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De Aristocracia y Otras Estupideces. (New Version) por Menz

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Notas del capitulo:

!Accio cap 8!

Capítulo VIII

Cristina ya no es una niña… Ñam ñam

 

Los siguientes días pasaron en un abrir y cerrar de ojos. El colegio era divertido, sus clases le encantaban, estar con sus amigos era una de sus cosas favoritas.

Durante los descansos Valeria solía pasearse frente a ella, le sonreía y le enviaba guiños discretos. Cuando podían, se colaban a algún salón vacío para tener una sesión de besos.  No cabía duda de que la pelirroja sabía como mantenerla prendida a su voluntad. 

Su papá había volado ya a la capital para sus compromisos reales y Cristina se había ausentado esos dos días del colegio para poder representar al conde en unos compromisos ya agendados. Eso le permitió llevar a Valeria  a casa después de las clases.

-Esto es increíble.- Comentó la pelirroja mirando hacia atrás la camioneta que las seguía.- Nunca había tenido escolta.- Conducía por la avenida que llevaba hacia la residencial donde vivía su amiga.

-Es un fastidio.- Bufó con molestia.

-A mi me parece genial. Me siento como una princesa.

-No necesitas una escolta para ser una princesa.- Le sonrió a Valeria mientras la chica le enviaba un beso.

-No debería incomodarte, al contrario. Eso es señal de poder.

-Si tu lo dices.- Aparcó frente a la casa de su amiga.- ¿Podré verte esta noche?

-¿Para hacer qué?- Preguntó la pelirroja con una sonrisa traviesa.

-Tú sabes qué… Salir… Bailar… besarnos… y…- La miró lascivamente.

-Eso me encantaría.- La chica se acercó para besarla. Sentía los dientes de Valeria jugar con su labio.- Pero hoy no puedo.- le susurró su amiga separándose un poco de ella.- Acompañaré a mamá a pasar el fin de semana  a casa de los Ontivero. Se supone que Tomás la acompañaría pero retrasó su regreso al país, así que tendré que ir en su lugar.

-¿Cuándo vuelves?

-El domingo. Podemos salir a bailar.

-Perfecto.- La pelirroja le dio un último beso y bajó del auto. Esperó a que su no-novia entrara a casa.

El camino al palacio fue tranquilo. Estaba feliz escuchando música y conduciendo sin ninguna preocupación. Eran las 6 de la tarde, se había pasado las horas después de la escuela con Valeria. Habían ido a un centro comercial, entraron al cine y compraron algunas cosas que quería la pelirroja. Pensó en pasar a saludar a si tío Sebastián pero recordó que los sábados el anciano solía reunirse con más ancianos a jugar dominó, cartas o solamente a charlar y a beber café.

Y esa tarde no tenía ninguna clase,  ya que su profesor de esgrima se había reportado enfermo. ¡Todo era genial! Pensó en pasarse algunas horas viendo alguna serie en netflix. Desde que llegó no había tenido esas tardes de soledad que solía tener antes, encerrada en su habitación viendo series y comiendo toneladas de comida chatarra.

Estacionó dentro de la cochera, ya que no tenía planes de salir de nuevo y entró al palacio por el acceso lateral. Justo cuando entraba a la cocina su celular sonó.

-Hola.- Contestó aprisionando el móvil con el hombro y utilizando ambas manos para sacar una bolsa de frituras de uno de los estantes. A Guillermo no le gustaba que hubiera ese tipo de comida en la casa pero había logrado armar una red de contrabando con las cocineras. Esperaba que su papá no se enterara de eso.

-Hola, ¿estás en casa?- Escuchó la voz de Cristina.

-Sí, acabo de llegar. ¿Y tú?- Vació la bolsa en un recipiente hondo para agregarle queso fundido, salsa picante y limón.

-Salgo de la empresa ya. Muero de cansancio.

-¿Mucho trabajo?- Se estrujó un ojo cuando el zumo de limón entró en él.

-Algo. Más bien la reunión con los delegados fue extensa.- Escuchó un suspiro de la chica.

-¿Delegados?

-Sí y no quiero saber más de ese asunto por el resto de mi vida. ¿Pasamos la noche juntas?- Preguntó Cris usando una  exagerada voz de coqueta.

-Eso suena sensual.- Le siguió el juego. Su hermana soltó una carcajada.

-Anda, tonta. Una noche de chicas viendo televisión.

-Eso mismo tenía en mente, no sé que pensabas tú. Te espero.- Cris cortó la comunicación.  Ya que serían dos, sacó más comida y preparó unos malteados de fresa con malvaviscos. Se pasó los siguientes minutos entretenida inventando platillos chatarra.

-Señorita, ¿le ayudo con algo?- Una de las cocineras estaba detrás de ella.

-No doña Cuqui, solo preparo unas cosas para Cristina y para mi.- La señora miró el tiradero que tenía en la cocina.- No se preocupe, limpiaré cuando termine.

-No es necesario.

-Por supuesto que sí. Yo ensucio, yo limpio. ¿Quiere un poco?-  Le ofreció papas. La mujer aceptó con una sonrisa.  Doña Cuqui era la cocinera principal del palacio. Había trabajado ahí desde hacía casi 40 años y por más que la familia le insistía en que ya se jubilara, ella se negaba. Decía que estaría ahí con ellos hasta el último día de su vida. Y si algo debía admitir ella era que esa bendita mujer cocinaba delicioso.

-Están buenas, aunque picosas.

-Sí, les pongo bastante salsa para que Cristina las deje solo para mi.- Bromeó.

-¿Ya viene la niña Cristina?-Doña Cuqui comía papas con gusto.

-Sí. No debe tardar en llegar, por eso tengo que apresurarme.

-Me gusta la forma en que la tratas.- escuchó que decía la mujer.

-¿A que se refiere?– preguntó distraída mientras echaba las servilletas manchadas al cesto de basura.

-A esto. A la forma en que pasas el tiempo con ella. Creo que le haces mucho bien. La noto más relajada, más alegre. Antes no era así y mira que la conozco desde que tenía tres días de nacida. Cuando recién nació y la trajeron del hospital, el primer baño que recibió en esta casa se lo di yo. ¡Hubieras visto! ¡Cosa tan chiquita!- Las mejillas normalmente pálidas de doña Cuqui adquirieron un tono carmín y sus ojos brillaron como si el tiempo nunca hubiera pasado por ellos.- Era como una muñequita, frágil, inocente…

-Aún sigo siendo una muñequita frágil e inocente.- Cristina estaba de pie en la puerta de la cocina y las miraba sonriente.

-Pero ahora es unos años mayor, mi niña.

-Comiendo sin mi, eh.- Su hermana se acercó a la cocinera y se puso a comer papas con ella.

-¿Y nació muy pequeña?- Quiso saber.

-¡Si! Pesó solo 2.500 kilos, porque fue prematura.

-Sí, apenas iba a llegar a los ocho meses.- Declaró la azabache.

-Impaciente desde chiquita.- Le tomó el pelo a su hermana.

Se despidieron de la cocinera y se encaminaron a su habitación. Ella llevaba toda la comida.

 

 

 

-Vas a tirar eso.- La reprendió la chica.

-No tiraré nada.

-Ale… ¡Ale!- La bandeja con cosas casi se le cae cuando entró al cuarto detrás de su hermana.

-No pasó nada, ¿ves? Eres una exagerada.- Dejó las cosas en la mesita ignorando la cara de resignación de Cristi.- ¿Qué veremos?- Se tumbó en el sofá y buscó el control de la Smart-tv.

-Una serie buena pero que sea nueva.

-¿Por qué nueva?- Presionaba botones mientras Cristina servía las malteadas en los vasos más grandes que pudieron encontrar.

-Porque si tiene muchas temporadas tardaré mil años en terminarla. Casi no tengo tiempo para ver series.

-En eso tienes razón.- Dio un mordisco a un emparedado de pate. Le encantaban.- ¿Qué tal esa? La acaban de subir… tiene diez capítulos apenas.

-¿Designated Survivor?

-Si….- leyó la sinopsis.- sangre, muerte y destrucción. Es perfecta.

-Eres tan psicópata a veces.

Así que se pusieron a ver la serie y a comer. Cristina estaba muy cómoda con los pies trepados en el sofá, apoyándolos en sus piernas. Estaban atrapadas por la trama y a momentos una u otra hacía comentarios de impotencia, molestia y asombro.

Estaban en el segundo capítulo cuando el intercomunicador sonó.

-Línea cachonda, ¿con quien hablo?- Dijo cuando aceptó la llamada.

-¿Qué manera de responder es esa?- La reprendió Angie.- ¿Que sabes de las líneas cachondas?

-Lo mismo que tú… nada obviamente.

-No cabe duda que llevas la sangre de Tony.- Seeeh.- ¿Bajarán a cenar? Les estamos esperando.- Se golpeó la frente con la palma de la mano.

-No había visto la hora, lo siento. Cenen sin nosotras, estamos en una pijamada.- Respondió mirando a Cristina sonriendo por lo que decía.

-De acuerdo. No se desvelen demasiado.

¿No se desvelen demasiado? Parecía que les habían pedido lo contrario. Se desvelaron. Y mucho. Vieron la mitad de la serie y ella se la hubiera terminado si no hubiera sido porque Cristina sucumbió ante el cansancio y se quedó dormida en su regazo. Si la empezaron a ver juntas, así la terminarían. Apagó la tv y observó el desastre que habían dejado. Limpiaría después.

-¿Cris?

-Uhm.

-¿Te llevo a tu habitación?- La chica negó.

-¿Me puedo quedar contigo?- Preguntó la azabache entre sueños.

-Claro. Vamos.

Llevó a su hermana hasta el colchón y de inmediato, la chica se hizo bolita bajo las cobijas. Ella fue al baño a asearse y a cambiarse de ropa. También estaba cansada. Apagó las luces y se acurrucó junto a su hermanita. Le gustaba que Cris se quedara con ella. Esa casa era muy grande y sentía demasiado silencio y soledad, como cuando estaba en su antiguo departamento… siempre silencioso. Abrazó a la azabache agradeciéndole en silencio su compañía.

 

Cuando despertó, se encontraba sola en la cama.

-¿Cris?- silencio.

Se levantó con pereza, se duchó rápido y se arregló para bajar a desayunar. Cuando entró al comedor, ya estaban ahí  Sofía y sus hermanos, la única ausente era su tía Angie.

-Buenos días, dormilona.- la saludó Memo.

-Buenos días.- saludó a todos. Se sentó entre Sofi y Cris.- No  sentí cuando te levantaste.- le susurró a su hermana.

-Lo hice con cuidado para no despertarte, tenía que ir a mi habitación a ducharme. Anoche caí muerta.

-Me di cuenta.

-Alejandra y Cristina…- la condesa llamó su atención.- Guillermo llamó. Necesita que vayan a supervisar los trabajos del centro comunitario. A las 10 am el ingeniero Mendoza las espera.

-Sí, madre.- Contestó Cris. Ella solo asintió.

-¿Las enviarán ahí?- exclamó Angie haciendo su entrada triunfal.- ¡Quería llevármelas al club!

-Podrán alcanzarnos ahí en cuanto terminen con sus obligaciones.- sentenció Sofía mientras picaba un trozo de fruta.

-Ayudarme también es una obligación. El coctel recaudará fondos para el centro comunitario.

-¿El coctel es para recaudar fondos?- Quiso saber.

-Así es.- respondió Angie mientras untaba mermelada en su pan tostado.- También la recepción de gala será para recaudar fondos. Y todo lo demás.

-Creí que la familia pagaba los gastos del centro…

-En su mayoría si.- dijo la condesa.- Sin embargo las mejoras necesarias son muchas. Por eso recaudamos dinero entre nuestros amigos.

-Si y todos son tacaños.- dijo inocente Sofi. Eso la hizo reír.- ¿Puedo ir con ustedes?

-No es lugar para niños.- Le dijo Cris.

-Pero, hermana, hace mucho que no paso tiempo contigo…- Miró con reproche a Cris.

-Hagamos algo, ¿Qué te parece si paso el resto de la tarde jugando contigo en el club?

-¡¿De verdad?!

-Claro.

Después de que Sofi se tranquilizara, Cris y ella se preparaban para salir. Irían en su auto aunque como siempre una camioneta las seguiría. Al conde no le parecía dejar a sus hijos sin vigilancia y menos si irían al sur de la ciudad.

-¿Lista?- le preguntó a Cris cuando la vio en el recibidor revisando unas carpetas.

-Si, ten.- La chica le aventó distraídamente el portafolio mientras seguía leyendo unos papeles.- Ya vamos.- Cris apresuró el paso. La siguió como perro faldero cargando los kilos de pertenencias de su hermana.

Con la dirección en su GPS (¡bendito GPS!), condujo mientras Cris seguía absorta en un plano.

-¿Qué tanto miras?

-¡No entiendo nada! Los planos siempre se me complican.- murmuró Cris.

-Tal vez ayudaría si no lo estuvieras viendo de cabeza… el norte siempre va hacia arriba.

-¿De cabeza?- Cris parpadeó rápido observando el plano.- ¡Odio esto!

-Ya me di cuenta.- Le dio un ataque de risa.

 

Tardaron casi 40 minutos en llegar al sitio de la construcción.  El lugar estaba ya limpio de maleza, los trabajadores caminaban de un lado a otro colocando los cimientos. De nuevo, cargaba los papeles y pendejadas de Cris, intentando no tropezar y azotar su bella humanidad. Bajó por una parte excavada y al fin pudo dejar las cosas en unas mesas dispuestas bajo la sombra de unos árboles. Había unos hombres parados a unos metros de ella mirando más planos.

-Alejandra, ¿me ayudas?- Cris estaba parada al borde de la excavación por donde ella había bajado momentos antes.

-Claro.- Se acercó y sujetó fuerte la mano de Cris, que bajó rápido, resbalando un poco gracias a la tierra suelta. La abrazó rápido por la cintura para evitar que cayera.- ¿Estás bien?

-Si, gracias.- Su hermana le agradeció junto a una sonrisa y se dirigió a los hombres parados ahí.- Buenos días.- los saludó.

-Buenos días, señorita. Soy el ingeniero Mendoza, ¿Su padre vendrá?

-No. Nosotras trabajaremos con usted. Les presento a mi prima Alejandra.

-Mucho gusto.- Estrechó la mano de los tipos.

-Fantástico. Señorita Cristina, el proyecto va viento en popa, todo está en orden pero… no sé como decir esto sin que usted o su padre se ofendan…- Empezó a decir Mendoza algo nervioso.- Me parece una exageración el cambio al presupuesto ya asignado a la construcción. Sé que a su padre le gustan las cosas hechas con la mejor calidad y me parece que con el presupuesto nuevo, los materiales serán muy malos ya que…

-Espere ¿Qué?- Al parecer Cris no entendía nada.

-Pues eso. La reducción del presupuesto me parece una locura.

-¿Cuál reducción?

Mendoza estaba confundido. No dijo nada, solo se limitó a buscar entre sus papeles y sacó una hoja. Se la entregó a ella pues estaba más cerca del hombre. Leyó rápido.

-Esto debe ser una confusión.- Aseguró mientras sus ojos se deslizaban sobre el papel.

-¿Qué dice?- la apresuró Cris.                

-Que no se aprobó el presupuesto solicitado sino uno inferior así que se deben hacer cambios en el proyecto. Sugieren recortes en los costos de los materiales, modificación del edificio…. Y añade una lista de proveedores.

-¡¿Qué?!- Cristina le arrebató el papel.

-Y esos materiales son de pésima calidad.- susurró Mendoza.

-¿Quién le envió este correo?- Interrogó al ingeniero.

-Empresas San Román, claro.

-Tiene el escudo de la familia, la firma de tu papá y la firma de Tomás…- Se miraron e intentaron disimular su molestia frente a Mendoza.- Ingeniero, creo que esto es un error. Usted siga el trabajo con el presupuesto anterior, queremos algo de la mejor calidad, no importa el costo. Según tengo entendido este proyecto está asignado a Cristina, así que ella y solamente ella o su padre pueden darle una orden con respecto a este proyecto.- dijo con firmeza.

-Mi prima tiene razón, ingeniero.- Intervino Cris.- Esperemos que este inconveniente no se repita pero si ocurre de nuevo usted ignore las órdenes y comuníquese conmigo de inmediato. Este centro en mi prioridad y no me importa el costo, se hará tal y como lo planeamos.

-Excelente, señoritas. Nos pondremos a ello.-Mendoza rebosaba entusiasmo.- Déjenme mostrarles la animación 3D de cómo quedará el centro.

Y así estuvieron casi tres horas trabajando con el equipo. Ella aprendía rápido y todo el tiempo estuvo a lado de Cris, ayudándola y respaldándola en todo. Era impresionante ver a su hermana hablando con autoridad y soltura frente a obreros e ingenieros. Sin inmutarse, siempre con esa expresión de dureza, animándolos a trabajar. A ella le encantaba ver ese gesto en Cris. Álvaro tenía razón, su hermana sería una excelente condesa y notaba que la chica se sabía al derecho y al revés todo lo relacionado con el centro.

 

 

-Gracias, moría de sed.- le dijo Cris al pasarle una botella de agua. Iban al club a reunirse con su familia.

-Tienes la cara muy roja, ¿Te pusiste bloqueador?

-Lo olvidé.

-Con razón… quiero hacer algo.- Aprovechó que estaban detenidas en un semáforo y sacó su celular. Rápidamente le tomó una foto a Cris.

-¡¿Qué haces?!

-Estás hermosamente roja.- exclamó riendo.

-¡Quiero ver!- le arrebató el teléfono.- ¡Me veo horrible! Recuérdame usar bloqueador.

-No, así te ves linda.- Cris le regaló una sonrisa.

 

No tardaron mucho en llegar al club. Se tiró boca abajo a un camastro, medio muerta, mientras Sofi se le subía a la espalda y hablaba sin parar. Cris hablaba con su madre, que se encontraba a unos cinco metros de los camastros y la alberca, tomando un té con unas amigas suyas, seguramente del patronato.

-¿Y Memo?.- le pregunto a su pequeña hermana.

-En las caballerizas, ¿vamos a buscarlo? ¡Así nos metemos todos juntos en la alberca!

-Claro.- Caminaron hacia Cris y la condesa.- Buenas tardes señoras.- Saludó a las presentes. Ellas le respondieron con sonrisas.- ¿Vienes?

-No, solo apresúrense. Yo me cambiaré para meterme al agua. Muero de calor.

-Ok, no tardamos.- dijo tirando juguetonamente del cabello de la chica.

-¡Alejandra!- Cris quiso atraparla pero ella fue más rápida. De la mano de Sofi, caminaba a las caballerizas buscando a Memo (Memo, no Nemo).

-Dijo que quería ver cómo alimentaban a los caballos.- le comentó Sofi.- ¡Ahí está!

Pero Memo no estaba solo, con él estaban Alberto, Jorge y un tipo más. Los tres mayores reían, Memo estaba serio y con la mirada en el suelo.

-¿Tampoco te dejan cabalgar?- le preguntaba Jorge.

-¡Claro que no!- se apresuró a responder Alberto.- ¡Que no ves que no puede!- Carcajadas.- Es más, creo que el Conde pidió la reforma  de igualdad en la sucesión  porque, ¿se imaginan si en lugar de Cristina fuera Memo el conde?- Alberto apenas podía respirar entre risas. Dio unos pasos imitando la forma de caminar de Memo, cojeando. Más risas. Memo tenía los puños apretados y la cara distorsionada por contener el llanto.

-No mires esto, Sofi.- Giró a su hermanita para que estuviera de espaldas a la escena.- Tápate los oídos.- Sofi puso sus manitas sobre sus orejas presionando fuerte. Caminó hacia Alberto, Memo y los demás, tomando una de las palas con las que limpiaban el estiércol de los caballos…-¡Hey, Alberto!-  Cuando el chico volteó, le estrelló la pala en la cara.- ¡NO VUELVAS A HABLARLE ASI!- Bramó mientras Alberto yacía tirado en el suelo, con la cara ensangrentada.

-¿Qué diablos te pasa?- exclamó Jorge.

-¡Tú no te metas o te romperé el culo a patadas!- Jorge enmudeció.

-¡Solo jugábamos!- Se defendió el otro tipo.

-¡Lárguense de aquí!- Los dos amigos de Alberto lo ayudaron a levantarse.

-Era… broma…. ¿verdad?- Logró decir Alberto escupiendo sangre y mirando a Memo.  El chico negó con la cabeza con los ojos clavados en el suelo.

-Eso fue cruel y si fueras la mitad de educado de lo que dices ser, no le hablarías así a nadie y mucho menos a mi primo.- Sentenció ella.

-Tu y yo somos amigos.- Las lágrimas salían de los ojos de Alberto y la sangre se le acumulaba en la nariz y la boca. Sonaba rara cuando respiraba.

-Claro que no. Solo eres un lame-botas que quería ponerme de su lado para quedar bien con Cristina.- Ya era hora de sacar todo lo que pensaba. Se había aguantado muchas cosas desde que había llegado a ese lugar. En ese momento la expresión de Alberto cambió a una de amenaza. Ese era en realidad Alberto.

-Mi padre se enterará de esto.- Alcanzó a decir el chico para después escupir una bola de  sangre. ¿Eso eran un diente?

-Ya cálmate, Malfoy de cuarta.-  Los tres chicos huyeron cuando levanto la pala, como si fuera a golpearlos otra vez.

-Gracias.- susurró Memo aún mirando al piso.

-De nada.- Soltó la pala y se acercó a su hermano.- No dejes que te afecte, eso les daría la razón.

-Pero la tienen…

-¡Claro que no! Son unos idiotas, tú eres normal.

-Ale, mírame, ¿Qué ves?

-Veo a un chico castaño, de mirada verde. Risueño, divertido y valiente.

-No soy valiente.

-Lo eres.

-No. Tengo miedo todo el tiempo.- confesó triste.

-¿Y eso que? Ser valiente no quiere decir que no tengas miedo. Ser valiente es tener miedo y a pesar de eso seguir adelante.  La vida le pone las cosas fáciles a los débiles, pero a los fuertes les complica todo para que demuestren su valor. Haz eso, demuestra que eres más de lo que ellos piensan.

-Gracias, Ale.- Su hermano la abrazó.

-De nada. Y si aún estás triste, piensa en la cara de Alberto.

-¡Épico!

-¿Qué paso?- preguntó Sofi al acercarse corriendo.

-Nada.- Contestó Memo.

Regresaron a la alberca. La condesa seguía con el té y las amigas. Cristina estaba sentada en un camastro poniéndose tres litros de bloqueador en los brazos. Ya se había cambiado. Traía el cabello recogido y un traje de baño turquesa, del que solo se veía la parte superior, pues tenía un pareo del mismo color. Ella la miró de arriba hacia abajo mientas se acercaba.

-Fiuuu fiuuu.- Cris volteó y le sonrió.

-Deja de mirarme así y ayúdame.- le reclamó su hermana lanzándole el bote de crema.

-¿Qué hago?- Cris se dio la vuelta, acostándose boca abajo. Se soltó el nudo del bra, dejando su espalda desnuda. Ella continuaba parada sosteniendo como pendeja el bote de bloqueador.

-Alejandra…-

-Uhm…-  Cris la veía con cara de “apresúrate maldita”.- ¡Voy!

Sacó una cantidad generosa de la crema y se la pasó a Cris en la espalda. Despacio sus manos lubricaban esa piel blanca y suave. Desde los hombros hasta la parte baja de la espalda, llenó todo con bloqueador. Cris no decía nada pero soltaba pequeñas risas, seguramente le hacia cosquillas el contacto de sus manos.  Eso era raro, sentía calor en la cara. Cuando terminó, anudó con cuidado la ropa de Cris.

-Gracias.- Su hermana se sentó de nuevo.- ¿Te meterás a la alberca?

-Estaría genial, pero no traje ropa.

-Lo sé por eso te conseguí algo adecuado. Está en la bolsa.- señaló una pequeña maleta a sus pies.

-Wow, gracias. Que atenta. ¿Me acompañas a cambiarme?

-Claro.

Se encaminaron hacia los vestidores. Cuando ellas entraban, sus hermanos menores salían rumbo al agua.

-Apresúrate Alejandra.- bufó Cristina después de pasarle un top y un short de licra muy corto, según observó la castaña.

-Está muy pequeño, no me quedará.

-Claro que si, póntelo.

Con incredulidad, se colocó la ropa. Eso dejó al descubierto su abdomen y sus piernas duras.

-Vaya…- ¡Por qué Cris tenía las mejillas rojas?- Tienes un cuerpo muy… duro.

-Lo sé. Siempre ha estado así, creo que es genético porque la verdad, no hago tanto ejercicio como para estar en esta forma.

-Sin duda. Mira a mi papá y a nuestra familia. Heredaste mucho de mi tío Tony.- Seeeeh.- Me gusta aquí.- Le dijo Cris picándole el abdomen.

-¡Oye! Don´t touch.- Se hizo la monjigata y Cris rio.

-Uy, perdón. Vamos, madre Teresa.

Cuando regresaron a la alberca, se puso bloqueador a lo pendejo. Ya quería meterse al agua. Cris la regañó por ser tan atrabancada pero baah ¡al agua! Se adelantó unos pasos hacia la alberca. No había muchas personas, eran como 12 o 15, pero todas miraban en su dirección.

-¿Qué tanto miran?- Volteó y enseguida entendió el interés de todos.

Cris se había soltado el cabello azabache, que caía libre por su espalda y hombros. Y ahora se soltaba el pareo, dejando a la vista todo su perfecto cuerpo, cubierto solo de ese traje turquesa que contrastaba con su hermosa piel. Empezó a balbucear, mirando sin parpadear a la bella chica ahí parada.

-Te he dicho que no me mires así.- dijo Cris caminando hacia ella.

-¿Cómo?

-Con cara de boba.- Cris parecía muy satisfecha de sí misma.

-No… yo…- No sabía que responder.

-¡Vamos!- Cris corrió la poca distancia que la separaba de la alberca y saltó a ella, salpicándola.- ¡Ven!

-¿Ah?- Movió rápidamente su cabeza de un lado a otro para salir de su aturdimiento. También saltó. El agua estaba fresca, justo lo que quería después de estar horas bajo el sol.

-Nademos hacia ellos.- dijo Cris señalando a sus hermanos.

La azabache tomó aire y se sumergió, nadando bajo la superficie. Se quedó un momento mirándola y luego la imitó, yendo tras ella. La siguiente media hora se la pasaron jugando dentro del agua, hicieron carreras entre ellos. Primero Cris contra ella, luego contra Memo y al final una entre todos. Se hicieron los pendejos y dejaron ganar a Sofi. La pequeña estaba feliz al haberlos vencido. Después, la condesa los apresuró a que salieran de la alberca para comer.  Cuando lo hicieron, se fijó en que una mujer acompañaba a Sofía. Era peliteñida, rubia y con una mueca de desprecio.

-Así que tú eres Alejandra.- dijo en cuando estuvieron cerca de ella.

-Eh…si.- Estaba confundida.

-Tú eres la que golpeó a mi hijo.

-¿Su hijo?- ¿Qué hijo?

-Alejandra, - la condesa tomó la palabra.- Te presento a Carlota Salamanca, la madre de Alberto.- ¡Ah! ¡Ese hijo!

-Mucho gusto.- dijo como si nada secándose el cabello con una toalla que le había pasado Cris.

-Ojalá pudiera decir lo mismo, aunque con esos modales no eres digna de pertenecer a una familia tan distinguida.- dijo Carlota soltando todo el veneno posible.

-¿Podría repetir lo que dijo?-Le pidió.- Me distraje pensando en cuando iré a ver La bella y la bestia.- Cris disimuló su risa con una tosecilla.

-¡Insolente!

-Alejandra, ¿podrías explicar lo que pasó?- pidió seria la Sofía.

-Estrellé una pala en la cara a Alberto. Y supongo que le rompí la boca o la nariz… o ambas.

-¡Lo admites!

-No tengo por qué negarlo.- se encogió de hombros, como si el mundo valiera verg.(…)

-¡Eres una salvaje! ¡Mi pobre hijo!

-Su hijo es un maleducado, un arrogante. Se merece ese golpe y mil más.

-¡¿Cómo te atreves?!- Carlota quiso adelantarse, seguramente para golpearla, pero Cris se le interpuso.

-¿Por qué no deja que mi prima explique lo que pasó?

-Yo… yo lo explicaré.- Memo, que se había mantenido en silencio a un lado, intervino.

-¿Viste lo que pasó?- interrogó Sofía.

-Alejandra me defendió. Alberto… él estaba ofendiéndome.

-¡Alberto no sería capaz!

-¡Si es capaz!- Memo miraba desafiante a Carlota por atreverse a contradecirlo.- él y sus amigos se burlaban de mi por… por cojear. Se reían e imitaban la forma en que camino. Por eso Ale lo golpeó y me alegra que lo haya hecho.- ¡Toma perra!

-Será mejor hablar esto en privado.- Le dijo la condesa a Carlota, visiblemente furiosa. Las mujeres se alejaron unos metros.

-¿Estás bien?- preguntó Cris a su hermanito.

-Si.- respondió el chico cabizbajo.

-Ven, Memo.- Sofi le tomó la mano a su hermano y se sentaron juntos en la mesa de la condesa.

-¿Por qué no me dijiste?- le reclamó Cris, encarándola.

-Bueno… en cuanto volví nos metimos a la alberca…

-Ese… Alberto es un… ¿Cómo puede ser así? ¡Desgraciado!- Miraba a Cris debatiendo con ella misma, buscando un insulto suficientemente ofensivo para Alberto.

-¿Hijo de puta?

-¿Qué? No, eso es…- Cris lo pensó un poco.- ¡Hijo de puta! ¡Lo mataré! ¿Dónde dejaste la pala?- Cris empezó a ir hacia las caballerizas pero ella la tomó suave del brazo y la jaló hacia sí.

-Tranquila, con el golpe que le di dudo que pueda hablar bien en un buen tiempo.

-Pero… ¡Aaaarghh!

-¿Hijo de la chingada?

-¡Hijo de la chingada!

-Ya. Memo está bien. Aunque creo que estaría mejor si lo llevaran a un psicólogo, tal vez le sería muy útil.-Afianzó más el agarre sobre Cris, rodeándola de la cintura. Su hermana aún se veía enfadada.

-Le haré la sugerencia a mis papás. Gracias por defenderlo.- Cris suspiró sacando todo su malestar y acto seguido le dio un beso en la mejilla.

-Era lo menos que podía hacer. Cris…

-¿Si?

-No te cases con Alberto.

-Jamás.- respondió su hermana sonriendo y abrazándola también.

 

 

-¿Qué les parece?- les preguntó Angie después de contarles a detalle todo lo planeado para las actividades que ya venían.

-Ah pues… ¡genial!- dijo levantando los dos pulgares y con una sonrisota en el rostro. Cris le dio un codazo disimuladamente.

-Lo sabía ¡soy genial!- exclamó Angie levantando los brazos al cielo. Acababan de comer en familia.- ¡Oh, mi amor!- Su tía se levantó rápido y corrió hacia un sujeto que caminaba hacia ellas.

-¿Quién es ese?- le preguntó a Cris.

-El novio de tía Angie. Se llama Gerardo y es un metrosexual.

-Se nota.- Gerardo tenía el cabello castaño y con rayitos rubios. Los ojos azules, alto y con el cuerpo trabajado. Todo un mi rey. Angie y él se besaban.- Wacala.

-Envidiosa.- dijo Cris riendo.- Ya quiero irme a casa, estoy cansada, ¿me llevas?

-Si. Yo creo que todos ya nos iremos.

-Chicas, esperen.- Las detuvo Angie caminando hacia ellas con su galán.- Alejandra, quiero presentarte a mi amor, Gerardo Montero.  Ella es mi sobrina, Alejandra.

-Alejandra, un placer. Tan bella como tu tía.

-¡Mi amor!- Angie abrazó a su novio, emocionada. Ella tenía cara de “pero que chingados…” y Cris contenía la risa.

-Hola, Cristina.

-Hola, Gerardo.

-¿Ya se van?- preguntó su tía.

-Ya queremos irnos.- le respondió Cris.- Estamos cansadas.

-¡Pero si no me ayudaron en nada!

-Claro que si… el agua de la alberca está perfecta, no intoxicará a nadie.- comentó Ale.

-Alejandra San Román, no te pases de lista conmigo.- Amenazó Angie. Cris empezó a reír por la cara de enojo de Angie y la de espanto que seguramente tenía ella.

-Ya tía, de verdad estamos cansadas, pero si necesitas algo con gusto te ayudaremos.

-No se preocupen chicas, yo me quedo con ella.- dijo Gerardo salvándolas.

Aprovechando eso, recogieron rápido sus cosas y salieron huyendo. Después de esperar a la condesa, salieron detrás de la camioneta que transportaba al resto de su familia, rumbo a la mansión.

-¿Necesitas algo más, jefa?- preguntó a su hermana, cuando estaban a unos pasos de su alcoba.

-Si, ¿me ayudas a acomodar todos esos papeles?- dijo señalando lo que ella cargaba desde la cochera..

-Claro.- Entraron a la habitación de Cris y platicaron de mil tonterías mientras ponían todo en su lugar.- Por cierto, te… te… te queda bien ese traje de baño.- Comentó una vez terminó el encargo de Cris. Su hermana estaba a unos metros de ella, quitándose los zapatos sentada sobre su cama.

-Gracias. Espera, ¿me miraste?- preguntó la azabache con cara de ofendida.

-¡No! Bueno, un poco… ¡pero no!... o sea…- Cris empezó a reír y dio dos palmadas a la cama para indicarle que se sentara a su lado. Ella lo hizo.

-No me ofende que me mires.

-¿No? Que bien, porque no te miré de la forma en que piensas. Es solo que…- se quedó seria y en silencio viendo a Cris.

-¿Qué?

-En el momento en que te vi ahí, me di cuenta que tienes razón en lo que me dijiste. Ya no eres una niña. Me hubiera encantado conocerte antes, crecer juntas, así ahora tú ya…es…- ¿Cómo explicarle? Ahora entendía todo lo que los admiradores de Cris veían. Era preciosa. Y ella no la había visto crecer. Al menos con Sofi aún tenía tiempo.

-¿Ahora?- Cris la animó a terminar lo que quería decirle, aunque no sabía bien de qué iba esa conversación.

-Ahora… -¿Ahora  que?- ya me… querrías.- Cris esbozó una sonrisa.

-Tonta.- le dijo jalándole una oreja.- yo te quiero.- Afirmó abrazándola.- Debiste presentarte con nosotros antes. Me hiciste falta.- Cris se acomodó en su hombro.

-Perdón, es solo que, - no podía contarle, por más que quisiera, no podía decirle la verdad. Pero ¿por qué no?- sabes que nunca tuve buena relación con mi padre. Por eso no quería venir aquí, no me sentía parte de su familia.- Cris se aferró más al abrazo, dándole consuelo pues sus palabras estaban cargadas de melancolía. Luego la tomó de la cara e hizo que la mirara.

-Estás equivocada, Alejandra. Siempre has sido parte de nosotros. Eres mi familia.- le dijo suavemente.

-Gracias.- Dejó un beso en la frente Cristina. Fue en ese momento en que por fin se sintió en casa.

 

 

Riiing riiing…

-Uhm.- Con cara de zombie babeado, tomó el celular de su buró.

-¡Alejandra!- al otro lado de la línea se escuchaba música muy fuerte.

-Si.- sus ojos se negaban a abrirse.

-¿Dónde estás?

-¿Quién es?

-¿Cómo que quién? ¡Valeria!

-Uhm ¿Qué se te ofrece?

-Ven a bailar conmigo.

-¿Cuándo?- Ya empezaba a soñar con unicornios otra vez.

-¡Ahora! ¿Estás dormida? ¡Apenas son las 11pm!

-Cansada…estoy…te llamo mañana.

-¡Alejandra! ¡Alejandra!- Ya estaba roncando nuevamente.

 

 

 

 

-So-fi- de- ja –de- brin- car- so- bre- mi.- se quejaba mientras su hermanita saltaba sobre ella y le sacaba el aire.

-¡Ale! ¡Despierta!

-Ya-des-per-té.- girando sobre la cama, logró ponerse de pie.

-Iremos a misa, apresúrate.- Sofi salió corriendo como si tuviera pulgas ¿De donde sacaba tanta energía?

Eran las 9.30am. Los domingos, el desayuno se servía a las 10, así que se dio una ducha y se vistió para salir. Cuando bajó encontró a su familia rumbo al comedor. Faltaban Memo y Cris.

-Buenos días.- dijo feliz antes de sentarse frente a toooooda esa comida. Moría de hambre.

-Buenos días.- saludaron todos.

-Alejandra,- Sofía llamó su atención.- después de misa Guillermo quiere hablar contigo y Cristina sobre trabajo, ¿Te parece?

-Por supuesto.

-Buenos días, familia. – exclamó Memo, yendo a besar a su madre y luego sentándose.

-¿Empezamos? – preguntó Sofi mirando con ansias su plato.

-Esperemos a tu hermana.- le respondió la condesa.

-Aquí estoy, disculpen la demora.- Cris hizo acto de presencia. Tenía un vestido un poco por arriba de la rodilla, ajustado arriba y voladito abajo, blanco y con algunas flores estampadas, en colores pastel. Sus sandalias iban a juego.  Memo como todo un caballero, se puso de pie mientras Cris iba a su lugar. A ella se le formó una sonrisa en el rostro y por inercia se paró para ayudar a Cris con la silla.

-Te ves hermosa.- dijo acercándose un poco para que solo Cris la escuchara.

-Gracias.- Cris le devolvió la sonrisa y le dio un beso rápido en la mejilla.

-Buen provecho a todos.

¡A comer! No perdió tiempo y se sirvió generosamente de todo, necesitaba recuperar fuerzas después del día anterior. Después de desayunar, salieron a toda prisa para llegar a la misa. En una camioneta iban Sofía, Angie, sus hermanitos, el chofer y un guardaespaldas.  Cris se acomodó el vestido para subir a la moto en la que ella ya la esperaba.

-No olvides que hoy me enseñarás a bailar.- Habló Cris sobre su hombro.

-Bailaremos, bailaremos.- Canturreó moviendo los hombros al ritmo, evocando a Dori, de Buscando a Nemo.

-Tonta.- le dijo Cris abrazándola con más fuerza.

La misa como siempre fue divertida, gracias a la forma tan amena en que la oficiaba su tío Sebastián. Al terminar, la familia se acercó a saludar al padre y a algunos conocidos. El sacerdote aprovechó un momento en que los San Román se descuidaron para platicar con ella.

-¿Cómo van las cosas?

-Bien.- dijo sonriendo.

-Te ves relajada.

-Me siento cómoda.

-Te dije que te adaptarías ¿te tratan bien?

- Si, son muy amables. Es como si me conocieran desde siempre. Sobre todo, Cristina.- volteó a ver a la chica que saludaba a unas personas del pueblo.

-¿Qué pasa con ella?- preguntó Sebastián también observando a Cris.

-Me ha apoyado más que nadie. Es muy linda conmigo.

-Oh, entiendo.- su tío sonrió.- ¿Y tu padre?

-Hemos charlado un par de veces, creo que vamos bien.

-¿Aún le guardas rencor?

-Estoy entendiendo varias cosas. Cosas que no veía antes pero… aún me falta. Creo que me llevará un poco de tiempo.

-Toma el tiempo que necesites, es difícil para ambos.

-Hola.- saludó Cris tomándola del brazo.

-Hola, Cristina. Te ves muy bonita hoy, ¿no te parece, Alejandra?

-Muy muy muy bonita.

-Tú también te ves muy bien hoy.

-Gracias.- Sintió ardor en las mejillas.

-Bueno, yo me voy por ahí.- dijo pícaro Sebastián señalando dos direcciones a la vez.

-¿Quieres hacer algo ahora? ¿O vamos a casa?- le preguntó a su hermana.

-¿Paseamos por el pueblo? Doña Soco vende unos helados deliciosos.

-Vamos. El padre habla mucho de ella, como dice que cocina muy bien a él le encanta comer ahí.- Cris rio con ese comentario. A hurtadillas salieron de los terrenos de la parroquia y cruzaron la calle corriendo.

La tienda tenía una barra larga, dividida en dos. Por un lado vendían helados, malteadas y frituras y por el otro comida. Había unas mesas con sombrillas grandes para resguardar a los clientes del sol. Una puerta a la izquierda te daba acceso a la parte de los abarrotes y productos de uso doméstico.

-¡Niña Cristina!- exclamó la mujer.

-Hola, doña Soco. Le presento a mi prima Alejandra.-Le dedicó una sonrisa encantadora y sincera. La mujer la observó un momento.

-Vaya, tu sonrisa… Espera, ¿Qué no eres la chica del otro día?

-Sí, soy yo.

-Pero, ustedes no se conocían, ¿o sí?- Doña Soco en verdad estaba confundida.

-No nos conocíamos.- Respondió Cris.- Es una larga historia.

-Entiendo… ¿qué les sirvo, chicas?

-¡Yo quiero unas fresas con chocolate!- pidió feliz Cristina.- Te las recomiendo.- le dijo.

-Yo quiero un helado napolitano y… me comeré de tus fresas.- amenazó

-Tomen asiento aquí. Ahora les sirvo.- se sentaron en la barra, observando a la mujer prepararles su pedido. Unos minutos después ya comían y platicaban las tres.- Qué bueno verte, niña. Hace varias semanas que no venías.

-Si, así es. He estado muy ocupada pero siempre tengo ganas de estas fresas. Prueba.- Le dijo dándole una fresa con chocolate en la boca.

-¡Está buenísima! Dame más.- le pidió a su hermana abriendo la boca.

-Quiero de tu napolitano.- Ahora fue ella la que le dio de comer.

-¿Y tu padre?- Preguntó la mujer.

-En la capital.

-Que mal que no haya venido hoy. Seguramente hubiera venido por un helado. Nunca se ha resistido al pistache.- Recordó algo: ese era el sabor favorito de su madre. Tenía que disimular.

-¿Cómo sabe que le gusta el pistache?- preguntó como si nada.

-Porque… no sé si deba decir esto.- respondió la anciana insegura, mirando a Cris.

-¿Por qué?- preguntó un poco alarmada la azabache.

-Se trata de la antigua novia de tu padre.- su corazón dio un brinco.

-Ah, eso. No se apure. Cuéntenos.- dijo Cris curiosa.

-Verán, este puesto de helados es muy viejo. Era de mi abuela y desde pequeña le ayudaba aquí. Todos compraban de estos helados, incluidos el viejo conde, tu abuelo. Traía a sus hijos, así que conozco a Guillermo desde que era muy pequeño. Siempre fue muy gracioso.

-¿Mi papá?- preguntó incrédula, Cris.

-Sí, él era muy diferente a como es ahora. Era muy relajado. Andaba como loco en su moto, de aquí para allá. Un verano, cuando él tenía 16 años, llegó a vivir al pueblo la sobrina del padre Sebastián. Laura.- Rogaba porque los latidos de su corazón no se escucharan ¡su madre!- Ella era muy bonita, pelinegra. Con una sonrisa encantadora, una sonrisa que solo he visto en otra persona…-¿eh?- Cuando Guillermo la conoció, se volvió aún más loco. Laura tenía una facilidad enorme para meter a tu padre en problemas. Tu abuelo siempre terminaba regañándolos a ambos. En una ocasión le guardaron la bicicleta a don Pablo y el pobre tuvo que repartir el pan a pie durante dos días. Luego Guillermo y Laura la regresaron, montados en ella, paseándose por las calles como si nada.- Podía imaginárselos. Miró a las calles y casi vio a su madre de 16 años pasar frente a ella.-Pero Laura también influyó positivamente en Guillermo. Con el paso de los años lo hizo un mejor hombre, más consciente de sus actos. Y él se enamoró de ella. Era tan lindo verlos juntos.- Sonreía embobada.—Eran tan graciosos.

-¿Laura que hacía aquí?- preguntó Cris.

-Estudiaba danza clásica en el Instituto de Artes de Thó. Vivía aquí con el padre Sebastián.

-¿Y qué pasó?

-Después de unos años de novios, todos creímos que se casarían. Incluso supe que tu abuelo había dado su aprobación para el compromiso. Pero Laura no quiso.

-¿Qué? ¿Por qué?- Cris parecía devastada por esa noticia. Eso se le hizo gracioso.

-Laura no quería ser una condesa. Amaba a Guillermo pero su vida era la danza, quería viajar por el mundo, bailando para las compañías más importantes. Y créeme, esa chica era muy talentosa.

-¿Se fue? ¿Solo así?

-Lo que supe es que tu padre se iría con ella. Ya tenían todo listo.- ¿de verdad?-  Pero a unos días de que Laura tuviera su primera presentación como profesional y de que se marchasen de aquí, tu abuelo falleció de un infarto. Y tu padre, así como así, se volvió conde. Ella se fue y creo que intentaron arreglar las cosas para estar juntos. Sé que Guillermo la visitó varias veces pero las cosas no funcionaron. Así que decidieron separarse.- Eso no lo sabía. ¿su padre lo había intentado? ¿Por qué su madre nunca le habló sobre eso? Casi no tocaba el tema de su juventud, ni de su padre.- Fue entonces que Guillermo cambió. Se volvió melancólico, serio. Más aún de lo que es ahora. Se le veía demacrado y delgado, como si estuviera enfermo. Y luego de un tiempo se hizo novio de tu madre y se casaron.

-¿Cuánto tiempo después?- Quiso saber.

-Como año y meses.- ¿Tan poco?  Su padre no se esperó mucho.

-Que linda historia, bueno el final estuvo triste, pero…- Cris empezó a reír.- Jamás me hubiera imaginado que mi papá fuera tan travieso.

-Lo era. Muchas veces el padre Sebas o yo terminábamos corriendo tras Laurita y Guillermo para regañarles por alguna travesura.

-¿Sabe que pasó con Laura? – Miró hacia otro lado. No quería escuchar la respuesta. Quería que en su mente aun estuviera la imagen de sus padres adolescentes robando bicicletas.

-Sí, fue triste. Falleció hace un par de años.

-No…- Cris quedó boquiabierta.- ¿Cómo fue?

-El padre Sebas no habló mucho de eso, pero al parecer fue un accidente en el teatro. Ella y otros de sus compañeros murieron.

-Que triste.- Observó a Cris. Su hermana tenía los ojos cristalinos y las fresas ya no le apetecían. Abrazó a Cristi para consolarla. Consolarla por una mujer de la que nunca había escuchado. Que nunca conocería y que nunca sabría que era su madre.- ¿Sabe si fue feliz? ¿Se casó? ¿Tuvo hijos?

-Conociendo a Laurita, seguro fue muy feliz.

-Lo fue.- dijo sin pensar. Cris volteó a verla.

-¿Cómo sabes eso?

-Eh… yo… ella era una artista, estoy segura que vivió y disfrutó su vida.- quiso corregir lo que había dicho.

-Seguramente fue feliz y no sé si se haya casado.- Doña Soco la miró interrogante. ¡¿Por qué la miraba así?- Y no sé si haya tenido hijos, aunque sospecho que sí.- ¡¿Por qué coño la miraba así?!

-Que pena que mi papá no se casó con ella.

-Si lo hubiera hecho, tú no hubieras nacido.- le recordó a su hermana.

-No importa. Hubieran tenido su final feliz.

-Tal vez aunque separados, los dos tuvieron un final feliz.

 

Una hora después se encontraban de regreso en la mansión. Cris se había mantenido callada y ella pensaba en su madre. La había sepultado en su antigua ciudad, a miles de kilómetros de ahí. Le encantaría tenerla cerca.

-¿En qué piensas?- le preguntó Cris sentada junto a ella, bajo la sombra de un árbol del jardín.

-En… que ya casi regresará tu papá.

-Sí, ya por fin podré volver a clases.

-Tú, ¿en que piensas?

-En lo que nos contó doña Soco.

-¿Por qué piensas en eso?

-No lo sé. Siento que hay algo importante en esa historia.- Rio.- ¡Creerás que estoy loca!

-Para nada.- Le tomó la mano. Esa historia era suya, quería decírselo a su hermana pero no podía.

-¿Sabes que pienso?- Cris cambió de mano el agarre para así poder acariciarle el cabello.

-¿Qué?

-Me gustaría saber si Laura tuvo hijos.

-¡¿Qué?!- ¡Nooo!- ¿Por qué?

-No sé… hay algo que… no sé… algo.

-¿Algo?- Tragó en seco. ¿Por qué Cris era tan obsesiva? ¿Por quéeeeee?

-Siento algo aquí.- Cris dejó de acariciarle el cabello y se tocó el pecho, a la altura del corazón.- ¿Me ayudarías a averiguar?- What?????

-Seeh.

-Gracias. Sé que es raro pero gracias. Oye….- Cristi le daba pellizcos en la palma de la mano.- ¿bailamos ahora?

-Va.- se paró de un brinco y jaló a Cris para ponerla de pie.

-¡Llévame de caballito!

-¿Tienes cinco años?

-Anda, nunca me llevaste así de niñas.

-¡No te conocía!- Caminaba de prisa, ¡no iba a llevarla así!

-Eso significa que me la debes, ¡Ven aquí!- Cris trotaba tras ella.

-Mejor tú llévame.

-¡Tú eres la mayor! Anda.- Cris la atrapó justo antes de llegar a los escalones para entrar a la casa.- ¿Siiii?

-Mmmm, ya sube.- Feliz, Cris brincó a su espalda.- ¡estás pesada!

-Claro que no.

-¿Qué hacen?- Sofi las vio cuando entraron a la casa.- ¡yo también quiero subir!

-Puta madre.- dijo por lo bajo.

-¡Alejandra!- No lo suficiente bajo. Recibió un zape de Cris.

Llegaron a la habitación de Cristina pero Sofi fue la que estaba en su espalda ahora. Cris buscaba alguna pieza en su lap para que les sirviera de práctica. Sofi y ella esperaban sentadas en la cama, con cara de no romper un plato.

-¿Te parece bien esta?- Cris dejó que las notas de El Danubio Azul llenaran el cuarto.

-Si. Ven, primero te explicaré.- Cris puso pausa y se acercó hasta quedar frente a ella.- En el vals el compás es de tres tiempos. Vamos a marcar esos tiempos así…- Deslizó el pie izquierdo a un lado.- uno…- el pie derecho lo siguió dando un golpe suave al suelo.- dos…- el pie izquierdo marcó el tercer tiempo dando a su vez otro golpe.- tres. Ahora hazlo tu. – Cristina la siguió en sus movimientos, frente a ella, como si fuera su espejo.- ¿por qué dices que no sabes?

-Porque me equivoco.

-Solo sigue ese paso, es el básico.

-Cuando bailo con alguien termino pisándole los pies.

-Uhm, veamos.- Se acercó y colocó su mano derecha en la espalda de Cris y extendió su mano izquierda esperando que su hermana se la tomara. Cris lo hizo y colocó su otra mano en su hombro.- Siempre hay que mantener los brazos a esta altura. La postura hace del vals un baile elegante.- Con una indicación de su parte, empezaron a moverse, haciendo el paso básico.- No mires tus pies, mírame a mi.- Cristina lo hizo. Sonrió al ver a su hermana sonrojada, tal vez bailar le daba pena.- ¡Sofi, pon la música!- la pequeña corrió hasta a lap y presionó enter.  Cuando el Danubio Azul empezó a sonar, Cris le pisó un pie.

-¡Lo siento!- Se alejó de ella, estaba muy roja.

-Tranquila, no pasa nada. No pesas.

-Hace rato dijiste que si.

-Mentí.- Volvió a abrazarla.- ¿sabes que haces mal?

-¿Qué?

-Debes dejar de guiar, deja que tu pareja te guíe. Relájate, no quieras controlar hasta el baile.- Su hermana soltó un suspiro largo, concentrándose.

-Hagámoslo.- Le tomó la mano con mayor firmeza. 1..2…3...1…2…3…

-¿Ves que fácil? ¡Ahora, a girar!- Conservando el paso, le enseñó a Cris a como dar vueltas sin pisar pies. Su hermana se veía más relajada, sonreía y su flequillo caía por su rostro haciéndola ver muy linda. Cristina era muy guapa.

-¿Quién te enseñó?

-Vi bailar a muchas personas durante mi niñez y adolescencia.- ¡No era mentira!

-¿Aprendiste solo viendo?- Asintió. Seguían girando por toda la habitación.- ¿Esto está permitido?- preguntó Cris al quitar su mano de su hombro y pasarla detrás de su cuello, teniéndola así abrazada y más cerca.

-Solo conmigo.- Cris rio.  Estuvieron bailando de esa forma los minutos restantes de El Danubio Azul. Cuando la pieza acabó, Cris se mantuvo inmóvil mirando de cerca sus ojos…-¿Cris?

-¿Si?- preguntó la chica apenas en un susurro.

-Ya terminó.

-¡Ah si!- Su hermana la soltó de golpe.

-Creo que ya lo tienes. ¿Te parece una más y luego practicar una que otra tarde antes de la cena de gala?

-Sí, perfecto.- Observo a Cris un momento, parecía inquieta. Fue hasta la lap y tecleó: Voces de Primavera. Una vez más la música sonó. Colocó de nuevo una mano en la espalda de Cris, tomando la postura correcta para bailar.

 

 

-¡Yo nunca di esa orden!- Bramó su padre. Se habían conectado con él por videollamada. Le habían enseñado el correo que le habían mandado a Mendoza.- Comunícate con Tomás y dile que lo quiero en mi oficina apenas regrese al país.

-Su asistente me dijo que llegaba mañana a las 4pm.- Respondió su hermana. Guillermo llegaba de su viaje un par de horas antes.

-Lo quiero en mi oficina a las 4.30. Y a ustedes también. Él no tiene por qué bajar los costos y menos sin mi autorización.

-El punto es que colocó tu firma y el escudo de la familia en esa hoja.- le recordó.- Deberías abofetearlo.

-Ganas no me faltan…- murmuró su padre.

-Sea como sea, mañana lo solucionaremos, papá.- Cris era muy optimista siempre.

-Sí, Alejandra hiciste muy bien en revocar esa orden y aclararle a Mendoza que los materiales de construcción deben ser los mejores.

-Si bueno, soy genial, lo sé.-  Cris rio y su padre negó  con la cabeza.

-Sofía me contó lo que Alberto le hizo a Memo.

-¡Es un hijo de la…!- soltó Cris.

-¡Cristina!- le llamo la atención su padre.

-Ay, Cris que grosera.- Se burló ella.

-Y tú, - su padre la señaló.- ya sé que le rompiste la cara con una pala.

-¿Estás enojado? ¿Me enviarás a mi cuarto?

-No tientes a tu suerte.- su padre le sonrió.- Por esta ocasión no habrá castigo, pero intenta no ir por ahí golpeando gente, la violencia no es buena. Las cosas no se resuelven a golpes. Eso es todo. Las veo mañana.- Con una última sonrisa, la transmisión se cortó.

-Genial.- Las dos salieron del despacho. Bernardo estaba ahí esperando.

-Señorita Alejandra, tiene una visita. La espera en la sala.

-¿Visita?

- La señorita Valeria.- Ñam ñam.

-¿Me acompañas?- le preguntó a Cris.

-Claro.- su hermana se colgó de su brazo, caminando junto a ella hasta la sala.

--¡Chicas! ¡Que juntitas vienen!- Valeria se acercó a ellas en cuanto las vio.

-Hola.- saludó. Cristina solo sonrió.

-Hola. Alejandra te estuve llamando toda la mañana, ¡dijiste que me llamarías!

-¿Yo? Disculpa no he visto mi celular hoy…- La verdad había estado súper distraída todo el día.

-Te llamé anoche y me dijiste que me devolverías la llamada. Creo que ya estabas dormida.

-No lo recuerdo.- Se rascó la nuca.

-Cuando duermes no te enteras de nada.- comentó Cris acariciándole la mejilla.

-Si, bueno.- Valeria habló fuerte después de carraspear.- Vine a invitarte a salir hoy. A bailar.- Le dijo.- Claro tú también estás invitada, Cris.

-No, gracias.- Se quedaron unos segundos en silencio. Alternaba su vista de una a la otra chica ¿ah? ¿Qué pasaba ahí?- Mañana hay clase y aún no he terminado mis deberes.

-Entiendo, ¿pero tu si irás verdad?

-Eh, bueno.

-Si Ale, ve.- Cris la soltó del brazo.- Me retiro, tengo cosas que hacer.- Sin mirarla, su hermana salió rumbo a sabe donde.

-¿Entonces?- Valeria se le echó al cuello sonriéndole y dándole un pico.

-Sí, vamos.

 

Quedaron en que pasaría a las 10pm por Valeria. Mientras, se pasó el resto de la tarde haciendo sus deberes y tocando la guitarra. Cuando dio la hora, se dispuso a salir de la mansión y vio luz en la habitación de Cris. Tocó dos veces.

-¿Quién?

-Yo, ¿puedo pasar?

-No.

-¿Por qué?- ¡¿Por qué?!

-Estoy cambiándome de ropa.- (¿Te ayudo?)

-Uhm, entiendo. Oye, ¿de verdad no quieres ir? Puedo esperarte, hay tiempo.

-No.

-Anda, vamos. Baila conmigo otra vez

-Estoy cansada. En otra ocasión.

-Ok, me rindo. Nos vemos después.- Al no obtener respuesta, se marchó.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Tengo listos los capitulos hasta el 17.... en el transcurso del día los subiré todos. Ahora regreso.

!Travesura realizada!


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