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De Aristocracia y Otras Estupideces. (New Version) por Menz

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Notas del capitulo:

 

 

¡Accio cap 22!

Capítulo 22


La verdad os hará libres.


-Con cuidado.- Pidió la condesa mientras los Hombres de Negro ayudaban a subir a Guillermo hasta su habitación.


-Diez pesos a que lo tiran.- Le susurró a Memo.


-¿Diez pesos? Que tacaña eres.- Toda la familia se encontraba ahí en el recibidor. Al fin su papá había vuelto a casa después de permanecer varias semanas en el hospital.


-Alejandra…- Escuchó la voz del conde.- llámale a Álvaro. Dile que venga.


-Eh… -dudó.- ¿Te pondrás a trabajar ya?


-Claro que no.- Sentenció Sofía.


-Necesito hablar un asunto con él y contigo. Llámale.


Los ojos de Cristina se clavaron en ella. Ambas esperaban el día en que Guillermo y Sofía les informaran de su decisión con respecto a ellas, aunque por lo que sabía hasta ese momento, Sofía no le había contado la verdad a su padre. De mala gana, le envió un mensaje a Álvaro deseando que no lo viera pronto. Habían pasado varios días de silencio, en los cuales Cris había mantenido su distancia con ella.


Se hizo la pendeja un buen rato en la cocina, hasta que su papá la mandó buscar. Suspiró mientras asomaba la cabeza por la puerta. Álvaro ya se encontraba ahí.


-¿No te parece que debes descansar?- Su papá se acomodaba en la cama con algo de dificultad.


-Estaré aquí por semanas, descansaré más que en los últimos veinte años.


-¿Qué necesitas?- Preguntó Álvaro.


-Necesito blindar a la familia y a Castilnovo. Estamos en guerra con los Aragón y recuerda que si su Majestad pudiera, nos haría a un lado para entregarle el título a ellos.


-¿Podría pasar eso?


-En teoría sí.- Le aclaró su papá.- Nunca ha pasado pero es posible apartar a una familia de la regencia si se ve involucrada en algo ilícito o que atente contra el buen nombre de la Corona.


-Vamos, Guillermo.- Álvaro parecía algo exasperado.- Tú y yo sabemos que podrías aplastarlos si te lo propusieras. A todos ellos. ¿En serio crees que la gente apoyaría a Tomás? ¡Solo los aristócratas lo quieren! Por lo demás, ésta loca tiene a todo el pueblo en su bolsa.- El hombre la señaló.- Ya viste lo que pasó con esos rumores de su ilegitimidad, todos la apoyan.


Eso era verdad. Las críticas hacia ella venían de los supuestos “amigos” de su familia, mientras que por parte de la gente común solo había recibido simpatías. A unos les parecía genial que siendo una bastarda hubiera adquirido tanta notoriedad y otros parecían dar por hecho que eran solo rumores sin fundamento.


-Odio estar en cama en estos momentos.- Se quejó el conde.


-¿Qué necesitas de mi?


-Necesito que mantengas a salvo a Sergio.- Le sorprendió escuchar eso.- Si Tomás quiere el título, no le conviene que la Corona sepa lo que hizo con ese chico.


-Será algo complicado ocultarlo.- Opinó Álvaro.


-No creo que a Sergio le agrade vivir así. Aunque… ¿por qué no lo ocultamos a plena vista? ¿Por qué no lo traemos aquí?


-¿Estás loca?- Replicó el amigo de su padre.


-Sí. Teniéndolo cerca de nosotros, será muy difícil que Tomás le ponga una mano encima, además de que será una advertencia para él. Si nos ataca, todos se enterarán que tiene un bastardo.


-¿Usarías así a Sergio?- Preguntó Guillermo.


-Claro que no. Pero Tomás no lo sabe.- El conde pensó un momento.


-Traigan al chico. Álvaro, apresura las investigaciones contra Tomás y mantengan vigilancia sobre el Fiscal.


-¿Desconfías de él?- El Fiscal siempre le había parecido un tipo muy recto.


-Esto es política. Las lealtades cambian.- Guillermo tomó el intercomunicador.- ¿Bernardo? Dile a Cristina que la necesito aquí ahora.- Colgó.


-¿Ya puedo retirarme?


-No. Necesito hablar contigo y con tu hermana.


Dio un par de vueltas por la habitación mientras Guillermo y Álvaro hablaban de cosas de la empresa que a ella no le interesaban. ¿Vendría el regaño ahora? Observó a su padre. Se veía ocupado por el asunto de Tomás. Si ya supiera lo que había pasado entre ellas seguramente estaría neurótico y ya le hubiera arrojado algo a la cabeza.


Alguien tocó a la puerta. Cristina hizo acto de presencia y la miró a los ojos unos segundos, con la interrogante en ellos. Negó ligeramente con la cabeza, viendo el alivio en el rostro de la chica. Ambas tenían miedo de la decisión del conde. Temía que la solución a todo eso fuera el destierro para ella.


-¿Qué pasa, papá?


-Lo que ya sabes. Para eso tengo una tarea para ti y para Alejandra. Necesito que ahora más que nunca se hagan cargo de conquistar Castilnovo. El respaldo del condado es lo que finalmente pondrá la balanza de nuestro lado. Y para eso, ustedes son mi arma. Empezarán justo ahora. Se irán al Centro Comunitario y  pasarán la noche en el palacete que será el nuevo orfanato.


-¿Qué haremos ahí?- Quiso saber Cristina.


-En ambos lugares les esperará la prensa. En el centro darán una breve declaración de los avances y de la próxima apertura del lugar.- Les aclaró Álvaro.- Posteriormente Mendoza les acompañará al palacete, donde mañana a las 8am darán un recorrido a las cámaras, enseñando el sitio mientras Mendoza describe el trabajo de remodelación que se realizará para tenerlo funcionando al cien.


-¿Y es necesario pasar la noche ahí?                     


-Para cumplir los tiempos hemos programado la logística así.- Aclaró Álvaro.- Deben estar aquí a las 11:30am para que Cristina pueda representar a Guillermo en la comida con los veteranos.


-Yo quería pasar mi día viendo series…- ¡Habían nuevos episodios de Designated Survivor!


-Primero son las responsabilidades.- la reprendió su papá.


Sofía entró a la habitación. Guardó silencio mientras observaba a su madrastra hacerle un cariño a Cristina para después acercarse a Guillermo.


-En un momento te subirán algo de comer.


-Gracias, por fin seré el consentido de doña Cuqui.


-Nunca la había visto tan esmerada en la cocina. Creo que Alejandra será muy feliz por toda la comida que habrá.


-Lástima que en unas horas se irá del palacio.- Dijo su papá con tono burlón.


-¿Porqué? ¿A dónde va?


-Acompañará a Cristina al palacete.- Sofía no reaccionó enseguida. La miró detenidamente antes de volver a hablar.


-¿Se irán solas?


-Con su escolta, claramente.


-Guillermo… tengo que decirte algo, en privado.- Sintió un escalofrío por todo el cuerpo.


-Mamá, por favor ¿podemos hablar antes?- Quiso intervenir Cristina.


-¿Qué está pasando?- El conde parecía confundido.


-Mientras dormías pasaron varias cosas y quiero ponerte al tanto.- Aclaró su madrastra.- Álvaro, niñas, por favor déjenos a solas.


-¿No crees que deberíamos estar presentes? A fin de cuentas hablarán de nosotras.- objetó ella.


-¡Que diablos está pasando!- Guillermo reclamó atención.


- Sé que Alejandra es tu hija.- Dijo Cris dando un paso hacia su padre.- Sé que la tuviste con aquella novia tuya de la adolescencia, Laura.


-¿Cómo sabes eso?- Preguntó su padre.


-Yo se lo dije.- Ahora ella se acercó.- Ya no quería mentirle más.


-Niñas, yo le aclararé las cosas a su padre. Váyanse.- Insistió Sofía con apuro. ¡Pero ella quería estar ahí!


-No, no, no. Ahora se quedan.- El conde se esforzó por erguirse sobre el colchón.


-Vas a lastimarte.- Álvaro lo sujetó para que dejara de moverse.


-Estoy bien, solo… Cris, ¿desde cuando lo sabes?


-Desde antes del accidente sabía que Ale era ilegítima, pero no sabía que era tuya. Eso me lo dijo cuando regresó y tu estabas ya inconsciente.


-Por eso actuabas así conmigo….


-¡Pues sí! No me parece lo que hiciste. No tenías porqué mentirnos, no tenías por qué traerla a esta casa oculta detrás de tus mentiras. ¡Ella es tu hija! ¡Debió entrar aquí con tu apellido, no con el de Antonio!


-Es el mismo…- susurró ella.


-¡Sabes a lo que me refiero!- Cris la miró feo.


-Cristina, tu padre está convaleciente. No hables en ese tono.- Sofía reprendió a la chica.


-No, está bien.- Guillermo esbozó una sonrisa.- Te escucho, Cris.


-Fue muy doloroso aceptar la verdad…- la voz de la azabache tembló un poco.- Siempre creí en la rectitud moral de esta familia y de repente tenía frente a mi a tu hija ilegítima… una hija a la que yo…- Los ojos húmedos de Cristi se clavaron en ella.


-Chicas, salgan…- repitió Sofía.- Yo le explicaré a Guillermo.


-¿Qué me explicarás?- Tanto su madrastra como Cristina se quedaron calladas unos segundos. Se acercó a la azabache y le agarró la mano.


-Aquí estoy.- Le dijo a la chica.- ¿Lista?


-Chicas, no...- Sofía se interpuso entre ellas y su padre.- Déjenmelo a mi. Vayan a su habitación, les mandaré buscar luego.


-¡¿Qué pasa?!- Exigió el conde.


-¡Alejandra y yo nos enamoramos!- Sofía se tapó la boca y giró para observar a Guillermo quien tenía una expresión de confusión total, mientras Álvaro tenía los ojos muy abiertos.


-¿Qué…? -Ahora era su turno de hablar.


- Amo a Cristina y aunque sé que no debería, no puedo hacer nada contra esto.


-Alejandra… tú…- Guillermo intentó levantarse.


-Guillermo, tranquilízate.- Álvaro quiso hacer que se quedara sentado.


-¡Apártate! ¡¿Están juntas?!- Su papá se había puesto de pie e intentaba esquivar a Álvaro.


-¡Guillermo, ya!


-¡Que te apartes!-El  conde sujetó a su amigo y forcejeó con él.


-¡Papá, te harás daño!- Cristina se acercó al hombre pero Sofía la hizo para atrás y encaró a su marido.


-¡Guillermo, basta!


-¡Alejandra, ven aquí!


-¡Aquí estoy bien, gracias! – De pendeja se acercaba.


-¡Guillermo, basta!- Pero su papá tenía una mirada de toro furioso. No sabía de donde sacaba  la energía para resistirse a la fuerza de Álvaro que hacía todo por lograr que regresara a la cama.


--¡Eres una inconsciente!- Gritaba su padre mirándola.- ¡Te lo dije en el baile, ¿recuerdas?!


-¡¿Y que quieres que haga?! ¡Yo la amo! ¡No voy a dejarla!


-¡Entonces. ¿sí están juntas?!


-¡No lo estamos!- Aclaró la azabache.- ¡Papá, siéntate!


-¡Alejandra, te quiero lejos de mi hija!


-¡Yo también soy  tu hija!- Todos se quedaron quietos. Dio un par de pasos hacia su padre.- ¿Crees que esto es fácil? Sé que estar con ella es imposible, pero no me importa. Soy feliz estando aquí, mirándola todos los días, ayudándola en todo lo que puedo. Y sí, en el baile tenías razón. Siento algo por Cristina.- Declaró sonriéndole a la azabache.


-Guillermo…- Sofía tomó el rostro del conde y lo hizo mirarla.- Guillermo…- La expresión de su padre fue cambiando. De la furia pasó al asombro y después ¿angustia?


-No… - lo escuchó susurrar, palideciendo aún más.- No puedo...


-Por favor, déjenos a solas.- Pidió su madrastra.


No sabía si marcharse o no. Ya que estaba ahí, quería aclarar todo de una vez por todas con su papá. Pero Álvaro la apresuró a salir. Se sentía eufórica, con ganas de gritar más y solo regresó a la realidad cuando Cristina le dio un golpecito en el hombro.


-¿Qué…?


-Te perdiste.


-Solo pensaba.


-Creo que será mejor que se retiren a sus habitaciones.- Dijo Álvaro con semblante preocupado.


-Vamos.- Cris la jaló de la ropa y casi casi la hizo correr.


-¿Por qué la prisa?


-Solo no puedo mantenerme quieta.- Seguro la chica se sentía igual que ella. La azabache abrió su habitación y la jaló dentro.


-No creo que sea buena idea estar aquí solas…- Levantó una ceja al ver la expresión traviesa de Cristina.


-Me amas… y se lo gritaste a mi padre.- La sonrisa de Cris era magnética. La chica daba pasos lentos hacia atrás y ella la seguía, totalmente encantada.


-Te amo y se lo gritaría a todo el mundo.- Acercó su rostro al de la chica.


-Seguro nos arrepentiremos de esto.- Las manos de la azabache se colaron bajo su ropa, acariciándole el abdomen, mientras le  daba suaves besos al rostro.


-¿Crees que nos vaya muy mal?


-Eso creo. Pero ahora prefiero no pensar en eso.- Cristina la abrazó. Ella tampoco quería pensar en eso. Quería estar ahí imaginándose que todo estaba bien entre ellas. Que eran solo un par de chicas que se conocieron en la universidad y se enamoraron.


-Eres lo mejor de mi vida.- Dijo al oído de la azabache.- Recuérdalo todos los días.


-No deberías decirme esas cosas.- Escuchó la risita traviesa de Cris.


-Alejandra, necesito hablar contigo.- Ambas se sobresaltaron al escuchar la voz de Álvaro. El hombre las miraba ceñudo desde la puerta.


-Dime.


-A solas.- Cruzó una mirada con Cris antes de seguir a Álvaro hasta una habitación contigua.


-¿De que quieres hablar?


-De lo que Cristina y tú confesaron hace un momento. ¿Desde cuando sientes algo por ella?


-Pues… no recuerdo bien.


-Alejandra….- Álvaro se talló el puente de la nariz.- esto está mal.


-Lo sé. Intenté  no sentir nada por ella, alejarme. Pero no pude. Ella es increíble.- Dijo sin poder ocultar su cara de pendeja enamorada.


-Acabas de poner a tu padre en un serio dilema. Si fueran una familia común este sería un tema meramente familiar, pero siendo quien eres... esto traerá consecuencias políticas.


-Creo que exageras.


-No, no lo hago. Tu no entiendes… tu  padre tendrá que elegir entre sus hijas o el condado.


-No tiene que elegir nada. Cristina tiene un deber que cumplir y yo la apoyaré. Sabemos cuál es nuestro lugar.


-¡Alejandra, por Dios!- Álvaro se revolvió el cabello y caminó para sacar su ansiedad.- Estamos en guerra, los rumores sobre ti no paran. Las calumnias contra tu familia se intensifican… ¿Sabes la crisis política que generaría un escándalo amoroso entre Cristina y tú? ¿O que la gente se enterara que tú eres la primogénita?


-Soy una bastarda, no tendría derechos sobre el título.


-Eres una bastarda con un enorme apoyo popular. El pueblo se dividiría para apoyar a Cristina o a ti. Si tú te empeñaras en exigir tus derechos dinásticos, harías tambalear al condado.


-¡Pero no pretendo exigir nada!


-¡Lo sé! Pero quiero que entiendas lo que está en juego aquí. Quiero que te des cuenta de la magnitud, del alcance que tendría exponer la verdad. Ya sea esa relación entre Cristina y tú o tu verdadero origen.


-¡Cristina y yo no tenemos una relación!


-¡Claro que la tienen! Aunque no hayan formalizado nada, están juntas. Fui un estúpido al no notarlo antes.  Ella siempre te vera a ti antes que a cualquier otra persona y lo mismo harás tú. Siempre se cuidarán y buscarán cualquier momento para una charla, un abrazo, ¡acabo de descubrirlas abrazadas!


-¡Basta! ¡No me regañes como si fueras mi padre! ¡¿Crees que no he pasado noches en vela pensando que todo lo que siento está mal?! ¡¿Crees que me importan las repercusiones políticas para el condado?! ¡Me importan las repercusiones en Cristina! ¡Me importa ella! ¡Hubiera preferido mil veces que no me amara, a tener que verla sufrir por esto!


-¡No soy tu padre pero soy tu tío! ¡Soy el hombre que te cuidó mientras crecías, el que veló por ti y por tu madre! ¡Te cuidé cuando estabas enferma! ¡Te curé los mil raspones de tu infinidad de travesuras! ¡Te consolé cuando te rompieron el corazón y cunado Laura murió! ¡Me he ganado el derecho de regañarte y decirte cuando te equivocas! ¡Debiste decirme lo que pasaba!!Debiste decirme que te enamoraste de Cristina!- Se mantuvo en silencio observando la agitación de Álvaro.


-¿Qué crees que decida mi papá?


-No lo sé, pero por tu bien espero que no hayas permitido que las cosas con Cristina llegaran más allá.- El hombre la examinó mientras ella intentaba poner cara de póker.- Alejandra…


-No pasó nada.


-Alejandra…


-¡No pasó nada, ¿de acuerdo?! Yo no…- agachó la mirada.- nada… - Álvaro se acercó y colocó una mano en su hombro.- Yo la amo. Quiero estar con ella.- dijo melancólica.


-Todo estará bien.- El hombre la abrazó.- Lo resolveremos.


****** ******


*****CRIS********


 


Se echó abundante agua en la cara mientras pasaban por su mente todos aquellos momentos junto a Alejandra, ¿por qué tenía el presentimiento de que todo empeoraría? Siempre había sido una chica segura, orgullosa, altiva… pero  en ese momento se sentía terriblemente indefensa.


Se acomodó bien el cabello y la ropa antes de ir hacia la puerta donde alguien la estaba esperando.


-Señorita, sus padres mandan por usted.- Dijo Bernardo con su típico tono de solemnidad.- La señorita Alejandra, ¿se encuentra aquí?- Negó con la cabeza.


-Está hablando con Álvaro. No sé donde.


-Aquí.- Alejandra salió de la habitación contigua y clavó su mirada en la suya. ¿Cómo podía estar tan tranquila?


Respiró hondo y caminó hacia la habitación de sus padres. Con cada paso sentía que los pies le eran más pesados. Quería detener eso. Tomar la mano de Alejandra y pedirle que huyeran lejos, juntas. Sentía que esos eran los últimos minutos que pasaría junto a la castaña.


-Chicas, pase lo que pase cuentan con mi apoyo.- Se esforzó por sonreírle a Álvaro.


Entró escuchando como Ale cerraba la puerta detrás de ellas. Su madre estaba de espaldas, mirando por la ventana, mientras su papá las observaba desde su cama, con esa expresión de dureza que ponía en los negocios.   El silencio incómodo se prolongó por varios segundos más.


-Cristina, Alejandra…- Empezó a decir el conde.- la situación actual es totalmente inusual, inapropiada e inaceptable. El legado familiar no puede ser afectado por ningún motivo. Ambas tienen un deber con este condado,  son parte de una dinastía entregada a engrandecer a la región. Por lo tanto debo tomar cartas en el asunto, como conde y como jefe de esta familia. No permitiré más trato entre ustedes y creo cabalmente, que la única solución para esto es poner distancia entre las dos.- Su corazón latía dolorosamente fuerte.  Guillermo tragó en seco y clavó los ojos en Alejandra.- Tendrás que marcharte. Mañana te mudarás a Londres. Ahí podrás continuar con tus estudios y tener la libertad que tanto anhelas.


-Londres… suena bien.- Dijo Ale dirigiéndole una mirada fugaz.- Solo hay un problema: No pienso marcharme de aquí.


-No estoy pidiendo tu consentimiento.- Subrayó su padre.


-Guillermo, por favor.- Su mamá se acercó al  colchón, mirando con súplica a su esposo.


-Soy el conde, Castilnovo es mi responsabilidad.- Lo escuchó decir bajito.- Alejandra debe marcharse.


-¡Ya te dije que no lo haré!


-¡Te lo estoy ordenando!


-¡Y yo me niego! ¡Si quieres sacarme de aquí tendrás que amararme a un avión, cosa que no te servirá de nada porque regresaré! ¡Volverás a sacarme y regresaré!


-¡Odiabas este lugar! ¡Desde que llegaste has querido marcharte, ahora tienes la oportunidad de hacerlo!


-¡Que no!


-¡¿Por qué eres tan terca?!


-¡Porque la amo! ¡La amo desde siempre! ¡Ella es mi universo, es mi música! ¡No puedo estar con ella pero tampoco puedo estar lejos! ¡No puedo solo rendirme! ¡No lo haré! ¡No voy a dejarla y no me importa tener que quedarme y estar en guerra contigo y con todo el maldito mundo con tal de estar con ella!- Observó el semblante furioso de Ale. Esa energía rebelde saliendo de ella… ¡tenía ganas de besarla!


-La amas…- Guillermo parpadeó varias veces con una expresión extraña, como si estuviera saliendo de un trance.- De verdad la amas…


-Guillermo, debes ceder.- Su mamá se sentó junto a su padre, encarándolo.- No puedes sacrificarlas.-  El conde cerró los ojos, apretando con fuerza mientras resoplaba.


-Alejandra, tienes que march… Ale… no… no puedo. - Ahora fue Guillermo el que sonrió con resignación.- Eres mi terca y apasionada hija. Yo no te haré lo que mi padre me hizo a mi. Acércate.


Hubiera preferido que la castaña no se moviera de su lugar, pero lo hizo. Su madre se levantó del colchón y su lugar fue ocupado por Ale.


-¿Vas a abofetearme?- Escuchó que decía la chica.  Sorprendentemente, el conde la abrazó.


- Eres idéntica a tu madre.


-Cris, acércate.- Su mamá la llamó para unirse al abrazo.


-Papá… yo también la amo.- Dijo mirando los ojos húmedos del hombre mientras las estrechaba a las dos.


-Nunca creía estar en esta situación. Cristina…- Guillermo puso su atención solamente en ella, tomando su mano.- Cris… tu madre quiere decirte algo. Pero antes de eso, quiero que sepas…- Su papá movía la boca pero su voz no salía.- tú eres mi corazón.- dijo al fin con la voz quebrada.- Eres mi tesoro.- Volvió a abrazar a  su papá.


-Hija…- Su mamá le tocó el hombro.- Necesito que me escuches. Hay algo que debo decirte, más ahora que ha pasado esto entre Alejandra y tú. Creo que lo mejor que puedo hacer por ustedes es decirles la verdad. Ale, tú también debes escuchar esto.- Era la primera vez que veía a su mamá tan nerviosa e incómoda.- Cristina,  hace muchos años pasó algo que…  creo que sabes que Guillermo y yo crecimos siendo amigos muy cercanos. Cuando éramos adolescentes él estaba enamorado de Laura y yo… bueno…- su mamá carraspeó.- a mi me gustaba un chico que trabajaba en las caballerizas de mi padre. Él era mayor que yo,  apuesto y gallardo. Tu abuelo era un hombre muy estricto, conservador y siempre me tuvo vigilada, sobreprotegida, encerrada en su casa de oro. Obviamente para alguien como yo, ver a ese chico resultaba sumamente atractivo. Pasaron algunos años hasta que empezamos a hablar a escondidas de mi familia… y me enamoré.- ¿Por qué su mamá le contaba sus amores de juventud? La observó titubear un momento.- Iniciamos una relación y después de unos meses empezamos a hablar de huir juntos. Él era un plebeyo y su único ingreso era el que recibía trabajando para mi padre, así que fui entregándole mis joyas y todas las cosas de valor que poseía para que las vendiera e hiciera todos los preparativos para nuestro viaje. Pero antes de partir…. Empecé a sentirme mal… se me presentó un retraso y…. descubrí que estaba embarazada.


-¡¿Tú qué?!- Exclamó.  ¿Qué estaba pasando?


-Al principio me asusté, pero después me sentí feliz.  Corrí a decirle que íbamos a ser padres y que debíamos apresurar las cosas. Pero él reaccionó mal, se enfureció. No quería al bebé. Fue muy duro para mi darme cuenta que estaba sola con eso. Me aterraba pensar en la reacción de mi padre. Fueron días horribles en los que él había desaparecido, pero después de una semana regresó. Me dijo que me amaba y que todo estaría bien, solo tenía que acompañarlo a un sitio. Yo estaba algo aturdida, no entendía muy bien que era lo que pasaba. Cuando llegamos a la clínica, las enfermeras me pusieron una bata… - Su madre empezó a sollozar.- solo escuchaba un zumbido en mis oídos y todo pasaba como en cámara lenta… Cuando al fin entendí lo que estaba pasando, me encontraba recostada en una camilla y el médico…


-No lo digas…- suplicó con un hilo de voz, descubriendo su propio llanto.


-No iba a permitir que dañaran a mi bebé, así que corrí con todas mis fuerzas. Salí de la clínica y subí a un taxi. Aún traía la bata puesta y no tenía dinero. Lo único que se me ocurrió fue decirle al conductor que me trajera al palacio.- Su mamá se limpiaba las lágrimas. Ella sentía su respiración agitándose cada vez más. ¿Acaso…?- Guillermo estaba por salir y en cuanto me vio, corrió a ayudarme pues ya no podía ni estar en pie. Me cargó hasta una de las habitaciones donde lloré sin parar por horas. Él se quedó ahí conmigo sosteniendo mi mano.- La voz de Sofía se ahogó. Nunca había visto a su madre tan descompuesta.


-Yo no sabía que  Sofía estaba embarazada.- Continuó Guillermo mientras sobaba con ternura la espalda de su esposa para confortarla.- En ese entonces Laura y yo teníamos poco más de un año separados y tal vez por estar pasando por mi propio duelo, es que no me di cuenta de todo lo que tu madre estaba viviendo con ese tipo. Cuando ella me contó todo lo que había pasado, fui a buscarlo y a exigirle cuentas.


-Por favor, dime que le rompiste la cara.- Dijo Ale rechinando los dientes.


-Sí. Después de escuchar su negativa de hacerse responsable de Sofía y del bebé. Él no tenía intenciones reales de huir con tu madre.- El conde volvió a clavar sus ojos en ella.- Solo quería el dinero que pudiera obtener. Luego de nuestra pelea, se marchó.


-Yo...-Su madre retomó la historia.- Sabía que tu abuelo me obligaría a deshacerme de mi bebé. Él nunca permitiría que su única hija fuera madre soltera y lo avergonzara. Tenía mucho miedo, era una chiquilla que no tenía idea de como salir adelante. Ya no tenía dinero ni joyas para vender y los días iban pasando. Una tarde me sorprendió ver a Guillermo salir del estudio de mi padre, quien se notaba muy contento. Me dijo que ya sabía la buena noticia y que a petición del conde la boda se realizaría lo más pronto posible.


Se levantó de la cama sintiendo que su garganta estaba cerrada y todo le daba vueltas. Estaba soñando… eso no era real…


-Sabía que la única forma de proteger a tu madre y a ti era casándome con ella. Era mi mejor amiga y  tú venías en camino. Yo te amaba desde que supe que existías.


-Cristina…- Su mamá caminó hacia ella. Dio varios pasos hacia atrás.


-No me toques.- Dijo con la vista totalmente nublada y el corazón destrozado.


- Sé que esto es duro y sé lo que pasará por tu mente una vez que asimiles la verdad, pero quiero decirte que no importa que no tengas mi sangre.- Dijo Guillermo desde su cama.- Tienes mi corazón, ¿entiendes? Te cuidé mientras crecías en el vientre de tu madre, te cargué apenas naciste, te di mi vida y mi amor desde siempre. Yo soy tu padre sin importar nada más.


Eran como mil dagas en su corazón. Sentía un doloroso nudo en su garganta. ¿Guillermo no era su papá? Por eso no había heredado ninguno de sus rasgos tan característicos. Siempre había pensado que se debía a que había sacado todo de su lado materno, pero ahora… que estúpida. Su verdadero padre era un patán, un desgraciado que había querido matarla antes de que naciera…


 No pudo más. Salió corriendo de ahí queriendo desaparecer por siempre.


 


**** ***** ****


****ALE*******


-¡Cristina!- Guillermo llamó a la azabache pero la chica no hizo caso. Se  había marchado. Sofía seguía de pie con una mano sobre su corazón, sollozando. Ella parpadeaba una y otra vez, con el ceño fruncido intentando entender todo aquello.


-Yo…- Carraspeó.- ¿ella no… no es mi hermana?- Guillermo negó lentamente. En ese momento suspiró. No sabía que sentir. Estaba confundida.  La cara de su padre estaba desencajada. Recordó todo lo que Sofía había pasado y lo que su papá había hecho. Ahora entendía por qué no había pasado mucho tiempo entre la separación de sus padres y la boda con Sofía. Todo había sido por Cristina. Por mantenerla a salvo. Se acercó a su papá.-Gracias por cuidarlas. Deberían existir más hombres como tú.- Lo abrazó.


-Perdóname. No quería lastimarte. Ni a ella.


Soltó a Guillermo y se acercó a Sofía, que seguía hecha un mar de llanto. También la abrazó. No supo que decirle. Solo la estrechó fuerte y la dejó llorar en su hombro.


-Ve por ella.- Dijo la mujer después de varios segundos.


Sin esperar más salió corriendo para buscar a Cristina. Su habitación estaba vacía, así que bajó las escaleras de dos en dos y salió al área  de la piscina pero también estaba vacía. Por el jardín posterior tampoco había rastros de la azabache… ¡las caballerizas! Rodeó la propiedad, corriendo a toda prisa.


Entró.


Pudo escuchar el llanto desgarrador de la azabache. Los caballos se movían inquietos, como si compartieran el dolor de su dueña. Asomó la cabeza y encontró a Cristi en un rincón de un pesebre, con las rodillas flexionadas y la cara oculta entre ellas. Caminó con cautela y se arrodilló frente a la azabache. Sin decir nada, la chica buscó refugio en ella. La abrazó y lloró al sentir el sufrimiento Cris. Poco a poco iba entendiendo todo lo que significaba la verdad que acababa de revelárseles, iba comprendiendo lo que estaba pensando Cristina, lo que estaba doliéndole. Ni ella estaba segura de lo que debía sentir. Quería parar la hemorragia en el corazón de su azabache, pero no sabía como.


-Sácame de aquí…- dijo la chica con voz gangosa.- no quiero estar cerca de ellos… por favor, llévame.- Sostuvo a Cristi y la ayudó a ponerse de pie. Pensó un momento en un lugar para estar solas y tranquilas, sin que nadie se percatara de su presencia.


****** *******


-Ten. – Le entregó un vaso con agua a la chica.


-¿Crees que esté bien entrar sin permiso?- Preguntó Cris como autómata. Seguramente su respuesta la tendría sin cuidado. Observó sus ojos rojos e hinchados.


-Sí, mi tío debe estar en casa de algún feligrés asaltando su nevera.- Había decidido que la iglesia del pueblo era el mejor lugar para ocultarse. Si iban a la ciudad no pasaría más de un minuto sin que la gente las reconociera si entraban a algún hotel.- ¿Cómo te sientes?- Se sentó junto a la azabache.


-No lo sé. No sé nada. Solo siento que… es como si toda mi vida fuera solo una escenificación, una mentira.


-No es así. Es verdad que no vienes de donde creías pero eso no define quien eres.


-¿Y quien soy? Soy la hija de un patán. De un sinvergüenza, de un vividor- Cristina se puso de pie, furiosa.- ¡Él iba a matarme! ¡Ese maldito…! Y ellos… ¡ellos me han mentido siempre! ¡Por eso no me parezco al conde! ¡No pertenezco a esa familia! ¡Todo lo que enorgullecía, todo el legado del que presumía, no es mio! ¡Solo soy… solo soy una bastarda! ¡Soy una bastarda!- La chica tomó un jarrón de cristal y lo arrojó contra la pared, soltando un grito de frustración. Se quedó en silencio viendo como Cris se dejaba caer al suelo, resoplando.


-Amas el chocolate, no toleras el reggaetón, prefieres a los escritores clásicos, odias la psicología pues choca con tu mundo de numeritos, - empezó a decir acercándose a la chica.- te fascina montar, detestas la impuntualidad, hablas cinco idiomas y cuando te enojas me insultas en seis.- Bromeó quedando frente a Cris, mirándola a los ojos.- Te llamas Cristina y eres la chica más brillante y hermosa que he visto. No importa cual sea tu apellido o quienes sean tus padres, eres grandiosa por ti misma. ¿No lo entiendes?  Tú ennobleces el apellido, no él a ti.


-Ale…- Sonrió al sentir la mano suave de la chica, acariciándole el rostro. Jaló a Cristina, quedando las dos arrodilladas en el suelo. Acortó la distancia entre ellas.


-¿Cómo te ayudo? Dime que puedo hacer por ti.- Sentía la respiración de la azabache, golpeándole la piel de la cara. Cris tenía rastros de lágrimas en los ojos. Fue la chica la que terminó con esos centímetros entre ellas. Correspondió enseguida a ese beso suave, algo tembloroso, con sabor a dolor. Sujetó con firmeza a Cris y la hizo ponerse de pie sin dejar de besarla. Se entregó a ese contacto, que por primera vez no traería culpa…


-No me dejes.- Susurró la chica contra sus labios. No le respondió con palabras, solo continuó besándola. Sentía su corazón golpeando más fuerte que nunca, mientras al fin  ese muro entre ellas había caído.- Te amo.- Dijo Cris rompiendo el beso para echársele al cuello.


-También te amo, Cristi.


****** ********


-Al fin.- Sebastián suspiró aliviado.


-Eso es lo que te morías de ganas de decirme, ¿verdad?- El viejo sonrió.


-No puedo romper un secreto de confesión.


-Aún no puedo creerlo.- Bebió un sorbo de café. Estaba en la pequeña salita, a solas con su tío mientras Cristina estaba profundamente dormida en la recámara que había sido suya durante un par de días.


-¿Cómo está ella?


-Confundida, molesta, decepcionada… Me costó mucho lograr que se durmiera.- Miró su reloj. Eran las 8am.


-Si… me sorprendió mucho verles aquí anoche. Pero en cuanto las vi, supe que Cristina ya sabía sobre su verdadero origen. Pueden quedarse el tiempo que quieran. ¿Le avisaste a tu padre?


-Sí. Saben que estamos aquí. Le pedí que dejara a Cristi sola unos días. Necesita ordenar sus sentimientos.


-Ella es una chica fantástica, entenderá y perdonará.


-Seguramente lo hará, solo que el proceso será bastante doloroso. Lo sé muy bien.


-¿Tu como te sientes con esto?


-Pues… tengo sentimientos encontrados. Por una parte me preocupa mucho el estado de ánimo de Cristina. No quiero que sufra, no quiero que algo le duela. Y por otra parte siento un gran alivio. Ahora sé que amarla no es algo malo ni inapropiado. Pero yo también tengo que asimilar las cosas. Fue una verdad inesperada... Ahora entiendo por qué mi papá se casó tan rápido después de separarse de mi madre.


-Guillermo es un hombre extraordinario. Cuando Laura y él decidieron poner fin a su relación, se vio muy mal. No tenía nada ya de ese chico aventurero, divertido y algo rebelde que fue durante sus años de adolescencia. Se había convertido en un tipo melancólico, triste, destruido. Se la pasaba trabajando sin descanso, exigiéndose a sí mismo la excelencia en sus funciones. Muchas veces le dije que esa vida lo mataría en un par de años, que debía parar. Pero él estaba totalmente perdido, acorralado entre lo que su cabeza le decía y lo que su corazón le gritaba. Entonces pasó lo de Sofía. Su mejor amiga lo necesitaba y tomó la decisión de protegerla contra todo. Unos meses después llegó Cristina y tu papa al fin reaccionó.- El cura sonrió con encanto.- Esa niña le salvó la vida y él la ha amado con locura desde el primer segundo. Ese lazo es indestructible y es mucho más fuerte que la genética. Cris entenderá eso y volverá a su padre.  Tu trabajo ahora es ser muy paciente con ella. Escúchala, Apóyala. Abrázala. Recuerda que las heridas se curan con amor. – Sebastián la observó un momento y sonrió.


-¿Qué?


-Estoy muy orgulloso de ti. Tu madre también lo estaría.- El viejo la hizo ponerse de pie y la abrazó fuerte.- Ahora ve a dormir un poco más, tienes cara de muerto.


-De acuerdo. Gracias por todo.


Le sonrió una vez más al viejo y regresó a la habitación. La verdad sí tenía mucho sueño. Apenas un par de horas atrás, Cristina al fin  se había quedado dormida. Durante la noche solo la había abrazado, en silencio. La chica tampoco había dicho nada, solo la había usado de almohada y a ratos la sentía secándose las lágrimas.


La azabache seguía dormida. La miró un rato pensando en que vendrían momentos duros para ella y su familia. Su padre estaba en recuperación y Cristina se tomaría un tiempo para aceptar las cosas… Se rascó la cabeza, resignada a lo que venía. Encendió su celular y efectivamente, tenía como un millón de mensajes de Álvaro.  Le escribió diciéndole que esa noche se reunirían en el palacio.


Ahora sí, se trepó a la cama y se acomodó junto a Cristi, quien no dio señales de vida.


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*****CRIS*******


-En verdad, no tengo hambre.-Dijo cabizbaja.


-Deberías comer. Estuviste todo el día sin probar bocado- El padre Sebastián la miraba con expresión acusadora.


-Siento que nada me caería bien ahora. Me siento engañada, perdida.


-Engañada, sí.- El cura se sentó frente a ella. – Pero, ¿perdida? ¿Por qué?


-Porque no se quien soy… yo… estaba tan orgullosa de mi padre… de mi alcurnia. Era pretensioso, lo sé. Pero me sentía bien al pensar que por mis venas corría la sangre de dos grandes familias del condado.


-Claro que desciendes de dos grandes familias. Sabemos que eres la consentida de Guillermo y no te atrevas a negarlo.- El viejo sonrió.-  Eres su princesa, idéntica a él en lo que realmente importa: el corazón.


-Es que no puedo… ¡no puedo perdonarlos! ¡Debieron decírmelo antes! ¡Dígame con qué cara entraré de nuevo al palacio sabiendo que no debería estar ahí! ¡¿Cree que me sentiría bien ocupando un lugar que no es mio?! ¡¿Cómo sonreír cuando me presenten como su heredera?! ¡No lo soy! ¡Es Alejandra! ¡Por justicia, por honor, ella debería reclamar su lugar! ¡Ella debería apartarme y ocupar su legítimo derecho!


-Ella jamás hará eso.


-¡Pues debería!


-Aún no lo entiendes, ¿cierto? – Sebastián sujetó sus manos.- Su lugar está junto a ti, no en un trono. Ella te quiere a ti, no una posición o el reconocimiento de la gente. Solo te quiere a ti. Nunca ocupará ese lugar, ni porque te hicieras a un lado o Guillermo se lo otorgara. Creo que saldría corriendo como loca.-Intentó no sonreír pero la imagen de Ale corriendo despavorida le ganó.- Los humanos siempre hemos buscado nuestro origen, es una interrogante que nos apasiona, así que es  normal que te sientas así.


-Y… ¿mi madre? Nunca creí que ella pudiera… bueno… - Sintió su cara ardiendo.- antes de casarse…- Sebastián esbozó una sonrisa.


-Tu madre es humana y como la mayoría de las chicas enamoradas, sucumbió ante la tentación. Eso no la hace mala persona. Ella confió en quien no debía, alguien que luego resultó ser indigno. Es normal que cuando se ama a alguien se desee su cercanía y el contacto físico… seguro entiendes a lo que me refiero.- Si antes le ardía la cara, en ese momento sentía que se le quemaba.


-Yo solo… no quiero verlos. Siento vergüenza.


-Tú no eres responsable de lo que pasó, no tienes porqué sentirte así.


-Quiero que Ale esté aquí. Quiero que me abrace.- Se sentía como una huérfana sin esa castaña.


-No tardará en volver. Seguro intenta calmar a tu padre. Conociéndolo, debe estar neurótico.


-Él no es mi padre.- Refunfuñó.


-Oh mi niña, claro que lo es.


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******ALE****


-Tienes que ser paciente con ella, ¿crees que es sencillo? La está pasando muy mal.- Hacía bastante rato que estaba intentando calmar el ánimo de su papá y de Sofía. Los dos estabas muy preocupados por Cristina.


-Alejandra tiene razón.- Intervino Álvaro.- Cris se merece un tiempo libre para entender y aceptar. Pero yo tengo que seguir con mi trabajo y por ello propongo que Alejandra asuma las funciones titulares.- Suspiró. Sabía que Álvaro propondría eso.


-¿No hay alguien más?- ¿Memo? ¿Sofi? ¡¿Alguien?!


-No.- respondió tajante el hombre.


-¿Estás dispuesta a hacerte cargo?- Le preguntó su padre mirándola a los ojos. Se quedó callada unos segundos. ¿Ella se haría cargo? Quería salir corriendo… pero pensó en Cristina.


-Sí. Solo díganme qué hacer.


-Tengo tu agenda lista.- Observó a Álvaro empezar a buscar algo en su Ipad.-Te enviaré una copia a tu correo. Por la escuela no te preocupes, enviaré las justificantes. Tendrás que hacerte cargo del asunto del palacete mañana a las 8am, después tienes un desayuno con los veteranos y posteriormente irás al centro comunitario. Tuvimos que organizar todo de nuevo.


-Espera… ¿Tendré que dormir en el palacete?


-Sí. Tenemos que seguir con la agenda. En este momento publicaremos un comunicado anunciando que Cristina no hará apariciones públicas mientras se recupera de un problema de salud menor, bla bla bla y mientras regresa a sus funciones, tú las asumirás.


-No quiero dejar sola a Cris.


-Solo será una noche.


-Alejandra, necesito que hagas esto.- Aclaró su papá. A regañadientes, asintió.


-Pediré que te empaquen algo de ropa. Tenemos que salir de aquí en una hora, para no llegar tan tarde al palacete.- Álvaro salió de la habitación a toda prisa.


-Sé que no estás a gusto con esto, pero es necesario. Yo también preferiría que te quedaras con ella, pero nuestra familia nunca descansa. Tu tía se encargará de cubrir a Sofía en sus compromisos en la ciudad, así que es importante que asumas tus responsabilidades.- Asintió con algo de pesar.


-Tengo que ir con Cristina.


Se despidió rápidamente de los condes y salió del palacio. Apenas llegó a la puerta cuando el equipo de seguridad la cubrió.


-¿Qué pasa?- Le preguntó a Milo.


-El señor Gastelum nos informó de las nuevas disposiciones, así que aplicamos el protocolo con usted.- El guardia reclinó la cabeza.


-No hagas eso, me irrita.- Odiaba que le hablaran de “usted” y que le hicieran reverencias.


-Es el protocolo, señora.- Milo le hizo un guiño.


-Vuelve a decirme así y ordenaré que te decapiten.- Dijo haciéndose la ofendida.


Beny le abrió la puerta de una camioneta y subió. Se quedó ahí unos minutos mientras subían sus maletas de viaje, ¡¿Por qué tantas?! ¡Solo se iba una noche!


La caravana empezó a moverse en cuanto Álvaro subió con ella.


-¿Revisaste la agenda que te envié?- Preguntó el hombre mientras tecleaba algo en su celular.


-No.


-Deberías hacerlo.


-Tranquilo, ¿de acuerdo? Apenas llevo cinco minutos en esto. Ni siquiera sé que debo hacer.


-Por eso debes leer lo que te envié. Es un curso intensivo para condes express.- dijo el hombre con una sonrisa.


-Realmente se supone que soy… que yo…- se señaló.


-La titularidad de un condado nunca puede estar vacía, ni por un minuto. Cuando Guillermo ha tenido que ausentarse, Cristina es la que asume ese papel.  Ahora que los dos están ausentes… la condesa eres tú.


-Mi mamá volvería a morirse si me viera ahora.- Susurró. Iban entrando al pueblo.


-No lo creo. Estoy seguro que en el fondo, sabía que serías grandiosa en este sitio. Te educó para esto.


-Esto complicará las cosas con Cristina.- Se detuvieron frente a la iglesia. Se apresuró a entrar y a dejar a todo el séquito afuera.


-¿Qué pasa?- Cris la miraba desde la pequeña cocina.


-Eh… nada.- Se acercó y abrazó a la azabache.-  ¿Estás bien?


-Si. Ayudaba al padre a lavar los trastes.


-¿Dónde está mi tío?


- Es el jardín, regando las plantas.


- Cris…- Acarició el cabello de la chica.- Tengo que irme.- Observó la mirada titubeante de Cristina.- Solo será una noche. Lo prometo.


-¿Asumiste el título?- Cris dio un par de pasos atrás. La miraba como si la estuviera reconociendo.


-Yo… no sé que hice. Ellos dijeron que necesitaban que me hiciera cargo.


-Sabía que te lo pedirían. No pueden dejar el condado a la deriva.


-No quiero dejarte sola.


-No quiero estar aquí. Quiero irme lejos.


-¿De que hablas?


-Necesito alejarme de este lugar.


-Pero Cris, este es tu hogar.


-No quiero estar aquí.- Repitió la chica con melancolía. Alguien tocaba la puerta. Le había puesto el seguro al entrar.


-¡Es hora de irnos!- Escuchó la voz de Álvaro.


-Tienes que irte.- Dijo Cris secándose una lágrima.


-Ven conmigo.- Pegó su frente a la de la chica.


-No puedo. Necesito estar sola.- Sintió los labios de la azabache rosando los suyos.


-Entonces espérame.- La besó.


-¡Alejandra!- Álvaro golpeaba la puerta. No pudo evitar soltar una risita.


-¿Qué?- Cris le acarició el cabello, dándole piquitos en la cara.


-Álvaro se pone loco.


-Y apenas empieza. Ten cuidado ahí.


-¡Alejandra!


-¡Voy! Fausto y Luciano se quedarán al pendiente de ti.- ¡No quería irse! Sentía que algo muy malo pasaría si se separaba de su amor.- Nunca quise esto para nosotras. Yo… también estoy confundida y…


-¡Apresúrate!- Álvaro.


-Te amo, Cristina. Volveré mañana, lo prometo.- La chica no respondió. Solo volvió a abrazarla y la tuvo así por un par de minutos. Escuchaba la voz impaciente de Álvaro al otro lado de la puerta.


-Mantente erguida. Segura de ti misma.- Le aconsejó Cristina.- Eres la hija de un conde.


-No. – Sonrió.- Solo soy la chica que te ama.


 

Notas finales:

Besos cachondos para tod@s-

Si, si, ya sé que tardé un chingo. Sorry!

 

¡Travesura realizada!


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