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De Aristocracia y Otras Estupideces. (New Version) por Menz

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Notas del capitulo:

!Accio cap. 7!

Capítulo VII

Empieza la Putería.

 

La casa de Valeria en verdad era enorme.

-Vaya… se… se parece al palacio.- comentó mientras avanzaba por la entrada. La mansión abarcaba la parte derecha de la propiedad, lo demás estaba cubierto por césped muy verde y a la izquierda la alberca.

-Es el pequeño palacio de Tomás.- susurró Cristina como si decir aquello fuera algo gracioso pero prohibido.- Creo que es para sanar sus complejos.

-Sin duda.- Eso le hizo reír. No conocía a Tomás pero ya había escuchado varias cosas de él y sospechaba que no le sería muy agradable tratarlo.

Aparcó el coche en donde el mozo le indicó y caminó junto a Cristina por el camino empedrado hasta la zona de la alberca, donde la música sonaba fuerte y las luces robóticas deslumbraban.

-¡Ahí están mis primas!- Alberto caminaba hacia ellas contoneándose como estrella de cine. El chico vestía un traje gris sin corbata. Depositó un beso en la mejilla de Cris y le dio un abrazo efusivo a ella.- Adelante, esta fiesta es en tu honor.- Le comentó mientras hacia un ademán para que admirara todo el lugar. Hizo una mueca intentando que se viera como una sonrisa. Alberto ofreció el brazo a su hermana con galantería, pero la chica hizo como que no se había dado cuenta y se colgó del brazo de ella.

-Que disimulada, eh.- Se burló de su hermanita.

-Cállate.

Caminaron junto al anfitrión, seguidas de los Men in Black, que miraban por todas partas, como buscando posibles situaciones de peligro para ellas.

--¡Bienvenidas!- Valeria hizo su aparición en cuanto llegaron a la zona donde estaban ya algunos invitados. La pelirroja lucía espectacular con un vestido rojo que no le llegaba ni a la rodilla y también dejaba desnudos sus hombros. Su cabello suelto enmarcaba su perfecta sonrisa y su mirada azul.

-Estás hermosa.- Dijo cuando su amiga la abrazo y le beso la mejilla.

-Muchas gracias. Tú te ves espectacular, como una estrella de rock. Y tú, Cristina, eres la chica más bella que conozco. – dijo gentil la pelirroja.

-No tanto como tu.- concedió la azabache.

-¿Gustan algo de beber?- Valeria le hizo una señal a un mesero para que se acercara con la charola de bebidas. Cristina tomó un coctel y ella buscó uno sin alcohol pues le tocaba conducir.- No seas aguafiestas, bebe un trago.

-Es mejor que no.

-Solo uno, si te emborrachas tus guardaespaldas te cargarán a casa.- Insistió Alberto.

-Después de este.- dijo señalando su bebida.

Y así comenzó la noche.

Valeria y Alberto le presentaban a una persona tras otra, ¿Cómo querían que se aprendiera todos esos nombres? Cristina se había reunido ya con sus amigas y estaban a unos metros de ella. Su hermana se veía muy animada, tal vez era una de las pocas veces en su vida que se la estaba pesando realmente bien. 

-Deberíamos ir al casino, dicen que la casa siempre gana pero ser el hijo del dueño tiene sus ventajas.- le dijo Jorge.

-No me agradan mucho los casinos.- dijo casi gritando pues la música impedía hablar con el volumen normal.

-¿No? ¿Y que haces para divertirte?

-Leer.

-¿Leer? ¿Alguien puede divertirse leyendo?- Exclamó el chico de manera despectiva y varios en la bolita soltaron carcajadas.

-Obviamente las personas cultas si.- intervino Valeria.- Los neandertales como tú ni saben leer.

-Uuuuhh.                                                                                    

-¡Perdedor!-  Los amigos de Valeria empezaron con la bulla.

Ella también reía de la cara de Jorge y de las burlas de los demás. Entonces vio a Alberto separarse del grupo y caminar hasta Cristina. A su hermana la tenían rodeado varias personas y lo que más le llamaba la atención es que varios chicos se habían acercado a ella para ofrecerle una copa o hacerle plática. Negó con la cabeza cuando Alberto se interpuso entre Cris y Darío, un chico bastante agradable y atractivo que le habían presentado anteriormente en la universidad. Enseguida notó como todos se quedaban serios seguramente por algún comentario de Alberto, que había pasado un brazo sobre los hombros de Cristina en un ademán posesivo. Entonces se acercó ella también.

-¡Hey! ¿Por qué la fiesta está tan aburrida aquí?- Preguntó animada, metiéndose entre el grupito bailando.- Vamos Cris, no seas tan seria.- Como si nada, jaló a su hermana para hacerla bailar. Ni dos segundos después todos ahí estaban bailando y brincando.

-Muy hábil, eh.- Le susurró Cristina mientras bailaba frente a ella.

-Supuse que no querías que se interpusiera entre Darío y tú.- Su hermana rio.- ¿Te gusta?- Tomó la mano de la chica y la hizo girar.

-¿Darío?

-¡No! Voldemort...

-¡Que pesada eres!- Se quejó Cris.- Me parece un chico agradable y educado. Me es fácil hablar con él.

-Eso significa que si te gusta, ¿no?

-Me gusta la forma en que se comporta, tal vez si lo trato más me guste de manera romántica. ¿Te agrada?

-Sí, se me hace buen chico.

-¡Traigo más alcohol!- Valeria hizo acto de presencia trayendo una charola llena de tragos. Nadia y Enrique también andaban repartiendo bebidas entre los que estaban ahí bailando. La pelirroja se acercó a ella y empezó a bailar de manera sexy. La miró de pies a cabeza, dejando que esa imagen la cautivara. Era tan tentadora esa chica y sabía que podría pasar de todo con ella.

Cada minuto llegaba más gente. ¿Cuántas personas estarían invitadas a eso? Ella no era una amargada, le gustaba divertirse, salir, pasear… pero hacia muchísimo tiempo que no iba a una fiesta así. Se sentía bien ahí bailando con esas personas, tal vez no con todas pero intentaba disfrutar aquello.

Valeria se le pegaba a momentos y podía sentir su cuerpo cálido restregándose al suyo. Pero la pelirroja se hacía del rogar, cada vez que ella intentaba alcanzar sus labios la chica se alejaba. Era como jugar al gato y al ratón. Tal vez más tarde podría escaparse un rato para estar a solas con Vale.

-Alejandra, ven por favor.- Alberto llamó su atención. Estaba parado con un grupo de chicas.

-Son las Mafud. Vamos para que las conozcas.- Valeria la jaló de la mano. Su hermana hizo una señal de “vete a sufrir, yo me quedo bailando aquí” y siguió bailando y riendo con sus amigas.

Y de nuevo se encontraba ahí saludando a gente nueva, dando apretones de mano, besos y repartiendo sonrisas a todos. ¿Por qué no simplemente podía ser una invitada más? No creía que Alberto hiciera todo eso para ella, más bien era un pretexto para meter a Cristina a su casa… un momento… ¿era demasiado malicioso pensar que tal vez ese chico tuviera alguna intención deshonesta esa noche? Lo observó un momento intentando medir su capacidad de intentar propasarse con su hermana. Nah. Todos decían que meterse con un San Román era cosa de locos, no creía que Alberto fuera tan idiota como para meterse a la boca del lobo, ¿o sí? Giró la cabeza hacia Cristina y vio como la chica tomaba otro vaso de la charola que un mesero le ofrecía. No estaba segura si lo que tomaba su hermana tenía alcohol o no. Pero  pensó que debería estar más pendiente de ella esa noche. Ni siquiera tener a Rambo y a Terminaitor cerca la tenían tranquila.

 

-¡Fiorella! Al fin llegas.- Alberto saludó feliz a una mujer de no más de 25 años que tenía pinta de modelo.

-Las princesas nunca llegamos a tiempo.- Respondió la recién llegada dando un beso en cada mejilla de Alberto.- ¡Querida! ¡Que guapa eres!- Exclamó la tipa saludando emocionada a Valeria. La pelirroja reaccionó de igual manera.

-Y tú estás bellísima.

-Quiero presentarte a la invitada de honor de esta noche. Alejandra San Román.- Sonrió mientras sentía los labios fríos de Fiorella estampando besos en sus mejillas.

-Un placer.

-He escuchado sobre ti. Eres la hija de Antonio, ¿no?- Que sí dicen.

-Sí, así es.- Respondió segura.

-Sin duda…- La mujer la miró detenidamente.- eres de esa familia. Tu físico te delata.

-Sí, ya me han dicho eso muchas veces.

-Pues yo seré la encargada de cubrir el evento.- Dijo Fiorella feliz de la vida.

-¿Cubrir?- ¿A que se refería con eso?

-Fiorella trabaja para la revista “Royalty”.- Intervino Alberto.- Será la encargada de  publicar las fotos de la fiesta.

-¿Saldremos en una revista?- ¡Pero qué chingados!

-Por supuesto querida. Eres la portada de la revista del mes. ¡Gustavo!- Dio un respingo cuando la mujer gritó así. Un hombre barbudo apareció detrás de Fiorella con una cámara. La reportera tronó los dedos y el fotógrafo empezó a disparar el flash a discreción. Apretó los ojos cuando esa luz impactó con ellos y la dejó ciega por unos segundos.

-Una conmigo.- Valeria se colgó de su brazo y sonrió para que le sacaran la foto. Luego Alberto posó también. Se sentía como un animal de circo.

-¡Perfecto!- Los ojos de Fiorella brillaron cuando vio a Cristina a varios metros de distancia.- Dos San Román. Este mes venderemos muchas revistas. Vamos.- Ahora fue la reportera la que la jaló y la condujo hasta donde estaba la azabache, quien enseguida hizo una mueca de disgusto cuando las vio.- Vizcondesa, un placer verla esta noche. Vengo a realizar el reportaje de la fiesta.

-No sabía que habías vendido la fiesta.- Le dijo Cristina a Alberto.

-No la vendí, es solo una colaboración con Fiorella.- Respondió Alberto con cara de inocente aunque ella no le creyó. Hacer una fiesta para vender las fotos era más creíble que ese asunto de que todo aquello era en su honor… Eso o Fiorella se andaba acostando con Alberto a cambio de ese tipo de favores. Había notado una actitud sospechosa entre ambos. Miró al chico y luego a la reportera, buscando algún indicio.- Posemos todos juntos.

Dos segundos después se encontraban parados los cuatro frente a la cámara mientras Gustavo sacaba todas las capturas posibles. Su hermana se tenía abrazado a ella e ignoraba a Alberto, pues el chico había intentado rodearla con el brazo. Fiorella tomaba apuntes en una pequeña libreta y jalaba a las personas para que fueran posando junto a ella y a Cris.

-Sácame de aquí.- Suplicó a su hermana, apenas moviendo los labios. La azabache la tomó de la mano y cuando Fiorella se volteó para decirle algo a unas chicas, la jaló y caminó lo más rápido que pudo hasta el interior de la casa.- ¿A dónde vamos?- Quiso saber cuando empezó a subir las escaleras.

-A un lugar tranquilo.

-¿Conoces bien esta casa?

-Lo suficiente como para escondernos un rato.- Escuchó pasos detrás de ellas y al mirar se fijó en que sus guardias las seguían, ¿Qué nunca podrían escapar de esos hombres? Casi corriendo llegaron hasta una puerta y se metieron tras ella.  Entraron a una habitación bastante elegante.- Creo que aquí podremos respirar un poco.- Su hermana se sentó en la cama y ella la imitó.

-¿De quien es esta habitación?

-Es de invitados.

-¿Cómo sabes?- La azabache sonrió de manera pícara.

-¿Recuerdas que te dije que este era el palacio de Tomás?-Asintió para animar a su hermana a que continuara hablando.- Te dije eso porque es una copia de nuestro palacio, solo que al revés y dos veces más pequeño.

-Una copia…- Pensó un momento.- Me parece diferente.

-La fachada sí, pero la disposición de la casa es igual. Abajo la sala de estar, tres salones, el comedor, la cocina, el despacho, la biblioteca, la sala de cine. En la parte superior en el ala este van las habitaciones principales y en el ala oeste las habitaciones para visitas. Lo único que no tienen es el tercer piso.- Terminó la chica visiblemente divertida.

-Vaya, es verdad.- Dijo después de pensar un poco.- Tomás tiene fuertes complejos.

-Lo malo de esto es que tendremos que ocultarnos de Fiorella.- Dijo su hermana usando una voz chistosa cuando mencionó el nombre de la reportera.- La detesto.

-¿Porqué?

-Porque ha basado su carrera en buscar chismes y alentar rumores que luego publica en su revista o en cualquier tabloide amarillista que le compre la nota. Tiene una cuatrilla de paparazzis a su servicio y se la pasan acosándonos siempre. Son bastante molestos en realidad.

-Hey, calma.- Colocó una mano sobre la de la chica.- Mira el lado amable, estás aquí encerrada conmigo un rato.

-Uf, no sabes cuánto alivio me da eso.- Bromeó Cris.

-Que mala eres eh.

-Admito que me gusta estar aquí contigo. Ya me empezaban a doler los pies de tanto bailar.

-Sí bailas bien, por cierto.

-Me defiendo pero… recuerda que prometiste enseñarme a bailar vals.

-No lo he olvidado. Tendrás a la mejor maestra.- Presumió con un gesto arrogante.

-Eso tendré que comprobarlo, mientras tanto no meteré las manos al fuego por ti.

-Por cierto, - Se acomodó  mejor sobre el colchón.- ¿estás ingiriendo alcohol?

-Solo me tomé un whisky y lo demás era soda, ¿por qué?

-Solo te cuido.

-Te pareces a mi papa.- Soltó Cristina.

-¿Por qué dices eso?

-En tu actitud. Cuando está conmigo en eventos nunca me deja beber ni una copa. Soy la única persona que en los brindis, lo hace con soda sabor limón.- Eso la hizo reír.

-Solo nos preocupamos por ti y sospecho que tu papá siempre te verá como su niñita buena.

-¡Ay no!- Cristina se tiró dramáticamente sobre el colchón.- ¡Odio que me siga viendo como una niña!

-¿Y que es lo que eres? ¿Un alien?

-Obvio no, tonta.- Su hermana se reincorporó y la miró con asombro.- Espera… ¿tú también me miras como una niña?

-Pues…- Observó bien a Cristina. Claro que era una niña… Su rostro, su cabello, sus caderas con curvas, su busto… esperen, eso no era de niña. Hizo una mueca de confusión.

-Ya soy una mujer, Alejandra.- Dijo firme su hermana.

-Pues si… pero no. ¡O sea sí! Pero… es… raro…- Estaba pensando bien todo aquello. Cristina tenía el ceño fruncido.- Ok ya no eres una niña pero no esperes que tu papá lo acepte de la noche a la mañana, eh.

-Ash, si ya se. Al menos tú trátame como a una mujer y no como a una niña.

-De acuerdo.- Se puso de pie.- Espera aquí. No tardo.

-Pero, ¿A dónde vas?

 -Confía en mi.- Salió de la habitación, pasó a un lado de sus guardias que estaban de pie junto a las escaleras y entró al despacho. ¡Si! Tomó lo que buscaba y volvió a subir. Dejó de nuevo que la fiesta continuara sin ellas y se metió a su escondite.

-¿Qué…? Pffff ¡¿Es en serio?!- Cristina se partía de risa.

-¿Tan malo es tomar un trago con tu prima favorita?- Vertió el líquido en dos vasos, ante la mirada divertida de su hermana. – Ten. Hagamos un brindis.- Elevó un poco su vaso, cosa que imitó Cris.

-¿Por qué?

-Por Cristina, la mujer más bella, fuerte e inteligente que conozco.- La azabache hizo chocar sus vasos y se bebió el contenido.

-Esto está… fuerte.- Su hermana empezó a toser. Y ella también.

-Creo que con eso es suficiente.- Sentía su garganta ardiendo. ¡¿Qué rayos era eso?!

Boom.

-¿Qué…?

-Shht.- Agudizó el oído. Escuchaba pasos y risitas.- Ven.- Jaló a Cristina y corrieron hacia una puerta que resultó ser un closet. Dos personas entraron al cuarto unos segundos después de que ellas se encerraran.

-Son…- Cristina se tapó la boca para que su risa no se escuchara. Nadia y Enrique se besaban salvajemente.

-No puedo creer esto…- Miraba a los dos chicos jaloneándose la ropa y los cabellos, en una batalla por desnudarse uno al otro. Normalmente ese par se la pasaba discutiendo y según ella se detestaban tanto que era ilógico que en verdad estuviera pasando lo que sus ojos veían.

-Ale, debemos salir de aquí.- Susurró Cristina.- Van a hacerlo y no quiero ver eso.

-Esto es demasiado pornográfico.- Nadia estaba ya en ropa interior. Cris le tapó los ojos.

-¿Qué haces?- Reclamó en susurros.

-No seas irrespetuosa.- La reprendió su hermana.

-Ok, vámonos.

Plaaff. Enrique había golpeado uno de los vasos

-Hay alguien aquí.- Susurró Nadia.

-No… creo.- Enrique besaba el cuello de la chica mientras le desabrochaba el sostén.

-Vámonos ya.- Le insistía Cristina.

-¿Y si nos quedamos?- La azabache la pellizcó.- Era solo una broma.

-¿Quién…? ¡Ah!- Cuando abrió la puerta del closet, Nadia dio un brinco y se metió bajo las cobijas. Enrique se quedó de pie cubriéndose la entrepierna, aunque todavía conservaba puesto el pantalón.

-No se preocupen chicos, ya nos vamos.- Cris y ella caminaban a prisa. Su hermana se tapaba la boca para ocultar su sonrisa.

-¡¿Qué rayos hacen aquí?!- Enrique estaba rojo.

-Nada, nada.- dijo ella.- Cristina tenía ganas de jugar a las escondidas, pero ya nos vamos eh.- Ya estaba casi fuera de la habitación pero volvió a meter la cabeza en ella.- Por cierto, usen condón.

-¡Alejandra!- Su hermana la jaló con fuerza para que dejara de estar de metiche.

Soltaron una carcajada. Cristina tenía apoyado la espalda en la pared intentando controlarse y recuperar el ritmo normal de su respiración.

-Creo que debemos volver con los demás. Seguramente ya se dieron cuenta de que escapamos.

-Quisiera quedarme aquí contigo.- Cris ya había cesado las carcajadas aunque tenía el rostro enrojecido.

-Bueno… es que…

-Lo sé.- La azabache se acercó a ella y le tomo la mano.- Sé que te gusta Valeria y que esperas que sucedan cosas con ella.- Le apenó un poco que Cristina dijera eso. – No soy tonta Ale, se como funciona el mundo. Solo quiero que te cuides. Ella no es una mala persona pero es algo frívola, vanidosa. No quiero que si las cosas no son lo que tú esperas, resultes lastimada.

-Gracias por preocuparte.- Abrazó a su hermana y le besó la frente antes de volver a la fiesta.

 

-¿Dónde estaban?- Reclamó su amiga pelirroja.

-Fuimos al baño.- Mintió.

-¿Y por eso tardaron tanto?

-No me regañes.- Dijo abrazando a Valeria y moviéndose para incitarla a bailar.  Sintió unas palmaditas en su espalda y vio de reojo a Cristina pasando detrás de ella para regresar con su grupo de amigos.

-Es solo que me hiciste sentir abandonada.- Valeria le hablaba muy cerca del oído.

-Nunca haría eso.

-Alejandra, ¿Bailarías conmigo o Valeria te tendrá acaparada toda la noche?- Una de las chicas Mafud se le había acercado. Dudó antes de animarse a responder.

-Adelante, Ileana.- Dijo Valeria haciéndose a un lado. Las dos chicas se sonrían una a la otra de manera extraña, ¿Qué rayos les pasaba?

-Hueles muy rico.- Le comentó su nueva pareja de baile, acercándose a ella.

-Gracias, tu igual.- Ileana era rubia, alta, de mirada café. Iba vestida con jeans, tacones de aguja negros y una blusa entallada cuyo escote le dejaba a la vista unos generosos pechos.

-Estaba pensando que como eres nueva por aquí podría enseñarte la ciudad, ¿te parece?

-Muchas gracias, aunque no quisiera abusar de tu tiempo.

-Tu puedes hacer lo que quieras con mi tiempo...- La rubia le hizo un guiño. Tragó en seco algo nerviosa.- Te sonrojaste, eso es lindo.- La chica le tomó las manos y siguió moviéndose frente a ella.

-Sí, es solo que… bueno…- ¡Deja de reírte como estúpida!

-¿Cuándo haces una fiesta en tu palacio? Me encantaría asistir.

-En realidad el palacio no es mío. Creo que deberías preguntarle a Cristina.

-Cristina no es una chica de fiestas. Me sorprende que esté aquí.

-Salir de vez en cuando es bueno, hasta para ella.

-Se nota que te quiere mucho, no le permite a muchas personas acercársele de la forma en que te lo permite a ti. Si tú se lo pides, hará la fiesta.

-Lo intentaré.- dijo sin comprometerse.

-Ileana, ¿me devuelves a mi pareja de baile?- Valeria había regresado.

-Alejandra se la está pasando bien conmigo, ¿verdad, cariño?- Eh…

-Ale es la invitada de honor, la fiesta se hizo para que conociera personas y eso es precisamente lo que hará. Le presentaré a los Andueza Riverol.- La pelirroja no esperó respuesta de la rubia y la jaló, guiándola hasta el otro extremo.

-¿Dónde están esas personas?- No veía a nadie.

-En Suiza. Solo quería quitarte a esa arpía de encima.- Masculló la chica, mientras abría una puerta de acceso a la casa.

-Creí que era tu amiga.

-Ileana es la zorra más zorra del mundo.- Valeria estaba enfadada. Subieron las escaleras y caminaron al ala este: las habitaciones principales.- Entra.- Siguió a su amiga hasta el interior de su alcoba. Las paredes eran blancas con decorados color pastel, la cama tenía un edredón de franjas verdes y rosas. Había  muchos peluches, un enorme oso de felpa destacaba entre ellos. A un costado había un mueble con diversos artículos de belleza y al otro un escritorio con los materiales escolares de la chica.- ¿Te gusta?

-Está linda, como su dueña.- Le sonrió a su amiga. La chica hizo una mueca de enfado.- ¿Qué?

-No creas que me hizo feliz verte con esa rubia mal teñida.

-Pero si tú me hiciste bailar con ella.-Se acercó a Valeria y la tomó de la cintura.

-Tenía que hacerlo. Pero tú…- La pelirroja la abrazó por el cuello.- eres para mi.

Atrajo a Valeria hacia ella y la besó. El aliento de la chica era una mezcla de fresa y alcohol. Rodeó con fuerza la cintura de la pelirroja, mientras jugaban lengua con lengua. Los dedos de Valeria le alborotaban el cabello, bajaban lento por su cuello…. Sintió unas manos quitarle la chaqueta. El calor la invadía, la pasión le nublaba la mente.

-Uhm.- Gruñó cuando la chica le mordió con fuerza el labio.

-Quiero que me lo hagas.- Susurró con lujuria Valeria.

Sus deseos eran órdenes.

Levantó la falda de Valeria y se deleitó acariciándole los glúteos, haciendo a un lado la diminuta panteleta de la chica, mientras besaba su cuello blanco.

Estaba excitada, sentía su entrepierna caliente y lista para una noche de sexo. La pelirroja se apresuró a abrirle el pantalón y a quitarle la camisa. Entre tropiezos se dejó arrastrar hasta la cama. Valeria giró y la empujó al colchón, para después deshacerse de una vez por todas de su ropa. Listo, estaba completamente desnuda en la cama de esa chica.

Valeria empezó a realizar un bailecito sensual, mientras su vestido rojo caía al suelo. Ella la miraba con lujuria, excitándose más cada que la chica se despojaba de una prenda de su ropa interior.

La pelirroja se le montó y aprisionó sus manos contra el colchón, restregándole sus pechos en su cuerpo, moviéndose de abajo hacia arriba.

-Uuf.- Suspiró, dejándose envolver por los encantos de su amiga.

-Ale… me encantas.- La chica atacó sus labios en un beso frenético.

Se arrebató del agarre de la pelirroja y se sentó en el colchón, abrazándola mientras continuaba con ese beso apasionado. Jaló el cabello de la chica para hacerla levantar la cabeza y poder lamerle el cuello.

-Eres tan sexy.- Susurró al oído de la pelirroja, mordiéndole juguetonamente el lóbulo de la oreja.

-Oh, Alejandra… fóllame ya.- Pidió Valeria con la voz ronca.

En un solo movimiento cambió de posición con la chica, aventándola sobre la cama y colocándose sobre ella. Por supuesto que la follaría.

 

 

-Ale….!Ah! - Valeria bufaba mientras tenía un orgasmo. Sentía el interior de la pelirroja palpitando y una gran cantidad de fluido lubricando su vagina. No sabía cuanto tiempo llevaban encerradas ahí, lo único que sabía era que tanto su amiga como ella habían explotado en dos ocasiones ya. Estaba cansada pero sin duda lo había valido.

La pelirroja era una fiera en la cama, la había mordido y arañado con saña. Esperó unos segundos hasta que la respiración de su amiga recuperó la normalidad. Fue hasta entonces que se separó de la chica y se recostó sobre el colchón para descansar un poco.

-¿Todo bien?

-Eres… salvaje.- Valeria se tocó la entrepierna como para comprobar que estuviera bien.

-¿Te lastimé?- Miró con atención a la chica. Ella sonrió.

-No, estoy bien.- La pelirroja acercó su rostro al suyo y la besó de nuevo.- Debemos volver a la fiesta.

-Claro.- Aceptó. Se levantó de la cama y empezó a buscar su ropa. Valeria hizo lo mismo pero se metió al baño. Se vistió con calma y revisó su reloj. Era ya la una y media de la mañana.

-¿Quieres usar el baño?- Valeria había regresado a la habitación perfectamente vestida y maquillada.

-Sí, gracias.- Así que ahora fue ella la que se arregló la ropa, el cabello y el rostro.  El chiste era disimular ante los demás lo que habían hecho. No quería ser el centro de los chismes.

 

Salieron de la casa como si nada. La música y el baile seguían. Las personas parecían demasiado ocupadas como para fijarse en que ellas estaban ahí de nuevo.

-Iré por algo de tomar, ¿quieres?

-Por favor.- Valeria le apretó un momento la mano y le sonrió antes de desaparecer hacia la barra donde el barman preparaba un trago tras otro.

Se quedó de pie ahí, saludando con un movimiento de cabeza a los que la saludaban con una sonrisa o levantando la copa hacia ella. Se había acostado con Valeria, eso era algo que quería casi inmediatamente después de conocer a la pelirroja. Pero, ¿ahora debía pedirle que fuera su novia? ¿O qué esperaba la chica? Se rascó la cabeza al no saber lo que seguía con eso. Pensó que sería buena idea hablar del asunto en un lugar más tranquilo, quizás esa tarde.

-¿En que piensas?- Valeria había regresado. Le entregó una copa. -Solo tiene un poco de alcohol, es para celebrar lo que hicimos.- Susurró la chica. Sonrió y bebió el contenido al mismo tiempo que su amiga.

-Pensaba en ti y en mi… no sé que sigue ahora. ¿Quieres hablar de ello en la tarde?

-Me encantaría.

-¿Bailamos?- La chica asintió y se metieron entre los que estaban dando brincos en la pista.

-¿Dónde andaban?- Las cuestionó Jorge que estaba visiblemente ebrio.

-Entretenidas platicando.- Respondió Valeria como si nada, levantando los brazos y contoneándose al ritmo de la música.

-¡Se han perdido de la mitad de la fiesta! ¡¿Ves a esa chica de ahí?!- Jorge le rodeó el hombro para hablar cerca de ella. Miró a la mujer en cuestión y vio que se trataba de Fiorella.- Esta noche me la llevaré a la cama.

-Suerte con eso.

-¡Esta noche tendré sexo!- Declaro el chico arrastrando las palabras y dando saltos en dirección a Fiorella.

-¡Ay, Jorge!- Varias chicas lo empujaron o dieron manotazos cuando el chico las pisó por estar salte y salte.

¡Crash!

El ruido de algo rompiéndose llamó su atención. A solo unos metros de ella, estaba Cristina. La azabache se sobaba las sienes. En el suelo vio fragmentos de cristal. Se dirigió a su hermana mientras todos seguían quejándose de Jorge y su alboroto.

Entre la gente pudo ver como Alberto  sujetó a Cristina y la cargó, llevándola hacia la casa. En cuanto vio eso empujó a todos los que estaban en su camino, intentando no perder de vista a su hermana.

-Alejandra, ¿bailamos?- Ileana se había atravesado.

-Ahora no.- dijo esquivando de prisa a la chica.

-No se preocupen, la llevaré a una habitación.- Escuchó que decía Alberto a sus guardias, encaminándose hacia las escaleras.

-No vas a llevarla a ningún lado.- Se acercó y casi le arrebató a Cris de los brazos.

-Señorita, déjeme ayudarle.- Se ofreció Milo.

-No te preocupes, yo la cuido.- Llevó a la chica hasta uno de los salones y la sentó en uno de los sofás que estaban por ahí.- Cris….- Colocó la mano en el rostro de la chica.- Cris, ¿me escuchas?- Nada. Se paró y encaró a Alberto.- ¿Qué le diste?

-¿Yo? ¿Pero de qué estás hablando?

-Te preguntaré una vez más, - sujetó al chico del cuello de su saco.- ¿qué le diste a mi prima?

-¿Qué pasa aquí?- Valeria los había encontrado.- Alejandra, ¿Qué?- La pelirroja se interpuso entre ella y su hermanastro.- ¿Qué tiene Cris?

-Eso mismo quisiera saber.- Tenía los puños apretados, con unas ganas locas de golpear a Alberto.

-Señorita.- Fausto llamó su atención. Cuando volteó, el guardia le indicó que mirara a Cristina.

-Cristi…- Se hincó frente a la chica, tomándole las manos.- ¿estás ben?

-Ale…- logró decir la azabache, intentando enfocar la vista. La chica se aferró a ella, abrazándola, buscando protección en su cuerpo. Valeria se acercó para revisarla.

-Creo que solo está ebria.

-¡Pero si solo estaba bebiendo soda!

-Tal vez bebió alcohol cuando la perdiste de vista.- murmuró la pelirroja. Apretó los dientes pues la chica tenía razón. No estaba segura de lo que Cristina había bebido mientras ella estaba en la habitación de Valeria. No podía asegurar que Alberto le había puesto algo en la bebida.

-Cristi, vamos a casa.- Le dijo a su hermanita acariciándole el cabello. La chica emitió un sonido indescifrable.

-Es mejor que salgan por la puerta de servicio.- Sugirió Valeria.- Si alguien la ve así será un escándalo.

-Milo, trae la camioneta. Fausto saca mi auto.- Le aventó las llaves de su coche al guardaespaldas. Los dos hombres se apresuraron a ir por los vehículos.

-Alejandra, espero que no creas en verdad que yo le provoqué esto a Cristina.- Habló Alberto.

-Por tu bien es mejor que te vayas  de aquí.- Dijo apretando los dientes.

-Pero…

-¡Que te largues, carajo!- Intentó levantarse de su lugar pero Cristina se colgó de ella.

-Ale… llévame…- decía la azabache.- me siento mal.

-Al baño.- Sugirió Valeria.

Entre las dos llevaron a Cris a uno de los baños del primer piso. Llegaron justo a tiempo, pues la chica empezó a devolver el estómago. Ella la sujetaba para evitar que cayera mientras Valeria le sostenía el cabello.  Si Cristina había tomado algo raro era mejor que lo sacara.

-No creerás que Alberto hizo lo que piensas, ¿o sí?- Le preguntó la pelirroja.

-Después pensaré en eso. Ahora solo me importa que Cristina esté bien.

Le lavó la cara a su hermana y la llevó hasta la puerta que le indicó Valeria. Los vehículos la esperaban ya. Milo se acercó a ella y cargó a Cris.

-Llámame en la mañana.- Le pidió Valeria.

-Si.- Se despidió de la chica con un beso en los labios y corrió hasta la camioneta. Se trepó primero y recibió a Cristina acomodándola en sus piernas.

La camioneta avanzaba veloz, seguida de su auto.

-Señorita, ¿quiere que la llevemos al hospital?- Miró un momento a Cristina. La chica dormía.

-No, vamos al palacio.- No quería que eso se filtrara y que su hermana fuera blanco de chismes. Y después de vomitar, dudaba que los  médicos pudieran encontrar algo, si es que en verdad lo había.

-Alejandra.- susurró Cristina. ¿Estaba despierta?

-Aquí estoy.- Pero su hermana no respondió. Siguió con la misma respiración acompasada. Entonces, ¿estaba dormida? Más tranquila, sonrió al ver a salvo a esa chica. De verdad se había asustado cuando la vio inconsciente en los brazos de Alberto. Sentía que el único lugar seguro para Cristi, era ahí con ella.

Durante todo el camino al palacio se la pasó acariciando el cabello azabache de Cristina. Ahora esperaba que nadie de la familia se diera cuenta del estado en que su hermana llegaría a casa. Seguramente su padre se enfadaría muchísimo y las regañaría a las dos.

 

-A su habitación.- Le pidió a Milo cuando éste cargó de nuevo a la chica para ingresar al palacio. Caminó intentando no hacer ruido, mirando por los pasillos por si alguien estaba fuera de su recámara a esa hora. Nada. Abrió la puerta y jaló las cobijas para que el hombre recostara ahí a la azabache.- No quiero que comenten nada de lo que pasó esta noche.- Le dijo a Milo.

-No se preocupe, no diremos una sola palabra.

Cuando Milo salió de la habitación, fue al baño a buscar una toallita y agua. Se quitó la chaqueta y se las ingenió para quitarle la suya a Cris al igual que los zapatos.  Refrescó la frente de la chica usando el agua y la toallita.

-Cristi… Hey…. Bonita, ¿me escuchas?- La chica abrió perezosamente los ojos.

-¿Dónde estamos?

-En casa. ¿Cómo te sientes?

-Mareada. Con sueño.

-Duerme, me quedaré contigo.

La chica sonrió débilmente e hizo una señal para que se acostara junto a ella, así que se acomodó contra las almohadas y dejó que Cristina colocara otra vez su cabeza en su regazo y durmiera ahí. Siguió colocándole la toalla húmeda en el rostro, el cuello y los brazos, por mucho rato hasta que el cansancio también la venció.

 

 

Abrió los ojos. ¿Dónde estaba? Giró la cabeza tratando de identificar el lugar en el que se encontraba. El reloj en el buró marcaba las 9:12am. Giró al otro lado y vio un bulto debajo de las cobijas. Entonces todo lo que había pasado la noche anterior le golpeó la memoria. ¡Lo había hecho con Valeria! Estiró los brazos y piernas sobre el colchón, con una sonrisa llenándole el rostro. La pelirroja era tan apasionada, tan sexy…. Su piel… sus besos…

¡Plaf!

Algo le había golpeado la cara.

-¿Ale?- Una somnolienta Cristina la miraba apenas asomando la cabeza de las cobijas. La chica había girado y le había dado un manotazo en la cara.- ¡Ale, lo siento! ¡aaauch!- La azabache había intentado incorporarse pero inmediatamente después se había agarrado la cabeza con ambas manos.

-¿Estás bien?- Hizo a un lado la cortina de cabello de la chica para poder mirarla a los ojos.

-Si, es solo… todo me dio vueltas.

-Debe ser por la resaca.

-¿Resaca? Pero si yo…- Cristi miró al frente y se perdió por un segundo.- no recuerdo… yo no bebí anoche.

-¿Segura?

-Tal vez solo fueron tres copas, pero tomaba una y bailaba una hora, luego otra y volvía a bailar. No fueron seguidas. ¿Qué pasó anoche?- Pensó un momento.

-Nada.- dijo al fin intentando disimular su enojo, ¡ese pinche Alberto!

-¿Cómo llegué a casa?

-Conmigo. ¿No lo recuerdas?

-No. Solo…- La chica se volvió a sujetar la cabeza.-  recuerdo que empecé a sentirme mal. Quise buscarte pero no tenía fuerzas. Recuerdo que Alberto se acercó a mi y… luego eras tú la que me hablaba… Entonces supe que todo estaría bien.- Su hermana le dirigió una sonrisa tímida. Ella se limitó a abrazarla.

-Me asusté mucho. Perdón por dejarte sola.

-Está bien. No puedes estar cuidándome toda la vida.

-Por qué no, ¿eh? Sería divertido.

-¿Para quien?- Jugo la chica.

-¡Para las dos!

-No grites.- Cris se tapó la cara con una almohada.

-Mi querida prima, a eso se le llama cruda.

-Moriré.- La azabache se acurrucó de nuevo bajo las cobijas.

-Iré a buscarte algo para que te sientas mejor. Mientras regreso, dúchate.

 

De un brinco salió de la cama. Se puso unas pantuflas de Cristina, que aunque le quedaban un poco chicas eran cómodas, como de peluche. No le fue difícil encontrar lo que necesitaba en la cocina: papaya, leche descremada y hielo.

Licuo todo y le agregó una pizca de canela. Ese remedio lo aprendió con su amigo Lalo, era lo que tomaban cada vez que la cruda les pegaba. También se robó unos plátanos, mandarinas y jugo de naranja. Colocó todo en una bandeja y subió de nuevo a la habitación de Cristina. Dio gracias por no haberse encontrado con nadie durante el camino, seguramente estaban desayunando en el comedor.

Cristina salía del baño. Iba cubierta por un albornoz blanco y tenía el cabello mojado aún. Al menos la facha de muerta ya se le había quitado.

-Debes tomar y comer todo esto antes de bajar. Te ayudará con el malestar,

-¿Cómo sabes?

-¿Crees que nunca me he embriagado?

-Me cuesta creer eso.- Le pasó el vaso de lo que había preparado. La chica lo olió con precaución.- ¿Qué es esto?

-La poción multijugos.- Potterheads con las manos arriba.

-¿La qué?

-Solo bebe.- La apresuró con una sonrisa. Su hermana bebió.

-Esto sabe raro.- Cris tenía una mueca de asco absoluto.

 

 

Como su familia solía asistir puntualmente a la misa de 11:30 am cada domingo, ahí estaba intentando ocultar su risita cada vez que Cristina se iba de lado, por quedarse casi dormida durante la ceremonia.

-¿Qué le pasa a Cris?- Le susurró Memo.

-Nada, solo necesita vitaminas, está débil.

El chico la miró levantando una ceja con expresión de incredulidad total. Memo no era ningún pendejo y seguramente deducía cual podía ser la causa de la falta de equilibrio de la azabache. Le sorprendía que los mayores de la familia no hubieran hecho comentario alguno.

Observó de reojo a su padre, que estaba unos metros a la izquierda de ella. El hombre escuchaba con atención la lectura que hacía su tío Sebastián. Su porte se imponía entre todos los asistentes. No sabía si eso que se desprendía de su papá era debido a su título o era algo que tenía en sí mismo. Guillermo ni se inmutaba cuando los flashes de las cámaras se dirigían a él. Angie le había explicado que era común que incluso en misa, los fotógrafos los siguieran para sacar algunas capturas de ellos.  Se rascó la cabeza, incómoda cuando la cámara la enfocó a ella. ¿No se cansaban de sacarles fotos?

Después de la celebración regresaron al palacio y Sebastián los acompañó. Comerían todos juntos en el jardín. Sofi era el alma de la reunión con sus comentarios. Angie tecleaba como poseída mandando mensajes y refunfuñando. Cris le dijo que seguramente su tía hacía coraje porque su novio no había ido a comer con ellos, ¡ni sabía que Angie tenía novio!

Su papá le dirigía sonrisas cuando sus miradas se encontraban. Desde su gran pelea no habían tenido más discusiones, no sabía si eso era bueno o era solo que se evitaban para no discutir.

-¿Ya sabes cuando será el viaje?- Escuchó que le preguntaba Sebastián a su padre.

-Me voy el jueves y regresaré el lunes.

-Creí que tardarías mas.- comentó Sofía.

-El rey quiere acabar con eso pronto, así que supongo que las reuniones serán largas y cansadas.

-¿De que hablan?- Se metió ella.

-Del viaje que haré a la capital. Creo que ya te lo había mencionado antes.- le respondió Guillermo.

-Eh sí, creo que sí.- Lo recordaba vagamente.

Cuando todos volvieron a su charla y a su comida, ella sacó discretamente su celular al sentirlo vibrar. Era Valeria. Sonrió antes de abrir la aplicación de mensajería y leyó lo que la chica había enviado. Se apresuró a contestar y se llevó una generosa porción de carne a la boca de muy buen ánimo.

¿Sería demasiado descortés dejar a su familia e irse a pasar el domingo con la chica? Tenía muchas ganas de verla.  Así que pensó que sería bueno pasar unas horas más en el palacio y después salir para ir a ver a su… ¿amiga?

-¿Tienes un momento?- Le preguntó su viejo tío tomando asiento junto a ella, con una taza de café en la mano.

-Claro, ¿Qué pasa?

-Es sobre el asunto de las becas.- susurró el viejo.- Está arreglado. Tengo ya seleccionados a los niños. Aunque no me dijiste a cuantos querías apoyar.

-A todos los que se pueda.

-¿Quieres conocerlos?

-Eh….- pensó.- Claro pero no les digas que el dinero viene de mi. Le pedí ayuda a Álvaro con eso y ya tenemos algo planeado. Te pasaré los datos en cuanto el asunto de los depósitos de dinero esté listo.

-¿Les darás dinero? Creí que solo cubrirías sus cuotas escolares o algo así.

-La beca será en dos partes. Podrán ingresar al colegio público o privado que deseen con todos los gastos que eso implica y se les dará dinero mensual para ayuda en el hogar. Es necesario que ese dinero se utilice para bien. No me gustaría que los padres lo utilizaran para comprarse alcohol, drogas o para algún otro vicio.

-Por eso no te preocupes. Vigilaré que todo sea bien utilizado.

-Puedes contratar a alguien para que se encargue de la supervisión, te daré dinero para su sueldo.

-Eso estaría bien. Estoy muy anciano para estar caminando por todo el pueblo.- Bromeó su tío.

-Estás muy anciano cuando te conviene.

 

Eran casi las 8pm cuando salió disparada en una motocicleta. Había logrado escapar del servicio secreto… al menos eso creía hasta que vio una camioneta negra siguiéndola. Aceleró más y no le importó meterse entre la fila de autos que desfilaban por las avenidas de la ciudad.

En cuando entró a la casa de Valeria, la chica se le echó al cuello.

-Por fin llegas, creí que te estabas escondiendo de mi.- La pelirroja hizo una mueca tan linda que no pudo evitar darle un beso en los labios.

-No, solo que tenía que estar presente en la reunión familiar. Todos estaban en casa, no quería ser grosera dejándolos ahí.

-Solo porque se trata de tu familia te perdono. Por cierto, ¿Cómo está Cris?

-Mejor. Cuando me salí de la casa ya estaba dormida. Creo que si fuera por ella, dormiría una semana entera.

-Aun no puedo creer que se haya embriagado…- comentó Valeria con una sonrisa.- es la primera vez que Cristina hace algo así, al menos que yo sepa.

-Si bueno…- evitó por un momento los ojos azules de la chica.

-¿Qué?- Valeria le sostuvo el rostro para lograr el contacto visual con ella. Respiró hondo antes de hablar.

-Creo que fue Alberto el que le puso algo en la bebida.

-Eso no puede ser posible.- Aseguró Valeria.

-Claro que sí. Cris me dijo que solo bebió tres copas y no fue una tras otra sino que dejó transcurrir tiempo en su ingestión.

-Mira. Alberto puede ser algo engreído y hasta prepotente pero de eso a hacerle algo así a Cristina… sinceramente me cuesta creerlo. Tal vez solo estaba cerca de ella en el momento en que Cris se empezó a sentir mal.- una parte de ella sabía que lo que la pelirroja decía podía ser la verdad, pero por otro lado…. Había algo que la llevaba a no bajar la guardia frente a Alberto.

-Si tú lo dices.- concedió al fin.

-Ya no hablemos de eso. Cristina está bien, así que creo que es tiempo para pensar en nosotras.- Valeria tomó un bolso que estaba en una mesita y se lo colgó al hombro. Entonces la pudo admirar de pies a cabeza. ¿Era posible que cada día la chica se pusiera más sexy? Lucía un vestido morado ceñido al cuerpo, unas zapatillas de tacón, un hermoso collar que a simple vista se veía que costaba una fortuna, unos pendientes que hacían juego…. Su cabello… su hermoso cabello fuego era tan intenso como el calor que sentía cada vez que estaba con ella.- ¿Nos vamos?

-Claro, ¿A dónde quieres ir?- Le ofreció el brazo a la chica y ésta no tardo en apoyarse en él mientras salían de la mansión.

-A un bar. ¿Conoces “Lotus”?

-No, no conozco nada.

-Te diré como llegar, está sobre la avenida Imperial… ¿Viniste en motocicleta?- Valeria miraba su vehículo con cara de asombro.

-Sí, ¿no te gustan?- La chica se quedó callada un momento.

-No me parece apropiado llegar a un lugar así en motocicleta.

-¿Porqué?

-Por Dios Ale… eres una San Román no una delincuente en motocicleta. Vamos en tu camioneta.- La pelirroja la jaló de la mano sin esperar respuesta de su parte. A ella no le parecía para tanto andar en moto.

Así que haciendo caso a lo que la pelirroja le decía se encaminaron a ese dichoso bar, que según era el más fresa y famoso de la ciudad.  La avenida imperial era muy larga, atravesaba la mitad de la ciudad y tenía un sinfín de tiendas, restaurantes y diversos locales comerciales.

Cuando la camioneta paró en la puerta del lugar y se bajaron, entendió porque la chica quería hacer una gran entrada. Sí, era un bar pero solo con ver la fachada supo que no cualquiera podía entrar en él. Había algunas personas en la puerta y todos las miraban.

Apenas entraron Valeria empezó a saludar a los que se encontraban ahí. Era increíble la cantidad de personas a los que la chica conocía. Educadamente le presentó a todos, algunos ya los conocía de vista, de la universidad o de la fiesta.

Como siempre un guardia estaba cerca de ella, con la misma expresión de búsqueda de peligro. ¿Cuándo fue la última vez que salió sin niñera?

Las luces rojas, azules, verdes y de todos colores se proyectaban en la pared y la música resonaba. En los costados había pantallas donde se pasaban diversos programas para todos los gustos de las personas presentes.

Al fin se sentaron en una mesita redonda, en un rincón bastante apartado a petición de Valeria. El mesero se apresuró a tomarles la orden y se retiró.

-¿Qué te parece?- le preguntó su amiga.

-Está bien. Algo elegante pero bien.

-Es lo mejor de lo mejor. Siempre está lleno pero suelen ser las mismas personas las que vienen. Es un lugar exclusivo, para entrar necesitas una membresía.

-¿Tú tienes una?

-Por supuesto. La saqué apenas cumplí los 18 años.- Declaró orgullosa la chica.- Solicité el ingreso y pase.

-¿Pasaste? ¿Te hacen un examen o qué?

-Si. Un estudio socioeconómico.- Pero, ¿Qué diablos?- Tienen que saber si eres capaz de solventarte este lujito.

-¿Yo pude entrar porque vengo contigo?

-No, aunque vengas con alguien aprobado no puedes ingresar si no has pasado las pruebas.

-¡A mi no me han hecho nunca una prueba!

-Contigo eso no aplica. Saben quien eres.- Eso la hizo sentir un poco incómoda. Estaba en un lugar súper clasista y lo que se hacía ahí era discriminación pura.

-Me he fijado que esta ciudad es muy….- ¿Cuál era la palabra?

-¿Muy?

-Tu sabes… está muy dividida. Esto es para los ricos y esto es para los pobres.- explicó.- Exageran con todo eso de las clases sociales.- El mesero les llevó las bebidas.

-Si, supongo que es debido a nuestra historia.- La chica tomó un sorbo de su copa entes de proseguir.- Descendemos de señores feudales, tu sabes. Antes toda la tierra del condado pertenecía a tu familia y ustedes le asignaban propiedades a los señores feudales, mismas que eran cultivadas por los plebeyos. Los lugares a los que iban los señores no podían ser visitados por la gente común.

-Sí pero eso fue en la edad media, ahora estamos en el siglo XXI, esas cosas ya debieron desaparecer.

-¡No me digas que eres  de la Corriente Igualitaria!- La chica soltó una carcajada. La Corriente Igualitaria era un movimiento intelectual que promovía precisamente la igualdad entre los individuos, sin títulos y sin familias que controlaran todo. Aunque era verdad que ese movimiento tenía tintes violentos.

-No lo soy pero creo que tienen razón en muchas cosas.- Ella también bebió su trago.

-¿En qué? ¿En que todos somos iguales? Tenemos ojos, manos, piel. Pero no por eso somos iguales, simplemente somos similares. El mundo está dividido entre los que dirigen y los que siguen. Nosotros estamos entre los que dirigen. Tu familia es parte de esa élite que controla al gobierno. Cristina un día tendrá tanto poder que podría decidir quien vive y quien muere con solo dar una orden.

-Cuando lo dices así suena escalofriante.

-Así son las cosas. Aunque ciertamente tu tío es un hombre moderado y me parece que hasta cierto punto apoya la igualdad entre todos, aunque no abiertamente. Eso iría en contra del sistema aristocrático al que pertenece.- Pensó un momento. Ella nunca se había puesto a pensar en eso de la política ni lo que de verdad significaba ser un aristócrata en ese lugar. Creyó que simplemente se trataba de riqueza pero ahora entendía: se trataba de poder. Entendió entonces a lo que Álvaro se refería cuando decía que los Aragón no debían ser condes. No podían tener el poder de decidir quien vivía y quien moría. Con sus decisiones podían matar de hambre a medio condado, la mitad que ellos consideraban inferiores.- Aquí las personas comunes apoyan al conde y a su familia. Creo que los Castilnovo son una de las pocas familias a las que los plebeyos en verdad aprecian. Don Guillermo es muy respetado entre todos los estratos sociales y Cristina es como una princesa a la que todos quieren.

-Si, ella es una princesa.- Dijo sonriente pensando en su hermana que seguramente estaba profundamente dormida. – Todo eso es muy interesante pero creo que debemos hablar sobre nosotras.

-¿De que quieres hablar?- Valeria acomodó la cara entre sus manos, esperando feliz lo que quería decirle.

-Pues de lo que pasó. Lo que hicimos.

-Lo que hicimos estuvo muy… rico.- Contestó pícara la chica.

-Si, eso fue…- sintió que la cara le ardía.- ¿Qué... que sigue ahora?

-¿Qué quieres que siga?

-Me gustaría salir contigo. Tú me gustas mucho.

-Tú también me gustas pero….- Valeria le tomó la mano.- que hayamos tenido sexo no significa que empecemos una relación. Podemos divertirnos y ver que pasa.

-Eh si, claro.- ¿Valeria no quería ser su novia? Creyó que después de lo que había pasado la chica casi casi le exigiría que empezaran una relación pero al parecer Valeria era muy liberal.

-¿Segura de que eso está bien?

-Si, solo que creí que querrías formalizar algo después de lo que pasó.

-Si pero no. Me encanta estar contigo y quiero ser la única chica que tenga tu atención pero tener una relación contigo de manera abierta…. aunque seas una San Román no dejas de ser una chica… tenemos que ser discretas. ¿Entiendes?

-Entiendo.- ¿Así que de eso se trataba?- Nunca serías mi novia, ¿o sí?

-Ale…- la chica se mordió el labio inferior.- no necesitamos ponerle nombre a esto. Nos gustamos y yo quiero estar contigo pero no puedo presentarte en casa como mi novia. Aunque fueras la mismísima heredera del conde, nuestro círculo nos destrozaría.  ¿Podemos mantener esto en secreto?- Quería decir que no, pero ¡ah! Era condenadamente sensual.- Por favor.

-Haremos lo que tú quieras.- Sonrió cuando sintió la mano de Valeria tomarle la suya bajo la mesa.

La sujetó fuerte.

 

 

 

 

 

Notas finales:

!Travesura realizada!


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