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De Aristocracia y Otras Estupideces. (New Version) por Menz

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Notas del capitulo:

!Accio cap 20!

    Capítulo 20.

La Sangre Que Nos Une. 

 

Las puertas del elevador se abrieron y salió disparada de ahí. Sus zapatos resbalaron al girar a la derecha, ¿Dónde rayos estaba su familia?

Vio a todos de pie en una pequeña sala de espera. Alberto tenía abrazado a Cristina, ¡¿qué hacía ese imbécil abrazando a su Cristi?!

-Buenos días.- Habló fuerte haciendo que  todos se percataran de su presencia. Ella solo miraba los ojos de Cris y no lograba descifrar que había en ellos.

-Alejandra, es un placer tenerte con nosotros.- Empezó a decir Tomás.- Llegas justo a tiempo para celebrar el compromiso de Alberto y Cristina.- ¡¿Compromiso?¡- El contrato prenupcial acaba de firmarse.- Vio como el hombre agitaba con orgullo unas hojas.

-Ale, ¿estás bien?- Sofía dio unos pasos hacia ella pero sus ojos seguían clavados en la azabache.

-Cristi…- dijo al fin.- Ven conmigo.- Extendió una mano hacia su hermana, quien se quedó clavada en su lugar.- Tenemos que hablar

-¿Ahora si quieres hablar?- Respondió hostil la chica.

-Alejandra, ¿por qué no te relajas?- Alberto estrechó el abrazo sobre Cristina.

-Suéltala.- Dio un par de pasos hacia ellos.

-No me digas que hacer con mi prometida.

-¡Cristina no es nada tuyo!- Iban a empezar los golpes pero Cris se interpuso, conteniéndola y tratando de hacerla para atrás.  

-Necesitamos al donador.- Susurró la chica, mirándola con rabia. ¡Claro! La prioridad de Cristi era salvar a Guillermo, no romper madres.

-¿Por qué no nos calmamos todos?- Escuchó que decía Angie. Ella guio la atención de la azabache  y le enseñó las venas de su muñeca.

-¿Tu…?- Su hermana había captado el mensaje. Asintió. Angie se había parado junto a ellas y le golpeaba el costado para que le hiciera caso, mientras Sofía estaba hablando con los demás. Observó a su tía que le hizo una señal casi inadvertida. ¿Quería que viera a Tomás o a los mastodontes que tenía por guardaespaldas, parados a unos cuantos pasos del hombre? ¿O tal vez…? ¡El contrato!

- … Creo que somos personas civilizadas, aquí no pasa nada.- Sofía se había mantenido hablando, tratando de calmar los ánimos e indicándole a Fausto y a Beny que se mantuvieran quietos, ya que los hombres estaban listos para protegerlas.

-Alejandra, ya va siendo hora que aceptes el compromiso. Todos estamos de acuerdo con él…- dijo con cinismo Tomás.

-Obviamente están todos de acuerdo.- Respondió encabronada y jalando a Cris para colocarla detrás de ella, lejos de las sucias manos de Alberto. -  Si fue a base de chantaje. ¿No te sientes patético al ser tu único recurso para conquistar a una chica?

-Y, ¿tú qué? ¿Celosa?- Preguntó el chico con una sonrisa triunfal.

-¡Estoy harta de ustedes!- dijo apretando los dientes. Sentía su Ki a punto de estallar.- Se presentan aquí ahora que mi familia pasa por un momento difícil e intentan chantajearnos. Acorralan a Cristina para que acepte comprometerse con un inútil.

-¡No te permito…!- Empezó a decir Alberto.

-¡Cállate!- Bramó enfurecida totalmente, haciendo que el chico se sobresaltara.- Si crees que me quedaré con los brazos cruzados estás muy equivocado. ¡Cristina jamás será tu esposa!

-Te recuerdo que ya no hay marcha atrás.- Se apresuró a decir Tomás.- Ella ha firmado y el contrato se cumplirá en los términos que a nosotros se nos pegue la gana.-  ¡Ahora!

Se lanzó sobre el hombre, arrebatándole los papeles que tan orgulloso aún llevaba en la mano. Sintió que la ropa se le rompía cuando alguien tiró de ella, para evitar que huyera con el contrato.

-¡Suéltala!- Escuchó la voz potente de Fausto y el sonido de dos cuerpos chocando.  Se apresuró a saltar sobre la mesilla para mantener lejos a todos.  Beny estaba ya en los golpes con uno de los guardias de Darth Vader (digo, Tomás) y Fausto daba vueltas en el suelo junto al otro mastodonte.

-¡Deténganse!- Ordenó levantando el contrato con una mano y con la otra sosteniendo el encendedor que le había quitado a Lalo esa mañana. Todos estaban inmóviles mirándola.

-No lo hagas.- Dijo Alberto conteniendo la respiración. Sonrió con malicia y prendió fuego.- ¡No!- Mantuvo su distancia de Alberto y Tomás, mientras  los mastodontes y los hombres de negro volvían a molerse a golpes. Ella saltaba de un mueble a otro,  aguantando el calor que sentía en la mano, hasta asegurarse que los papeles eran cenizas ya.- ¡Eres una idiota!

Alberto se le fue encima. Sujetó la cara del chico y usó su propia fuerza para girar con él y estrellarse en la pared.

-¡Alejandra!

-¡No!

-¡Suéltame!

Escuchaba gritos y cosas rompiéndose mientras ella le daba un puñetazo a Alberto.

-¡Te voy a matar!- Bramó el muchacho. ¿Ah sí? Tomó un florero de los que tenían ahí para adornar las mesitas de los rincones y se lo rompió al chico en la cabeza.

-¡Yo te mataré! ¡Maldito cerdo!- Sintió un fuerte golpe en el pómulo pero no se detuvo. Estaba fuera de sí, lo único que quería era destrozarle la cara y la vida a ese sujeto. Golpeó una y otra vez a Alberto mientras recordaba todo lo que le había hecho a Cristina y a su familia. - ¡Nunca será tuya! ¡Jamás!- Lo agarró del cuello apretando fuerte. El chico le empujaba la cara, como si quisiera desprenderle el cuello.  Sentía los dedos de Alberto lastimándole los  ojos. Mordió con fuerza la mano del chico, sintiendo sabor a hierro en la boca. Parpadeó varias veces pues tenía la visión nublada, sentándose unos segundos en el suelo mientras su oponente  se sobaba la mano. Ella intentó levantarse pero Alberto le trabó el pie, haciéndola impactarse con fuerza en el piso. Su rival se puso de pie y estaba listo para darle una patada pero ella fue más rápida al darle un golpe en los huevos (testículos, gónadas, esas putas chingaderas). Alberto estaba sollozando en el suelo, intentando contener el dolor de la entrepierna.  Se arrodilló sobre él, aplastándole el estómago con la rodilla. -¡Escucha bien, hijo de tu chingada madre! ¡No te volverás a acercar a ella! ¡¿Entendiste?!- Le dio un tremendo bofetón.- ¡¿Lo entendiste?!- Otro golpe de vuelta.- ¡Contesta, perro!

-¡Si, lo entendí!- Dijo Alberto respirando bocanadas de aire, con el semblante morado, tanto por la falta de oxígeno como por los golpes. Golpear los testículos era jugar sucio pero le daba igual.

 -¡Levántate!- Jaloneó el cabello de Alberto hasta que éste se puso de pie y lo empujó para que Beny lo sujetara.

-Hola, idiota. Si las molestas de nuevo, te arrancaré la piel de la cara.- Dijo su guardia loco con voz de asesino serial dándole un último puñetazo a Alberto, mandándolo a besar al suelo… otra vez.

Por fin descubrió lo que había pasado mientras ella estaba en los golpes con Alberto.  Álvaro tenía a Tomás inmovilizado contra el suelo y notaba  lesiones en la cara del cretino ese, mientras que los guardaespaldas de Tomás estaban totalmente noqueados. Fausto se arreglaba la corbata con un gesto de suficiencia.

-¡Suéltame!- Exigía el hombre mientras Álvaro sonreía burlonamente.

-Oblígame.

-Levántalo.- Le dijo a Álvaro, quien lo hizo de inmediato, jalándolo y mangoneándolo como si fuera un muñeco de trapo.

-Que fuerte.- Escuchó la voz de Angie junto a ella.

-¡Esto es una afrenta! ¡Exijo una disculpa!- Bramó Tomás.

-¡Y yo exijo que se larguen de mi vista! No quiero volver a verlo en el palacio o en la empresa, ¡está despedido!- Reclamó ella.

-¡No puedes hacer eso!

-¡Claro que puede!- Cristina se hizo escuchar.-  Lo que ustedes hicieron aquí hoy fue vergonzoso, cruel e imperdonable. Jamás se les permitirá de nuevo la entrada a la casa de mi padre ni a su empresa. No quiero volver a verlos, par de cínicos.

-No tienen la facultad de despedirme.

-Sí la tienen. Mientras Guillermo se recupera, Cristina como su heredera asume sus funciones, tanto como en asuntos del condado como de la empresa. Deberías leer los estatutos, estúpido.- Aclaró Sofía, enfadada.

-Y nosotras votamos a favor de que te esfumes.- Declaró Angie. Tomás soltó una carcajada.

-¿Mientras se recupera? ¡Oh, querida Sofía! ¿Se te olvidó que aún necesitan sangre para operarlo? ¡Guillermo morirá antes de encontrar a un donador!

¡Plaf!

Cristina le había dado una sonora bofetada al hombre. La chica temblaba de ira.

-Mi padre no morirá… y usted ¡lárguese! ¡fuera!- Ella sujetó a Cris pues iba a saltar sobre Tomás.  El hombre cambió su expresión a una despiadada.

- Escúchame bien, niña tonta.- El hombre la miró a los ojos.-  No sé que clase de poder crees tener en este lugar pero aquí no eres nadie,  ¿entiendes?  Voy a destruirte, junto al resto de ustedes. Los San Román tienen los días contados, ¿escucharon? ¡Toda su familia caerá!

-¡Basta!- Sofía se acercó al tipejo.- ¿Quieres guerra? ¡Pues la tendrás! Hace mucho que Guillermo debió echarte de nuestras vidas. Ahora por fin has revelado la clase de víbora que eres.

-¡No le hable así a mi padre!- Se metió Alberto, quien ya había recobrado la consciencia y estaba intentando ponerse de pie.

-¡Tu cállate!

-¡Sáquenlos de  aquí! Álvaro, encárgate de restringirle el acceso a ese sujeto a todo lo relacionado con nuestra familia.- Ordenó la condesa.

-Encantado.- Dijo el amigo de su padre, haciendo una exagerada reverencia ante la condesa. Sin duda se divertiría con todo eso.

-¡No me toques!- Tomás intentaba liberarse de Fausto, pero éste le torció el brazo.- ¡Olvídense de mi ayuda! No les diré el nombre del donador.

-No lo necesitamos, - respondió ella.- yo le daré mi sangre.- Tomás se quedó mudo. Se notaba que sus guardias y Álvaro estaban disfrutando arrastrando a esos sujetos hasta la calle.

-¿De verdad tienes su misma sangre?- Le preguntó Cris con expresión de alivio. Asintió.

-Alejandra, apresúrate.- Le dijo Sofía señalándole el pasillo para las donaciones.

Mientras buscaba la puerta indicada se arreglaba rápido la ropa y el cabello despeinado. ¡Ahí estaba! En cuanto le dio los datos de la donación a una enfermera, todos en el departamento empezaron a correr. Una de ellas fue a avisarle al médico cirujano mientras otras se apresuraban a tener todo listo para extraerle la sangre.

Primero le sacaron dos pequeñas muestras para examinarlas y asegurarse de que su sangre era segura. Estaban como seis personas esperando los resultados, podía verlos alrededor de una computadora. Ella estaba de pie junto a un doctor que se encargaría de hacerle una entrevista una vez que su sangre resultada adecuada.

-¡Segura!- Gritó alguien y sintió unas manos jalándola hacia una oficina, donde le hicieron todo tipo de preguntas sobre su alimentación, vida sexual, tatuajes, etc. Luego la llevaron hasta una camilla donde se recostó y observó a una doctora muy guapa apretarle el brazo con una liga e insertarle la aguja, con todo el sadismo posible. ¡Pinches doctores mamones!

Veinte minutos después estaba sentada comiendo un emparedado y tomando jugo, ¿desde hacía cuanto tiempo que no probaba bocado? Mientras masticaba se dio cuenta que realmente le dolía la cara.

Un enfermero levantó el pulgar para indicarle que todo había salido bien y la operación empezaría pronto.

Cuando regresó a donde estaba su familia, Cristina estaba sentada junto a Sofía mientras Angie y Álvaro estaban hablando en un rincón.

-¿Todo bien?- Preguntó su madrastra señalando el brazo que mantenía flexionado.

-Sí. El doctor vendrá a hablar contigo en un momento. Ya están por iniciar la operación.- Sofía suspiró. Solo hasta ese entonces se fijó en las profundas ojeras de la mujer, quien se levantó y la abrazó.

-Me alegra que hayas regresado. Cristina, ¿podrías pedirle un botiquín médico a una de las enfermeras, por favor?- Vio a la azabache desaparecer en busca de ayuda. Sofía la hizo sentarse junto a ella y empezó a analizarle las heridas.- ¿Estás bien?

-Sí, es solo…!Auch!- La condesa le había tocado el golpe en el pómulo.

-Esto estuvo fuerte. Ale, ¿por qué te marchaste? ¿Qué pasó?- Negó con la cabeza.

-Solo necesito hablar con Cristina.

-Aquí está.- La aludida había regresado con el encargo. Sofía la miró un momento a los ojos y se puso de pie.

-Cúrala tú.-Ordenó la mujer.- Y mientras lo haces, resuelvan eso entre ustedes.- La condesa se alejó de ellas. La azabache se quedó de pie varios segundos, hasta que por fin ocupó el lugar donde antes estaba su madre.

Le limpió las heridas en rostro y nudillos, totalmente en silencio y apenas mirándola. Sentía las manos de la chica, presionando sus heridas con brusquedad. No creía que Cristi estuviera haciendo un buen trabajo, era más bien como si quisiera lastimarla más. Carraspeó.

-Tenemos que hablar.

-No quiero hablar contigo.- Cris se puso de pie y entregó las cosas que había utilizado a una enfermera que se había acercado en ese momento.

-Disculpe, vizcondesa. El doctor manda informar que ha empezado ya la cirugía.

-¿Tan rápido?- Sofía, Álvaro y Angie se habían acercado a toda prisa.

-Es de vital importancia ganarle al tiempo. El conde tiene lesiones graves. El doctor Galindo vendrá a informarles en cuanto haya finalizado. Tengan paciencia, hay mucho que reparar en el cuerpo de don Guillermo y la cirugía tardará bastante.

***** ******

Se había mantenido sentada en el mismo lugar por la última hora. Tenía la cabeza apoyada en el respaldo del sofá, simplemente dejando pasar los minutos.

Giró un poco la cabeza y observó a Cristina, quien estaba sentada junto a su madre, al otro lado de la sala.

Ya era suficiente. Caminó hacia la azabache con decisión y la jaló de la mano, tomándola por sorpresa y sin importarle que su familia estuviera mirando.

-¿Qué haces?- No respondió.- ¡Alejandra!- Abrió una puerta y metió a la chica ahí. Era un pequeño almacén con cosas de limpieza.

-Ahora vas a escucharme.- sentenció.

-No quiero escuchar nada que venga de ti.- Cris quiso esquivarla para salir de ahí pero le bloqueó el camino.- ¡Déjame en paz!

-¡No puedo! ¡Regresé para enfrentar de una vez las cosas!

-¡Tú me dejaste! ¡Saliste huyendo de aquí después de lo que pasó!

-¡Lo siento!- Quiso abrazarla.

-¡No me toques!- A la azabache se le quebró la voz.  Empezó a darle manotazos y empujones.- ¡Ya no quiero que te acerques! ¡Que me beses! ¡Que me ilusiones y te vayas!-  Los golpes seguían.- ¡Te odio, Alejandra!

-¡Y yo te amo!- Exclamó sujetándola fuerte de los antebrazos y obligándola a mirarle  los ojos.- Te amo, Cristi y fui una tonta al irme así. Sé que lo arruiné contigo, sé que te lastimé mucho y de verdad lo lamento.- Pegó su frente a la de la chica, que sollozaba.- Quiero que sepas porqué me porté así. Ya no quiero mentirte más. Ya no puedo.

-¿Me contarás todo?- Le preguntó la azabache después de un momento en que solo  se escuchaba su respiración agitada.

-Sí, pero no aquí.

**** ****

Para salir del hospital usaron una puerta lateral, oculta de las miradas de las personas. Milo y Fausto iban en los asientos delanteros,  platicando de la pelea con el equipo de seguridad de Tomás.

Cristina se había mantenido en silencio, sentada al otro extremo de la camioneta mirando por la ventanilla, sin prestarle la más mínima atención. En unos minutos más le diría el secreto más  grande que tenía. Se sentía nerviosa, temerosa, pero estaba segura de lo que haría, de lo que quería y sobre todo estaba segura de lo que sentía por la preciosa azabache que en ese momento la detestaba.

-¿Por qué aquí?- Habían llegado al palacio.

-Porque quiero que veas algo.

Caminó delante de Cris y la condujo hasta su habitación. Lo que necesitaba lo había dejado oculto en uno de sus cajones. Rebusco entre su ropa hasta que lo encontró.

-¿Qué es eso?- Preguntó la chica al ver lo que había entre sus manos.

-Mi historia.- Dijo acariciando la portada del álbum.- Cuando veas esto… no sé… tal vez en verdad me odies.  

Puso el álbum en las manos de Cris. La chica observó eso un momento, como si se armara de valor para encontrarse de cara con la verdad. Lo abrió.

Los ojos de la azabache se encontraron con la primera foto. La vio fruncir el ceño, con expresión de confusión mientras pasaba despacio las páginas.

-No entiendo…- Cris negaba con la cabeza.- ¿Quién es ella?

-¿Recuerdas que tu papá tuvo una novia antes de casarse con tu madre?

-Laura. – Susurró la chica. Cris clavó los ojos en los suyos. Pudo ver temor en su mirada.

-Pasa la hoja.- La azabache no lo hizo.- Cris…- Ella misma sujetó con cuidado la orilla de la página y la paso. Su hermana bajó lentamente la vista. Ahí estaba una fotografía suya, de pequeña.- Soy yo.- Recalcó. Otra foto. Otra. Una foto de Laura y ella. Cristina cerró los ojos con fuerza, dejó caer el álbum y se tapó la boca con las manos.

-Esto no es lo que estoy pensando… ¿verdad?- Cris inhalaba con algo de dificultad.- ¿Ella… ella es…?

-Mi mamá.- Dijo segura. Los ojos grises se humedecieron. Sentía un nudo ahogándola, entendiendo la pregunta en la mirada de Cristi. Asintió. La chica se hizo para atrás.

- No… Esto no es… ¿Por qué estás diciéndome eso?

-Porque es la verdad…-Dijo con una sonrisa triste. Era momento de ser sincera con la chica que amaba.  Tomó aire.- Soy la hija que Laura y Guillermo tuvieron.- Observó como Cristina hacía más esfuerzos por respirar mientras la veía.

-Dijiste que tu padre era Antonio… dijiste…- Cris se presionó el pecho. Sujetó a la chica y la ayudó a mantenerse en pie.- dijiste… - Los ojos de la azabache se cargaron de furia.- ¡Dijiste que eras su hija!- La empujó.- ¡¿Ahora resulta que eres mi hermana?!  ¡¿Que clase de mente siniestra tienes?!

-¡¿Pero qué estás diciendo?! ¡¿Mente siniestra?! ¡Esto no es ninguna mentira o truco barato, Cristina! ¡Esta es la razón que desde hace tiempo estás buscando! ¡Es el motivo de todo!

-¡Es que no! ¡Mi padre no!- Las lágrimas de rabia caían por el rostro de Cris.

-¡Mírame bien, carajo! ¡¿Por qué crees que heredé toda la puta genética de tu padre?!  ¡Porque soy su hija! ¡Yo soy tu hermana!

-¡NO DIGAS ESO! ¡No lo digas!- Cris estaba totalmente horrorizada, con la cara tapada, negando una y otra vez.- ¡No digas que…! ¡No!

-¡Lo digo porque es la verdad! ¡Ya estoy harta de ocultarme ante ti! ¡Sé que te duele y sé que esto nos destrozará…!- Empezó a llorar también.- No quiero mentirte más, quiero que sepas todo de mi, quiero poder mirarte a la cara sin tener que omitir mi pasado. Quiero poder hablarte de mi infancia, de mi madre, de mis amigos.- Se acercó a Cristina y la abrazó.

-¡No me toques!- Cristina la empujó de nuevo, con todas sus fuerzas.- ¡Tú sabías todo esto! ¡Lo sabías y aún así… ¿me tocaste?!- La chica empezó a temblar y su llanto se intensificó.- ¡Me besaste y…!-  miró la cama. ¡plaf! Le dio una bofetada que casi la derriba.- ¡Estás enferma!

-¡Estoy enferma y perdida por ti!- Dijo sobándose la mejilla.- ¡Está mal! ¿Pero sabes? ¡No me importa! ¡Yo te amo y ¿qué?!- ¡Plaf! Otro golpe.- ¡Destrózame la cara si quieres! ¡Me he sentido como mierda todos estos meses por amarte! ¡Por no poder estar lejos de ti! ¡Por desearte! ¡Sabía que eres mi hermana y te besé! ¡Ahora  sé que prefiero pasar una eternidad en el infierno que negar que te amo! ¡Eres la mujer más hermosa del mundo y soy feliz por los momentos que tuve contigo! ¡No me arrepiento de amarte!- La chica tenía el rostro totalmente desencajado y la miraba con tanto odio que sabía que todo había acabado.

Cris se acercó con paso seguro. Cerró los ojos esperando el golpe que la mataría. Pero el golpe no llegaba. Cristina estaba parada frente a ella, con la mano lista para darle otra bofetada, con el pecho subiendo y bajando con rapidez.

-Solo lárgate de mi casa.- Dijo la azabache, apretando la mano en un puño y bajándola con lentitud.- No quiero volver a verte.- Observó un momento más los ojos furiosos de su hermana, antes de que ésta se marchara azotando la puerta.

Inhaló varias veces pues sentía que temblaba. Quería seguir gritándole que la amaba. Quería seguirla, besarla de nuevo… Pero sabía que Cristina querría matarla las siguientes semanas… meses… tal vez años.

Lo había hecho. Eso a lo que tanto temía había ocurrido. Al fin podría mirar a los ojos a Cris sin sentir que tenía una máscara, ahora podía ser ella misma… aunque la azabache no quisiera estar ahí  para conocerla tal como era.

Se sentía aliviada. Le había gritado lo que sentía y realmente no le avergonzaba amarla. Era cierto: no se arrepentía de nada de lo que había pasado, de los besos, de los abrazos, ni de aquella noche en su cama.

Metió algunas ropas en una mochila, tomó una moto y se fue hacia el pueblo.

***** *******

-¿En serio no dirás nada?- Estaba aplastada en uno de los muebles de la sacristía. Le había contado todo a su tío. El anciano estaba de espaldas sirviéndose otro vaso de vino. Lo observó bebérselo todo de un jalón. El viejo se dejó caer en el sofá, con total desánimo.

-Esta vez no sé qué decir. Me ha sorprendido lo que hiciste. Marcharte, luego volver y tirar la verdad sobre Cristina… no sé qué pasará ahora.

-Lo que pasará es que viviré contigo.

-Esa también es tu casa.

-No, es casa de mi padre y sus hijos.

- Tú también lo eres.

-Sabes a lo que me refiero. Cristina necesita tiempo para asimilar todo. Si yo estoy ahí… me arrojará una roca a la cabeza cada vez que me vea.

-Tal vez te lo ganaste.- Bromeó su tío, sonriendo.- Me siento orgulloso de ti.

-¿Por qué?

-Porque has recuperado tu fortaleza. Toda esta situación te había convertido en una llorona.

-¿Se supone que estás halagándome? Porque empiezo a sentirme mal con eso que dices.

- Estoy muy muy orgulloso de ti. A ésta Alejandra si la conozco. A la valiente, la arrojada. La que  sigue su corazón y no piensa demasiado las cosas. Ésta si es la hija de Laura… Ahora bien,  con respecto al amor que sientes por Cris, ¿Qué?

-Pues ahí sigue.- Dijo levantándose y yendo por algo de tomar ¡sin alcohol!- Es inapropiado y no tiene futuro pero ahí está, creciendo cada día más.- Sonrió.

-No pareces mortificada.

-Es que me siento bien, dentro de lo que cabe. Es como si me hubiera quitado diez toneladas de encima. Yo amo a Cristina y siempre estaré dándole lata, aunque ella no me ame.- Ya que se había servido jugo… empezó a buscar comida.

-Ella te ama, aunque quiera matarte ahora.

-¿Por qué no te molesta todo esto?- Eso siempre la había intrigado.- ¿Por qué nunca me dijiste que me olvidara de mis sentimientos por ella?- Sebastián pensó un momento su respuesta.

-El amor nunca debe detenerse. Hay que dejarlo nacer, crecer. Si es amor verdadero nunca será malo. Nunca buscara la desgracia del ser amado. Al contrario, buscará su felicidad. Cristina y tú no se dañarían, nunca buscarían hacerle el mal a la otra.

-Me dio unas buenas bofetadas.

-Y que bueno que fue solo eso.  ¿Te estás comiendo mi cena?- Negó con la cabeza mientras metía más pasta a su boca.

-Aún queda en la sartén.- El cura se sirvió también.

- ¿Hay noticias de Guillermo?

-Aún nada.  Álvaro dijo que me avisaría pero no lo ha hecho. Tal vez aun no sale de cirugía. En cuanto me acabe tu pasta iré para allá.

- Será una gran impresión para él saber que Cristina ya sabe quién eres.

-Si… Cris debe sentirse terrible de saber que su papá…- Se señaló a sí misma.

- Ella siempre ha sido una persona orgullosa de su linaje, del legado de su familia. Darse cuenta que Guillermo faltó al código de honor de los San Román debe estarle doliendo mucho.

-Él no faltó al código. No sabía de mi. De otra forma hubiera movido mar y tierra por casarse con mi madre y hacerme legítima.

-Tal vez por eso Laura no le comunicó su embarazo. No quería que le echaran la soga al cuello.- Bromeó Sebastián. Eso la hizo reír.

-¡Seguro! Ahora entiendo muchas cosas.

-Todo se resolverá. Tu padre saldrá vivo de esta. Cristina los perdonará a ambos.

-¿Por qué estás tan seguro?

-Dios  siempre es bueno con sus hijos.

**** *****

-Tuvimos complicaciones pero logramos terminar la cirugía y estabilizarlo.

-¿Complicaciones?- Sofía estaba pálida. Eran casi las diez de la noche y por fin había salido el médico.

-Don Guillermo tuvo dos paros cardiacos. Afortunadamente pudimos recuperarlo.- Respiró profundamente al escuchar eso.

-¿Cuándo podremos verlo?- Quiso saber Angie.

-Debemos dejarlo en observación las próximas 48 horas. Si todo va bien podrán verlo después de eso. Con permiso.- El doctor se retiró dejándolos a todos en silencio.

-Tengo que dar parte a la capital.- El primero en hablar fue el Fiscal, que había llegado unos minutos antes de que el doctor saliera a hablar con ellos.

-¿Por el… protocolo?- Preguntó Sofía. El hombre asintió.

-Prepararé todo. Claro, espero que no sea necesario aplicarlo.- ¿De que hablaban esos?- ¿Puedo hablar con la vizcondesa?- El hombre miró por todos lados. Cristina no estaba.

-Ella se quedó en el palacio.- Se apresuró a decir.- No se sentía bien.

-Nosotros le informaremos de la situación.- Se comprometió Sofía.

-Por supuesto.- El Fiscal inclinó ligeramente la cabeza y caminó hacia la salida.

-Oh, querida.- Angie abrazó a la condesa, quien escondió la cara en el hombro de la otra.

-¿Qué está pasando?- Le preguntó a Álvaro.- ¿Por qué parece como si él hubiera muerto? ¿Álvaro?- El amigo de su padre estaba serio.

-Por que empezarán los preparativos para su funeral.- Dijo el hombre.- Si el conde está en peligro de muerte, se activa el protocolo de sucesión.

-Pero… ¡él no está en peligro de muerte!

-Tuvo dos paros cardiacos…. Créeme, el Fiscal escuchó “muerte” claramente. En los próximos días el Fiscal, los funcionarios de la Corona y Cristina deberán reunirse.

-¿Por qué también Cristina?

-Ella es la vizcondesa. En caso de que Guillermo…- Álvaro carraspeó, incómodo.- Bueno… ella tiene que asumir la responsabilidad desde el primer minuto después de…

-Él no morirá. ¡¿Escucharon todos?!- Llamó la atención de las dos mujeres a unos metros de ellos.- ¡Él no morirá! Sí, está hecho trizas pero ese sujeto es más terco que nadie en el mundo, persistente, fuerte… él no se irá así.- Apretó la mandíbula, sintiendo picor en los ojos.- Él no puede irse ahora.- Susurró sintiendo una punzada en su corazón.

-Alejandra…- Sofía se había acercado a ella. La abrazó.- Él no se irá. No nos dejará.- Aseguró la mujer.- Todavía tiene que jalarte las orejas.

-Tranquila.- Escuchó la voz de Álvaro detrás de ella. El hombre colocó una mano en su hombro en señal de apoyo.- Tienes razón, Guillermo es un latoso. No nos dejará.

-Pronto lo llevaremos a casa.- Angie se unió al abrazo.

**** *****

-¿Tiene que ser ahora? Quiero ir al hospital.

-Ahí no puedes hacer nada. Alguien tiene que atender este asunto y quien mejor que tú.- Insistió Álvaro. Estaba en la oficina de él, en la empresa. La operación había sido el día anterior.

-¿Quién tiene los resultados?

-Están en la Fiscalía.

-Pues vamos. Averigüemos quien es Sergio.

Hasta ese momento no había más noticias sobre la salud de su padre. Aunque por un lado eso le daba algo de tranquilidad ya que Guillermo había pasado la noche sin contratiempos. Subió al auto de Álvaro y se encaminaron hacia el oriente.  No tardarían mucho en llegar a su destino.

-Tu auto y demás cosas llegarán en tres días.

-No hay prisa.- Respondió algo distraída.- ¿Crees que Sergio sea hijo de Antonio? Si fuera así… le cederé toda la herencia de Tony.

-No seas tonta. Ese chico no tiene ningún parentesco con ustedes.

-¿Por qué estás tan seguro?

-Porque Antonio era estéril.

-¡¿Estéril?!

-Sí. Por eso es imposible que Sergio sea su hijo. Creo que ese era uno de los motivos por los que Tony decía que nunca aceptaría el título. Estaba consciente que no podría cumplir con uno de los deberes más importantes: la descendencia. Muchas cosas de las que dicen sobre él son verdad, pero lo que la gente ha olvidado es que era un tipo generoso, amigable con todos y comprometido con su papel en la familia. Era un buen sujeto y estoy seguro que hubieras sido su sobrina favorita y heredera universal. 

-Eso me dijo mi papá.- Sonrió.

Habían llegado.  Pensó un poco mientras caminaba. ¿Por qué la mamá de Sergio había mentido en su lecho de muerte?

-Por aquí.- Entró al despacho del Fiscal. El hombre estrechó su mano.

-Un placer tenerla aquí. Tengo entendido que usted se encargará de este asunto, ¿es así?

-Sí. Mientras mi tío se recupera. Me informaron que ya tienen los resultados de la prueba genética.

- Así es. Aquí están. – El fiscal tomó el sobre que estaba en su escritorio y se lo entregó. Estaba abierto. Extendió la hoja.

-No entiendo…- Frunció el ceño

- Ahí dice que sí hay coincidencia genética entre el conde y el chico, aunque no directa.

-Eso quiere decir que está emparentado con nosotros.

-Sí, más no es descendiente directo del conde. Es un parentesco de varios ancestros arriba.

-¿Está seguro de esto?- Se metió Álvaro, leyendo él también los resultados.

-Eso afirman mis genetistas.- Recalcó el Fiscal.

-Claro….- ¡Pero claro!- Quiero hablar con Sergio.

**** ***

Empujó la puerta de la sala de interrogatorios. Sergio estaba engrilletado a la mesa. La miró con odio.

-¿Qué haces aquí?- Preguntó enfadado el chico.- ¿También intentarás estrangularme?

-No, eso te lo dejaré a ti.- Se sentó frente a él.- Tengo noticias. Sí somos parientes.

-¡Lo sabía!- Los ojos del chico brillaron.- ¿Quién fue? ¿Antonio o Guillermo?

-Ninguno.- Aseguró.

-¿Cómo?- Puso la hoja con los resultados frente a él.

-Se comparó tu ADN con el del conde y hay una pequeña coincidencia que indica que hay parentesco pero no directo. Guillermo y tú comparten un antepasado, tal vez un bisabuelo o tatarabuelo. Consulté el árbol genealógico de la familia y solo hay un hombre con un poco de sangre San Román que podría ser tu padre: Tomás de Aragón.

-No… - Sergio negaba con la cabeza.- Mi mamá me dijo que era un San Román.

-Guillermo y Tomás tienen parentesco, muy lejano claro. Yo creo que solo han estado jugando contigo. Alguien te dijo que eras mi hermano o primo… te llenaron de odio para ser una marioneta fácil de controlar. Te usaron y tú jamás te diste cuenta. Estabas tan ocupado detestándonos, que jamás te enteraste que el verdadero objetivo de tu odio estaba sentado junto a ti. Te vieron la cara. Ahora te doy la opción de desquitarte. Dime quien te reclutó y todo lo que sabes del ataque en Cáliz. A cambio te sacaré de aquí y te ayudaré a descubrir quien eres realmente.- Sergio apretó la mandíbula y la miró fijamente unos segundos.

-Ella estaba muriendo y… ella dijo que…- El chico agachó la cabeza. Sintió lástima por él.- ¿Estás engañándome?

-No. Velo tú mismo.- Le señaló la hoja.- Entiendo que estés confundido, yo también lo estaría.

-Tú no sabes lo que es ser un bastardo y saber que nunca le importaste a tu familia.

-Si realmente eres quien creo, significa que eres mi primo lejano y quisiste meter una bala en mi cabeza.- Sonrió de lado.

-¿De todo haces bromas?- Vio una ligera sonrisa en el chico.

-Casi. – Apoyó los codos en la mesa y se acercó lo más que pudo.- Te prometo algo. Ayúdame y serás libre para irte de Castilnovo…  o quedarte con nosotros.

- No entiendo.

-Me vale un comino que seas un bastardo. Eres el tataranieto de un conde y al tener nuestra sangre significa que tienes responsabilidades en este lugar. Puedes quedarte y trabajar para el condado, ser diferente a tu padre y convertirte en un hombre sin rencores. Tendré que convencer a mi tío de que no te estrangule, pero eso es algo que puedo lograr. Solo necesito que te comprometas a ser un San Román y no un Aragón.

-¿Cómo sé que no me encerrarás de por vida una vez que hayas conseguido mi confesión?

-Lo único que puedo darte como garantía es mi palabra.- Sergio la miró en silencio durante bastante tiempo.

-Te diré todo lo que sé.- Dijo al fin. Hizo una señal hacia el espejo del costado y enseguida la puerta se abrió. El Fiscal entró.

-Empieza a hablar.- Ordenó el hombre.

- Quien me reclutó fue Mario Cheverría, durante una fiesta. Yo estaba un poco ebrio y empezó a hablar sobre algo grande contra los San Román. No necesitó decirme mucho para convencerme… Las reuniones eran en una casa del sur. Ahí íbamos los que teníamos encomiendas específicas. La mía era encargarme de transportarte a ti hacia la finca donde las tendríamos secuestradas, a unos veinte km de Cáliz.

-Ese tal Mario, ¿es el que anda con Jorge y Alberto?

-Sí, ese mismo.

-¿Ellos están involucrados?

-Nunca los vi. Había mucho secretismo. No sabíamos quienes ni cuantos eran los involucrados.

-¿Qué harían con nosotras?

-Solo sé que obligaríamos a Cristina a darnos toda la información que posee del condado.

-¿Los códigos?- Intervino el Fiscal.

-Sí.  Y si se negaba, te haríamos sufrir a ti.- Ah mira, que primo tan lindo.

-¿Quién estaba a cargo de todo?

-No sé su nombre. Solo la vi una vez…

-¿La viste? ¿Es una mujer?

-Sí. Una francesa.

 

***** *****

Habían pasado ya las 48 horas y su papá aún no despertaba.  Esa mañana se había puesto en libertad a Sergio y se le había instalado en un pequeño departamento en el centro de la ciudad. Álvaro no estaba de acuerdo en darle una oportunidad al chico, pero no iba a ceder con eso. Ella sabía muy bien como se sentía Sergio. Ella también había sentido esa ira hacia su padre, esas dolor por creerse olvidada y rechazada. Ya hablaría con Guillermo cuando éste despertara.

Por otro lado las cosas en el condado estaban pies arriba. Se sentía un ambiente de tristeza en las calles. Las personas fuera del hospital se mantenían calladas. En las noticias no dejaban de hablar de los preparativos que debían realizarse para el funeral y la posterior investidura de Cristina, tres meses después.  ¡¿Por qué todos daban por muerto a su papá?!

La azabache se había mantenido de reunión en reunión, cobijada por los funcionarios de la Corona. No la había visto desde ese día en que le había dicho que era su hermana. Y la chica no había querido ir al hospital. Sabía que Cris no la estaba pasando nada bien. Podía entender el mar de confusiones que seguro era su hermana en ese momento. Por un lado saber que Guillermo y ella la habían engañado y por otro tener que hacer frente a sus responsabilidades con el temor de perder para siempre a su padre.

Entró al palacio ya que necesitaba unas cosas de su habitación. Por el momento ni Sofía ni Angie le habían mencionado nada de su salida de la casa, seguro ni cuenta se habían dado. Las dos mujeres casi no se habían movido del hospital, ya que si se ausentaban era solo por un par de horas.

-¡Ale!- Sofi corrió hacia ella. Abrazó a su hermanita.- ¿Cómo está mi papá?- La niña tenía el semblante más triste que le había visto. Memo también se acercó.

-Él está bien, pronto vendrá a casa.- Les aseguró a los enanos.- Solo tiene que estar fuerte para que el doctor lo deje venir.- Pero al ver los ojos de Memo supo que el chico no le creía.- Sofi, ¿Por qué no vas con doña Cuqui y le dices que te enseñe a preparar la tarta de manzana? A tu papá le gusta mucho.

-¡Que buena idea!- La niña corrió como loca hacia la cocina.

-Sé que no está bien.- Dijo Memo mirando el suelo.- Bernardo ha sacado la corona condal y se la han medido a Cristina.

-Lo hacen solo por protocolo, ya sabes como son. Todo estará bien.

-El protocolo solo se activa cuando la vida del titular está realmente en peligro y el sucesor se prepara para asumir el título.

-¿Cómo sabes eso?

-Soy el hijo de un conde.- Contestó el chico y se marchó, enojado. Suspiró. Toda la familia la estaba pasando realmente mal.

Subió a su cuarto, se dio una ducha rápida para después tomar varias de sus cosas. Vio el álbum de sus padres, sobre el buró. Sacó una fotografía de Guillermo adolescente trepado en una motocicleta, posando con facha de rebelde.  Se quedó observándola por varios minutos.

-No puedes morirte. Apenas te he encontrado.- Susurró viendo la sonrisa de ese chico. Se guardó la foto en la chamarra y bajó de nuevo. Debía ir al hospital otra vez.

Estaba ya en los últimos escalones cuando escuchó voces. Se quedó ahí observando a los recién llegados. Cristina venía acompañada de varias personas, Luciano entre ellas. Todos se dirigían a  uno de los salones, hablando sin parar entre sí, revisando sus celulares y Ipad´s . La azabache se detuvo justo frente a las escaleras, mirándola con cara de pocos amigos.

Los acompañantes ingresaron al salón mientras Luciano los apresuraba a todos, como si quisiera darle espacio para hablar con su hermana. Pero ninguna decía nada.

Mantenía sus ojos  clavados en la chica…

-Te dije que te fueras de aquí.- Dijo al fin Cristina.

-Solo vine por mis cosas.- Terminó de bajar los escalones.- Deberías ir al hospital.- Dijo pasando junto a la azabache.

-No vas a decirme que hacer.- Basta. Soltó sus cosas y jaló a Cristina con brusquedad.- ¡Suéltame!

-No quiero.- Forcejeaba con ella, llevándola hasta la cochera.

-¡No quiero ir!

-¡Irás!- Aprisionó a Cristina entre la carrocería de uno de los autos y sus brazos.- ¡Si tengo que llevarte dentro del maletero, lo haré!- Dijo enfadada.- ¡Él sigue mal, tu madre está destrozada, los enanos están asustados, todo el condado llora por tu padre y ¿tu desapareces?!

-¡Tengo responsabilidades!

-¡Me valen un pito tus responsabilidades!- Le dio un golpe al auto, sobresaltando a Cristina.- ¡Sofía te necesita ahí con ella! ¡Ahora súbete!

-No quiero ir ahí…- Cris bajó la potencia de su voz.- No puedo…- Dijo la chica tragando en seco.- Lo detesto tanto y a la vez…

-Lo amas y te aterra verlo morir.- La chica la miró a los ojos.- Tu mamá te necesita.- Volvió a decirle. Cris asintió y abrió la puerta del auto.

Salieron disparadas de la cochera, dejando atrás al séquito. Confiaba en que Luciano se encargaría de ellos.

-Esto no cambia nada entre tú y yo.- Recalcó la azabache.

-Lo sé.

****** ******

****** CRIS******

-Al fin pude entrar a verlo un momento.- Le decía su madre.- El doctor dijo que es cuestión de tiempo para que recobre la conciencia.

Asintió. Estaba charlando con su mamá, en la sala de espera. De reojo observaba a Alejandra, que se mantenía de pie a varios metros de ella, bastante entretenida hablando con Álvaro.

Esa castaña mentirosa, tonta y traicionera, la había  librado de un compromiso horrible con un poco de fuego y unos cuantos golpes. Quería agradecerle... y después quería matarla.

¿Cómo pudo hacerle eso? ¿Y su padre? Le costaba aceptar la existencia de una hija ilegítima de su papá. Ese hombre al que idolatraba, al que creía moralmente superior a los demás, había resultado ser tan común como cualquiera. Apretó los dientes cuando los ojos de Alejandra se clavaron en los suyos. No sabía si podría ver a Guillermo sin empezar a gritarle y reclamarle su desvergüenza.  Si tan solo hubiera sabido la verdad desde el principio, hubiera podido evitar enamorarse de su hermana, ¿no?

-Te odio tanto.- Murmuró bajito.

-¿Cómo dices?- Preguntó su mamá.

-Nada, disculpa. ¿Qué decías?- La mujer la observo un momento y después miró a la castaña.

-¿Qué está pasando entre ustedes?

-Nada, madre.

-Sígueme.- Le ordenó Sofía poniéndose de pie y caminando hacia el otro extremo del piso. Algo desconcertada, la siguió.- Disculpen, ¿podrían dejarnos a solas?- La condesa había entrado a la pequeña sala de descanso del hospital. En el interior estaban un par de enfermeras y residentes. Los aludidos se apresuraron a salir.

-¿Qué pasa?

-Eso mismo quiero saber. ¿Por qué Alejandra y tú se comportan así? ¿Por qué cuando se marchó parecía que ibas a morir de la pena? ¿Por qué ahora parece que la odias? ¿Por qué la sacaste del palacio? Y no me mires así porque yo sé lo que pasa bajo mi techo.

-No mamá, no lo sabes.- dijo con fastidio.

-Entonces habla. Dime eso que no sé.

-¿Para qué, mamá?

-Para ayudarte.

-Yo puedo con esto.

-Siempre fuiste perfectamente capaz de sobrellevar tus responsabilidades. Por más pequeña que fueras y por más que tu padre y yo pensábamos que te exigíamos demasiado, tú siempre superaste nuestras expectativas… excepto ahora. ¿Qué te está pasando? Todo estaba bien en la familia, en el condado. Alejandra y tú se habían convertido en el centro de todo un movimiento y de repente….- Sofía la miró analíticamente.- ¿Por qué no habías venido al hospital?

-La Corona me ha mantenido ocupada.

-No me salgas con eso. Desde que nos avisaron del accidente, no te habías separado de tu papá ni un segundo. Nada te alejaría así de él… ¿qué cambió?

-Nada, mamá.

-¡Ya basta!- Se sobresaltó al escuchar a su madre. Ella nunca gritaba.- ¡No soy tonta, sé que algo pasó! ¡Déjame ayudarte!

-¡Nadie puede ayudarme! ¡Nadie puede entender lo que siento! ¡La rabia! ¡La decepción de saber que el gran conde resultó tan vulgar como cualquier otro hombre!

-¡No hables así de tu padre!- Exigió Sofía.

-¡Toda la vida ha hablado de honor, de gallardía, de superioridad moral, de la grandeza de los San Román y él mismo deshonra a la familia!

-¡¿De qué hablas?!

 -¡Tiene una hija bastarda!- Declaró furiosa. Sofía se quedó mirándola en silencio un momento, totalmente asombrada.- ¡Alejandra es su hija!

-¿Desde cuando sabes eso?- Preguntó al fin su madre, con cara de ¿culpabilidad?

-Hace unos días… ¿tú lo sabías?

-Desde hace muchos años.

-¿Años?- La condesa asintió.- ¡¿Están todos locos?! ¡¿Cómo se atrevieron a meterla a la casa sin decirnos la verdad?! ¡¿Cómo puedes disculpar el comportamiento de mi padre?!

-¡Tú padre no ha hecho más que preocuparse por Alejandra desde el día en que supo de ella! ¡No puedes sentenciarlo sin saber todo lo que tuvo que pasar para que  Alejandra y él se reconciliaran!

-¡¿Pero por qué no decírmelo?! ¡¿Por qué hacerme creer que era mi prima cuando realmente somos hermanas?! ¿Por qué no me advirtieron… porque?

-Hicimos lo que consideramos mejor. Tú no sabes nada de como fue la infancia de Alejandra, no sabes porqué creció lejos de nosotros, no sabes lo difícil que fue para Guillermo estar lejos de su hija. Solo lo juzgas sin tener el conocimiento de como fueron las cosas. Lo castigas sin darle la oportunidad de explicar sus motivos. Yo siempre estuve enterada de todo, lo ayudé a velar por Alejandra mientras ella crecía. Sí, fue injusto no decirles la verdad a todos, pero ¿acaso importa? Ella es tu hermana, deberías estar feliz de saberlo. Ustedes se llevan muy bien, ¿por qué tanto odio hacia ella, si es la menos culpable en todo esto?

-¡Ella no es la menos culpable! ¡Ella es un monstruo! ¡Es tan…!- ¡¿Dónde estaba Alejandra?! ¡Quería matarla!-  ¡Deseo nunca haberla conocido!- No quería llorar. Pero lo hizo.- ¡Detesto lo que pasó! ¡Detesto lo que me hicieron!

-¡¿Quiénes?!

-¡Mi padre y ella!- Sentía todo a punto de salir de su garganta.- ¡Lo odio a él por haber tenido  una bastarda! ¡La odio a ella por besarme sabiendo que somos hermanas! ¡Y me odio a mi por amarla tanto!

El silencio cayó sobre ellas. Resoplaba con fuerza mientras Sofía se quedaba inmóvil, como si hubiera recibido un petríficus totalus.

-¿Qué… acabas de decir?- Preguntó su madre palideciendo.

-¡Me enamoré,  mamá! ¡Me enamoré de esa estúpida y adorable castaña! ¡Por eso quiero matarla! ¡Por eso…!- Por más que intentaba respirar, el oxígeno no era suficiente.- No sé que hacer.

-¿Desde cuándo está pasando esto entre ustedes?- Su mamá también tenía los ojos empañados.

-Semanas… meses tal vez. – Clavó su atención al suelo.

- Nunca pasó por mi cabeza que ella y tú… ¿Ella te ama también?- Esa pregunta le hizo sentir cosquillas en el estómago. Asintió. Su madre la abrazó.- Ahora entiendo muchas cosas. Todo estará bien, ¿de acuerdo?- Se aferró a su mamá, como cuando era pequeña.

-¿Cómo?

-Aún no lo sé.- Sofía la tomó del rostro y la miró con dulzura.- Pero aquí estoy contigo.

****  *******

******ALE******

¿Dónde estaba Cristina? ¡Solo la había perdido de vista unos segundos!

-La gente se está inquietando.- Decía Álvaro.- Ya van varios días de silencio y la puesta en marcha del protocolo, está haciendo que todo el condado especule cosas.

-¿Qué cosas?

-Hay unos sitios en internet que afirman que Guillermo ha muerto ya.- Bufó.

-Eso es basura.

-Debemos dar un comunicado. Sofía quiere esperar pero creo que hay que hablar con los medios de una vez. Necesitamos estabilidad, no agitación.

-Entonces habla con ella para que autorice.- Buscaba con la mirada pero no había rastros de Cristina.

-Se fue por allá con su madre.- Dijo el hombre.

-¿Quién?- Preguntó distraída.

-Cristina. A ella buscas, ¿no? De hecho…- Álvaro frunció el ceño y la observó bien.- creo que  ella y tú deberían salir a dar una pequeña declaración.

-¿Cris y yo?

-Sí. Te aseguro que todo se calmaría un poco si las vieran sonriéndose, como antes. No peleando como perros y gatos. ¿Aún no solucionan sus asuntos?

-No creo que se solucionen nunca.- dijo con pesar.

-Pues tendrán que hacer un esfuerzo por tolerarse. Necesitamos proyectar una imagen de confianza y fortaleza. Guillermo no morirá, por mucho que la Corona desee su muerte.

-¿Qué? ¿De qué hablas?

-Para nadie es un secreto que la Corona le tiene envidia a Castilnovo. Ya sabes, es una relación de amor-odio. Nos aman por nuestro dinero y nos odian por ser prácticamente independientes de ellos. Guillermo es un líder fuerte y por eso creen que teniendo a Cristina al mando será más fácil controlarnos.

-Creen eso porque no la conocen.- Afirmó con orgullo.- Ella les daría más dolores de cabeza que mi papá.

-Y tú también.

-Me gusta ver arder el mundo.

-Cínica.- Escuchó pasos.- Ahí están.- Efectivamente Sofía y Cris aparecieron.- ¿Alguna noticia de Guillermo?

-Aún nada.- Dijo su madrastra. Cris tenía los ojos algo húmedos, ¿había llorado?

-Sofía, le comentaba a Alejandra que sería bueno que autorizaras un comunicado oficial sobre el estado de Guillermo. Con todo esto, el condado está a la expectativa, los inversionistas están reteniendo el flujo de capital en espera de lo que ocurrirá. Ver a tanto funcionario cuidando de Cristina, le pone los pelos de punta a todos.- Argumentó el hombre.

-Creo que es una gran sugerencia.- admitió la mujer.- Dile a Luciano que lo quiero aquí en quince minutos para redactar la declaración.

-Sí, bueno…- Álvaro frunció el ceño, con expresión de estar pensando un ardid político.- Esa declaración podría ser para enviarla a los medios, pero al mismo tiempo Cristina y Alejandra podrían pararse fuera del hospital y dar una pequeña entrevista.

-¿Por qué nosotras?- Cris parecía molesta.

-Porque eso sería más impactante que una simple hoja de papel. Tienen que salir y sonreír mientras aseguran al mundo que Guillermo se encuentra estable. 

***** ***

-Tu cabello me irrita.- Le dijo Luciano mientras le acomodaba un mechón que caía por su frente.

-Mira como me preocupa eso.

Las preparaban para que en unos minutos más, salieran a hablar con los reporteros. A unos metros de ella, también preparaban a Cristina.

-Acércate.-Álvaro llamó su atención. Se paró junto a la azabache, que se cruzó de brazos con cara de enfado.- Tienen que pararse con seguridad y afirmar que Guillermo se encuentra fuera de peligro. Sean claras con el asunto del protocolo, digan que es solo eso, puro protocolo. Sonrían, mírense… que no parezca que se odian.

-Yo la odio.- Dijo Cris.

-Yo a ella no.

-Pues por los siguientes veinte minutos se amarán y serán las mejores amigas, como antes. Harán lo que el condado necesite.- Sentenció el hombre. Escuchó un sonido sarcástico de la azabache. Caminó detrás de todos, rumbo a la salida.

A varios metros de ellos estaba la entrada principal. Pudo ver a varios agentes de seguridad ahí, controlando la entrada y salida de personas. Aun había bastante gente, sobretodo de los medios de comunicación.

-Chicas, que sea algo breve y preciso. Luciano, ¿subiste el comunicado?- Quiso saber Sofía.

-Ya está arriba.- Respondió el asistente presionando en ese instante el botón de “publicar”.

-Suerte.- La condesa les sonrió y se detuvo junto al par de hombres. Cris y ella siguieron su camino hasta la salida.

-¡Ahí están!- Gritó alguien. Ni una fracción de segundo después, los flashes y los micrófonos estaban dirigidos a ellas. Su hermana sonreía y saludaba con la mano a las personas.

-Hola, buenas tardes a todos.

-Vizcondesa, ¿Cómo está don Guillermo?- Preguntó alguien.

-Él se encuentra bien, recuperando las fuerzas con cada minuto que pasa.- Aseguró la chica.- Mi familia y yo queremos agradecerle a todos las oraciones,  el apoyo y cariño demostrados hacia nosotros en estos días tan duros.

-Si el conde se encuentra mejor, ¿Por qué el protocolo de sucesión sigue adelante?- Preguntó una mujer mirándola a ella.

-Pues por eso. Protocolo.- dijo encogiéndose de hombros.- El proceso en sí mismo es muy estricto, así que el protocolo seguirá hasta que se dé la orden de detenerlo. Lo que pasará muy pronto seguramente.

-¿A qué se debió la pelea entre ustedes?- Giró la cara al escuchar esa voz. Fiorella estaba a unos metros de ellas, sosteniendo un micrófono.

-¿Cuál pelea?- Preguntó Cris con el ceño fruncido.

-Mis fuentes aseguran que han tenido una fuerte pelea y que ni siquiera se dirigen la palabra. ¿Por qué no quieren que el condado sepa eso?

-Porque es una mentira.- Aclaró ella.- Deberías buscar fuentes más confiables.

-Mis fuentes son muy confiables.- Siii, clarooo.

-Mira Fiorella, - La azabache tenía cara de impaciencia.- entiendo que tengas que buscar notas para vender, pero la noticia aquí es que mi padre se encuentra estable, recuperándose rodeado del amor de su familia.

- ¿Cuándo será dado de alta?

- Cuando lo autorice el médico.- Sonrió.- En serio gracias por estar aquí con nosotros. Mi familia se mantiene unida, incluso más que antes. Y no hagan caso de rumores tontos.- Se despidieron de todos y se apresuraron a entrar de nuevo al hospital, mientras los hombres de negro regresaban a sus posiciones resguardando el acceso. Sintió la mano de Cristina sujetándole el antebrazo, camino a los elevadores. De reojo pudo ver la sonrisa de la azabache y a varias personas en la recepción, observándolas. Entendió. Había que guardar las apariencias. -Subiremos solas.- Le aclaró a unos guardias para que a ninguno se le ocurriera acompañaras en el interior de ascensor. Abrazó a Cris por los hombros mientras las puertas se cerraban y las ocultaban de todos.

-¡Suéltame!- Exigió la chica, arrebatándose del abrazo y colocándose al otro lado.  Presionó el botón dele elevador mientras cantaba.

-… Respira lento, regresa el tiempo, que yo de amarte no me arrepiento. Lo que vivimos fue tan sincero. Cuánto te quise, cuánto te quiero…

Cristina se cruzó de brazos y la miró con molestia. Ella sonrió.

 

Notas finales:

 


Besos cachondos a tod@s.


!Travesura realizada!


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