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De Aristocracia y Otras Estupideces. (New Version) por Menz

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Notas del capitulo:

Tengo diarrea... ¿Ven cuanta confianza les tengo?

 

!Accio cap. 2!

CAP II.

Soy Alejandra y no haré travesuras.

 

-¿Está bien señorita?- le preguntó Bernardo mientras la guiaba a su habitación.

-Seeeh.

-¿Cómo dice?

-Si. Bien. De maravilla.- dijo ceñuda.

-Entiendo, señorita.

-Hábleme de tú.

-Eso sería impropio. Usted es la sobrina del conde.- Claro, sobrina. Ahora tenía que chutarse todo el numerito armado por su papá y su tío. Sentía que la bilis llenaba su interior. ¡¿Por qué tenían que complicar todo?!

-¿Hay algo divertido por aquí?- Empezaron a subir unos escalones que se dividían y se iban hacia la derecha o hacia la izquierda. Ellos fueron a la derecha.

-¿Divertido?

-Sí, usted sabe. Bares, antros. Drogas, sexo y rock and roll.

-¡Señorita!- exclamó Bernardo escandalizado mirando para todos lados por si alguien los escuchaba. Ella soltó una carcajada.

-Tranquilo solo bromeo, soy la sobrina de un conde.- dijo con sarcasmo. Derecha, pasillo, izquierda, pasillo, escaleras… Derecha… ¿Dónde chingados estaba?

-Hemos llegado.

-¿Aún estamos dentro de la casa?- preguntó desorientada.

-Así es. Perdón por hacerla caminar tanto. Este palacio es uno de los más grandes y antiguos de la región. Se acostumbrará a vivir en él.

-Me conformo con no perderme.- El mayordomo sonrió.

-El conde creyó que ésta era la habitación perfecta para usted.

-¿Él la escogió?- Bernardo abrió la puerta y entró para hacer un ademán cortés invitándola a entrar.

-En persona. También supervisó la decoración.

-Uhm.- Le costaba creer eso.

Su alcoba era enorme y circular, con las paredes pintadas de colores oscuros. Justo frente a la puerta había una cama King Size con cobijas y dosel rojos. A la izquierda, a dos escalones de nivel del resto de la habitación, había un sofá frente a una inmensa pantalla de plasma que cubría media pared. Una consola con videojuegos, un escritorio con una laptop que a simple vista parecía carísima. A un costado del escritorio, en la pared, un enorme ¡librero en forma de piano!  Y eso no era todo ¡Había un piano de cola de verdad!

-Pero qué… - Estaba con la boca abierta.  Rosó la superficie de ese hermoso piano pues su cerebro se negaba a creer que fuera real. Puso sus dedos sobre las teclas y presionó el acorde Do. Perfecta afinación.- Vaya…-  giró su cara hacia un lado y ahí, acomodadas en sus respectivos parales estaban tres guitarras. Dos electroacústicas Gibson y una eléctrica Fender Stratocaster.- No puede ser…- examinó detenidamente las guitarras.

-Señorita, por aquí por favor.- Bernardo la llamaba para enseñarle el resto de lo que había ahí. Dejó un momento las guitarras y fue detrás del pingüino. Del lado derecho había dos puertas. La primara era de un closet como para guardar dos toneladas de ropa y zapatos.- El conde mandó comprarle ropa esperando que sea de su agrado. Estaba con la boca abierta. Caminó entre las filas y filas de ropa. Ciertamente le parecían geniales. Decenas de zapatos, tanto formales como informales, sus favoritos. Encontró cajones con gafas y accesorios. Y otra puerta. Al abrirla encontró el baño pero ¡era gigante! Y muy lujoso. Jamás en su vida pensó que un baño podía ser así. ¿En vez de agua caería oro fundido? La tina parecía del tamaño de una alberca olímpica. Un gran espejo rectangular adornaba la pared y en la barra encontró gabinetes con artículos de higiene y uso personal. Otra puerta la conectaba directo a su habitación, sin tener que pasar por el closet.-¿Le gustó?

-Claro, es súper.

-Y falta algo.

-¿Algo?- Ale siguió al mayordomo y lo vio atravesar una puerta corrediza que daba a un amplio balcón, con un par de muebles estilo jardín.- ¡Wow!- exclamó ante la vista. Podía apreciar todo el valle y las luces del pueblo. Estaban en la parte más alta de la mansión.- Esto es genial.

-Agradézcales a sus tíos. – le recordó.

-Claro.- Debía aceptar que estaba sorprendida.

-Le recuerdo que en una hora se servirá la cena. Siempre puntuales a las 8pm. La dejo para que se prepare. Con permiso.- Escuchó a puerta de la habitación cerrarse. Ella se quedó un momento en el balcón, admirando el extenso paisaje. La noche se estaba comiendo al día. Solo se apreciaba una tenue luz al poniente.

 

Una vez sola en su habitación, se dirigió de nuevo al closet y empezó a sacar sus pertenencias de las maletas.  Su ropa era muy poca comparada con la cantidad de prendas ahí. Aparte de que sospechaba que uno solo de sus nuevos jeans, costaban lo mismo que todo que lo había en su maleta de viaje. Se miró en el espejo para acomodarse mejor su cabello rebelde. No sabía si era adecuada esa ropa… tenía una camisa roja con botones al frente, bastante ceñida a su cuerpo, dejando ver su pecho casi plano y sin chiste, unos jeans azules, un cinturón negro y unos vans también azules. Buscó el lápiz negro y se delineó mejor los ojos. No usaba nada más aparte del delineador, pues sus mejillas y sus labios presentaban ese tono carmín de manera natural.  Parpadeó varias veces, todavía un poco incrédula de estar en ese sitio.  Pasó la vista por la habitación, dándose cuenta de la enorme distancia entre su vida pasada y esa. Y no es que el dinero la deslumbrara, solo la incomodaba. El piano y las guitarras eran lo que más llamaba su atención. Se sentó en el sofá para probar una electroacústica. Tocó algunas notas… Con su madre nunca le había faltado nada. Era verdad que no vivían con lujos pues su mamá era una de las personas más sencillas que conocía. Ella era la que administraba lo que su papá le enviaba cada mes y siempre decía que Guillermo se excedía con la cantidad. Nunca preguntó nada con respecto al acuerdo económico entre sus padres. Simplemente no se le antojaba saber nada. Y ahora, con esa nueva vida que le esperaba… ¿sería muy hipócrita de su parte aceptar todo eso así como así? ¿Su padre querría comprar su perdón? Miró la guitarra con el ceño fruncido, ¿esa era su  recompensa por tantos años de abandono? ¿Quién era su padre? ¿Qué clase de sujeto era?

Buscó el portafolios para revisar lo que había en él. Encontró varios documentos. Abrió mucho los ojos al ver su nueva acta de nacimiento. Efectivamente en el renglón donde iba el nombre de su padre se podía leer el nombre del primo de su papá… pero en el renglón donde iba el nombre de su madre… parpadeó varias veces… ¿Quién era Alondra Villaseñor? Revolvió entre las hojas, pasando la vista por todo lo que decía… Alondra Villaseñor… dueña de un pequeño viñedo al norte del país… ¿Viñedo? ¿A quien rayos se le había ocurrido eso? Según la historia, ella era hija única de esa señora, quien había muerto un par de años atrás… y ella tuvo que vender el viñedo…  arrugó las hojas asqueada por tantas mentiras. ¡No! Ella no iba a negar a su madre. Salió furiosa de su habitación, buscando el maldito camino de regreso al despacho. ¿Dónde diablos estaban las escaleras? Cuando al fin llegó al primer piso, no había ninguna persona alrededor, ¿esa casa siempre parecía vacía o qué? Se acercó al despacho.

-Seguramente se acostumbrará.-Decía Sebastián.- Es noble y – Empujó las puertas sin tomarse la molestia de preguntar si podía pasar.

-¡¿Me puedes decir quien chingados es Alondra Villaseñor?!- Agitó el acta de nacimiento ante las narices de un sorprendido conde. Escuchó como las puertas volvían a cerrarse.

-Alejandra, cálmate.- Le pidió su tío a sus espaldas. Había sido él quien cerró las puertas.- ¿Por qué no te sientas?

-No me digas que hacer.

-Cuida ese tono, señorita.- Pidió su papá.

-Tú tampoco me digas que hacer.

-¡Soy tu…!- Guillermo suspiró, apretando con fuerza los ojos.- Toma asiento por favor. Hablemos esto.

-Así estoy bien.- Respondió terca.

-Como gustes. ¿Qué es lo que te molesta?- Peguntó tranquilo el conde.

-Esto.- Señaló el nombre de la tipa esa.

-Ya te hemos explicado el porqué de las cosas.

-No negaré a mi madre.- Repitió apretando la mandíbula.

-¿Qué solución propones?- Su papá se rascó distraídamente el mentón perfectamente afeitado.

-Quiero el nombre de mi mamá en el acta. Quiero mi apellido. No me apellidaré Villaseñor.

-No podemos poner el nombre de tu madre ahí. Debemos ser precavidos.

-¡¿Para qué?! ¡¿Para ocultar que soy tu desliz de juventud?!

-¡Basta!- Su papá golpeó el escritorio con la palma de la mano y se puso de pie de un salto.- No eres un desliz de juventud, no quiero ocultarte por las razones que piensas. No me avergüenza ser tu padre.- Miró esos ojos color esmeralda intentando descifrar si Guillermo era sincero.

-Lo que se me ocurre, es poner el primer nombre de tu madre.- Opinó el cura.

-Ella odiaba ese nombre.- Dijeron ella y Guillermo a la vez. Su padre carraspeó.

-Ella ya no está  aquí para objetar.- Argumentó su tío de manera práctica.

-¿Qué te parece?-Le preguntó el conde.- Podríamos poner Ana García.- Pensó un momento.

-De acuerdo.

-De acuerdo.- repitió su papá, extendiendo la mano para que le entregara el acta que sería desechada. Le entregó el documento y el conde lo metió en uno de los cajones de su escritorio.- ¿Se te ofrece algo más?

-No contaré esa historia ridícula sobre un viñedo.

-Alejandra, -habló su tío.- no puedes hablar de tu vida anterior con tu madre así como así.

-No soy estúpida, sé que hay cosas que no debo decir, pero eso no significa que deba inventar toda una historia. Tengo una historia propia, no tengo porque ocultarla pero tampoco tengo que divulgarla.- Guillermo la miró como si midiera su capacidad de no meter la pata.

-De acuerdo. Maneja las cosas a tu manera. Solo te pido que mantengas tu identidad protegida.- Solo asintió a lo que decía su papá.

Toc toc.

Alguien estaba fuera.

-¡Adelante!- Exclamó Guillermo. Las puertas se abrieron y una niña pequeña entró agitada.

-Buenas noches.- Saludó con vocecilla aguda.- ¡Padre!- La niña se acercó a su tío, quien no tardo en revolverle el cabello se manera juguetona.

-Hola, Sofi, ¿Cómo estás?

-Bien, yo….- la niña la observó. Su papá le había dicho que tenía ocho años pero se veía pequeña para tener esa edad. Era flacucha, con la piel lechosa, mejillas y labios rojos, con el cabello castaño y los ojos verdes, aunque un tono un poco más oscuro a los de ella.

-Sofi, -habló el conde, rodeando su escritorio y parándose junto a ella.- acércate.- La niña obedeció.- ¿Recuerdas que te dije que la familia tendría una nueva integrante?

-Sí.

-Pues es ella.- Sofi clavó sus ojos en los suyos y le sonrió.

-Hola, soy Sofi.- La enana le tendió una mano.

-Hola, yo soy Alejandra.-Le estrecho la mano a la niña.

-Se parecen mucho.- le susurró Guillermo. Ella se quedó callada.

-¿Te quedarás aquí para siempre?- Le preguntó su hermanita visiblemente emocionada.

-Eh… algo así.

-¡Siéntate junto a mi en la cena! ¡¿Si?!- Sofi se le colgó de la cintura.

-Si, yo… - empezó a reír.- Claro, enana.

-Creo que es hora de pasar al comedor.- Guillermo miraba su reloj. Sebastián se paró de un brinco del lugar en el que estaba.

Sofí la tomó de la mano con toda naturalidad. Dejó que Guillermo y Sebastián caminaran delante de ellas. No se sentía nada preparada para lo que venía. Con todo el enojo que había sentido minutos antes, había olvidado por completo que en la cena conocería al resto de la familia.  Sentía que su corazón retumbaba más fuerte que sus pisadas.

-Papá.- Escuchó una voz familiar.- Estamos aquí.

Guillermo cambió de dirección y los condujo hasta un amplio salón. Al igual que el resto de la casa, estaba decorado con pinturas, esculturas y diversas obras de arte. Los muebles estaban impecablemente cuidados y limpios. Enseguida sintió la mirada de todos sobre ella. No sabía que hacer, ni a donde ver. La cara le ardía y seguramente estaba roja. Se sentía muy apenada.

-Familia,- dijo Guillermo.- les presento a Alejandra.- Intentó sonreír pero solo le salió un gesto algo torcido.

-Buenas noches.- Saludó nerviosa.

-Alejandra…- Una mujer de cabello oscuro y ojos grises se acercó a ella con una sonrisa de oreja a oreja. La abrazó con tanto entusiasmo que se sintió algo cohibida.- Me da mucho gusto que estés aquí con nosotros.- La mujer le acomodó maternalmente el cabello.

-Yo… eh… gracias…

-Sofía. Me llamo Sofía. Puedes llamarse así, o tía.- Sofía no dejaba de sonreírle. Solo asintió con algo de torpeza.

-Sofía es mi esposa. Y…

-Y yo soy su hermana.- Otra mujer se acercó casi casi empujando a Guillermo.- Oh por Dios,- dijo examinándola sin ningún disimulo.- ¡eres igualita a Tony! Bueno, a nosotros…-Recibió un abrazo.- Si…- ¿La estaba olfateando o que?- Me llamo Angie.- Exclamó al fin. Angie tenía el cabello castaño muy lacio y los ojos color esmeralda, que al parecer era algo distintivo de esa familia. Vestía muy fashion, resaltando su esbelta figura y su sonrisa Colgate. Sin duda era una mujer muy guapa.

-Se llama Angélica.- Dijo su papá.

-¡Angie! Jamás me llames por el otro nombre.

-¿Angél…?

-¡No lo digas! –Angie puso una mano frente a ella en señal de “alto”- No lo digas. Soy tu tía Angie, nada más.

-Oook.- aceptó algo insegura de hablar pues tenía miedo de que su tía loca se alterara.

-Ella es mi hija,- continuó Guillermo.- Cristina.- Ahí estaba la chica que había conocido en el pueblo. Se miraron en silencio unos segundos, hasta que Cristina sonrió y se acercó.

-Hola, Alejandra.- Su hermana le tendió la mano.- Ahora no es anti-higiénico estrechármela.

-Hola.- Saludó también con una sonrisa, tomando la mano de la azabache, quien se acercó más a ella y la abrazó. El cabello azabache de Cristina le hizo cosquillas en la cara.

-¿Anti-higiénico?- Interrogó Angie. La chica se separó de ella y dio un  paso hacia atrás.

-Si… Ya conocía a Alejandra, aunque no sabía que era ella… es decir…-Cris hizo una mueca de confusión.- La vi en el pueblo, estaba cubierta de tierra y creí que…-

-Creyó que era una indigente pidiendo dinero.

-¿Por qué estabas cubierta de tierra? ¿Cuándo fue eso?- Preguntó  Sofía.

-Fue hace unos días, -recordó Cristina.- pero no pensé que fuera la misma Alejandra a la que estábamos esperando. Tal vez si no hubiera tenido tierra por todas partes hubiera reconocido sus facciones… ese día solo llamaron mi atención sus ojos.- Le sonrió a su hermana, recordando ella también lo que había ocurrido.

-Entonces, ¿llevas días por aquí?- Quiso saber Angie. Rayos.

-Eh… si.

-¿Y por qué no habías venido?- ¡Angie, deja de presionar!

-Yo…- miró un segundo a su papá.- No me sentía lista para venir.- Admitió.- Cuando llegué sabía que debía hablar con el padre Sebastián para que él me trajera hasta aquí, -no quería mentir pero ¿tenía otra opción?-  así que hable con él y le pedí que me dejara quedarme unos días en la parroquia.

-Y Alejandra, gentil como suelen ser en esta familia, insistió en ayudarme con el jardín, -¡¿Quién insistió?!- por eso Cristina la encontró llena de tierra.

-No sabía que la huerta en la que trabajabas era la de la parroquia.- le dijo Cristina.

-Ejem, - alguien carraspeó.- papá…-Un chico preadolescente llamó la atención de su padre.

-Si, lo siento.- Se disculpó el conde.- Alejandra, éste es Memo, mi hijo.

-Hola, Ale.- El chico se acercó a ella y también la abrazó.- Me da gusto saber que vivirás con nosotros.

-Gracias.- También su hermano se parecía mucho a ella. De hecho, era el más parecido. Y se notaba que sería alto, seguramente más alto que su padre. Cuando su hermano se alejó, se dio cuenta que cojeaba.

-¿Ya vamos a cenar?- Preguntó Sofi.

-Pasemos todos al comedor.-Sugirió la condesa. La familia empezó a moverse. Enseguida, Sofi se acercó a ella y le tomó la mano de nuevo.

El comedor era grande, con una mesa larga, como para 40 personas. La comida ya estaba en la mesa y varias personas del servicio estaban de pie, junto a las paredes, vistiendo el uniforme que había visto antes. Ella se sentó junto a la pequeña, frente a su tía Angie. Observó la vajilla fina y el sin fin de cubiertos para ella. ¿Cómo se utilizaba todo aquello?

-Tranquila, yo te enseño como.- Volteó a su izquierda  y vio a Cristina sonriéndole amablemente.

-Gracias, me siento estúpida.- le susurró. Cris contuvo una carcajada.

-Solo obsérvame y haz lo que yo.

-De acuerdo.

-Y dime Ale, ¿Qué tal el viaje?- Angie captó su atención.

-Bastante aburrido. Fueron 4 horas de vuelo y 2 en autobús.- respondió mientras imitaba a Cris y daba el primer mordisco a esa carne que se veía bastante apetitosa. Abrió los ojos desmesuradamente, ¡eso estaba delicioso!

-Y tu habitación, ¿te pareció bonita?- quiso saber la condesa.

-Está genial, gracias.- le dijo sonriéndole.

-Me alegra que te gustara.- Respondió la mujer.- ¿Te gustaron las guitarras?

-¡Claro! Esas guitarras son la onda…-contestó emocionada.- es decir, son muy buenas.- dijo más tranquila. Esa crema verde de la comida estaba exquisita, sabe lo que era pero ¡Bah, a comer!

-Yo fui a comprarlas.- confesó Cristina.

-¡Yo la acompañé!- dijo tierna, Sofi.

-Pero yo las busqué en internet y di con la tienda.- Aclaró Memo.

-¿Y mi crédito qué? Yo diseñé tu habitación y compre tu ropa.-  Reclamó Angie.- Por cierto que gustos tan raros tienes. – dijo feliz de la vida tomando vino.

-Yo te dije que videojuegos comprar.- dijo Memo.

-Esperen…- Había dejado de comer mientras escuchaba sorprendida.- ¿Ustedes mismos prepararon todo para mi llegada?

-¡Claro! ¿Qué esperabas?- exclamó Angie.- Sobrina te diré algo: – la amenazó con su pequeño cuchillo.- que seamos aristócratas no nos vuelve unos inútiles.

-No quise decir eso.- respondió mirando su plato mientras soltaba un risa nerviosa.- Es solo que… no me esperaba tanta amabilidad.- Confesó ruborizada.

La condesa se puso de pie y camino hasta ella. La miró sorprendida y se paró para quedar frente a la mujer, ¿había dicho algo malo? Sofía enseguida la abrazó.

-Tú… eres la hija de Tony.- dijo un poco titubeante.- Nosotros somos tu familia, nunca olvides eso. Nunca olvides quién eres.- le dio un beso en la mejilla y regresó a su lugar. Ella hizo lo mismo aún sorprendida y completamente conmovida, a su pesar.

-La familia es una bendición.- dijo su tío Sebastián. Solo miró a su tío, esperando en el fondo, que tuviera razón.

 

 

-Bien Ale, si necesitas algo me lo pides con confianza ¿Si?- le dijo Cristina mientras subían a sus habitaciones.

-Si, gracias.

-Y no te sientas estúpida, a mi me pareces genial.- dijo sincera la chica.

-Doble gracias.

-Mi habitación está por ahí, es esa.-Cristina señaló una puerta, unos metros más allá.- Pero si te da pereza venir hasta aquí, solo marca el 215 en el intercomunicador.

-Lo tengo, 215.

-Buenas noches prima.- Cristina se despidió dándole un beso en la mejilla.

-Buenas noches… hermana.- susurró cuando Cris ya se había alejado.

 

 

 

Toc-toc.

-¡Ale!

-Uhm.- Empezó a abrir los ojos despacio. ¿Dónde estaba? Su habitación seguía oscura gracias a las cortinas ¡Ah sí, ya recordaba! Levantó la cabeza y observó la hora en el reloj sobre su buró. Eran las 7:30am. ¡Era de madrugada aún!

-¡Alejandra!

-¡Pasa!- Exclamó resignada. La pequeña Sofi entró corriendo y se subió a su cama, arrodillándose en el colchón.

-Ale, ¿jugamos?

-¿Ahora?

-Déjala en paz, Sofi.-Memo entró también ¿Qué esos chicos no dormían o qué?- Ven Ale, juguemos Halo.

-Nada de eso.-Ahora la que entró fue Cristina- Alejandra irá conmigo a la universidad.

-Pero hoy es sábado.- dijo Sofi tirándose sobre ella y sacándole el aire.

-Tengo que ir a hacer unos trámites, pero a mi regreso juego con los dos. ¿Les parece?

-Luego seguro llenarán tu horario con actividades extraescolares y no tendrás tiempo.-Se quejó Memo.

-¿Qué actividades?-Quiso saber.

-Te explicaré en el camino. Ahora date prisa.- La apresuró Cris. Con cara de What? se levantó de la cama y Cristina soltó un grito.

-¿Qué pasa?- preguntó alarmada mirando para todas partes.

-¿Cómo puedes dormir así?

-¿Ah?- Se observó. Tenía un sport blanco y un bóxer negro.

-¡Te compramos pijamas!

-Ah, eso.  No sé, siempre duermo así. Además me dio flojera revisar y preferí quitarme la ropa y dormir.

-Debes ser más pudorosa.- Cris miraba para otro lado. Sofi jugaba sobre la cama y Memo estaba ocupado examinando los videojuegos.- Imagina si alguien te tomara una foto así.

-¿Alguien?

-Si, alguien. Paparazzis. Es común que persigan a nuestra familia para sacarnos fotografías.- Soltó una carcajada y Cris la miró ceñuda.- ¿De qué te ríes?

-Cris… estamos a 25 metros de altura, no creo que haya un paparazzi colgado de mi ventana. No seas paranoica.

-¿Paranoica? Llevo toda mi vida lidiando con la prensa no quieras decirme que…

-Ya, ya.-Interrumpió a la chica.- De acuerdo, tienes razón, disculpa. Seré más pudorosa.- Con una sonrisa se dirigió a cambiarse de ropa.

 

Cuando salió del baño, Cristina hojeaba el libro que había estado leyendo la noche anterior y Sofi estaba sentada junto a ella platicándole sabe qué cosa. Y Memo ya no estaba. Era tan raro saber que tenía hermanas y que eran las dos chicas al frente. Cristina era la más cercana a ella en edad, tal vez eso ayudaría a hacer amistad con ella.

-Lista.- anunció.

-¡Eres muy bonita!- Exclamo Sofi tirándose sobre ella. La sostuvo entre sus brazos. Sofi era una niña súper cariñosa.

-Yo pienso que la bonita eres tú.

-¿Puedo ir con ustedes?

-Eh, bueno…

-No.- dijo fría Cris.

-Por favor.

-Tardaremos un par de horas, te aburrirás. Vamos Ale.

-Ale, llévame.- La pequeña puso cara de gatito de Shrek.

-Uhm, ¿Qué te parece si a mi regreso jugamos toda la tarde?

-¿Lo prometes?

-Claro.

Más tranquila, Sofi salió corriendo de la habitación. Ale caminó junto a Cristina hasta la entrada del palacio. Se quedaron ahí paradas.

-¿Qué esperamos?- preguntó impaciente.

-A Marcos, el chofer.

-¿Chofer?

-Si, ¿O quieres caminar?- le preguntó sonriente Cris.

-No pero… Nunca me ha llevado un chofer. Será rarísimo.

-No sé conducir.

-¿No?

-No. Nunca me hizo falta aprender.- Una camioneta blanca muy lujosa paró frente a ellas.

-¡Vaya!- subió detrás de su hermana.

-¿Tu sabes?

-¿Qué cosa?- Estaba distraída.

-Conducir…

-Ah, si. Aunque las motos son lo mio.

-¿De verdad? A mi papá también le encantan. Pero hace mucho que no conduce una. Tiene varias en la cochera.- Ella no sabía ese dato de su padre.

-¿Qué más le gusta?

-Los caballos, ¡le encanta el polo! La navegación…- Bien, tal parecía que las motos era lo único que tenía en común con su padre.

-¿Desayunaremos en la universidad?

-No, iremos a desayunar a mi restaurante favorito. Ahí nos dirigimos ahora.

-Que bien, muero de hambre.

-Después de la universidad iremos a la oficina de mi papá. Quiere hablar contigo.

-¿Conmigo? ¿Por qué? ¿Qué hice?

-Nada, tu tranquila. Supongo que quiere entregarte tu horario de actividades.

-¿Qué actividades?

-Te lo explicará él.

-Pero, Cris…

-Ahora quiero enseñare la ciudad. Por favor.- Pidió la chica.

-De acuerdo. – dijo a su pesar.

-Thó se divide en dos partes: norte y sur.- Empezó a decir animada.- En el norte están los edificios corporativos, los bancos, los centros comerciales, culturales, los mejores restaurantes y tiendas. Gente de mucho dinero vive en el norte. En el sur vive la clase trabajadora, los obreros, campesinos, etc. Ahí no hay centros comerciales ni nada por el estilo.

-¿Por qué? Eso es muy clasista. Dividir la ciudad por nivel económico.

-No es que se haya dividido oficialmente, es más bien algo implícito en las personas de aquí. Si eres rico vives en el norte, si eres pobre vives en el sur.

-Qué mierda.

-¡Alejandra! No hables de ese modo. Alguien podría escucharte.

-¿Y eso que? Mierda es una palabra.

-Calla.- Cris estaba entre divertida y escandalizada.

-Mierda, mierda, mierda, ¡mier!- La chica le tapó la boca con una mano mirándola con reproche.

-No puedes gritar eso, compórtate.- Podía ver la lucha interna de Cris, entre callarla o gritar ella misma ¡mierdaaa! ¿Su hermana sería feliz con ese estilo de vida?

-Está bien,- le dijo sonriente a la menor.- me comportaré solo por ti.

-Creo que eso es lo máximo que podré conseguir de ti. Llegamos.

Marcos se estacionó justo en la entrada del restaurante donde un joven con chaleco rojo se apresuró a abrirles la puerta.

-Bienvenida, señorita San Román.- dijo inclinando la cabeza ante Cristina.

-Gracias, Alfonso.-En la fachada se podía leer “SantCeloni”.

Alejandra caminó junto a Cristina, siguiendo a Alfonso hasta el interior del lugar. Todo era muy lujoso. Caminando entre esas mesas, se planteó la idea de peinarse de ahora en adelante... naah que flojera. Los empleados del lugar le sonreían a su hermana. Llegaron a una mesa y los camareros gentilmente les retiraron las sillas en señal de caballerosidad.

-¿Podrías llamar al Sr. Altamirano?- le pidió Cris a uno de los mozos.

-Por supuesto señorita.-el joven se retiró.

-Veo que eres una especie de celebridad.- comentó mientras otro camarero llenaba sus copas.

-Algo así. Te acostumbrarás.

-¿Yo? ¿Por qué?- Antes de que Cristina pudiera contestar, se acercó un hombre de unos 60 años, delgado, con visibles canas y porte elegante.

-Señorita San Román, como siempre un honor tenerla con nosotros. El vino es cortesía de la casa.-dijo amable señalando las copas llenas.

-Muchas gracias, es usted un caballero.- Ella observaba a su hermana. No parecía la misma Cristina. Es verdad que Cris era amable por naturaleza, pero la sonrisa de ahora le parecía algo forzada.

-¿En qué puedo servirle?

-Déjeme presentarle a mi prima, Alejandra San Román -¿Qué? ¿Por qué la presentaba? ¡Ella solo quería comer!

-Otra bella San Román.- Exclamó el hombre. Le dio la mano esperando que se la estrechara pero Altamirano le besó el dorso ¡Wácala!

-Vivirá en el palacio de la familia y es mi prima favorita, así que espero que se le trate con la misma amabilidad que al resto de mi familia.- dijo Cristina con el mismo tono amable aunque pudo notar cierta actitud autoritaria de ella. Altamirano inclinó la cabeza sonriente.

-No tiene ni que pedirlo, los San Román son nuestros clientes más distinguidos. A sus órdenes, Señorita Alejandra.

-Eh, muchas gracias.- ¡¿Ya podían comer?!

-Supongo que desayunará lo de siempre, ¿verdad?

-Así es. Dos iguales, por favor.

-Enseguida. Si desea algo más no dude en hacérmelo saber.- con una última reverencia el hombre se retiró.

-¿Qué rayos fue eso?- Quiso saber.

-Shht. No hables así aquí.-susurró Cris dando un sorbo a su vino.

-Bueno, pero ¿qué fue eso?-

-Tenía que presentarte. Es parte de mi deber hacer que las personas de ésta ciudad te conozcan y te respeten.

-¿No sería mejor colgarme un letrero?

-Tonta.- ¡Sonrió!

-Me parece que no estás muy cómoda con éste tipo de vida ¿o me equivoco?

-¿De qué hablas?

-Pues de esto. De tantos modales, tanta etiqueta. Dime algo ¿Has ido a una playa nudista?- Cris casi se atraganta con el vino que pasaba en esos momentos por su garganta. Giró la cabeza por todos lados por si alguien las había escuchado. Ella solo empezó a reír.

-¡Claro que no! ¿Estás loca? ¡No te rías!- exigió aunque también ella empezó a reír. Después de unos segundos volvió a su actitud seria.- Hago lo que debo hacer. Soy la mayor y la heredera al título, debo comportarme con honor siempre.

-Cierto, eres la heredera. Recién me enteré de que la sucesión ya no es solamente por línea masculina.

-Así es, a partir del año 2000 se aprobó una ley de igualdad de género. Así que no importa el sexo, el primogénito es quien tiene derecho sobre el título.- Los camareros llegaron y pusieron los platos frente a ellas. Las chicas se miraban en silencio. Su padre le había dicho que la situación con respecto a ella era difícil por eso no podía reconocerla como su hija ¿se refería a eso? ¿No quería un escándalo debido a la sucesión? Si su padre la reconocía como su hija entonces…-¿En qué piensas?

-Ah, en… nada.- picó un poco de fruta de su plato y se la llevó a la boca.

-Pues a mí me parece que sí.- Sonrió. Cristina era su hermana. La quería. A pesar de apenas conocerla, la quería. A ella no le interesaba el título, jamás desearía ser una condesa pero… Aunque Cris se esforzara en sonreír, se daba cuenta de que no estaba cómoda con algo. No sabía exactamente con qué, pero lo descubriría.

-No puedo creer tanto lujo y circo para un plato de fruta y unos huevos.

-¡Pero son deliciosos!- Se defendió Cris.

 

 

Una hora después las chicas se dirigían al edificio administrativo de la universidad. Estaba impactada con el tamaño de esa escuela. Podía pasar tres días caminando por el amplio terreno escolar y sospechaba que ni así llegaría al límite del terreno.

-Vamos por tu horario y a que firmes el reglamento. Luego puedo enseñarte el edificio de artes. ¿Estás de acuerdo?

-Claro.

Subieron unos escalones hasta la oficina correspondiente. Cristina se mantuvo a su lado mientras ella se acercaba a una secretaria que apuntaba algo en unas hojas.

-Buenos días. Vengo a por mi horario, soy nueva.

-Un momento. –dijo la empleada sin mirarlas.

-El horario es de Alejandra San Román.- dijo fuerte Cristina. La mujer soltó su lapicero y levantó la cabeza rápido.

-Oh, señorita Cristina, disculpe no sabía que era… es decir…-

-Está bien.-Intervino ella sonriéndole a la asustada mujer.- Termine lo que hacía nosotras esperamos.- tomó la mano de Cristina y la llevó hasta las sillas junto a una pared. Pero la mujer se fue corriendo por una puerta cercana.-No hagas eso ¿quieres? Casi la matas de un susto.- le reprochó a Cris.

-Me irrita que no me atiendan rápido.

-Eres solo una vizcondesa, no una princesa.-dijo juguetona.

-¿Cómo haces eso?- Cris apoyó la cabeza sobre su hombro.

-¿Qué cosa?

-Restarle importancia a todo.

-Solo olvida un momento que vives entre oro y diviértete.- La puerta se abrió de golpe y Cristina regresó a su pose erguida. La miró un segundo.

-Adelante.- indicó la aún asustada mujer.

-Gracias.

Tardaron menos de 20 minutos hablado con la decano de la facultad de artes. Uno mujer mayor, con arrugas y rostro severo.  Álvaro (mano derecha de su padre) se había encargado de todo. Solo firmó unos documentos donde aceptaba todo lo del reglamento y listo. La decano no tuvo ningún inconveniente cuando le dijo que su acta de nacimiento la entregaría unos días más tarde. Después de la exagerada bienvenida por parte de la mujer, por fin salieron del edificio.

-Eso fue muy rápido.- observó.

-Ser una San Román tiene sus ventajas.

-¿Cómo cuales? ¿Te dan una porción de pastel más grande en la cafetería?

- ¡No te burles de nuestro apellido!

-¡Cristina!- Se escuchó una voz detrás de ellas. Ambas voltearon.

-Ay, no...-dijo Cristina por lo bajo para posteriormente sonreír.- Hola, Valeria.-Saludó dándole un beso en cada mejilla a la recién llegada.

-Hola, prima.- Veía atentamente a la chica pelirroja frente a ella. Era muy guapa, con unos ojos azules y una figura de modelo. La chica se fijó en ella y sonrió- ¿Me presentas a tu amiga?-le preguntó a Cristina.

-Por supuesto, pero no es mi amiga. Ella es Alejandra San Román…

-¡¿San Román?! ¡¿Otra?!- Le causó gracia la cara de asombro que puso Valeria.

-Si, es hija de mi tío Antonio.

-No sabía que tenía una hija…

-Si, lo que sucede es que…

-¡Oigan! Sigo aquí.- Reclamó por atención.

-Oh, lo siento, que descortés.- Se reprochó Cristina.- Te presentó a Valeria Demonte Sáenz. Es hijastra de nuestro tío Tomás.

-¿Nuestro…?

-Te lo presentaré en la siguiente reunión familiar.

-¿No conoces a mi padrastro?

-Eh, no. Lo siento. Aún no conozco a toda la familia.

-Espero que me cuentes tu historia en la siguiente ocasión.-le dijo Valeria ¿coqueta? La pelirroja se acercó a ella y la abrazó, dándole luego un beso en la mejilla, aunque el contacto duró más de lo usual. Sentía sus hormonas bailando. Cristina se aclaró la garganta.

-Daremos un paseo por el campus, ¿te parece platicar en otro momento?- sugirió Cris.

-¡Las acompaño!- dijo Valeria colgándose de su brazo.

-No es necesario, seguro viniste a algo importante.- le contesto Cris.

-Tuve entrenamiento de tenis pero ya acabó.- eso explicaba esa ropa deportiva que traía. Cris suspiró resignada. Ella notó ese gesto pero al sentir a Valeria pegada a su cuerpo prefirió concentrarse en la pelirroja y no en su hermana.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

¡Comenten, carajo!

 

Besos cachondos.

 

Travesura realizada.


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