Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Paper Love and Black Heart. por McMaddy02

[Reviews - 49]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Hola corazones!


Interrumpimos el arco de “Las cuatro estaciones” para traer este capítulo.


Estuve leyendo algunos comentarios en un párrafo en particular del capítulo pasado…


A ver… Estamos todos en una historia de un humano embarazado de un demonio por alguna clase de parasitosis ¿Y les sorprende el incesto? ¡Les hace falta ver más "Flores en el ático"! Jajaja


No ya, en serio, fueron graciosas las reacciones, en este capítulo se aclararán muchas dudas al respecto, supongo que fue muy abrupto.


Daremos un largo viaje en el tiempo. Les recomiendo también dar una revisada al último cuarto del capítulo 26, solo para refrescar un poquito la memoria sobre algunos detalles y cierto personaje.


Bueno, de verdad les recomiendo mucho "Flores en el ático" y todas sus secuelas, hay libros y películas, son excelentes, contienen incesto, claro, pero la historia es tremenda (Aunque es solo un comentario, no tiene nada que ver con el capítulo).


Respecto a la familia entera de Black Hat, no daré detalles respecto al tiempo en el que están, se supone que él mismo es muy antiguo, creo que dar fechas exactas en la historia me metería en un embrollo por algunas circunstancias que aparecerán más adelante.


Ahora el único pequeño dato del capítulo:


Bayard:


Históricamente fue "El caballo que llena y simboliza el reinado de Carlomagno fue Bayard, un caballo prodigioso, que podía llevar cuatro jinetes al mismo tiempo y galopar tan rápido que ningún otro caballo podía alcanzarlos. Curiosamente, Bayard, fue el regalo que el emperador hizo al hijo mayor del duque de Aymon el día que este y sus hermanos fueron armados caballeros al más clásico estilo caballeresco."


Este caballo además posee atributos mágicos, era nombrado como un "Caballo-Hada" se decía que era el hijo de un dragón y una serpiente originado en el inframundo. Dotado de habilidades mágicas y liberado por un nigromante para Carlomagno, quién después se lo regalaría a Aymon.


Espero que les guste, a mí me emocionó escribirlo.


Sin más que decir, a leer <3


(¿Ya vieron que Lady Cats manos de Dios ya actualizó?)

El dolor y la soledad son las armas más duras del aprendizaje. Una vida hostil puede volverte hostil, es una decisión personal lo que haces con las heridas, solo hay dos caminos; romper el ciclo o replicar la violencia. Es una decisión propia si los caminos forjados con esas dos armas te llevan a ser un héroe o un villano.



Era una oscuridad parcial, pero lo suficiente como para lucir terriblemente abrumadora. Solo algunas líneas de luz conseguían atravesar la madera, chocaban contra la piedra lisa, enmohecida, del interior del agujero. Sería complicado decir si era peor por la noche o el día, mientras el sol se asomaba el calor y la humedad provenientes del fondo eran sofocantes; durante la noche, el frío húmedo les apuñalaba la piel.


Un par de niños se sostenían firmemente de una gruesa cadena, oxidada por el tiempo y la humedad, el objeto de metal colgaba enganchado de una tapa vieja de madera que cubría por completo la boca del pozo. Sus ropajes estaban arruinados, mojados, llenos de lodo y óxido, sus brazos y piernas cansados, adoloridos, sin embargo, aún resistían, su voluntad era más fuerte que sus cuerpos.


El menor de ambos colgaba un metro más arriba en la cadena, sus pequeños guantes negros estaban rasgados, sus manos ardían, consiguió soportar su peso por mucho tiempo, pero su resistencia llegaba al límite, no podía caer. El pequeño niño de bombín y trajecito negro de pantaloncillos cortos, permanecía en su sitio solo un motivo: su hermano, solo mayor por algunos minutos, colgaba en la parte inferior. Un resbalón no lo haría caer solo a él, caerían ambos al fondo del agua, debía resistir. Se sentía furioso, desesperado, terriblemente agotado, no sabía cuánto tiempo había pasado, evitaba en la medida de lo que podía soltar algunas lágrimas oscuras como su piel.


-Black… ya no puedo… -Pronunció el mayor, entre sollozos, con voz pequeña.


- ¡No te sueltes! -Ordenó molesto.


-Me duelen las manos…


-A mí también… -Murmuró- No debiste tomarlas, White, son sus favoritas.


-Lo siento, lo siento, lo siento… -Repitió en medio del llanto- Perdóname Blacky, nos metí en problemas de nuevo…


-No llores, lo vamos a resolver…


Usando todo el ímpetu que le quedaba, comenzó a subir por la cadena, el ardor se apoderaba de sus palmas, el dolor era tanto que le provocaba náuseas, las heridas cerraban, pero una y otra vez eran abiertas por las rebababas metálicas oxidadas.


-Sube, hermano, -Rogó- yo voy a romper la puerta.


-No puedes, nuestro peso la cierra, si me suelto podrás abrirla.


-Si te sueltas bajaré por ti de nuevo.


-Black… -Pronunció con angustia.


Sus manos dejaron de responder, comenzó a resbalar cortando su piel. Alarmado, el menor se deslizó por la cadena de nuevo, consiguiendo llegar justo antes de que su hermano cayera. Sostuvo su brazo, tomándolo fuerte de la muñeca, su otra mano se sostenía firme de la cadena.


- ¡Ah! -Gritó con dolor- Te tengo…


- ¡Suéltame! Puedo quedarme abajo, solo debo nadar. -Dijo con miedo.


-Te cansarás y te ahogarás, no voy a soltarte. -Respondió quebrándose- Yo… siento que mi fuerza vuelve, madre me devuelve mi fuerza, White, -Mintió- pronto podremos subir. -Su brazo dolía, no podría con aquello por demasiado tiempo.


El pequeño niño de sombrero blanco dejó ceder su voluntad, su cuerpo cansado le pedía parar, comenzó a perder la consciencia.


- ¡No! White ¡Despierta! -Rogó- ¡*******! -Gruñó- ¡Madre! Por favor, madre, ya no podemos ¡Madre! -Gritó con desesperación.


Repentinamente, la gruesa y vieja tabla de madera que cubría el pozo se deslizó, los hizo tambalearse. Solo el pequeño rayo de esperanza lo mantuvo firme ante el movimiento. Una cara conocida se asomó por la parte superior, sonriendo simpáticamente como lo hacía cada día, sin importar las circunstancias.


Black lo miró, sus ojos se llenaron de esperanza y miedo, ellos saldrían, pero seguramente ese individuo pagaría las consecuencias.


- ¿Padre?



 


-Yo lo hice, yo lo hice, yo lo hice… -Repetía frenéticamente tal y como lo había hecho varios minutos atrás, antes de quedar completamente solo en su habitación.


Miraba sus brazos, llenos de cortadas, moretones que, su victimaria, había decidido que no sanarían pronto. Su carne expuesta le recordaban las largas garras negras que se la habían desgarrado, entre gritos, reprimendas acusativas que le reclamaban una y otra vez por haber tomado la joyería preciada de su propia madre.


Se culpó, lo hizo hasta el final, desde el primer instante en qué fue responsabilizado, justo antes de ser arrojado fríamente a un pozo mohoso y abandonado. No podía soportar la idea de que su propio hermano sufriera de esa manera, no era tan fuerte como él, no resistiría, no deseaba verle llorar y sangrar como él lo hacía en ese momento. Su madre lo llamó mentiroso, le exigió hablar y, aun así, continuó adjudicándose toda la responsabilidad de ese acto tan odiado.


Sentía temor, aprendió a no sentirlo por él mismo. Cuando esos cuatro ojos azules se posaron con desdén en su salvador de sombrero tricornio, sintió miedo, por él.


Así era su vida, la vida de todos en ese ostentoso castillo antiguo, que era la cúspide de los mandatarios en ese pequeño pueblo. Siempre a merced de lo que la condesa de cabellera blanca deseara, siempre de forma precisa e impecable o hasta el más mínimo fallo provocaría su furia y la sangre sería derramada.


El sonido de una puerta lejana lo sacó de su doloroso ensimismamiento. Se levantó rápidamente, reconocía de dónde provenía ese rechinido, pegó sus oídos a la puerta cerrada con llave. Una sensación fría recorrió su pecho al escuchar el llanto de su hermano, el rogar y rogar por ser liberado de algo que lo atormentaba, llamaba por él, siempre lo hacía y es que él era quien siempre daba la cara por ambos, el salvador, el héroe de ese niño de piel clara y sombrero blanco.


- ¡No! ¡Déjalo! -Pidió con desesperación golpeando la puerta- ¡Yo lo hice! -Repitió.


Del miedo nacía la furia, cada vez que no lo conseguía, se detestaba profundamente. Estaba molesto, sus esfuerzos fueron en vano, su gemelo sufría ahora, profundamente, podía escuchar a la mujer gritar, gruñir enojada como siempre lo hacía. Se cansó de golpear la madera, dejó caer sus rodillas de golpe, estaba encogido en el suelo, sollozaba, veía sus propias lágrimas oscuras caer en la alfombra. Cerró los ojos, trató de bloquear ese ruido desquiciante, quería escapar de ahí, deseaba con todas sus fuerzas desvanecerse, no lo soportaba, así era su vida.



Un sonido peculiar, golpes secos viniendo de la lejanía, acompañados de gruñidos escalofriantes, eran sonidos fuertes, aun así, parecía que quien los provocaba intentaba ser sigiloso sin mucho éxito.


Abrió los ojos, se había quedado dormido en esa incómoda postura sobre el suelo. Se levantó e intentó abrir la puerta, fue fácil, estaba sin seguro. Instintivamente corrió a la recámara de su hermano abriendo la puerta con urgencia.


- ¡White! -Llamó con angustia.


El pequeño ensombrerado salió de entre las cobijas de su enorme cama, lloraba, se cubría el rostro. Su hermano menor se acercó rápidamente, descubrió su rostro viéndolo con horror. Tres profundos rasguños atravesaban su cara, su piel colgaba y la sangre escurría, el párpado de su ojo más pálido estaba por completo atravesado, le sorprendía que no hubiese perdido el ojo en el proceso, aunque, en circunstancias normales, sanarían en el instante, pero su madre no lo deseaba así.


-Black… -Se abrazó a su hermano, lo estrechó fuerte.


-Tranquilo, va a pasar, siempre pasa… -Consoló mientras acariciaba su espalda con sus manos heridas.


En algún momento su madre se apiadaría de ellos, sus heridas sanarían de repente y ella volvería a sonreír como si nada, a ser amorosa como era cuando estaba de excelente humor.


Otro golpeteo y un fuerte estruendo los alertó a ambos, provenía de la planta baja. Black le indicó con el dedo callar, lo tomó de la mano y juntos caminaron lentamente hasta el origen del ruido, entre más terribles se tornaban los sonidos, más dudaban en avanzar. La curiosidad podía más que el miedo.


Frenaron en una esquina del pasillo, asomados, observando las puertas de la sala principal abiertas, solo la luz de la chimenea se asomaba, provocaba que las sombras del interior de la habitación danzaran con el fuego. El ruido paró, el silencio ahora era inquietante. El par caminó hasta la puerta, pegados a la pared con precaución.


-Black… -Llamó en un susurro- Vámonos, tengo miedo…


El sonido de fuertes pasos aproximándose los paralizó a ambos, permanecieron en su sitio, provenían de la sala. Sus corazones latieron con fuerza, la incertidumbre les cortaba el aliento, sabían que fue mala idea salir de sus habitaciones. Estrecharon la mano del otro. Aterrorizados, apreciaron a la mujer de cabellera platinada salir de allí, la oscuridad la abrazaba casi por completo, caminaba a paso lento mientras los veía fijo con aquellos cuatro orbes azules, sonreía, su sonrisa era lo más espeluznante, una sonrisa de dientes afilados que hizo que su imaginación volara al notar que escurría un líquido tinto de ella, en realidad, toda su ropa estaba manchada, a cada paso que daba, dejaba huellas húmedas, rojas. Se alejó, los dejó a ambos en el pasillo con el alma en un hilo. Repentinamente sus heridas sanaron, se miraron aliviados, era el fin de su furia.


Con curiosidad, se acercaron a la sala. Si hubiesen sabido lo que verían esa noche, hubieran permanecido eternamente en sus recámaras, prefiriendo un centenar de veces ver una tumba, que el estado irreconocible en el que el individuo, al que una vez llamaron padre, se encontraba. Black caminó al interior, pisando la laguna de sangre que empapaba el piso de piedra, levantó, con su mano temblorosa, el sombrero tricornio que siempre había llevado en su cabeza, su ropa de hallaba rota, desperdigada en todo el lugar, pero hacía falta algo.


-Black, -Dijo entre lágrimas- ¿Dónde está su cuerpo?


El menor lo meditó, resistiendo en la medida de lo posible el llanto. Las piezas encajaban, el ruido, esos dientes filosos goteando sangre, la ropa destrozada… Se lo había tragado entero, no era la primera vez que devoraba a alguien. Seguramente se defendió, los rasguños en las paredes lo decían, no lo consiguió.


-Ya no existe, Whitie…


-Y… ¿Qué vamos a hace ahora? -Gimoteó.


La pregunta del millón, ese sombrero tricornio era el preciado placebo de sus vidas, la cucharada de miel tras el trago amargo, nunca una solución, pero amortiguó todas sus penas por años, estaban a la deriva, solos.


Se giró, encarándolo, gotas oscuras desbordaron por sus mejillas, sintió pena por su propia respuesta.


-Sobrevivir, Whitie, sobrevivir…



Lluvia, las diminutas gotas intermitentes de una potencial tormenta se ocuparon de terminar de formar aquel escenario lúgubre que no escatimaba en pesadumbre.


Dos pequeños niños de trajecitos elegantes, se posaban frente a una sería lápida negra. Un nombre conocido estaba escrito en la placa central, un nombre que pronto deberían dejar atrás, un nombre que dolería y sería mencionado en situaciones alarmantes, aunque ya no acudiera nadie a sus llamados.


El sepulcro había finalizado una hora atrás, lleno de lágrimas falsas, abarrotado de desconocidos, de súbditos y de una victimaria declarada inocente, una mujer que plasmó una amplia sonrisa en toda la ceremonia.


Ambos mostraban un gesto impasible, sus lágrimas se secaron, el llanto orquestó la noche, ese momento lo dedicaron a agradecer más que a lamentar.


Black levantó la vista, no había demasiadas tumbas en ese prado, solo algunas cuantas, de suma relevancia para su familia, aunque ninguna llevara el apellido. Su padre, o sus piezas simbólicas, fueron enterradas en un sitio especial, junto a otra tumba igualmente elegante, otra tumba que guardaba el cuerpo inocente de un viejo conde, otro consorte, nada emparentado a ellos, que pertenece a otra historia.


En el fondo podía verse el enorme castillo, con innecesarias habitaciones, demasiadas para una familia de cuatro… ahora tres. Frente a él, a, al menos, un kilómetro de distancia se extendía un pueblo pintoresco, de tejados rojos y castaños, entre árboles, cercano a un espeso bosque. Un pueblo serio, silencioso, que alguna vez fue feliz.


Respiró profundo, dejó que el aire fresco llenara sus pulmones, era un momento para recuperar energías, muchas cosas debían cambiar, si querían salir adelante, debían ser tan perfectos como su madre lo deseaba. Estaba preocupado, nuevamente no por él, sino por el niño a su lado, aquel que tenía la mirada perdida. Debería esforzarse el doble, por él y por su hermano, por esa responsabilidad auto otorgada de la que nadie más se haría cargo.


-Niños. -Llamó alguien a sus espaldas, una voz femenina. La joven castaña los observó inexpresiva, con ese vestido esponjoso y esa capota de encajes en su cabeza. Leila Keik era quien demandaba su atención- Su madre los espera.


Salieron de su ensimismamiento, era el momento de comenzar a complacerla. Caminaron hacia el castillo, el menor echó un último vistazo a la tumba de su padre, las pocas flores obsequiadas se marchitaron de repente, como su esperanza de una niñez en calma.



Los años pasaron, una década en realidad. La vida que los atormentaba se apaciguaba conforme crecían, conforme aprendían y se volvían adultos respetables. El mundo a su alrededor cambiaba. El par de demonios ya eran jóvenes con renombre reconocidos por un pueblo que los aclamaba. Aunque debían vestir con atuendos llamativos, ropajes engorrosos tradicionales, preferían llevar sencillos sacos de cola y corbatas con holanes de encaje, en sus colores preferidos.


- "Ah son muchachos maravillosos, pero muy diferentes" -Habló una mujer en la habitación de al lado- "El menor no deja la biblioteca y al mayor le encanta salir a molestar a los inventores y eruditos del pueblo, es muy extraño, siempre trae cacharros al castillo"


El ensombrerado negro viró los ojos ante el comentario, escuchaba a su propia madre hablar con quién sabe qué extraño en la otra habitación. Escuchar que los elogiaba era lo más hipócrita que esa mujer hacía. En presencia de alguien más eran encantadores, en soledad eran inútiles, estaban acostumbrados. Aunque, a medida que maduraban, con el crecer de sus poderes, ella se limitaba cada vez más a las palabras y menos a las acciones, tenía años sin recibir un arrebato de su parte.


Se encontraba en la amplia biblioteca del castillo, una biblioteca que era oficialmente pública para los habitantes del pueblo, pero que siempre estaba vacía. Chasqueó los dedos, trayendo otro libro de la estantería. Pasó los dedos sobre su portada verde, gruesa, con detalles dorados y comenzó a leer. Ya estaba acabando con las reservas, era un hábil lector, conforme aprendía un idioma tras otro, se tomaba la libertad de leer los libros que antes no comprendía.


- ¡Blacky!


El demonio negro se sobresaltó, el libro bailó entre sus manos, un poco más y lo dejaba caer. Miró molesto a su hermano, quién le sonreía alegremente. Esa sonrisa jocosa, esos ojos azules y brillantes, le arrebataron la sensación de enojo. Relajó su rostro, sonrió levemente.


-Casi me matas de un susto. -Comentó con calma acomodándose el monóculo, aquel artefacto que ahora cubría su ojo dispar, al igual que su hermano- ¿Qué has hecho todo el día? No te he visto desde la mañana.


-Oh… -Se mordió el labio, estaba emocionado- Fui al pueblo, vi a pintores realizar retratos, probé las delicias de las panaderías y la música… más alegre que la que madre Capelina nos hace practicar. -Se sentó a su lado, en una silla simple de madera frente a una mesa- Deberías ir de vez en cuando.


-No sé por qué insistes en convivir con mortales. -Dijo con desinterés, devolvió la mirada a su libro.


-Son mortales, pero creceremos junto a ellos hasta alcanzar la madurez.


-Y después los verás morir, no creo que debas encariñarte, es absurdo.


White esbozó y una mueca de fastidio, recargó la cabeza en su hombro admirando el libro.


-Tú deberías salir de aquí más seguido, has leído varios de estos al menos tres veces.


-Este no, está en francés, recién lo he aprendido.


-Que aburrido… -Se quejó- Leila dice que debes hacer más ejercicio.


Black suspiró, se puso de pie. -Haré ejercicio justo ahora, -Caminó a una estantería- es el volumen dos, me equivoqué.


El demonio alzó los brazos, muchos estantes requerían escaleras, los techos eran altos y los muebles también. Aún con casi dos metros de altura, no conseguía alcanzar el libro, las yemas de sus dedos enguantados apenas lo rozaban. Sorpresivamente se elevó la en el aire consiguiendo tomarlo, miró hacia abajo, su hermano lo cargaba abrazando sus piernas.


-Pude hacerlo venir a mí.


-Pero esto es más divertido. -Sonrió.


El ensombrerado blanco lo bajó con lentitud, con extrema e incómoda cercanía, deslizándolo entre sus brazos hasta verlo de frente. No lo soltó, sus brazos aún rodeaban su cintura. Su hermano lo miraba fijo, con desconcierto, tan cerca que podía sentir su respiración.


-Ya estoy abajo, Whitie… -Murmuró.


-Lo sé… -Respondió sin soltarle.


-Quiero uh… -Mostró su libro en un intento de hacerle reaccionar.


White lo soltó, bajó los brazos, pero ambos permanecieron a esa distancia.


Black sintió su rostro calentarse, a veces no lo entendía, pasaba ocasionalmente cuando tenían esa clase de interacciones, su interior se removía, se sentía cálido, el corazón le latía con fuerza, era extraño.


Sintiéndose atrevido, el ensombrerado blanco le acarició la mejilla, el acto fue bien recibido, con una sonrisa cálida.


- ¡**********! -Escucharon gritar a lo lejos.


El par salió de su trance, Black frunció el ceño.


- ¿Ahora qué hiciste?


-No lo sé… -Respondió angustiado.


Se masajeó el entrecejo, suspiró resignado. -Espera aquí. -Ordenó.


Alarmado, lo tomó del brazo. -No ¿Qué harás?


-Hacerme cargo.


-No, es mi responsabilidad.


Acarició su mejilla, haciéndolo retraerse, sonrió tenue. -Yo me hago cargo.


El ensombrerado blanco lo vio marcharse, lo escuchó alejarse en el pasillo. Corrió hasta la puerta, abriendo solo una, asomando la cabeza en ese arco de piedra. Podía verlos al final del pasillo, demasiado lejos para escuchar, pero lo suficientemente cerca como para notar su postura y expresiones. La mujer lo apuntaba con el dedo mientras él trataba de explicar algo, ella lucía cada vez más molesta.


Así era siempre, lo hacía sentir terriblemente inútil. Nunca era intencional, pero a su madre parecía no gustarle nada de lo que él hacía en particular, muchas discusiones llegaron a acabar muy mal, excepto cuando Black se ocupaba, lamentablemente terminaba pagando las consecuencias.


Aprecio enfadado cómo ella cerraba la discusión con una bofetada a su hermano y se marchaba, dejándole ahí, consternado, acariciándose el rostro.


El demonio negro regresó con pesadumbre a la biblioteca, intentó sonreír con esa marca en la mejilla que desaparecía lentamente.


White lo recibió de inmediato con un abrazo, atrapándole con fuerza.


- ¿Por qué haces esto? -Cuestionó molesto con lágrimas en los ojos.


-Porque eres mi hermano y mi responsabilidad.


Cerró los ojos, energía oscura como humo negro los envolvió, revoloteaba a su alrededor, como un torbellino irregular. Cuando se disipó, White abrió los ojos admirado, ya no estaban en la biblioteca, un amplio prado verde los rodeaba, el castillo estaba muy lejos a la distancia y, sobre ellos, un frondoso roble se alzaba, decenas de bellotas estaban esparcidas por todo el césped.


- ¿Cómo? -Preguntó confundido.


-Necesitas leer un poco más, los mortales no te harán más fuerte. -Respondió arrogante.


El demonio negro se dejó caer de espaldas, llevando consigo a su hermano hasta caer en la tierra húmeda. Con todo el peso sobre él, continuó abrazándole, acariciaba su espalda, ambos se observaban con arrobo, tan cerca el uno del otro, embelesados por el bello panorama que contemplaban en la frescura de esas hierbas verdes y la tranquilidad de la soledad.


-Quiero irme de aquí. -Comentó White.


Black torció los labios. -Lo sé, yo también, pero tenemos responsabilidades aquí.


-Ya no quiero tener miedo…


Se inclinó a un costado hasta dejarse caer de espaldas en el suelo, junto a su hermano, contempló las ramas gruesas del inmenso árbol.


-Solo… tenemos que hacer las cosas mejor… -Intentó consolar.


-Madre te abofeteó, hacía mucho que no se atrevía a tocarte.


-Supongo que no está de humor.


Ambos callaron, el silencio duró varios minutos, solo el sonido el viento acariciando las hojas los acompañaba. Una bellota gruesa se desprendió de una ramita, cayó del árbol aterrizando justo en la frente del ensombrerado blanco.


-Ouch… -Se quejó fastidiado. Su hermano intentó aguantar la risa, sin éxito. La carcajada burlona de Black rompió el silencio- Tenemos que hacer algo.


Su risa paró en seco. - ¿Hacer qué?


-Black… -Se incorporó- La mujer es inmortal ¿Cuándo podremos tener libertad en este lugar?


El demonio lo meditó. -Ella quiere vernos casados y formar una familia, supongo que se dará por bien servida cuando consigamos sentar cabeza. -Se encogió de hombros- Ya estamos en edad de conseguir consorte, podrías comenzar por ahí sí quieres libertad.


Se dejó caer de vuelta, mostró una mueca de fastidio. -Hay mujeres muy bellas en el pueblo.


-Madre te mataría si tomaras a una mortal como esposa.


- ¿Y si la vuelve inmortal?


-Tendría un precio muy alto.


El silencio volvió, miraban el cielo con las manos en el pecho y los dedos entrelazados.


- ¿Y qué hay de ti?


Black se giró a verle. - ¿De mí?


-Sí ¿No piensas en casarte?


Soltó una risa sarcástica. -Eso no es para mí, tendría que ser perfecta.


White viró los ojos, siempre tan exigente. - ¿Qué hay de la chica del bosque? La de piel aguamarina que llegó hace poco, dicen que es muy poderosa y es inmortal. -Alzó las cejas, insinuante.


-Y tiene un ejército de espíritus que han atentado contra el pueblo, madre acabaría con ella… No estoy interesado, Whitie…


El demonio blanco esbozó una sonrisa, por algún motivo aquello le daba satisfacción. Brusco, se montó de nuevo sobre él, puso sus manos a los costados de su cabeza, acorralándolo. -Huye conmigo, Blacky. -Pidió.


-Estás loco, idiota. -Respondió serio.


-Me iré solo entonces…


Black abrió los ojos, esas palabras le provocaron un agujero en el estómago, especialmente la seriedad con la que fueron pronunciadas. No tenía más en su vida, ningún otro motivo para seguir adelante, que el individuo que tenía enfrente. Siempre fueron un equipo, ante todas las adversidades, se cuidaban el uno al otro, perteneciendo a sí mismos, solo se tenían a ellos mismos, a su compañía y sus palabras, su mutuo entendimiento, tan diferentes entre sí que encajaban perfectamente como piezas de un rompecabezas. ¿Solo? Se iría solo y entonces, lo dejaría solo también, en ese castillo oscuro, bajo las fauces hambrientas de esa viuda negra. La mayor dificultad sería imaginarle solo también, vagando entre caminos inciertos, con esa ingenuidad, junto a seres como ellos que les llevaban una vida de ventaja ¿Solo?


Molesto, lo tomó de los hombros, con fuerza lo recostó en el suelo, intercambiando lugares. -No vas a dejarme. -Sentenció con autoridad.


- ¿Por qué? -Respondió a la defensiva.


-Porque no tengo a nadie más…


Enternecido, contempló esos ojos húmedos, el monóculo se había desprendido revelando su ojo de esclerótica negra y pupila enrojecida. Reconoció esa exigencia como un llamado lleno de necesidad. No podía marcharse sin él, no valdría la pena, eran ambos o ninguno.


Se colgó de su cuello obligándolo a acercarse, lo abrazó, acarició su espalda con ternura. Tomó sus mejillas, mirándolo fijamente, tan cerca. Lamió rápidamente su mejilla provocando una mirada de confusión.


- ¿Qué haces? -Interrogó.


-Me pareció que necesitabas algo de cariño. -Repitió la acción rozando sus labios.


- ¿Cariño? -Una palabra tan ajena, con un significado tan vacío para seres como ellos.


-No voy a dejarte, Blacky, estamos juntos en esto…



Anocheció, el ensombrerado blanco jugaba con el ala de su bombín, mientras veía los muros de ladrillo gris iluminarse con la luz de la chimenea encendida, sentado en un amplio sofá. Al otro lado de la sala, la mujer de cabellera blanca le daba la espalda sentada en otro sofá, leía un libro a la luz del fuego. Apenas conseguía vislumbrar sus manos sosteniendo el libro, pero sabía que estaba inmersa en su lectura.


Dejó de mover la pierna con ansiedad cuando comenzó a escuchar una melodía de violín resonar a lo lejos, sutil, perfectamente entonada, relajante, su sonido era hipnotizante, le erizaba la piel. Era de su hermano, era el sonido de su práctica diaria, cada vez pulía más su grandiosa habilidad. Desde que comenzaron a improvisar, su madre decidió que practicarían por separado, él la viola y su gemelo el violín.


Incluso en ese punto su madre tenía el control de sus vidas, se sentía tan cansado, odiaba esa vida rutinaria y frecuentemente dolorosa, verdaderamente quería escapar, pero ya había decidido que no lo haría sin Black.


Se fijó en la mujer de nuevo, pensaba en lo mucho que sus vidas cambiarían si ella no estuviera ahí. El pueblo los apreciaba, eran caballeros populares, inteligentes, lo suficientemente fuertes como para tomar su lugar. No era la gran cosa, tan solo un condado pequeño en medio de una gran pradera, su madre era una líder muy apreciada, reconocida por haber hecho muchos sacrificios por su gente, hija de sus antiguos líderes y esposa de un difunto viajero de apellido "Hat", un apellido famoso, poderoso y muy respetado… lejos de ahí. Ellos no eran nada más que otros individuos en una antigua línea de sucesión, entrenados para continuar con una tradición materna, pero era tal vez su lado paterno lo que los llamaba a buscar otros objetivos.


Era una historia antigua, una familia famosa, sí, pero terriblemente fragmentada, proveniente del otro lado del mundo, una tierra de oro y dioses. Su padre acabó allí por azares del destino, por otra necesidad de huir y llevar una vida distinta a la que estaba destinado. Tal vez ese destino le hubiese sentado mejor.


Acariciando su sombrero tuvo una peligrosa idea ¿Y si realmente su madre ya no estuviese ahí? No tendrían que dejarlo todo. Pensó en ese sombrero, cuántos secretos extraños ocultaba, cuántas veces se le había repetido que no debía ser retirado, sin explicación, solo una indicación repetitiva de su progenitora. Y si… ¿Qué tal si su madre temía por ello? Si era así, ¿Que había bajo el sombrero? Tal vez tenía miedo, quizá temía por ella misma, la poderosa mujer trataba de reprimir algo que podría acabar con ella. Todos llevaban sombrero, nadie se lo quitaba jamás, eso podía ser un engaño, una herramienta bien estructurada solo para normalizar la idea de que debía llevarlo siempre puesto. Eran suposiciones, pero si eran acertadas quizá tenía una oportunidad de ser libre junto a su hermano, de hacer algo por primera vez por ambos, de ser feliz, por las malas.



La noche avanzó, todo estaba en penumbras, quieto, todo habitante del castillo estaba resguardado en sus aposentos, dormido finalmente, o, al menos, así debía de ser.


Un joven demonio de sombrero blanco se escabullía entre los pasillos, era un viaje corto a una recámara cercana. Andando a hurtadillas, llegó finalmente, abrió la puerta lentamente, asomó la cabeza. Tal y como esperaba, su hermano se encontraba despierto, sentado en su enorme cama con pabellón, arropado hasta la cintura, leía un libro a la luz de una vela.


Levantó la mirada, le hizo un gesto suave con la mano invitándolo a entrar. - ¿Ocurre algo?


White atendió la indicación, cerró la puerta con cuidado. Se abrazó a sí mismo, hacía frío, solo llevaba la bata aterciopelada con la que siempre dormía, al igual que su gemelo. Se metió sonriente entre las cobijas. -Nada en particular, solo no podía dormir.


El demonio negro viró los ojos, lo dejó acurrucarse a su lado. El calor ajeno le vendría bien, comenzaba a sentirse muy solo en esa enorme recámara, era como si su gemelo le leyera la mente. Disfrutaba de su compañía, le brindaba calma, ahora ambos leían las mismas páginas del libro.


Sintió como le acariciaba el brazo, una acción inconsciente que realizaba cuando pensaba. Cerró el libro retomando su atención.


- ¿De verdad está todo bien? -Volvió a preguntar.


El demonio blanco desvió la mirada, detestaba que lo leyera tan fácil. Se metió en las cobijas, tapándose por completo. -Solo pensaba…


- ¿En qué piensas? -Hizo el libro a un lado y se metió junto con él.


Lo miró a los ojos, sonrió suave, con esa expresión inocente que acostumbraba mostrar. - ¿Cómo serían nuestras vidas si viviéramos juntos?


-Ya vivimos juntos Whitie… -Respondió extrañado.


-No, zopenco, nosotros solos.


Meditó la pregunta. Admitía nunca haberlo pensado, no era como si creyera que la posibilidad era factible. Si se detenía a pensar en ello, podía concluir que bastante más relajadas, sin responsabilidades extras que no se trataran de cuidar el pueblo y dar órdenes para su propio cuidado, sería una deliciosa vida al lado de su hermano, sin temor. Pasar los días junto a él era sumamente ameno, la libertad les daría paz.


-Tranquilas, felices… supongo. -Respondió finalmente.


White sonrió. -Pasaríamos el día juntos, comeríamos lo que quisiéramos, saldríamos a dónde deseáramos, dormiríamos juntos. -Enlistó.


Black enarcó una ceja ante esa última posibilidad, sin borrar su habitual expresión seria. - ¿Por qué dormiríamos juntos? -Cuestionó confundido- ¿No estás cómodo en tu recámara?


-Estoy cómodo contigo. -Se acercó, acarició su rostro, volvió a deslizar su larga lengua por su mejilla.


La curiosa acción terminó de sacarlo de su lugar. Esos orbes azules lo miraban fijo con una expresión jocosa que jamás había visto en él. No es como si fuera completamente ignorante de lo que ocurría, es solo que no lo entendía por completo. Detalles como ese provocaban que su alma se acelerara, que su cara se calentara. Desde hacía un corto tiempo, las muestras de afecto se volvieron más íntimas, aceptaba que era mutuo, lo llevaba a pensar en muchos motivos que negaba incansablemente tras recordar que se trataba de su propio hermano.


La tentación lo llevó a actuar, tocó su rostro también. De inmediato, White Hat acabó con el poco espacio que quedaba entre ellos, lo besó en los labios. Fue un beso torpe, sencillo, un simple abrazo de sus labios, se separaron después de unos segundos.


Black Hat se incorporó rápido, respiraba agitado, atónito por lo que acababa de ocurrir, tratando de descifrar lo que sentía. Su hermano se sentó frente a él, apoyó las rodillas, inclinándose, acercándose de nuevo con una sonrisa de satisfacción.


-White… -Llamó volviendo en sí, lo tomó de los hombros- Somos hermanos. -Dijo serio.


El demonio blanco tomó la bata de su hermano, bajó la prenda lentamente de sus hombros descubriendo su torso, era muy holgada. -Somos hermanos. -Repitió.


No se movía, no oponía resistencia alguna, el tacto le erizaba la piel. -Esto tiene un nombre, se llama incesto. -Explicó tratando de averiguar si su gemelo era consciente de lo que hacían.


-Entre demonios eso no es importante. -Debatió, se acercó más a él, abrió las piernas sentándose en su regazo- Sucede en muchas familias de nuestra especie y es normal.


Se miraron fijo, el mayor esperaba cualquier otra réplica, en cambio, el demonio negro se enganchó en su cuello.


-Lo sé. -Respondió finalmente.


Tiró de su cuello, volvió a besarlo, esta vez era un beso más intenso, abrió bien la boca recibiendo la suya gustoso, dejó escapar su larga lengua, sintió un escalofrío cuando fue correspondido.


Los dientes cortaban, el sabor metálico de la sangre abría más sus apetitos.  Black comenzaba a desvestir a su hermano, desabrochaba su bata entre cada beso salivoso, mientras la suya terminaba de ser retirada. Bajo sus batas no había nada más, estaban completamente desnudos, así era siempre, un hábito muy común para ellos.


El demonio negro disfrutaba del sabor ajeno, se concentraba en sentir, su acompañante parecía querer comérselo, movía su lengua vigorosamente. Nunca había pasado por ello antes, con nadie, pero estaba seguro que la peculiaridad de hacerlo con su propio hermano era algo que le provocaba más. Jadeó al notar cómo se endurecía su virilidad, se erguía por el excitante beso, lo hacía por quién era su acompañante, por tocar la suave piel ajena que moría por rasguñar hasta el cansancio, por tocar directamente el miembro erecto de su hermano que ya goteaba un líquido cristalino, lubricando.


Era una situación peculiar, obscena y fetichista, pero también estaba plagada de caricias afectuosas, de corazones latientes el uno por el otro, de un intenso amor nacido de años de necesidad mutua. ¿Era amor? La soledad y el dolor podían llevar a la mente a confundir un grano de azúcar con la miel. Durante años solo se tuvieron el uno al otro encontrando tranquilidad entre ellos, una razón para vivir, un resguardo. Sería muy sencillo creer que la única razón de su felicidad provenía de un corazón enamorado, eran jóvenes e ingenuos.


Sus miembros rozaban, se frotaban dentro del fuerte agarre del demonio blanco, él se ocupaba de mover sus caderas rítmicamente, no soltaba los labios de su gemelo. Podía sentir debajo suyo cómo temblaba, lo escuchaba jadear ocasionalmente.


-Whitie… -Pronunció finalmente- Estoy muy… excitado…


La voz quebrada de su hermano estremeció su cuerpo, lo empujó obligándolo a recostarse.


Ambos se abrazaron sobre la cama, se besaban, presionaban la piel ajena hasta hacerla sangrar, por primera vez el dolor era placentero, los hacía sentir vivos.


El ensombrerado blanco se separó, contempló esa boca entreabierta, jadeante y esa oscura mirada perdida.


-He visto muchas cosas en el pueblo… -Comentó de repente provocando confusión.


Bajó el rostro, recorrió el cuerpo de Black, abrió sus piernas con cuidado, se colocó entre ellas dejándolas descansar sobre sus hombros.


- ¿Qué haces?


-Tranquilo, Blacky, ya verás…


Abrió la boca, con temor a lastimarle, solo dejó salir su larga lengua, comenzó a lamer el falo de su hermano.


Black dejó escapar un gemido ronco al contacto, el placer era casi insoportable, arqueó la espalda, sostuvo la cabeza del ensombrerado.


- ¡Ah! Rayos, White… -Su expresión se tornaba agresiva, ambos ojos se volvieron oscuros, gruñía.


No respondió, esos gemidos conseguían encenderlo más. Temeroso, decidió introducirlo en su boca por completo, sintió la tensión que provocó, comenzó a succionar torpemente. El sabor era extraño, no desagradable, era el sabor de su piel más delicada, de la esencia pura de su hermano, envuelta en una acción impura y prohibida.


Desesperado por sentir más, White dejó su tarea a medias, lo tomó por los hombros y lo obligó a colocarse boca abajo. Levantó sus caderas mientras presionaba el resto de su espalda contra la cama, lo ponía en una postura sugerente, tenía una vista completa y perfecta de su hermano bien expuesto aferrado a la almohada. Presionó sus glúteos, salivaba con hambre y deseo, lo carcomían las ansias por introducirse de un golpe, por escuchar un gemido de dolor y sentirse atrapado por un cuerpo ajeno, lo llegó a ver algunas veces entre los humanos, la curiosidad lo mataba.


-White… -Llamó por tercera vez devolviéndolo a su estado consciente finalmente- Sé lo que estás pensando, no lo hagas… mi esencia cambiará y madre va a saberlo.


Resignado a aceptar esa realidad, se inclinó sobre él, alcanzando sus hombros. -Descuida, no lo haré.


Mordió su espalda, clavando sus dientes, profundo, obteniendo el gemido adolorido que tanto deseaba escuchar, en esa postura tomó el miembro de Black con firmeza, lo masturbaba mientras se masturbaba a sí mismo, una medida desesperada, debía usar la imaginación, pero no dejaba de ser excitante.


-Ah… Whitie, voy a… terminar… -Pronunció entre gruñidos, la sangre de su hombro goteaba sobre la cama, encajaba las garras rompiendo la tela.


Tan solo algunos segundos después, su propio semen fue derramado sobre sus cobijas. Intentó relajarse, pero su acompañante aún no acababa.


White se incorporó, hincado en la cama, con su mano libre apretó las caderas del demonio negro, continuó tocándose, admiraba la imagen, trataba de plasmarla en su mente. Presionó sus dientes mientras terminaba finalmente en su propia mano, tratando de no hacer más desastre del que ya habían hecho juntos.


Podría pensarse que aquello terminaría como cualquier encuentro, en completa relajación con una chala casual de lo extraordinario que fue, sin embargo, el demonio blanco se apresuró a abrazar a su hermano, su hermano menor por algunos minutos, lo estrechó con fuerza siendo correspondido. Ninguno habló, se abrazaban con un profundo sentimiento de culpabilidad, desnudos, en completa intimidad.


Black tomó la iniciativa, se dignó a verlo a la cara, lo miró con arrobo, sonrió tenue. -Fue un acto vehemente, no me arrepentiré de ello… -Lo besó una vez más, un contacto tierno, suave, transmitía confianza, borraba el miedo.


El acto pecaminoso fue realizado, no tenía sentido retractarse, no existía cabida para la culpa. Eran demonios, lo prohibido estaba en su naturaleza. Tal vez, volvería a ocurrir.



El amanecer estaba cerca, el castillo seguía sin movimiento, al menos en su mayor parte. Ambos hermanos continuaban compartiendo caricias, besos intensos entre las sábanas, con menor urgencia que antes. Intercambiaban miradas cómplices de vez en cuando, alguno que otro comentario sin sentido, no podían soltarse.


-Ya casi amanece, deberías volver a la cama. -Propuso Black.


-Solo un poco más…


White se recostó sobre el amplio pecho de su hermano, paseando el dedo sobre su contorno. -Hay algo de lo que quiero hablar.


-Lo que seguramente estabas pensando en realidad antes de todo esto.


Rio avergonzado. -Me conoces bien, Blacky. -Reconoció- Estaba pensando en que tal vez hay una manera de que solo seamos tú y yo finalmente.


El demonio oscuro se sentó, levantando a su gemelo en el proceso. - ¿De qué estás hablando ahora?


-Uh bueno… -Balbuceó nervioso. Era un tema difícil de abordar, no era una simple propuesta, ninguna idea loca que pudiera solucionarse- Black, -Inició serio- ¿Y si madre dejara de existir?


Alarmado, tomó una almohada y lo golpeó con ella. - ¿Eres idiota? ¿En qué has estado pensando, estulto pedazo de…


-Quiero acabar con madre Capelina… -Interrumpió.


No hubo respuesta. El comentario fue tan repentino, difícil de creer, que el ensombrerado negro no encontró ninguna respuesta.


-Sé que puede sonar imposible, pero hay una manera. Ella no nos deja quitarnos el sombrero y no sabemos por qué, sé qué le teme a eso, si lo hago tendré la capacidad de enfrentarla. -Explicó entusiasta.


Su interlocutor continuaba sin responder. Ese silencio prevaleció varios minutos hasta volverse muy incómodo.


Lo tomó de los hombros, lo sacudió enérgicamente. -Escúchame. -Ordenó enfadado- No sabemos por qué no debemos hacerlo, es verdad, más no tenemos certeza alguna de que sea por miedo, puede ser un atrevimiento muy estúpido, White, algo muy malo podría pasar contigo, o bien podría no ocurrir nada y te enfrentarías a su furia, no queremos eso, no te dejaré hacer eso. -Habló determinado- Prométeme… justo ahora prométeme que no harás esa idiotez.


- ¿No quieres que estemos juntos? -Contratacó enfadado.


-Yo no dije eso.


- ¿Tú crees que madre aprobará todo esto? -Extendió los brazos.


Black se talló el rostro, irritado. - ¡No lo sé! -Exclamó molesto- ¡Lo que sí sé es que no quiero perderte! -Gritó, hizo callar a White- Sé muy bien que, si uno muere, moriremos ambos, pero madre es muy capaz de separarnos de otra manera si haces una locura, prefiero mil veces mantener esto en secreto, que arriesgarlo todo. -Respiró profundo al ver el miedo brillando en los ojos de su hermano- Promételo.


El demonio blanco se limitó a asentir, triste. Sintió su mano ser estrechada y acariciada, su hermano se acercó hasta depositar un suave beso en su boca, el último de la noche, el sol salió.



Pasaron los días, una semana admirablemente tranquila. La rutina seguía igual, con una ligera excepción, todo era un poco más feliz. Las muestras de cariño ya no se veían limitadas por ninguna clase de moralidad absurda, la compañía era dulce y, de vez en cuando, se tomaban la libertad de pasar un momento en intimidad, a espaldas de su progenitora.


El mayor de los hermanos, jadeaba extasiado, recargado en la pared detrás de una puerta, tratando de no hacer demasiado ruido mientras su hermano le realizaba una felación en plena luz del día. Un antojo repentino en medio del tiempo libre de dos jóvenes adultos presos de sus hormonas alborotadas.


Black se levantó, limpiando el líquido blanquecino que escurría por su barbilla, se reacomodó el traje con una mueca de disgusto.


-No me acostumbro al sabor.


-Lo siento… -Se disculpó tratando de recuperar el aliento.


Suaves pasos lentos provenientes del exterior los obligaron a reacomodarse rápido. Simularon una charla sin ningún sentido al ver a la pequeña joven castaña entrar en la recámara. La chica los miró impasible, realizó una reverencia y se dirigió al ensombrerado negro.


-Mi señor Black, su madre lo solicita.


El aludido se retrajo extrañado, miró a su confundido acompañante, esbozó una sonrisa confiada.


-Supongo que esta vez soy responsable, -Admitió sorprendido- Descuida.


White lo vio alejarse con la dama de compañía de su madre caminando junto a él. No podía esperar a que volviera, los siguió cuidadosamente hasta llegar a la sala principal, algo fuera de lo común, su madre jamás estaba ahí tan temprano. Escuchaba discutir a la mujer, reclamar algo sobre algún libro suyo, su hermano lo negaba, pero ella seguía gritando, como siempre. Cuidadosamente, miró a través de el espacio entre la puerta y las gruesas bisagras. Observó con un enojo creciente como ella le lanzaba un libro a la cara arrebatando en el proceso el monóculo de su ojo, otro de sus arranques de ira finalizado con ella marchándose por la puerta de enfrente.


Estaba cansado, era un error fuera de lo común, Black no solía equivocarse, sin embargo, ambos habían recibido múltiples maltratos hasta el cansancio, las cosas no podían seguir así. Hablar con ella era un caso perdido, una charla podía llevarla de un estado relajado a una furia incontenible en una fracción de segundo, pasando por etapas breves de una actitud mártir que les devolvía toda la culpa, ya lo intentaron alguna vez. Con el paso del tiempo se dieron cuenta que la mejor opción era evitarla en la medida de lo posible y obedecer correctamente todas sus exigencias. Podían resistir sus ataques, sus heridas físicas sanarían, estaban acostumbrados al dolor, pero el corazón no sanaba fácil.


Antes de ser visto, White abandonó el castillo, caminó por la verde pradera de enfrente buscando distraer su mente. El cementerio familiar estaba cerca, ocupado por lápidas de un sin fin de individuos que no conocía, algunos ni siquiera tenían ningún tipo de parentesco con él. La divisó a lo lejos, esa lápida de piedra negra que fue colocada una década atrás, ese día en el que quedaron completamente solos. Se preguntaba cuánto tiempo pasaría antes de tener que agregar un par más de tumbas, las suyas, víctimas de una bestia insaciable a la que llamaban madre, una mujer encantadora para el mundo y aterradora para ellos dentro de una cuna violenta. Contárselo al mundo era imposible, no ganarían sin importar qué. Al final la única opción siempre era ser obedientes, a veces ni eso parecía suficiente, estaban sufriendo, muriendo por dentro en un cuerpo inmortal.


Caminó a la colina, desde ahí era perfectamente visible el pueblo. Los habitantes andaban por todos lados con calma, teniendo una vida feliz y llena de libertad.


-Qué envidia… -Murmuró.


Se sentó en el pasto, a sabiendas de recibir después algún tipo de reprimenda por las manchas de la hierba, como la última vez. Jugueteó con el ala de su bombín. Su antigua idea volvió, era normal, estaba enfadado por ver a su hermano recibir un castigo una vez más. Recordó ese gesto de agobio en él al ser golpeado, como permanecía en su sitio resignado, con su habitual seriedad y paciencia.


Apretó con los dedos su sombrero, se lo comían las ganas de actuar, el deseo de romper las reglas, el anhelo de romper una promesa y que todo saliera bien ¿Y si lo conseguía? Era un riesgo que podría no importarle tomar. Era verdad, podía perderlo todo, pero ¿Qué clase de vida era aquella atada al sufrimiento injusto? El dolor podía volverse un estilo de vida.


Se puso de pie, respiró profundo, se dejó dominar por toda la ira, permitió que cada recuerdo doloroso volviera a él, cada golpe, todo instante en el que tuvo el deseo de destruirlo todo con tal de ser libre, cada escenario de su propio hermano pagando las consecuencias, a su padre…


Decidido, tomó su sombrero, cerró los ojos con fuerza y lo hizo.



En las profundidades del castillo, Black retornaba a su recámara después de una búsqueda fallida de su preciado gemelo. Se resignó a esperar a que volviera, algunas cosas podrían distraerlo sin conflicto.


Se sentó en su cama, frente a él había un gran ventanal abierto con una vista hermosa al prado y al roble solitario. Tocó su mejilla, justo donde el borde puntiagudo del libro había golpeado, ya no dolía, solo su orgullo, no fue su culpa, jamás tocó ese libro antes, pudo ser un descuido de su madre, pero era más fácil culparlo. Le alegraba que su hermano no estuviera presente, lo menos que necesitaba era que fuera responsabilizado también, tan injusto como siempre.


Se puso de pie, una energía extraña recorrió su cuerpo de repente. Observó con detenimiento el cristal del ventanal, estaban vibrando al igual que los adornos de un candelabro.


- ¿Terremoto? -Se preguntó a sí mismo.


El panorama se volvió más extraño cuando el cielo se oscureció en un segundo, fue como si la noche apareciera de repente, a media tarde.


Vio con desconcierto a su madre salir del castillo apresurada, montaba un caballo blanco, se dirigía a toda velocidad hacia el pueblo.


-White… -Recordó preocupado.


Dió un par de pasos a la salida antes de terminar cayendo de rodillas al suelo, estaba mareado. Instantáneamente, imágenes borrosas aparecieron en su mente, eran visiones distorsionadas de personas humanas, de casas en el pueblo, no entendía nada de lo que veía.


- ¡White! -Llamó molesto y angustiado suponiendo lo peor.


Se levantó con dificultad, apoyándose en las paredes. Trató de concentrarse, aprendió a transportarse a través de las sombras, podía hacerlo de nuevo. Imágenes similares, personas aterrorizadas, figuras difíciles de reconocer, eso aparecía en su mente cuando trataba de hacer algo.


Era inútil, no tenía control alguno sobre sí mismo, podía sentir a su cuerpo perder forma ocasionalmente. Una sensación interna exasperante lo invadía, presionaba los dientes, gruñía, no podía deshacerse de ella.


Desistió de usar cualquier tipo de poder, caminó con mucha dificultad hasta la salida del castillo, casi cayó por la escalera.


Observó a su alrededor, se arrastró tan rápido como pudo hasta los establos. Con temor a dañarle, ensilló un gigantesco caballo frisón que trató de montar un par de veces sin éxito, hasta conseguirlo finalmente entre refunfuños y quejidos de dolor.


- ¡Vamos, Bayard! -Ordenó y el caballo galopó veloz hasta un pueblo que se consumía en el fuego.



Abría los ojos, las imágenes frente a él eran indescifrables, los sonidos confusos, sentía moverse muy rápido, pero no en su propio cuerpo.


Cerró los ojos, pudo ver una imagen completamente diferente, un salón oscuro, se sintió levitar ¿Cerró los ojos? ¿O esta vez sí estaban abiertos? Era difícil de saber, se sentía desorientado. Cayó lentamente sobre un suelo invisible, parecía haber más profundidad en ese agujero oscuro, pero tocaba un piso sólido.


Logró incorporarse después de un rato, no podía percibir nada más que un salón oscuro de un tamaño infinito, estaba dentro de algo, pero no divisaba ningún muro. A algunos metros a la distancia vislumbró un objeto grande, era alguna clase de silla enorme, un trono tal vez, elevada sobre el suelo. No podía ver demasiados detalles, solo notó que parecía estar hecho de huesos, animales y humanos, estaba casi en penumbras.


El demonio blanco dio un salto en su sitio al notar que alguien estaba sentado allí, solo pudo verlo por el par de pupilas resplandecientes que poseía y esa sonrisa afilada que brillaba por la poca luz. Al mover lo que creía que era su cabeza, consiguió ver algún tipo de copilli emplumado sobre ella.


- ¿Hola? -Llamó temeroso.


-******* -Respondió.


Por primera vez no consiguió entender su propio dialecto.


-Yo… no entiendo…


El individuo rio, una extraña risa monstruosa que retumbó en cada rincón de ese lugar. - Eres el valiente que buscaba el apocalipsis.


- ¿Quién eres? -Cuestionó a la defensiva.


Él volvió a reír. -Yo soy tu pasado y tu futuro, niño... ¿A qué has venido?


White dudó, en realidad no sabía que terminaría ahí. -No lo sé…


- ¿Mm? No lo sabes… Has desatado todo tu interior sobre el mundo entero, has alimentado a la muerte, rompiste una regla crucial de tu familia paterna… ¿Por nada?


-No… Yo no quería…


-No querías porque no sabías, la ignorancia es tu pecado y por ello terminarás en el averno… cuando llegue tu momento… -Gruñó, una clase de bufido bestial- Por ahora, háblame del motivo, sangre mía…


¿Alimentado la muerte? No sonaba bien, la culpa se apoderó de él, hizo algo probablemente terrible y no tenía la menor idea. Tenía demasiadas dudas, pero mucho miedo de tratar de resolverlas. -Libertad.


La criatura sonrió. -Puedo verlo… libertad, libertad de tu madre, el poder para construir un futuro, ser libre del miedo y el dolor… -Escudriñó- El dolor es inevitable, menguará hasta que se acerque el final de tus días, pero la libertad física es posible.


- ¿Cómo...?


-Yo soy tu pasado y tu futuro… -Repitió con lentitud- Tienes fuerza, sangre mía, la magia de tus antepasados, pero no tienes el conocimiento y el conocimiento es poder, la ignorancia es tu pecado. -Volvió a decir.


- ¿Y qué debo hacer?


-Yo te daré lo que necesitas… -Anunció- Pero será tu deber utilizarlo adecuadamente. -Se levantó de su trono. El individuo bajó algunos escalones hasta posarse frente a él, seguía siendo una sombra, no podía ver más que una silueta homínida bastante más baja de estatura que él- Tal vez no será tan útil ahora, cuando tu otra mitad te haga volver obtendrás la libertad inmediata, inmadura y desembocada que deseas, pero esto te dará el poder de conservarla… -Alzó una mano hasta tocar con un dedo la frente del ensombrerado blanco.


Al tacto, White fue atacado por una serie de imágenes en su mente; personas, lugares, criaturas, sucesos extraordinarios conocidos y desconocidos pasaron por su cabeza. Se vio a sí mismo, se sintió en su totalidad, su interior, su exterior, se llenó de vida.


Cerró los ojos con fuerza esperando que terminara.


-Solo deja que las cosas pasen, mi sangre, todo es como debe de ser…


Escuchó como un eco lejano hasta que lo único que vio fue una profunda oscuridad.



Abrió los ojos, la luz lo cegó. Poco a poco pudo recuperar la visión. Observó desorientado el rostro de su hermano, lucía muy asustado, su ropa estaba hecha girones, chamuscada, tenía ambas manos sobre su cabeza, presionaba con fuerza su bombín blanco.


- ¿Qué pasó? -Preguntó confundido.


Black no respondió, retrocedió, extendió los brazos tratando de hacerle ver lo que tenía a su alrededor.


El pueblo, destruido, quemado hasta los cimientos, incluso los prados y árboles aledaños se vieron afectados. Algunas caras humanas, pocas, se asomaron aterrorizadas de entre los escombros.


Se miró a sí mismo, estaba intacto sorprendentemente, pero continuaba sin entender nada.


- ¿Qué ocurrió?


Rápidamente obtuvo una bofetada como respuesta. - ¡Tú fuiste lo que ocurrió! -Gritó enfurecido, jamás había estado tan enojado, nunca antes le gritó a su gemelo, mucho menos golpearlo- ¡Rompiste la promesa! ¡Me mentiste! ¡Acabaste con todo!


El demonio blanco sintió las lágrimas deslizarse por sus mejillas, no quería creer lo que ocurría. -Yo no quería esto.


- ¡¿Y entonces qué querías lograr?! Si querías terminar con algo, lo lograste ¡Acabaste con todo! -Recriminó.


-Son humanos, Black, habrá más como ellos...


Soltó una risotada. -Mira a tu alrededor, incluso con más, ya no hay nada aquí para nosotros… -Dijo con pesar- Convencí a madre Capelina de no matarte ahora, le aseguré que yo podía ocuparme, está esperándote y no será bueno…


No respondió, incluso con todo ese caos, no acabó con su principal objetivo. No tenía la más mínima idea de en qué se convirtió, qué pasó con él, pero definitivamente alimentó a la muerte con un gran banquete. -Yo solo quería hacer algo bueno para los dos por una vez…


Black sintió el enojo crecer. Recordó todas aquellas veces en las que dio la cara por él, en las que arriesgó su cordura por ese individuo ingenuo que tenía enfrente. Él fue siempre su responsabilidad, se lo adjudicó él mismo y no negaba ese hecho, pero fue feliz de protegerlo, hasta ese momento. Pensó con detenimiento en lo que iba a pasar ¿Realmente volvería al castillo? Sería suicidio, así como no había nada más para ellos en ese pueblo, no existía nada mejor en ese castillo, lo ideal sería no volver y tal vez su madre esperaba eso, si tenían suerte, los dejaría marcharse. - ¡Si querías hacer algo bueno pudiste comenzar por dejar de meternos en problemas! -Gritó con todo el odio contenido, con toda la furia y desesperación- Me largo de aquí White y te recomiendo hacer lo mismo. -Sentenció- Ya no eres mi responsabilidad…


El demonio blanco sintió su corazón hundirse, él se marchaba, frente a él se largaba sin más. Pensó en todo lo ocurrido en los días pasados ¿No importaba? Un solo suceso los quebró, se preguntaba si realmente hubo algo desde el principio, tal vez el amor nunca existió, solo quedarían en el recuerdo las caricias. No pudo hablar ni replicar, solo dejó el llanto salir al ver lo único que alguna vez tuvo irse, entrar en el bosque y desaparecer, no sin antes ver en el último instante como su hermano cubría su propia cabeza con otro sombrero, un sombrero de copa. Miró a su alrededor, las pocas personas que había se ocultaron, se odió a si mismo por destruirlo todo y cínicamente haber hablado de ellos como si fuesen nada ¿Cómo podría ayudar? ¿Cómo no volver a causar dolor si estaba en su naturaleza? Encontraría la manera, ahora debía "dejar que las cosas pasaran", sonrió ante el recuerdo, una sonrisa amplia y tenebrosa, sin una pizca de alegría. Chasqueó los dedos, un sombrero idéntico cubrió su cabeza, no se arriesgaría nunca más.



Black caminó por el bosque, rechinaba los dientes, sacudía su cabeza ante cualquier recuerdo que intentara hacerle llorar, lo pasado ya no importaba, se sentía vacío e insignificante al lado del sentimiento de la traición. Se sintió tan poco amado, tan poco correspondido. Su hermano nunca consiguió ver que él solo buscaba su seguridad, no veló por la suya tampoco, ahora no tenían nada.


Empezar de cero era aterrador, conocía poco sobre sí mismo, pero tenía poder y eso lo sabía. Chasqueó los dedos, un bastón negro apareció en sus manos, por mera pereza de hacer demasiado esfuerzo al caminar, estaba agotado.


Por primera vez en su vida quería estar solo, al menos no con alguien que conociera, su verdadera libertad comenzaría cuando solo tuviera que hacerse cargo de sí mismo, eso le aliviaba.


Con tanto poder en sus manos ¿Por dónde comenzar? Debía marcharse lo antes posible. Una idea lo hizo sonreír, la primera sonrisa maliciosa de su vida.


Caminó por el bosque con un objetivo claro, anduvo en las profundidades hasta la parte más espesa y oscura y ahí los encontró. Frente a él se alzaba un campamento, cientos de sombras altas y delgadas se paseaban de un lado a otro, pookas.


Echó la cabeza hacia atrás, deseaba dejar de reprimirse. Energía oscura emanó de él, un poder que hizo cimbrar el suelo. Caminó con aquella aura maligna entre todo el campamento.


Cada individuo fue alertado, se acercaron dispuestos a atacar. Una mano bastó para sobajarlos, Black solo tuvo que pensarlo y todas las criaturas retrocedieron aterrorizadas. Un pobre espíritu, desafortunado, se deshizo violentamente ante el tacto puro de su energía.


-*******… -Pronunció.


De entre las sombras, una mujer de piel aguamarina y ojos rosados se abrió paso. Llevaba una armadura púrpura, pintura de guerra enmarcaba sus ojos y coloreaba sus mejillas con líneas diversas. La pequeña mujer le observó con recelo y una mirada interrogante.


Black sonrió satisfecho. -Excelente…



- ¡Señor Black Hat! -Llamó por décima vez una voz a la lejanía.


El villano abrió los ojos, exaltado, se incorporó de un salto. Flug le observaba con preocupación hincado sobre la cama, estuvo llamando por mucho tiempo.


- ¿Se encuentra bien, señor? -Preguntó angustiado- Estaba moviéndose mucho, se quejaba.


El demonio no respondió, le costó volver a la realidad. Otro sueño, un sueño antiguo, recuerdos traicioneros con los que pensó jamás volver a toparse. Se talló el rostro, maldecía por lo bajo haberse sumergido en el pasado. Volvió a ver aquella mirada verde llena de temor. -Un sueño… -Respondió sin más.


El doctor ladeó la cabeza, confundido, eso no parecía haber sido un simple sueño, se veía muy afectado. - ¿Quiere hablarme de eso?


La respuesta más factible sería un rotundo "No", pero ese gesto le recordó a alguien, alguien del pasado, a él mismo haciéndose cargo una vez más de todo, de un necio individuo y de sí mismo.  -Sí… quiero hablar de esto…



-Entonces… ¿Te enamoraste de tu hermano? -Preguntó el doctor de los héroes, incrédulo por la historia que le era contada en la comodidad de su cama, tan de repente, tras un sueño extraño.


-No… -Respondió White Hat- No fue amor jamás, creo que ninguno lo sintió, solo estábamos demasiado solos, buscábamos sentirnos vivos. -Admitió con pesar- Tardé mucho en entenderlo, pero finalmente tuve que aceptarlo, éramos jóvenes e ingenuos.


- ¿Y lo que te dijo la sombra?


Rio con ironía. -Tuvo razón… siempre la tuvo… y la tendrá otra vez...


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).