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De Aristocracia y Otras Estupideces. (New Version) por Menz

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Notas del capitulo:

!Accio cap 6!

Capítulo VI

Tú no vas a dejarme.

 

Su teléfono sonaba pero ella no le hacía caso. Su pie derecho presionaba con furia el acelerador. Solo conducía sin rumbo. Quería alejarse de ahí mientras apretaba con fuerza el volante.

La mandíbula le dolía por la tensión que tenía en ella. Los ojos le ardían y en su mente podía escuchar una y otra vez todo lo que su papá le había dicho.

Pisó el freno de golpe al percatarse de que el camino había terminado, ¿Dónde estaba? Respiró hondo intentando conectar su cerebro. El olor a salitre entraba por sus fosas nasales, la brisa de la playa revolvía su cabello. ¿De donde carajo había salido ese lugar?  Bajó del auto y miró hacia todos lados. Veía la carretera a unos cien metros de ahí, ¿había girado para entrar a ese camino? No recordaba. Regresó la vista al mar. El agua se veía clara, transparente. Cerró su coche y caminó hacia la orilla, quitándose los zapatos para sentir la arena entre sus dedos. A lo lejos veía a unas cuantas personas jugando una gran pelota dentro del agua y un poco más a la derecha de donde ella se encontraba había algunas palmeras que proyectaban sombra así que decidió tumbarse ahí. Se sentó y apoyó la espalda contra el tronco de una palmera, intentando pensar con claridad.

Eran muy pocas las ocasiones en las que se había enfadado tanto. Ella no solía estallar de esa manera, pero ese hombre… Guillermo estaba arrepentido de haberla acogido en su casa y eso era algo que le molestaba, que le dolía. Era verdad que se había empeñado toda su vida en detestar a ese sujeto, en mantener enterrado el deseo de convivir con él, pero debía ser sincera con ella misma. Ella quería a su padre en su vida. Quería que él la amara. Que la hubiera tenido cerca desde pequeña. Toda su vida sintió la indiferencia de su padre. Él nunca le llamó, solo le enviaba regalos. Nunca le había contado a nadie pero cuando era pequeña, cuando era de noche y estaba ya en la cama lista para dormir, imaginaba que su papá era un tipo de superhéroe y que no podía ir a verla porque estaba viajando por el mundo ayudando a las personas. Que ingenua era. Ahora que lo conocía se daba cuenta que era un ser humano más, que solo era un hombre de negocios.

¿Qué le había visto su madre a ese hombre? Ella era extraordinaria. No se la imaginaba con alguien como su padre, que parecía tan distante y perdido en su mundo. ¿O ella era el problema? ¿De verdad era una mala influencia?

Su teléfono volvió a sonar. Era Cristina. Tenía muchísimas llamadas no contestadas. Revisó su buzón. Escuchó la voz angustiada de la chica preguntándole sobre su paradero y si se encontraba bien. También había mensajes de Álvaro. Pero ninguno de su padre. 

Volvió a guardar el celular sin tener ganas de responder ningún mensaje.  Se recostó sobre la arena y se quedó con la mente en blanco. Solo quería estar ahí tirada en silencio.

 

 

Cuando abrió los ojos sintió la cara entumida. Estaba llena de arena y hasta la sentía en la boca. Escupió varias veces pues la sensación era desagradable. Miró su reloj. Habían pasado dos horas ya desde que había llegado a ese lugar. Su teléfono estaba lleno de más llamadas y mensajes de voz. Abrió el whats app y le mando algo a su hermana. Ni dos segundos habían pasado cuando la chica le llamó.

-¿Estás bien? – Escuchó al otro lado de la línea.

-Sí, no te preocupes.

-¿Dónde estás?

-No tengo idea. En una playa.

-¿Ves algo cerca?- Miró de nuevo a su alrededor.

-Solo veo un faro un poco mas allá y me parece que unas cabañas.

-Ya se donde es. Estás a media hora del pueblo. Voy para allá.- Escuchó como si la chica se levantara de su silla y acomodara varias cosas a la vez.

-No es necesario.

-¿Ya irás a la casa?- Silencio.- ¿Ale?

-Iré a la casa a recoger mis cosas.- De nuevo silencio.

-No.- Dijo al fin la azabache de manera tajante.- Tu no harás eso.

-Cristina…

-Que no.- Volvió a decir su hermana.- Te veo en la casa en media hora.- Se cortó la llamada.

Se levantó de donde estaba y se sacudió la ropa para regresar a su auto. No le fue difícil orientarse una vez que llegó a la carretera y encontró los letreros que indicaban las direcciones. Había puesto música para relajarse y su hermana tenía razón, estaba a media hora del pueblo. Pensó en detenerse para hablar con su tío pero seguramente Cristina ya la estaba esperando.

Cuando llegó al palacio, dejó el auto frente a la casa y entró. En el recibidor estaba sentada Cris, quien inmediatamente corrió hacia ella y la abrazó.

-Cris…- Se separó de la chica para mirarla a los ojos.

-No, tú no vas a dejarme.- La azabache usó el mismo tono firme que había utilizado en la llamada.- Eres mi familia… quédate, por favor.- Observó un momento las pupilas grises de su hermana. Estaba decidida a irse y abrió la boca para comunicárselo a la chica pero lo que salió de sus labios la sorprendió a ella misma.

-Me quedaré contigo.- La azabache volvió a abrazarla.

-Gracias.

-Alejandra.- Frunció el ceño de golpe al escuchar la voz de Guillermo. Giró sobre sus talones para ver a su padre parado a unos metros de ellas.- ¿Podemos hablar?- Sintió la mano de Cris en su espalda, como invitándola a hablar con su papá. Pensó un momento antes de responder.

-Claro.

-Sígueme.- Así que lo hizo. Caminó unos pasos detrás del hombre, que la guiaba al exterior de la casa, rumbo a las cabellerizas al otro lado de donde estaban el jardín y la alberca. Ahí había algunos trabajadores atendiendo a los caballos. Su papá siguió de largo, alejándose de las personas y sentándose en una banquita en un pequeño huerto.- ¿Ya habías venido por aquí antes?

-No, no he explorado todo el terreno.

-Hazlo. Te gustará.- Se mantuvo en silencio.- Ale… no espero que entiendas lo duro que es mi trabajo a veces, solo te pido que me disculpes por la forma en la que te hablé.- el hombre miraba hacia el frente, como si estuviera entretenido observando a los caballerangos cargando los costales de alimento para los animales.- Me exalté, lo reconozco. Pero el saber que se expusieron así me puso los pelos de punta. No quisiera que nadie las dañara.

-Deberías confiar más en nosotras y en tu ciudad.

-Lo difícil de ser parte del gobierno de un condado es que por más cosas que hagas, las personas siempre estarán inconformes. Siempre tendrás oposición y muchas veces esa oposición puede ser violenta.

-Entiendo. Pero, ¿acaso tú no hacías locuras de joven?- Guillermo giró la cabeza hacia ella y por fin pudo conectar sus ojos con los de su padre. El hombre sonrió, ¡sonrió!

-Hice demasiadas locuras. Y tu madre estuvo en muchas de ellas.- Ella también sonrió.- Solo que ahora que soy padre… me aterra pensar que les suceda algo a mis hijos, a cualquiera de los cuatro.

-¿Por qué nunca me buscaste?- Preguntó al fin.- ¿Por qué no me quieres?

-¿Qué?- Su papá acomodó su cuerpo para estar totalmente frente a ella.- No digas eso. Yo te quiero. Siempre te he querido.- Guillermo la sujetó de las manos.

-Pero…

-He cometido muchos errores en mi vida. Mantenerte lejos fue uno de ellos. Hay muchas cosas que quisiera decirte. Sé que nuestra relación es difícil. Sé que hace rato dije cosas hirientes. Lo cierto es que me encanta que vivas aquí y que te lleves bien con todos, en especial con tus hermanos. Te prometo que cuando llegue el momento hablaremos del pasado, pero nunca pongas en duda mi amor por ti. Tú eres parte de mi y lo que viví con tu madre es algo que llevo conmigo siempre.

-¿De verdad la amabas?

-Sí. La amé de verdad. Pero en la vida hay que tomar decisiones duras y tanto tu mamá como yo, tomamos nuestra decisión.

-Quisiera saber más de lo que pasó.

-Y lo sabrás. A su momento.

-De acuerdo.- Se quedaron callados unos segundos, cada uno sumido en sus pensamientos.

 -Escuché que querías irte de aquí.- Dijo al fin Guillermo.

-Así es.

-Pero ya no lo harás, ¿verdad?

-No, ya no. Discúlpame también por lo que te grité en tu oficina. Fue irrespetuoso.

-Creo que los dos gritamos. ¿Te parece si olvidamos ese asunto?

-Me parece bien.- Guillermo volvió a sonreírle.- Ahora bien… Cristina. Créeme que lo que me dijiste hace mucho lo sé. Sé que le exijo demasiado, sé que la presiono y sé que aún es muy joven. Pero entiende que el cargo que un día ocupará amerita esa preparación. Pero intentaré no ser tan duro con ella.

-¿Lo prometes?

-Por supuesto. Gracias por preocuparte por tu hermana. Creo que ella también se preocupa por ti. Después de que te fuiste así, ella entró a mi oficina y por primera vez en su vida, me habló fuerte.

-¿En serio? Creo que de verdad soy una mala influencia para ella.

-Si...- Su papá cerró los ojos y los apretó fuerte un momento.- Perdón por decir eso.

-Ya no importa. ¿De verdad Cris discutió contigo?

-Si. Me dijo que tú eras parte de esta familia y que con lo que hacía solo te lastimaba. Y que lo solucionara o me retiraría la palabra por el resto de su vida.

-Que intensa.- Sonrió imaginando a su hermana defendiéndola.

-Yo no quiero lastimarte más de lo que ya lo he hecho toda tu vida. Al contrario, quiero sanar las heridas que tengas por mi culpa. Solo que… no sé como hacerlo. Soy un poco… bueno…. Soy capaz de solucionar problemas bélicos o económicos pero creo que soy incapaz de sanar mi relación con mi primogénita.- Admitió el conde con una mueca de culpabilidad.

-Yo tampoco he sido de mucha ayuda. No voy a mentirte, te he detestado toda mi vida.- Guillermo desvió la mirada y se quedó en silencio.

-Me lo merezco.- dijo al fin.

-Pero… también te he añorado.- Se sinceró aunque se sentía incómoda confesando eso. Su papá volvió a mirarla a los ojos.- Siempre he tenido sentimientos encontrados con respecto a ti. Había días en los que te odiaba y otros en los que estaba a nada de pedirle a mi mamá que te llamara y te pidiera que me recibieras.- el conde sonrió.- Yo… supongo que heredé tu incapacidad para resolver esto.- Bromeó y su papá rio.

-Sin duda, eso te lo pasé yo.

-No te prometo no volver a gritarte ni a enfadarme contigo, creo que mi temperamento saldrá a relucir de nuevo. Pero te prometo intentar llevar la fiesta en paz y trabajar para ya no tener días de odio hacia ti.

-Me parece bien. Ahora yo te prometo platicar más contigo y pasar más tiempo juntos. Creo que debemos conocernos. Empezar de cero. También seré más flexible con la cuestión de los permisos para salir, siempre y cuando una escolta las acompañe.

-Eso de la escolta me incomoda.

-Solo así estaré tranquilo.- Si no había más remedio…

-Está bien.

 

Después de hablar con su papá decidió tomar una ducha, así que se tomó todo el tiempo del mundo para llenar la tina. Se desnudó y buscó en el gabinete algunos aceites aromatizantes. Entrecerró los ojos para alcanzar a leer la letra pequeña… Tal vez debería ii al oftalmólogo a hacerse un chequeo visual. Terminó de preparar su baño y se metió al agua. Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás para relajarse. Pensó en muchas cosas, principalmente en que debía dejar de llenarse de resentimiento pensando en el pasado y lo que hubiera sido si sus padres nunca se hubieran separado. Debía enfocarse en lo que tenía en ese momento: una familia que estaba en proceso de conocer, nuevos amigos, su carrera. Tenía cosas buenas en su vida, y seguramente su madre querría que fuera feliz y no se la pasara discutiendo con su papa.

Ojalá pudiera hablarle de eso a Cristina. La chica le había hablado de sus temores y ella se sentía mal por no poder decirle quien era en realidad. Pero ya había empezado con esa mentira y no estaba segura de lo que pasaría si su hermana y el resto de su familia se enteraran de la verdad.

Luego de terminar de asearse decidió que era hora de hacer sus deberes, antes de bajar a cenar. Se puso a realizar una investigación sobre el estilo de composición durante el renacimiento y si la música actual aún tenía influencia de ese movimiento. Se la pasó leyendo artículos en su lap, con los audífonos puestos para escuchar algunas de las piezas de esa época.

-¡AH!- Dio un brinco cuando Cristina apareció de la nada detrás de ella. Su hermana estalló en risas.- ¡Me asustaste!

-Per… perdón.- La chica se abrazaba el abdomen para intentar controlar el ataque de risa que le dio. Esperó paciente varios segundos hasta que la azabache por fin se calmó.- Te traje la cena.

-¿La cena?- Miró su reloj.- Pero si estoy a tiempo para bajar… ¿o ya cenaron?

-No, todavía. Pero no sé. Tenía ganas de cenar aquí contigo. ¿O quieres bajar y dejarme sola en tu habitación?

-Claro que no, no seas boba. ¿Qué trajiste?- Observó la bandeja con varias cosas. Había una jarra con leche, varias piezas de pan blanco, jamón, queso fundido y nutella.- ¡Genial! Ven.- tomó la bandeja con cuidado y caminó al centro de la habitación, sentándose en el suelo, sobre la alfombra.

-¿Por qué en el suelo?- Cristina la miraba aún de pie junto a ella.

-Es divertido. ¿Nunca has comido en el suelo?

-Por supuesto que no.

-Siempre hay una primera vez para todo.- La chica se sentó con las piernas cruzadas y la miró preparando los emparedados.- No te prepararé tu comida, eh.

-¡Si, prepárala! Anda, no seas mala.

-Que no.

-¿Por qué no?

-Porque tienes manos.- Respondió aunque ya estaba sirviéndole un vaso de leche a Cris.- ¡Es sabor chocolate!

-Sé que te gusta, por eso traje de esa.

-Gracias.-  Le pasó un emparedado a su hermana.

-Creí que no me prepararías de comer.- bromeó la chica dando un mordisco.

-Solo por hoy.

-¿Aun no terminas tus deberes?

-Ya me falta poco. Le estoy dando forma a la redacción.

-Creí que solo copiabas y pegabas.

-Claro que no. Me gusta entregar trabajos bien hechos. No solo tú eres una matadita.

-¿Qué es eso?- Cris la veía con cara de no haber entendido ni madres.

-Cierto, olvidé que tú no hablas el dialecto del pueblo.- Bromeó.

-¡No seas pesada!- Su hermana le tiró a la cara un pedazo de pan.

-Matadita es…- se metió a la boca el proyectil de Cristina.- aplicarse en el colegio. Ya sabes. Ser demasiado responsable y estudiosa.

-Entonces si soy una matadita.- Admitió la chica.

-Por cierto, tengo tu invitación a la fiesta. Está en mi mochila. Ahorita te la doy.

-No es necesario,  mejor dime los datos.

-Pues será este sábado en la casa de Alberto. Irás, ¿verdad?

-Aún no lo sé. Depende del trabajo.

-¡Es fin de semana!

-¿Y eso qué?

-Vamos Cris, ¡relájate!

-Es que tengo que reunirme con unas personas en la mañana y no sé de que humor estaré luego.

-¿Algo grave?- preguntó mientras se ponía de pie y revisaba su mochila.

-No, grave no. Solo trabajo.

-¿Quieres que te ayude con algo?- Regreso a su lugar y le entregó la invitación a Cris y un paquete de galletas.

-¿De donde sacaste esto?

-Siempre tengo galletas en mi mochila.- Admitió con cara de gula.

Así que siguieron comiendo y platicando por un buen rato. Después de quedar satisfechas, ella volvió a sus deberes y Cristina se acostó en su cama a leer uno de sus libros. Leyó dos veces su investigación cuando creyó que estaba lista para imprimir, revisando si estaba correctamente escrita y si cubría las peticiones de su profesor. Imprimió su tarea y la metió a su mochila para no olvidarla.  Su hermana se había mantenido en silencio todo ese tiempo y se fijó que ya había avanzado en su lectura. Pasaba las hojas con el ceño fruncido, concentrada en lo que leía y sin ponerle la mínima atención a ella, aunque ya se había recostado a su lado.

Estuvo mirando el  techo unos minutos hasta que la azabache empezó a darle pataditas a sus pantorrillas.

-Hey, ¿te gustó?

-Es interesante.- Dijo la chica sin apartar los ojos de la página.- ¿Me lo puedo llevar a mi habitación para terminarlo después?

-Claro. Puedes tomar mis libros cuando quieras.

-Gracias, lo cuidaré mucho.-Su hermana cerró el libro, manteniendo un dedo en el interior para no perder el hoja en la que se había quedado.

-Te ayudaré con eso.- Se estiró para buscar en el cajón de su buró un separador de esos que traían imán. Tomó el libro de las manos de Cris y atrapó la hoja entre los imanes.-Listo, Cristi.

-Que no me llames así.- La chica le pellizcó la pierna aprovechando que traía short y tenía la piel expuesta.

-¡Auch!- Se sobó con energía, mirando la marca roja que le había dejado.

-Ale….-Volvió los ojos a su hermana.- quiero preguntarte algo.

-Te escucho.- Cristina pensó un par de segundos antes de abrir la boca.

-Muy pocas personas le han hablado a mi papá del modo en que tú lo hiciste hoy… Es solo que… no sé…. Me pareció extraño que discutieran de ese modo.

-Yo…estaba enojada y supongo que él también.

-Si pero… le hablas con mucha familiaridad a pesar de que lo conoces de hace poco.

-A ti también te hablo así.- No quería que su hermana siguiera pensando en eso.

-Es verdad.- La chica se acomodó el cabello azabache detrás de su oreja antes de hablar de nuevo.- Él es el hombre más poderoso de este condado y de los alrededores… nunca había escuchado que alguien lo mandara… bueno…- Cristi era incapaz de decir una palabrota.

-¿A la mierda?- Su hermana se sonrojó y eso le hizo gracia. Se veía aún más bonita, así sonrojada.- Ya te dije. Estaba furiosa.

-¿Por qué? ¿Todo eso fue por mi?- Se mordió el labio inferior pensando qué decirle a su hermana. No quería mentirle pero tampoco podía decirle la verdad.

-Mi padre.- dijo al fin.- Yo… siempre le he guardado rencor. Un rencor tremendo, tanto que por un tiempo creí que lo odiaba en verdad.

-Pero, ¿por qué? ¿Que tiene que ver eso con lo que pasó hoy?- Su hermana se acomodó en el colchón,  sentándose junto a ella, hombro con hombro.

-Supongo que debido a la mala experiencia con mi padre pues… transferí eso al tuyo. Cuando lo veo a él...- tragó en seco.- no puedo evitar ver al hombre que me abandonó.- Terminó con la voz apenas audible.

-Entonces, ¿eso es verdad? ¿Mi tío te abandonó?

-Es complicado.

-Ahora tú usas esa frase.

-Cris…- suspiró con algo de desesperación.- me agradas en serio, pero no me gusta hablar de eso. Prefiero no seguir con el tema.

-Tranquila, ¿sí?- La chica le tomó la mano y le sonrió.- Solo puedo decirte que los malos sentimientos son autodestructivos. Lamento que mi tío se haya portado así contigo pero puedes confiar en mi. Si un día quieres hablar de eso, aquí estaré.

-Gracias, Cristi.

-¡Ay!- La azabache cambió la expresión comprensiva que tenía por una de enfado, intentando levantarse de la cama para marcharse. Soltó una carcajada por el comportamiento de la chica.

-¡No te vayas! ¡No me dejes!- Gritó melodramáticamente colgándose de la cintura de su hermana.

-Tu deja de llamarme así.- Cris giró la cara en un gesto de indignación.

-¿Y como te llamo? ¿Princesita?

-¡Ale! ¡Que mala eres!- La azabache forcejeó.

-¡No!

-¡Suéltame!

-¡Que no!

-¡Siii!

Cris tomó una almohada y la estrelló en su cabeza una y otra vez. Soltó el agarre que tenía sobre la azabache y se echó para atrás para evitar más almohadazos ¡Pero eso no se quedaría así!

Tomó dos almohadas y se salió de la cama. Era divertido jugar así con Cristina. Notaba que su hermana estaba disfrutando aquello, tal vez hasta era lo más relajante que había hecho en días.

Después de que se les escapó casi todo el aliento por tanto salto y golpe, se detuvieron. Su habitación había quedado desordenada y había plumas por todas partes.

-Espero que Bernardo no nos acuse.- Comentó pateando algunas plumas debajo de la alfombra.

 

 

Era viernes por la tarde y ella estaba feliz pues Valeria había pasado al palacio a visitarla. Se sentó con ella en una de las mesas del jardín mientras dos muchachas del servicio les llevaban jugo y bocadillos.

-¿Segura que está bien que me quede?- Preguntó la chica mostrando la blancura impecable de sus dientes.

-Segura. No puedo estar en mejor compañía.

-¿Crees?

-Así es.- Miró como la pelirroja le servía jugo mientras la brisa balanceaba su cabello.

-Ale… lo que pasó el otro día… - imaginó a lo que se refería.- no quiero que pienses que soy una chica fácil.

-No pienso eso.- aclaró enseguida.

-Te lo agradezco. Es que en verdad me pareces muy sexy.

-Tú también me pareces sexy. Eres la chica más sexy de este lugar.- Valeria parecía complacida por sus halagos.- Tampoco me gustaría que pensaras que te tomo a la ligera.- Dio un sorbo a su jugo.

-Mañana no me separaré de ti en la fiesta. No quiero que ninguna otra chica quiera robarme tu atención.

-Eso sería imposible.- Valeria le tomó una mano.

-Eres muy gentil. Ojalá hubieras venido de visita antes, así nos hubiéramos conocido.

-Pero nos conocemos ahora.- La chica sonrió, tomó una galleta y la untó en uno de los dips, ofreciéndosela luego en la boca.

Sentía que estaba alborotándose ya. Ese escote no ocultaba mucho y la ropa ceñida dejaba ver la cintura estrecha de su amiga. No le importaba mucho que su acompañante se diera cuenta de cuanto le gustaba.

-¿Hace mucho que estás soltera?- le preguntó Vale. Intentó recordar.

-Casi un año.

-¿Fue una relación larga?

-No. Fue de algunos meses nada más. Tenía muchas cosas en la cabeza como para enfocarme en una relación con alguien, así que decidí terminarla.

-¿Qué tipo de cosas tenías en tu cabeza?- Los ojos de Valeria brillaron con suspicacia.

-Pues…- la carrera, sus problemas económicos, la depresión por la muerte de su mamá, su trabajo, el poco tiempo que dormía…- mayormente la carrera.

-¿Problemas en tu carrera? He escuchado que eres una especie de genio. Muchas personas hablan de ti en la escuela ¡Eres súper popular!- Dijo la chica con visible emoción.

-No me interesa ser popular.

-No puedes evitarlo. Eres una San Román después de todo. De hecho eres la más parecida al conde. Más que sus propios hijos.- La pelirroja soltó una carcajada, muy divertida por su comentario.

-No, no lo creo.- Replicó nerviosa.- Ellos también se parecen mucho a él.

-Tal vez Memo. Sí… aunque él es prácticamente tu clon. Sofi tiene los rasgos característicos aunque las facciones de su madre, que también es una mujer hermosa. Y Cristina no heredó el cabello castaño ni los ojos verdes pero sí se parece a tu tío en algunas facciones y ni se diga de su comportamiento, es idéntica a él. Así que simplificando, si los pusieran a los cuatro en una fila, yo apostaría todo mi dinero a que tú eres la hija y ellos los sobrinos.- Soltó una carcajada intentando disimular sus nervios.

-Bueno, a veces eso pasa, ¿sabes? La genética es caprichosa.- Comentó como si nada.- Aunque te recuerdo que mi papá también parecía un clon del conde.- aseguró refiriéndose al parecido que todos le aseguraban que  tenían Guillermo y Antonio.

-Si, eso es verdad. No vi muchas veces a tu papá pero sin duda era muy parecido a tu tío. ¿Pasabas tiempo con él?

-Si. Algo. Cuando se cansaba de viajar por el mundo pasaba unos días conmigo.- Mintió. Tenía que establecer de una vez por todas, la ilusión de que era hija de quien se suponía. Si Valeria se daba cuenta de su parecido con Guillermo y había comentado todo lo anterior, seguramente los demás también podían intentar atar cabos.- Él era muy divertido. No pasábamos mucho tiempo juntos, pero lo disfrutábamos al máximo.

-¿Y donde se casaron?

-¿Quiénes?- Ya no quería seguir hablando de eso.

-¡Tus papás, tontita!

-En…- tomó otro sorbo de jugo. Ya sentía reseca su boca.- la capital.

-¿Y ahí naciste?

-Ajá.- ¿Qué rayos decían los papeles que Sebastián y su papá le entregaron apenas llegó a esa casa?- ¿Quieres nadar?- Se apresuró a decir. La pelirroja miró su reloj.

-No, gracias. No tengo tiempo. Debo ir a recoger a mi madre al salón de belleza. Tiene una videollamada con mi padrastro y quiere lucir linda para él.

-¿Donde anda tu padrastro?

-En Europa. Debe llegar en algunos días más, o al menos eso le dijo a mi mamá. ¿En verdad no lo conoces? ¡Es tu tío!

-Pues… tío tío, no. Es un parentesco algo lejano, ¿no?

-Ppffffff.- La chica estalló en carcajadas.- Que Tomás nunca te escuche decir eso.- Valeria casi casi derramaba lágrimas por tanta risa.- Se llena la boca diciendo que es un San Román, aunque obviamente no lleva el apellido.

-¿Y por qué se llena la boca?

-Ale, cariño…- Valeria la miró entre enternecida e incrédula.- por el estatus. Es verdad que Tomás es rico e influyente pero lo que más peso tiene para él es su parentesco con ustedes.

-Hablas de él como si no te agradara.- La chica hizo una mueca, aunque no le quedó claro si era de afirmación o negación.

-Digamos que lo tolero. Al fin y al cabo es esposo de mi mamá. Cuando está en la ciudad casi ni lo veo, siempre anda fuera de casa, así que no representa un problema. Además su chequera me agrada.- Admitió Valeria con expresión de niña traviesa.

-Con Alberto te llevas bien, ¿no?

-Sí. Desde mucho antes de que nuestros padres se casaran. ¿Te agrada?

-Aún tengo que conocerlo mejor.- No iba a decirle que Alberto estaba en su grupo de “personas en baja estima”.

-Pues deberías ser su amiga, después de todo es muy probable que termine siendo tu primo político y viviendo en este palacio.- Dijo feliz la chica. Ella frunció el ceño pues la idea no le agradaba para nada.- ¡¿Te imaginas la boda?! ¡Seguro tirarán la casa por la ventana!- Apretó con fuerza el vaso y miró un punto fijo en la mesa.- Habrán cientos de invitados, champagne, vestidos hermosos, lo más alto de la sociedad asistirá sin duda.

-Si… eh, Valeria, ¿segura que no quieres nadar?- ¡¿Podía dejar de hablar de eso?!

-No, ya te dije.- El teléfono de su amiga empezó a sonar.- Es mamá.

-Adelante.- Se puso de pie cuando la chica se levantó de la mesa y caminó unos pasos lejos de ella para hablar con su madre. Después de unos segundos, la pelirroja volvió.

-Ya está lista. Tengo que ir por ella.

-¿Quieres que te acompañe?- Empezaron a caminar hasta la parte frontal del palacio, pues ahí estaba el auto de la joven.

-Me encantaría pero solo pasaré por ella para ir a casa. Tengo que… hacer la tarea.- dijo Valeria con cara de fastidio.- Solo así mi mamá estuvo de acuerdo en dejar que Alberto hiciera la fiesta en mi casa.

-¿Por qué en tu casa y no en la de él?

-Bueno, la casa es de Tomás y es más grande  que la casa donde Alberto y su madre viven.

-Vaya.

-Me fascinó platicar contigo. Mañana tendremos más tiempo para estar juntas.

-Claro.- La pelirroja la abrazó y le dio un beso rosándole la comisura de sus labios.

Observó a la chica subirse a su coche y alejarse de ella a toda velocidad. Moría de ganas por que ya fuera sábado por la noche. Seguramente la pelirroja usaría algo súper sexy. Aun estaba de pie ahí cuando su profesor de esgrima llegó. Había olvidado por completo que tenía clase. Suspiró y se encaminó al gimnasio para ponerse la ropa de práctica.

 

-Rayos.- Estaba tirada en el suelo del gimnasio. Su profesor se había ido ya pero ella había preferido quedarse un rato ahí, aún con el traje de esgrima puesto, con el sable y la careta a un lado de ella, en el suelo. Aún no le hallaba el gusto a todo aquello. Se sentía estúpida cada vez que practicaba.

-¿Todo bien?- Se exaltó al escuchar una voz. Se sentó y vio a Sofía caminar hasta ella. ¿Por qué tenía también un traje de esgrima?

-Si, yo… ¿Qué haces vestida así?

-Vine a practicar un rato. 

-¿Sabes de esto?- Se incorporó.

-Hace muchos años fui campeona nacional. Verás, Guillermo se relaja con la equitación y yo con esto. ¿Me ayudas a practicar?

-No sé si sea de mucha ayuda. Apenas estoy con los golpes directos.

-Seguramente eres mejor de lo que dices.- Le concedió la mujer de manera gentil.

-Espero no decepcionarte.- Imitando a Sofía, se colocó la careta y sujetó con firmeza su  sable.

-¡En guardia!- Tomó su posición e intentó interceptar el golpe de Sofía, pero el sable de la mujer se coló en su espacio y le golpeo el pecho.

-Párate con seguridad, mantén tu distancia utilizando las piernas.- le aconsejó. Sofía le envió otro golpe pero esta vez logró interponer su arma, parando el ataque.- ¡Bien! Lee mis movimientos.- Se concentró lo más que pudo, intentando tomarle el ritmo a su oponente. – Ahora párame y responde.- Su madrastra volvió a atacar y ella detuvo el ataque, para inmediatamente después hacerse hacia adelante, con la punta del sable golpeando el pecho de Sofía.- ¡Perfecto! Mantente erguida.

Estuvieron practicando cerca de una hora. Se sentía más cómoda con las explicaciones de Sofía, que con las de su profesor. Y hasta le parecía divertido todo aquello.

-¿Qué hacen?- Giró el rostro al reconocer de inmediato la voz de Cristina.

-Practicamos movimientos de defensa.- Respondió la mujer, quitándose la careta y los guantes.

-¿Y que tal lo hace Alejandra?- Preguntó Cristina a su madre.

-Muy bien. Creo que será una buena contendiente.

-No se si eso lo dices en serio.- Comentó al ver la sonrisa de Cristina por el comentario de Sofía.

-Totalmente en serio. Los Castilnovo llevan generaciones practicando este deporte. Creo que no serás la excepción.

-Prefiero la música.

-Se puede tener más de un amor en la vida. Mírame a mí. Tengo muchos.- Dijo Sofía acariciando la mejilla de Cristina.

-Por cierto mamá, tu amor más pequeño acaba de llegar de su clase de ballet y ya está como torbellino preguntando por ti.

-Iré enseguida. Alejandra…

-¿Sí?

-Excelente práctica.

-Gracias.- Devolvió la sonrisa a su madrastra. La mujer se marchó y su hermana se acercó a ella.

-Así que después de todo si eres una deportista, eh.- La azabache le quitó el sable de las manos y presionó la punta en su pecho.

-¿Quieres matarme o que?

-Si te mato mi vida sería muy aburrida.

-Al menos lo admites. ¿Qué tal el trabajo?- Seguía de pie esperando a que Cris dejara de intentar atravesarla.

-Igual que siempre. Mi papá quería que lo acompañara a Inglaterra pero al parecer ya no se realizará el viaje.

-¿Y es por qué?

-Irá a la capital. El rey ha convocado a todas las casas nobles a una reunión con él.

-¿Y eso es grave?- La chica dejó de picarle el pecho y empezó a cortar el aire.

-No creo. Suele hacerlo casi siempre. Discuten asuntos políticos. Ya sabes.

-¿Y un día tu harás eso?

-Seguramente.

-Que flojera.

-Cállate o te llevaré conmigo.

 

 

 

Ya por fin era sábado por la noche. Toda la mañana se la pasó realizando sus deberes para poder disfrutar del resto del fin de semana. Estaba casi lista para bajar. Se miró al espejo y se sintió satisfecha del resultado.

Iba bajando cuando se le ocurrió que Cristina tal vez todavía estaría en su habitación, así que llamó a la puerta y entró, una vez que su hermana le autorizó el paso.

-¿Lis…ta?- Parpadeó  varias veces.

-Sí,- decía la chica con el teléfono pegado a su oreja derecha mientras se ponía labial con la otra mano.- ya casi vamos para allá, ¿Quién más irá? ¡Perfecto! Las veo ahí.- La azabache cortó la llamada y la miró por el reflejo de su gran espejo.- ¿Que pasa?

-No, nada… solo… es que te ves hermosa.- Y era verdad. Cris tenía unos pantalones azules ceñidos, un abrigo rojo y zapatillas negras, con el cabello azabache suelto y brillante.

-Gracias. Tú te ves muy guapa también.- Su hermana giró y la miró de pies a cabeza.- Me encanta tu estilo, te me haces una chica mala.

- ¿Mi estilo tomboy?- Ella iba de pantalones, camisa y chamarra negra. - ¿Crees que está bien para una fiesta de ustedes?

-¿”Nosotros”? Pues, ¿Qué somos? ¿Alienígenas?

-Casi.- Salieron de la habitación de la chica.

-Es solo una fiesta, con música, alcohol y cigarrillos.

-¿Sueles ir a fiestas?

-No. Pero como será en tu honor pensé que sería descortés no asistir.- Dijo su hermana con tono juguetón.

-¿Ya es hora?- Su papá estaba saliendo de su despacho y las vio. Iba vestido con el traje de la oficina a excepción de la corbata y el saco. Se le veía cansado.

-Si, ya nos vamos.- Dijo Cristina sujetándola del brazo.

-Bueno, tengan mucho cuidado y lleguen temprano por favor.

-¿Temprano…?- Hizo un gesto para pedir la hora exacta. El conde las miró un momento, negó la cabeza con resignación y hablo.

-A las 2.30 am.

-Sí, papá. No te preocupes.- La azabache se adelantó y besó la mejilla de Guillermo.

-Gracias.- dijo con una media sonrisa, pasando junto a su padre.

Cuando salieron su auto ya estaba en la puerta y una camioneta negra con dos agentes estaba detrás de él.

-No pongas esa cara.- Le dijo su hermana por su expresión de molestia.

-¿Es necesario llevar a los hombres de negro?

-Es el protocolo de seguridad.

-Si no hay más remedio…- subieron al auto.

-Que bueno que no elegí un vestido, se me hubieran helado las piernas.

-Si, hace frío. ¿Irán tus amigas?- Se colocó el cinturón de seguridad e inició la marcha.

-Si, Claudia, Isis y Lucelly. Hace mucho que no salía con ellas.

-Es bueno que te diviertas.                             

-¿O qué? ¿Seré una amargada?

-Serás más amargada de lo que ya eres.

-Ale…- Miró a su hermana para que notara que le ponía atención.- Nada.- La chica volteó hacia el cristal.

-¿Qué pasa?- Ya estaban en la entrada de la propiedad. Ahí detuvo el auto un momento.

-Solo… Mantente cerca de mi, ¿quieres?

-Claro, pero… ¿pasa algo?

-Ya te darás cuenta.

-Dime que es.- Insistió.

-Casi no voy a fiestas porque todos me rodean y no me dejan en paz. Sobre todo los chicos. Y ahora que Alberto estará ahí… seguro querrá que esté a su lado toda la noche y yo quiero pasarla bien con mis amigas.

-Entiendo. Te quitaré a ese tipo de encima.- Cristina sonrió.

-Solo no seas muy drástica, ¿de acuerdo? Serías capaz de amarrarlo en el sótano o de incendiarle la casa.

-Que bien me conoces.

Hundió su pie en el acelerador y se encaminaron a la fiesta. Solo esperaba que la noche estuviera tranquila.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

!Travesura realizada!


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