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De Aristocracia y Otras Estupideces. (New Version) por Menz

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Notas del capitulo:

!Accio cap 5!

Capítulo V

Los ojos de una artista.

 

 

Apenas las puertas del elevador se abrieron lo necesario como para que su cuerpo pasara, salió de él y caminó a paso veloz hacia la oficina de su hermana, ¿pero como era posible semejante cosa?

-Doña Amelia, ¿está Cristina?- preguntó sin detenerse en la recepción.

-Sí, en su oficina ¿la anuncio?... ¡Señorita Alejandra!- Siendo un poco mal educada, entró a la oficina sin prestarle atención a la mujer que corría detrás de ella. Cris estaba al teléfono, tenía una expresión severa.

-He dicho que el proyecto sigue tal y como se planeó. Quiero el centro comunitario listo para la fecha prevista.- Colgó bruscamente golpeando la bocina del teléfono.

-¡Cristi!

-No me llames así. ¿No te enseñaron a tocar antes de entrar?

-No, crecí entre cirqueros.-dijo de paso.-Tenemos que hablar.- Rodeó el escritorio y sujetó la silla de su hermana del apoyabrazos, encarándola.

-¿Estás bien? – le preguntó Cristina con cara de preocupación.

-Sí… no.-Movió la cabeza negativamente.- ¿Es verdad que te casarás con Alberto?

-Valeria te contó ¿Verdad?

-Si. ¿Es cierto?- Se acercó más al rostro de la chica para no perderse ningún segundo de la expresión de su cara.

-Es complicado.

-¡Siempre dices eso!- Soltó bruscamente el agarre de la silla y se alejó.

-¿Qué quieres que te diga?

-¡Todo!

-Apenas te conozco.- Cris sonrió burlonamente.

-¿Qué dices? ¡Pero si soy tu prima favorita!- dijo haciendo un puchero.

-Siéntate por favor, me estás mareando.- A regañadientes, lo hizo.- No estoy comprometida con él. Pero estoy consciente que el matrimonio es algo que debo hacer y para marido necesito al mejor candidato.

-¿Y es Alberto?!No bromees!

-¿Tan malo te parece? Su familia es una de las más influyentes de la región, con negocios importantes, dinero, abolengo… descendemos de la misma línea familiar. Un matrimonio crearía una alianza fuerte para el condado.- Dijo su hermana como si enumerara las cualidades nutrimentales de las verduras.

-Al diablo el condado, se trata de ti. Sé que no te gusta.

-¿Cómo sabes eso?

-Por la forma en que te comportas con él.

-Lo que tienes que entender es…- Cris se acomodó mejor en la silla, apoyando sus codos sobre el escritorio para intentar acercarse a ella lo más posible, como si fuera a contarle un secreto.- en este mundo no todos se casan por amor.

-Y por eso el mundo está como está. El matrimonio no es un deber, Cristina.- Dijo firme.- Es una elección. La elección de pasar la vida con la persona de la que te enamoras.  

-Eso es en el concepto romántico.

-Es el único concepto para el amor.-Sentenció.- Solo quiero que seas feliz, no que seas una autómata esclavizada a alguien por quien no sientes nada.

-Tal vez ese sea mi deber.- Dijo fría su hermana, aunque notó algo de pánico en su voz.

-¿Por ser la vizcondesa?- La azabache asintió.- Cris… si… si hubiera otro heredero, tú… ¿como te sentirías con eso?

-¿Otro heredero?- Debía plantear la situación como si nada.

-Sí, tú sabes…- Habló con tono de despreocupación.- si tuvieras, no sé… un hermano mayor.

-En realidad….- La chica miró un punto perdido en la pared.- Nunca he pensado en algo así. Supongo que eso me pondría en una situación de mayor libertad, aunque aún seguiría teniendo algunas responsabilidades.

-¿Te gustaría?

-Yo…- La chica sonrió de medio lado.- No ganamos nada con suponer cosas. No tengo hermanos mayores, la responsabilidad es mía. Mis padres siempre han sido claros con eso. Esperan grandes cosas de mi.- Se quedó callada un momento con su cerebro a punto de estallar. ¿Había sido egoísta todo este tiempo? Ella siempre había tenido opciones. Creció libre y aun en esos momentos en que vivía bajo la tutela paterna, seguía siendo libre. Sus hermanos no tenían esa opción, mucho menos Cristina. No podría evitar sentirse culpable si su hermana la pasaba mal por tener siempre que anteponer el deber a sus deseos reales.

-Si te vas a casar, hazlo. Pero con  alguien que ames y no con un tipo que se cree el último refresco del desierto.- Haría todo lo posible por ayudar a su hermana.

-¿Tanto te desagrada?- Cris se levantó y caminó hacia la ventana.

-Apenas lo conozco…- Admitió. Pero no se trataba solo del asunto del matrimonio, se trataba de todo.

-Él dará una fiesta en tu honor. Quiere ser tu amigo.- La chica dijo eso con tono de fastidio.

-No me interesa ser su amiga. Ni amiga de nadie de ese grupito. Se me hicieron tan… tan…-¿Cuál era la palabra?

-¿Engreídos? ¿Alzados? ¿Pedantes?- Cris seguía de espaldas a ella.

-¡Aristócratas!-Exclamó victoriosa.- Eso resume todo.

-Gracias por lo que me toca.- La azabache le reprochó mientras dibujaba algo invisible sobre el vidrio de la ventana.

-Tu eres tolerable.- Jugó con la chica, caminando también hacia la ventana.- Solo quiero que seas feliz.- Se colocó detrás y la abrazó. Cris recargó su peso en ella.-Sé que todo esto es muy duro, tienes muchas presiones. Entonces, ¿no te gustaría tener a un tipo por el que sientas todo? ¿Qué al llegar a casa, aunque sea por unas horas, puedas olvidarte de todo lo demás si estás entre sus brazos?

-Eso sería fantástico.- dijo Cris con los ojos cerrados y sonriendo como boba.

-Busca eso porque sinceramente, eres mucha mujer para Alberto.

-Me halagas.

-Quiero que estés con alguien que te ame. No que te vea como un buen negocio.

-¿Crees que Alberto me ve así? ¿Cómo un negocio?

-Me parece que sí y es un imbécil por hacerlo.

-Mi papá quiere que lo trate más. Creo que en el fondo, espera que él sea mi prometido.

-Pero no tu papá se casara con él. Es tu decisión.

-¿Y si…? ¿Y si él insiste? Yo no podría ir en contra de sus deseos.

-Cris, tu eres la chica más fuerte y enérgica que he conocido, ¿obedecerías en algo tan importante como el matrimonio?

-Él es mi padre.

-Y tú eres tú.- Apretó el abrazo sobre la chica.-  No te precipites ¿de acuerdo? Y si alguien se mete contigo yo te defenderé.

-¿Me defenderías incluso de mi padre?

-Sin dudarlo un segundo.- Escuchó  una risita.

-No necesito que me defiendas. Puedo manejarlo.

-Lo sé.- Cristina soltó el abrazo y giró para estar frente a ella. Mirando esos ojos grises tuvo la certeza de algo: sería capaz de desafiar abiertamente al conde con tal de defender a esa chica. Sentía que era lo único que podía hacer para compensar su egoísmo, asegurarse de que su hermana fuera feliz.

-Gracias por la charla y por preocuparte.-  Sonrió a modo de respuesta mientras la azabache le acomodó la ropa.- ¿Qué tal la comida?- La chica cambió el tema con brusquedad.

-Eh… rara.

-¿Rara?

-Sí, tu sabes que no acostumbro comer esas cosas.- Cris empezó a reír con fuerza. A ella le encantaba cuando su hermana perdía su pose de aristócrata y se volvía humana.- ¡Tengo una idea!

-¿Cual?

-Vengo por ti a las 8:30 ¿va? Supongo que estarás aquí a esa hora.

-Es lo más probable.

-Bien, entonces iré a casa a mi tonta clase de etiqueta y luego vendré por ti.

-¿Y qué haremos?

-Ya verás.

-Dime de qué se trata…

-No intentes controlar todo, Cristi.

-¡Que no me llames así!

-Te ves encantadora cuando te enojas.- Cris la atravesó con los ojos y ella emprendió la huida.

Salió hacia la recepción y se disculpó con doña Amelia por pasar como cohete sin hacerle caso y caminó hacia el elevador, pero…

-Alejandra.- la llamó Álvaro, parado fuera de la que sería su oficina.

-¡Álvaro!- Se acercó al hombre, abrazándolo para saludarlo.

-Pasa.- le indicó.- Toma asiento.

-¿Cómo estás?

-Bien, la pregunta es ¿Cómo estás tú?

-Pues bien.

-¿Qué tal las cosas con tu padre?- preguntó bajando un poco la voz.

-Uhm… Él. Supongo que bien. Me regaló un auto ¿cuenta como buen inicio de nuestra relación?

-Si fueras una chica frívola y materialista te diría que sí. Pero no lo eres.

-No hemos hablado mucho.- reconoció.- Está todo el día trabajando. Con quienes hablo más son Sofi y Cris, aunque también trabaja mucho. Mi tía Angie se la pasa en el club o paseándose por ahí, Memo en clases extras o jugando videojuegos  y la condesa anda metida en eso del patronato.

-Sí, Sofía está tan ocupada como tu papá. Muchas veces ella acompaña o representa a tu padre en comidas, cenas o eventos a los que él no puede asistir.

-Ya veo.

-Tu padre te quiere, aunque nunca ha sido muy expresivo y me temo que el trabajo lo absorbe.

-¿Alguna vez pensó en dejar esto?

-Una vez. Cuando era un adolescente se enamoró de una hermosa bailarina clásica…- contó Álvaro.

-Mi madre…- Sonrió.- ¿Y qué pasó?

-Tu abuelo falleció de un infarto y de la noche a la mañana tu papá se volvió conde.

-¿Por qué no renunció? Si amaba tanto a mi madre ¿Por qué no se casó con ella?

-¿Laura nunca te habló de eso?

-No.

-En ese caso, creo que es mejor que Guillermo hable contigo.

-Él nunca tiene tiempo. Necesito saber. Por favor.- Suplicó. Álvaro la miró en silencio un momento.

-Bien.- El hombre suspiró.-Tu madre no quería casarse con un conde ni ser una condesa. Ella era… un espíritu libre, era una artista. La mejor bailarina que he conocido.

-¿Por qué mi padre no renunció a su título y fue tras ella?

-No es tan fácil.

-¡Claro que si! Solo tenía que decir: renuncio.

-Decirlo es fácil, pero hacerlo… en ese entonces la sucesión era solo por línea masculina. Si Guillermo hubiera renunciado él título hubiera pasado a Antonio y créeme que él también iba a rechazarlo. Lo de Tony era viajar por el mundo, beber, tener novias, etc. Así que lo más seguro era que  el conde fuera Tomás.

-¿El papá de Alberto?

-Exacto. Y quiera Dios que ellos nunca accedan al título.

-¿Por qué no?

-Son… no debería decirte esto.

-Dime.

-Son unos mezquinos.  Jamás velarían por el bien de este condado. Se dedicarían a ser déspotas, unos tiranos.

-Pero… pero Alberto… él quiere casarse con Cristina.

-Lo sé. Y es algo que por ningún motivo debe pasar.

-El conde puede impedirlo, ¿no?

-Tu padre en su afán por mantener a la familia unida, ha dejado que Tomás se involucre más en los asuntos de los San Román y me temo que no se da cuenta de las intenciones con respecto a ese matrimonio.

-¿O sea que es un pendejo?

-No dije eso.

-Pues eso entendí.-Pensó un momento.- Pero para que se comprometan, Cristina debe aceptar.

-Así es.

-¿Crees que lo haga?- Álvaro pensó un momento antes de hablar.

-Cristina hará lo necesario. Lo que deba hacer.

-Pero no entiendo, ¿por qué hablar de matrimonio ahora? ¡Ella es muy joven!

-En las familias como la tuya es normal que suceda así. Es más, seguramente desde que nació Cristina, muchas familias ya la veían como la prometida para alguno de sus hijos. Emparentar con los Castilnovo es el premio mayor.

-Cristina no es ningún premio.- Masculló enojada.

-No, no lo es. Solo quiero que entiendas la situación. Por el momento, Guillermo aún no ve el asunto del compromiso como algo de urgencia, está más enfocado en proyectos y negocios. Sin embargo, conforme Cris tenga más edad se hará más evidente para tu padre establecer un compromiso con alguna de las familias que él considere a la altura de tu hermana.   

-Eso es algo que solo debería elegir Cristina, no él.

-Guillermo adora a Cris, seguramente no la obligara a casarse con alguien que a ella le desagrade pero… tu hermana obedece ciegamente a Guillermo. Aunque él no de la orden, ella puede intuir que es lo que se espera de ella y hacerlo por ese simple hecho.

-Entiendo a lo que te refieres. Ella misma se exige demasiado. Me desespera. Debería rebelarse. Hacer lo que ella quiera, no lo que el mundo espera que haga.

-Ella creció de manera diferente a ti.

-Hace un momento estábamos platicando y no sé... me sentí rara… culpable… estúpida.

-¿Porqué?

-Siento que todo lo que ella sufre es por mi culpa. Sé que es algo tonto pero… Creo que ahora entiendo porque mi madre se rehusó a dejarme crecer aquí. Me dio una vida propia, una vida donde siempre fui yo la que eligió el camino que quería. Y soy feliz por eso… pero si yo… si yo reclamara mi lugar como primogénita… Cris… ella sería libre.

-¿Y lo harás?- Los ojos del Álvaro brillaron con emoción y esperanza.

-No. ¡Sigo siendo egoísta, lo sé! Es algo que pasó por mi cabeza… no reclamaré nada pero tampoco permitiré que Cristina sacrifique quien es en verdad por un mugroso título.

-Eres igual a tu madre.- le sonrió.

-Gracias.

-Entonces cuida a tu hermana. Cris es buena chica, aunque es más severa que tu padre, hasta con ella misma. Y me temo que tarde o temprano intentarán acorralarla para que acepte a Alberto.

-Eso jamás pasará. Cris es fuerte. -¡Fuaaa!

-Lo es. Pero tantos años siendo fuerte la pueden agotar. Tú debes estar ahí para sostenerla cuando flaquee.

-¿Cuándo flaquee?

-Es algo que estoy seguro que pasará. Tomás es astuto y cada día adquiere más poder en la región. Sabrá aprovecharse de la primera situación de debilidad.

-La ayudaré, aunque no sé como.

-Solo mantente cerca de ella. Gánate su confianza y haz que sepa que pase lo que pase, tú la apoyarás.

-No tienes ni qué pedírmelo, es mi hermana. Claro que siempre la apoyaré.- El hombre la observó un momento, con una expresión de orgullo y satisfacción.- ¿Qué pasa?

-¿Sabes algo? Yo crecí junto a tu padre y a Antonio. Los tres jugábamos en los jardines del palacio. Mi papá era el administrador y hombre de confianza de tu abuelo y eso bastó para que él y el resto de su familia me trataran como a un igual. Recuerdo que él siempre fue muy estricto con Guillermo. Le repetía una y otra vez sus deberes como el futuro conde. Le exigía que fuera excelente en todo lo que hiciera. Para los San Román no hay nada más importante que el deber y por eso muchas veces son crueles con ellos mismos. Por eso son muy severos y disciplinados, pero todo exceso es malo. Ser estricto puede llevarse gran parte de tu sensibilidad. A veces hay que recordarles que todos los proyectos del condado son precisamente para la gente común. ¿Me explico?

-Creo que sí.- Pensó en todo lo que Álvaro había dicho.- Ellos trabajan y trabajan y ven todo lo que hacen como negocios y responsabilidades que les corresponden por ser San Román y no saben de las verdaderas necesidades del pueblo, porque no conviven con él.

-Exacto. Ser un San Román es mucho más que saber esgrima o saber con qué tenedor comer la ensalada. Eso lo aprenderás sola. Tú eres más Castilnovo que cualquiera, eres más noble que ninguno, ¿sabes por qué?

-No…

-Porque eres sensible a las necesidades de la gente común. Tú sabes lo que es trabajar y estudiar, sabes lo que es no tener dinero y preocuparse por el día a día. Creciste entre gente común a pesar de ser parte de una de las familias más poderosas y ricas del continente. Eso hace de ti una persona excepcional, alguien que sabe lo que la gente piensa, sus preocupaciones, sus esperanzas y tú… puedes hacer lo que en verdad hace falta para ayudarles, porque tienes a tu alcance los recursos ilimitados de los Castilnovo. Puedes dirigir este condado mejor que cualquiera porque sabes lo que las personas quieren. Si tan solo ocuparas el lugar que en verdad te corresponde…

-Yo no quiero eso. Y creo que tampoco podría. Tú acabas de decirlo. Nací y fui educada entre gente común, mi madre era una artista, crecí entre arte. Mi mundo está muy alejado del este mundo.

-Serías la mejor condesa de esta dinastía.- Insistió.

-Seré la mejor músico de esta generación.- Sentenció.

- De acuerdo, de acuerdo.- El hombre aceptó su derrota.

-Además, para dirigir el condado no creo que baste con ser sensible y empática. Debería saber de finanzas, de política, de gestión pública… No tengo ni tantita preparación en eso, Cristina sí.  

-A Cristina le falta un poco de esa sensibilidad. Con el camino que ha tomado en su educación y su brillantez en los negocios, estoy seguro de que será una buena condesa, pero el chiste aquí es lograr que sea excelente, la mejor.

-¿Cómo?

-Contigo a su lado. Enséñale como vive la gente común. Ábrele los ojos a la realidad del mundo.

-Siento como si esto fuera una conspiración.

-Lo es. Es na conspiración para preparar a Cristina. Tu padre la ha formado a imagen y semejanza suya. Hábil, astuta, decidida, enérgica… ahora yo quiero volverla empática y tú eres la indicada para ello.

-¿Y como haré eso?

-Solo siendo su amiga. Haz que mire el mundo con tus ojos. Los ojos de una artista.

 

 

 

Llegando a su casa se bañó y se puso algo cómodo para su clase de las 6pm. Hizo rápido sus deberes mientras esperaba a su profesora en el jardín.  Resultó una mujer madura y elegante. Le explicó la jerarquía en la nobleza y la manera de saludar según el rango. Eso le interesó un poco, ya que si acompañaría a Cris debía saber comportarse… ¿No?

A las 7.30 subió a su habitación a cambiarse de ropa. Se puso una chamarra negra de cuero, unos jeans negros y unas botas militares. Se dirigió a la cochera en busca de una moto. Eligió la menos llamativa aunque ese era un tema algo difícil.

Arrancó y aceleró. El viento se impactaba contra ella, se sentía ligera, feliz. Su padre tenía buenos gustos, eso tenía que admitirlo. La moto rompía la tranquilidad de la ciudad, pasando a toda velocidad por la avenida ¡Alejandra está aquí, perras!

A las 8.30 en punto tocó la puerta de su hermana.

-Pasa.- Escuchó al otro lado.

-Hola.- saludó acercándose al escritorio.

-Hola, Ale. Llegas temprano.- le dijo mientras firmaba algo.

-¿Temprano? Son las 8.30.

-¿De verdad?- Cris miró su reloj carísimo. ¡¿Para qué lo tenía si no lo usaba?!- Es cierto.

-¿Lista?

-¿Eh?

-¿Lista?

-¿Eh?

-¡Cristi!

-¡No me llames así!

-¿Lista?

-Dame diez minutos.

-Diez y contando…- Empezó a mirar el reloj, mientras se desparramaba en el sofá.- ¡Ya!

-Dame cinco más.

-¡Ni madres!

-¡Alejandra!

Haciendo caso omiso se acercó y le quitó los papeles de las manos. Los echó todos a un cajón y jaló a su hermana, quien no había dejado de objetar.

-Vamos.

-¿Que haces?

-Te secuestro.

-Solo necesito unos minutos más.- La chica se resistía e intentaba volver a su escritorio.

-Que no. Ya nos vamos.- Para evitar que Cris saliera huyendo, se la echó al hombro.

-¡Bájame!

-Creí que pesabas menos.

-¿Me estás diciendo gorda?

-Eh… no.- abrió la puerta y caminó hasta el elevador.

-Te ordeno que me bajes.- Dijo autoritaria la azabache.

-¿Me ordenas? Sí, claro.- La mandó por un tubo.

-¡Soy la vizcondesa! ¡Obedece!

-No oigo, no oigo, soy de palo…

-¿Qué pasa aquí?- Álvaro estaba de pie a unos metros de ellas.

-Álvaro, ¡ayúdame!- suplicó la chica. El hombre empezó a reír y se metió de nuevo a su oficina.- ¡Álvaro!

-Tranquila.- Ya en el elevador,  se las ingenió para no perder la espalda debido a los golpes que le daba su hermana. Bajaron hasta el estacionamiento.

-Señorita Cristina…- Dos guardias las miraban

-¡Ayúdenme!- Los hombres se vieron entre sí.

-El señor Gastelum nos indicó que las dejáramos pasar.

-¡¿Qué?! ¡Álvaro te mataré!- Bramó Cris mientras caminaban por el estacionamiento. La bajó junto a la moto.- Eres una desgraciada.

-También te quiero.- dijo tranquila sobándose el hombro. - Ten.- le entregó un casco.

-¿Estás bromeando?- La chica se cruzó de brazos.

-No. Póntelo o la multa la pagas tú.- Enfadada, su hermana tomó el casco y se lo puso.

-¿A dónde iremos?- Subieron a la moto.

-Ya verás. Sujétate bien, princesa.- Arrancó el motor y salió disparada del estacionamiento. Sintió a Cris prenderse a ella como piojo, para no caerse. Poco a poco se adentraron a la ciudad rumbo al sur. Revisaba su GPS, mientras Cris temblaba a su espalda. Unos 10 minutos después de pasar el centro,  se detuvo.

-¿Qué hacemos aquí?- Preguntó Cris quitándose el casco y mirando a su alrededor con cara de espanto.

-Cenar.

-¿Aquí? Estamos muy lejos de casa y no tenemos guardias.

-Calma, estás conmigo. Cenaremos ahí.- Señaló un puesto ambulante frente a ellas. Era uno de esos con una barra metálica que los clientes usaban de mesa. Cris miró para todas partes antes de sentarse.

-¿Qué le servimos güerita?- preguntó un tipo flaco con bigote chistoso.- tenemos tacos de chicharrón prensado, papa, picadillo y chuleta. También hay perros calientes, hamburguesas y nachos.

-A mi ponme 2 tacos de chicharrón, uno de papa y un perro caliente con mucho tocino y queso porfa. ¿Qué se te antoja?

-Eh yo… no sé qué comida es esta.- le susurró su hermana.

-¿Te parece si pido por ti?

-Por favor.

-Para ella un taco de cada cosa que tengas.

-¡Saliendo!- El flacucho se puso a preparar lo que pidieron. Observaba a Cris, que veía fascinada todo aquello, con expresión de estar muriendo de hambre.- Servidas, señoritas.

-Gracias. Ahora puedes ponerle lo que quieras.- Le explicó con respecto a las salsas frente a ellas.- Esto es jitomate, esta es salsa verde… esto es chile.- le comentó tras probarlas todas.- Y aquí hay limón, cebolla y cilantro.

-¿Tú que le pondrás?

-Todo, menos cebolla.- Con algo de temor, Cris empezó a servirse.- Anda, come.- Esperó a que su hermana diera el primer mordisco.

-Uhm, ¡delicioso!

-Sabía que te gustaría.- También ella empezó a comer.

-¿Cómo encontraste este lugar?- preguntó Cris mientras comía como niño huérfano de áfrica (si algún niño huérfano de áfrica lee esto… sorry).

-Nico me lo recomendó, dice que son los mejores tacos del mundo.

-Oye y… ¿puedo probar de eso?- señaló su perro caliente. Le pasó el plato y Cris dio una mordidota.

-¡Está buenísimo!-Dijo casi atragantándose.- Pide otro para ti.

-¡Ese era mio!

-Era. Pide más.

Mientras comían las personas que también estaban comprando las observaban, seguramente pensando que una de ellas era igualita a la hija del conde, pero era imposible que fuera ella… Cristina también veía a su alrededor y sonreía con algo de timidez a la gente.

Después de cenar su hermana se quedó sorprendida al escuchar la cuenta ¡apenas 100 pesos! De nuevo en la moto las chicas dieron un paseo por la ciudad. Cris le indicaba por dónde ir, ya que ella por momentos se desorientaba.

-¡Alejandra!- Bramó Cris cuando la moto pasó a toda velocidad sobre el puente de salida, elevándose un poco.

-¡Admite que te fascinó!- gritó para hacerse escuchar por sobre el viento.

-¡Estás loca!... ¡Aceleraaa!-Apenas escuchó eso, aumentó la velocidad, el rugido de la moto se extendía por la noche, en la carretera hacia el palacio. Cris gritaba a todo pulmón feliz de sentir el viento sobre su rostro. Cuando el muro de la propiedad estuvo frente a ellas, hizo sonar el claxon de la moto para llamar la atención de los guardias.

-¡Abran! ¡Abran!- La enorme reja empezó a abrirse. Con el espacio justo para la moto, las chicas entraron a toda velocidad al terreno. Se detuvieron con un rechinar de neumáticos justo frente a la cochera.

-Eso estuvo genial.- Cris estaba eufórica y ella feliz de lograr ese estado de ánimo en la chica.

-Estupendo.- Metió la moto y los cascos hasta el final de la cochera mientras su hermana la esperaba en la puerta que conectaba a la casa. Entraron con sigilo pues tal vez estarían dormidos todos, ya que era media noche.- ¿Te gustó la salida?

-Claro, fue muy emocionante. Como hacer algo prohibido.

-Ahora resulta que eres fanática de lo prohibido.- se burló  revolviéndole el cabello. Estaban de pie frente a la habitación de Cris.

-No te rías. Es la primera vez que hago algo así. Y los tacos… ¡Ah tacos! Los amo.

-Iremos cada vez que quieras.

-¿Lo prometes?- Asintió sonriendo. - ¡Gracias! Fue la mejor noche de mi vida.- La azabache se apoyó en el marco de su puerta.

-También yo me divertí, como hace mucho no lo hacía.

-No te creo. Tú puedes hacer lo que quieres. ¿Por qué no te divertías?

-Pues tenía que trabajar y estudiar. No tenía mucho tiempo ni dinero para salir.

-Yo… lo siento.-La azabache se sonrojó.- Por un momento olvidé esa parte de tu vida.- Cris se acercó y la abrazó. Sintió las manos de la chica en su cabello, apretándola contra sí.- Sé que ya pasaron un par de años, pero siento mucho lo de tu mamá.- le susurró al oído.

-Gracias.- dijo correspondiendo al abrazo. Cris era la primera en esa casa en mencionar a su madre.

-Sé que la extrañas, pero éste también puede ser tu hogar.- siguió Cris mirándola a los ojos. Se conmovió mucho.

-Eres muy linda. Te quiero, Cristi.

-Yo también te quiero, ¡Y no me llames así!

-Te llamaré así las veces que quiera.

-¡Ale!

-Ssshht. Si nos descubren nos matarán.

-A ti. Tú me secuestraste.

-Cierto. Creo que es mejor que huya a mi habitación.

-Si, creo que sí. Ya es tarde.

-Buenas noches, Cristi.- Primero esquivó el golpe de su hermana y luego le dio un beso en la mejilla para despedirse. Se dirigió a su cuarto ¡estaba cansada!

 

 

 

Flotaba, sentía un coro de ángeles en su pecho ¡por fin tuvo su primera clase de taller de composición! Su maestro parecía muy calificado y competente para dar el taller.

-Tienes cara de boba.- Nico reía.

-¡Amo la composición! ¡Es el amor de mi vida!- Caminaba junto a sus compañeros hacia la salida de la universidad, otro día escolar había acabado.

-Seguro muchas quisieran que les dijeras que son el amor de tu vida.- comentó Lisa mientras miraba las nubes grises.

-¿Muchas?

-Te van las chicas ¿no? ¡Mira esa tiene forma de elefante!

-Si, Lisa. Me va las chicas ¿les importa eso?

-Claro que no.- dijo Nico dándole una palmada en el hombro.

-Me parece tierno.- contestó Lisa. ¿Tierno? Nunca nadie había calificado su homosexualidad como algo “tierno”. Eso la hizo reír.

-A mi me da igual con quien te acuestes.- dijo la diabólica Natalia.

-Significa que te apoya.- tradujo Nico.

-Gracias, chicos.

-Creo que alguien te espera.- indicó Lisa. Giró y vio a Valeria con la mochila al hombro esperándola a unos 20 metros adelante.

-Si, yo… iré a ver que se le ofrece.- Se despidió de sus amigos y caminó hasta la pelirroja.- Hola.

-Hola. Te traigo esto.- Le entregó un sobre.

-¿Qué es?- Lo abrió y sacó la media hoja que estaba dentro.

-La invitación para tu fiesta de bienvenida. ¡Estarán todas las personas que debes conocer! Los Albornoz, los Rivero del Castillo, los Sáinz Iturralde…. Un sinfín de hijos de los grandes señores del condado. Todos quieren conocerte.

-Wow…- que weba.- que emoción.- Sonrió de lado y se metió la invitación en el bolsillo de su chamarra.

-Ésta es para Cris, ¿se la entregas?

-Claro.- También guardó esa invitación.

-¿Ya te vas?

-No, espero a mi prima. Sale en 15 minutos.- La pelirroja la examinó un momento de arriba hacia abajo.

-Perfecto, ya sé que haremos los próximos  15 minutos. Sígueme.- Valeria caminó rápido hacia un  pasillo dentro de la universidad. Abrió una puerta jalándola al interior.

-¿Qué hacemos aquí?

-Quiero que platiquemos sin interrupciones.

Siguió a la pelirroja y se sentó junto a ella. La chica se pegó a su cuerpo lo más que pudo. Su mente empezaba a divagar. Tener a Valeria tan cerca le alborotaba las hormonas.

-¿De que quieres platicar?

-De ti… de mi...- respondió su amiga con voz coqueta.- Me parece que puedes llevar a quien quieras a la fiesta… como tu acompañante. ¿Llevarás al alguien? ¿A alguna chica?- Valeria empezó a juguetearle el cabello.

-No.- Negó tragando en seco. Recorrió el rostro de la pelirroja y no pudo evitar mirarle los pechos un segundo.

-Genial. Yo tampoco tengo pareja.- La mano de la chica bajó por su cuello.- ¿Te parece si permaneces a mi lado en la fiesta?

-Claro.- Respondió hipnotizada, con su cuerpo aumentando de temperatura.

-Te preguntaré algo.- Sonrió para indicarle que prosiguiera.- ¿Tienes novia?

-No.- Ahora Valeria le acariciaba el muslo.

-¿Y alguna amiguita?- Entendió a lo que se refería. Una free.

-Tampoco.

-¡¿No?! ¡Imposible!

-¿Por qué lo crees imposible?

-Se me hace que eres una chica apasionada… en todos los sentidos. No me parece que creas en el celibato.

-No hace mucho llegué aquí, aún no conozco a muchas chicas.

-Y de las que conoces, ¿te atrae alguna?- ¿Porque ponía esa voz súper sensual?

-Hay una.- Valeria le tomó al mano y la guio hasta su pierna, invitándola a tocarla. Lo hizo sin el mínimo recato.

-Que suerte tiene esa chica… tiene tu atención.- Valeria se acercó a su mejilla y le dio un beso. Sintió la respiración de la pelirroja en su cuello.

-Es que ella es muy sexy.- Miró estupefacta como Valeria se puso de pie y se le montó en las piernas.

-Me pondré celosa de ella.- La pelirroja empezó a besarle la oreja y el cuello mientras ella acariciaba sus piernas.

-No… no tienes porqué.- Había olvidado todo. Su mundo se veía reducido a esa habitación. A esa pelirroja sobre ella. A ese aroma que desprendía el cabello de Valeria. Sentía los pechos de la chica presionándose contra ella. Quería besarla. 

Ring ring.

Ring ring.

-Valeria, espera…

-Uuuhm.

Ring ring.

A duras penas, pudo sacar su celular del bolsillo de su pantalón y asomándose por el hombro de Valeria, observó la pantalla: Cristina.

-Tengo que irme.- susurró entrecortadamente.

-¿Estás bromeando?-  preguntó la pelirroja mordiéndole el lóbulo de la oreja.

-No, yo… por favor, disculpa.- Con decisión, se levantó haciendo a un lado a Valeria.

-¡Alejandra! La estábamos pasando tan bien.

-Lo sé.- Dijo de verdad contrariada.- Lo continuaremos después ¿te parece?

-¿Por qué te vas?

-Me esta esperando Cristina.

-¡¿Cristina?!

-La llevaré a la empresa…

-Eres la primera persona en el planeta que detiene un calentón solo para llevar a su prima a trabajar.

-Lo siento.- Se disculpó de nuevo con una sonrisa culpable.- Te busco después.- Tomó sus cosas y salió corriendo hacia el estacionamiento. Efectivamente su hermana estaba ahí junto a su auto viendo su celular.- ¡Aquí estoy!- Anunció frenando justo a tiempo para no estamparse contra la carrocería.

-¿Dónde estabas?- la azabache la observaba ceñuda.

-Fui al baño.- No iba a decirle que estaba fajando con Valeria ¡eso era privado!

-Pues vamos, ya se nos hizo tarde.- Presionó el botón para desactivar los seguros y subió al auto.- Por cierto mi papá quiere hablar con las dos, así que bajarás junto conmigo para verlo… Alejandra… ¡Alejandra!

-¿Uhm? ¿Qué?

-¿Me escuchaste?

-Eh, no. Perdón ¿Qué dijiste?

-¿Estás bien?

-Sí, solo me distraje.

-Ya veo.- le dirigió una mirada analítica. Intentó ser inexpresiva. No quería que la frase; “estaba por tener sexo con Valeria”, se dibujara en su frente.- Que mi papá quiere hablar con las dos ahora.

-Uy, ok.

 

Unos quince minutos después estaban en el ascensor. Cris tecleaba algo en su celular y ella solo pensaba en lo que había hecho con Valeria. Se movió incómoda, tratando de calmar su acaloramiento.

-Buenos días Amelia, mi papá nos espera ¿está disponible?- preguntó Cris en cuanto la puerta de elevador se abrió.

-Sí señorita. Las está esperando.

-Compórtate.- le pidió su hermana antes de dirigirse hacia la oficina.

¿A dónde iba?  ¡A la entrepierna de Valeria! ¡No! Concéntrate pedazo de hormona. A hablar con Guillermo.

Toc-toc.

-Adelante.

-Buenas tardes, ¿querías vernos?- Entró detrás de Cris. Guillermo las miró ceñudo y con la mandíbula apretada, haciendo una indicación con la mano para que tomaran asiento.

-Quiero que me expliquen en que demonios estaban pensando anoche.- Preguntó su papá con voz dura. Su hermana le dirigió una mirada fugaz.

-Papá, solo salimos…

-Salieron a horas inadecuadas.- El conde se puso de pie y caminó por la oficina mientras continuaba hablando.- Fueron al sur de la ciudad sin escolta, solas.  ¿Dónde está tu sensatez, Cristina?

-Oye, oye.- Interrumpió.- No le hables así. Fue mi culpa, ¿de acuerdo? Prácticamente la obligué a ir.

-No, -ahora fue su hermana la que habló.- yo quería ir.

-¿Qué? ¡Claro que no querías!- Se puso de pie y se paró frente a su padre.- Fue mi culpa. Yo insistí y la llevé sin decirle adonde íbamos.

-No hay justificación. Cris, tu sabes perfectamente que no puedes exponerte así. Conoces los protocolos de seguridad.- La chica también se había puesto de pie y estaba cabizbaja escuchando el regaño.

-¡Pero si no pasó nada! Solo cenamos y volvimos a casa. Ella estaba segura conmigo.- Volvió a decir.

-Claro, claro. Supongo que si alguien intentaba secuestrarla, tú lo impedías, ¿no?- Contestó irónico Guillermo.

-¿Quién quiere secuestrarla? ¡Fuimos a cenar! ¡Ce-nar!

-¡En cualquier lugar pueden convertirse en un blanco!- Exclamó enojado el conde.

-¡Eres un paranoico! ¡Eso es lo que pasa!

-Ale….- Su hermana la tomó del brazo para que no se alterara más.

-¡¿Crees que es paranoia?! ¡¿Tú que sabes de las amenazas que se reciben diario contra la familia?! ¡No hará falta algún loco que las agreda en la calle! ¿Tú sabes el índice de delincuencia en el sur?

-¡¿Y tú hace cuanto que no vas a dar un paseo por ahí?!- Le gritó de vuelta a su papá.- Mi amigo Nico vive ahí y créeme que no es ningún ladrón, homicida o violador. ¡Deja de ser un clasista de mierda!

-¡Cuida tus palabras!- Bramó el conde, dando unos pasos amenazantes hacia ella, pero no se inmutó ante esa acción de su padre.

-¡Papá! ¡Ale, por favor!- Miró a su hermana un momento antes de tomarla de la mano y llevarla arrastras hacia la puerta.

- Ve a tu oficina.- Azotó la puerta en sus narices y le puso seguro.- No tienes porqué regañar a Cris, fue mi culpa. Ella solo confió en mi.

-¿No has aprendido nada en estos días que llevas viviendo aquí? Siempre, siempre, siempre debemos llevar seguridad con nosotros. ¿Qué hubiera pasado si las reconocían y algún demente las hubiera atacado?

-Lo hubiera mantenido lejos de Cristina.

-¿Te crees tan fuerte?

-No soy estúpida.- En verdad estaba enojada.

-¡Pues deja de actuar como tal! ¡No seas una mala influencia para ella!

-¡¿Qué es ser mala influencia?! ¿Hacer que conozca la realidad del condado? El tiempo que pasamos comiendo muchas personas la vieron, no sé si la reconocieron o no, pero fueron amables con nosotras. Nunca estuvimos en peligro. Deja que Cristi se divierta, déjala salir a conocer su ciudad. ¿O quieres mantenerla en una burbuja siempre? ¡La estás reprimiendo! ¡La vuelves un robot!

-¡Eso no es verdad!

-¡Claro que sí! La verdadera Cristina está sepultada bajo toneladas de reglas, protocolos, responsabilidades, ¡apenas tiene 18 años!

-Ella es la vizcondesa, claro que tiene responsabilidades. Espera, espera… ¿Ella se ha quejado?

-Cris jamás se quejaría. Pero se nota. Ella se exige demasiado para ser la niña perfecta que quieres que sea.

-Le exijo que se comporte a la altura de la situación…- su papá caminó hasta el escritorio y se detuvo para girar a mirarla.-  ¡además ese no es asunto tuyo!- dijo dando pequeños puñetazos en la madera.

-¡Claro que lo es! ¡No voy a permitir que la obligues a cosas que ella no desea!

-¡¿No vas a permitirme?! ¡Soy el conde de este lugar!

-¡Me importa un cacahuate lo que seas!- bramó más enojada que nunca en su vida.

-No me hagas arrepentirme de haberte traído hasta aquí.- dijo Guillermo rojo de rabia, apretando los dientes. Ella sintió una punzada en el pecho pero mantuvo la expresión dura en su rostro.

-Soy yo la que se arrepiente de haber venido.- Giró sobre sus talones y abrió con brusquedad la puerta. Álvaro tenía rodeado a Cristina con un brazo, como si estuviera calmándola.

-¡Alejandra, vuelve aquí!- Escuchó a su espalda.- ¡Te estoy hablando!

-¡Vete al carajo!- Gritó a modo de respuesta y atravesó a recepción hecha una furia, ignorando a todos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Besoooos cachondos por las partes mas oscuras y ricas de su ser.

 

!Travesura realizada!


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