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De Aristocracia y Otras Estupideces. (New Version) por Menz

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Notas del capitulo:

!Accio cap 4!

Capítulo IV

¡Ay, no jodas!

 

-¡Valeria!- exclamó.

- Hola, chicas ¿les molesta si las acompaño?

-Claro que no.- recibió un beso en la mejilla por parte de la pelirroja.

-Buenos días, Valeria.- Saludó Cris.

Las tres caminaron por los jardines hasta llegar al área de edificios. La primera en despedirse fue Cristina, así que Valeria la acompañó hasta su salón.

Por el camino, la pelirroja saludó a varias personas, presentándola con ellos, quienes al escuchar su apellido le dedicaban sonrisas.

-¿Sabes a que hora tendrás tu primer descanso?- le preguntó Valeria.

-Permíteme.- sacó su horario de la mochila.- a las 10am.

-¡Genial! Vendré por ti para ir juntas a la cafetería.

-Perfecto.

-Nos vemos al rato.- Con otro beso, ahora de despedida, Valeria se fue.

Se quedó embobada viéndola alejarse, con ese movimiento de cadera tan sensual y ese cabello rojo como cortina cubriéndole la espalda... Esa chica le encantaba en serio. El sonido de un violín la hizo reaccionar. Entró a su salón y ahí una chica de aspecto siniestro y gótico tocaba el instrumento con fuerza. Sus ojos parecían perdidos en algún punto del salón mientras ejecutaba la melodía como si estuviera poseída. Una chica rubia con aire soñador danzaba al ritmo del violín. Parecía drogada pero no podía estarlo, ¿o sí?

Un muchacho pelinegro con la cara larga y pálida tocaba la flauta. Unas diez personas más estaban dentro del salón, cada quien en lo suyo, ignorando al trío de raros.

-Hola.- saludó cuando la música terminó.- Tocas muy bien.- Le dijo a la gótica.

-Gracias.- respondió seria la chica.

- Me llamo Alejandra.

-Natalia.- se estrecharon la mano.

- Yo soy Lisa.- Le dijo la rubia aún con ese aire perdido.- Y él es Nicolás.

-Hola Alejandra, bienvenida.

-Gracias.

En eso, un profesor bastante chaparro entró al salón. Era el profesor de italiano. Así pasó las primeras dos horas de clases, intentando entender y pronunciar correctamente las palabras… y riéndose de Nico, que se la pasaba inventando palabras con una pésima dicción. El timbre sonó para anunciar el descanso.

-¿Vas a la cafetería con nosotros?- preguntó Nico, quien tenía puesto su mochila de cabeza intentando que cayera de ella todo el dinero posible, pero por lo que veía, no tenía éxito en su búsqueda.

-Claro.- Caminó detrás de sus compañeros pero al llegar a la puerta, Valeria la esperaba.

-Hola, ¿lista?- Había olvidado que la vería.

-¿Eh? Si, claro ¿te molesta si nos acompañan?- señaló al trío de raros.

-Va Va Valeria.- tartamudeó Nico con cara de pendejo. La pelirroja los miró inexpresivamente por un minuto.

-Claro que no, vamos.- Pero Valeria la jaló para caminar delante de los otros.

-¡Que bien huele! ¿Quieren un café chicos?- preguntó gentil a sus nuevos compañeros cuando estaban cerca ya de la gran cafetería.

-Claro.

-¿Qué tal si van por el café ustedes?- sugirió Valeria entregándole un billete a Nico.- Nosotras estaremos ahí.- señaló a un grupo de chicos guapos.

-Pero también quiero ver que hay para comer.- se quejó ella ¡tenía hambre!

-Después.- terminó de decir Valeria guiándola hasta sus amigos.

-¡Miren quien llego! ¡Mi bella hermanastra!- exclamó un chavo de unos 20-22 años, alto de cabello y ojos castaños y cara un poco roja.

-Hola Alberto. Te quiero presentar a Alejandra San Román

-¿San Román?- preguntó uno de los amigos de Alberto.

-Así es, Jorge. Es sobrina del Conde y prima de Cristina.

-No sabía que Cristina tenía una prima.- Intervino Alberto, examinándola con una sonrisa.- Pero eres muy parecida a ellos, sin duda llevas su sangre. Además eso quiere decir que también eres mi prima. Mi abuela y el papá del actual conde eran primos. Yo soy Alberto de Aragón y Salamanca, hijo de tu tío Tomás de Aragón y Robledo.

-¿Eh?- ¿hijo del primo del vecino del amigo del perro? No había entendido por donde venía su parentesco, sin duda las personas aristócratas andaban buscando parientes por donde fuera.- Si, si, hola.

-Yo soy Jorge Mier y Terán.

-Yo me llamo Alicia Mendicuti Rivas.

-Yo…

Y así estrechó la mano de varias personas que la tenían rodeada como moscas al plato de miel. Esos chicos solo hablaban de posiciones, rangos y cuentas bancarias en el extranjero. El que parecía el líder de todos era Alberto, quien mantenía una pose altiva. Eso le resultaba demasiado aburrido e incómodo, pues solo asentía y se forzaba a sonreír. Valeria estaba bien sujeta a su brazo, al parecer encantada de tenerla pegada a ella.

-Yo quiero proponer un brindis por Alejandra.- Dijo Alberto sujetando la botella de jugo que Jorge iba entregando a todos.- Sé que por tu posición deberíamos brindar con el mejor vino pero estamos en el colegio.- Bromeó y todos soltaron una carcajada. Ella solo torció el gesto, intentando parecer contenta.- ¡Salud por nuestra nueva amiga!

-¡Salud!- Exclamaron todos.

-Alejandra.- Alberto se acercó a ella.- daré una gran fiesta en mi mansión para celebrar tu llegada.- Los presentes chillaron emocionados.- Que todos sepan que al igual que nuestras familias, nosotros también somos amigos.- Todo eso le sonó tan vacío e hipócrita, pero hizo un gesto gentil.

-Por supuesto.- Tenía que comportarse, se lo había pedido Guillermo.

Un momento después vio a Nico parado a unos metros de ella. En la mano traía un frappé de chocolate. Aun con la visible molestia de Valeria, se despidió de la bola de amigos de la chica y fue casi casi corriendo hacia Nico.  Ya no soportaba más las charlas aburridas de esos chicos, así que se apresuró a comprar comida y se sentó en una de las mesas de la terraza lateral de la cafetería, debajo de un grupo de árboles frondosos. Ahí estaba  platicando con el trío y disfrutando de su comida, cuando vio a su hermana acercarse a la cafetería. Iba con dos amigas y parecía relajada, hasta que su expresión cambió de a poco a una algo rara, como forzada y tensa.

Siguió la mirada de Cristina y vio como Alberto también la observaba. Y le sonreía. Cris caminó al interior de la cafetería y la perdió de vista. Entonces Alberto se separó de su grupo de amigos y caminó por donde su hermana había desaparecido.

Con el ceño fruncido también fue hasta ese lugar. Cris y Alberto hablaban.

-Pasaré por ti.- Escuchó decir a Alberto.

-Ya te dije que no puedo ir.

-¿Hay algo más importante que yo?-preguntó arrogante. Cris respiró hondo y dio un paso atrás para marcharse.

-No empieces, de verdad no puedo ir. Será  en otra ocasión.- Su hermana quiso salir huyendo pero Alberto la tomó del brazo, en un gesto que le pareció brusco y le disgustó muchísimo.

-Dime que es lo que te impide salir conmigo.

-De hecho, yo.- Intervino con seguridad, captando la atención de los dos.

-Alejandra, ¿tú…?- Alberto le sonrió pero poco a poco esa sonrisa se desvaneció al notar que eso iba en serio.

-Si, yo.- Se acercó y soltó el agarre de Alberto sobre Cris,  empujando suavemente al chico para apartarlo de su hermana.- Le pedí ayuda para un asunto personal y ella aceptó.- dirigió una mirada significativa a la azabache.

-Así es. Lo siento, Alberto. Me comprometí a ayudarla.-Cris le siguió el juego.

-Ok. Pero en cuanto terminen esos asuntos personales saldrás conmigo ¿verdad?

-Ya veremos.- dijo Cris sin comprometerse.

-Bien, nos vemos.- Alberto hizo una reverencia, que no le pareció nada sincera, y se marchó bastante ofendido.

-Gracias.- susurró Cristina sin cambiar su expresión seria.

-De nada, ¿estás bien?- Acarició el brazo de su hermana, justo donde Alberto la había sujetado.

-Si, es solo… a veces no puedo esquivarlo.

-No debió tocarte así.- Dijo molesta.

-Él es muy arrogante a veces y no le agrada que siempre rechace sus invitaciones a salir, eso hiere su ego.

- Eso no justifica que te trate de esa manera. ¿Qué quiere de ti?

-Salir.

-A ti ¿te gusta?

-No, él… es complicado.

-Entonces cuéntame.

-Aquí no. Más tarde, en casa.

-Me parece bien.- Aceptó.

-¿Lo conoces?

-Sí, Valeria me lo presentó. Es nuestro primo o algo así ¿no?

-Más o menos.-Cristina hizo una mueca.- Así que estuviste con Valeria…

-Sí, me presentó a varias personas pero salí huyendo. Son demasiado odiosos para mi.- Cristina esbozó una sonrisa. Caminaron hacia donde pedían la comida.

-¿Y con quien has estado durante el descanso?- Su hermana tomó un recipiente con ensalada, un jugo y un café.

-Con Nico, Natalia y Lisa.

-Oh, con Lisa, la conozco. Es una buena chica. Algo rara pero buena persona.

-Si, dice cosas extrañas. Yo pago. – Se adelantó a pagar lo que Cris había pedido.- Y también cóbreme éste baguette.- Ñam Ñam, baguette mío.

-¿Tu pagarás?- preguntó Cris con un gesto de ironía.

-Soy una Castilnovo ¿no? El dinero brota por mis poros.

-Que boba eres.- La azabache rio y le dio un golpe juguetón en un brazo. Varias personas a su alrededor las observaban.

-¿Qué pasa? ¿Por qué nos miran así?- Caminaban juntas hacia la salida. Las amigas de su hermana charlaban junto a la puerta.

-Supongo que muchos aún no saben quién eres… y creo que se asombran de verme sonreírle a una extraña… bueno, tal vez sea solo por verme sonreír.- Cris se detuvo junto a sus amigas.

-¿Nunca sonríes o qué?- Dio una enorme mordida a su baguette.

-Solo con algunas personas.- Cris seguía sonriéndole.

-¡Que afortunada soy!

-No hables con la boca llena.- La reprendió su hermana.

-¡Ay, perdón! Bueno, su majestad.- Se inclinó ante la chica y sonrió de lado.- con su permiso, regresaré a mi vida plebeya.

-Deja de burlarte de nuestro rango.- Al menos Cris si entendía su sarcasmo.- Lárgate.

-Que vizcondesa tan grosera.- Se apresuró a huir pues tuvo la impresión de que Cristina le arrojaría el café caliente a la cara.

 

 

El resto del día pasó sin contratiempos. Las clases eran geniales, al igual que sus compañeros, aunque ella se mantuvo cerca del trío. Le agradaban mucho. Durante el segundo descanso Nico la acompañó a inscribirse al taller de composición, mientras Lisa  y Natalia iban por frituras.

-Wow, entonces eres sobrina del conde.

-¿Cómo sabes?- Ella no había mencionado su apellido.

-Bueno, te vimos hablar con Valeria y Alberto de Aragón y ¡con la mismísima Cristina de Castilnovo! Y averiguamos…

-Seeeh, ¿tan sorprendente es?

-Es que no cualquiera habla con ellos. Ya sabes, por su posición. Un plebeyo como yo nunca podría acercárseles… ¡Espera! Tú… tu eres una San Román… ¡y estoy hablando contigo!

-¿Por qué no te tranquilizas?- A Nico iba a darle un infarto si no se calmaba.

-¿Cómo debo hablarte? ¿De “usted”? ¿Cómo se hacen las reverencias?- El chico intentó inclinarse pero ella lo detuvo.

-¡Hey! Nada de reverencias ni esas chingaderas. Trátame como lo has hecho hasta ahora.

-Pero tú eres… tu familia es de sangre azul.

-Me he lesionado infinidad de veces, y créeme, mi sangre es tan comúnmente roja que aburre.- bromeó.

-¿Segura que puedo tratarte como alguien común? Es que tus parientes son algo…- notó temor en Nico.

-¿Algo? Vamos habla, prometo no mandarte azotar.- al chico se le escapó una carcajada.

-Algo engreidos. Tienen todo el dinero del mundo, son de la nobleza. Por eso no suelen mezclarse con los demás.

-Creí que todos los de esta universidad eran hijos de ricos o de aristócratas.

-Naah. Es la universidad más prestigiada de esta parte del país, pero no es exclusiva.

-Entiendo.

-Por eso nos sorprendimos al descubrir que eras de esa familia.

-Lo que menos debe importar en esta vida son los apellidos.

-Eres cool, Ale.

-Tú también. Tocas genial la flauta.

-¿En verdad lo crees?

-Si. Y Natalia y su violín ¡Wow! Impresionante.

-Deberías escuchar a Lisa al piano. Es fabulosa ¿Qué instrumento es tu especialidad?

-La guitarra.

-¿Qué te parece hacer un cuarteto?

-¡Fantástico! Podríamos ensayar en mi casa.

-¿En tu casa?- Nico paró de golpe sorprendido

-Sí, porqué.- También se detuvo y giró para mirar al chico.

-Nunca creí poder entrar a esa casa.

-Pues entrarás, amigo mío.- Aseguró colocando una mano en el hombro de Nico.

 

 

-¿Por qué tú no  tienes clases de ajedrez, esgrima y todo eso?

-Porque las tomé a los 6 años.- respondió Cris como si nada. Se dirigían a la oficina de su padre y ella se la había pasado quejándose de su estúpido horario.

-Uhm.

-Te divertirás.

-Si, mira mi cara de diversión ¬¬

-No sé que haré contigo.

-Consígueme una asiática sensual y dile que me de un masaje.- Cris la mataba con los ojos.-Ok, no… ¡Ya sé! Dejaré todas mis clases y me volveré tu asistente.

-Asistonta querrás decir.

-¿Acabas de hacer una broma? ¡Cristi acaba de bromear!

-¡No grites! Y no me llames Cristi.

-¿Por qué no? Cristiiii.

-Suena infantil y estúpido.

-Suena lindo.

-Que no. Mejor vete a casa.

-Que mandona eres.- Aparcó sin apagar el motor y Cristina bajó del auto.- Vamos Cris, apoya a tu prima querida. Inventa que me necesitas pues tu vida es muy aburrida, ¡sálvame de esas tontas clases!

-No.- respondió cruel su hermana, mirándola desde la ventanilla del copiloto.

-¿Necesitas que venga por ti?- ¡Help!

-No te preocupes, me iré con mi papá.- En verdad Cristina lo estaba disfrutando.

-De acuerdo, nos vemos más tarde Cristi, ¡Cristiii!

-Te odio, Alejandra.

 

 

-Te ves molesta.- Le habló Sofía. Estaban sentados a la mesa, comiendo. Ahí también estaban sus hermanos menores.

-Si, es que…- jugueteó con las verduras en su plato.

-¿Qué pasa? Puedes contarme.- Miró un momento a la condesa, pensando que podía contarle y que no.

-No... No me agrada el itinerario que me asignó el conde.-Sofía sonrió ligeramente.

-Entiendo.- La mujer se llevó un trozo de carne a la boca y masticó con expresión pensativa.- En realidad, sospechaba que no te agradaría.- dijo después de tragar y de limpiarse la comisura de los labios con delicadeza.- Pero Guillermo asegura que esas clases son necesarias.

-Si, pero ¿para que quiero aprender esgrima? ¡No me gustan los deportes!- Exclamó un poco mas fuerte de lo que era su intención.

-Alejandra…- Sofía hizo un ademán para indicarle que bajara la voz.

-Lo siento.- Se disculpó apenada.

-¿Qué te parece si le das una oportunidad a las clases? Tómalas, inténtalo. Si después de unas semanas sientes que no puedes, yo misma le pediré a Guillermo que las cancele. Aunque, personalmente creo que te ira excelente en ellas.- Le concedió la mujer, gentil.- Y también creo que las clases de etiqueta te vendrían bien.- Ese comentario la hizo sonrojarse.- Y no lo digo como una crítica, sino como una sugerencia. Es verdad que tu vida ha cambiado y debes aprender cosas sobre el nuevo entorno en el que te desenvolverás.

-Yo… bueno, esa clase tal vez sí me sea útil.

-Si necesitas ayuda con algo, puedes acudir a mi.- Sofía le sonrió maternalmente.

-Gracias…eh…- La cara le ardía y no sabía exactamente como tratar a la esposa de su padre.

-Tía.- Dijo la condesa.- Si no te incomoda, puedes decirme así.

-No me incomoda.- Aseguró.- Gracias, tía. Hablando de tías, ¿Dónde está mi tía Angélica?

-Que nunca te escuche llamarla así o te matará.- Intervino Memo.

-Tu tía, -empezó a decir Sofía.- debe estar en la reunión del patronato. De hecho, después de comer yo también iré ahí.

-¿Qué patronato?

-Existe un patronato que vela por las contribuciones benéficas del condado y tu tía y yo lo dirigimos. Justo ahora estamos organizando algunas actividades para recaudar fondos para diversas obras.

-¿Y donde hacen las reuniones?- ¡Que curiosa!

-En nuestro club.

-¿Nuestro club?

-Si, la familia es dueña mayoritaria del club del condado.

-Oh, vaya. Parece que todo en la ciudad es de la familia.- Dijo acuchillando su filete.

-No todo… pero si la mayor parte.- Dijo sonriendo Sofía.

 

 

Después de comer, se preparó para su clase de ajedrez que empezaría a las 5pm.  Su profesor resultó ser un señor de unos 55 años. Algo canoso y calvo, con gafas bifocales.

-Lo que debe saber del ajedrez es que es un juego de estrategia y lógica.

-Ajá…- Miraba ceñuda el tablero, como si en cualquier momento empezara una batalla épica y feroz.

-Usted cuenta con 16 piezas: un rey, una reina, dos alfiles. Dos caballos, dos torres y ocho peones.

-Ajá…- Tronó sus dedos impaciente por empezar a repartir chingadazos.

-El objetivo final del juego es derribar al rey del oponente.

-Ajá…- ¿Cómo se jugaba eso?

-Todas las piezas protegen al rey…- ¿Cómo?

-¿Y a la reina? ¿Quién la protege?

-Nadie, ella protege al rey.

-¿Por qué? ¡Eso es sexista! ¿Por qué la supremacía masculina?

-Señorita Alejandra...

-Además es algo contradictorio, el hombre siempre hace alarde de ser un héroe con las damas ¿necesita que su reina lo proteja?

-¡Señorita Alejandra!

-¡Él debe protegerla!

Y con puras discusiones de rol de género acabó su primera clase de ajedrez.

-Eso fue fácil.- murmuró mientras su ofuscado profesor se alejada de la mansión en su auto.

 

6.30pm. Clase de esgrima.

El profesor era de unos 35 años. Alto, flaco, con el cabello hasta los hombros.

- ¡Esgrima!- Exclamó enérgico y agitando su cabello como si fuera el Príncipe Encantador.- un deporte de entrenamiento y competición. Lo que tienes que hacer es tocar al otro tirador con un arma blanca, ya sea espada, sable o florete.

-¿Solo tocarlo? ¿No hay que atravesarlo?- Miró la punta de su súper… sable.- Quisiera una espada de acero valyrio… tal vez a Garra o a Dueña de Luz… ésta es peor que Aguja.- Murmuró tocando la punta del sable con un dedo.

-¿Qué?- Preguntó extrañado el Príncipe Encantador.

-¿Qué no ha leído Game of Thrones?

El instructor se dio un golpe en la frente con la palma de la mano.

 

 

Después de cenar y de jugar un rato con Sofi, se encerró en su alcoba a ensayar una partitura que le había dado su maestro de armonía III. Eran las 10.30 pm y estaba exhausta.  Tocó un poco de piano,  “Nostalgia” invadió su habitación. Era el tema favorito de su madre. La extrañaba mucho. Dejó que sus dedos presionaran las teclas con destreza y pasión. Aún se sentía rara en ese lugar, todavía no sabía que pensar de su padre. La había tratado bien pero…

Riiing riiiing.

El sonido de su celular la hizo dar un brinco.

-Hola.

-Hola, Ale.

-¡Valeria! ¿Cómo conseguiste mi número?

-Nunca me subestimes. ¿Qué haces?

-Tocaba el piano ¿y tú?

-Veía un reality show.- ¡Que flojera!

-Oh, vaya.

-Estaba pensando en que hoy no tuvimos tiempo  para platicar a solas así que pensé  que podrías invitarme a comer mañana después del colegio ¿qué dices?

-¡Súper!

-¡Bien! ¿A dónde me llevarás?

-Eh…-¿Burguer King? ¿Tacos?

-No sé, tu elige el lugar.

-Perfecto, te veo mañana. Besos.- ¡Comería con Valeria! ¿O comería a Valeria? Escuchó un vehículo y se asomó por el balcón. Pudo ver la camioneta de su padre y a Cris bajando de ella. Era muy tarde ¿En verdad ese era su ritmo de vida? Pensó en llamarla a su habitación pero seguro su hermana estaría muy cansada, así que prefirió meterse a la cama y pensar en Valeria.

 

 

El día pasó relajado. Alejandra disfrutaba muchísimo de sus clases y moría de risa con la expresión satánica de Natalia amenazando a sus compañeros. Ya quería que llegara jueves y viernes pues esos días tendría el taller de composición.

-Si no irás a la casa a comer será mejor que avises.- le sugirió Cristina mientras la llevaba a la empresa después de clases.

-Sí, de acuerdo.

-Y ni se te ocurra llegar tarde a tus clases de etiqueta.

-¿Es en serio?

-¡Sí!- ¡Puta madre!

Cuando dejó a Cristina, se encaminó al restaurante que Valeria le había sugerido, que era el mismo que le fascinaba a Cris. El ballet se llevó su auto.

-Buenos días, Valeria Demonte ¿ya llegó?- le preguntó a la señorita a cargo.

-Si, ¿Quién la busca?- La recepcionista la recorrió con la mirada, de arriba hacia abajo.

-¡Antonieta!- Exclamó el señor Altamirano- La señorita es Alejandra San Román, prima favorita de la vizcondesa Cristina.

-Oh yo… lo siento no tenía el placer de conocerla.- Antonieta estaba pálida. ¿Por qué todos se ponían así?

-No te preocupes, ni yo te conocía. Mucho gusto.- le sonrió a la recepcionista. Le tendió la mano a la muchacha, quien dudó un poco antes de estrecharla.

-Llámame Ale.  Y Valeria, ¿ya llegó?- volvió a preguntar.

-Si señorita, hace un par de minutos.

-Yo la acompaño.- dijo el señor lambiscón.

-Gracias.- Siguió al hombre hasta la mesa donde esperaba Valeria.

-¡Por fin llegas! Llevo horas esperando.

-Mentirosa, acabas de llegar.- Se inclinó y beso la mejilla de su amiga.

-Me atrapaste.- La chica se veía hermosa, con el cabello rojizo adornándole el rostro, mostrando sus blancos y perfectos dientes. ¡Muérdeme con ellos!

-Buenas tardes señoritas, me llamo Miguel y seré su mesero ¿Desean ver el menú?

-No es necesario.- se adelantó Valeria ¿No es necesario? Ella quería una pizza ¿venderían pizzas ahí?- De entrada tráenos sashimi de salmón y unos tacos…-¡Sí, tacos!- de langosta.- What?!- De plato fuerte queremos un bife de lomo mignon término ¾ y un osobuco de cerdo criollo término medio.- ¡Hamburguesa! ¡pizza de peperoni! ¡Tacos de canasta!- De postre tiramisú y tornado de chocolate.

-¿De beber?

-Vino tinto.- ¡Una coca cola con mucho hielo!

-En seguida, señorita.- El mesero se retiró.

-¿Qué pasa?- le preguntó Valeria.

-Yo quería ver el menú.

-Tranquila, estoy segura que te encantará ¿Qué tal la escuela?

-Fantástica, las clases son…

-Oye ¿Qué harás el sábado?- la interrumpió.

-Uhm no sé, no he revisado mi agenda.

-¿Llevas agenda?

-Si, bueno… mi tío me hace llevarla. Tengo clases extraescolares.

-¿Por qué?- ¿debía decirle?

-Pues porque no sé.- Respondió torpe y evasiva.

-¿Cómo?

-Mi tío es bastante estricto con mi educación.

-Sí, el conde es muy exigente. Por eso Cristina es una amargada.- ¿Amargada?

-¿Por qué dices eso?- Frunció el ceño.

-No te enfades. No puedes negar que Cristina es muy seria para su edad.

-Bueno, eso sí.- El mesero les trajo las entradas y el vino. Empezaron a comer. Estaba as-que-ro-sooo. ¿Qué diablos era eso? ¿De verdad no habían sopes?

-Claro que cómo heredera tiene que estar a la altura de esa posición, aunque la verdad no la envidio.

-Sí, apenas llevo unos días con la familia y se la pasa ocupada todo el día.

-¿Dónde vivías antes?- Oh, oh. Intentó recordar lo que había leído de su “historia”.

-En un pequeño pueblo en la frontera norte.

-¡¿Tan lejos?! ¿Por qué ahí?

-Mi madre trabajaba ahí.- ¡Eso no debía decirlo!

-¿Antonio vivía ahí?

-No, se separaron cuando yo era muy pequeña aún. Casi no lo conocí.

-Eso lo explica.

-¿Explica qué?

-Porque usas el tenedor de carne  en lugar del de ensalada.

-Eh… yo. Cris me ayuda siempre con eso.- reconoció sonrojada.

-Tranquila, me pareces adorable.- Valeria le hizo un guiño y le lanzó un beso. ¡Basta hormonas! ¡Basta!

-Gracias.

Siguieron hablando de cosas sin importancia. La voz de Valeria era endiabladamente sexy y a ratos, sentía la pierna de la pelirroja rosando la suya por debajo de la mesa. Ya iban en el postre cuando Valeria retomó las preguntas personales.

-¿Estuviste en el funeral de tu padre? No recuerdo haberte visto.

-Eh no. Estaba en el hospital. Iba con él cuando chocó.- ¡Eso decían los putos papeles del portafolios!

-Nunca oí hablar de ti.

-Si bueno, cosas de mi padre y el conde, quisieron manejar las cosas con discreción.

-Típico de ellos. Siempre manejan todo en secreto aunque luego se vuelve un secreto a voces. Como la boda de Cristina.

-¡¿LA QUËEEEEE?!- gritó dejando caer su cuchara.

-¿No sabías?- Valeria reía.

-¡No! ¿Se casará?

-Sí bueno, aún no. Pero es algo que todos esperan. Que se anuncie el compromiso y eso pasará tarde o temprano… Yo creo que se anunciará en cualquier momento.

-Pero ¿Por qué?

-Es algo lógico. No es que desde pequeña estuviera comprometida pero obviamente necesita casarse con un buen partido para mantener el linaje de su familia.- ¿Linaje? ¡Mis huevos!- Y todos sabemos quién es el candidato más fuerte.

-¿Y quién es?

-¿Cómo que quien es? Pues mi hermanastro, Alberto.- ¡Aay no jodas!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Besos cachondos.

!Travesura realizada!


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