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Posesión por Mon18Zu

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Notas del capitulo:

Si un Alfa conoce tu nombre tiene derecho a reclamarte. De acuerdo a las reglas para la posesión de un Omega, sólo puede obtenerlo a través de tus palabras. Eres el único que puede concedérselo.

La mansión Malfoy estaba ubicada demasiado al norte, en el sitio en que el sol nunca tocaba la punta mas alta de la bóveda celeste tal que se trataba de una deslumbradora mancha en el horizonte. 

 

Al descender del carruaje, sobre un camino de piedra pulida, el mayordomo personal del muchacho colocó sobre sus hombros un abrigo de piel obscuro, del mismo se apodia apreciar un logo verdoso sobre el hombro izquierdo: La serpiente.

 

Uno de sus guardias personales, que le esperaba sobre la entrada lateral de la mansión, tomó del picaporte de metal y empujó una de ambas puertas hacia el interior, por el cual transcurrió un débil az de luz blanquecina. Draco subió el par de escalones antes de ingresar en el pequeño vestibulo.

 

-Los señores Malfoy le esperaran antes de la cena, joven Malfoy.- El sirviente Beta que le dijo aquello le sonrió e inclinó ligeramente la cabeza. Poco  se preocupó del aspecto de éste, aunque vestía un elegante traje gris. Sin detenerse en su camino, distinguió los escalones que le llevarían al piso superior.

 

 

….

 

 

 -Tome asiento y cene con nosotros. Aún requerimos de sus servicios.-Le dijo Lucius, reposado sobre un asiento de piel en la cabecera del comedor. La cena estaba siendo servida. 

 

El comedor familiar se encontraba iluminado por largas y delgadas velas de cera, colocadas en las altas paredes y sobre la muebleria, y una enorme lámpara de cristal colgando del deslumbrante techo a base de mosaicos. Cualquier brisa de aire provocaba el tintineo más ruidoso.

 

Cuando el señor Black tomó asiento, una joven sirvienta depósito delante de él algunos platillos. Draco le hecho un vistazo y se dio cuenta de que era la primera vez que le veía comer.

 

De acuerdo a su posición, acaparaba el asiento izquierdo de su Padre, mientras que su Madre se hallaba a su derecha.

 

-Después hablaremos de aquel incidente.- Draco desvió la mirada de su platillo hacia el frente y acertó en la manera de responder de su madre ante aquel comentario. Pero él nunca soportaba mantenerle la mirada así que titubeó. 

 

Su madre era un varón de frente amplia, ojos grandes, negros, pelinegro y nariz respingada. Como cualquier Slytherin, su piel estaba marcada por la palidez de falta de sol.  

 

Su padre, un alfa de cabello platinado y ojos grisáceos, era alto, robusto y de frente realzada. A diferencia de él, su madre siempre llevaba el cabello corto alineado debidamente. Durante la cena se mantuvo callada.

 

En algún momento dado, un viejo sirviente de traje negro se acercó por el costado derecho de su padre. Llevaba una bandeja vacía, o al menos eso creyó Draco. Padre usó un pañuelo y se limpió las comisuras de los labios con cuidado, luego extendió la mano derecha e izó un sobre de papel blanco. Draco no pudo apreciar el sello con que estaba firmado acertadamente y antes de que su progenitor se percatara de que le observaba desvío la vista hacia el resto de su cena, manipulando los cubiertos con agilidad.

 

El sirviente retrocedió en silencio. Con hábiles pulgares descubrió el sobre y desprendió una corta hoja escrita en tinta negra. Al poco segundos, comentó.

 

-Los Potter han solicitado una vista por la mano de nuestro hijo.- Al escuchar el apellido Potter, no pudo evitar mirar al alfa, aunque bien sabía que no se dirigía a él. Lucius no pareció darse cuenta. Sin embargo, Severus posó ambos codos sobre el comedor, deshaciéndose de los cubiertos, y anudó ambas manos en un gesto severo. Podía jurar que le había pillado.

 

-Eso no va a pasar.- Sentenció. De algún modo, Draco se sintió decepcionado. Depósito los cubiertos sobre el plato de porcelana y dejó ambos brazos reposando sobre sus piernas. Al levantar la vista, su madre le miraba.

 

-Ve a la cama, Draco.- Giró un poco la cabeza hacia el Señor Black- Asegurate de que duerma.- No se molestó en buscar a su guardaespaldas, ya lo tenía detrás.

 

Lucius devolvió aquella carta dentro del sobre correspondiente y se la entregó al criado, el cual se aproximó para recibirla. 

 

-Si, madre.

 

 

 

 ....

 

 

 

Desabotonó el último de los broches de su camisa de encaje. Al  pasarla por sus hombros, Draco observó su torso en el reflejo del cristal. 

 

La ventana de la derecha se encontraba descubierta por lo que la brisa matinal invadía en el recinto y le proporcionaba confort. 

 

Dejó caer la prenda sobre la alfombra y se colocó para deshacer los broches del pantalón. En ese entonces se sintió un poco incómodo al recordar que el señor Black observaba por la ventanilla mientras se aseguraba de mantener unidas las muñecas sobre su espalda recta. Sin embargo, si su madre ingresaba en la habitación y se daba cuenta de que Draco no estaba listo para la inspección de cada mañana le haría daño.

 

Suspiró indebidamente al instante en que la prenda resbaló por sus delgadas piernas y aterrizó en aquellos delicados tobillos. Sacó los pies y se encaminó hacia la pequeña elevación delante del cristal de cuerpo completo. 

 

En el momento en que posó encima los tibios pies descubiertos, la entrada de la estancia fue abierta. Draco no apartó la vista de su cuerpo desnudo. Estaba confundido por que la inspección se vio interrumpida por aquel par de semanas en que estuvo instalado en la institución de la directora Minerva y sin embargo, no podía predecir las diferencias que hallaría su madre. Algo era claro, no iba a salirse de rositas.

 

-Es bueno saber que no te ha olvidado la rutina.-Le dijo, acercándose a él.

 

-No, madre.-Respondió, sin atreverse a mirarla incluso a través del reflejo, aunque no hacia falta hacerlo para saber que el varon portaba un muy buen traje negro hecho a medida, pulcro y sin arruga alguna, y como el corto cabello perfectamente alisado decoraba la pequeña cabeza, que a sí mismo, Draco había heredado.

 

En ese momento, la varilla de metal apareció y Draco no pudo evitar echarle un vistazo. Su madre no prescindió de aquel gesto, ya que sólo le decía que su hijo había olvidado como se aprendía en casa.

 

De ese hecho, desvío el objeto del campo de visión del muchacho. Al ver aquello, Draco posó los dientes sobre la carne de su mejilla inconscientemente.

 

-Déjate la mejilla- Le reprendió inmediatamente, mientras se desplazaba por el costado izquierdo divisandole por medio del cristal, sin ningún cambio en su aspecto sereno. Él dejó de hacerlo y ella se detuvo un momento.

 

-Parece que has pasado un tiempo en el sol.-Draco no se molestó en justificar si era verdad o no aquella afirmación.

 

-Si.-Susurró sin sonar lo suficientemente bajo para que ella no tuviera que preguntar por la respuesta y él tener que repetirla.

 

Una mano fría le tomó de la suya. Volteó a mirar como su madre, con la cabeza inclinada, contemplaba por dos segundos sus delgados dedos. Desprendió ambas extremidades, casi con rudeza.

 

-Te has mordido las uñas y arruinado las cutículas, ¿Por algo en especial?- Para cuando preguntó aquello, el muchacho había devuelto la mirada hacia el reflejo sintiéndose repentinamente culpable al someterse con facilidad a la curiosidad.

 

-Nada- Respondió sin titubeos. Un agudo dolor se extendió por su espalda alta en ese instante. Arrugó el rostro y tensó los hombros. Sin embargo, al instante el dolor menguó y desapareció. Tragó saliva y parpadeó. Su madre no parecía haberse movido ni un poco, de hecho, le contemplaba como una estatua de marfil. Entonces rotó sobre su ege y camino en dirección contraria, posicionándose simétricamente.

 

-¿Qué es lo que te pone tan nervioso, Draco?-Le preguntó, pasible.

 

-No importa, Madre.- Respondió en voz muy baja. Contempló los piecezillos de aquel muchacho en cueros. Se veía vulnerable, delgado e incluso impotente tal que, pensó, podría romperse a causa de un mal movimiento de su alfa, sea quien vaya a ser.

 

-Tienes nuevos trajes.- Sin prestarle mucha atención Draco colocó la punta de la lengua unida a la punta de colmillo izquierdo. Al escuchar aquello, su humor cambio repentinamente.

 

-En dos días te presentaras ante el candidato que esperemos seas de su agrado.-El muchacho volvió el cuello hacia ella, intrigado.

 

-¿Es alguien importante?- Ella le devolvió la mirada con unos apacados ojos, molesta por aquel comportamiento.

 

-Claro que es alguien importante.-Contesto de inmediato, frunciendo el ceño ante una pregunta tan absurda, pero Draco sabía que por mucho aquello era lo único que lograría sacarle.

 

-¿Puedo saber su nombre?- Cuestionó a su madre tratando de usar un tono suave de voz.

 

-Eso aún no te compete.- Aclaró en un suspiro, acomodando los brazos sobre su espalda Pacientemente.

 

Desilusionado, Draco regresó a su posición original. Pero igualmente insistió.

 

-¿Es guapo?- Fue casi un susurro, instigador.

 

-Ya lo sabrás- Respondió al cabo de unos segundos, le miró y después abandonó la estancia con una caminata elegante, sin dejar de lucir su perfecta postura. La varilla había desaparecido entre sus mangas y sus pasos apenas resonaron sobre el suelo de piedra pulida.

 

Permaneció frente al reflejo, observando aquel niño que le devolvía una pícara sonrisa a través de unos rosados labios, cuyos rodeaban la piel blanca como la porcelana.

 

Detrás de él, un amplio lecho adornado de arrugadas sábanas y custodiado por gruesas pilas de piedra tallada.

 

 

....

 

 

-Ven aquí, Draco.

 

Draco miró a su padre, de espaldas a su madre. Ella, los brazos puestos detrás, las piernas un poco separadas una de la otra, aunque exactamente posicionadas, la mirada recta y el pecho alzado. Él, con el rubio y largo cabello callendo por su espalda alta, encima del pesado abrigo negro donde se ondulaba a la altura del perfecto cuello de la prenda, lo que realzaba el brillo de las fibras.

 

Draco obedeció y se colocó muy cerca de ambos tal que su madre le daba frente.

 

Las cortinas no estaban corridas y la alfombra bajo sus zapatos opacaba el sonido de sus pisadas. El tintineo de una botella al tocar una copa metálica finamente moldeada fue lo que oyó durante algún tiempo. Su madre no perdía paciencia, sin embargo, el muchacho se quedaba sin saliva.

 

-Aquel...incidente del que me comentó Sirius…- Habló Lucius, sin ningún aparente apremio. Tuvo el presentimiento de que su madre le taladraba con la mirada pero se reusó a devolvérsela.

 

-¿Estuvo presente algún Potter?- Aunque la voz se mantenía en calma, el apellido Potter lo pronunció con algún toque de descaro.

 

-Si- Respondió Draco, sintiéndose de pronto exhausto. Los brazos de su madre se movieron. Fue sólo un segundo, pero lo vio.

 

-¿Como lo sabes?- Le preguntó antes de arrojar un trago de aquella sustancia por su graganta. Para ello, alzó la mandíbula.

 

Bajó un poco la mirada. 

 

-Él me lo dijo.- Como una exhalación, divisó una gruesa mano incrustada de anillos y un segundo después varias dolorosas punzadas atravesaron su rostro desde el costado derecho. Antes de percatarse estaba en el suelo boca abajo, recostado sobre la rugosa alfombra. Abrió los párpados un momento y tuvo que cerrarlos de nuevo. Escuchó unos pesados andares detrás de él.

 

Lenta y cuidadosamente, colocó los dedos donde procedía aquel delirante martirio. 

 

-¿Le diste tu nombre?- Parpadeó con los labios entreabiertos y los brazos en contacto sobre la superficie, los dedos húmedos. El golpe había sido tan duro que se encontraba aún aturdido.

 

-Si.- Respondió mientras se colocaba a cuatro patas y las imágenes se le tornaban borrosas. Parpadeó otra vez, casi desesperadamente.

 

Repentino, algo le tomó del brazo izquierdo y tiró de él. Se vio obligado a ponerse en pie violentamente. Un fuerte mareo le sobrevino y tuvo precaución de que las piernas no le fallasen.

 

Divisó a su padre, el rostro tenso y el abrigo arrugado. Sin perder tiempo, lamió un pulgar con aquella rosada lengua y lo posó con rudeza en las heridas del muchacho. Draco reaccionó al tacto y al intentar separarse, el brazo que le presionaba la extremidad se endureció. Gimió y tembló hasta que lucius retiró cada resto de sangre sobre su cien derecha. Le soltó imprevistamente y se aparto de su hijo, mientras pronunciaba unas palabras a su consorte.

 

-No podemos negar la vista de Harry Potter.

 

 


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