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De Aristocracia y Otras Estupideces. (New Version) por Menz

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Notas del capitulo:

!Accio cap 21!

Capítulo 21

 

 Hagamos un trato.

 

****** ******

 

****CRIS*******

 

-¡Silencio!- Exigió a todas esas personas que no dejaban de hablar.- Retírense.

 

-Pero, vizcondesa…- Luciano parecía contrariado.- aún tenemos que revisar la logística.

 

-Quiero estar sola. ¡Largo!- ¡¿Qué no hablaba lo suficientemente claro?!  Los presentes salieron casi corriendo de la oficina. Le daba igual que fueran funcionarios. Estaba harta de todo eso.

 

Respiró hondo varias veces y se puso a caminar por la oficina. Levantó los brazos, exhalando e inhalando. Lo que minutos antes se estaba hablando en ese lugar le había puesto los pelos de punta: la logística del funeral de su padre. Ella debía dar el visto bueno a todo lo planeado, pero era un tema que le revolvía el estómago. No entendía la insensibilidad de la Corona hacia ese asunto: hacer que la hija planeara con la mano en la cintura el funeral de su padre.

 

Era cierto que estaba furiosa con su papá, pero quería verlo sano, en casa. No muerto o conectado a máquinas que le ayudaban a mantenerse con vida.

 

Ya había pasado casi dos semanas desde la operación y Guillermo seguía sin despertar. Su familia empezaba a desesperarse y el personal médico no daba una respuesta clara. No estaba segura de cuanto tiempo podrían ocultar eso al público. Ya era evidente para todos que el protocolo seguía su curso.

 

Miró la ciudad desde la ventana. Todo era su responsabilidad en ese momento…. Y no quería eso, no todavía. Lo cierto era que toda su vida había sido preparada para ser una condesa, pero para que eso ocurriera su padre debía morir. Esa era la cruz de todo heredero. Se sentía tan confundida, tan perdida. Pegó su frente al cristal y cerró los ojos. Odiaba admitir que extrañaba a esa estúpida castaña. La quería ahí con ella, abrazándola y diciéndole que todo estaría bien…

 

Gruñó y caminó otra vez, enfadada. ¡La detestaba! Detestaba saberla su hermana. Detestaba esas ganas de romperle la boca a besos. Se jaloneó el cabello, sollozando. No entendía lo que le pasaba. Tenía ganas de correr hacia esa tonta y secuestrarla, huir de ahí para siempre…. ¡y también tenía ganas de matarla! ¿Eso mismo había sentido Alejandra durante todo ese tiempo? Era horrible, asfixiante, ¡pero, ¿por qué no le dijo la verdad desde el principio?!

 

Y ahora esa sinvergüenza le había dicho que la amaba sin importarle su parentesco… aunque intentó evitarlo, sonrió. ¿Qué haría con esa castaña loca? Conocía a esa boba y sabía que estaría rondándola y dándole lata siempre.

 

¡Pero no podía perdonarla! ¡No tan fácilmente! ¡Ella no era ningún juguete! ¡Merecía respeto! ¡No, no la perdonaría! Pero, ¿Por qué no? ¡Pues porque no! ¡Fortaleza, Cristina, fortaleza!

 

-¡Cristina! – Con el ceño fruncido, observó a Álvaro agitando las manos frente a ella.

 

-¿Qué?

 

-¡Hace horas que te estoy hablando!

 

-¿Sí? Eh… disculpa, tenía la cabeza en otro sitio.- Tomó su lugar detrás del escritorio.- ¿Qué se te ofrece?

 

- Tu firma.- El hombre agitó unos documentos y se los puso en el escritorio.- ¿Estás bien?

 

-Si… solo…- firmó todo sin leer.- estoy algo cansada.

 

-¿Por qué no te tomas la tarde? Vete por ahí a dar un paseo.

 

-No es el momento para dar paseos.

 

-Te equivocas. Ahora más que nunca necesitas relajarte.- Álvaro sacó su celular.- Le diré a Alejandra que venga por ti.

 

-¡¿Qué?! ¡No!- Corrió a arrebatarle el teléfono al hombre, que la miró algo asustado.

 

-¿Aún no se reconcilian?

 

-No.- Le entregó el celular a Álvaro, una vez que comprobó que no estaba llamando a la castaña esa.

 

-No sé que pasó. Pero todo esto se está saliendo de control. Hace semanas que no se les ve juntas y el rumor de su pelea ya lo dan por cierto en muchos medios. Es un  milagro que aún no se sepa que Alejandra está viviendo fuera del palacio. Lo que me provoca cierto alivio es que no pueden estar así por siempre. Y no lo digo por la imagen de la familia ni por el condado. Ustedes no pueden estar distantes por tanto tiempo. Es casi como si les quitáramos el oxígeno… cuando sientan que se asfixian correrán hacia la otra.- Álvaro caminó a la puerta.- Y de paso nos harán respirar a nosotros.

 

Se quedó sola de nuevo pensando en lo que había dicho el hombre. Sabía que esa situación con la castaña sería una bomba si se confirmaba. De ser un frente unido, ahora no habían estado en la misma habitación por semanas. Por un segundo se sintió mal por haberla corrido de la casa. A fin de cuentas, Alejandra era de la familia. ¿Qué habría hecho ella en su lugar? Se esforzó por ponerse en los zapatos de la castaña…

 

 Luciano asomó la cabeza con precaución.

 

-Disculpe… vizcondesa… tenemos que irnos ya.

 

-¿Qué hay ahora?- pregunto sobándose las sienes.

 

-Tenemos que ir a la notaría. Tiene que firmar las actas de sucesión.

 

-Ese afán de dar por muerto a mi padre ya me colmó la paciencia.- Realmente estaba enojada.- Se suspenden los preparativos de sucesión.- Declaró.

 

-Pero… ¿puede hacer eso?

 

-Obsérvame. Dile a esos imbéciles que entren.- ¿Querían una condesa? ¡Pues la tendrían! En cuanto se sentó, cinco funcionarios entraron.

 

-Señorita, debemos darnos prisa.- dijo el mayor enseñándole el reloj de su muñeca.

 

-Haremos lo siguiente.- dijo con esa voz de tirana mandona que ponía a veces.- ustedes volverán a la capital y yo  iré al hospital junto a mi familia. El protocolo se cancela.

 

-¿Con qué autoridad?- Preguntó altiva una mujer.

 

-Con la mía.- Aclaró.- Ya me harté de ir de aquí para allá con ustedes, tomando posesión de algo que aun pertenece a mi padre. Y les aseguro que así continuará por muchos años, por más que algunos quieran verlo muerto, él regresará a sus funciones muy pronto, ¿para qué perdemos nuestro tiempo?

 

-El protocolo solo puede ser detenido por órdenes de su Majestad.- Dijo el viejo, visiblemente enojado.

 

-Pues dígale a su Majestad que se les escapó la heredera.- dijo caminando a la salida. Dos tipos le cerraron el paso. Sonrió.- Ustedes son cinco… en la ciudad hay dos millones de personas dispuestas a lincharlos si se los pido. Apártense.- Los tipejos se miraron un segundo y con lentitud se hicieron a un lado.

 

-Esto es insubordinación.

 

-Acúsame con tu jefe.- dijo sarcástica antes de salir de ahí. Luciano estaba en la puerta con la cara pálida después de escuchar todo.

 

-¿Por qué hizo eso?- Preguntó el asistente con un hilo de voz.

 

-Porque estoy harta de este circo.- Siguió su camino hasta el elevador, seguida de Fausto.

 

-Eso fue tan Alejandra.- Comentó el guardia.

 

-La mejor maestra…. ¿sabes donde está?- No es que le importara.

 

-Debe estar saliendo del colegio…. Dijeron que irían al hospital. ¿Quiere que lo verifique?—El hombre le enseñó su radio.

 

-No es necesario.- Esbozó una sonrisa.

 

**** *******

 

******ALE******

 

-Aún no puedo creer esto.- Dijo Valeria entregándole una pequeña bolsa.- No es que me agradara mucho pero… si lo que dices es cierto, tengo que alejarlo de mi madre.

 

-Es cierto.- Miró el interior de la bolsa. Ahí estaba el cepillo de dientes de Tomás.- Te prometo que tu madre y tú saldrán limpias de esto.

 

Se encontraban en la universidad, en uno de los jardines. Después de pensarlo un poco se había dado cuenta que necesitaban confirmar si Tomás era el papá de Sergio. Le había prometido al chico que le ayudaría a descubrir la verdad.

 

-Gracias.- Valeria la abrazó.- Prometo mantener el secreto de todo esto.- La chica buscó sus labios y la besó. Se apartó con suavidad.

 

- Yo… mira con todo lo que está pasando…

 

-Lo nuestro se acabó, ¿verdad?- Asintió.- Al principio creía que tu distanciamiento era por tus ocupaciones familiares, pero… ¿se trata de otra chica?- No respondió enseguida.

 

-Las cosas son más complicadas de lo que todos saben. En este momento mi mente está llena de otros asuntos, lo siento. En  verdad. Tú eres genial e increíblemente hermosa. Mereces a alguien que te haga el centro de su mundo, yo solo soy un caos ahora.

 

-¿Se trata de otra chica?- Volvió a preguntar la pelirroja.

 

-Sí.- Admitió. Valeria apretó la mandíbula.

 

-¡Eres una!… - La pelirroja cerró los ojos un momento.- en el baile te pregunte si lo nuestro había sido de una noche solamente y dijiste que no.

 

-Es que no quería que fuera de una sola noche. De verdad me gustabas y quería algo contigo, pero… me… me enamoré de otra.

 

- ¿Hace cuánto que estás con ella?

 

-No estoy con ella.- Sonrió con tristeza.- Hay cosas que impiden que esté con ella. Pero tampoco voy a mentirte. La amo y sinceramente no sé si algún día superaré estos sentimientos. Pero ahora mis prioridades son otras. Necesito mantener a Tomás neutralizado, más ahora que mi tío sigue en recuperación.- Valeria le dio la espalda. Veía como la chica respiraba hondo varias veces.

 

-Él planea algo grande contra ustedes. No sé exactamente que es, pero lo escuché la otra noche en su despacho. Estaba furioso hablando por teléfono con alguien… Y por lo otro... me lo merezco. Debí formalizar contigo cuando tú querías… - Valeria la miró.- Alejandra, eres asombrosa. Me hiciste ver al mundo de otra manera y dejar de ser tan frívola y vanidosa… detesto a esa chica que te roba el sueño.- Admitió Valeria. La abrazó y estampó un beso en su frente.

 

-La vida tiene algo mejor para ti. Ahora quiero que te cuides. No te delates frente a Tomás y tampoco con Alberto. Intenta aparentar normalidad, ¿de acuerdo?

 

****** ********

 

********CRIS*******

 

-No puedo creer que hiciste eso.- Decía Angie con la boca abierta.

 

-Es que realmente estaba enfadada. Mi lugar es aquí con ustedes.- Abrazó a su madre.

 

-Estoy orgullosa de ti.- Sofía le besó la sien.- ¿Te sientes mejor?- Sabía a lo que se refería su mamá.

 

-No. Pero quiero que él salga de aquí vivo.

 

-Cuando despierte… hablaré con él.- Su mamá tragó en seco. Escucharon voces. Alguien venía. Alejandra se acercaba con cara de preocupación.  Parecía perdida en sus pensamientos. Se veía tan sexy…

 

-Hola.- saludó la castaña cuando estuvo a unos pasos de ellas. Vio como se detenía de golpe al verla ahí.

 

-Hola.- La saludó de vuelta. Ale seguía sin moverse, como esperando que le arrojara la mesa a la cabeza en cualquier momento.

 

-¿Qué tal la escuela?- Preguntó su mamá, más para romper el silencio que por verdadero interés.

 

-Bien… eh… creo que mejor regreso después.- La castaña se dio la vuelta.

 

-Alejandra…- La llamó sin pensar, poniéndose de pie. Los ojos verdes se clavaron en ella. Dio unos pasos hacia la chica.- Quédate.

 

-Yo… disculpa, no sabía que estabas aquí.

 

-Aquí estaré  hasta que mi papá despierte.

 

-Y… ¿ todo eso de…?- Alejandra usó las manos para  hacer una corona en su cabeza.

 

-Los mandé… muy lejos.- Sonrió.

 

-¡¿Los mandaste al carajo?!- La chica brincó divertida y sonrió a sus anchas.- ¡¿Me lo cuentas?!

 

-Eres una mala influencia para esta niña.- Dijo su tía acercándose a ellas.

 

-¿Por qué no van a platicar por ahí?- Sugirió su madre, acercándose también.

 

-No quisiera moverme del hospital.

 

-Pidan prestada la sala de descanso. Platiquen ahí. - Su mamá casi casi las empujó por el pasillo. Se sintió algo torpe caminando por ahí, escuchando los pasos de Alejandra detrás de ella.

 

-¿Nos prestan la sala un rato?- Preguntó la castaña a los tres enfermeros que estaban ahí tomando un café. Los hombres intercambiaron una mirada de resignación y salieron. La castaña carraspeó.- Entonces… ¿Qué pasó?

 

-Ya no soportaba más. Era demasiado… la presión, la angustia.- Empezó a sacar todo, mientras Ale no le quitaba los ojos de encima.- El enojo, las ganas de matarte.- La chica dio un paso atrás.- No seas tonta.

 

-¿Se enojaron cuando los mandaste a la chingada?

 

-Sí, mucho. Me sentí tan bien. Es una ofensa su actitud. No sé que persona cruel inventó eso del protocolo. Es casi una burla. Es tan… desgastante.- La castaña forcejeaba con unos vasos desechables para servirle un poco de café. La observó ponerle un poco de crema y un sobre de endulzante. Tal y como ella lo tomaba.

 

-Ten. Te lo ganaste.

 

-Café robado.- Tomó el vaso.

 

-Lo compran con mis impuestos.- dijo la chica con cinismo.- ¿Me lo arrojarás a la cara?

 

-Eso sería tan… vigorizante.- dijo con una media sonrisa.- Pero no. Prefiero tomarlo.- Bebió un sorbo.- Estuve pensando en... bueno…. nosotras. Sigo enojada contigo. Pero empiezo a entender lo que sentías. Por un lado saber lo que somos y por otro… amarme.- Sintió que su cara le ardía.- La verdad no sé que hacer…. Yo… no quiero perdonarte. No quiero que te resulte tan fácil.  Me heriste de tantas maneras que no sé que sentir por ti.- sus ojos se empañaron. Dejó el vaso sobre la mesa y resopló.- A ratos te entiendo. Entiendo tus motivos y el porqué de tu silencio. Pero después… siento tanta rabia, tanta vergüenza.

 

-¿Vergüenza? ¿Por qué?

 

-¡¿Cómo que por qué?! Por lo que pasó, por lo que hicimos. No puedo mirarte a los ojos sin pensar en aquella noche. Eso me hace sentir sucia, impropia.

 

-Eso fue… inevitable.

 

-No tienes vergüenza.

 

-Ya no.- La castaña sonrió. ¡¿Por qué sonreía así?!- Yo también me sentí muy mal por lo que pasó, por sentir esto por ti. Pero entonces me di cuenta que el amor no es vergonzoso. No quiero negar mis sentimientos hacia ti, aunque viole todas las normas morales que existen. Tú me haces sentir viva, me haces feliz aunque no me dirijas la palabra. Soy feliz por haberte conocido, por saber que estás aquí. No te pido nada, Cristina. Ni siquiera que me perdones porque volvería a hacer lo que hice, una y mil veces. No sé qué pasará ahora.- Sintió el calor del cuerpo de Alejandra. La chica estaba muy cerca.- Pero sí sé que ya no quiero pelear contigo, no quiero que me odies, no quiero que sientas vergüenza cuando me ves. Solo quiero un respiro, por favor. Creo que nos lo merecemos.

 

-Un respiro…- repitió ella. Estaba  tan cansada… terminó con la distancia entre ellas y lentamente abrazó a la castaña, buscando refugio en su cuerpo.

 

***** *******

 

*****ALE*******

 

¿Estaba soñando? No, ¿verdad? Acomodó la cabeza en el hombro de la azabache, sintiendo como su corazón latía fuerte en su pecho. Creyó que jamás volvería abrazarla, pero ahí estaba estrechando fuerte a esa chica.

 

-Cristi….- sentía un nudo en su garganta.- quiero que estés bien. Dime como te ayudo.- Quiso apartarse un poco para mirarla a los ojos pero Cristina se aferró más a ella.

 

-Solo abrázame.- Se quedó ahí aspirando ese olor, sintiendo ese calor, disfrutando esa piel suave. Quería detener su vida en ese momento, ser como una fotografía eterna con esa azabache entre sus brazos.- Háblame de ti.- Susurró su hermana.

 

-Me llamo Alejandra García.- Empezó a decir quedamente.- Mi mamá se llamaba Laura y era bailarina de ballet, la mejor del mundo. Ella se fue hace un par de años pero antes de partir me enseñó a amar la vida, a amar el arte, a hacer locuras. Cuando era pequeña me enseñó a tocar piano y luego me inscribió a clases de música con los mejores profesores de la ciudad, aunque ella siempre fue mi favorita. Era hermosa. La extraño todos los días.

 

-¿Y tu papá?

 

-Nunca lo vi, más que en unas fotografías. Ya tenía ocho años cuando él se enteró de que yo había nacido, desde ese momento se hizo cargo de mi económicamente. Mi mamá creía que no sería feliz si me traían a vivir aquí y se lo dijo. Ella quería seguir educándome entre artistas, no entre estirados.- Escuchó la risita de Cris.- Al final acordaron que él se mantendría lejos de mi, que me dejaría ahí.

 

-Debió reconocerte.- intervino Cristina.- Tenías todo el derecho de llevar su apellido.

 

-Nací fuera del matrimonio.- Le recordó. La azabache se separó un poco de ella. Tenía cara de molesta.

 

-Me vale un pepino eso. Has demostrado ser tan San Román como cualquier legítimo, eres su primogénita… tú… debió darte todo desde el principio. Por derecho de nacimiento, todo es tuyo.

 

-Cristi, cállate.- Volvió a abrazarla.- No me interesa nada de eso, no me interesa hablar de política o derechos. Solo quiero que no te muevas de aquí.

 

-No podemos quedarnos así por siempre.

 

Toc toc.

 

-¡No estamos!

 

-¡Don Guillermo despertó!- Escucharon la voz de Milo.

***** ****

******CRIS*******

 

Corrieron como locas hasta el cuarto de su papá. Dentro de la habitación estaban su madre, Angie y Álvaro. Se acercó a la cama despacio. Su papá tenía los ojos abiertos y sonrió al verlas.

 

-Hola.- Aunque débil, esa era la voz de su padre. No pudo contestar. Sentía algo obstruyéndole la garganta y lágrimas nublándole la vista.

 

-¡Ahí está el todopoderoso!- Alejandra se acercó a la camilla y se inclinó para besar la frente de Guillermo.

 

-Aquí está la fugitiva.-  Replicó el conde, con tono cansado.

 

-Ya sé que te animará.- La castaña tomó la mano de su padre y la guio hasta su oreja para que la jalara. Pero Guillermo le indicó que lo abrazara.  Observando a ese par se sintió sumamente conmovida, melancólica, rara. Era la primera vez que los miraba sabiendo el verdadero parentesco entre ellos. No podía odiarlos, aunque quisiera, aunque le molestara o doliera lo que había pasado, los amaba a los dos.

 

-¿Cris?- Escuchó su nombre. Su mamá la apresuraba con la mirada. Entonces se dio cuenta que Guillermo tenía la mano extendida hacia ella. Se la tomó.

 

-Hola, papá.- Dijo colocando la mano de su padre sobre su mejilla, sintiendo una lágrima.

 

-Mi princesa.- Ahora fue su turno de abrazarlo. Lloró en silencio con la cara oculta contra el cuerpo de su papá. Por fin había despertado, por fin esa pesadilla llegaba a su final. Casi lo había perdido, pero ahí estaba sintiendo ese abrazo protector, como siempre. Se sintió pequeña de nuevo, como cuando corría a los brazos de su padre cada vez que éste llegaba a casa. Ella pudo tenerlo cuidándola, escuchándola, enseñándole… Alejandra nunca lo tuvo. Se sintió tan tonta y egoísta...

 

-Esto es tan hermoso…- Angie se limpiaba las lágrimas.

 

-¿Cómo te sientes?- Preguntó separándose de su papá.

 

-Como si una montaña me hubiera aplastado.- Alejandra empezó a reír.- Quiero irme a casa.

 

-Eso es imposible todavía.- El doctor había entrado.- Por fin lo tenemos de vuelta, don Guillermo.- Muy sonriente, el médico empezó a revisarlo.- Tenemos que hacerle unas pruebas para determinar su estado actual y de ahí veremos cuando podrá irse a casa, ¿de acuerdo?

 

-No. Pero si no tengo otra opción…

 

-Si nos permite, nos lo llevaremos unos minutos.- Explicó el doc a la condesa.

 

-Claro, haga lo necesario.- Su mamá había recobrado la sonrisa perdida.

 

******** ********

 

*****ALE******

 

Estaba exhausta. Después de terminar sus deberes, había hecho un poco de ejercicio corriendo del pueblo hasta el palacio, haciendo que Milo corriera con ella. Debía admitir que le daba algo de vergüenza notar la terrible condición física que tenía en comparación a su guardia, que parecía tan fresco como siempre mientras ella sentía que moría.

 

Entró a su alcoba para buscar una guitarra, pues la usaría en la universidad. Ya que estaba ahí salió al balcón a respirar un poco de aire. Sentía su cuerpo caliente y el sudor resbalando por su frente. Se lo limpió mientras exhalaba. Observaba el paisaje naranja frente a ella, con los últimos rayos del sol bañando el valle.

 

Su papá había despertado hacía ya algunos días y había enviado un pequeño mensaje  radiofónico, tirando de una vez por todas los rumores de su muerte. Solo faltaba esperar un poco para llevarlo a casa, aunque Guillermo estaba a nada de huir del hospital. Mientras tanto  Cristina seguía ocupando su lugar y lo hacía genial. Se le caía la baba cada vez que veía a la azabache en televisión, en los diferentes actos públicos a los que asistía. Desde aquel día en el hospital, no habían tenido otro momento a solas. Al menos la chica ya toleraba estar en el mismo sitio que ella y notaba como poco a poco asimilaba la realidad.

 

Escuchó que la puerta se abría y alguien se acercaba. Seguro Milo querría correr ya de regreso al pueblo.

 

-Estoy pensando en regresar en moto.- dijo riendo.

 

-¿A dónde?- Giró rápido al reconocer la voz de Cristina.

 

-Al pueblo… es que vine corriendo.- La azabache la observó detenidamente un momento.- Ya me voy, solo vine por mi guitarra.- Aclaró. Cristina caminó hasta colocarse junto a ella, mirando también el paisaje.

 

-Tenemos que encontrarle una solución a esto.- Dijo al fin la azabache.- No podemos cambiar lo que somos ni lo que pasó, pero tenemos un deber con nuestra familia y con este condado. Tenemos que aprender a vivir bajo el mismo techo…

 

-¿El mismo techo?

 

-Regresa a casa.- Cris la miró.- Perteneces aquí. Yo… cuando te corrí…

 

-Me lo merecía.- interrumpió.- Por mentirte.

 

-Sé que dije que te odio, pero no es verdad. La confianza absoluta que tenía en ti y en mi padre se destruyó en un segundo. Fue muy doloroso para mi entender todo, principalmente porque no estabas ahí para consolarme.- Vio lágrimas en los ojos de Cristina.- Detesto tanto que seas mi hermana…- dijo Cris con una sonrisa triste.

 

-Ya somos dos.- Tomó el rostro de la chica, acariciando sus mejillas.- No sabes cuanto quisiera ser otra persona para poder tener una cita contigo, llevarte a casa y despedirme con un beso.- La azabache rio.

 

-Me encantaría que eso fuera posible. Ahora debemos ser fuertes, ser solo hermanas. ¿entiendes?

 

-Entiendo, pero… por un minuto olvidemos todo, por favor… un último momento.

 

Cristina pegó la frente a la suya. Cerró los ojos mientras sentía una fuerte punzada en el pecho y la piel erizada.

 

-Si pudiera elegirte, lo haría.- Escuchó bajito.

 

-No importa lo que pase. Yo siempre….- Hizo que la chica la mirara a los ojos para que leyera eso que no podía decirle más.

 

-Y yo a ti. Por siempre.

 

Abrazó a Cristina, intentando imaginarse ese trato de hermanas que debían darse. Era tan absurdo amarla tanto y tener que fingir que no.

 

******** ******

 

-Esto es un desastre.- dijo Nico tirando su celular sobre la mesa. Ella acababa de tomar asiento frente a su amigo, en la cafetería.

 

-¿Qué pasa?

 

-¿Recuerdas a la chica del baile de gala? La que no dejaba de mirarme.

 

-Claro, Ibas a salir con ella, ¿no?- Dio un gran mordisco a su torta.

 

-Iba. En cuanto se dio cuenta que el traje carísimo que traía esa noche era prestado y que no soy un rico heredero… todo se fue al carajo.- Vio verdadero pesar en el rostro del chico.

 

-Olvídala, gente así no vale la pena. Tu eres genial, seguro muchas chicas andan buscando a alguien como tú.

 

-¡Soy el único soltero del grupo! Hasta esas dos ya tienen amor.- señaló a Lisa y a Nat que estaban comprando su desayuno.

 

-Eso es tan extraño. ¿Cómo dices que fue?- Esas dos habían iniciado una relación mientras ella andaba desaparecida.

 

-No tengo idea. Solo un día las vi besándose en el salón de ensayos, ¡y Natalia sonreía! ¡Sonreía! ¿Lo puedes creer? Moriré solo.- Nico golpeó la cabeza en la mesa y se quedó ahí, muriendo lentamente.

 

-En ese caso te acompaño. Moriremos solos.

 

-¿Tú? ¡Ja! Tienes un harem a tu disposición, solo que eres muy boba y no lo aprovechas.

 

-No tengo un harem.- replicó algo divertida por el drama de su amigo.

 

-¡Claro que si! Muchas chicas babean por ti, incluso Valeria Demonte e Ileana Mafud se han peleado por ti, pero ¡tú no pelas a ninguna!

 

-Te aseguro que gran parte de ese harem solo me ve como una enorme cuenta en el banco. Pero no siempre tuve dinero, ¿sabes?

 

-¿No?

 

-No.- Se aseguró de que nadie la escuchara.- Nunca me faltó nada, mis padres se aseguraron que así fuera, pero mi mamá fue una persona muy sencilla. Me dio una vida cómoda pero sin lujos a pesar de que mi padre enviaba una fortuna cada mes. Él exageraba un poco con la cantidad. Las personas a mi alrededor nos veían como una familia de clase media, normal. Los amigos o novias que tuve nunca me vieron como un cheque.- Nico la observó un momento.- ¿qué?

 

-Hay algo que quiero decirte… es sobre un rumor.

 

-Si es por lo de Cristina, en serio no estamos peleadas, solo ocupadas.- Nico negó con la cabeza.

 

-Es sobre otra cosa… ayer antes de marcharme a casa, entré al baño. Ahí un par de chicos hablaban sobre ti. Creo que no saben que tú y yo somos amigos porque no les importó que yo estuviera ahí lavándome las manos. Ellos dijeron que…que tú eres una ilegítima.

 

-¿Una qué?

 

-Una ilegítima.  Bueno, usaron una palabra más ofensiva. Dijeron que realmente tu papá no te había dado su apellido.- Se quedó mirando a Nico varios segundos, intentando procesar aquello.

 

-Vaya, eso no me lo esperaba. ¿Quiénes eran?

 

-No sé sus nombres, pero van en el mismo curso que Alberto.

 

-Ya salió el peine…

 

-¿De que hablan?- Sus amigas llegaron y tomaron sus lugares.

 

-Del rumor de que soy una bastarda.

 

-Ah sí, acabo de escucharlo por ahí.- Dijo Lisa abriendo su jugo como si nada.

 

-Pero eso no es verdad, ¿cierto?- Preguntó Nico sin mirarla a los ojos. No quería mentirles a sus amigos, pero tampoco podía hablarles de todo lo que había ocurrido en su pasado.

 

-No, no es verdad. Mi familia y la de Alberto se han declarado la guerra. Ellos quisieron sacar ventaja de la gravedad de mi tío y pues acabamos en los golpes en el hospital.

 

-¡No inventes!- Sus amigos acercaron sus cabezas a ella, para escuchar mejor el chisme.

 

-Así fue. Así que no me sorprendería  que ellos hayan empezado con ese rumor. – Se encogió de hombros.

 

-¿Golpeaste otra vez a Alberto?- Quiso saber Natalia. Asintió.- Genial. Es un presumido.

 

- Solo espero que podamos librarnos de ellos muy pronto. Ya me cansaron. (@yamecansé, las mexicanas que detestan el régimen de Peña entenderán).

 

***** ********

 

Milo y ella bajaban algunas de sus cosas del carro. Ya habían regresado sus pertenencias al palacio, después de que Cristina le pidiera volver. Tenía que apresurarse pues ya en pocos minutos servirían la cena y moría de hambre.

 

En eso estaba cuando vio un auto extraño acercándose a ellos, seguido de una de las camionetas de la familia. Las luces frontales la cegaron un momento pero logró enfocar la vista. Darío era quien conducía y en el asiento del copiloto iba ¿Cristina?

 

Se quedó inmóvil observando como el chico rodeaba su vehículo y le abría la puerta a su hermana.

 

-Muchas gracias.- Escuchó la voz de la azabache.

 

-Es un placer. Me ha encantado pasar tiempo contigo. – Darío estampó un beso en la mejilla de Cris. Apretó fuerte la caja que tenía entre sus manos.- Buenas noches.

 

-Buenas noches.- El chico levantó la mano para saludarla a la distancia. Lo fulminó con la mirada. – Hola.- le dijo Cris cuando pasó a su lado. Soltó la caja y caminó detrás de la chica.

 

-¿Qué fue eso?

 

-¿Qué fue qué?- Estaban entrando al palacio.

 

-¿Por qué llegaste con Darío? ¿Qué fue eso de “me ha encantado pasar tiempo contigo”?- Dijo fingiendo la voz.

 

-El pasó a saludarme a la oficina y se quedó ahí un rato. Luego se ofreció a traerme. ¡¿Quieres dejar de seguirme?!- La azabache se detuvo en las escaleras. Se quedó mirando a la chica, con el ceño fruncido.

 

-No me agrada verte con él.

 

-Alejandra, ya habíamos acordado….

 

-¡Se muy bien lo que acordamos! ¡Pero no me pidas que no…!- Respiró hondo.- No esperes que no me duela. Que no me enfade cuando te vea con alguien.

 

-Eres una celosa.

 

-¿Y tú no?

 

-Puedes salir con quien quieras y yo no…- Cris hizo una mueca de molestia.

 

-¿Ves?- Se acercó a la chica.- Creo que atropellaré al que quiera algo contigo.

 

-Estás demente.

 

-No. Yo solo… tú sabes.- Acercó su rostro al de la chica. Sentía sus respiraciones chocando y  las manos de Cris en su abdomen, jugando con la tela de su ropa mientras la atraía con esos ojos grises.

 

-Ujum.- Alguien estaba ahí. Sobresaltadas miraron hacia la puerta del salón principal. Sofía las observaba.- ¿Qué pasa?

 

-Nada, mamá. Solo… nada. Subiré a cambiarme para la cena.- Cris iba a huir pero…

 

-Un momento. – Dijo la condesa con voz de mando. La azabache giró lentamente.- Quiero hablar con las dos. Ahora. - Sofía caminó con paso firme hacia el despacho.

 

-¿Qué está pasando?- Susurró  a Cris.

 

-Ella sabe.

 

-¿Qué sabe?

 

-Todo.

 

-¡¿Qué?!- Detuvo a su hermana tomándola del brazo.

 

-Le conté lo que pasó. Ella sabe que… que tú y yo… ¿Qué? ¿Saldrás corriendo?- Cristi estaba molesta.

 

-No. Miraré a tu madre a los ojos y le diré que te amo.

 

-¡¿Estás loca?!

 

-No sabes cuánto.- Adelantó a la azabache, sintiendo de inmediato unas manos jalándola hacia atrás. Forcejearon un poco hasta que logró escaparse y corrió al despacho.

 

Sofía estaba de pie, esperándolas. Su madrastra tenía una expresión extraña. Una mezcla de preocupación y dolor.

 

-Aquí estamos.- Dijo con seguridad. Escuchó a Cris entrar apresurada.

 

-Mamá, ¿tenemos que hacer esto? La verdad tengo hambre y quisiera cambiarme de ropa.

 

-¿Estaban discutiendo?- Preguntó la mujer.

 

-Algo así.- Sofía apretó los labios un momento.

 

-¿Qué acuerdo es el que mencionaron?

 

-Tratarnos como hermanas.- Respondió la azabache.

 

-La cercanía que tenían hace un momento no era propio de unas hermanas. Alejandra, estoy enterada de lo ocurrido entre ustedes. Sé que esa fue la razón de tu partida y su distanciamiento. Entiendo  lo extraordinario de esta situación, créanme que esto me ha mantenido preocupada desde que me enteré. Sé que ustedes crecieron lejos, apenas se conocieron hace unos meses. Realmente nunca tuvieron esa conexión de hermanas… ahora les pregunto, ¿que piensan hacer? ¿Superarán esto? ¿Tendrán una relación a escondidas?

 

-No mamá, eso no.- Dijo con total seguridad Cristina.- Alejandra y yo quedamos en que lo mejor para todos era seguir adelante, separadas. Ser solo hermanas.- La condesa las observó detenidamente varios segundos.

 

-¿En verdad eso quieres?- Sofía se acercó a Cris, con esa expresión maternal que solía poner hasta con ella.- Mírame a los ojos y dime, ¿qué es lo que quieres?

 

Cristina apartó los ojos de su madre y la miró a ella. Pudo ver el debate en el interior de la chica. Se quedó en silencio esperando el veredicto de Cris. Esperaba escuchar lo que ya sabía. Pues ante todo, la azabache tenía un deber con Castilnovo. Suspiró mientras su hermana devolvía los ojos hacia Sofía.

 

-La quiero a ella.- Escuchó. Recibió una fuerte descarga en el cuerpo mientras su corazón estallaba.- Sé que es algo totalmente imposible y sé que debía seguir enfadada con Alejandra pero lo cierto…- la voz de la azabache se quebró.- lo cierto es que no pasa un segundo sin que desee estar a su lado, sin que quiera abrazarla y decirle…- Cris volvió a mirarla.- yo te amo. Sé cual es mi deber, las dos lo sabemos. Sé que nuestro parentesco es demasiado cercano como para ignorarlo, pero eso no me impide amarla. Y sí, puedo salir con Darío y fingir que lo que me dice me causa gracia, pero nadie me hace reír tanto como esta loca. Solo con ella me siento feliz.- dijo Cristina a su madre.

 

-De verdad la amas.- Murmuró la condesa.- Alejandra… ¿tú que sientes?

 

-¿Yo?- Sonrió viendo esa hermosa melena azabache.- Lo siento todo. Estoy totalmente perdida de amor por ella. Yo sé que esto es algo inesperado, inmoral y escandaloso… pero eso no aminora el amor que siento por Cristina.

 

Sofía les dio la espalda y se apoyó en el escritorio. Se quedó ahí en silencio, respirando con dificultad. No podía verle la cara, pero su cuerpo parecía herido. Miró de reojo a Cristina y notó sus mejillas sonrojadas. Sonrió feliz al saber que a pesar de todo, esa chica la amaba.

 

-Guillermo saldrá del hospital en un par de días. Acondicionaremos la habitación para poder tenerlo cómodamente ahí. Una vez instalado… hablaré con él.- Sofía giró para estar frente a ellas.-  Gracias por la sinceridad de ambas.

 

-Mamá, no entiendo. ¿Qué harán con nosotras?- La mujer se acercó a Cristina, sonriendo con melancolía.

 

-Hija, todo estará bien. Las espero en la cena.- Sin decir nada más, Sofía se marchó. Se quedaron calladas un momento.

 

-¿Cómo crees que él reaccione a esto?- Le preguntó Cris.

 

-No lo sé. Tal vez intente estrangularme con el cable del suero.

 

-Estoy hablando en serio.

 

-Yo también. Se pone como loco cuando alguien se mete contigo. Imagínate lo que me hará.

 

-No seas tonta. Él jamás te lastimaría…- La azabache se quedó con la mirada perdida unos segundos.- Aunque… tal vez…

 

-¿Qué?- La chica parecía asustada.

 

- Tal vez quieran poner distancia entre nosotras.

 

-¿Crees que vuelvan a enviarme con Sebastián?

 

-Creo… creo que será más lejos que eso.

 

-No me iré.- Dijo firme.

 

-Alejandra, estás olvidando quienes son mis padres.

 

-No. Tú olvidas quien soy yo.

Notas finales:

Besos cachondos para tod@s.

!Travesura realizada!


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