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Bajo llave por thery

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Notas del capitulo:

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Su nombre es Vincent.

Y tu nombre es Oliver.

Vincent es un hombre atractivo y cariñoso.

Él prepara románticas cenas y mantiene la habitación cálida y placentera sólo para ti. Él acaricia tu piel con sutileza y estás muy agradecido por ello. Estás agradecido por muchas de las cosas que ha hecho por ti hasta el momento.

—Gracias por ayudar en la casa—. Es lo que dice Vincent cuando regresa de la oficina. Maletín en mano, aflojando el nudo de su corbata.

Eres premiado con un beso el que correspondes, dejándote llevar por ese sentimiento cálido que crece en tus labios. Vincent parece disfrutarlo igualmente, porque sonríe cariñosamente y recorre tu cabello con una de sus manos, dejándola caer sobre tu hombro. Al separarse de ti se dirige hasta el cuarto de baño, en tanto tú continúas con las labores hogareñas que dejaste a medio hacer. Actividades a las que te has acostumbrado, puesto que Vincent pasa la mayor parte del día fuera. Solías dormir durante gran parte del día, pero has llegado al punto en que te sientes descansado. Tienes permitido salir dos veces por semana, siempre que Vincent tenga libre. Eso está totalmente bien.

Todo va de maravilla en tu vida.

—¿Cómo te fue en el trabajo? —preguntas desde la cocina. Estás acabando de guardar el resto de vajilla que faltaba. 

Vincent regresa con el cabello despeinado, gotas de agua deslizándose a través de su cuello hasta llegar a su torso desnudo. Sólo lleva unos pantalones deportivos. Sin sus lentes ópticos puedes ver la expresión de sus intensa mirada mucho más relajada.

—Tuve una reunión bastante larga, algunas veces detesto lo que hago.

—Oh...

—Pero, tenerte a ti conmigo es suficiente recompensa.

Respondes soltando un par de risas.

Vincent se acerca hasta ti para abrazarte desde atrás, desabrochando el delantal de cocina que tenías puesto para aventarlo al piso. Sin dar aviso, te carga en brazos hasta su habitación. Con cuidado te ubica sobre la cama, desabrochando los botones de tu camiseta, besando tu piel a medida que queda expuesta. Tus protestas son interrumpidas por un suave beso sobre tus labios, uno lento y perfecto. Le permites continuar dejando escapar pequeños suspiros que se pierden tras sentir el frío contacto de sus manos sobre tu piel.  

—Ah—. Dejas caer tu cabeza hacia un lado, entrecerrando los ojos. Te pierdes en la sensación de su boca mordisqueando tu cuello.

Ya te has mirado en el espejo otras veces. Y has visto los colores que permanecen sobre tu piel.

Te gustan.

Sabes que a Vincent le gustan también.

Con sus grandes manos, él presiona sus dedos sobre tu torso ante lo cual sueltas risitas nerviosas. Vincent extiende sus manos a través de tus costillas y se detiene en tus pezones. Te mantiene sentado sobre su regazo, al borde de la cama. Te encuentras sin camiseta ahora, sólo llevas esa falda de tablas azul que tanto te gusta y unas blancas pantimedias que llegan hasta los muslos. Las últimas fueron uno entre los muchos regalos de Vincent.

Los cabellos de Vincent rozan tu garganta haciéndote cosquillas. Haces lo posible por mantenerte quieto, pero te resulta casi imposible.

—Ah, Oliver —suelta en voz baja. Su lengua pasa a llevar el lóbulo de tu oreja. Y sientes una corriente eléctrica recorriendo tu columna. —Por favor, no contengas tu voz.

—Pero... —protestas, tensando los músculos de tus piernas ante la extraña sensación que te causa su tacto.

Puedes decir que últimamente ha estado ocurriendo con frecuencia, tus pantaloncitos cortos resultan sentirse más apretados de lo normal, a pesar de ser de la misma talla que has utilizado siempre. Eso ha dicho Vincent. Tu abdomen siente una calidez creciente que te hace quejarte cuando toca tu pecho. Él no te acaricia bajo tu abdomen. No te sientes completamente seguro si estás listo para eso. Algo debe estar mal contigo, no quieres pasar a llevar los sentimientos de Vincent.

—Oliver—. Él detiene sus manos, presionando su dedo índice en uno de tus pezones. Te remueves sorprendido, sosteniéndote en sus hombros.

—No es una obligación—te asegura reposando ambas manos a la altura de tus caderas. —Sabes que puedes tomarte todo el tiempo que quieras. Nunca te lastimaría, te amo demasiado para hacer algo así.

—Está bien.

—¿Estás seguro?

Ahí estaba. Vincent te está dando todo el poder de tomar esta decisión. Tienes suerte que sea tan desinteresado y piense en ti antes que él.

Está decidido entonces.

—Sí.

Te agrada hacerlo feliz, puesto que él te ha hecho feliz también.

 

 

A primera vista, la botella que deposita Vincent sobre la cama te alarma un poco. Vincent te dice que no hay de qué preocuparse, que el dolor que se siente en un principio se transformará en placer en poco tiempo. Por supuesto que le crees, jamás dudarías en su palabra. El aroma de fresas inunda la habitación a medida en que él prepara tu entrada con sus dedos. Intentas morderte el labio inferior para no dejar escapar ningún sonido, pero no puedes controlar tus gimoteos. Vincent te dedica una sonrisa y te pide que te relajes.

El tiempo se derrite en la preparación hasta que llega a su fin. Vincent te guiña un ojo mientras comienza a quitarse la ropa tranquilamente. En un movimiento cauteloso, Vincent lleva una de tus piernas hasta su hombro, posicionándose en tu entrada. Dejas escapar un jadeo ansioso, por lo que él lleva su mano hasta tu mejilla, acariciándola con ternura. De paso acaricia tus labios con su pulgar. No entiendes por qué, pero ese movimiento te hace estremecer. Vincent lo nota y suelta una risa baja.

—Resiste un poco más, princesa.

Te aferras a las sábanas sólo por reflejo.

—Vincent…—dices su nombre ahogando un gemido. Pretendes ocultar la vergüenza que sientes cubriendo tu rostro con las manos. No quieres que vea la expresión que tienes ahora; agitada, desordenada.

No eres el Oliver de siempre; ordenado y obediente. Eres alguien distinto y no estás seguro si este lado de ti le va a agradar por completo ¿Qué ocurría si no es así? Honestamente tienes algo de temor de averiguarlo.

Una vez que está dentro de ti, coge tus manos para apartarlas de tu rostro escondido. Peina tu flequillo hacia un lado y te besa en la frente. Tus mejillas arden.

—Respira hondo, Oliver —te indica Vincent.

—Duele —gimoteas. No querías admitirlo, pero la palabra escapa de tus labios.  

Los ojos de Vincent resplandecen con intensidad, luce complacido. No deberías estar así de tenso.

—Lo sé, prometo que te haré sentir bien.

Cierras los ojos brevemente y asientes soportando aquella nueva sensación. Quieres hacer feliz a Vincent; su felicidad es la tuya. Repite eso en tu mente y todo saldrá maravilloso.  

Vincent comienza a moverse en un ritmo apacible, mientras lleva tu otra pierna sobre su hombro. Aquella posición te debilita, no estás seguro si es por la vergüenza de estar bajo él o porque no eres tan flexible como te gustaría. Como sea, ahora lo que te preocupa es respirar profundo y exhalar porque no quisieras desmayarte y arruinarlo todo.

—Eres perfecto —murmura.

Suspiras bajo él y al fin logras comenzar a relajarte.

Es tu primera vez y estás feliz porque el dolor pronto significará algo más. Porque después de esto pasarás a ser un adulto, ¿no es así? Vincent es tu mundo entero y finalmente has podido demostrárselo. Esto es lo que querías.

Tu pecho arde de emoción.

Abres los brazos rodeando la espalda de Vincent como puedes, aferrándote con fuerza, acariciando su piel cálida y firme. El ritmo hipnótico que los envuelve no tarda en convertirse en placer y adicción. Una vez que el dolor queda atrás, tu cuerpo se inunda de sensaciones, algo en ti se enciende y te dejas llevar acabando sobre tu abdomen.

Cuando los movimientos se vuelven más erráticos, Vincent se estremece y crees que acaba en tu interior cuando su agitada respiración vuelve a ajustarse a un ritmo normal.

—Buen chico, estoy orgulloso de ti —susurra, separándose de ti mientras riega de besos tus mejillas y tus labios.

Lágrimas escapan de tus ojos, estás abrumado y tu cuerpo no deja de temblar. Quisieras decir o hacer algo más, pero tus pesadas pestañas te impiden mantener los ojos abiertos por más tiempo y caes dormido.

 

Tus sueños siempre vienen en blanco y negro, como las viejas películas que solía ver tu madre mientras intentaba hacer dormir a tu hermana. La única diferencia es, que los sueños son más nítidos que tus propios recuerdos. Por suerte este sueño no es sobre tu solitaria y enfermiza infancia que se fue anhelando algo tan simple como poder ir a la escuela.

Este sueño trata sobre una búsqueda.

Estás en una casa enorme, los pasillos te resultan familiares, aunque con la falta de color es difícil de distinguir. No es que los sueños sean tan importantes como algunas personas lo hacen ver. Por ejemplo, Vincent te contó que no sueña demasiado, aunque cuando lo hace son sueños acerca de ti. Cuando te los cuenta cerca de tu oído tu corazón se agita.  

De cualquier manera, ahora no viene al caso, te dices a ti mismo. No es momento de pensar en Vincent.

Sacude tu cabeza. Limpia esos pensamientos. Procede con cuidado.

Te arriesgas a subir al segundo piso y te aproximas con cuidado a la habitación que irradia una luz amarilla. ¿Será un truco? Nunca antes has soñado en color.

Toda esta situación te parece extrañamente familiar.

El cuarto está vacío. Vaya engaño, después de llegar hasta tan lejos… Echas un vistazo a través de la ventana abarrotada, pero no consigues ver nada entre el cielo nocturno, afuera abundan sombras de árboles mecidos por el viento otoñal.

—Al fin llegaste —dice alguien detrás de ti.

Te sobresaltas y retrocedes un paso.

Esta persona es un chico de tu edad, su cabello es mucho más largo que el tuyo, pero del mismo color azabache. Sus ojos oscuros son el reflejo de los tuyos, tal vez más alargados. El parecido entre ustedes es casi abrumador. Te hace sentir tan corriente, aunque no entiendas el por qué.  

—¿Quién eres? —preguntas frunciendo las cejas.  

—¿No lo sabes? Pues yo soy…

El chico se ríe traviesamente, enseñándote un cuchillo de cocina que coloca juguetonamente junto a tu mejilla.

Te congelas en aquella escena, observando de soslayo la fría hoja que reposa demasiado cerca de tu piel. 

—No recuerdas mi nombre —señala el chico con voz sombría—. Así que te obligaré a que lo hagas.

El cuchillo va directo hacia el costado de su estómago, cayendo de rodillas ante ti. Sostienes al muchacho como puedes, humedeciéndote con el viscoso líquido que emana de su herida.

Despiertas gritando por ayuda sobre el sofá de la sala principal. Entre tus alaridos, el nombre de Vincent dejó un sabor amargo en tu boca. Sientes una fuerte opresión en tu pecho y piensas que podrías desmayarte en cualquier momento, pero Vincent te advirtió sobre esto. Cuando tus sueños se transforman en pesadillas, la ansiedad te hace hiperventilar causándote fatiga. 

Eso es lo que este tipo de sueños te provoca. Te arrastra al borde, como si fueras a perder el control de ti mismo.

Ansías que Vincent llegue pronto a casa.

Pesadamente, apoyándote en muebles y paredes, te diriges (te obligas a hacerlo) hacia el baño junto a tu cuarto. Respiras hondo, y el aroma a rosas frescas te tranquiliza un poco. Chequeas tu aspecto en el único espejo que cuelga arriba del lavabo. Tu piel luce enfermiza y tus ojos oscuros cansados. Tu cabello oscuro ya alcanza tu mentón y agradeces que sea liso porque sería difícil de mantener peinado de no ser así. Coges una liga y atas tu cabello en una pequeña coleta. De paso, mojas tu rostro en un intento de conseguir despejarte de la angustia.  Cuando te levantas para alcanzar una toalla, notas que el reflejo en el espejo ha cambiado.     

—Volviste—espeta la voz juguetona del niño. En respuesta, meneas la cabeza de un lado al otro sin comprender de qué va todo esto. —Tú no eres el que está atrapado aquí, así que… ¿por qué estás tan asustado?  

Retrocedes sin poder creer lo que ves, lo que escuchas. Ya no estás dormido, esto es imposible, algo está muy mal con tu cabeza.  

—¿Te gusta ser el consentido de Vincent? ¿No te molesta? Tienes que hacer caso en todo, estar encerrado en esta casa todos los días, sin contacto con el mundo real… ¿Te gusta eso?

Asientes en silencio.

—Diablos, ¿qué está mal contigo, Oliver? Eres tan distinto de nosotros… Eres el único que es feliz engañándose a sí mismo —el chico niega con la cabeza en señal de estar decepcionado.

—Cuando Vincent se aburra de ti, te matará. Lo sabes, por eso tienes miedo todo el tiempo.

—Eso es mentira. Él me ama, nunca me ha lastimado.

—¡Claro que no! —exclama molesto, golpeando el espejo—. Él te usa para cumplir sus fantasías. Es inteligente y te hace pensar que esto es lo que tú quieres. Pero en el fondo, no eres más que un niño tonto hambriento de cariño.

—¡Cállate! ¡Tú no entiendes nada! —Gritas, cogiendo una jabonera de cerámica, estrellándola una vez tras otra hasta que el pequeño espejo se rompe en pedazos.

El niño del espejo se esfuma, dejándote solo en el cuarto con tus sollozos. Te quedas allí, sentado sobre las baldosas, abrazando tus rodillas contra el piso, incapaz de moverte.

 

Vincent te encuentra en un estado lamentable.

Incapaz de moverte a causa del terror, absolutamente petrificado sin conseguir formular alguna palabra coherente para explicarle a Vincent el porqué de tu crisis.

Suavemente te carga hasta su cuarto. Una vez recostado contra las almohadas de la cama, te entrega dos pastillas y un vaso con agua que recibes con manos trémulas. Te aferras a él como si tu vida dependiera de ello, como si aún escucharas la voz de aquel niño y sus acusaciones. Sientes repulsión, no del chico en el espejo, sino de las verdades tras sus palabras. Quieres—no—Anhelas que Vincent jamás se canse de ti. Su abandono te mataría, es la única persona que te ha querido en tu corta vida, eres incapaz de imaginar un mundo sin él cuidándote, sin su amor.   

—¿Me quieres Vincent? —preguntas en un susurro, sin quitar tu rostro oculto en su pecho.

—Por supuesto que te quiero, eres mi princesa—dice apoyando una de sus manos sobre tus cabellos —¿Quieres contarme que pasó en el baño?

—¿No vas a dejarme? —cuestionas, evitando su pregunta— Yo… si ya no me quisieras, preferiría morirme.

—No digas eso —dice levantando tu rostro con una de sus manos. Te mira directo a los ojos—. Escúchame, nunca voy a dejarte. Eres un buen niño, eres mi buen niño, ¿no es así?

Afirmas en un murmullo casi inaudible.

—Entonces no tienes que preocuparte por eso… lo que sea que pasó esta tarde, lo resolveremos, ¿bien?

—Vi a alguien en ese espejo —admites en voz baja—dijo cosas muy hirientes y perdí el control… siento haberlo roto.

Vincent asiente, sin rastros de estar molesto.

—Entiendo… creo que esto pasa porque estás durmiendo muy poco. Pediré hora en la clínica, así que déjamelo a mí, no te sientas culpable. Compraremos un espejo nuevo, ¿te gustaría ir de compras?

—Sí, sería divertido— tu rostro se ilumina, sientes que tu alma está regresando a tu cuerpo.

—Me tomaré el día libre y estaré contigo mañana. Ahora recuéstate e intenta dormir. Tengo que hacer un par de llamadas.

Vincent sale del cuarto y te deja solo con esa inseguridad creciente que carcome tu interior.

Las posibilidades son infinitas.

¿Qué pasaría si…? ¿Qué voy a hacer si…? Son las causantes de que no puedas dormir hasta que Vincent regresa y se recuesta junto a ti. Te dejas llevar por sus palabras y su agradable voz, sumiéndote en un profundo sueño, esta vez sin niños, ni cuchillos demasiado cerca de tu piel.

 

Notas finales:

Falta poco para el final !! La buena noticia es que tengo una precuela, la mala es que será como mil veces más fuerte que esta historia. Como sea, comentarios? críticas constructivas? sugerencias? Todo vale ;) Yyyyy gracias por leer, creo que no lo he colocado antes, así que se los digo ahora. 


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