bajito Cristina, con la mirada gacha.- ¿Te duele?- Su hermana puso la mano sobre sus costillas lesionadas.

-¿Tú que crees?- Sonrió de medio lado.

-No quiero que hagas algo así de nuevo.- Los ojos grises la atravesaron.- Por favor.

-No volverá a pasar.- Cristi acercó los labios a los suyos… La detuvo.- No puedo besarte.  

-¿Por qué? Solo dime que es eso tan grave que te aparta de mi.

-Ya te dije que…- empezó a decir.

-¡No!- Cristina se alejó de ella, molesta.- ¡Basta de mentirme, Alejandra! No digas que no me amas porque tú y yo sabemos muy bien que eso es mentira. Estás enamorada de mi y aunque no lo dices con tu voz, me lo has dicho infinidad de veces con tus ojos, con tu música, con tus abrazos…- La voz de Cristina se quebró.- con ese beso… no te atrevas a mentirme otra vez.- Su hermana lloraba y ella sentía un doloroso nudo en la garganta. Ya no quería mentirle, pero tampoco se sentía lista para decirle la verdad.

-Hay…- carraspeó.- hay tantas cosas que no puedo decirte en este momento.

-¡¿Porqué?! ¡Dilo!

-¡No quiero lastimarte más!

-¡Tengo el corazón roto por ti! ¡¿Qué más daño puedes causar ya?!

-¡Mucho más, Cristina! ¡Entiéndelo!- Sujetó a la chica de los antebrazos y la miró con rabia.- Sin importar lo grande que sea esto, no puedo estar contigo. Y tú… tu no querrás estar conmigo.

-¡¿Quieres dejar de tomar decisiones por mi?! ¡Odio eso!

-¡Lo odiarás más si no hago lo correcto! ¡Me odiarás si dejo que las cosas sigan!

-¡¿Cómo te odiaría?! ¡Yo te amo!

-¡Deja de decir eso!

-¡Estoy harta de ti, Alejandra! ¡Vete de mi habitación!- Cris estaba furiosa. Sabía que lo que más detestaba la chica era no saber lo que pasaba. No poder controlar las cosas.- ¡Vete!- La azabache empezó a empujarla para sacarla de su alcoba.

-¡¿Quieres dejar de comportarte como una niña?!- Le agarró las muñecas para evitar que siguieran los empujones.

-¡¿Una niña?! ¡Una niña nunca habría tenido el valor de hacer lo que hice! ¡Te amo sin importar nada! ¡Soy capaz de enfrentarme a mi padre por ti! ¡A la Corona por ti! ¡¿Pero eso importa?! ¡No! ¡No te importa nada!

-¡¿Qué quieres que haga?!

-¡Que seas valiente!

-¡Esto no puede ser!

-¡¿PORQUÉ?!

-¡POR QUE SOY UNA BASTARDA!- Gritó desgarrándose la garganta. El eco retumbó en la habitación mientras Cristina la miraba totalmente asombrada, respirando fuerte, haciendo que su pecho subiera y bajara rápido. El silencio se extendió por varios segundos hasta que su  hermana intentó decir algo pero volvió a cerrar la boca. Los ojos de Cris la recorrían de arriba abajo, como si pudiera  encontrar algo en ella que respaldara lo que acababa de decir.

-Eso es… imposible.- dijo al fin.

-Es lo que soy.- Cris cerró los ojos y negó con la cabeza.

-No puedo creer eso… nosotros… mi familia no…

-Soy producto que un gran amor.- empezó a decir mientras su hermana clavaba los ojos de nuevo en ella.- Pero mis padres nunca se casaron. Incluso se separaron antes de mi nacimiento. Mi padre no supo que yo existía hasta muchos años después.

-Pero…. Eres legítima… ¡he visto tu certificado de nacimiento!

-Un certificado fácil de comprar para un San Román.- Cristina empezó a dar vueltas por el cuarto.

-Alejandra, si esta es solo una mentira para justificarte, déjame decirte que es de muy mal gusto.

-No es ninguna mentira. Querías la verdad, ¿no? Ahí está. Yo soy la deshonra de tu familia, Cristina. Soy el recordatorio de que ni siquiera los San Román son intachables.

-Mi padre… él te trajo hasta aquí… ¿Él falsificó tu identidad?

-Sí.- Cris apretó los ojos un momento.- No te enfades con él. Hizo lo que consideró lo mejor para todos.

-¡¿Mejor para todos?! ¡Él no puede jugar así con el buen nombre de nuestra familia!

-¡Solo me protegió!- dijo enojada.- ¡Ser ilegítima no me hace una extraterrestre! Sé que estás molesta con nosotros y tienes razón. Jamás debimos engañarte, pero así fueron las cosas. Entiendo que mi condición no encaje en el mundo de caramelo en el que vives, pero tampoco me trates como si fuera basura.

-Nunca te trataría así. Solo estoy… no sé…- Cris se tironeó el cabello.

-Cristina…- se acercó a la chica.- te prometo que un día sabrás absolutamente todo de mi.

-Acaso, ¿hay mas?

-Sí.- Había omitido lo más importante.

-¿Cuantas mentiras has dicho?

-Las que fueron necesarias para proteger a la familia y a ti.- La chica se quedó en silencio. Sabía que estaba procesando cada detalle de lo que le había confesado.

-¿Cuántas veces te visitó tu papá cuando eras pequeña?- Preguntó al fin la azabache.

-Ninguna.

-¿Te llamó por teléfono?

-No.

-¿Te tenía completamente abandonada?- Por un momento pudo ver compasión en los ojos de la azabache.

-Enviaba regalos en fechas importantes, además de que pasaba una cantidad mensual para mi.

-¿Por qué nunca te reconoció? Era obvio que eres su hija, tienes toda la pinta de serlo.- Cris le hablaba con un tono algo dolido y hostil.

-Sus motivos habrá tenido. Yo nunca pedí nada, no quería verlo ni hablar con él. Sé que para ti, saber esto es una gran decepción. Lo siento. Perdóname por habértelo ocultado todo este tiempo.

-Nos mintieron a todos. Tengo que hablar con mi papá.- Su hermana dio unos pasos hacia la puerta.

-¡No!- Se interpuso en su camino.- Se enojará conmigo.

-Me importa un bledo eso. Yo estoy furiosa con los dos.- Cris empezó a dar manotazos al aire tal y como hacia Guillermo.- ¿Por qué no me dijiste la verdad desde un principio? ¿Por qué esperaste tanto?

-Se supone que no tenías que saberlo. Nadie debía saberlo. Siéntate, por favor.- La chica se cruzó de brazos y se quedó plantada en su lugar.- Cristina, por favor.- Insistió. A regañadientes, la azabache se sentó. Ella ocupó un lugar frente  a su hermana.- No intento justificarme, pero cuando llegué aquí no sabía que tendría que vivir en este palacio. Y tampoco era mi intención estar cerca de ustedes. Yo… los detestaba.- dijo con algo de vergüenza.- Tenía bastante resentimiento acumulado hacia mi padre. Siempre creí que él se mantuvo lejos de mi porque yo no le importaba. Entonces… te vi en la parroquia.

-Fue afuera, con doña Soco.

-No.- Sonrió al notar la confusión de Cris.- Yo estaba en el huerto cuando llegaste ese día. Te vi bajar de la camioneta y me colé por la sacristía para poder verte de cerca. Estabas hablando con el padre Sebas y sonreíste.- Y en ese momento la chica también sonrió.- Pensé que no había nadie más linda que tú. Por eso te seguí hasta la tienda de doña Soco. No sabes la gran ayuda y apoyo que fuiste para mi cada vez que sentía que iba a explotar de ira. Ahora he perdonado a mi padre.- Dijo arrodillándose frente a Cristi.- Espero que perdones al tuyo. Lo único que hizo fue preocuparse por mi y acogerme en esta casa. Y te pido, como favor personal, que no comentes esto con nadie, ni con él.

-¿Quieres que lo deje pasar? Alejandra... mi padre y tú han sido deshonestos con toda la familia.

-Eso lo sé. Y exactamente eso es lo que te pido, que lo dejes pasar. Por mi.- Cristina apretó la mandíbula y la miro como si no mereciera ningún tipo de favor en la vida.- Oh, vaya.- Se incorporó, alejándose de la chica.- Supongo que esto cambia todo, ¿verdad?- Si Cristina se alejaba de ella por saberla bastarda, estaba bien ¿no? Eso era lo que quería, entonces ¿por qué se sentía tan mal? Estaba de pie esperando el veredicto de su hermana, quien se levantó lentamente y se fue acercando a ella.

-Tengo ganas de arrancarte la cabeza. Me has decepcionado… no por lo que eres.- La voz de Cris volvió a quebrarse.- Podrías ser lo que sea y yo te amaría igual.- ¡¿Qué?! La chica la sujetó de la camisa.- Pero me duele saber que no fuiste sincera, que me ocultaste algo tan importante y no me refiero a ser ilegítima, sino a todos esos sentimientos que guardabas por tu padre y por nosotros. Me molesta saber que no fui digna de tu confianza… y me molesta saber que tenías razón, ni los San Román somos intachables.- Dijo Cris con una sonrisa dolida mientras una lágrima rodaba por su mejilla.

-Eres digna de mi confianza, solo… yo no sabía que tan importante serías para mi cuando acepté ese engaño. Y después… tenía miedo de tu reacción, de que quisieras arrancarme la cabeza.- bromeó, intentando hacer sentir mejor a la azabache.

-Lo que aún no me has dicho, ¿dolerá más?- Pensó un momento.

-Sí.- Tomó a Cris por los hombros.- Escucha, te conozco y sé que intentarás descubrirlo por ti misma y no quiero que lo hagas. Yo te lo diré todo.

-¿Por qué no lo dices ahora?

-No lo sé. Tengo miedo. Pero entenderás porqué me comporto así contigo. ¿Puedes confiar en mi?

-De acuerdo, pero con una condición: No esperes mucho, quiero saberlo pronto.

-¿Tengo fecha límite?- Sonrió de lado.

-Después de la reunión de Consejo.- ¡Eso sería en un par de días! Sintió un escalofrío recorriendo su espalda. No creía que Cristina se tomara “bien” el resto de la historia, teniendo en cuenta todo lo romántico que había pasado entre ellas.

-De acuerdo.- Su hermana dio un paso atrás.

-Tenemos una tregua.- Dijo la chica estirando la mano para que se la estrechara. Lo hizo.

-Gracias. Sé que es difícil para ti.

-También debe serlo para ti. Es un secreto pesado.

La puerta se abrió. Sofía entró con una bandeja con la cena de Cris. Las observó un momento. Ellas seguían con las manos estrechadas.

-¿Todo bien?- Preguntó la mujer.

-Por ahora.- Sentenció Cristina.

***** ******

***** CRIS*****

Las puertas se cerraron y el elevador empezó a subir hasta el último piso. Miró de reojo a su prima que parecía muy entretenida presionando todos los botones de la pared. Hacía ya dos días que sabía la verdad sobre ella… al menos una parte.

Había comprobado que lo que sentía por Alejandra era tremendamente fuerte, ya que gustosa estaría con esa chica haciendo caso omiso de su origen. La castaña era suya, no necesitaba más nombre y apellido. Suya y ya.

También pensó en lo que su prima no había dicho, no había negado que la amara o sea que sí lo hacía, sí la amaba. Entonces… eso que aún faltaba por saber era lo suficientemente grave como para interponerse entre ellas. Se mordió los labios para aguantar el ansia que sentía por ponerse a investigar, por irle a gritar a su padre.

Aún la ponía de malas recordar que había sido engañada. Pero había decidido confiar en Alejandra. Por más ganas que tuviera de echarle en cara a su papá su falta de escrúpulos, también le agradecía el hecho de que hubiera llevado a Ale a vivir con ellos. Gracias a eso pudo conocerla. Ahora la pregunta era si algún día podrían estar juntas.

Salieron a la recepción, donde doña Amelia estaba atareada contestando los teléfonos.

-¿Vienes?- Le preguntó a Ale, ya que la chica se quedó parada como si no supiera a donde ir. Su prima la miró un momento. Sabía que las cosas estaban algo raras entre ellas. Se trataban con cortesía, pero algo había cambiado.

-Solo… iré por algo de tomar a la oficina de Álvaro.

-En mi oficina también hay cosas para tomar.

-Necesito algo más fuerte que agua.- Entendió.  Alejandra iba por alcohol.

-No es buen día para estar bebiendo.- dijo algo enojada.- Tenemos reunión de Consejo en una hora.

-Solo será una copa.- Antes de que pudiera protestar de nuevo, la castaña caminó hacia la derecha. Refunfuñando, se metió a su oficina y aventó su bolso sobre el escritorio. ¡Alejandra le ponía los pelos de punta!

Se apresuró a encender su laptop y decidió concentrarse en su trabajo. Leyó la misma línea por cinco minutos hasta que se dio cuenta de lo que estaba haciendo.

-Castaña tonta.- Susurró con la cara apoyada en el teclado. Estaba agotada.

**** *******

******ALE*******

-¿Me dirás que te pasa?- Álvaro la observaba atento mientras bebía el tercer vaso de whisky.

-Todo bien.- Dijo cuando el líquido pasó por su garganta. Resopló. Eso estaba fuerte. Empezó a servirse otro.

-Alejandra, dame eso.- El hombre quiso quitarle el vaso pero ella lo esquivó.- Debes estar con tu padre en un momento más, no puedes llegar ebria.

-Calma, calma, tengo muy presente mis responsabilidades.- Se bebió lo último que quedaba.- ¿Como olvidar quien soy? ¿Sabes algo? No sirvió de nada el acuerdo de mis padres. Mírame. Estoy viviendo lo que mi madre no quería que viviera. Estoy encerrada en la burbuja de mi familia.

-Eso es mentira. Laura quería educarte lejos de aquí para que crecieras libre, aprendiendo como funciona el mundo real. Lo hiciste y al venir aquí puedes ver claramente la diferencia entre los dos mundos. Has logrado grandes cambios aquí, ¿en serio no lo notas? El acuerdo de tus padres sirvió para lo que fue diseñado, para hacer de ti una persona de bien.- Álvaro le arrebató el vaso.- Aunque algo ebria en este momento.

-Estoy bien.

-No estás acostumbrada a beber  y te tomaste el whisky como si fuera agua. ¿Siguen los problemas con Cristina?

-¿Todos se enteraron de eso?

-Es fácil darse cuenta que están enojadas. Tú tienes cara de moribunda y ella anda más gruñona de lo normal. ¿Tan grave fue la pelea?- No podía decirle a Álvaro porque seguro correría a contarle a Guillermo.

-Ya sabes como somos.- dijo encogiéndose de hombros.

-Agua y aceite. Y por lo que dijiste antes… sigues siendo libre. A pesar de ser famosa en el condado, tienes la libertad de marcharte y ejercer tu profesión en donde elijas. Si las cosas hubieran sido de otra manera, estarías atada a este lugar irremediablemente.

-Estoy atada irremediablemente a este lugar…- dijo bajito.

-Tengo que ir a la oficina de tu papá, no te dejaré aquí sola con mis botellas.- Dijo el hombre empujándola delante de él para salir de ahí.

Así que no tuvo más remedio que ir a la oficina de Cristina. Cuando entró le sorprendió ver a la azabache acostada en el suelo. Por un momento creyó que se había desmayado, entonces se dio cuenta que estaba consciente.

-¿Qué haces ahí?

-Me relajo.

-¿Funciona?- Se acostó junto a la chica.

-No. Hueles a alcohol.

-¿Será que es porque lo tomé?- dijo irónica. Cristina la pellizcó.

-Auch.

-¿Cómo siguen tus costillas?

-Ya mejor. No me duelen a menos que haga movimientos bruscos.

El intercomunicador empezó a sonar.

-Contesta.- ordenó su hermana.

-Contesta tú.

Soltando un bufido la azabache se levantó a responder. Era Amelia. Su padre las quería a las dos en su oficina.

-Ven.- Cristina la jaló y la llevó al baño.- Lávate.- La chica le golpeó con brusquedad el pecho, dándole un cepillo y pasta dental.- No es momento de estar alcoholizada. No sé que te pasa.- La chica dio unos pasos hacia la salida.

-Claro que lo sabes.- Susurró, pero Cris la escuchó.

-¡¿Y crees que a mi no me pasa nada?!- Ay no.- ¡Ojalá pudiera tirar todo a la mierda y ser irresponsable como tú!

-Cristina, no quiero pelear.- dijo metiéndose el cepillo a la boca.

-¡Ni yo!- Cris se puso a dar vueltas recogiendo sus cosas para la reunión. Bien hecho Ale, despertaste al monstruo. Después de asearse bien, se acercó a su hermana.

-¿Qué pasa?- Cris la ignoró. Revolvía papeles como loca.- ¡Eh, para!- Sujetó fuerte las manos de la chica.- ¿Estás bien?

-No…- Su hermana parpadeó varias veces y negó con la cabeza.- estoy perdiendo el control, ¡lo estoy perdiendo!- Abrazó a la chica.

-Bienvenida a mi mundo.- bromeó. Cristi acomodó la cabeza sobre su hombro y se aferró a su espalda.

-Me estresa estar frente a mi padre y no poder reclamarle.

-Todo estará bien.- ¿Verdad?

***** ******

Todos se encontraban sentados ya en la larga mesa, en la sala de juntas. Estaba el Consejo en pleno. Su padre, Sofía, Angie, Álvaro, Tomás, ellas y varios ejecutivos más. Habían leído ya el acta constitutiva y el orden del día… ella ya estaba empezando a dormirse. Sintió una patada y notó que Álvaro le dirigía una mirada asesina. Se acomodó mejor en su lugar.

-Francamente esto me sorprende.- Decía Tomás en ese momento, revisando los documentos que Cristina le había presentado.

-A mi me sorprende que siendo el vicepresidente de esta empresa y principal promotor del proyecto, no tenga idea del producto entregado. Me cuesta creer eso.

-Cristina, no estarás insinuando que estoy al tanto del fraude…- Cris iba a responder pero Guillermo tomó la palabra.

-Por supuesto que no. Pero seguramente estarás de acuerdo en que se debe iniciar una investigación. Tu nombre y el de la empresa está en entredicho.- El conde miró con algo de extrañeza a Cris. Todos ahí ya se habían dado cuenta del tono agresivo que la chica había usado durante toda la reunión.

-Definitivamente. Hay que aclarar este asunto.- dijo el hombre con el ceño fruncido.

-Entonces nos ceñiremos a los estatutos de la empresa.- Retomó la palabra el conde. Tomás asintió.- Por los motivos anteriormente expuestos, le pido al honorable Consejo Directivo la suspensión temporal del señor Tomás de Aragón de la vicepresidencia.

-¡¿Cómo?!- El hombre parecía sorprendido, ¿no se sabía los pinches estatutos o qué?

-Es lo que procede en estas situaciones.- Recalcó su papá.

-Esto es ridículo.- Argumentó Tomás visiblemente molesto.- Somos familia, podemos hacer los estatutos a un lado.

-Los estatutos son inviolables.- dijo uno de los ejecutivos, un hombre maduro con cejas muy pobladas.

-Ni hablar, procedan.- Tomás apretaba la mandíbula.

-Los que estén a favor de la moción…- Todos levantaron su mano.- Moción aprobada.- decretó Guillermo con voz firme. Vio como Álvaro escribía el acta con especial entusiasmo.

***** ****** ******

-Alejandra, ¿Dónde está Cristina?- Preguntó Guillermo. Estaban saliendo todos de la sala de juntas. Giró la cabeza pero no encontró a la chica por ningún lado.

-Eh… ni idea.

-Encuéntrala y dile que la espero en mi oficina.- Su papá estaba ceñudo.

-Claro.- Pensó.- Espera, ¿qué?

-Que la envíes a hablar conmigo.- Guillermo emprendió la caminata. Corrió detrás de él.

-¿Para qué?

-Tengo que hablar con ella.

-¿De qué?- Su papá se detuvo bruscamente y la miró.

-De su actitud.

-¡¿Vas a regañarla?!- Se apresuró a colarse a la oficina del conde.

-Seguramente, ¿no te agrada la idea de no ser la única víctima de mis regaños?- Su papá colocaba sus documentos en su caja de seguridad.

-No la regañes, ella solo está estresada.

-Yo también lo estoy desde hace décadas y no por eso pierdo el control en una reunión.

-¡Pero tú eres como un robot! Ella aún tiene algo de humana.

-Ve a buscarla.- Su papá movió la mano para indicarle que se marchara.

-¡Pero…! ¡No seas así!

-Largo.- Dijo Guillermo esbozando una sonrisa.

-Conde prepotente.- Dijo saliendo de ahí.

-¡Y todopoderoso!- Recalco su loco padre a través de la puerta.

*** **** *****

-¡Ahí estás!- Cristina salía del baño.- Te estuve buscando.

-Tenía que hacer pipí.

-Uhm… tu papá te busca. Quiere que vayas a su oficina.- Su hermana asintió con la cabeza en señal de que ya la había escuchado.- Mejor vámonos a casa.

-Aún tengo cosas que hacer aquí.

-¡Tómate el día! Ándale.

-Lo que no quieres es que esté a solas con mi papá y empiece a reclamarle eso que ya sabemos.

-Eso… es… posible…

-Vete a casa.- La azabache tomó una memoria usb y caminó hasta la puerta.

-Cristi…- La chica la miró y sonrió.

-Ahora es tu turno de confiar en mi.

***** ****** ******

Se frotó con fuerza la toalla en el cabello. Había tomado una ducha que le había caído de maravilla.

El día había sido bastante pesado. La escuela y luego la empresa, sumándole todo  eso al desgaste emocional, estaba a nada de volverse loca.

Se sentó en la orilla de la cama y pensó un momento.

-Somos hermanas.- dijo con voz firme.- Cristi… tu y yo somos hermanas.- Pensó.- Somos hijas del mismo papá. Tu papá, es el mio también. Rayos.- Se rascó la cabeza.

Suspiró. Tomó una botella que tenía sobre el buró. La había robado de la colección privada de su padre. Sabía que el alcohol no resolvería nada, pero estaba aterrada. En cualquier momento Cristina le preguntaría sobre la verdad, ¿Cuál era la forma adecuada de soltarle eso? Destapó el envase y bebió un sorbo.  Se resbaló por el colchón y quedó sentada en el suelo, con la espalda apoyada en la cama. Dio otro sorbo… otro y otro más.

La puerta se abrió. Durante unos segundos no escuchó nada. Entonces oyó como alguien se acercaba. Cris la miró un momento antes de sentarse junto a ella. La azabache le quitó la botella y bebió un poco.

-Escucha bien. A partir de mañana no quiero volver a verte bebiendo. ¿Entendido?- La chica volvió a beber sin esperar su respuesta. No era necesario responder. Estuvieron bebiendo en silencio un largo rato, ahí sentadas en la semi oscuridad.

-¿Cómo te fue con tu papá?- Se animó a preguntar.

-Bien. Solo lo escuché, asentí y le entregué los datos financieros de fin de mes. Cumplí mi palabra.- Cris hablaba un poco raro, ¿también se sentiría mareada?

-Dame más.- Pidió la botella. La chica intentó beber un poco antes de entregársela pero estaba vacía.

-Se acabó.- La azabache soltó una carcajada y ella la imitó. Les dio un ataque de risa. Cris se retorcía en el suelo.

-¿Quieres ir a robar otra?- Preguntó cuando al fin pudo contener su risa. Con tantita dificultad, se puso de pie y extendió una mano para ayudar a la azabache a incorporarse también.

-Robemos dos más.

Se quedaron frente a frente por un momento. Aún tenía sujetado la mano de Cristi.  Los ojos de la chica estaban fijos en los suyos. Sentía un cosquilleo intenso en su estómago. ¿Por qué se complicaba tanto la vida?

Se fue sobre Cristina al mismo tiempo que la chica se iba sobre ella. Empezaron a besarse desesperadamente. Sentía los labios de Cris presionando con fuerza los suyos. Respiraba a medias y sentía que el suelo se movía pero eso no le importaba. Sus manos de deslizaban por la cintura de la chica mientras seguía disfrutando de sus labios. La azabache le jaloneaba el cabello, enredando sus dedos en él. Amaba besarla, amaba tocarla. Sentía su cuerpo encendido, su cerebro apagado y sus hormonas haciendo fiesta. Valiéndole un comino si sus costillas se rompían de nuevo, levantó a Cris del suelo haciendo que colocara sus piernas alrededor de su cintura, sin dejar de comerle la boca. Se subió al colchón, cayendo sobre él. Cristina se carcajeó y la tomó del rostro para mirarla un momento.

-¿Cómo están tus costillas?- Preguntó Cris arrastrando un poco las palabras.

-Perfectamente.-¡Ah! ¡Todo se movía!

Embistió de nuevo a boca de la azabache, quien no tardó ni medio segundo en corresponderle. Era la primera vez que sentía así a Cristina, que sentía su cuerpo dándole calor. Empezó a moverse entre las piernas de la chica, sintiendo  sus manos traviesas subiéndole la camisa para tocarle la espalda desnuda.

Abandonó un momento los labios de la azabache y comenzó un camino de besos por su cuello… mordisqueó su oreja haciendo que Cris empezara a reír.

-Me haces cosquillas.

-Me gusta tu cuello.- Se detuvo para mirar los ojos grises de la chica.- Y me encantan tus ojos.- Le dio un beso suave a la chica.

-Te amo.- Sonrió al escuchar eso. ¿Qué más podía pasar?

-Yo también te amo, Cristi.- Admitió al fin sintiendo como el peso que traía dentro se esfumaba.- Te amo con todo mi corazón.

Los ojos de Cristina brillaron con intensidad. La chica empezó a darle tiernos besos en todo el rostro Se atrevió a ir desabotonando lentamente la blusa de la azabache. En cuanto la prenda dejó al descubierto un sostén blanco, se inclinó a besar la zona entre los senos.

-Ale, yo… soy virgen.- Dijo Cris con algo de timidez.- Se tierna, por favor.

Apoyó sus manos sobre el colchón y se sostuvo para ver mejor el rostro de la chica  debajo de ella. Cristina era preciosa por naturaleza, pero en ese momento simplemente era perfecta.

-Yo… estoy algo mareada.- dijo con una risita, mientras la habitación giraba.- Creo que podríamos hacer una pausa y tomar un café.- Había una voz en su cabeza intentando decirle algo.

-No quiero pausas, quiero que continúes.- Cris alcanzó el cierre de su short y lo abrió. Esa simple acción de la chica volvió a nublarle la mente. Empezó a besarla de nuevo, de la forma más dulce que podía mientras  su pantaloncillo se iba resbalando lentamente hasta sus tobillos.- Alejandra…- Dijo la azabache entre suspiros, cuando ella llevó los besos a su cuello nuevamente.

-Te amo, Cristi.

-Mi amor… Ah. Que bien… se siente.- Se movía sobre ese cuerpo que amaba, que deseaba desde hacía mucho tiempo. La chica se retorcía debajo de ella, utilizando su boca y sus manos para tocarla también.

Sus tambaleantes neuronas fueron totalmente dominadas por sus hormonas. Su piel solo quería sentir la piel de Cristina. Se deslizaba por el cuerpo de la azabache, sin ningún recato. Esa era su noche. La noche de su primera vez.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Espero sus comentarios, culeras.

!Travesura realizada!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).