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De Aristocracia y Otras Estupideces. (New Version) por Menz

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Notas del capitulo:

 

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!accio cap. 30!

 

Capitulo XXX

Unos putazos ¿o qué?

 

Los neumáticos derraparon cuando la camioneta dio un giro brusco para tomar la avenida.

-¡Rayos, rayos, rayos!- Beny esquivó a dos patrullas que aparecieron por la derecha. Pudo ver más camionetas  siguiendo hacia el palacio.

-¡Por ahí no! ¡Hay que llegar antes que ellos!- Se quejó Milo.

-¡Si voy derecho nos atraparán!

Ring Ring.

-¡Fausto!

-¿Dónde están?- Escuchó por el altavoz.

- Cerca de la salida, nos están cercando.

Van por los niños!- Dijo Álvaro. Sintió un escalofrío.

-¡Álvaro! ¡Ve al palacio ya!-  Logró decir antes de que la comunicación se cortara. Se apresuró a marcarle a Memo.

Nada.  ¡Otra vez no!

-¡A un lado!- Beny golpeó un auto que salía de un semáforo.

-Blinden el palacio.- Escuchaba la voz entrecortada de Fausto por la radio.-  Nadie entra. Protejan a los pequeños.

-¡Al palacio, ya!

-¡Toma la siguiente salida!

-¡Es sentido contrario!

-¡Métete, carajo!- le dio un zape a Beny.

Entre frenones y escándalo, avanzaban a toda velocidad por la vía perseguidos por las patrullas. Al fin salieron a carretera. Cada minuto que pasaba sentía su corazón golpeando más fuerte su pecho. No debían llevarse también a sus hermanos. Necesitaba ponerlos  a salvo antes de ir por su novia y los demás.

-¡Por la entrada de servicio!- Ordenó Milo al ver la entrada principal llena de patrullas. La enorme reja estaba golpeada y los policías se habían metido hacia  la propiedad por un espacio entre los barrotes.

-¡Ahí hay más!

Los policías habían sacado sus armas y estaban a punto de abrir fuego contra los guardias que estaban custodiando la entrada de servicio.

-¡Sobre ellos!

Se sujetó fuerte cuando la camioneta se precipitó hacia los policías, estrellándose contra las patrullas. El vehículo quedó atravesado, protegiendo la entrada. Se ocultó un momento entre los asientos mientras Beny y Milo saltaban hacia la pelea.

Abrió la puerta de pasajero y corrió hacia el palacio. Nunca lo había sentido tan lejano, A su espalda escuchaba el zafarrancho que se había armado. Pero no miró atrás. Su vista estaba en los policías que entraban al palacio, buscando a sus hermanos. ¿Dónde estarían?

Sus pies le pesaban y cada segundo que pasaba sin ver aparecer a Memo y a Sofi en las manos de los oficiales, le daba esperanza. Entonces, vio movimiento por el lado de las caballerizas.

Corsario apareció saltando las maderas de su pesebre, con Memo y Sofi sobre  él. Resbaló al intentar cambiar de dirección y rodó por el suelo. Se quedó ahí tirada unos  instantes, resoplando y tratando de pensar. Corsario corría a todo galope en la dirección contraria a ella. No podría alcanzarlos. A menos….

Se levantó rápido y corrió hacia la cochera.

-¡Ahí está Alejandra!- Escuchó a alguien.

¡Sí! Una tenía puestas las llaves. Encendió la moto y aceleró a fondo, llevándose  a dos oficiales que intentaron sujetarla. Los observó en su retrovisor, rodando cual cerditos por el suelo.

Memo y Sofi iban por delante de ella, atravesando el terreno del palacio. Se acercaba a toda velocidad, brincando entre el pasto.  Iba jalando de la ropa a los oficiales que seguían en la persecución de sus hermanos.

-¡Hey,  idiotas!- Llamó la atención del par  que quedaba, derrapando la moto para aventarles tierra en la cara, golpeándolos de costado.

Ahora sí. Se dispuso a alcanzar a los enanos. En verdad Memo había reventado el galope de Corsario.

-¡Ale!- Escuchó la voz de su hermanita, mientras se iba acercando a ellos. Corsario redujo la velocidad. La pequeña estaba abrazada con fuerza de la cintura de su hermano.

-¿Están bien?

-Sí. – Dijo Memo agitado, aún mirando a lo lejos.

-Salgamos de aquí.-  Trepó sobre Corsario, haciendo sandwich a la enana.

-¿A dónde iremos?  La propiedad está cerrada.

-Vamos a saltar el muro.- Galoparon un poco más, rodeando la propiedad. Debían estar lo más cerca posible a la carretera hacia el pueblo.- Esto es como en las películas, Sofi. No tengas miedo.- Había un enorme árbol del otro lado. Sus ramas caían dentro de la propiedad.-Memo, acércate más. Enana, agárrate fuerte.- Con cuidado se paró sobre  Corsario, manteniendo el equilibrio cuando el potro dio un par de pasos, inquieto.

-Tranquilo, muchacho.- Memo acarició la crin del animal. Se sujetó fuerte del borde y trepó.

-¿Ven que fácil? Sofi, vas tú.- La pequeña la imitó y se aferró a sus manos. La subió rápido pues pudo ver como  había camionetas ya dando vueltas por el terreno. El palacio había caído.- Memo, bajaré para controlar a Corsario y tú puedas subir.

-No.- El chico también miraba hacia atrás, escuchando los motores.- Yo puedo.- Con más facilidad de la que esperaba, su hermano se paró sobre el caballo y saltó hacia el muro. Una camioneta salió de la nada y el copiloto bajó rápido de ella.

-¡Quietos!- Tenía agarrado a Memo, con una pierna sobre el muro y la otra al aire. El hombre les apuntaba con un arma. Pudo ver  una radio en su mano. Iba a avisar su captura.- Aquí Monroy, los ten…- El oficial había caído al suelo.

-Estos tipos se creen mucho.- Sergio le había golpeado la cabeza con la culata de un revólver.- ¿No te resulta algo familiar esto?- Bromeó el chico.

-Te debo una.- Dijo rápido ayudando a Memo a colocarse bien sobre el muro.

-¿Solo una? Váyanse, veré que hacer con éste.

Ayudándose de las ramas del árbol, lograron llegar a salvo al suelo.

 

****** **********

********CRIS*******

Por la penumbra en la que los tenían, seguramente ya habían pasado muchas horas desde su encierro. Respiró hondo intentando mantener la calma. Solo escuchaba los insultos murmurados por su tía, sentada en un rincón. Sus padres hablaban por lo bajo, con las cabezas lo más cerca posible, tomando en cuenta que sus celdas estaban juntas.

No les habían dado ni un bocado, pero no tenía hambre. Al menos no de esa. Solo pensaba en lo que les haría a Tomás y a los suyos cuando lograra salir de ahí.

-Cristina, Angie, vengan.- Guillermo las llamó.

Se acercó lo más posible. A unos metros había una cámara de vigilancia y no dudaba que también hubiera micrófonos.

-¿Qué pasa?- Angie sopló con furia el flequillo que caía en su cara.

-Le decía a Sofía que no creo que hayan atrapado a los niños ni a Alejandra.

-Pues no, Alberto ya estaría aquí jactándose de ello.- ¡Iba a matarlo cuando lo viera!

-Eso nos da un punto a nuestro favor. Ahora solo hay que estar alerta para cuando Ale venga por nosotros.- Afirmó su padre con total seguridad.

-¿Crees que pueda sacarnos de aquí? Tomás ha contratado mucha seguridad. Nunca había visto tanta.

-¿Y por qué crees que los ha contratado? Se está muriendo de miedo.- Dijo apretando los dientes. ¡También a él iba a matarlo!

-Lo que le preocupa a Guillermo y a mi, es que nos trasladen antes de lo que Braga nos dijo. A ellos les conviene sacarnos de aquí lo más pronto posible.

-¿Creen que será esta noche?

-No sé. Llevarme solo hubiera sido más sencillo, pero ahora somos cuatro.

-¿Qué cambió? ¿Por qué nos quieren a todos?

-Supongo que a Fernando no le gustaron las revueltas para un Castilnovo independiente.  No puede iniciar su reinado perdiendo un condado tan importante, eso lo haría ver débil. Así que seguramente llegó a un acuerdo con su padre  y con Tomás a expensas nuestras. Solo hay algo que me preocupa… no he sabido nada de Francisco desde la mañana. Mientras estuve bajo  su custodia no se me trató de esta manera.

-¿Qué crees que le haya pasado?- Su papá no respondió.

********** **********

********ALE*******

-¡Quiero a todos los militares de nuestro lado ya!- Le exigió al General Espadas.- ¡Quiero todos los tanques de guerra, aviones, cada maldita arma del condado!

-Señorita, cuento con el respaldo de todos los oficiales Castilnovences, pero…

-¡Pero,  ¿qué?!- No tenía paciencia para eso.

-La Corona no ha querido arriesgarse a perder el condado por un golpe militar. Sus fuerzas nos superan tres veces. Se han empeñado en blindar al nuevo conde.

-¡¿Conde?! ¡Ese sujeto es un vil ladrón, mentiroso y secuestrador! ¡Quiero su cabeza sobre una estaca!- Arrojó su vaso contra la pared, haciéndolo añicos.

-Les dije que no le dieran uno de cristal.- Sebastián reprendió a las personas a su alrededor.

Estaban en la guarida del equipo, en la parte vieja de la iglesia. Apenas había llegado, mandó por el General Espadas y se habían reunido todos los que la apoyaban. Lo que sí tenía muy claro es que ya no soportaría un minuto más a Tomás y a su vástago.

-¡¿Qué se supone que debo hacer?! ¡¿Quedarme quieta mientras mi familia es enviada a la capital a morir?!

--¡¿Morir?!- Memo estaba ahí.

-No deberías estar aquí.- Caminó hacia el chico, intentando sacarlo de ahí.

-¡Espera!- Su hermano forcejeó.- ¡Quiero saber!

-Eres muy pequeño.

-¡No lo soy!-  Su hermano caminó hacia el centro  del lugar.- Sé que crees que aún soy un niño, pero no es así. Igual que tú, tengo el derecho de ir por mi familia.

-Tu padre me mataría si te dejara hacer eso.

-Quiero hacer algo. No quiero quedarme sentado mientras ellos mueren…- A Memo se le quebró la voz.- Por favor.

-De acuerdo. Ayudarás donde yo te diga,

-Solo se me ocurre algo.- Cindy tomó la palabra.- Si nos superan en número, necesitamos avisarle al condado  lo que ha ocurrido.

-¿Y arriesgar vidas civiles?- Se metió Espadas.

-Será en comunicación cerrada. Solo le avisaré a los alcaldes y algunos amigos.

-De acuerdo. Que los alcaldes envíen las fuerzas que tengan. Pero, ¿Cómo les haremos llegar el mensaje? Hace una hora se decretó que las comunicaciones estarían controladas por el gobierno hasta que “las hostilidades cesaran”.- Espadas hizo ademán de comillas.

-¿Hostilidades?- Memo intentó ir hacia el General como si le buscara pleito al mundo. Lo jaló del brazo.

-Cálmate Rocky... Cindy, ¿Qué sugieres?

-Para nosotros ningún medio de comunicación está restringido. Mateo puede burlar la seguridad en la red, solo necesitamos tiempo. Unas horas.

-No creo que Don Guillermo tenga horas.- Espadas.- Querrán llevárselos rápido.

El General tenía razón. Si al final de todo, el plan de su padre se había truncado, querrían deshacerse de ellos. Borrarlos del mapa. Mientras hubiera un San Román en el condado, sería un estorbo para Tomás y la legitimidad que quería para el nuevo gobierno. Recordó lo que le había dicho Alberto en la cafetería. Pensaban desaparecerlos.

Su familia no debía salir de Castilnovo por ningún motivo. Escuchó gente corriendo hacia donde estaban. Sergio llegó agitado.

-¿Qué pasa?

-Confirmado. Se los llevarán esta noche.- Sintió electricidad corriendo por su cuerpo.

-General, no me importa si lo que haremos será legalmente incorrecto.- Miró a Espadas con total decisión. Con esa mirada le hacía saber que no toleraría ninguna objeción. Las cosas se harían así y punto.- Quiero todo el poder militar listo para abrir fuego contra Tomás.

-No creo que alguien nos tache de hacer las cosas ilegalmente.- Dijo Sergio sonriendo.- Los tenemos.- El chico le enseñó el USB que traía en la mano.

-¿Tenemos la evidencia?

-Toda. Con esto haremos caer a la Corona.- Sonrió. Era la primera vez que lo hacía en horas.

-Oigan…- Su hermanito llamó la atención de todos.- Tengo una idea.

 

******* *********

**********CRIS********

-Disculpe, Su Alteza.- Se burló un guardia cuando le arrebató el plato de comida. No había comido ni la mitad.

-No conozco a esos tipos.- Dijo su padre observando a los hombres.

-Se ve que son finísimas personas.- Dijo su tía con desdén.

-¡Angie!

-¡Gerardo!- El novio de su tía corrió hacia su celda.

-Mi amor, ¿estás bien? ¿Todos están bien?

-¡Viniste!-  Su tía abrazaba a su novio, colando los brazos entre los barrotes.

-¡¿Cómo no venir?! Pronto estarás afuera, querida. Estoy arreglándolo todo.

-¿Cómo te dejaron pasar?-  Preguntó Guillermo.

-Supliqué, ¡llevo horas detrás de Tomás!- ¿Horas? Observó al hombre. Parecía recién salido de bañarse y listo para una cena de gala- Creo que he logrado persuadirlo de tenerlos aquí.

-¿Sí? ¿Nos llevaran a uno de nuestros hoteles? ¿Al palacio?- Preguntó irónico su padre.

-Dice que si le juras lealtad en público, los dejará ir. Quiere que sea una ceremonia al aire libre. Con toda la familia reunida. ¿Alejandra y los chicos donde están?

-No sabemos amor, pero conociéndola...

-Conociéndola está a muchos  kilómetros de aquí.- Intervino Guillermo. Hubo un momento de silencio.

-Amor, podría arreglarse todo. ¡Podríamos casarnos!

-¿Dónde estuviste estos días?- Le cuestionó Angie al metrosexual.- ¿Por qué no respondías mis llamadas?

-Angie… amor... esto será sencillo. Piensa en nuestra boda, lo que siempre has querido. Solo dale a Tomás lo que pide. Yo sé que quieres salir de aquí. Solo un juramento y podremos casarnos. ¿Dónde está Ale?

-Ella… seguro está camino a Europa.- Confirmó Angie.

-¿No confías en mi?- Preguntó el hombre con una sonrisa tensa.- Solo necesitan hacer lo que Tomás pide y listo. Todos estarán a salvo. Piensa en nosotros, en nuestro futuro.- Su tía pensó un momento antes de volver a hablar.

-Dile a Tomás… que no atrapará a ningún San Román más.- Sentenció Angie, separándose de Gerardo.- Ve y díselo.

El hombre atrapó el brazo de su tía y la jaló hacia él.

-¡No!

-¡Suéltala, idiota!- Le estrelló el puño en la cara.- ¡Vete a poner más gel, tarado!- Gerardo se apretaba la nariz, con los ojos llorosos. Angie había caído al suelo.

-¡Si vuelves a tocar a mi hermana te partiré en dos!- Su padre aporreaba los barrotes de su celda, furioso. Gerardo se apresuró a salir de ahí, con la nariz sangrando.

-¿Estás bien?- Sofía atendía a su tía. Tenía el brazo morado.

-Sí.- Angie secaba sus lágrimas.- Buen golpe, Cris.

-Hermana… - Su papá estaba de rodillas, al otro lado de los barrotes.

-Estoy bien. – Angie se levantó con decisión.- Tenemos que recuperar un condado.

********** ***********

*********ALE**********

-La noticia está corriendo.- Le dijo Álvaro, parado junto a ella.- Todos saben que tu familia será trasladada hasta en dos días.

-¿Y cree que caeremos en su trampa?- Se dirigió a la puerta mientras revisaba su mochila.

-No sabe que tenemos un infiltrado.

-Perfecto.- Sacó una carpeta y se la entregó a Álvaro

-¿Qué es esto?

-Si las cosas salen mal, llévate a Memo y Sofi lejos de aquí. Todo lo que necesitarán está ahí.- Dio media vuelta y se dirigió a la salida.

-¡Alejandra!- El hombre intentó detenerla.- Dijiste que dejarías todo en manos de Espadas. ¡¿Qué crees que haces?!

-Mi deber.

-Tu padre no querría esto.- Se quedó callada un momento mientras se colocaba el casco y se  subía a la motocicleta.

-¿Sabes algo? No soy como mi madre. No del todo. Soy una San Román. Soy… soy la heredera de todo esto y aunque por mucho tiempo me hice a un lado, ahora no lo haré. Tomaré mi lugar y voy a hacer  que Tomás, Alberto y todo su séquito de hipócritas se arrepientan de lo que hicieron. Voy a ir y voy a hacerlos pedazos. Literalmente.

-Iré contigo.

-No. Te necesito aquí dirigiendo todo y cuidando de mis hermanos.

No esperó a que Álvaro dijera algo más. Con un potente rugido, se encaminó hacia la ciudad. Faltaban un par de horas para el amanecer, momento justo en que su familia sería trasladada a la capital a bordo de un helicóptero.  

Casi a media noche, había enviado un mensaje solicitando la ayuda de los alcaldes y de  personas del condado. Había tenido poco tiempo para decidir lo que haría, pero confiaba en su gente.

*********** *************

************CRIS**********

Giró la cabeza hacia la pequeña ventana al otro lado de la habitación. Se mantuvo inmóvil  intentando escuchar… ¿Qué era eso?

-¡Todos contra la pared!- Varios oficiales encapuchados entraron  haciendo escándalo.- ¡Rápido, rápido!

-¿Qué pasa?- Su padre se levantó con dificultad. Le preocupaba mucho las lesiones que tenía.

-Nos vamos. ¡Contra la pared!

Se paró junto a su  madre, viendo como esos tipos esposaban a su papá y luego a ellas.

Iban custodiándolos mientras atravesaban los pasillos y los llevaban hacia la parte trasera donde estaba el estacionamiento. El ruido de los motores le hacía saber que varias camionetas esperaban.

-No tenemos toda la noche, ¡rápido!- Entre empujones, subió a una de las camionetas.

-¡Papá!- Guillermo fue trepado a un vehículo diferente. Con ellas estaban varios encapuchados, con armas de largo alcance. Parecía que iban a la guerra. ¿Cuándo todo eso se había salido de control?

Avanzaban velozmente hacia el centro. No pasó mucho tiempo cuando vio el palacio de gobierno frente a ella. Todo estaba custodiado por militares y fuerzas de seguridad. ¿Que estaría haciendo Alejandra? ¿Cómo los sacaría de ahí? Haciendo cálculos, los leales a su padre eran muy pocos a comparación de los oficiales de Tomás.

Estaba preocupada. Sabía que si llegaba a la capital, la Corona no los dejaría vivir. Movió los pies inquieta mientras miraba por todos lados. No se veía civiles cerca, todo era calma y silencio.

Si al final de cuentas no podían rescatarlos, esperaba que su castaña y sus hermanos pudieran huir del condado sin sufrir algún daño. Apretó los dientes intentando dejar de pensar en eso. No quería derrumbarse. No en esos momentos en los que seguramente la llevarían ante Tomás.

Cerró los ojos, respirando hondo varias veces, recordando la primera vez que había visto a Alejandra, con la cara sucia… con esa sonrisa encantadora.

-Hija.- Su madre la esperaba, de pie junto a la puerta. Habían llegado.- ¿Estás bien?- Asintió  mientras bajaba.

Alguien la sujetó del brazo y la condujo dentro del palacio. Toda la calidez que tenía ese lugar, se había esfumado. Ahora sentía que en cualquier momento, alguien saltaría frente a ella y la atacaría.

Apretó la mandíbula intentando concentrarse en el ahora. Su padre caminaba con dificultad delante de ella. Aunque Guillermo no se quejaba, podía notar que le dolía hasta respirar.

Estaba a unos metros del despacho de Tomás… Cada paso que daba retumbaba en sus oídos. No. No entraría cabizbaja, no le daría el gusto de verla derrotada. Su tía Angie agitó la cabellera y levantó el rostro, adoptando ese porte altivo que siempre había tenido.

Braga estaba de pie junto a la puerta, con una placentera sonrisa en su rostro.

-Siempre es bueno llevar a los traidores ante la justicia.

-¿Usted  irá?- Respondió Guillermo.

-Por mucho tiempo los San Román se han creído mejores que la Corona. Y le diré lo mismo que le dije una vez a su padre: la Corona siempre gana.

-Que honroso placer tenerlos con nosotros.- Soltó la víbora apenas estuvieron en su presencia. ¿Era en serio? Tomás tenía aún la corona condal en su cabeza.

-¿Nadie te dijo que eso solo se usaba para la ceremonia de Investidura?- Preguntó Guillermo irónico.- Ah claro, estás fascinado con esto.

-Deberías hablarle con más respeto a tu conde.- Se metió Alberto, sonriendo con burla.

-Eso mismo te digo, muchacho.- Su papá estaba erguido, bien plantado frente a ese par.

-Veo que aún no entiendes como está esto.- Tomás se acercó a su padre.- Sus vidas están en mis manos, Si hacen lo que les diga,  tal vez les permita una vida cómoda en algún país del tercer mundo.

-¿Y si nos rehusamos?

-Serán enviados a la capital… y todos sabemos en lo que acabará eso.

-¿Qué quieres?- Su papá sacaba lumbre por los ojos. Tomás lo encaró. Estaban a un paso de distancia.

-Quiero que te arrodilles.

-Ni en tus sueños.

-¡Que lo hagas!- Un encapuchado golpeó las rodillas de su padre, haciéndolo caer.

-¡Hijo de puta!- Se aventó sobre Tomás pero su guardia la jaló y la mantuvo a distancia. Ella forcejeaba. El flamante conde y su vástago reían a carcajadas.

-¿Y tú qué?- Alberto caminó hacia ella.- Podrías ser mi amante real.- Se burlaba el chico. Angie lo pateó cuando pasó junto ella.

-¡Suéltame las manos y verás cómo te dejo la cara, idiota!- Su tía era de temer.

-¡Basta!- Tomás tenía el ceño fruncido.- Suficientes problemas me han causado. Con sus jugarretas han logrado fastidiarme estos días. ¡Pero ya es suficiente! ¿Prefieren morir que arrodillarse? ¡Háganlo! ¡Háganlo sabiendo que pasaré hasta el último de mis días persiguiendo a esos tres mocosos San Román! ¡Piensa en todo lo que le haré a tus pequeños cuando los encuentre!-Tomás tenía los ojos inyectados de odio.- ¡Haré que paguen por cada una de las humillaciones que su familia le hizo a la mía! ¡Pagarán por cada burla hecha a mi padre!  ¡No lograrán ocultarse de mi!

Un ruido ensordecedor la hizo acacharse para protegerse. Algo había pasado volando muy bajo.

Se escucharon disparos.

-¡¿Qué diablos pasa?!- Tomás y Alberto corrieron a la ventana.

-¿Ves algo?- Escuchó que preguntaba Alberto.

-Mejor aléjense de ahí.- Braga los apresuraba a ponerse detrás del escritorio.

-¿Hay alguien caminando enfrente?

-Es…

--¡Tomás y Alberto de Aragón! ¡En nombre del gobierno legítimo, les ordeno entregarse a la justicia!- Sonrío al reconocer esa voz. Aunque amplificada por un megáfono, la voz de Alejandra siempre  era sexy.- ¡Salgan con las sucias manos en alto o derribaré el puto palacio sobre ustedes!

-¡Es esa asquerosa chica!

-¡Asquerosa tu madre!- Defendió a su amor.

-¡Esa tonta cree que nos asustará!

BOOM

Tomás y Alberto se alejaron rápido de la ventana.

-¿Qué le pasa a esos locos? Creo que pronto tendré a toda la familia reunida.- Tomás reía con nerviosismo.

-Señor, tienen tanques de guerra.- Informó uno de los guardias.

-Entonces, ¡¿qué rayos esperas?! ¡Te pago para protegerme! ¡Acábalos!

BOOM

Las paredes retumbaron y varios cuadros cayeron de la pared.

-¡Corran!- Escuchaba que gritaban fuera.

BOOM

-¡Debería ofrecerles algo a cambio de su rendición pero no lo haré!- Seguía diciendo Alejandra por el megáfono- ¡Hace unos minutos se ha hecho público el desfalco que la Corona y ustedes hicieron! ¡Todo está a la vista del mundo! ¡Así que en este momento exijo que se entreguen y exijo la independencia de Castilnovo!

Tomás encendió su computadora a toda prisa.

-¡¿Cómo rayos desbloqueo el internet de esta cosa?!- Presionaba botones sin parar.

Deja en libertad a mi familia o te juro que te sacaré en pedazos de ahí!

-Papá es obvio que está mintiendo. Ella no tiene como saber lo que hicimos.- Alberto empezó a teclear rápido.

-¿Qué cosa no sabría?- Guillermo llamó su atención.- ¿Qué habían convertido Castilnovo en una súper empresa fantasma? ¿Qué tenían protegido el dinero robado bajo una infinidad de contraseñas? ¿Creen que no sabíamos de su trato sucio con el rey?

-¡Braga!- Tomás se acercó al ministro, furioso.- Usted está tan embarrado como nosotros, traiga a esa mocosa ante mi o nos  fusilarán a todos.- Sin parpadear, Braga salió de la habitación llevándose con él a varios guardias.

-¡Carajo, carajo, carajo!- Alberto miraba la pantalla con horror.- ¡¿Cómo lo hizo?!

BOOM

Ella miraba a sus padres y a su tía, lista para huir de ahí antes de que todo se derrumbara. Conocía los métodos de Alejandra.

BOOOOOM

Algo muy grande se había caído del lado oeste. Por un momento creyó que el piso se desfondaría.

-Señor, es mi deber llevarlo al búnker. De  prisa.

-¿Cómo que “de prisa”? ¡Aniquílalos! ¡Ustedes son más!

-Hombres armados, sí. Pero ellos tienen tanques y aviones caza. El General Espadas y sus tropas han tomado el armamento del condado. Debe ocultarse hasta que acabemos con ellos.

-De acuerdo. Pero quiero que  tome control absoluto del condado. Esta noche se acabará con todo indicio de sublevación. Los quiero muertos a todos. En especial a Alejandra.

-Ella te destrozará primero.- Tomás la miró unos segundos antes de hablar.

-¿Será cierto?- El hombre caminó hasta ella- ¿Te ama? ¿La amas?

-Solo te diré lo que pasará. Alberto y tú se entregarán o en verdad ella los sacará de aquí en pedazos.

-No importa lo que nos pase esta noche, ustedes no lo sabrán. O tal vez sí. Haré que le metan una bala en la cabeza a Alejandra y luego te enviaré una fotografía. Desearás la muerte para poder reunirte con tu amor. ¡Llévenselos ya! ¡Que los fusilen!

-¿Quién se atreverá a tocarnos? – Su padre habló.- ¿Acaso no lo entiendes, estúpido? No solo se trata de Castilnovo, se trata de todo el reino. Todos saben lo que ocurrió aquí. Todos saben lo que ustedes hicieron. No me sorprendería que en unas horas, los capitalinos tomen las calles y exijan la abdicación de tu rey corrupto.

-¡Llévenselos!- Tomás estaba rojo.

-¡Rápido, al helicóptero!

Boom.

Los disparos se intensificaron y varias explosiones sonaron casi a la vez. Afuera era un campo de batalla.

Ella forcejeaba con su guardia encapuchado, pero él la sujetaba fuerte. No podían salir de Castilnovo. Su padre tenía razón pero no quería arriesgarse a llegar a la capital y descubrir que el rey seguía teniendo el control.

Reaccionó cuando Tomás cayó al suelo. Guillermo le había dado un cabezazo.

-¡¿Vas a ocultarte bajo tierra?!- Su padre remató con una patada en  la entrepierna antes de que los guardias de Tomás lo sometieran.

-¡Apresúrense con los prisioneros!- Dijo uno de los guardias más fornidos, jalando a su padre. Guillermo llegó hasta donde estaba ella.

-Escucha, corre apenas tengas oportunidad. ¿Ustedes están bien?- Su madre y Angie asintieron. Se apoyó en la pared cuando otra explosión hizo vibrar el palacio de nuevo.

-No creo que Alejandra llegue a nosotros antes de que nos suban al helicóptero.- Dijo su madre.

-¡Necesitamos más hombres al frente!- Escuchó en el piso de abajo. Habían llegado a las escaleras. Ellos subirían al helipuerto.

El guardia que la custodiaba la sujetaba con mucha fuerza. Temía no poder correr. Además, eran acompañados por una docena de hombres armados. Sentía la adrenalina recorrer su cuerpo mientras el helicóptero aprecia ante sus ojos.

Ya estaba encendido. Las hélices giraban a toda velocidad y los motores amortiguaban las voces de las personas a su alrededor.

-¡Con cuidado!- Su madre y su tía subieron.

-¡AHORA!

Cayó al suelo. Alguien la aplastaba contra el concreto. Las balas pasaban sobre su cabeza. Apretaba los ojos e intentaba protegerse. Pero sus manos seguían esposadas.

-¡Súbanlos, ya!- Como si fuera un juguete de trapo. La levantaron y la arrojaron al helicóptero. Ahí dentro dos hombres peleaban.

-¡Rápido!- Decía un guardia que estaba por cerrar la puerta, pero él y uno de los que luchaban fueron arrojados fuera, mientras otro subía  rápido.

-¡Vámonos!

-¡¿Están los cuatro?!

-¡Sí, carajo! ¡Apúrate, no me quiero morir aquí!- Quien había hablado se sujetaba la pierna. Tenía sangre.

-¡Hay un botiquín detrás de ti!

¿Qué estaba pasando? Avanzaban rápido sobre el centro. Enseguida, dos aviones  militares se colocaron en ambos costados, custodiándolos.

-Señor, permítame.- Un guardia se acercó a su padre, con la llave de las esposas. Se las quitó.- ¿Quieren agua?- Guillermo se quedó callado.- Somos nosotros.- El hombre se quitó la máscara negra. Era Milo.

-¡Sorpresa!- Miró a quien pilotaba. Fausto. Al fin, Milo le liberó las manos. Sus muñecas dolían.

-¿Alguien podría ayudarme?- El herido se quejaba al no poder abrir el botiquín sin dejar de presionar el sangrado.

-Es solo un rasguño.- Dijo otro guardia, quitándole el pasamontañas al otro.

-¡Es un balazo!- Se quejó Sergio.- Si te hubieran dado a ti, estarías llorando.

-Ya, ya, ya.- Beny fue el último en descubrirse la cara. Se puso a atender a Sergio.

-Pero, ¿Cómo diablos…?

-Me encargaron asignar al piloto para el traslado, así que también robé algunos uniformes más y esperamos que ordenaran trasladarlos. Sacarlos iba a ser imposible. Eran más que nosotros y hubiera sido muy arriesgado para ustedes intentar tomar la fiscalía.- Explicó Sergio.- ¡Con cuidado!- El chico le dio un golpe a Beny, que le ponía una venda en la pierna.

-Alejandra ordenó llevarlos inmediatamente al hospital. Así que si no hay otra orden, Señor…

-Llévense a mi familia y a Sergio. Yo iré al frente.

-Guillermo, tú más que nadie necesitas un médico.

******** **********

*********ALE***********

Suspiró aliviada después de recibir la transmisión por radio. Su familia estaba a salvo.

-Ahora, ¿qué?- Nico  la miró algo confundido.

-Divídanse, díganle a los civiles que retrocedan.

Nico, Lisa y Nat corrieron hacia las personas. Después de su llamado de ayuda y de que los pobladores se enteraran de lo que Tomás y la Corona habían hecho, casi toda la ciudad había salido a las calles. Todas las oficinas de gobierno habían sido tomadas ya, solo faltaba el palacio.

Miraba sin parpadear el edificio frente a ella. Varias columnas habían caído y una parte era solo escombros. Apretó los dientes con fuerza. Seguro los Aragón estaban escondidos como cucarachas. Recordó todo lo que sabía de ellos, recordó todo lo que Alberto le había hecho a Cristina.

-General…

-A sus órdenes.- Espadas estaba de pie junto a ella, mirando el palacio también.

-Fuego a discreción.

-¡Fuego!- Ordenó Espadas.

El sonido de las detonaciones era casi insoportable. Cada arma disponible, disparaba contra el palacio. La pared se llenaba de agujeros. Las paredes caían.

Después de ese día, Castilnovo empezaría de nuevo. Libre, independiente y sin ataduras a una Corona corrupta.

 

 

 

 

 

Notas finales:

 

 

Travesura realizada!


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