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Paper Love and Black Heart. por McMaddy02

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Notas del capitulo:

¡Hola!


Ya he vueltooo…


Me da gusto estar aquí con estas nuevas 35 páginas, estuve esperando con ansias escribir este capítulo jijiji.


Continuamos con el drama de Vivaldi, dando inicio al verano. Podría parecer que la marea baja, pero todavía nos queda camino por recorrer.


He estado actualizando el libro de “Galería de arte” (Wattpad), acabo de agregar un capítulo completo ilustrado por Magic- T3hree <3 La cronología fue actualizada hace algunas semanas y también hay algunos dibujos nuevos en el capítulo de “Personajes” y otros capítulos recientes en donde vienen ilustraciones hechas por algunos de ustedes. Les agradezco enormemente por tomarse el tiempo de hacer algo así, todos son muy bellos, muchas gracias <3


También tenemos otra noticia genial ¡Ya tenemos nuevo Hat! Ya se encuentra incluida en la galería, se desbloqueó jajaja. Esta preciosa dama fue creada por BG Paint - paint_blr, pueden encontrar su página en Facebook con ese nombre o en Twitter como @BGPaintter. Tiene trabajos geniales y buenos precios en comisiones <3.


Por ahí me comentaron que este personaje parecía una monja… jaja sí, así es, de hecho, así está diseñada. Tiene su motivo, principalmente por quienes son sus progenitores. Ya la conocerán en un futuro.


Ahora, el caso “Edad de Flug”. Cuando inicié este fanfic no se tenían aún muchos de los datos de la serie que actualmente son oficiales, entre ellos la edad. Se había mencionado en una entrevista que Flug tenía entre 25 y 30 años de edad, actualmente se sabe que este 23 de agosto cumplió los 26 años. La cosa es que cuando mencioné en esta historia la edad de nuestro doctor, él ya tenía 26 años. Recordemos que cronológicamente la historia inicia a finales del año 2017, por lo que el año pasado habría cumplido los 27 años casi en esta fecha. Actualmente la historia corre todavía en el 2018. A lo que quiero llegar es que hay un pequeño desfase con la edad original del personaje, pero como no es algo solucionable, Flug tiene 27 años en esta historia y este año cumpliría los 28.


Bueno, sin más que decir, disfruten del capítulo <3


Los personajes no me pertenecen, son propiedad de Alan Ituriel.


Las cuatro estaciones (Vivaldi).


Concierto N°. 2 en sol menor "L'estate" (El Verano)



  1. Allegro non molto.

El sonido de la ruidosa alarma de un banco rompió la tranquilidad de la ciudad, la puerta de entrada de grueso cristal, fue arrancada bruscamente de sus bisagras saliendo despedida e impactándose contra un auto de policía, partiéndose. Los uniformados esperaban afuera desde algunos segundos atrás, la sorpresa del impacto los hizo retroceder. Dos jóvenes, ataviadas de forma extravagante, salieron corriendo del edificio, reían divertidas y maliciosas, llevaban un saco lleno de billetes recién extraídos de su caja fuerte, conseguían fugarse, importándoles poco ser perseguidas. Cargaban con algo más que solo dinero; un par de vidas con las que habían acabado y la tranquilidad de muchos civiles.

- ¡Te dije que durante el día eran torpes! -Gritó Cininda Lleyi al ver cómo los autos de policía se atascaban en el tráfico, quedándose atrás.

- ¡No me preocupan mucho los oficiales! -Respondió Domina Edgy.

- ¿Y qué es lo que te preocupa entonces?

Un auto de policía dobló en la calle de enfrente, cerrándoles el paso. Los hombres salieron del automóvil, apuntaron sus armas, gritaban advertencias. Las villanas no se alarmaron, la arlequín sacudió sus larguísimos látigos tomando descuidadamente a uno de los oficiales, alzándolo y lanzándolo lejos para quitarlo del camino. Ambos hombres dispararon, las municiones rozaron peligrosamente a las chicas, no les importó. Domina lanzó certeramente sus grandes tijeras, el arma era tan filosa que con un rose podría cortar cualquier cosa, el arma se clavó en el pecho de uno de ellos, matándolo al instante. Las chicas hicieron el ademán de continuar la huida, pero algo más se interpuso en su camino.

- ¡Alto! -Gritó un individuo.

-Esto... -Murmuró Domina- Esto es lo que me preocupaba.

Una chica alada, de cabellos azules y vestido infantil, bajaba lentamente de los aires, se posó airosa sobre el auto de policía.

Cinninda observó detenidamente a la chica, le parecía sumamente familiar. Tan solo tuvo que ver aquellas alas para saber lo que le esperaba, conocía muy bien a los seres como ella.

-Descuida, -Respondió la arlequín- sé qué hacer con los de su clase. -Dijo, altanera.

La villana se lanzó decidida en su contra, corrió rápidamente e intentó atacarla, a su vez, miraba a su alrededor, parecía esperar algo. Prontamente su ataque fue bloqueado y de manera sorpresiva la derribó en un instante. La arlequín cayó duramente al suelo después de recibir un golpe justo en el rostro. El contraataque consiguió descolocarla, estaba tan segura de que los individuos como ella no sabían pelear, que el golpe la tomó por sorpresa.

-Que decepción... -Pronunció Prudencia, desganada- Realmente esperaba algo mejor.

-No las provoques, -Contestó una voz masculina a través de un auricular- ambas son muy buenas peleando, solo termina la misión.

Slug observaba la contienda a través de un monitor, nuevamente le había proporcionado al hada un auricular y una micro cámara. La vigilaba expectante, aunque tenía en mente que muy probablemente no iba a necesitar de su ayuda, la joven se había vuelto una excelente contrincante en tan solo dos meses. De cualquier modo, no pensaba bajar la guardia, observaba los alrededores a través de cámaras de seguridad en las que consiguió infiltrarse, a su vez, cuidaba del pequeño oso rojo que recién había aprendido a caminar.

Pru viró los ojos. -De acuerdo, como digas...

Optó por seguir el juego de la villana, le dio la oportunidad de levantarse, el par de chicas la miraban con molestia, podía percibir incluso un poco de temor, suponía que se debía a que no tenían idea de qué esperar de ella, pero no era mutuo, el hada las conocía bien a las dos.

Bastó un ligero movimiento para provocar la pelea. Las villanas la envolvieron en un juego sucio, atacaron a la vez, pero un bicho raro con más de un par de brazos le había enseñado a defenderse de múltiples ataques.

A diferencia de la arlequín, Domina era solo una humana, debía ser más precavida contra la fuerza sobre humana del hada, poco a poco disminuía la constancia de sus golpes, se dedicaba a esquivar, sin embargo continuaba siendo agredida con furia. No pudo resistir más, fue derribada sin esfuerzo e ignorada de inmediato, la heroína ahora se concentraba solo en Cininda. La chica aprovechó la oportunidad, buscó sus preciadas tijeras por todo el lugar, las extrajo del pecho del policía, la sangre escurrió desparramándose en el suelo y en sus botas.

Prudencia estaba inmersa en la batalla, admirada de sí misma, de sus nuevas capacidades. Le impresionaba la facilidad con la que manejaba la situación, era su primera misión como Prudencia y aun así sentía que lo había hecho toda su vida.

-Detrás de ti. -Advirtió Slug a través del auricular.

Se giró veloz, de inmediato sostuvo el filo de las grandes tijeras púrpuras. No se distrajo, estuviera o no concentrándose en ella, la arlequín iba a atacarla de cualquier modo. La filosa arma hizo sangrar su mano, pese al dolor, aprovechó el hecho de que Domina se aferraba al instrumento para alzarlos a la par y empujarlos con fuerza lejos de ella.

La chica castaña cayó de sentón en el pavimento, se sintió insignificante, ofendida por ser ignorada, sin embargo, algo no cuadraba. Entendía que la heroína era poderosa, pero no tenía ojos en la espalda ¿Cómo la había visto? Quizá no lo hizo en realidad. Observó a su alrededor hasta localizar finalmente una cámara de seguridad afuera de una ostentosa casa, el artefacto miraba hacia un sitio inusual, no vigilaba la entrada, enfocaba hacia el frente y se movía ligeramente de forma ocasional.

-Bingo... -Murmuró victoriosa, miró con detenimiento al hada descubriendo al fin el pequeño auricular en su oreja- Así que somos dos contra dos... -Sonrió maliciosa, rebuscó en su bolsillo y extrajo un artefacto, similar a una computadora portátil, pero de bolsillo. Tecleó rápidamente- Saludemos a tu amigo...

En el laboratorio, el doctor miraba atento, manipulaba cuidadosamente las cámaras cercanas. La nítida imagen en la pantalla comenzó a trabarse, repentinamente se nubló por completo mostrando solo estática gris.

- ¿Uh? -Soltó confuso, manipuló el teclado buscando retomar la imagen- Pru ¿Puedes escucharme?

-Claro y fuerte. -Respondió.

- ¡No puedo verte, algo está interfiriendo con la señal! -Dijo, fastidiado.

- ¿Qué? Arréglalo pronto. -Respondió alarmada, continuaba sumergida en la batalla. Era probable que no llegara a necesitar de su ayuda, pero su presencia le otorgaba tranquilidad.

El científico buscaba la solución desesperadamente, los controles del ordenador comenzaban a fallar. -Carajo... ¡White! ¡¿Usaste el ordenador recientemente?!

- ¡Yo no he tocado nada! -Gritó desde algún lado de la mansión.

El pequeño oso rojo comenzó a balbucear, estaba sentado en el escritorio más cercano, mordisqueaba un gran pisa papeles.

Al notarlo, Slug se acercó rápidamente e intentó quitárselo. - ¡Te dije que no te metieras cosas a la boca! -Reprendió molesto.

- ¿Slug? ¡Slug concéntrate! -Llamó la chica.

Domina sonreía divertida y satisfecha. Había localizado la señal que interceptaba las cámaras, desviarla no fue un problema para ella, ahora tenía otra jugada planeada.

Un zumbido agudo, molesto y potente, se desprendió del auricular del hada. La heroína gritó adolorida, se sacó el artefacto de un tirón, se sostenía la cabeza y caminó dando traspiés en reversa. Un fuerte golpe en la cara acabó por derrumbarla, la villana había aprovechado la situación.

Slug no fue la excepción, gruñó adolorido, el oído le punzaba. Ahora sí estaba molesto, el intruso en la interfaz le comenzaba a colmar la paciencia.

White Hat entró curioso en el laboratorio, observó al doctor sosteniéndose de una mesa, trataba de recuperar el equilibrio. Caminó con cautela hasta él. - ¿Slugy? ¿Te encuentras…?

- ¡Tú! –Llamó, furioso. Cargó a 6.0.6. y se lo entregó al demonio de manera brusca- ¡Cuídalo! Necesito ocuparme de algo.

El ensombrerado reaccionó extrañado, ligeramente asustado. De inmediato recibió un gruñido por parte del oso. –Slug, tu cosa va a morderme.

- ¡No es una cosa! Es lo más cercano que tendrás a un hijo ¡Así que ámalo! Es una orden. –Gritó, agresivo y furioso, dejando mudo y enrojecido al demonio blanco.

El doctor tecleaba rápidamente en el ordenador, buscaba recuperar la señal. Tras varios minutos consiguió liberar la interfaz, encendió finalmente el micrófono, aunque no logró recuperar la imagen.

- ¿Pru? ¿Prudencia? ¡Prudencia, responde! –Gritó exasperado- ¡Carajo! –Gruñó.

- ¡Slug! –Respondió al otro lado.

El hada consiguió arrastrarse hasta recuperar el auricular, lamentablemente no pudo hacerlo intacta, Cininda le propinó una verdadera paliza sin piedad alguna. Su labio sangraba y su piel estaba llena de cortadas por el látigo de la ladrona.

-Te escucho… -Contestó aliviado- No puedo verte aún, pero ya sé de dónde viene el intruso, necesito que hagas algo por mí para poder ayudarte. –Habló determinado, repentinamente aquello se volvió personal- ¿Puedes ver alguna bocina o altavoz? Lo que sea que produzca sonido y tenga una corriente eléctrica y conexión inalámbrica o a una señal de radio.

-Uuh… -Balbuceó confundida, miraba a su alrededor mientras esquivaba nuevamente los ataques de la arlequín. Finalmente pudo ver algunos objetos de interés- Solo puedo ver una tienda de electrónicos y uh… los parlantes de alerta sísmica.

Slug sonrió satisfecho. –Veamos si esto te gusta, maldito hacker…

Prudencia no entendía del todo lo que ocurría, pero finalmente comenzaba a tener el control de la batalla de nuevo. Algo grande y duro la golpeó repentinamente por un costado, cayó al suelo, rebuscó la procedencia del ataque topándose rápidamente con el filo de un arma dirigiéndose hacia ella, a duras penas tuvo el tiempo de sostenerla con ambas palmas, la punta metálica de las grandes tijeras de Domina rosaba su garganta.

- ¡Maldición! –Exclamó asustada- Apresúrate…

Soltando una risa malévola e inquietando y asustando a su acompañante ensombrerado, Slug terminó su tarea. –Pru… quítate el auricular y cúbrete los oídos, acabemos con esto…

El hada sintió su piel erizarse, esa risa no le daba buena espina. Con un hábil y arriesgado movimiento, soltó el arma, hizo a un lado su cabeza provocando que esta se clavara en el pavimento, no estaba segura de sí podría ser más rápida, eso fue lo más imprudente que había hecho, pero no tenía tiempo. Obedeció, lanzó lejos el auricular y se cubrió los oídos, acto seguido un zumbido agudo y sonoro se desprendió de los parlantes de alerta sísmica, todo a su alrededor vibró, los cristales de cada ventana y auto se estrellaron hasta romperse. Las dos villanas reaccionaron al sonido, Domina sintió un dolor terrible, un hilillo de sangre escurrió de sus oídos, retrocedió, ambas trataban de cubrir el sonido que ya había dañado sus tímpanos.

Era el momento adecuado, tenía que salir de escena, por fortuna su labor finalizaba, varios autos de policía llegaban al lugar. Los cristales de los automóviles tenían líneas, estaban por romperse, sin embargo, el sonido paró justo a tiempo. El hada voló lo más rápido que pudo para no ser vista, desapareció entre los edificios.

Las villanas no podían recuperarse del aturdimiento, se vieron indefensas, no tuvieron otra opción más que rendirse ante la inminente amenaza de ser baleadas por una gran cantidad de oficiales que apuntaban sus armas justo a ellas, las rodeaban y acorralaban. El bien había triunfado ese día.

-Lo conseguí… -Murmuró Pru, nadie podía escucharla, se ocultaba en un tejado, se sentía orgullosa de sí misma, aunque deseaba poder hacerlo sola algún día- Triunfamos Slugy… Cariño…

Lo estrechaba, lo abrazaba por la espalda, tenía su cabeza recargada en su hombro, cabizbajo, se aferraba con pertenencia a esa bata blanca. El joven de mirada verde podía sentir las manos de ese oscuro demonio temblar al aferrarse de tal manera a él, escuchaba un gimoteo ronco, casi inaudible, incluso estaba seguro de que su hombro se encontraba húmedo. Estaba de más decir que se hallaba completamente desconcertado, incrédulo y mudo, su corazón se estrujó terriblemente ante esa acción tan vulnerable por parte de alguien como él. No cedió, no bajó la guardia, se deshizo de esas manos suplicantes y caminó por el pasillo sin mirar atrás.

Aquella fue la última mañana en la que tuvo un contacto así con él, casi dos meses habían pasado desde entonces. En los días siguientes se sintió el eco de ese rechazo, el ensombrerado guardaba prudente distancia, increíble silencio, sus retrasos al desayuno se alargaban con cada mañana. No se rindió de inmediato, ocasionalmente una rosa o un obsequio pequeño aparecían sigilosamente en alguno de los sitios que solía frecuentar, pero esos detalles se agotaron gradualmente, al igual que aumentaron esas miradas llenas de desasosiego. Ahora había una relación meramente laboral, indiferente, con frecuencia el silencio los agobiaba a ambos, parecía como si su jefe tratara de decirle algo cada vez que la quietud reinaba, sin embargo, él se ocupaba de no darle cabida, sencillamente se marchaba sin darle oportunidad alguna.

En ese preciso instante, el doctor maldecía por lo bajo, se miraba al espejo con desesperación mientras trataba de cerrar el botón de su pantalón, pero una barriga de cinco meses de embarazo se lo impedía. Estaba sumamente agradecido de que esa mañana su preciado oso se encontrara ocupado, no quería que lo escuchara despotricar por el esfuerzo. Ya no tenía ni un solo pantalón que le quedara adecuadamente. Harto, hizo una rabieta silenciosa, murmuró algo inentendible.

La puerta recibió un par de golpes, alguien llamaba. Sin pensarlo dos veces, Flug caminó a paso rápido hasta la entrada, estaba exasperado y molesto, no quería escuchar el llamado una vez más.

- ¡¿Qué?! –Soltó justo después de abrir.

La mirada molesta del Flug se apagó, no esperaba encontrar ese rostro tras la puerta. Black Hat lo observaba atónito, desconcertado por la respuesta, pero más que nada, admirado de tener el honor de ver una vez más aquel rostro sin su bolsa, la que había vuelto a usar desde el primer día en que regresó a trabajar a la mansión.

Black sintió confusión, no estaba seguro de haber hecho algo lo suficientemente negativo que mereciera tal actitud de su parte. Se fijó en su ropa, en el pantalón desabotonado y esa camisa desacomodada que le permitía ver el vientre abultado de su doctor, una sensación extraña inundó su corazón.

Flug se arrepintió de inmediato por su respuesta, ahí estaba de nuevo, esa mirada triste, esos labios que no conseguían articular lo que se atascaba en su garganta. La respuesta fue alarmante, el ensombrerado solo se fue sin decir nada. Era verdad que tenía un millón de motivos para no quererlo cerca, para rechazarlo a diestra y siniestra, tanto como su corazón se lo pidiera, pero en ese momento sentía un poco de culpa, el demonio había sido increíblemente atento a sus necesidades, parecía esforzarse en ayudarlo. Quizá no merecía su cariño, pero en ese momento tampoco merecía su desprecio, no así, sin motivo alguno.

Regresó a la cama, se recostó en ella, se talló el rostro, frustrado y cansado. El simple hecho de permanecer mucho tiempo de pie lo agotaba, su actual labor se limitaba a cosas que pudiese hacer en reposo, desde pequeñas armas hasta maquinarias a escala que después se ocuparía de hacer crecer con el rayo agrandador. Se sentía tan diferente, cansado, siempre hambriento y con un vacío terrible en su pecho. Cada día tenía más miedo de ver a ese demonio a los ojos y darse cuenta que era lo que le hacía falta, se negaba a pensar en ello, se negaba a creer que había cambiado.

Después de permanecer varios minutos recostado, se levantó por el temor a quedarse dormido, últimamente le ocurría demasiado, a todos, si lo pensaba mejor, parecía que todos en la mansión estaban más cansados que nunca. 5.0.5. solía tener problemas para levantarse, se ocupaba diariamente de las labores domésticas y pasaba largas horas en la cocina preparando lo que la bebé exigiera dentro de su guarida humana; Demencia se ocupaba de la labor física, todo el esfuerzo de cargar materiales que antes recaía en él, ahora era obligación de la joven, aunado a su trabajo en la organización. Pero si había algo realmente sorprendente, era que incluso el demonio parecía cansado, podría quizá ser solo su imaginación, sin embargo, estaba casi cien por ciento seguro que lo había visto cabecear durante el desayuno o tallarse el rostro incontables veces durante el día. Podría ser obra de su imaginación, si no mal recordaba, el ensombrerado no tenía la necesidad mortal de dormir.

Optó por ir a desayunar con el botón y la bragueta abiertos, su pantalón no cerraría por más que se enojase, tendría que soportar la burla de la chica lagartija, aunque desde tiempo atrás ella solía ser mucho más amable con él, era extraño, pero agradable. Llegó a la cocina sintiendo su estómago vibrar, apreció al demonio al final de la mesa, leyendo el periódico como siempre. Se sentó justo en el extremo opuesto, tal como había sido en los últimos meses, el desayuno era mucho más frio desde entonces, solo el ambiente familiar se reducía a el extremo en donde solía comer, la fría soledad abrazaba a Black cada mañana.

El demonio le miró fugazmente, tomó un sorbo de café. El oso azul y la joven no tardaron en llegar, dando inicio rápidamente a un silencioso desayuno.

El chico mordisqueaba, desganado, la saludable comida que tenía enfrente, era una dieta obligada por Slug, la detestaba, pero no se atrevería a contradecirlo con aquel carácter terrible que lo caracterizaba. Se atrevió a mirar frente a él, ahí estaba de nuevo, esa situación peculiar, el ensombrerado luchaba por mantener los ojos abiertos, no lo entendía, se veía desgastado, con unas ojeras más marcadas de lo normal. No se atrevería a admitirlo, pero sentía un poco de pena, era una escena un tanto deplorable, verle tan solo y apagado, suponía que esas eran las consecuencias.

-Nerd, tienes la jaula abierta, se te va a salir el pajarito. –Comentó la chica, rompiendo el silencio, trayéndolo a la realidad.

Flug enrojeció, le miró con molestia. –Déjame tranquilo, ya no me queda… nada… -Respondió avergonzado.

-Deberías hacer los ejercicios con la pelota que te traje. –Sugirió, le dio un gran mordisco a una rebanada de pizza fría.

-El abdomen no va a disminuir con eso… -Contestó con obviedad- Además, estoy demasiado cansado todo el tiempo como para hacer esos ejercicios yo solo.

El estruendo del arrastre de una silla les provocó un sobresalto. Black Hat se levantaba bruscamente de su asiento, atravesó el comedor y salió por la puerta sin decir una palabra, pasados los segundos, los presentes escucharon la puerta de entrada azotarse y el sonido de su auto, se miraron incómodos.

- ¿Se fue? –Preguntó desconcertada- Hace tiempo que ese auto no se movía de su sitio.

-Está muy extraño últimamente, más de lo usual.

- ¿Ha vuelto a molestar?

Flug hizo una mueca. –Cada día todo es más indiferente…

Demencia terminó su comida de un bocado. –Me alegra que se esté dando por vencido. –Comentó con la boca llena.

El doctor no respondió, en ese momento sentía una presión en su pecho, le asustaba un poco darse cuenta que no podía decir exactamente lo mismo. Estaba mal, entendía que no debía sentir ni la más mínima compasión por ese ser que le provocó tanto dolor, y el fin de su vida como la conocía, pero tenía que aceptar algo finalmente: lo opuesto al amor no era el odio, sino la indiferencia y claramente él no le era indiferente, no importaba cuanto se hubiese esforzado, desaparecer por completo un sentimiento como el que nació entre ellos era quizá algo imposible, aún le importaba. Se quitó la bolsa de la cabeza, soltó un suspiro, hastiado.

-Ugh… Ya no soporto llevar esto… -Se quejó- Y… ¿Qué hay de Lady Belle?

El rostro de la chica se apagó por completo, inmediatamente. –Nada… no hay nada que decir. –Contestó tajante.

Demencia apretó los puños con fuerza, ese era un tema delicado, algo que no se había atrevido ni a pensar desde todo lo ocurrido. Una enorme grieta adornaba su corazón, pensar en ello la hacía desear volver en el tiempo, nunca se sintió más arrepentida de sus acciones. Poco después de lo ocurrido, la chica pudo ver las cosas con más claridad, a partir de las acciones desesperadas de Black Hat, finalmente comenzó a pensar en la probabilidad de haberse apresurado, de haber hecho suposiciones demasiado pronto y que, quizá, la dama pooka había sido honesta todo el tiempo, tal vez nunca fue su intensión, ni estuvo en sus manos, tal vez el villano pudo ejercer más presión sobre ella de la que podía soportar, pero ¿Cómo iba a saberlo? Los grandes villanos parecían haber confabulado en contra de ellos, no pudo pensar más allá de su orgullo herido. No sabía nada de Belle, desde entonces, desde aquel momento en que le dio la espalda no volvió a verla, ella no llamaba, no visitaba, no ordenaba un solo producto, parecía haberse esfumado y muy probablemente era su culpa. Deseaba con todo su corazón tener la oportunidad de hablarlo una vez más.

Un desayuno apático, todo transcurrió con total apatía y tristeza, el día comenzó de color gris, como siempre. Demencia partió de la mansión una vez más, 5.0.5. tomaba su único respiro del día antes de volver a cocinar.

El científico loco volvió al laboratorio, estaba cómodamente sentado sobre la gran pelota suiza que la chica lagartija había traído, era actualmente el único asiento que soportaba, su espalda dolía todo el tiempo, resentía la debilidad y el peso extra a cada momento. Colocaba minuciosamente las piezas de lo que, en un futuro, sería una gran nave de caza, ahora solo era lo más parecido a un modelo a escala.

Pasos resonaron sobre los peldaños metálicos de la entrada, el joven ni siquiera miró pensando en que la chica demente había vuelto, continuó con su trabajo.

-Has vuelto pronto, supongo que fue fácil. -Comentó distraído.

El individuo se posó junto a él en silencio, permaneciendo allí hasta que la extrañeza del momento hizo mirar al doctor. El rostro impasible de Black Hat lo sorprendió, lo observaba detenidamente, tenía ambas manos en la espalda. Flug se levantó de inmediato, estaba expectante.

- ¿Necesita algo? -Preguntó con toda la indiferencia que consiguió mostrar.

El demonio no respondió, alzó una mano y le entregó algo envuelto en una bolsa plástica negra. De inmediato se dio la media vuelta y se marchó.

Flug parpadeó confundido, tomó el objeto con cuidado, lo sacó de la bolsa, lo analizó por varios segundos y sin poder evitarlo más soltó una sonora carcajada.

-No puedo creerlo... -Murmuró.

En sus manos tenía una prenda de ropa, no una común, eran pantalones expandibles, precisos para el embarazo. Realmente no podía creerlo, era el obsequio más extraño e útil que el demonio le había dado. Le sorprendía la increíble atención que había puesto, el atrevimiento de su parte al haber entrado a una tienda para embarazadas y haber comprado o, en su defecto, hurtado un par de pantalones de esa clase, sin embargo, lo que más le sorprendía era el hecho de encontrarse a sí mismo bastante feliz por aquella acción, sorprendido, pero con una sensación cálida en el corazón.

Se sentó una vez más en su pelota, admiró el objeto en sus manos. Cada vez le era más complejo sostener la idea de mantenerse distante e indiferente. Era una constante lucha interna entre su fiel creencia acerca de que el demonio era un individuo perverso incapaz de cambiar y la sensación de deseo por retomar un ambiente tranquilo entre ambos a partir de esas acciones singulares. No cedería, no lo haría, al menos eso intentaba creer.

Por otro lado, Black caminaba a su oficina con el rostro completamente enrojecido y el orgullo hecho pedazos por sí mismo. Esa había sido una de las acciones más difíciles de su eterna existencia, decidido únicamente por él y, curiosamente, no impulsado por el deseo de obtener algo, solo por la agobiante necesidad de darle placentera comodidad al científico, como si algo lo obligase a actuar cada vez que él joven se mostraba incómodo. Así había sido por dos meses.

Llegó a su oficina, se dejó caer sobre su gran silla, se talló el rostro, se masajeó el cuello tenso, nunca había estado tan estresado. Estaba peculiarmente cansado, lo había estado por un buen tiempo, no entendía el motivo, cada vez le era más complejo despertar por las mañanas. Lamentablemente, ahora su esfuerzo laboral era el doble debido a la incapacidad del científico, debía ocuparse él mismo de muchas partes de la administración que antes agobiaban solo al doctor, ya no podía dejarle esa carga solo a él.

Cerró el puño con fuerza, su semblante volvió a colorearse, el recuerdo del acto más vergonzoso de la semana volvía. Minutos antes había estado parado frente a una tienda de maternidad, reprochándose a sí mismo aquella decisión. Después de haber dejado vacíos los alrededores con el puro miedo de su sola presencia, se atrevió a entrar. Tan solo ignoró los gritos, aquellos que, en otra ocasión, podrían parecerle placenteros, tomó una prenda como la que un maniquí modelaba y como cualquier otro civil pagó la mercancía. Ni siquiera supo por qué no le placía hurtarlo, no era divertido. El camino de retorno a su hogar se basó en conducir mientras pensaba en cómo se acercaría a darle ese obsequio al joven doctor.

Se apoyó sobre el escritorio, recargó la frente en el dorso de sus manos y cerró los ojos, agobiado. Ese chico humano había hecho más cambios en él de lo que pensaba.

-Carajo...

...

-Auch... -Dijo apática.

-No te muevas. -Ordenó, tajante.

- ¡Me duele!

-Por supuesto que te duele, tienes un hematoma gigante, pero tengo que revisarte bien. -Contestó molesto.

El doctor revisaba minuciosamente las heridas de su compañera alada. La chica había vuelto a casa menos dañada de lo que esperaba tras el incidente con las cámaras en aquella batalla, sin embargo, su piel se encontraba amoratada y raspada.

Prudencia se sostuvo la mejilla hinchada, un golpe desafortunado para ella, el primero que la arlequín consiguió asestar en su contra, tan solo bastó una distracción para que la batalla se equilibrara en ese momento, haber triunfado al final fue realmente afortunado. Ahora ambos escuchaban el canal de noticias, se hablaba de ese suceso como “Un acto heroico por parte de una desconocida”. La chica no cabía en su alegría, al fin retornaba al mundo de los héroes.

-No te emociones mucho por esto, -Irrumpió Slug- antes de darte completa libertad hay una tarea que debes completar.

El hada ladeó la cabeza, confundida. - ¿De qué tarea hablas?

-Una prueba final, -Le sonrió ladino, al fin colocó la última vendita adhesiva- es una sorpresa.

La chica le miró recelosa, una sorpresa por parte de él no podía ser algo lindo y alegre, debía haber algún truco en ese discurso.

La puerta del laboratorio se abrió, White entró campante, caminaba con ritmo, se le veía alegre. El regordete oso rojo colgaba de su pecho en una cangurera, ya era muy grande y pesado como para que el doctor pudiese continuar llevándolo de ese modo, pero para el demonio no era un problema. El ensombrerado se posó frente a ambos, sonriente, escalofriante como siempre, bebió un sorbo de la taza de café que llevaba consigo.

Los jóvenes se miraron entre sí, confundidos, parecía posar. Slug prestó minuciosa atención a la taza de donde bebía.

-No es verdad… -Soltó una sonora risotada- “El mejor papá del mundo” –Leyó en su taza- Creo que te lo tomaste muy en serio.

-Solo estoy haciéndome responsable. –Respondió indignado, acarició al experimento recibiendo un gruñido molesto de su parte.

Prudencia ladeó la cabeza, confundida. - ¿Qué está ocurriendo?

White se acomodó el traje con aire orgulloso. –Slug me ha declarado “Padre” de su preciosa creación.

- ¿La preciosa creación a la que has llamado “cosa horrorosa” durante meses? –Cuestionó.

El ensombrerado balbuceó. –Admito mi error… -Dijo, avergonzado.

Slug viró los ojos. Nunca se esforzó mucho por la aceptación de White a su experimento, no le había importado, no hasta ahora. El pequeño detalle de identificar al oso rojo como una especie de hijo para ambos, detonó una reacción poco esperada, nunca había visto tal brillo emocionado en la mirada del demonio. Ahora la ilusión que le generaba le parecía tierna, no la rompería, le seguiría el juego, de cualquier modo 6.0.6. era técnicamente su hijo adoptivo. En pocas horas consiguió descubrir un curioso deseo en el ensombrerado de convertirse en padre, tal vez parte de su aprobación hacia el nacimiento de su sobrina podía deberse a eso… era una lástima no poder concederlo.

Se acercó a su jefe, se posó en puntillas hasta poder alcanzar su rostro, lo tomó de las mejillas obligándolo a mirarle, depositó un beso fugaz en sus labios. No pudo escapar, su maniobra rápida no fue exitosa. White lo atrapó en el instante, consiguió profundizar ese beso provocando un rubor intenso en el joven, no importaba cuan vergonzoso fuera para él besarle en público, no lo soltaría.

Prudencia se removió en su sitio, incómoda. No era algo desconocido para ella, lo estuvo viviendo durante un par de meses, cada día apreciaba las “discretas” muestras de afecto entre ambos, sin mencionar lo ruidosos que podían llegar a ser por las noches. Tampoco fue una sorpresa al principio, ya lo esperaba, la tensión entre ambos se percibía a kilómetros, incluso ella ayudó gustosa a su reconciliación. No tenía idea de cómo reaccionar cada que algo así ocurría, se sentía como la hija de dos padres amorosos que se ponen vergonzosamente románticos todo el tiempo. Ella estuvo en el lugar del científico alguna vez, eso era terriblemente incómodo.

Bajó de la mesa de observación donde era atendida, caminó lentamente hasta la salida y los abandonó sigilosamente. No tenía ánimos para continuar admirando esa escena.

-Va a llover, me alegra que volvieras. –Comentó el doctor, masticaba vegetales cocidos en la comodidad de su cama.

-Me alegra volver, detesto dejarte solo. –Respondió Demencia, lo miraba comer, al pie de la cama.

El trio se encontraba en la habitación del científico, pasando un rato juntos como cada día por las tardes, justo en el momento en el que las fuerzas del chico comenzaban a esfumarse y se veía obligado a reposar. Jamás estaba solo, el oso y la joven lo acompañaban todos los días, intentaban hacerle más ameno el rato.

Ese día no era bello, el cielo se encontraba grisáceo, atiborrado de nubes espesas, pese a que la temporada de lluvias ya debía estar finalizando, las fuertes tormentas no dejaban de caer.

-No creo que haya de qué preocuparse, -Dijo sin mirarla- él ha estado distante, realmente dudo que se atreva a hacerme daño después de tanto tiempo.

Demencia esbozó una mueca. –No diría lo mismo, es muy listo, podría estar planeándolo. –Observó al joven de pies a cabeza- Pensé que no te quedaba ya nada de tu ropa.

Flug estuvo por atragantarse con el bocado, comenzó a toser sin control. –No… no vi esto en el armario… -Se excusó con voz ronca, intentando recuperarse.

-Torpe… -Respondió sencillamente.

La chica miró por la ventana, pequeñas gotas comenzaban a caer, era el principio de lo que, probablemente, sería una gran tormenta. Contemplaba nostálgica el cielo, veía un poco de su reflejo en el cristal de la ventana, tenía un semblante apagado.

Flug le miró, preocupado, admitía que le molestaba un poco verla tan triste ocasionalmente, era una expresión constante en ella desde un tiempo atrás. Se sentía responsable por ello, culpable, no importaba si se trataba de su decisión, él fue el detonante. Dejó su plato a un lado, se puso de pie, se atrevió a abrazarle por la espalda. La joven lo permitió, recargó su cabeza hacia atrás, sus ojos se humedecieron.

Era un momento emotivo, más común de lo que hubieran esperado alguna vez. Cada uno fue el hombro del otro en todo ese tiempo, su consuelo.

Una limosina negra, lujosa y elegante, pasó por las espaldas de la mansión, fue perfectamente visible a través de esa ventana. Los ojos de la joven se agrandaron, se giró a mirar al doctor, enmudecida y sin aliento. Salió de la habitación con velocidad, azotando la puerta e ignorando al científico que la llamaba, preocupado. Bajó las escaleras como un rayo, el timbre de la mansión resonó justo antes de que llegara a la puerta, la abrió de inmediato.

Un grupo de sombras altas y delgadas hicieron retroceder a la chica. Pookas altos con alabarda entraron en fila a la mansión, se formaron a los costados de la entrada generando un camino. Un pooka singular con la cabeza del esqueleto de un conejo apareció al final y dio paso a una figura femenina, delicada y de piel aguamarina. La dama entró con presencia y autoridad.

Demencia se abrió paso entre la hilera de sombras, los empujó torpemente y se adentró en el camino dando traspiés. La miró, fijamente a esos ojos rosados y sorprendidos, por primera vez en meses la miró de frente, abrió la boca, pero las palabras no salieron, estaba seca, muda.

La mujer también lo intentó, estuvo preparándose para ello, pero tampoco consiguió decir nada. No esperaba que, al llegar a esa mansión, fuese ese el primer rostro que viera.

-Buen día, Lady Belle Mort. -Pronunció Flug a las espaldas de Demencia- No esperábamos su llegada. -Dijo con seriedad, con una formalidad que no había tenido en mucho tiempo hacia ella.

La mujer salió de su ensimismamiento, parpadeó extrañada, ya no recordaba ese trato. Regresó la reverencia que se le había dado, sonrió amable como siempre.

-Flug, cariño, tanto sin verte ¿Cómo has estado?

El doctor permaneció impasible. -Le agradezco su preocupación, temo decir que no es asunto de su interés. Agradecería si me dijera el motivo de su llegada para poder hacer mi trabajo.

Los ánimos de Belle disminuyeron al instante. -Uh... Claro, necesito ver a Lord Black Hat...

-Le avisaré, por favor espere aquí. -Respondió, se acercó a la chica y la abrazó por los hombros, la obligó a caminar junto con él- Vámonos de aquí. -Susurró.

Demencia alcanzó a ver la expresión desconsolada de la reina, apretó los puños con impotencia y se dejó llevar, insegura.

Flug frenó a medio pasillo, la observó de frente. -Demencia, necesito ir a hablar con él, quédate aquí ¿De acuerdo? -Pidió con atención, la chica asintió- No tardo.

El doctor la dejó, estaba preocupado por lo que fuese que estuviera pensando y sintiendo. Debía ser más difícil para ella, era la primera vez que la veía después de todo ese tiempo, probablemente ninguna sabía qué esperar o hacer.

Trató de concentrarse en su deber, también estaba a la expectativa. No era como si estuviese por hacer algo nuevo, pero no tenía idea de cómo iba a reaccionar el villano al saber que la reina pooka había regresado al planeta a verle.

Llegó a la oficina de su jefe, respiró hondo antes de tocar. Tras esperar algunos segundos sin respuesta alguna, volvió a tocar, pero nuevamente no obtuvo nada. Extrañado, se atrevió a abrir la puerta sin permiso, revisó cuidadosamente el alrededor con la mirada hasta encontrar al demonio en su escritorio.

- ¿Señor Black Hat? -Llamó.

El demonio se encontraba recargado en el dorso de sus manos, tenía los ojos cerrados, el teléfono sonaba una y otra vez, pero el ensombrerado no se movía, un hilillo de saliva se deslizaba por su mentón, estaba dormido, roncaba ligeramente.

El doctor estaba sorprendido, no esperaba algo como aquello, ni siquiera el fuerte y molesto sonido del teléfono lo incomodaba, no sabía qué hacer.

Se acercó inseguro, dudaba de despertarle o no, podría ser contraproducente no hacerlo. Lentamente puso una mano sobre su hombro.

-Señor Black Hat... -Llamó en voz baja, mas no se movió- ¿Señor Black Hat? -Volvió a decir. El demonio comenzó a balbucear- ¿Ah? -Contestó confundido, comenzó a moverlo un poco- Jefe, tiene que despertar ahora.

Black abrió los ojos lentamente, eran completamente negros, recuperaron su apariencia habitual poco a poco. Observó al chico, se limpió el mentón y viró los ojos. -Este estúpido sueño de nuevo... -Murmuró- ¡¿No te basta con atormentarme durante el día?! -Gritó de repente.

- ¿Qué? Yo no... -Balbuceó confundido.

El demonio se puso de pie bruscamente, interrumpiéndolo, se acercó hasta tomarlo por la bata. - ¿Por qué me haces esto? Yo no consigo acercarme... -Cuestionó agobiado- Ugh... No contestes eso... No quiero escuchar de nuevo que lo eché todo a perder...

-Pero señor, yo...

-Cállate. -Ordenó tajante- No será real, pero hasta en mi imaginación sigo siendo tu jefe. -Sin ningún cuidado lo atrajo hacia él, lo abrazó con fuerza, permaneció así, estático.

Flug no tenía idea de qué estaba sucediendo, estaba atónito, ni siquiera sabía cómo debía reaccionar. Tomando en cuenta las palabras de su jefe, intuía que creía seguir soñando. ¿Cómo decírselo? Cada que intentaba hablar era silenciado. Sintió cómo el demonio le acariciaba la espalda suavemente, de manera tierna.

-Ya no sé qué hacer... Yo no sé cómo hacer estas cosas... Quiero entender... -Decía con tono apagado.

-No sé qué debería responder... -Dijo de repente.

Black se separó, lo miró de frente, quitó un mechón que cubría su rostro. Era un ligero cambio en su sueño recurrente, normalmente el Flug de sus pesadillas era mucho más frío.

-Te enseñé demasiado bien a ser tan cruel...

-No, -Contestó el doctor, tomó la mano que lo acariciaba y la quitó de su rostro- aprendí a amarme más que a usted. -Se alejó- Este no es un sueño, señor Black Hat.

Retrocedió, se alejó más del demonio, apreció ese rostro incrédulo, petrificado. Con el afán de no continuar con esa complicada escena para ambos, salió de la oficina casi corriendo. Llegó a donde Demencia y tiró de su brazo sin decir nada, arrastrándola con él. Estaba consternado, no podía identificar lo que sentía.

- ¿Nerd? -Llamó confundida- Nerd... ¡Flug! -Lo obligó a parar.

- ¡Yo! -Respondió en un grito, se talló el rostro- Solo... Solo necesito tiempo... -Siguió caminando, directo a su habitación.

Demencia lo vio irse, desconcertada. Con la suposición de que aquel disgusto se debía al ensombrerado, y con el miedo de que el joven se viese afectado, lo persiguió.

...

Estúpido, esa era la palabra. Se sintió terriblemente ridículo tras esa torpe escena y la traición de sus sentidos. No consiguió caer a tiempo en la cuenta de que ya no dormía más, sucedía que la realidad y sus sueños ya no eran muy distintos, era difícil discernir.

Gruñó, molesto con él mismo, se dejó caer de nuevo en su silla, se masajeó la sien. -Que imbécil...

-Muy de vez en cuando, solo cuando intenta manejar los asuntos del amor como un negocio de conquista malvada. -Respondió una mujer.

El ensombrerado levantó la vista, la dama de piel aguamarina lo apreciaba con una sonrisa tenue desde el umbral. Parpadeó desconcertado, era un individuo que no creía volver a ver en mucho tiempo. -Usted ¿Qué...?

- ¿Qué hago aquí? Solo vine a ver como concebía el fracaso como fruto de intentar recuperar a su amado con un plan como ese, pero creo que es peor de lo que pensaba. -Se adentró en la oficina- Aparentemente necesita un hombro en el cual apoyarse y, para su fortuna, yo sí sé ser bastante benevolente.

Black le miró receloso. - ¿Por qué lo haría?

-Porque no guardo rencor ante acciones patéticas y desesperadas. -Respondió molesta- Sin mencionar que tengo la total intención de remendar mi situación amorosa cuanto antes, cosa que no ocurrirá si permanezco ausente.

El villano gruñó, dejó caer la cara sobre el escritorio. -Ugh... Ni siquiera voy a discutir eso...

Belle sonrió satisfecha, se sentó frente al escritorio. -Bien, lo escucho.

-Ya no sé qué hacer... -Respondió sin más.

-Vaya... -Dijo asombrada- Escuchar eso de su parte es una gran sorpresa, también un gran progreso.

-No quiere escucharme... No quiere nada de mí...

- ¿Y qué es lo que le ha intentado dar?

-Todo detalle absurdamente romántico que he podido encontrar.

La dama rio sonoramente. -Pero Flug no es alguien a quien le interesen los obsequios, he notado que le atraen más las acciones... Inesperadas.

- ¿Y qué se supone que debería hacer?

-Nada. -Respondió sin más.

El demonio ladeó la cabeza, confundido. -Explíquese. -Ordenó.

-No hay nada que explicar. -Se encogió de hombros- Usted ya le demostró de las pocas maneras que conoce, que realmente está interesado en recuperarle, ¿Qué más podría hacer? -Decidió ser más clara ante la expresión desconcertada del ensombrerado- Estamos de acuerdo en que usted hizo algo lo suficientemente negativo para ambos como para que ameritara su mejor esfuerzo en remediarlo ¿Cierto?

-Cierto... -Contestó inseguro.

-Y también estamos de acuerdo en que la decisión no le corresponde solo a usted ¿Verdad?

-No comprendo a dónde quiere llegar.

-Quiero decir que quizá ya fue suficiente hasta para usted. -Dijo finalmente, desatando la sorpresa en su mirada- Hasta para disculparse hay límites, mi lord Black Hat, no puede pasar toda su eternidad en la angustia, haciendo esto y aquello por recibir aceptación de alguien que supuestamente lo ama. -Continuó con seriedad- Flug es muy inteligente, para él no pudo haber pasado desapercibido el hecho de que usted trató todo este tiempo de remediar su error, quizá es momento de parar y esperar una respuesta de su parte. Si realmente él le ama, le ahorrará el sufrimiento. -Sonrió ampliamente- No creí tener que decir esto alguna vez, pero también es importante que usted se ame, quizá ha olvidado hacerlo bien por un tiempo, también se debe una disculpa a sí mismo.

Black se descubrió sorprendido y ensimismado. ¿Parar? Detenerlo todo y esperar ¿Era una opción? Repentinamente cayó en la cuenta de lo mucho que se estuvo castigando durante todo ese tiempo, culpabilizándose una y otra vez, llegando incluso a olvidar ocuparse de sí mismo, sintiéndose culpable y el único responsable de arreglarlo... Pero no era así. - ¿Y si ese momento nunca llega? ¿Y si jamás vuelve? ¿Y si no obtengo una respuesta?

-Entonces el amor no es mutuo, -Sentenció- usted ya no tendría nada más qué hacer allí.

El demonio se dejó caer en el respaldo de su asiento, rendido, resignado y triste. Eran las duras palabras que siempre deseó no escuchar.

La dama se puso de pie, se acercó a él, tomó su mano dulcemente y la acarició. -Mi señor Black Hat, aún soy su amiga, pese a todo aún conserva mi apreció. -Comentó sonriente- Creo que ya es momento de parar, por su bien.

...

Se miraban, serios, en silencio. Se encontraban sentados en la cama del científico, uno frente al otro, como si buscaran en el rostro del otro una respuesta a sus plegarias. El silencio dejó de ser incómodo hace mucho, ambos podían ver como aguardaban con todas sus fuerzas pequeñas lágrimas en sus ojos.

Demencia dejó de resistirse, se entregó a la tristeza, las lágrimas comenzaron a correr sin control, agachó la cabeza, arrugaba las sábanas con sus manos. Desde hacía ya un tiempo que aquellos ojos verdes eran los únicos con el derecho de contemplar su agobio. Se dejó caer sobre el hombro del chico.

- ¿Qué debería hacer? -Gimoteó.

-Últimamente muchos nos preguntamos lo mismo...

-No merece mi llanto...

-Pero tú mereces aceptar que estás triste, -Respondió lo más calmado que pudo, no se sentía en óptimas condiciones para ayudarle, pero debía intentarlo, contenía el llanto aún- llorar también es sano. -Rio con ironía.

-Mira quien lo dice... -Rio lene- No sé por qué lo pienso tanto, ella ni siquiera ha venido a decirme nada, no creo que realmente le interese...

El doctor tomó su mano, respiró profundo. -Una vez una bella chica demente me cuestionó por esperar algo de parte de alguien que no sabía cómo hacer esas cosas, me invitó a enseñarle la manera correcta de hacerlo... -Limpió una lágrima de su rostro- Lady Belle es muy inteligente, pero hasta ella puede equivocarse. -Calló un instante, lo que iba a decir era duro- Respeté y agradecí tu decisión desde el principio, pero siempre me sentí culpable de ser la causa de la separación de dos seres que se amaban con el alma... El señor Black Hat y yo nos quebramos, no tiene por qué suceder lo mismo con ustedes, no me debes nada, si realmente deseas estar cerca de ella entonces no sé qué es lo que haces aquí.

Con un puchero gigante y una mirada esperanzada, la chica estrechó la mano que la sostenía. -Entonces ¿Crees yo debería...?

-Creo que deberías dejar el orgullo y hacer lo que sientas que debes. -Dijo con firmeza.

Demencia consiguió esbozar una sonrisa, una efímera, se convirtió pronto en una expresión de apuro cuando el sonido de la puerta principal resonó por la mansión y el motor de la limosina lo hizo posteriormente.

- ¡Debo correr! -Dijo alarmada.

De forma inesperada, se acercó al joven, depositó un tierno y fugaz beso en la comisura de sus labios, corrió a la ventana y se lanzó hacia el exterior sin decir más.

Flug sintió el rostro caliente, fue demasiado sorpresivo, esa chica loca tenía formas curiosas de demostrar agradecimiento.

Demencia corrió por las calles, podía ver la limosina alejarse, la tormenta ya era muy fuerte, el piso estaba encharcado y resbaloso, no le facilitaba el trabajo, pero debía alcanzarla. Corrió tan rápido como pudo, su cuerpo modificado la ayudaba demasiado, podía ser tan veloz como el vehículo.

- ¿Esto será una competencia, Dryadalis? -Preguntó retadora.

Daba vueltas, presurosa en cada esquina, no quería perderle de vista. Sabía que la mujer aparcaba su nave en un lugar alejado a la ciudad, solitario, donde pudiera abordarla con calma, lamentablemente el sitio cambiaba con constancia, no podía saber a dónde se dirigía exactamente, si perdía el rastro era el final. Trepó a una casa, comenzó a dar largos saltos por los tejados. Comenzaba a desesperarse, debía hacer que frenaran, llamar no era opción, la lluvia era tan fuerte que jamás la escucharían. Su larga cabellera húmeda pesaba por la humedad, le costaba ser ágil en esas condiciones.

- ¡¿No puede llover más fuerte?! -Cuestionó molesta a los cielos.

Al fin alcanzaba la limosina, finalmente corrían a la par. Solo esperaba el momento adecuado, tan solo quería sobrepasarlos un poco. Cuando por fin encontró el momento, se lanzó de una casa alta hacia el pavimento, cayendo justo a mitad de la calle. La limosina se aproximó hasta ella, estaba lista para frenarla por las malas si era necesario.

...

La dama de piel aguamarina leía con calma una revista, descansaba en la parte media de su limosina negra, justo detrás de Dryadalis quien conducía el auto. Ojeaba distraída, no dejaba de pensar una y otra vez en lo complicado que se había vuelto todo de un momento a otro. Consideraba que un encuentro no revoltoso o agresivo era un buen inicio, realmente no hubo rechazo alguno por parte de la joven, le daba un buen presentimiento.

-Pensé que iría a hablarle. -Comentó Dryadalis.

-Lo haré, no ahora, pero lo haré. -Respondió distraída- Necesitaba tener una noción de la situación actual de todos en la mansión, es un poco más complicado de lo que creí. -Hizo una mueca- Todo a su tiempo, querido...

El auto frenó de repente, de manera brusca, terminó por impactarse contra algo, el objeto montó al automóvil, rondando por el techo. Belle tuvo que sostenerse con fuerza del asiento delantero, sintió como el vehículo continuaba conduciendo descontrolado, hasta conseguir frenar unos metros adelante.

- ¿Qué? ¡Dryadalis! ¡¿Qué ocurrió?! -Cuestionó alarmada.

-Chocamos... Mi lady, me temo que tendrá que salir usted misma, no sé cómo tomará esto.

La mujer salió del vehículo, las gruesas y abundantes gotas de lluvia empaparon su rostro y cabello en poco tiempo. Se dirigió a la búsqueda del misterioso obstáculo hasta finalmente observarlo horrorizada.

La joven chica yacía inconsciente en el pavimento, su piel tenía algunos rasguños y raspones, no parecía encontrarse con heridas graves, pero el golpe la había noqueado.

Belle corrió hacia ella y la cargó en sus brazos sin ningún esfuerzo. Estaba asustada, molesta por el descuido del pooka y de ella.

- ¡Dryadalis! Conduce hasta la nave ¡Rápido! -Ordenó adentrándose en la limosina con la joven en brazos.

...

-Oh diablos... No de nuevo... -Pronunció antes de vomitar.

Flug se encontraba recargado en la taza del baño, sentía que en cualquier momento escupiría sus propios órganos, le dolía la cabeza, estaba mareado. Ocurrió a penas Demencia se marchó, el pequeño intento de levantarse de la cama le provocó un terrible mareo que terminó por obligarlo a ir casi a gatas hasta el baño, fueron demasiadas emociones para él.

Consiguió levantarse, buscó su teléfono móvil por todos lados, tras encontrarlo marcó rápidamente un número. El sonido intermitente de la llamada en proceso sonaba una y otra vez, pero nadie contestaba.

-Vamos Slug... -Dijo desesperado.

Terminó por arrojar el teléfono a un lado. Sabía lo que debía hacer en esa situación, el objetivo era no desmayarse en soledad, o eso podría acabar muy mal. Anduvo sin rumbo por el pasillo, estaba seguro de que su única opción sería la menos deseada, era eso o nada. No pudo andar más, el vértigo lo obligó a sostenerse del muro.

Resignado, decidió tomar medidas drásticas. - ¡Señor Black Hat! -Llamó lo más fuerte que pudo.

...

Estaba abrumado, desconsolado, la conversación con la villana lo había hecho cuestionarse muchos de sus actos. Llegó a sentirse un poco aliviado también, de algún modo, tener en cuenta que, a esas alturas, ya no dependía solo de él, le quitaba un peso de encima. De cualquier modo, tenía en cuenta que esperar sería desesperante, esperar algo que no sabía si llegaría, la incertidumbre lo mataba.

Un llamado lo sacó de sus pensamientos, permaneció expectante por algunos segundos tratando de descartar que se tratara de su imaginación. El segundo llamado le erizó la piel, imposible no reconocerle.

Se levantó velozmente de su silla, se deshizo de su aura de miseria, pego carrera hasta dónde creía que era la procedencia de esa voz. Lo siguiente que vio le perforó el pecho con angustia.

El joven doctor terminaba de desplomarse en el suelo, solo alcanzó a dedicarle una mirada suplicante antes de terminar por rendirse al malestar.

Black no lo pensó dos veces, lo levantó del suelo y lo llevó a su habitación rápidamente.

La piel del científico ardía, respiraba dificultoso.

El demonio marcaba un numero en el teléfono de disco de su recámara. La ansiedad se lo comía vivo mientras admiraba aquella escena preocupante y nadie parecía tener intención de contestar al otro lado de la línea.

-Maldita sea, White, responde el estúpido teléfono... -Despotricó molesto.

Soltó enfadado el teléfono, caminó de un lado a otro, pensativo. Le preocupaba que tratar de llevarlo hasta la mansión blanca fuese contraproducente para su salud, el agitado camino podía ser peligroso para él. No sabía qué hacer, lo único en lo que pensaba era en remedios antiguos, cosas que en la actualidad muy apenas funcionaban para tratar a alguien.

- ¡Demencia! -Llamó molesto, no obtuvo respuesta- ¡¿Dónde estás maldita lagartija?! -Frustrado, volvió a tomar el teléfono- Contesta, imbécil...

...

-Será rápido.

-Nunca es rápido, -Contestó emberrinchado- me largaré a mi habitación si te atreves a responder esa llamada.

-Slugy baby, puede ser importante.

-Yo soy importante. -Dijo, arrogante.

El joven se encontraba montado sobre las piernas del demonio blanco. Besaba su cuello, dejaba amoratados chupetones, intentaba deshacerse de su camisa tal y como lo había hecho con el saco y la corbata. Ya se encontraba semidesnudo, en realidad, así comenzó el juego.

El demonio lo atrapó en medio de un aburrido informe de trabajo, comenzó distrayéndole con coqueterías hasta poder terminar en aquel jugueteo.

Adoraban mutuamente el ambiente que habían logrado, ceder a los caprichos del otro fue la mejor idea que habían tenido. Se respetaban, se buscaban, se adoraban, se tocaban, jugueteaban, se complacían y dejaban complacer, todo al mismo tiempo. Desde aquella primera vez no se detuvieron, sin descuidar sus ocupaciones y a su enferma compañera, continuaron con discretos encuentros que subían día a día su intensidad.

Aunque pudiese sonar absurdo, no llegaban muy lejos constantemente, el ensombrerado tenía extremo cuidado con el cuerpo de su adorado joven de piel morena, le trataba con suma delicadeza y, pese a que el joven aseguraba poder resistir más, siempre frenaba cuando consideraba que era prudente. Lo impulsaba el amor, un cariño auténtico, un sentimiento nuevo que nació en él de forma considerablemente reciente y que le incitaba a cuidarle intensamente. No estaba seguro de ser correspondido en igual medida, no lo preguntaría, estaba bien así, la ignorancia le traía felicidad.

Por el otro lado, el chico se dejaba llevar sin sobre pensarlo, si ese sentimiento era o no amor, no se concentraría en averiguarlo, solo quería disfrutar cada parte de ese ser que lo hacía sentir tan vulnerable y fuerte al mismo tiempo.

-Lo eres, -Respondió White mirándolo a los ojos- sin duda alguna.

Un jadeo salió de la garganta del científico cuando las grandes manos de su jefe acariciaron su entrepierna por debajo del pantalón, tocaba su trasero al mismo tiempo, subía por su espalda sintiendo cómo se erizaba.

Se besaban, se abrazaban con pertenencia. White olvidaba ocasionalmente todo el cuidado, besaba con tal intensidad que parecía que buscaba apropiarse de su aliento, reclamaba su calor y su saliva, esa boca cálida que lo recibía gustoso. El niño besaba bien, solo bastaba el primer tacto para hacerle endurecer con un beso como los suyos.

-Te deseo, White Hat... -Susurró sin pena, el detonante perfecto para ser devorado.

...

Bajo la lluvia, una joven de cabellera azul admiraba su hogar sobre un tejado cercano, tenía una vista perfecta de la mansión blanca. Su cabello y ropa estaban empapados, sentía el agua fría recorrer su espalda y provocarle escalofríos, presentía que se ganaría un resfriado por eso, pero no tenía intención de entrar. Había un motivo, podía decir que el placer ajeno le causaba dolor en su actualidad, no estaba lista.

Después de un rato de suspiros pesados decidió hacer algo diferente, tras sentirse observada, se resignó a aceptar la compañía.

-Ya sé que estás ahí... -Comentó sin despegar la vista de la mansión- sal de una buena vez o yo voy a sacarte por la fuerza.

Un individuo de piel azul trepó por la pared en donde se ocultaba, hasta conseguir subir al tejado del edificio. Observó con timidez y vergüenza a la joven que le había descubierto.

-Yo solo quería asegurarme de que no te ocurriese nada, -Se excusó Umbra- el agua está fría, hay muchos rayos y tu salud no había sido la más óptima hace no mucho tiempo.

-Estoy bien. -Contestó tajante.

La araña le miró preocupada, se acercó hasta que pudo sentarse junto a ella. -Si estuvieras bien, no estarías aquí afuera empapándote de esta manera.

- ¿Por qué te importa? -Cuestionó molesta.

La villana agachó la cabeza apenada. -No lo sé, me importas.

Prudencia se permitió soltar una risilla, le inspiraba ternura muy de vez en cuando. -Es muy lindo de tu parte, pero de verdad estoy bien.

Umbra calló por un momento, meditó la situación y decidió hablar, aunque fuese imprudente hacerlo. -Se trata de ellos ¿Verdad?

El hada le miró finalmente, seria, no tenía muchas energías de tocar el tema, pero suponía que ya no había opción. - ¿Cómo es que para todos parece ser más fácil encontrar el amor? No sé qué me hace falta a mí...

La mirada de su acompañante se mostró sumamente sorprendida ¿Dónde había quedado esa chica confiada y coqueta? Consiguió ver la frustración en su rostro. Entendía que la chica era apasionada, una romántica empedernida, parecía que esa forma tan soñadora de ser le había provocado algunas desilusiones, ahora se veía apagada, dudosa de sí misma.

Se removió, incómoda. - ¿No eres feliz por ellos?

-Lo soy... Claro que lo soy... -Suspiró con tristeza- White Hat tiene mucha suerte.

La araña lo entendió finalmente, era un problema que no se esperaba, pero le daba una pauta para comenzar a ayudarle. -Tal vez, pero la persona que esté contigo tendrá más suerte aún. -Dijo sonriente- Quien consiga el amor de esta chica brillante y mágica, será muy afortunado.

Pru rio, eran palabras infantiles, pero tiernas y bien intencionadas, las agradecía infinitamente. -Es que ya no sé dónde buscar a ese alguien.

-Quizá haz buscado tanto... -Inició con cuidado- que no te has permitido ser buscada. -Levantó una mano y quitó un mechón de su rostro con un gesto gentil.

El hada enrojeció por la acción, el corazón le dio un vuelco. Instintivamente tomó la mano que buscaba consentirla, la estrechó. -Quizá...

...

Movía la pierna con mucha desesperación, sentía que en cualquier momento haría un agujero en el suelo. Miraba una y otra vez el termómetro de mercurio bajo el brazo del joven, afortunadamente la temperatura disminuía, había dejado de temblar y al fin respiraba con normalidad. Fue algo que le tomó bastante tiempo y muchos trapos húmedos. Se vio obligado a desnudar al joven casi por completo. El oso azul cocinaba algo sano y lleno de energía que él mismo había ordenado para el chico.

Suspiró, se recargó en la cabecera de su cama donde ambos descansaban. No consiguió comunicarse con nadie, la lluvia era tan terrible que ni siquiera pudo salir a conseguir ayuda, tampoco es como si la hubiera, no para alguien como él.

Se preguntaba si aquello era obra y gracia del destino, si era algún tipo de mensaje del universo que le exigía ocuparse de él, intentarlo una vez más pese a las palabras de la reina pooka, o tal vez era su oportunidad de ser buscado, no lo sabía, de cualquier modo, no lo quería así, no con su doncel postrado en una cama.

- ¿Señor... Black Hat? -Preguntó en voz queda el científico, intentó levantarse, sin éxito.

-Quédate allí, -Ordenó- estás débil, debes descansar.

- ¿Qué pasó? -Desobedeció y se sentó en la cama, el trapo húmedo de su frente se deslizó y cayó- ¿Qué es esto?

-Uhm... No pude localizar a Slug... Es lo único en lo que pude pensar para bajarte la fiebre. -Se excusó.

Flug inspeccionó el trapo, tan solo era un trapo humedecido con agua fría, sencillo, pero efectivo. Ignorando por completo sus métodos medicinales, estaba admirado de que el demonio supiese si quiera hacer algo como eso, no lo tachaba de tonto, solo era curioso que un demonio supiera sanar como lo haría una madre de antaño.

Miró a su alrededor, no recordaba la última vez que estuvo en esa habitación, se sentía tan extraño. La extrañeza aumentaba al no estar seguro tampoco de cómo tomar tales atenciones, fue un gesto muy acertado.

-Le agradezco por tomarse la molestia... -Comentó en voz baja.

-No es una molestia, no podía dejarte allí...

El silencio incómodo se hizo presente, ambos estaban cabizbajos, buscaban desesperadamente un tema de conversación, de cualquier modo, ninguno podía irse de allí.

Black arrebató de repente el termómetro del brazo de Flug, lo inspeccionó a la poca luz de una lámpara, hizo un gesto de alivio. -Tu fiebre bajó.

-Vaya... Jamás aprendí a leer esos termómetros. -Comentó divertido, tratando de romper la tensión.

El demonio arqueó una ceja. - ¿Qué? ¿Qué edad tienes?

-Veintisiete... cumplidos hace no mucho. -Respondió sin entender la pregunta.

-Tu madre debió usar uno como estos en algún momento. -Guardó el objeto en la cómoda- De cualquier modo, sus estupideces digitales nunca podrán remplazar cosas como estas. -Gruñó.

- ¿Qué edad tiene usted? -Preguntó de repente.

El ensombrerado lo pensó. -No creo que exista un número para eso.

Flug no pudo evitar reír ante la respuesta. Estaba sorprendido de poder tener una conversación amena con él después de mucho tiempo, el tema era extraño, pero era una conversación, algo era algo.

El demonio se sintió embelesado con el sonido de esa risa, tanto tiempo sin escucharle reír, especialmente a causa suya. -En realidad no soy tan viejo, -Se encogió de hombros- pero francamente ya perdí la cuenta.

- ¿Cuándo es su cumpleaños?

-No existía algo como el calendario gregoriano cuando nací, no es posible saberlo ahora.

-Estoy seguro de que el señor White Hat lo sabe.

-Yo también, ese idiota nunca tiene nada mejor que hacer. -Dijo, molesto.

El doctor volvió a reír, viró los ojos, admitía que era un tema entretenido. Lo sorprendió pensativo, su semblante cambió, le miraba el vientre. Había un sinfín de razones por las cuales el villano no había tenido contacto cercano con aquello que había en su vientre, por miedo o precaución no se permitió ni siquiera pensar en involucrarlo, ahora estaba muy cerca, provocaba algo, su interior cosquilleaba, era como si su hija reaccionara a la presencia del ensombrerado.

Un poco indeciso, Flug tomó su mano, el sobresalto de su compañero fue notorio. Lentamente la acercó a su vientre, le permitió tocarle, acariciarle suavemente. Intentó darle un poco de seguridad con una sonrisa, poco a poco el demonio se dejó llevar.

Black no podía creer lo que ocurría, recibía su aceptación, le estaban abriendo las puertas finalmente a algo que ni siquiera sabía que quería, se sentía tan bien. No había un gesto de rechazo, miedo u odio en esa acción, el chico se veía feliz de permitirle tener el primer contacto oficial con su hija. Sentía un cosquilleo en su mano, una esencia ajena al doctor, era tan extraño.

-Me... Me alegra que pueda conocerla al fin... -Comentó inseguro- Bueno, sin ser un gato.

No lo escuchó, no podía, estaba inmerso solo en un pensamiento. Con un poco de temor, aquel que solo ese joven le hacía sentir, se inclinó lentamente hasta poder recargar su cabeza sobre el abdomen del chico, lo rodeó con sus brazos en un extraño abrazó. Abrazaba a su hija, al producto del amor y la pasión por un humano, era un curioso momento de reconciliación con ella, de perdón.

El doctor sintió su piel erizarse, algo ocurría, nada tenía que ver con miedo o inseguridad, en ese instante eso ya no existía. Podía sentir con escalofriante claridad cómo se formaba un lazo entre ellos, sentía como se comunicaban en silencio. Su hija reaccionaba, eran los primeros movimientos, los percibía.

Jamás sintieron tanta paz, un revitalizante momento, era como sentir el fin de una guerra, era incomprensible para ambos.

Black paseó una de sus manos por el abultado vientre, instantáneamente percibió un golpe desde el interior, se levantó rápido, sorprendido y ligeramente temeroso.

- ¡Ooh! ¿Sintió eso? -Exclamó el doctor, entusiasmado- Nunca la sentí moverse así. -Se fijó en su jefe, tenía un gesto de completo desconcierto, incluso de horror. Soltó una risotada ante la graciosa reacción de su parte- Solo fue una patada, señor, serán más claras en un par de semanas, es posible que hasta pueda verlas.

- ¿Eso es normal? -Cuestionó angustiado.

-Es lo más normal que ha ocurrido en este embarazo. -Respondió con ironía- Realizaré un eco para que pueda verla.

- ¿Para que yo pueda verla...? -Preguntó incrédulo y esperanzado.

Flug sonrió enternecido, jamás se dio cuenta del momento en el que aquello empezó a ser importante para él, de cuanto se había sumergido aquel demonio en desesperanza, abandono y tristeza, quizá bien merecido, pero ya no quería que fuese así. -Sí, señor, -Respondió con firmeza- para que usted pueda verla.

 


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