Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Paper Love and Black Heart. por McMaddy02

[Reviews - 49]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Holaaa…


Bueno, corazones, estamos de vuelta.


¿Listos para la terapia grupal por el capítulo anterior? Jajaja ok no.


Sé que tengo otro retraso, pero la verdad es que les tomé la palabra. Estoy comenzando un negocio nuevo y he tenido varios encargos, como apenas inició todos pues tuve que ocuparme de hacerme de mis cositas para poder hacerlo. Así que les tomé la palabra y le di prioridad a mi trabajo, les agradezco que me hayan esperado.


Quiero comentarles que probablemente no les pueda tener el capítulo siguiente este próximo fin, esto es porque el siguiente capítulo es muuuuuuuuyyy jodidamente largo y lo escribí entre mis tiempos libres, en el celular jaja entonces está súper lleno de errores, hay mucho que corregir y tengo algunos encargos.


Admito que este arco de las cuatro estaciones me tuvo mentalmente bastante cansada, son capítulos muy largos y tienen un contenido exacto para cada capítulo.


Esta vez daremos otro viaje en el tiempo, aunque no tantos años en el pasado, un poquito más para acá. No creo que sea necesario recordar viejos capítulos, pero por si las dudas pueden ver el capítulo 37 y el último cuarto del capítulo 44, específicamente sobre el pasado de toda la banda, para recordar algunos detalles.


Un último detalle, tengo una pequeña incomodidad con los supuestos nombres reales de Flug y Demencia. No estoy muy conforme con el nombre de “Kenning Flug Slys” más que nada porque no es algo oficial hasta donde tengo conocimiento, sin embargo, lo incluí (en este capítulo y en otros pasados). Por otra parte, está el nombre de Demencia, mucho tiempo los rumores decían que su nombre real era “Mariana” del cual no estoy muy segura, así que hice el mejor esfuerzo por no darle ningún nombre oficial en este capítulo.


Ahora, los dejé con la duda de qué era “Flores en el ático”, por ahí ya dieron algunas respuestas, pero para quien aún no sepa, les platico.


Flores en el ático es el primer libro de la “Saga Dollanganger”, escrita por Virginia Cleo Andrews. Son una serie de novelas que giran en torno a la vida de cuatro hermanos que, en el primer libro, son aislados por completo en un ático, ahí se desarrollan una serie de sucesos bastante fuertes, entre ellos el incesto. En realidad, toda la historia se desarrolla en base al tema del incesto y la consanguinidad. Contiene secuelas, son cinco títulos en total (Flores en el ático, Pétalos al viento, Si hubiera espinas, Semillas del ayer y Jardín sombrío) y no solo son libros, también se hicieron una serie de películas que, me parece, tienen los mismos títulos. Están muy buenos, súper recomendados, pero siendo bien honesta, a las películas les faltó mucho, pero igual, muy buenas.


El grupo de Facebook quedó un poquito estático en mi ausencia, pero ya le daré movimiento de nuevo. Hicimos una dinámica preciosa llamada “cadáver exquisito”, le daré un cierre a la dinámica y les traeré el resultado aquí con su respectiva explicación para que puedan verlo, es una obra de muchos hermosos autores.


Sin más que decir, a leer <3


(Feliz cumpleaños a Flug <3)

-Kenny, abrocha tus agujetas, vas a caer. -Ordenó con dulzura una hermosa mujer de mirada verde y cabello azabache.


-Sí, mamá. -Contestó alegre.


Era un día hermoso, brillante, el cielo azul apenas contaba con algunas nubes, perfecto para unas vacaciones de cumpleaños. Los tan esperados diez años al fin habían llegado, el pequeño niño de cabellos castaños sentía enorme emoción por ese día, el comienzo de una fantástica semana en un hotel con parque acuático, no sabía nadar, pero aprendería. Sus ojos verdes brillaban con emoción al pensar en lo que les esperaba. Se colgó de los brazos de sus padres, cada uno lo tomaba de una mano, soltándose ocasionalmente para reacomodar sus gafas oscuras, aquellas que usaba para proteger sus ojos frágiles.


Lo tenía bien merecido, era una recompensa muy buena por sus increíbles calificaciones, ese mismo año entraría a la secundaria a su corta edad, consiguió adelantar algunos años con su gran intelecto. Todos sabían el potencial que tenía, sus padres estaban orgullosos, como cualquier padre de un genio, esperaban que fuese un exitoso doctor, tal vez un famoso físico, tantas posibilidades para ese pequeño niño de enorme corazón.


- ¿Cómo es volar en avión, papá? -Preguntó entusiasmado, adoraba los aviones, soñaba cada día con convertirse en piloto de avión y viajar por el mundo.


-No quiero arruinarte la sorpresa. -Respondió el hombre de ojos y cabellos castaños.


Inquieto, Kenny viajó hasta el aeropuerto mirando por la ventana del automóvil, se despedía por corto tiempo de la ciudad en dónde nació, como si fuera a extrañarla realmente.


Al llegar, el pequeño chico no pudo aguantar la emoción, jalaba las maletas pesadas tratando de ayuda a sus padres. Su madre lo veía con ternura, le complacía verle feliz, estaba segura de que no sería exactamente lo que esperaba, era un niño valiente, pero las alturas no eran su fuerte, estaba lista para abrazarlo cuando él lo pidiera.


Su padre lo llevaba sobre los hombros hasta la puerta del avión, el pequeño niño extendía los brazos como si fuese uno, hacía ruidos con la boca, imaginaba estar volando.


Sería un viaje muy largo, por el mero capricho de visitar nuevos sitios, el parque acuático evidentemente no era el único objetivo.


Así era esa familia, una hermosa familia feliz sacada de un cuento de hadas; padres comprensivos, cariñosos y un pequeño niño educado y feliz. No cabía duda de que él tenía la mejor vida, no tenía más familia, tal vez en algún lugar desconocido, pero sus padres se aislaron tanto del resto de sus parientes, que solo podían considerarse una familia de pequeño tamaño. Así estaba bien, no requería más.


-Abrocha bien tu cinturón, junior. -Pidió su padre.


El pequeño nunca atendió la indicación, su madre tuvo que hacerlo, estaba inmerso en su imaginación, miraba la ventana, podía ver el ala del avión. Sus ojos se agrandaron cuando el transporte comenzó a moverse, le cosquilleaba el estómago a medida que se elevaban, sostuvo con fuerza los brazos de su asiento, era tan emocionante como lo imaginaba.


- ¡Es fantástico! -Exclamó molestando a algunos pasajeros.


- ¿No tienes miedo? -Preguntó su madre, asombrada.


-Nop. -Respondió mientras sacaba de su mochila un avión de juguete, lo ponía junto a la ventana, con el magnífico paisaje detrás, como si estuviera volando.


Las horas pasaron, el adorable infante no se cansaba de jugar, continuaba viendo la ventana, asombrado por los grandes edificios, con el brazo cansado y la boca seca de hacer los ruidos de una hélice.


Repentinamente, pudo divisar una diminuta luz brillante en la tierra, dejó su juego de lado para prestar más atención, parecía hacerse más grande. Asustado por la cercanía que el objeto estaba tomando, llamó insistentemente a su madre.


- ¡Mamá! Hay algo afue…


Enmudeció cuando la extraña luz pasó rápidamente junto al avión y se posó justamente a su lado. Se trataba de un hombre, completamente dorado, muy luminoso, casi cegador, pero alcanzaba a divisar que tenía un antifaz, un traje de súper héroe con capa. El sujeto sonreía, observaba al cielo mientras seguía desplazándose junto al avión.


Una sombra oscura se abalanzó sobre él, perdiéndose a la vista. Varias personas murmuraban preocupadas, mirando por la ventana. El piloto del avión trataba de calmarlos a través de los altavoces.


La madre del chico lo abrazó con fuerza, le sonreía cálida, como si tratara de hacerle sentir que no ocurría nada extraño, pero algo no se sentía bien.


Ambas figuras comenzaban a revolotear en los alrededores del avión. Kenny se soltó del abrazo de la mujer para poder ver mejor lo que ocurría afuera, consiguió divisar al otro individuo, un ser alado, un hombre, de cabellos oscuros y ojos rosados, sus alas eran amplias, delgadas, como las de un insecto. Mientras el ser brillante trataba de alejarse del vehículo, él parecía buscar permanecer más cerca, entorpeciendo a su contrincante que buscaba no dañar al avión.


Entre los revoloteos de esos individuos, el avión comenzó a sacudirse, agitadas turbulencias los atacaron. Las personas estaban alarmadas, confundidas. Los preocupados padres del chico miraban en todas direcciones. El pecho de la mujer se hundía en angustia, su pequeño no parecía entender el peligro de las circunstancias, volvió a abrazarlo, no permitió que se soltara.


-Mi niño, mírame. -Lo tomó de las mejillas- Te amamos ¿De acuerdo? Eres un niño grandioso, todo estará bien.


Kenny, confundido, echó un último vistazo a la ventana, el ser oscuro se encontraba muy cerca, el héroe dorado unió sus manos y lanzó un brillante rayo en su dirección.


Tal vez se encontraba hastiado, desesperado por no lograr su cometido, quizá el desinterés por los posibles afectados lo consumió, o en realidad no midió jamás las consecuencias. La única certeza fue que el villano huyó.



Una joven preadolescente de cabellera azul, ojos rosados y un par de preciosas alas cristalinas, observaba aterrada las noticias en la televisión, sentada en un elegante sofá de madera y estampado de flores, en la sala de un pequeño hogar en París. La joven se mordía sus perfectas uñas, jugueteaba con el único mechón que sobresalía de su cabello entretejido.


En la pantalla se mostraba la terrible noticia de un avión caído en plena ciudad, destruido entre la batalla de un héroe dorado y un villano oscuro, solo hubo un sobreviviente.


Altiva, una mujer de melena azul, ojos oscuros y piel increíblemente pálida, entró en la habitación, sonreía. Se sentó junto a la chica, pasó cariñosamente un brazo sobre sus hombros admirando la pantalla con satisfacción.


-Tu padre lo hizo bien…



Abrió los ojos, sus ojos dolieron de repente, la potente luz blanca no le permitía vislumbrar nada con claridad, parpadeó varias veces, confundido, hasta conseguir divisar algo. Su cuerpo se sentía extraño, entumido y pesado, estaba sobre una cama que, suponía, debía ser cómoda, pero él la estaba pasando mal sobre ese delgado colchón duro parcialmente plegado.


Estaba en una habitación, completamente blanca, pulcra, un agudo sonido intermitente y plano sonaba constantemente. Su corazón latió fuerte cuando observó un atril a su lado, de él colgaba una bolsa de suero conectada a un cable de plástico que estaba adherido a su brazo, entonces pudo reconocer todo, estaba en un hospital.


No podía recordar en qué momento llegó ahí, los recuerdos no tenían sentido alguno para él, lo único que aparecía en su cabeza eran sus padres junto a él en el avión.


Observó a un costado, dándose cuenta al fin de que no estaba solo, una persona, una mujer mayor lo acompañaba sentada en una silla junto a la camilla. Dormía, sentada, incómoda y encorvada. La mujer, de más de sesenta años, era una persona conocida, se trataba de su vecina, una mujer allegada a sus padres, podría decirse que era una buena amiga de la familia, casi una abuela para él, gustaba de obsequiarle dulces y juguetes de vez en cuando. La anciana no tenía familia, era una mujer solitaria, acomodada, que tomó un cariño peculiar por ellos.


Como si su mirada la hubiese llamado, la mujer abrió los ojos. Primero le dedicó una mirada confusa, adormilada, pero esa expresión se tornó en una angustiosa. Se enderezó y tomó rápidamente la mano del niño.


-Mi niño… -Llamó preocupada.


- ¿Qué pasó?


-Seguro debes estar confundido, tenemos que hablar de cosas importantes. -Se apresuró a decir con una sonrisa forzada.


- ¿Por qué estoy aquí?


-Hubo… un accidente, -Respondió con su voz átona y rasposa- en el avión, mi niño, tuviste un accidente y te trajeron aquí, estás… bien.


Era un niño muy listo, sabía que un accidente de ese tipo no lo dejaría ileso. Observó sus brazos, tenía algunos raspones muy pequeños y cicatrices casi invisibles, se quitó la fría sábana de encima, la piel de sus piernas estaba exactamente igual, se atrevió finalmente a tocar su rostro. Sintió como si en su estómago se hubiese perforado, un agujero frío y profundo, nunca lo notó, no hasta ese momento. La piel de casi la mitad de su cara se sentía irregular, áspera, gruesa, atravesaba su ojo y su nariz, otra cortada gruesa subía desde su mentón hasta su mejilla, era solo una cicatriz, pero se sentía tan engrosada como el resto. No pudo hablar, comenzó a mover las manos con desesperación observando a la mujer, expectante.


Horrorizada por su reacción, apretó su mano.


- ¡Tranquilo! Cielo, tranquilo, ya estás bien, estuviste dormido durante la peor parte. -Explicó recordando que debía haber llamado a los médicos en cuanto él despertara. Apretó insistentemente un botón en un control remoto- Eso pasó hace meses, estuviste dormido, tus heridas ya casi han sanado por completo. Estuviste en un hospital de París durante un tiempo, pero logré traerte a casa.


Antes de que pudiera hablar, un doctor de avanzada edad entró en la habitación, lo acompañaba un chico, un enfermero. El hombre se acercó, sin ningún tacto, comenzó a revisarlo, alumbró sus pupilas frágiles, pasó la campana del estetoscopio por su pecho y espalda.


Ansioso por las atenciones y la falta de respuestas, Kenny alejó a manotazos las manos del hombre, se arrancó el catéter del brazo y el del oxígeno. El joven enfermero intentó contenerlo, pero de igual manera lo alejó. Bajó de la cama de un salto que casi lo lleva al suelo, sus piernas estaban muy débiles, apenas podía sostenerse, los primeros pasos fueron terribles, pero consiguió llegar al baño, la puerta más cercana a él.


Se miró al espejo, las lágrimas fueron incontenibles, el llanto desesperado escapó de su boca, no podía tocarse, le repugnaba la idea de volver a tocar su piel, le repugnaba su propio rostro. Era una marca rojiza, oscura, enorme, cubría la mayor parte de su rostro, una cicatriz gruesa y escalofriante, aún con algunas costras pequeñas. No era demasiado irregular, ni siquiera deforme, solo el color de su piel había cambiado y su extrañeza era perceptible únicamente al tacto, pero para él era lo peor. Su cabello estaba intacto, un poco más corto hacía enfrente, nada excepcional. La marca en su mejilla parecía haber tenido puntos en algún momento, ya casi todo había sanado ¿Cuánto tiempo estuvo ahí?


El niño volvió al cuarto, sus preocupados acompañantes lo esperaban ansiosos.


- ¿Dónde está mamá? -Cuestionó agresivo, se sostuvo del muro para no caer, sus músculos estaban claramente atrofiados y, si no fuera por la adrenalina, jamás se habría puesto de pie.


La anciana apretó los labios, era una pregunta que no sabía cómo responder. Observó a los médicos, sabía que ellos no hablarían, pero buscaba algo de consuelo.


-Kenny, cielo, lo siento, -Contestó entre lágrimas- mamá ya no está…



Era un campo grande de pasto verde recortado, los manzanos esparcidos florecían, un lugar muy hermoso para ser un cementerio. Las lápidas estaban perfectamente alineadas una junto a la otra, de piedra y algunas de mármol, algunas tenían estatuas religiosas, mientras que otras solo eran piedras gruesas rectangulares.


El pequeño niño de ojos verdes, estaba sentado frente a dos tumbas, pocas flores las adornaban, incluyendo las que llevaba en la mano.


Sus padres murieron, una cruda realidad que aún no podía procesar, entró en una fuerte conmoción cuando lo supo, el llanto aún no cesaba, lloraba inconsolable por las noches ¿Cómo dejaría de hacerlo si había perdido a sus padres? Lo único que tenía en el mundo. La anciana mujer se hizo cargo de él todo ese tiempo, le dijo que así sería hasta que pudiese mantenerse por sí mismo, le dieron varias opciones, ser adoptado por ella era una, pero él decidió que no lo quería así. Viviría solo, a su corta edad viviría en un departamento que la mujer le prestaría, justo a lado de dónde se encontraba el suyo, en el edificio aledaño a su viejo hogar, a la casa que ya no sería suya, la casa que tendría que vender junto a la mayoría de sus pertenencias para poder subsistir algunos años sin trabajar, recargarse en su vecina era algo que no deseaba, no tuvo opción, ella ya había movido cielo, mar y tierra para que no fuese llevado a un orfanato, para ser responsable de él.


Tenía vagos recuerdos del accidente, cosas insignificantes en su mayoría, excepto una, recordaba bien ese rayo luminoso que un héroe dorado había disparado en su dirección, recordaba al sujeto, ese rostro de oro, esa expresión sonriente, su estómago se removía ante el recuerdo. Apretó con fuerza sus pantalones negros, sentía más enojo que tristeza, ese recuerdo lo hacía enfurecer, sentir impotencia, lo detestaba por alguna razón que no alcanzaba a comprender del todo ¿Lo estaba responsabilizando? Un supuesto héroe responsable de que ahora fuera huérfano, nadie creería eso, nadie apoyaría esa idea, debía estar equivocado.


Se puso de pie dispuesto a marcharse, la anciana lo esperaba a algunos metros a la distancia. Caminó lentamente, desganado, con el corazón pesado. Una familia, un hombre con dos pequeños niños, casi de su edad, pasaron a su lado, no pudo evitar observarlos, estaban en su camino. Las repentinas expresiones de horror que atraparon sus inocentes rostros lo hicieron romperse, todo su semblante había cambiado apenas lo vieron a la cara, se trataba de sus cicatrices.


Con dolor desgarrante se tiró al piso de inmediato, se cubrió el rostro y dejó el llanto fluir.


La angustiada anciana corrió en su auxilio, era un llanto doloroso y preocupante, normal para un pequeño que lo perdió todo, hasta la normalidad en sus días.



La llegada a casa fue fastidiosa, la mujer insistió un centenar de veces en que fuese con ella esa noche, pero él quería despedirse de su hogar, pasar en soledad las últimas noches que dormiría allí. Era capaz de hacerse la cena él mismo, aunque no alcanzara las repisas de la alacena, al menos el cereal estaba a su alcance.


Caminó al interior arrastrando los pies, su mirada puesta sobre el suelo le permitió ver el único objeto que, estaba seguro, no le pertenecía, o no estaba ahí antes. Era una tarjeta, pequeña y rectangular, una tarjeta de presentación en color tinto, tenía un curioso símbolo en el centro; un sombrero de copa negro. La tomó entre sus manos inspeccionando, no tenía nada más, nada escrito, solo ese ícono sencillo.


Sin más, restando importancia, la guardó en su bolsillo y caminó a la cocina, tomó un tazón, sirvió cereal y leche, comió vigoroso, moría de hambre. Se sentó en el suelo, recargado sobre las puertas que guardaban las tuberías del lavamanos. Posó la mirada sobre la mesa frente a él, justo encima había un jarrón azul, un conocido objeto que le hizo dejar a un lado su alimento, era el jarrón de las galletas.


Su madre solía preparar unas deliciosas galletas de vainilla, dulces y crocantes, le encantaban, cada noche después de la cena comían una juntos en familia. Otra punzada atacó su pecho, otra de tantas. Se preguntaba cuántas cosas más le recordarían los bellos momentos junto a sus padres, eran demasiadas, no creía posible quejarse de haber sido feliz, pero ahora que ya no lo era, todo lo que alguna vez le trajo felicidad dolía.


El sabor dulce del cereal le dió náuseas, esas últimas galletas en el jarrón se pudrirían en él sin ser tocadas nunca más, ya no quería comerlas, ya no quería el dulce sabor del amor de su madre en su boca otra vez.


Desvió la mirada buscando una salida, el resultado fue peor, las marcas en sus manos, pequeñas cicatrices apenas perceptibles como las que había en varias zonas de su cuerpo, le recordaron la masacre que existía en su rostro. La ansiedad lo invadió, se frotó enérgicamente las manos como si tratara de deshacerse de las marcas, no quería verlas más, no aceptaba los hechos aún, no volvería a ver nada con los mismos ojos.



Los inevitables años pasaron, su vida dió un giro completo que cambió todos sus planes. Fue un niño inteligente enfrascado en la depresión, durante dos años permaneció enclaustrado en su departamento, negado a salir a cualquier lado, negado a ser visto por el mundo, los especialistas no ayudaron demasiado. Su potencial se iba al basurero, aquellos años que pudo adelantar en la escuela solo quedaron en el pasado. Siendo un niño tan listo llamaría la atención, era lo que menos deseaba.


Eventualmente debía seguir con su vida, la anciana mujer tomó el valor de obligarlo a asistir a la escuela, una secundaria común, sin los prestigios que sus padres planearon para él, ya no había manera de que fuera así.


El último día de las infernales clases llegó finalmente, tres años de horror, de ser el chico listo que no hablaba con nadie. Cubierto de brazos por unos guantes largos amarillos que su tutora le obsequió años atrás con el afán de hacerle la vida más llevadera, lo mismo había ocurrido con su rostro, diversas máscaras pasaron por él, pero al final eran retiradas por sus maestros, no podría escapar de las desgracias de su vida por completo.


Se había convertido en un adolescente introvertido, serio y tímido la mayor parte del tiempo, poco acostumbrado a reír con los escasos conocidos que tenía de su edad. Solía ser amable y dulce, pero pudo descubrir un detalle peculiar en sí mismo con el paso del tiempo; podía ser bastante insensible. Los límites comunes establecidos por la sociedad respecto a la sana convivencia fue algo que tuvo que aprender por las malas, desarrollar empatía le fue bastante complejo y casi no sucedía con nadie a menos que lograra conectar con dicha persona, sin embargo, esta falta de sensibilidad era más marcada cuando se trataba de una cuestión más física que emocional. Las herramientas para el cuidado emocional ajeno pudo obtenerlas a base de estrategia y la habilidad de descifrar a las personas que lo rodeaban, podía solucionar conflictos emocionales y corregir sus palabras con discursos más cómodos para su interlocutor, pero comúnmente el daño físico no era algo que le incomodara, ni que se empeñara en evitar, incluso podía decir que esas imágenes le eran atractivas.


Como quiera que fuese, consiguió volverse un adolescente funcional, evitar los conflictos para no ser una carga para su vecina que lo cuidaba con tanta dedicación y pasar parcialmente desapercibido en una escuela que parecía odiarlo.


La vida de secundaria terminó al fin, pero ahora venía el siguiente paso: La preparatoria.


Llegó a casa, agotado como siempre subió las escaleras del edificio hasta el segundo piso dónde se encontraba su departamento. Trató de no hacer ningún ruido que lo delatara, pero el oído sorprendentemente agudo que la mujer tenía, pudo percibirlo desde los primeros escalones.


- Flug ¿Eres tú? -Llamó, por su primer apellido tal y como lo había decidido desde el inicio de su adolescencia, así lo llamaban en la escuela, todos lo nombraban así y lo prefería.


-Sí, soy yo… -Contestó con desgano- ya estoy en casa.


- ¿Quieres comer algo, cariño? -Preguntó aún desde el interior de su propio apartamento, sin asomarse.


-Estoy bien, tal vez más tarde. -Dijo para finalmente entrar en su hogar.


Arrojó sus cosas en la mesa del pequeño comedor y se dirigió a su habitación. Era un departamento pequeño, tenía una sala comedor y la cocina era apenas para una persona, su cuarto era la habitación más grande de todo el lugar, solo algunos metros que dejaban un corto espacio entre una cama individual y un closet. Su recámara era de un hermoso color celeste, algunas nubes pintadas de manera infantil, adornaban las paredes, varios modelos de aviones a escala acaparaban las repisas en las paredes y todo remataba con una frasada sobre su cama con el diseño de una pista de aterrizaje.


Por más difícil que su vida se hubiera vuelto a raíz de un accidente de avión, se negó siempre a culpar las circunstancias, para él el viaje jamás fue el problema, seguía amando los aviones, para él sus padres estaban en un viaje de avión eterno y eso lo llenaba de paz.


Se dejó caer sobre la cama, venía un nuevo problema a su vida ¿Cuál era el plan ahora? Detestaba los trámites administrativos, ahora tenía que buscar alguna preparatoria dónde pudiera continuar con sus aburridos estudios, demasiado inferiores para él.


Parecía frecuentemente que se agotaban los planes de vida, era como no tuviera uno desde el principio, tampoco sabía qué haría al finalizar la preparatoria. Consideró la posibilidad de convertirse en aviador, pero no tenía idea de qué sentiría al volver a estar en un avión, jamás tuvo que volver a subir a uno. Ver pequeñas figuras a escala, atesorar eventos relacionados con aviones o admirar modelos reales, eran cosas muy diferentes, tal vez el recuerdo volvería a él cada que tuviera que subir y no sabía si estaba preparado para eso.


Frente a él, pegado en la pared, había un periódico que mostraba una noticia de cinco años de antigüedad, una noticia sobre un accidente de avión y un héroe implicado en ello. La había guardado como un recuerdo de siempre dudar quién es realmente el enemigo, antes pudo admirar a los héroes, después de aquello y de no recibir disculpa alguna, ni una muestra de consideración por parte del responsable, dejó de confiar y prometió no olvidar los hechos, aunque no hubiera nada que pudiera hacer de todos modos.


Respiró profundo, era momento de comenzar a hacer planes. Abrió un cajón del armario, tomó una libreta y un lápiz y volvió a sentarse a pensar. Miró en un estante, varios prototipos de diferentes inventos absurdos se encontraban allí. Su inteligencia no lo abandonaba, la explotó por varios años buscando construir cosas imposibles por simple pasatiempo, pero siempre hacían falta los recursos, tal vez podría dedicar sus siguientes estudios a desarrollar sus habilidades, entrar en talleres de ciencia y mecatrónica podía ser un buen paso.


Apuntó sus ideas una a una, pero siempre faltaba lo más importante ¿Dónde? Sacudió la libreta, frustrado por ese tipo de incógnitas que lo agobiaban solo porque sabía que la respuesta era el sitio más común cercano a casa, como siempre, estaba harto.


Un delgado objeto se deslizó de entre las páginas, cayó al suelo. El color resaltaba tanto que le fue llamativo de inmediato. Se trataba de una tarjeta de presentación, roja y con un sombrero dibujado en ella. La levantó del suelo, la reconoció de inmediato, recordaba haberla perdido, después de encontrarla no volvió a aparecer jamás, hasta ahora, en un sitio completamente extraño y fuera de lugar siendo que esa libreta era prácticamente nueva. La inspeccionó, recordaba que no tenía nada más que aquel sombrero, sin embargo, al girarla una dirección se encontraba escrita y una frase: "¿Problemas con héroes?"



¿Nada que pudiera hacer? Eso estaba por verse. Apenas vio esa leyenda escrita en esa extraña tarjeta, el periódico fue en lo único que pudo pensar, incluso olvidó sus ocupaciones y deberes. No es como si fuera un problema, ese héroe probablemente ni siquiera sabía que existía, pero el impulso de comprobar si podía hacer algo estaba presente.


Apenas leyó la dirección se puso en camino, el sitio estaba casi al otro lado de la ciudad, pero finalmente llegaba. Era una casa muy común, pequeña con una fachada muy simple, una calle tranquila con muchos transeúntes, tenía un callejón a un lado. Subió los pequeños peldaños que conducían a la puerta. Dudó en tocar el timbre, todo lucía muy tranquilo y no había ningún letrero afuera de la vivienda, pero debía ser ahí.


-Te estás equivocando de dirección. -Comentó alguien a sus espaldas.


Flug se giró, una joven de melena rubia, sombrero y vestido negro, lo miraba con una amplia sonrisa extraña, tétrica.


- ¿Qué? -Soltó confundido.


-Dije que es la dirección incorrecta. -Repitió alegre.


-No, no es… -Se detuvo al mirar la tarjeta, el número efectivamente no coincidía con el de la casa, debía ser justo a un lado, pero solo había un callejón- No lo entiendo…


-Nadie lo hace al principio. -Se encogió de hombros- Siempre he pensado que necesitamos más difusión y menos rompecabezas para nuestros clientes, pero el jefe no es muy diestro con la tecnología. -Divagó.


El chico la observó confundido, bajó los peldaños y caminó por la acera, alejándose de la extrañeza. -Creo que será mejor que vuelva a casa.


-No quieres ayuda… -Inició, el chico paro en seco- ¿No quieres ayuda con tu dorado problema? Niño avión.


El adolescente la miró atónito, un poco temeroso ahora por la información que la joven desconocida manejaba.


- ¿Cómo?


-No puedes borrar las cicatrices, pero hay otras cosas que sí puedes borrar y sé quién puede ayudarte. -Le extendió una mano.


Flug dudó ¿Cómo no hacerlo? La situación era más que peculiar, bastante espeluznante si lo pensaba bien, quizá estaba hablando con alguna clase de trabajadora en la trata de personas o algo parecido, extraño, sin embargo, todo había sido raro, desde la aparición de la tarjeta, algo le decía que debía continuar.


Aceptó su mano, la chica tiró de ella de inmediato, llevándolo con fuerza al interior del callejón.


- ¡Espera! -Pidió el chico, asustado.


La joven seguía caminando, incluso con el muro al final del callejón tan cerca. Flug no tuvo más opción que cerrar los ojos ante la inminente posibilidad de estrellarse, no entendía qué estaba pensando.


Cuando ninguna sensación desagradable apareció y su mano dejó de ser jalada con brusquedad, abrió los ojos. Frente a él se alzaba una puerta negra y grande. Ante el desconcierto, miró a todos lados, ya no estaba en ese callejón, de hecho, ni siquiera en la misma calle. Observó el edificio frente a él, era una enorme mansión oscura, extraña, con ventanales rojos, tenía la forma de un sombrero de copa. Miró a sus espadas, la chica rubia sonreía complacida.


-Bienvenido a tu destino.


- ¿Dónde estoy? -Cuestionó desconcertado.


-En la dirección correcta. -Respondió- Me llamo Teresa, un placer.


-Uh… Flug… -Dijo dudoso, vio una vez más la puerta- ¿Quién vive aquí?


Su pregunta no fue respondida, el silencio lo hizo girarse de nuevo, la chica ya no estaba, ni siquiera la escuchó atravesar la reja metálica que rodeaba la mansión y a él en ese momento.


Estaba algo asustado, no tenía idea de lo que ocurría, era raro y a la vez emocionante. Tocó el timbre, la campanilla, como enormes campanas de iglesia, retumbó en todo el edificio. Pasaron los segundos, nadie respondía, no dudaba que, por el tamaño del edificio, tardaran en abrir, pero repentinamente el portón se abrió de par en par. Asomó la cabeza en el interior, esperaba ser recibido por alguien, más la puerta parecía haberse abierto por sí misma. Entró dudoso, temeroso, el sitio era algo oscuro y él no sabía a dónde ir. Pequeñas luces, focos diminutos que simulaban ser velas en candelabros artificiales se encendieron por varias partes del lugar, generando un camino que lo conducía al segundo piso por la escalera que tenía enfrente.


Vaciló algunos instantes para finalmente decidirse a seguir lo obvio, lo estaban llevando a su objetivo, uno bastante desconocido. Caminó rápido, las luces se apagaban a sus espaldas y no podía evitar sentir que alguien lo seguía. La última luz encendida le indicaba una puerta en particular, negra también, rodeada por un marco con molduras, alguien importante debía estar del otro lado. Tocó suavemente, apenas sus nudillos dieron el último golpe, la puerta fue abierta como antes, por nadie.


- ¿Hola? -Saludó tenue entrando tímidamente en el lugar.


-Bienvenido… -Respondió una voz ronca con un tono que no coincidía en nada con alguna bienvenida alegre, sonaba más bien sarcástico y fastidiado.


El chico caminó al interior. Era una oficina, muy elegante y grande, tenía un enorme ventanal de cristales rojos; alfombrada y tapizada como el resto de la mansión, con un gran escritorio de madera pulida, una silla de forma peculiar y un individuo trageado sentado en ella. El sujeto en cuestión llevaba un sombrero de copa, un saco oscuro y un aspecto en general que le heló la sangre. No se sentía nadie para juzgar apariencias, pero no negaba que su aspecto era muy extraño y aterrador; su piel era de un color gris oscuro, no tenía algunos rasgos comunes en cualquier humano y, a partir del gesto asustado que seguramente estaba mostrando, ahora sonreía ampliamente con una boca atiborrada de dientes afilados, esa mirada oscura y penetrante no ayudaba en nada.


- ¿Quién?.. -Pronunció tembloroso.


- ¿Por qué requiere de nuestros servicios, alma en desasosiego? -Preguntó burlón, le causaba gracia ese aspecto pequeño y asustado.


- ¿Dónde estoy? -Se atrevió a preguntar.


El individuo borró su sonrisa, se puso de pie, caminó lentamente hasta donde la luz de la ventana pudiera tocarlo.


-Te atreves a venir a mí mansión sin un motivo…


-No, yo… -Balbuceó, rebuscó en su bolsillo y sacó la página del periódico y la tarjeta- Vine por… yo vine por…


El ensombrerado levantó una mano, cerró su garra oscura enguantada. El joven fue arrastrado de repente en su dirección, rápido e imprevisto, no pudo evitar pegar un grito agudo. El periódico fue arrancado de sus manos.


Su corazón se iba a salir de su pecho, estaba asustado, no tenía idea de lo que ocurría, de qué era esa criatura, pensaba que era una fea pesadilla, sin embargo, no podía arriesgarse, evidentemente ese ser podía hacerle daño.


El sujeto enarcó una ceja, expectante.


-Vine porque creí que podría solucionar mi problema… -Se atrevió- Ese héroe destruyó ese avión y… mis padres murieron en el accidente…


Sin delicadeza, tomó al chico por las mejillas, apretujandolo dolorosamente, inspeccionó su rostro. -El único sobrevivente… -Sonrió malicioso- Acompañado por la suerte o tanta desgracia que ni la muerte desea venir por ti… -Murmuró- ¿Qué tipo de villano es usted? -Preguntó alejándose, dándole la espalda.


-Vi… ¿Villano?


Lo observó por detrás de su hombro. - ¿Con qué arsenal cuenta? ¿Cuántos secuaces tiene? ¿Qué tan blindada está su base? -Exigió, volvió a darle la cara- ¿Qué le ha impedido lograr su cometido?


Confundido, negó con la cabeza. -Yo no soy un villano.


El ensombrerado frunció el entrecejo. -Esta es la organización Black Hat, nos dedicamos a favorecer el fin de los héroes que frustran las ambiciones de los individuos sin corazón, -Explicó- no hacemos obras de caridad para niños con traumas paternales. -Se acercó amenazante- Que desafortunado… -Sonrió ante el terror que expresaba el muchacho.


La puerta sonó de repente borrando la sonrisa del villano, miró con fastidio en su dirección. Un par de hombres, individuos de una apariencia bastante más común entraron en la oficina, portaban batas blancas y se notaban temerosos.


-Señor Black Hat. -Pronunció uno con la voz hecha un hilo.


- ¡¿Qué?! -Gritó enfadado- Les he dicho que no me molesten cuando estoy ocupado ¡Pedazos de imbéciles!


-Su… su señoría, su alteza, señor… -Dijo escondiéndose tras su compañero- No… no pudimos solucionar el problema...


- ¿De qué estupidez me estás hablando? -Cuestionó severo.


-Del problema técnico, señor. -Respondió el otro al borde del pánico.


Black Hat gruñó. -Es un maldito juego de niños ¡Se supone que deberían poder solucionarlo! ¿Para qué les pago, escorias?


Flug observaba la escena, mudo, no estaba seguro de si era un buen momento para tratar de salir corriendo, él estaba distraído, pero estaba furioso. Hablaban de alguna clase de "problema técnico", situación que le dio una pequeña idea, no estaba seguro de qué pasaría con él después de haberse atrevido a entrar en esa mansión sin un objetivo que al ensombrerado le pareciera suficiente para acaparar su tiempo, quizá podría cooperar un poco y ganarse su perdón. Era un individuo al que evidentemente debía temerle, no tenía claro quién era o qué función tenía en el mundo, pero no quería avivar su ira.


-Disculpe… -Llamó temeroso- si me lo permite, tal vez pueda ayudar, señor… -Sugirió


El grupo lo observó, desconcertado, un pequeño brillo de esperanza apareció en el par de científicos, el villano enarcó una ceja. - ¿Y qué podrías hacer tú, niño?


-Uh… yo soy bueno con las máquinas, creo que puedo ayudar...


Black Hat suspiró hastiado, le parecía una pérdida de tiempo, una idea absurda que un niño como él pudiera superar a sus empleados, pero quizá no perdería más que solo unos instantes con el intento y, si lo conseguía, sus subordinados perderían más que solo el trabajo. Finalmente se decidió, hizo un ademán para que lo siguiera y se alejó hasta la salida.



El lugar era inmenso, un gran laboratorio blanco y luminoso que contrastaba por completo con la imagen del resto de la mansión, tenían mucha tecnología admirable, ese lugar debía ser importante.


Según lo mencionó el ensombrerado, era una organización que apoyaba a "villanos", estaba evidentemente en algún sitio perseguido por la ley, con alguna clase de mafioso o algo parecido, un criminal que notoriamente no era humano, algún demonio tal vez. Era confuso, extraño y seguía pareciendo un mal sueño.


Al final se encontraba ahí aún, frente a un monitor enorme de algún complejo ordenador, sentía los nervios crecer a medida que notaba que tal vez esa situación podría estar fuera de su alcance, no estaba familiarizado con el equipo, pero debía hacer un esfuerzo o podía perder la cabeza. El villano ensombrerado lo observaban expectante e impaciente.


-Alguien hackeó el servidor, en realidad todas nuestras máquinas están bloqueadas. -Explicó un hombre.


Flug no respondió, era algo bastante obvio, en la pantalla aparecía un símbolo, algún sello que podía ser la firma del hacker, tenía una silueta que podrían ser unas tijeras abiertas, violetas y aniñadas. Tecleó un poco, comenzaba a entender el mando, después de algunos intentos fallidos consiguió entrar a alguna clase de menú. Los hombres a su lado se mostraron ligeramente sorprendidos, al parecer no consiguieron acceder.


Le sorprendía a veces la manera en que las máquinas le hablaban, era como si lo dejaran conocerlas, se familiarizaba bastante rápido a pesar de no haber tocado jamás algo como eso. Seguía accediendo a diferentes menús conforme sus dedos se movían, se abría paso al interior de la máquina y del servidor que conectaba todo en ese lugar.


-Alguien muy creativo… -Murmuró admirado- Quién sea que haya invadido el sistema tiene una mente muy interesante, pero ha dejado muchos espacios desprotegidos, podría ser un niño.


El villano les dedicó a sus empleados una mirada fulminante. Más que asombrado por las hazañas del muchacho, estaba furioso por la incompetencia de sus trabajadores.


-Ugh, ya se dió cuenta que estoy aquí… -Comentó estresado, podía ver cómo le cerraban las puertas una a una a través de los códigos mostrados en el monitor.


Era como estar en una carrera contra el tiempo, debía ser más rápido. Sus dedos se paseaban rápidamente por las teclas, estaba seguro de que si hubiera conocido antes la maquinaria podría haberlo hecho más rápido, definitivamente tenía que comprarse un mejor ordenador.


Black Hat lo miró con detenimiento, lucía muy concentrado, definitivamente no estaba jugando, sabía lo que hacía y parecía hacerlo bien, sorprendente para alguien de su edad. Se preguntaba qué clase de chico era él, uno que buscara vengarse de un héroe por algo que parecía ser un accidente, su mente no estaba sana, nublaba su moral y eso podría ser provechoso. Caviló serio mientras el adolescente parecía lograr poco a poco su cometido, pensaba que quizá le podría ser de utilidad, pero era joven e ingenuo, no le apetecía cuidar de un niño, sin embargo, él requería ser instruido para ser completamente útil.


- ¡Lo tengo! -Exclamó Flug, triunfante.


La firma del hacker desapareció de cada monitor en el lugar, varias máquinas volvieron a andar robando el silencio del laboratorio. Él continuaba tecleando, aún se notaba inmerso en su trabajo.


- ¿Puedes llegar a él? -Cuestionó el ensombrerado.


-Estoy en ello, señor, trato de acceder a la cámara de su ordenador.


Repentinamente, en el enorme monitor, apareció la imagen grabada por una camara de baja resolución, mostraba una habitación morada y llena de juguetes, justo en medio se apreciaba el rostro de una niña, castaña, con una diadema violeta, se veía bastante asustada y apenada.


-He aquí el hacker… -Anunció Flug, admirado.


No era nada más que una pequeña niña haciendo una travesura, una cría muy inteligente que consiguió bloquear toda una organización, con sus respectivos inocentes errores.


La pequeña niña acercó la mano a la cámara, posteriormente la imagen desapareció como si la hubiera desactivado.


Flug se relajó, no había nada más que hacer, incluso se tomó el tiempo para reforzar la débil seguridad que tenían sus equipos. -Lamento la demora, no estoy acostumbrado a toda esta tecnología.


Una energía oscura, un tanto verdosa, se desprendía del cuerpo de un enojado villano ensombrerado, miraba penetrante a los dos sujetos envueltos en pánico. -Una niña… -Murmuró- ¡Una niña! -Gritó con voz distorsionada.


Sin reparo, Black Hat tomó a uno de ellos por el cuello, lo apretó con fuerza. El hombre se removía, sus pies ya no tocaban el suelo, sostenía el brazo del demonio, luchaba por respirar, una lucha que duró muy poco. No había pizca de remordimiento en sus acciones, sin más terminó de cerrar el puño. La sangre escurría de su garra enguantada, observaba fijo al otro estupefacto individuo que solo ponía la mirada en su compañero inerte y destrozado.


El adolescente no reaccionó, sabía que tenía que hacerlo, sabía que debía sentir algo, lo que fuera, al menos un poco de miedo o lástima, pero no sentía nada, ahí estaba de nuevo esa insensibilidad, incluso podría decir que percibía la satisfacción del endemoniado jefe ensombrerado.


El villano se fijó en él de nuevo.  -Tu nombre y edad. -Ordenó.


Salió de su ensimismamiento con algo de sorpresa. -Ah, uh… Flug, me llamo Flug y tengo quince años.


Rebuscó en el interior de su gabardina, sacó una tarjeta y un bolígrafo, escribió algo en ella y se la entregó.


El joven apreció el reverso del objeto, una tarjeta pequeña de presentación como la que encontró antes, en ella había escrito una dirección y un nombre "Black Hat Academy".


-No hay manera de solucionar tu pequeño "descontento" con el héroe dorado, -Inició, mucho más calmado- por ahora. -Completó- Pero este es un comienzo. -Caminó dándole la espalda a ambos- Inscribe al niño en la academia, empezará el próximo ciclo. -Ordenó mientras se alejaba.


Flug miró al tembloroso científico. - ¿Qué significa?


-Que tienes potencial.



No entendía mucho de lo que acababa de ocurrir, al parecer ahora estaba inscrito en una nueva escuela, una academia para villanos, no estaba seguro de qué significaba eso, sentía como si fuese algún tipo de honor que ese individuo lo quisiera en su propia academia, su intelecto fue reconocido por alguien que parecía no reconocer absolutamente nada, incluso asesinó a un trabajador por un simple error, eso le hacía cuestionarse en qué se había metido. Pudo solucionar uno de sus problemas, aunque no era justamente el que tenía pensado, pero, según entendió, este paso lo llevaría a consumar alguna clase de venganza que no sabía que quería, al parecer ahora tenía un nuevo objetivo.


Abrió la reja de la mansión para salir finalmente, estaba seguro de que el ensombrerado lo observaba desde algún lugar, quizá desde el ventanal de la oficina. Ahora que observaba bien los alrededores no estaba tan lejos de su hogar, el villano debía cambiar sus métodos para atraer clientela, pudo llegar mucho más rápido ahí que al sitio a dónde fue enviado en primer lugar.


-Lo lograste. -Dijo alguien a su lado.


El joven se sobresaltó al ver a la chica rubia caminando junto a él, jamás la escuchó llegar. -Su… supongo que sí.


- ¿Tienes lo que querías?


-No exactamente, al parecer ahora asistiré a una rara academia para villanos o algo así.


Teresa ensanchó su sonrisa, no pudo ocultar su sorpresa. -Vaya, entonces tienes lo que necesitabas...


Flug la observó de reojo. -No entiendo muchas cosas ¿En qué me he metido exactamente? ¿Quién es él?


Una risa escapó de su garganta, le encantaba su ingenuidad. -No te preocupes, yo te explico.



Pasaron algunas semanas de absoluta incertidumbre, apenas llegó a casa tuvo que hablar con su vecina, inventarse una historia de cómo había descubierto una escuela a la que ahora deseaba asistir. Detestaba tener que mentir, pero ¿Cómo explicarle lo que había vivido? Por suerte la mujer accedió rápido a apoyar su nueva iniciativa, requeriría dinero evidentemente, aunque durante la charla con el nervioso subordinado, descubrió que esa recomendación directa del demonio, le otorgaba una beca.


Su sorpresa fue inmensa al saber todo lo que su visita implicaba, todo lo que ese individuo representaba para el mundo y lo ignorante que había sido de su realidad. Dejó satisfecho a un ser omnipotente de miles de años de antigüedad, billonario y con una enorme organización oscura bajo su poder, estaba realmente orgulloso de sí mismo, por primera vez.


Ahora estaba ahí, parado frente al enorme portón de una escuela, un edificio antiguo y elegante, bastante lúgubre y cercana a una zona turbia de la ciudad, aunque la "cercanía" dependía del punto de vista, había que caminar un par de kilómetros desde la última casa, a través de una zona boscosa, era un lugar alejado y oculto, privado. Era un poco gracioso cómo parecía haber una nube eternamente gris sobre esa gran academia, intensificaba el toque tétrico, se sentía en alguna película de terror ambientada en la era victoriana, incluso los mismos estudiantes lucían mágicos y extraños. Hasta donde tenía conocimiento, era un lugar con cuatro niveles escolares, desde el preescolar, hasta la preparatoria a dónde asistiría. Incluso sabía que existía una sección de internado para los más jóvenes, podía ver los edificios de habitaciones desde donde estaba, parecía un palacio.


La enorme distancia que tenía de su hogar lo llevó a tener que rentar una de las habitaciones compartidas disponibles para estudiantes en un edificio aledaño a la escuela, pero separado del edificio, suponía que fue construido mucho después, se veía bastante moderno en comparación.


La campana que daba inicio a las clases lo sacó de sus pensamientos, se apresuró a entrar, por primera vez nadie lo veía. A pesar de sentirse sorprendido y un tanto más cómodo, suponía que era de esperarse siendo que muchos estudiantes tenían aspectos despectivamente monstruosos, demoníacos, las cicatrices de su propio rostro no eran nada en comparación.


Entró al aula, todos sus compañeros se sentaban en mesas compartidas en binas. Parecían conocerse, suponía que muchos de ellos pasaron su vida escolar en ese lugar. Se sentó en una mesa solitaria, era incómodo, pero lo prefería.


La clase comenzó, una mujer anciana, robusta, de vestido largo y negro escribía en la pizarra "Historia de la tortura en el Medievo". Ese era su primer día de clases en la Academia Black Hat, en el bachillerato de la maldad y el crimen, con el grupo C20- VBH.



Menudo primer día, siendo bellamente invisible en clases con temas que no tenían ningún sentido. Jamás pensó que alguien le enseñaría la forma correcta de desollar un cadáver, fue fascinante en realidad, estaba comenzando a entusiasmarse, esa rareza era intrigante y cada vez aceptaba más el hecho de que iba a convertirse en un villano.


Llegó a su nuevo apartamento, ya había dejado sus cosas con anterioridad, pero su compañero de vivienda no estaba ahí, suponía que esta vez lo conocería. Entró escuchando movimiento adentro, provenía del baño, era solo un cuarto de tamaño medio con dos camas y un baño completo, no había más, debía estar ahí.


Se quitó el suéter, el uniforme era terriblemente incómodo, detestaba usar corbata, agradecía que el clima ahí era más fresco.


La puerta del baño se abrió, un joven de aspecto completamente común, humano, moreno y castaño se apareció. Lo observó con indiferencia y saludó con una mano.


-Uh hola. -Saludó Flug- Es bueno conocerte al fin.


-Sí, hola. -Respondió mirando el reloj- ¿Llegarás a esta hora todos los días?


-Supongo que sí… -Respondió dudoso, su interlocutor no parecía estar muy interesado en él- ¿De qué grado eres?


-Primero en bachillerato, pero estoy aquí desde la secundaria. -Se sentó en la cama, tomó una libreta de una repisa que estaba justo sobre él y comenzó a garabatear.


-Yo también, aunque recién conozco esta academia.


-Eres el becado ¿No es así? -Preguntó con un ligero tono de molestia- El primero de la historia, Black Hat no beca a nadie, debes ser un genio.


Flug se sentó también, ladeó la cabeza, confundido, no tenía idea de que fue un caso especial. -Lo ayudé con un pequeño problema técnico, supongo que fue su forma de agradecer.


- ¿Estás bromeando? ¿Black Hat agradeciendo algo? -Cuestionó incrédulo prestándole atención.


El joven se encogió de hombros. -Creo que estoy bastante fuera de contexto, apenas conozco algo respecto a él.


El moreno reaccionó sorprendido, aceptaba que el hecho de que el chico que tenía enfrente estuviera bajo esas circunstancias le hizo pensar que se trataría de un patán engreído, pero estaba frente a una inocente palomilla, se sentía atónito, lo juzgó mal.


- ¿Cómo te llamas?


-Flug ¿Y tú?


-Slug, es un placer.



Las semanas pasaron, con un nuevo amigo todo se volvió más ameno. Su compañero de cuarto, aparentemente serio y frío, resultó ser alguien muy agradable. Se entendían muy bien, ambos tenían un gran gusto por la ciencia, manejaban muy bien la tecnología y compartían el taller de "Armas mortales". Todo iba viento en popa, excepto por algunos inconvenientes, siendo una escuela llena de villanos en proceso era obvio que habría bravucones.


-Diablos, amigo, hueles a basura. -Dijo Slug con las manos sobre la nariz.


-Me metieron a un contenedor ¿Qué esperabas?


Flug continuaba sacudiendo su ropa mientras volvían a su departamento, estaba llena de polvo y un líquido verde que no tenía idea de qué era. Un pequeño choque accidental, en la cafetería y una sopa derramada en un uniforme ajeno lo hizo acabar entre la basura.


-Te dije que te alejaras de Nicole, esa gata azul es un peligro, compartí aula con ella en la secundaria.


-Fue un accidente, no tenía ganas de lidiar con ella.


-Una vez le gritó a Black Hat. -Dijo entre risas- Las cosas no acabaron bien, pero desde entonces todos le temen, tiene bien ganada su reputación.


- ¿De verdad? ¿Y ella salió ilesa?


-Nop, -Respondió de inmediato con una sonrisa- le costó tres meses en el hospital, pero al menos el sombrero no la mató, dicen que reconoció su coraje, pero yo creo que fue lástima. -Mientras el moreno reía, el silencio acaparaba a Flug. El joven no tardó en darse cuenta de la extraña actitud de su compañero de ojos verdes- ¿Estás bien, viejo? Estás raro desde que te encontraste con ella y no creo que sea por la basura.


-No es nada… -Dijo cabizbajo.


- ¿Es por lo que dijo de tus cicatrices?


Flug gruñó. Pasó demasiado tiempo entre rarezas, individuos más peculiares que él, por un tiempo consiguió olvidarse del tema, dejó de ser importante y preocupante, pero después de escuchar insultos nuevamente, se dio cuenta de que seguían siendo visibles para el mundo.


-Vamos, amigo, eres un sobreviviente a un accidente de avión, nada le gana a eso. -Sacó una bolsa de almuerzo de su mochila, tomó un sándwich del interior y sostuvo la bolsa de papel con la otra mano.


-Detesto mi rostro… -Respondió malhumorado, le arrancó la bolsa de papel de las manos a su amigo y se la puso sobre la cabeza, haciendo agujeros para ver mientras caminaba.


-Con esos ojos no puedes decir algo como eso. -Apuntó- Aunque puedes llevar una bolsa si tú quieres, la cara de almuerzo te sienta bien.


El chico se ruborizó bajo la bolsa. Su amigo solía hacer comentarios al respecto todo el tiempo, no sabía cómo reaccionar, no estaba acostumbrado. -Sí, creo que llevaré una de estas a partir de ahora.



Cayó la noche, los dos jóvenes estaban recostados en una de las camas, dejaban caer las piernas en el suelo, miraban el cielo a través de la ventana de al lado.


-Entonces… ¿Tomarás el taller de aviación el módulo siguiente?


-Creo que sí….


- ¿Y podrás con eso? Digo, casi mueres en uno.


Flug se encogió de hombros. -Nunca dejaron de gustarme los aviones, además ¿En qué otra escuela te ofrecen un taller de aviación como si fuera… carpintería o algo así?


Slug rio. -Buen punto, supongo que también lo tomaré. -El joven moreno tomó de repente la mano de su amigo, la alzó frente a él, estrechándola entre sus dedos- ¿Por qué llevas guantes?


En respuesta, Flug se quitó el guante y apuntó a una de sus diminutas cicatrices. -No me gusta verlas, me recuerdan a mi feo rostro.


Su compañero bufó frustrado. -Me haces sentir repulsivo cada que dices eso, francamente eres un chico… lindo. -Dijo dudoso, era extraño tener que decir algo como eso, pero realmente lo pensaba, era el sujeto más bonito que había visto.


El ojiverde rio. -Sí, Slug, acepto casarme contigo. -Se burló dramáticamente.


Slug tomó una almohada y se la estrelló en la cara con brusquedad. - ¿Puedo besar a la novia?


Flug rio estruendosamente. -Torpe.



-Flug, te prometo que estaba bromeando cuando dije lo de la bolsa. -Comentó avergonzado.


-A mí me pareció buena idea.


-Viejo, todos nos están viendo, obviamente no es buena idea…


-Al menos están viendo la bolsa y no mi cara.


El par de chicos caminaban a paso rápido por el pasillo, cada individuo que pasaba junto a ellos los observaba con extrañeza. Flug estaba curiosamente más tranquilo, sabía que se veía ridículo, pero le importaba menos que cuando estaba expuesto y todos miraban su piel. Escuchó a su compañero suspirar, lo vio sacar su almuerzo de la mochila, tomar su sandwich y extender la bolsa de papel.


- ¿Qué haces?


Slug sacudió la bolsa tirando las migajas de su interior, agujeró el papel y se la puso en la cabeza. -Si voy a estar con alguien que va a hacer el ridículo, al menos voy a cubrirme la cara también.


Una sonrisa se dibujó en los labios de Flug. Nunca tuvo grandes amigos a lo largo de su vida, era innato ser solitario, solo desde que sus padres se fueron. La entrada a esa escuela le ofreció más que un mundo de emocionantes y perturbadoras oportunidades, le dio un gran amigo.


Un grupo de chicas se aproximaron, caminaban en su dirección desde el otro extremo del pasillo. La chica de en medio, una chica gato de color azul, sonreía maliciosa mientras se acercaba. Apenas cruzaron camino, ella estiró la pierna provocando que el joven ojiverde tropezara con ella y cayera al suelo.


- ¡Flug! -Llamó el moreno, preocupado.


Las jóvenes se alejaron entre risas burlonas que eran acompañadas por el resto de los espectadores.


-Estoy bien… -Dijo sobándose la cara por debajo de la bolsa, se preguntaba cuándo aprendería a poner las manos antes de caer.


- ¡Hey! -Gritó Slug, enojado- ¡Ven aquí y discúlpate! Maldita perra azul.


La chica paró en seco, se giró rápidamente con un gesto rabioso. - ¿Qué dijiste, nerd imbécil?


Flug se paró rápidamente al escuchar esa respuesta. - ¿Por qué rayos hiciste eso? -Reclamó asustado.


-Porque soy idiota. -Respondió nervioso- ¡Vamos! -Gritó, tomó a su amigo del brazo y empezó a correr.


- ¡Ven aquí pedazo de idiota!


Una persecución comenzó en los pasillos, un trío de chicas furiosas perseguía al par de nerds con bolsas de papel en la cabeza. A tropezones intentaban escapar de una golpiza segura, esas chicas no tenían límites y había demasiadas armas en toda la escuela como para atentar incluso con su propia vida. Se dirigían a una zona solitaria de la escuela, probablemente una mala idea, pero no conseguían perderlas, estaban por entrar a una bodega.


Slug pudo divisar un casillero abierto a lo lejos, probablemente muy viejo y maltratado como para ser usado por el alumnado, estaba abandonado en medio de la enorme bodega, tuvo una idea. Siguió tirando del brazo de su compañero y se dirigió al casillero viejo.


- ¿Qué haces? -Cuestionó asustado tratando de seguirle el ritmo.


-Confía en mí.


Rápidamente, ambos chicos entraron en el casillero, cerraron la puerta encerrándose dentro. Respiraban exhaustos de forma ruidosa. Slug cubrió la boca de su compañero cuando las tres jóvenes pasaron junto a ellos, refunfuñaban mientras los llamaban.


Al saberlas lejos, Slug dejó escapar un suspiro. -Bien, parece que ya se fueron. -Murmuró.


-Ya podemos salir, supongo.


El chico trató de abrir la puerta, dio algunos empujones sin éxito, estaban atascados.


-Fantástico… -Solo Slug- ¿Ahora qué vamos a hacer?


El lugar era muy concurrido, estaban muy cerca el uno del otro, respirando pesado por el cansancio.


-Creo que tendremos que pedir ayuda.


-Sí… no me puedo imaginar quién en esta escuela va a ayudar a salir a un par de idiotas atorados en un casillero, tengo muchos nombres despectivos para esta situación.


-Incómoda diría yo. -Dijo removiéndose nervioso- Y un poco íntima… -Murmuró- ¿Podrías quitar tu pierna de ahí?


-Uh, lo siento. -Respondió avergonzado.


Slug vio a su compañero quitarse la bolsa, estaba un poco ruborizado y desviaba la mirada, era comprensible, estaban en una situación vergonzosa e incómoda, pero ahora él estaba en un aprieto también. Sentía su respiración rozarle la piel, su cuerpo cálido muy cerca. Admitía que tratarlo como un amigo se volvía cada vez más difícil para él, no sabía cómo procesarlo, tampoco le gustaba admitir esa situación, tenía una idea de qué podría tratarse eso que sentía, lamentablemente podía implicar un juicio muy fuerte que no estaba preparado para enfrentar, prefería ignorar los posibles hechos y pensar que se trataba de simple cariño.


-Pero miren qué tenemos aquí… -Dijo alguien afuera, una voz que les congeló la sangre- Parece que los novios se están dando amor en el casillero. -Se burló Nicole.


Las chicas rieron maliciosas, comenzaron a empujar el casillero haciéndolo tambalearse de un lado a otro. Los jóvenes se sostenían de las paredes hasta que el cajón metálico no pudo sostenerse más, cayó duramente al suelo, lamentablemente la puerta quedó debajo. Las risas de las malvadas jóvenes se escuchaban cada vez más lejos, los habían dejado ahí, atrapados.


Los muchachos hacían un recuento de los daños, la caída fue bastante dura. Flug se encontraba sorprendido de la agilidad de su amigo, había caído encima de él, pero le sostenía la cabeza, evitó que se golpeara, ahora lo abrazaba, protegiéndolo.


Slug se levantó lentamente, esos ojos verdes expresivos, llenos de sorpresa, le hicieron caer en la cuenta de lo que hacía, lo estrechaba en sus brazos con mucha cercanía. Asustado, trató de alejarse golpeándose en la cabeza con la pared metálica.


-Ouch… -Se quejó- Lo siento, no puedo alejarme más.


-Tu respiración me hace cosquillas.


- ¿Cómo saldremos de aquí ahora? -Preguntó tratando de ignorar el comentario.


Flug vio como una gota de sangre se deslizó de la frente de su compañero. -Hey, estás sangrando. -Dijo asustado.


El moreno se tocó la frente, tenía una pequeña cortada, producto de haberse golpeado con la despostillada pared metálica del casillero, con todas esas fisuras era normal que se lastimara. -Descuida, luego lo arreglo.


-Lo dices como si fueras una máquina.


-Quisiera ser una, ahora podría sacarnos de aquí.


El chico analizó las posibilidades, él estaba completamente atrapado entre los brazos de su amigo y el piso, pero eso le daba una idea. -Abrázame -Dijo de repente.


- ¿Qué? -Soltó nervioso.


-Abrázame e impúlsanos hacia un lado, usa el peso de los dos. -Explicó- Si logramos voltear esto saldremos.


Meditó la petición, era una buena idea. Lo abrazó con fuerza sintiendo su corazón acelerarse, realmente estaba muy nervioso. Respiró hondo y se impulsó hacía un lado, golpeando el muro del casillero con su hombro, este se tambaleó, tuvo que repetir la dolorosa acción un par de veces más hasta que finalmente consiguió girarlo. Apenas cayó a un lado, la puerta se abrió liberándolos.


- ¡Lo lograste! -Exclamó Flug, se arrastró hacia afuera.


-Sí… y creo que me disloqué el hombro… -Se quejó saliendo lentamente detrás de él.


El chico lo ayudó a salir, realmente se veía mal, su hombro caía de forma anormal. -Quizá también haya que reparar eso…


-Juro que algún día estaré blindado como una máquina, eso me haría la vida más fácil… Odio a Nicole…



Los años pasaron rápido, corría el tercer y último año de bachillerato. La escuela nunca fue más interesante, a pesar de que muchas veces se volvió una prueba de supervivencia contra los bravucones, ambos chicos consiguieron defenderse satisfactoriamente y llegar vivos al final de su estancia en esa academia.


El joven ojiverde escuchaba con atención las instrucciones de su maestro, un viejo veterano de guerra, aviador. El curso se volvió algo de su vida diaria, ese taller contaba con varios niveles, habían avanzado tanto que estaban a punto de conseguir un permiso de vuelo, solo debían pasar la prueba final de conducción. Ahora escuchaban la clase fuera del aula, en una práctica en un aeropuerto privado atiborrado de aviones de diferentes tipos, desde aviones de viaje comunes, hasta avionetas militares.


Su segunda experiencia en un avión fue completamente diferente a lo que esperaba, no hubo miedo, solo una necesidad de comenzar a volar de inmediato, muy extraño, pero lo deseó en cuanto puso los pies en el avión, era como si el aire lo llamara.


Escribía rápidamente en su libreta, todas las notas que pudiera tomar. Tenía puesta su bolsa de papel y unos googles que su compañero de vivienda diseñó para él y su problema de sensibilidad. Su amigo estaba justo a un lado, con una bolsa similar y los mismos googles, aunque por razones muy diferentes que deseaba ocultar.


El maestro daba una indicación muy interesante, les otorgaba el permiso para explorar los aviones, quería que pudieran diferenciar fácilmente cada uno y señalar esas características.


Flug, entusiasmado, tomó a su compañero del brazo y lo llevó al avión más cercano.


-Oye, tranquilo. -Pidió, enternecido por la emoción del chico.


-No puedes pedirme eso llegado este momento. -Flug escudriñó todo el avión desde el exterior hasta el interior, era realmente emocionante, podría ver con detenimiento cada detalle sin restricciones- Quiero ver los controles.


-Los has visto un millón de veces. -Comentó tratando de seguirle el paso y hacer sus propias anotaciones.


-Pero nunca estuve tan cerca.


Ese entusiasmo a veces le asustaba, le daba la impresión de que su amigo tomaría el control de uno de esos aviones y trataría de conducirlo él mismo, era una obsesión extraña, se preguntaba si su experiencia de la niñez tendría que ver con eso. Ya eran años de conocerlo, aún era difícil de descifrar, era tan ingenuo, tierno y hasta lindo la mayoría del tiempo, pero otras veces era curiosamente desquiciado, jamás vio a nadie tan interesado en las pruebas con humanos en nombre de la ciencia, aunque los aviones eran cosa aparte.


Flug entró a la sala de control, no era nada tan especial, era un avión comercial, común, blanco y de tamaño medio, fácilmente diferenciable del resto y sabía que sería el último avión en el que sus compañeros se verían interesados en entrar, eso le daba tiempo de apreciarlo adecuadamente. Paseó las manos por la serie de palancas y controles que tenía enfrente, muy llamativo.


- ¿Quieres que te deje a solas con el avión? -Se burló Slug.


-Me encararía. -Respondió entre risas- ¿No es fascinante? Estamos tan solos que justo ahora podría echarlo a andar y nadie lo notaría.


-Sí y probablemente caserías pronto por la falta de combustible, no creo que estén completamente funcionales, parecen más de exhibición.


-Puedo arreglarlo…


Slug enarcó una ceja. -No estás hablando en serio ¿Cierto?


-No… -Murmuró, pensativo.


El joven moreno miró por la ventana, parecía haber algo de revuelo afuera. -Creo que Nicole está molestando a alguien otra vez, iré a ayudar.


-Te va a dar una paliza de nuevo.


-No le será tan fácil como antes de la última reparación. -Dijo alejándose señalando a su cabeza.


-A veces tienes espíritu de héroe.


-Cállate. -Respondió antes de irse.


Bajó los peldaños de la escalera metálica, efectivamente alguien estaba en apuros, esa chica tenía serios problemas de ira, sentía pena por quién quiera que fuese su supuesto novio, debía ser un sujeto valiente.


Apenas bajó el último escalón la puerta del avión se cerró de golpe, se giró rápidamente, desconcertado. Su preocupación creció cuando el motor del avión se encendió.


- ¡No! ¡Flug! ¿Qué rayos estás haciendo?


El joven ojiverde no fue capaz de escuchar la voz de su amigo, pero pudo verle tratando de cubrirle el paso. No estaba seguro de lo que hacía, solo sentía que debía hacerlo, las emociones lo habían dominado, el deseo por intentarlo y la adrenalina lo dominaba, no quería desperdiciar esa oportunidad, aunque no estaba midiendo las consecuencias. Un grupo de estudiantes, acompañados por su maestro, se acercaron corriendo desde el otro lado de la pista, pero no llegarían a tiempo. Sin más, hizo todo el protocolo que le enseñaron, el avión comenzó a avanzar.


Slug lo siguió, corría junto al avión tratando de llamar su atención, hasta que el avión se despegó y no pudo seguirle más. Desesperado, se dirigió a la salida del aeropuerto, estaba seguro de que seguir un avión a pie era la idea más tonta del mundo, aun así, corrió con todas sus fuerzas. Llegó a la ciudad, el avión ya no era visible desde hacía mucho, pero no dejaría de correr, no tenía un plan, solo mucho miedo.


Sacó su teléfono, marcaba incesante su número, pero la línea solo sonaba una y otra vez hasta cortarse.


- ¡Flug! ¿No puedes ser más idiota? -Se quejó enfadado dejando el mensaje en el buzón.


Corría por las calles, cruzaba sin cuidado cada avenida, hasta que ocurrió lo inevitable. Un automóvil blanco y lujoso le cortó el camino, lo golpeó con fuerza, no pudo frenar a tiempo y terminó por chocar con el joven lanzándolo algunos metros a la distancia, un accidente preocupante desde el punto de vista de los angustiados espectadores, más de un peatón se acercó a tratar de ayuda al chico.


Del automóvil bajó un hombre maduro de aspecto muy elegante, cabellera blanca y ojos azules. Portaba un sombrero de copa blanco y se apoyaba en un bastón. Se acercó sin nada de prisa, miró desde arriba al joven que lastimó.


Slug se encontraba al borde de perder la consciencia, adolorido, completamente aturdido. Miró hacía arriba, su vista estaba borrosa. Solo pudo ver a un hombre acercarse y sonreír, podía jurar que vio su humano rostro distorsionarse, su sonrisa de dientes afilados ensancharse y su aspecto cambiar en un instante. No hubo tiempo de reaccionar, al fin cayó en la inconsciencia.



Flug volaba preocupado, o, mejor dicho, caía angustiado. Era predecible, la máquina no estaba en condiciones de volar. Después de un largo y emocionante viaje, el avión comenzó a fallar, ya no tenía control alguno de la máquina, ahora solo buscaba alguna solución para no morir, pero el vehículo no estaba equipado, no había paracaídas, no tenía nada. Toda su emoción nubló su juicio, no escuchó las advertencias y ahora pagaría las consecuencias de su imprudencia.


-Ay virgencita… -Exclamó antes de estrellarse.



-Son incompetentes, estultos, insignificantes. -Se quejó- No hay nadie que tenga el nivel que requiero para el puesto.


-Ya se lo dije, pronto obtendrá lo que desea.


El villano ensombrerado compartía una taza de café en su oficina con una preciosa y elegante dama de piel aguamarina. Ambos charlaban uno frente al otro, tenían uno de esos momentos amenos de catarsis que solían compartir ocasionalmente. Black Hat expresaba su hartazgo, la gota que derramaba el vaso de la incompetencia de sus subordinados. Durante años cada científico caía uno a uno, ninguno aportaba lo que presumía y su paciencia se agotaba, los proyectos no avanzaban, los encargos no estaban listos a tiempo.


-Ugh ¿Qué tan pronto?


-Mi querido lord, usted sabe que mis visiones son precisas, al menos lo que consigo ver en ellas, -Sonrió enternecida- no debe angustiarse, lo que desea llegará hoy mismo, como… -Meditó sus palabras- caído del cielo…


Black enarcó una ceja, dudoso. -Extraña elección de palabras.


-Lo digo literalmente. -Se encogió de hombros- Debe ser inteligente cual debe y siempre es, pero un tanto más permisivo, le aseguro que lo que llegará es justo lo que busca, solo debe ser paciente, las circunstancias serán sumamente extrañas.


El demonio bebió un sorbo de café. - ¿Cómo lo sabré?


La dama estuvo a punto de responder, pero un gran estruendo le robó las palabras de la boca. El sonido de un fuerte golpe los sobresaltó a ambos, la casa entera se sacudió terriblemente, algunos muebles cayeron al suelo y un polvo blanco se desprendió del techo.


- ¡¿Que mierda acaba de pasar?! -Gritó furioso. Se puso de pie y caminó a la salida.


-Esa es mi señal. -Comentó la dama siguiéndole el paso hasta adelantársele- Sus deseos ya fueron concedidos, mi lord.


-Pudo alertarme sobre esto, Belle Mort. -Reclamó.


-Lo habría evitado y no se cumpliría.


-Probablemente…


-Por cierto, mi lord, -Inició mientras caminaba junto al enfurecido demonio- mis fuentes confirman que han visto a su hermano merodeando por la academia.


Black gruñó fastidiado. -Me ocuparé de eso después, esto ahora es más importante que las ideas idiotas de mi estúpido pariente.


Belle rio por lo bajo, se desvió de la dirección que tomaron. -Bueno, mi señor, me despido, le deseo la mejor de las suertes. -Comentó sonriente antes de seguir su camino.


El ensombrerado no respondió, la dejó marcharse, la miraba con recelo, usualmente cuando ella hacía esa clase de gestos y lo abandonaba a su suerte era porque no estaba preocupada y muy probablemente algo grande se avecinaba, lo suficientemente importante como para divertirla. Siguió su camino a pasos agigantados, a medida que se aproximaba, la nube de polvo era más espesa y las luces del techo parpadeaban o ya no encendían más. Su nuevo par de subordinados admiraban la catástrofe al final del pasillo, no teniendo el valor para acercarse más. Uno de ellos se fijó finalmente en su jefe que se acercaba enfurecido.


-Se… señor, tenemos un problema.


-Ya me di cuenta, idiota. -Respondió sin prestarle demasiada atención.


Miró el suelo con atención, estando en la planta alta era de esperarse que con tremendo impacto el piso se estuviera resquebrajando. Agitó la mano, todo el humo y polvo se disipó de inmediato, logró vislumbrar al fin el gigantesco avión insertado en el techo hasta atravesar una parte del suelo. Afortunadamente el vehículo no era muy grande, o al menos su mansión lo era mucho más, el peculiar choque solo provocó que una habitación fuera completamente destrozada, una de tantas en toda la mansión, no era la gran cosa, lo que realmente lo tenía furioso era el atrevimiento y la intromisión.


Suspiró resignado, estaba seguro de que sus tontos subordinados no podrían hacer nada por ese asunto. Sin nada de temor caminó entre los escombros, abrió la puerta del avión de un tirón y se metió en él, teniendo que agachar la cabeza, el techo era demasiado bajo. Esperaba la peor escena o la más satisfactoria desde su punto de vista, algún humano idiota hecho pedazos, sin embargo, la escena fue muy diferente, pero no dejaba de ser interesante.


Un joven de cabellera castaña y múltiples cicatrices en el rostro, se encontraba tumbado en el suelo, una parte del cinturón de seguridad aún lo sostenía, la bolsa de papel en su rostro estaba completamente desgarrada, solo un trozo de papel estaba en su cabeza, sus googles rotos se hallaban tirados a algunos centímetros de distancia, estaba inconsciente e ileso, extrañamente ileso.


Black se inclinó, tomó su rostro con una mano, apretando sus mejillas, observándolo con detenimiento, estaba vivo y lo recordaba perfectamente. -Aún es difícil saber si es suerte o desgracia…



Abrió los ojos, se levantó de golpe en un lugar desconocido, intentó levantarse, pero un catéter adherido a su brazo lo detuvo. Junto a él, una enfermera lo observaba asustada por su comportamiento. El joven moreno cayó en la cuenta de dónde se encontraba y los recuerdos volvieron a su mente.


- ¡Oiga! -Llamó exaltado, provocando que la mujer retrocediera, se arrancó el catéter de un tirón y caminó hacia ella- ¿Ha llegado alguien más? Un chico como yo, en algún accidente horrible ¿Está aquí?


La enfermera negó lentamente, asustada y desconcertada. - ¿Te encuentras bien, niño? Te golpearon muy duro, y no te ves bien, deberías recostarte.


Slug se talló el rostro, frustrado, caminó al baño, se miró en el espejo, estaba ileso ¿Cómo no lo estaría? Él mismo se había ocupado de eso. Estaba seguro de que la enfermera no estaba asustada solo por su comportamiento, su apariencia no era normal. Desde un tiempo atrás, él y su compañero se ocuparon de un proyecto un tanto peligroso, ahora su rostro y una buena parte de su cuerpo estaban llenos de circuitos y porciones metálicas. Su rostro no había sido demasiado tocado, apenas algunos cables sobresalían de la piel de su frente, el problema real eran sus ojos, de esclerótica oscura y pupila roja, la parte más compleja que llevaron a cabo con éxito, aunque eso lo dejó fuera de clases por al menos dos semanas. Seguía siendo un proyecto inconcluso y su compañero estaba fuera de la jugada, desaparecido y él enclaustrado en un hospital, tenía que salir de ahí.


Regresó a la habitación, miró a todas partes. - ¿Dónde están mis cosas? Tengo que irme.


-Lo siento, no puedes irte ahora, aún no estás dado de alta.


-No me importa, deme mis cosas. -Exigió.


La mujer se negó firme. -Creo que deberías esperar a tus familiares.


-Yo no tengo familiares. -Mintió.


-Uh… bueno, entonces a la persona que te trajo aquí, dijo que volvería.


El chico reaccionó confundido, nunca pensó en eso, creyó ser traído por una ambulancia. - ¿De qué habla?


La enfermera rebuscó en el bolsillo de su bata, sacó un sobre de una carta y se lo entregó. -Un sujeto muy elegante te trajo aquí inconsciente, dejó esto para ti, dijo que sabrías quién era.


Slug inspeccionó el sobre, sacó de él una hoja de papel doblada en cuatro, en ella se encontraba escrito un mensaje en una letra cursiva difícil de descifrar, aunque no le fue tan complicado con todo el entrenamiento que tuvo leyendo los apuntes de Flug, el mensaje decía: "¿Hasta dónde llegan tus ambiciones?" Sin embargo, no era lo único que contenía el sobre, extrajo de él una tarjeta blanca de presentación, en ella había impreso un logo con forma de un sombrero de copa en color celeste, en el reverso se mostraba una dirección.


- ¿Lo conoces? -Volvió a hablar la enfermera.


-Uh... Sí, algo así…



La cabeza le daba vueltas, el sitio le era familiar, pero no conseguía hilar correctamente los recuerdos, algunos de ellos no tenían sentido. Parpadeó varias veces, movió la cabeza buscando volver del extraño viaje de memorias fragmentadas en el que se hallaba. Consiguió que su vista se aclarara por completo, se vio a sí mismo sentado en una silla, alguien lo sostenía de los hombros. Frente a él estaba un gran escritorio elegante y justo detrás, un ser oscuro y ensombrerado lo observaba sonriente.


-Bienvenido de vuelta. -Saludó.


Flug reaccionó asustado, trató de levantarse, pero un hombre con bata blanca lo sostenía de los hombros con firmeza y mucha fuerza.


- ¿Qué? ¿Cómo?..


- ¿Cómo llegaste aquí? Caíste de cielo. -Respondió sarcástico- Muy valiente al entrar a mi mansión por la fuerza y sin estar armado.


-Yo no quería… ¿Caí del cielo? -Cuestionó confundido- ¡El avión! -Exclamó tomando completa consciencia de la situación. Una sensación fría le recorrió el cuerpo, si el avión había caído sobre la mansión, no quería imaginar el tremendo daño que debía tener y, si estaba dañada, él debería pagar las consecuencias, obviamente no estaba sentado en esa silla para tomar el té.


-Que perspicaz… -Murmuró- La pregunta es ¿Qué harás para compensarlo?


Flug lo miró afligido, no tenía la menor idea. -Yo… le pagaré.


-Ah ¿En serio? -Dijo sarcástico, sonriente, podía estar mostrando sus dientes, pero en su mirada había un brillo lleno de ira- Debes ser millonario.


-No lo tengo ahora… -Se atrevió temeroso- pero si me da algo de tiempo yo podría…


Black soltó una risotada. -Evidentemente no está entendiendo el grave predicamento en el que se encuentra. -Se puso de pie, hablaba con mayor propiedad- Un mocoso, débil y menesteroso estrelló un avión comercial en el techo de una mansión antigua y ostentosa, propiedad mía, evidentemente ¿Cómo suena eso? ¿Le parece que tengo la suficiente paciencia como para esperar una retribución por el perdón de su miserable vida?


El chico torció los labios, estaba seguro de que un trabajo de medio tiempo no le ayudaría a pagar una deuda como esa. Debía pensar en algo, no quería acabar con su vida en ese momento y de esa manera por algo que consideró una aventura manejada de forma pésima. -Puedo trabajar para usted. -Se apresuró a decir, no era el científico más hábil, de hecho, era solo un científico en proceso, pero se consideraba apto para sustituir a los empleados de ese acaudalado individuo, y suponía que la paga no podía ser demasiado mala.


El demonio ladeó la cabeza, era una propuesta interesante. - ¿Qué le hace pensar que puede ser de utilidad para mí? Debería poder aportar algo imprescindible como para creer que eso compensará su falta.


-Soy su estudiante becado. -Comentó aparentando orgullo- Eso debe decirle algo.


Un comentario bastante atrevido, el demonio borró su sonrisa. Podría comenzar por decir que fue un error de su incompetente ex empleado haber otorgado una beca, algo que le costó la vida, sin embargo, era verdad que le sugirió su dichosa academia por una razón: él tenía mucho potencial. Tenía algo de curiosidad por saber cómo había desarrollado sus habilidades, si sus ambiciones eran las mismas. El héroe dorado tenía bastante tiempo sin hacer una aparición, no se sabían detalles al respecto, pero, si el chico continuó con sus estudios, significaba que el suceso no lo desmotivó en lo absoluto, si podía seguir con sus intenciones de crecer en el mundo de la villanía entonces no era mero apasionamiento temporal. No respondió de inmediato, se sostuvo el mentón, lo observó pensativo, la dama pooka le indicó ser paciente e inteligente, se suponía que él era lo que estaba buscando, aún no lo comprobaba, pero la mujer no fallaba, de cualquier manera, no le haría saber ese detalle al chico, debía mantenerlo en el sitio en dónde se encontraba, como alguien que debería vender su alma.


Sonrió ladino. - ¿Te gusta el ajedrez?


Flug mostró desconcierto. -Uh… sé jugarlo.


-Hagamos una apuesta… -Sonrió amplio, chasqueó los dedos.


Otro hombre caminó desde la puerta de entrada, tomó una caja de madera de una cajonera y la puso sobre el escritorio, la caja era un tablero de ajedrez, en su interior habían piezas hermosas de un ajedrez en colores oscuros, las figuras no eran tradicionales, estaban excelentemente bien detalladas, realistas, cada rostro de estas era remplazado por un cráneo, incluso el caballo era completamente esquelético, los ropajes de los reyes portaban preciosos bordados tallados en ese mármol negro y tinto. Una vez acomodada cada pieza en su sitio, en medio de ambos individuos, el sujeto permaneció a un lado.


- ¿Apuesta? -Murmuró dudoso y atemorizado, una apuesta con un demonio no era una buena idea.


-No soy alguien benevolente y no sucederá hoy. -Aclaró de antemano- Te daré la oportunidad de no morir, jugarás una partida conmigo, si yo gano te torturaré lentamente hasta tu muerte y me apoderaré de todos tus bienes y los de tus seres queridos y conocidos, los asesinaré a cada uno de ellos y cualquier vestigio de tu existencia será borrada de este plano existencial.


Flug tragó pesado. - ¿Y si yo gano?


-Si tú ganas vivirás, pero tu alma será mía, trabajarás para mí el resto de tu vida, harás tú solo el trabajo de todos los empleados que tengo ahora y lo harás bien o morirás con tormento. -Hizo un pequeño silencio- Una vez saldada tu deuda económica por los daños a mi mansión tal vez recibas una paga. -Extendió una mano- Entonces ¿Jugaras por perder tu vida o ganar tu muerte?


¿Era una broma? Eso no podía ser un "premio" por la victoria, de una u otra forma estaba perdiendo su vida por completo, de forma literal o no. Una de las opciones al menos lo mantenía con vida, solo debía cumplir adecuadamente todas sus exigencias ¿Qué tan difícil podría ser?


-Jugaré. -Dijo con firmeza y estrechó la mano que le era ofrecida. Al tocar su mano, pudo sentir su piel erizarse, su cabello crisparse, la energía ajena era poderosa y oscura, estaba haciendo un pacto con el diablo.


El ensombrerado hizo un ademán con la mano, lo invitaba a comenzar. Flug hizo un repaso mental rápido de todas las reglas del juego, tal vez no fue la mejor de sus ideas, era inteligente y el juego se le daba bien, pero no solo no era el mejor, estaba enfrentándose a un individuo que fue comandante de muchas guerras, un estratega innato.


Tomó dudoso la primera pieza y la movió, un triste peón moviéndose una sola casilla, tenía que ser cuidadoso. El villano no tardó mucho en responder a la jugada.


- ¿Cuáles son sus nuevas ambiciones? -Preguntó vagamente, sin quitar la vista del tablero.


Flug parpadeó incrédulo, no podía creer que quisiera comenzar una charla en una situación como esa, claramente no estaba preocupado, mientras a él se lo comían los nervios. -Supongo que aún no las tengo.


Black enarcó una ceja, siguió correspondiendo las jugadas, ya había comido un peón. -Un villano sin ambiciones. -Afirmó desdeñoso.


-No necesito ambiciones para ser un villano. -Comentó con algo de ironía.


-Está tratando de educar al individuo equivocado, señor Flug. -Respondió ofendido, aun guardando algo de calma.


-Solo expongo mi punto de vista. -Se mordió el labio, perdió a su primera torre, pero pudo llevarse el alfil de su adversario- Tengo objetivos, -Admitió- salir de la cotidianidad y darle utilidad a mi inteligencia es uno.


-Podría suceder lo mismo si se convirtiera en un héroe. -Comentó tratando de sembrar intencionalmente esa duda en él.


- ¿Qué significaría ser un héroe?


-Usar absurda y positivamente sus habilidades para generar un bien en la sociedad.


-La sociedad no ha hecho nada bueno por mí y francamente no creo en la causa de los héroes. -Respondió fríamente.


Black prestó disimulado interés en su comentario. -Eso podría convertirlo únicamente en un ser imparcial.


- ¿Y si le dijera que quiero joder al mundo por diversión pura y algo de dinero? -Sonrió tenue y satisfecho, el demonio perdió a su reina.


El villano acabó con su caballo más cercano al rey. -La fragilidad que hay en la maldad por mero entretenimiento podría hacerle cambiar su postura con un astuto discurso de un enemigo.


- ¿No es lo que hace usted? -El ensombrerado lo miró finalmente- Maldad por diversión.


-La villanía sin ambiciones es frágil y yo poseo muchas ambiciones. -Contraatacó


-Demasiadas ambiciones ciegan y ensordecen y eso vuelve a cualquiera vulnerable, si mi maldad no es guiada por ninguna ambición y no existen objetivos que puedan cumplirse por completo y hacerme perder la motivación ¿Qué tan frágil puedo ser? -Explicó, el villano enmudeció- Aunque admito que soy bastante ambicioso respecto a mi crecimiento intelectual… Jaque Mate.


Black observó el tablero, incrédulo ante la frase que soltó el chico, era imposible, ninguna pieza estaba tan cerca de su rey. Permaneció así, apreciando cada una de sus propias piezas y las de su contrincante, repasó cada posibilidad buscando un error, no lo había, no tenía salida, el niño logró que cada una de las pocas piezas que le quedaban rodearan todas sus oportunidades, como si hubiera cuidado con precisión a esas determinadas piezas, como si supiera lo que iba a ocurrir, era un jaque mate legal. Trató de no mostrar sorpresa, aunque era la primera vez que perdía contra un mortal, y la segunda en su longeva vida, el niño logró sorprenderlo, dos veces.


Flug observó temeroso el evidente desconcierto de su adversario, jugueteó con sus dedos, él mismo estaba sorprendido, incluso la conversación ayudó a su concentración. Con el pasar de los movimientos todo se esclarecía, pensaba que para un enemigo confiado en sus habilidades debía ser completamente inesperado, aunque eso significara arriesgarse demasiado y perder la mayoría de sus piezas.


-Jaque mate… -Repitió en un murmuro, chasqueó los dedos desapareciendo el tablero, lo observaba ensimismado, aún trataba de asimilar lo ocurrido. No era un individuo justo, no tenía por qué ser un buen perdedor, sin embargo, por primera vez le pareció más interesante aceptar la derrota, quizá estaba ganando más que perder. Sonrió de nuevo. -Ha ganado, señor Flug. -Admitió- Un trato es un trato, a partir de hoy usted trabajará para mí.


- ¿De verdad? -Preguntó anonadado, en realidad esperaba alguna clase de trampa.


-Sí y tal como he dicho, trabajará para mí el resto de su vida y hará todo el trabajo de mis dos subordinados usted solo, lo que quiere decir que en este momento sobra mano de obra.


- ¿Uh?


- ¿Qué no entiende que hay alguien que le impide realizar su trabajo? Tal vez no desea su vida lo suficiente.


El chico miró a sus espaldas, los dos hombres se miraban confundidos. Era verdad, ellos ya no podían trabajar ahí y, si lo pensaba bien, dudaba mucho que el ensombrerado despidiera a sus empleados como cualquier otro empleador, sería demasiado arriesgado dejar ir a una persona que conociera tan bien la organización. Todo apuntaba a que ellos debían desaparecer.


Devolvió la vista al villano, él paseó la mano suavemente sobre el escritorio dejando a su paso un arma, un revolver. Flug entendió de inmediato el mensaje, el demonio le mostró dos dedos, supuso que quiso indicar que el arma solo poseía dos balas, lo estaba poniendo a prueba, su voluntad y su precisión.


La realidad era que el villano esperaba que flaqueara, era demasiado joven, apenas alcanzaría la mayoría de edad, un niño así no podía disparar un arma sobre dos desconocidos como si se tratara de nada y menos ser lo suficientemente certero. La tercera sorpresa entorno a ese muchacho llegó cuando tomó la pistola sin titubear, dio el primer tiro justo en la cabeza de su objetivo inmóvil. El hombre cayó al suelo mientras su compañero pegaba carrera fuera de la oficina.


El niño no dudó en seguirlo, no podía desperdiciar la bala, se paró firme en medio del corredor y disparó, la bala dio justo en la espalda del científico, cayó al suelo, pero no murió, se arrastraba adolorido. Flug se mordió el labio frustrado, no quería mirar en ese momento al ensombrerado tras haber fallado, sin pensarlo se dirigió a su víctima, debía usar ambas balas para matarlos, pero nadie dijo que la bala debía ser el golpe final. Con la pesada arma metálica comenzó a golpearlo en la cabeza, se montó sobre él y dio golpes, uno tras otro, fríamente, sin mostrar emoción alguna, hasta destrozar su cráneo.


Con el uniforme ensangrentado, la muñeca adolorida y mucho temor, miró de frente al villano, le observaba serio, de repente sonrió satisfecho, chasqueó los dedos y un pergamino se hizo presente justo frente a él.


-Bienvenido a la Organización Black Hat, Doctor Flug, considérese graduado y firme aquí…



En una calle parcialmente vacía, en una zona de la ciudad llena de casas antiguas, algunas abandonadas por el deceso de sus dueños y ausencia de familiares. Un par de niñas charlaban y reían sentadas en la acera, una de ellas, de atado cabello blanquecino y ojos curiosos de esclerótica oscura y pupila brillante, frotaba sus manos, pequeñas chispas luminosas se desprendían de sus palmas. La otra pequeña niña castaña de mirada verde brillante, casi amarillenta, observaba asombrada. La niña abrió las palmas, de ellas salió revoloteando una mariposa brillante, hecha de luz, ambas rieron emocionadas.


- ¡Allister! -Gritó la rubia.


Otro niño, al otro lado de la acera, se giró ante el llamado de su amiga. El moreno niño de cabellos claros recibió la mariposa entre sus manos, de ella se desprendieron un sinfín de pequeñas mariposas más. El grupo río jugueteando con la magia que producían.


-Ay… me encantaría poder hacer eso. -Comentó la chica castaña.


-Loca, tú puedes trepar paredes, -Respondió la rubia- y tienes súper fuerza.


- ¡Niños! -Gritó una mujer en la puerta de una enorme casa- ¡Está lista la cena! ¿Dónde está Walter?


El trío miró para todos lados.


- ¡Aquí! -Respondió animado, el chico de cabellos azabache sonreía ampliamente, sus mejillas pecosas mostraban hoyuelos, tiraba de la mano de un adolescente.


El joven rubio sonreía, saludaba con una mano a los niños, ninguno superaba los doce años excepto él.


- ¡Hermano! -Saludó Allister.


-Ya estoy aquí.


-Es bueno verte, Cris. -Saludó la mujer.


La dama, ataviada en ropajes largos, con una cabellera verde brillante, vaporosa como fuego, chasqueó los dedos, las luces exteriores de la casa se encendieron, entró en la casa con una sonrisa esperando que el grupo la siguiera.


El joven recibió el abrazo de su pequeño hermano, la chica rubia también se acercó de la misma manera a recibir al muchacho.


-Hey, Maggie ¿Has aprendido trucos nuevos? -La niña no respondió frotó las manos de nuevo, de ellas apareció un pajarillo brillante- Puedo ver qué sí. -Él hizo lo mismo, pero un murciélago acompañó al ave.


- ¡Genial! -Gritó la pequeña bruja.


El grupo entró en la casa, la mujer servía los platos de comida, mientras su gran poder le ayudaba a poner la mesa. Walter trataba de imitarla sirviendo jugo en cada vaso, utilizando su magia, pero la jarra temblaba al borde de caer.


-Walt, cariño, será mejor que uses tus manos, no quiero ni un solo plato más roto en esta casa ¿Entendido? -Reprendió.


-Sí, madre… -Respondió decepcionado.


No era su madre biológica, de hecho, no lo era de la mayoría, la pequeña Maggie era la única hija de esa mujer, pero el resto sentía como si también lo fueran. Cada uno de ellos fue acogido con cariño por esa dama, una acción benevolente por parte de alguien no tan puro, pero que no sería capaz de dejar a niños asombrosos abandonados en las calles a su suerte, niños mágicos con increíbles poderes, algunos más mágicos que otros. Uno a uno, por azar del destino, fueron llegando a su puerta hasta formar una gran familia, ella era la gran madre.


Cris se aproximó a la mujer, la ayudó a ordenar. -Y… ¿Cómo van las cosas con Allister?


La mujer suspiró. -Aún no quiere volver a casa ¿Qué dicen tus padres?


El joven hizo una mueca. -Quieren obligarme a decirles dónde está, pero le prometí a Alli que no se los diría, solo me he dedicado a hacerles saber que está a salvo.


La situación era complicada, se trataban de un par de hermanos con un poder increíble y padres comunes. Aquello generó un interminable conflicto en su hogar, algo que provocó el escape del pequeño niño. Al principio fue preocupante, Cris lo buscó por cielo, mar y tierra hasta llegar a él, una vez que se enteró de dónde se encontraba quiso llevarlo de vuelta, sin embargo, él se rehusó, así había sido durante meses, se negaba completamente a volver al caos ¿Cómo lo haría? Encontró un hogar en dónde era comprendido. Como era de esperarse, la dama se ofreció a hacerse cargo, de hecho, les ofreció un hogar a ambos, pero Cris prefirió mantener su hogar en paz, así Allister podría tomarse su tiempo para volver. Lo visitaba ocasionalmente, le preocupaba demasiado que no volviera, tenía tres maravillosos amigos y una madre sustituta, presentía que jamás querría regresar.


Allister y Walter jugaban en la mesa, una galleta pasaba levitando de un extremo a otro, como si fuese un mágico juego de ping pong.


-Niños, no jueguen con la comida. -Regañó la mujer- Y tú deberías estar sentada. -Dijo despegando del muro a la chica castaña y sentándola en una silla frente a la mesa. Se sentó con ellos y suspiró pesado- Ser madre no es fácil. -Le comentó al joven junto a ella.


Cris rio. -Puedo verlo.


Todos comenzaron a comer, eran vegetales y chuletas, todos comían gustosos la deliciosa comida de su madre. El joven le dedicaba miradas fugaces a su hermanito, quería iniciar una conversación que deseaba que saliera muy bien.


- ¿Sabes Alli? Mamá te extraña. -Dijo llamando su atención- Quiere saber cuándo vas a volver.


El pequeño mago se llenó la boca de comida. -Tal vez lo haga. -Respondió mientras masticaba.


-Yo también te extraño… -Comentó pesaroso.


-Podrías venir más seguido. -Sugirió.


-Podrías volver.


-Ya deja de molestarme. -Dijo enfadado.


-No quiero molestarte, de verdad creo que deberías regresar. -Respondió con seriedad.


Allister se levantó de la silla, soltó los cubiertos bruscamente y salió de la cocina. Cris intentó seguirlo, pero la mujer lo detuvo.


-Tranquilo, -Le acarició el hombro- creo que ya es momento de que yo hable con él, por ahora será mejor darle espacio.


Se talló el rostro frustrado. -Ya no sé cómo hablar con mi propio hermano…


Repentinamente, Walter se levantó también, salió de la cocina. - ¡Allister! -Gritó desde lejos.


-Lamento eso. -Se disculpó el adolescente.


-Descuida, son muy unidos.


-Parecen novios. -Se burló Maggie.


La pequeña castaña soltó una risotada burlona ante el comentario.


- ¡Maggie! -Reprendió la mujer- Las dos se quedarán sin postre.


Ambas niñas replicaron molestas, pero la mirada de la dama fue suficiente para hacerles saber que ese castigo podría extenderse una semana.


Madre carraspeó tratando de recuperar la compostura. -Hoy deben dormir temprano. -Miró a la chica castaña- Mañana será un día muy especial para ti.


Pestañeó con desconcierto. - ¿Para mí?


-Sí, -Contestó animada- conocerás a alguien muy especial, te irás por un tiempo, linda, pero vas a divertirte.


- ¡¿Qué?! -Reclamó Maggie ruidosamente- ¿Cómo que se irá? -Abrazó con fuerza a su amiga.


-Será por un tiempo, cariño, es algo muy importante para su futuro. -Aseguró contenta.


- ¿Puedo ir con ella? -Lloriqueó.


Su amiga era todo para ella. Se conocieron desde muy pequeñas, ella fue la primera en llegar a casa, un poco antes que Walter. Desde el primer momento supieron que eran almas gemelas, esas amigas inseparables, hermanas por el destino, separarse era una noticia dura.


-No, querida, tu destino es otro.



En otra habitación, Walter abrazaba con fuerza a su amigo, acostado sobre la cama, el pequeño rubio gimoteaba sobre su pecho. Se ocupaba de escucharlo pacientemente mientras acariciaba su cabello. Entendía su dolor, estaba frustrado, sentía que su propio hermano buscaba aprisionarlo en un sitio donde sencillamente no era feliz. Sabía que no se trataba de eso, era normal que sus padres lo buscaran, solo era un niño, aunque ¿Qué podría saber él? Fue abandonado en las calles siendo muy pequeño, ni siquiera recordaba el rostro de sus padres, ni lo que ocurrió.


Ocasionalmente a él le tocaba suplir a su hermano mayor, Allister era un buen chico, pero la frustración era su debilidad, se quebraba fácilmente y últimamente su hermano no cumplía la función que antes tenía. Chasqueó los dedos, una manta se aproximó flotando y los cubrió.


-Pensé que tendrías frío. -Comentó ante el desconcierto de su amigo.


-Un poco… gracias por estar aquí.


-Siempre. -Aseguró con una sonrisa.


El mago rubio se dejó caer junto a él, limpió sus lágrimas bruscamente, respiró profundo. -No quiero irme.


-Lo sé, pero temo que debas hacerlo pronto, tienes una familia Al…


-Tengo una familia aquí…


Walter lo miró. -La seguirás teniendo, que vuelvas a casa no te hará perder tu lugar aquí, te amamos.


Allister sonrió con burla. - ¿Me amas?


-Solo cuando me regalas tus galletas. -Respondió de inmediato.


El mago rio. -Lo haré más seguido…


Después de un largo silencio, el chico azabache se atrevió a hablar. -Tu hermano te ama también, Allister, creo que solo se preocupa por ti.


-Lo hace por mis padres.


-También lo hace por tus padres. -Corrigió- Él está haciendo lo que cree que es mejor para todos, si quisiera hacerte daño ya les hubiera contado dónde estás, quiere protegerte, es solo que no sabe cómo. -Sonrió dulcemente- Se está volviendo un adulto y los adultos suelen hacer estupideces.


El pequeño rubio lo meditó. Nadie más era tan consciente de lo que sucedía en casa como lo era su hermano, los gestos de extrañeza ante sus habilidades innatas se transformaron poco a poco en acciones turbias, al menos por parte de su padre, apenas se sintió en peligro escapó sin más, pasó días en las calles hasta que esa mujer de ojos oscuros le mostró ser como él y le dio un nuevo hogar. La realidad era que Walt tenía razón, él solo trataba de hacer lo mejor, tal vez estaba siendo muy egoísta, Cris pasó por lo mismo durante muchos años, pero él tuvo que hacerlo solo, quizá ese llamado a volver no era solo en pro del pequeño mago, si no de él mismo.



-Está allá abajo.


-No la veo.


-Si encendemos el candil mi madre sabrá que estamos despiertas, nos dejará sin postre toda la semana.


-Ugh, hazte a un lado.


La pequeña chica castaña levantó la cama de una amplia recámara, lo hizo ella sola con ambas manos. La brujita aprovechó para tomar la liga de su alborotado cabello rubio que se había caído en un descuido. Posteriormente la bajó con delicadeza buscando no hacer demasiado ruido.


- ¡Bien! -Dijo animada atando su maraña de pelos.


Ambas niñas se dejaron caer sobre la cama, miraron el techo en silencio. Estaban enfrentándose a una noticia dura para ambas, ninguna estaba segura de lo que ocurriría, ni de cuándo volverían a verse, simplemente no querían separarse. Se tomaron una mano, como si supieran en lo que estaban pensando, se daban fuerza a través de ese agarre.


La fuerte infante no sabía a qué se refería su madre con un "futuro", era muy joven para pensar en eso, pero suponía que alguien más necesitaba de su gran fuerza, amaba ser fuerte y usarlo para ayudar a su madre era todo un placer. Se preguntaba a quién conocería, sabía que era un hombre, tal vez podía ser un príncipe o alguien tan poderoso como ella, aunque ¿Para qué la necesitaría si era muy fuerte? Quizá era todo lo contrario y buscaba ser protegido o en realidad solo quería que levantara algo muy pesado, podría ser cualquier cosa. Admitía que el cambio la aterraba, solo conocía ese sitio, era su hogar, esa era su familia y la conexión que tenía con esa bruja era inquebrantable, los extrañaría a todos, volvería en cuanto pudiera.


-Vas a volver ¿Cierto? -Preguntó la bruja como si leyera su mente.


-Claro que sí, -Afirmó de inmediato- ¿Tú me esperarás verdad?


-Por supuesto, loca, somos las mejores amigas, estaré aquí para ti y te mostraré todo lo nuevo que haya aprendido.


-Y yo volveré más fuerte para protegerte.


-Lo sé, nunca cambies ¿Sí?


-Jamás.



En una enorme mansión blanca, de curiosa estructura, como un sombrero de copa, un elegante demonio de vestimentas blancas observaba atento a un sujeto que fácilmente podría confundirse con un criminal, vestía oscuro, era tremendamente delgado, sus huesos se marcaban bien al igual que sus profundas ojeras bajo unos ojos delineados, fuera de cualquier tipo de vestimenta el tipo tenía el rostro de llevar una muy mala vida llena de excesos. Vestía de negro y ajustado, como si perteneciera a alguna banda de Glam rock. El hombre se jalaba su cabello negro enmarañado ansiosamente mientras le hablaba animado de sus respectivos problemas, podía lucir demacrado, pero tenía una actitud bastante positiva, lo llamaban Suuder.


El demonio ensombrerado, White Hat, prestaba su debida atención, con una sonrisa estática y sus ojos bien abiertos.


El hombre le hablaba frenético de su necesidad de acabar con una villana bastante mágica, una bruja conocida que refugiaba seres como ella y que aterrorizaba la zona más antigua de la ciudad. Pese a poseer un poder similar, él no conseguía derrotarla.


Mientras tanto, un joven moreno, con una bolsa de papel en la cabeza, hacía anotaciones de las necesidades marcadas del sujeto. De vez en cuando su ojo parpadeaba nervioso cuando él tiraba de su cabello o hacía gestos extraños, le provocaba demasiada ansiedad.


-Pero usted sabe dónde encontrarla ¿No es así? -Cuestionó el demonio, extrañado por las dificultades que enfrentaba el individuo.


-Sí, aunque para llegar debo girar a la derecha y le tengo terror a girar a la derecha, pero no es problema, puedo rodear, el punto es que no logro atravesar el perímetro sin que ella lo note. -Dijo ansioso con su voz chillona.


-Tal vez si girara a la derecha lo lograría… -Murmuró el doctor, ganando una mirada de desaprobación del ensombrerado.


White frunció ligeramente el ceño, la idea que rondaba por su mente no era la más heroica, pero después de todo él era la medida desesperada para todos los héroes. Apoyó la cabeza sobre el dorso de su mano.


-La dama de la que usted habla es un ser muy peculiar, gusta de refugiar huérfanos con grandes dones, es sin duda una madre excepcional… aunque eso depende del criterio de cada quién. -Divagó- Como cualquier madre usted sabrá que tiene una debilidad especial. -Lo miró con complicidad- Yo no desperdiciaría esa oportunidad.


- ¿Sus hijos? -Cuestionó incrédulo.


-Sus hijos. -Confirmó, le extendió una mano al doctor recibiendo de inmediato una carpeta, la puso sobre la mesa dándosela al héroe- Usted decide qué hacer con esta información, mi trabajo está hecho.


El hechicero revisó el contenido, eran varios archivos de investigación de cada uno de los niños que vivían con la mujer, decía sus cualidades, sus debilidades y hasta sus cosas favoritas, algo muy importante cuando se trata de manipular niños. Sonrió ampliamente, era justo lo que necesitaba.


Después de trámites, pagos, documentos firmados y una deuda monumental por la información, el héroe se fue. Slug terminaba de acomodar documentos en la mesa del demonio, se sentía observado, sabía el tipo de mirada que le era dedicada, y también sabía por qué era de esa manera, debía admitir que le incomodaba. Tan solo tenía menos de un año trabajando para el demonio, después de un accidente de tránsito, un misterioso encuentro y finalmente una jugosa propuesta, terminó accediendo a ser su empleado. Poco tiempo le costó entender algunos de sus intereses en él, se mostraba respetuoso, como todo un caballero, podría no ser una mala idea, el problema era que cada vez que veía esa cara, veía a Black Hat, el parecido era monumental, lo atacaban los malos recuerdos, sin mencionar que dudaba que fuera realmente un buen tipo, lucía hipócrita la mayoría del tiempo. Trataba de evitarlo, pero a veces era sencillamente imposible.


De vez en cuando se daba la oportunidad de recordar el pasado, aún buscaba a su amigo, el ensombrerado decía no saber en dónde podría estar, pero le parecía que mentía y eso le daba una señal peligrosa.


-Si no me necesita más, me retiro a continuar con mi trabajo. -Comentó serio y caminó a la salida.


El demonio se apresuró, lo detuvo sosteniendo su brazo, se levantó de su silla y lo observó de frente.


- ¿Necesita algo más? -Preguntó confundido.


White continuó sosteniéndolo, con la otra mano le levantó la bolsa de papel, lo tomó del mentón admirando su rostro peculiar. - ¿Qué edad tienes?


-Dieciocho. -Contestó dudoso.


-Interesante… -Respondió sonriendo, se relamió los labios de forma lasciva.


Slug viró los ojos, ahí estaban otra vez esas insinuaciones, el sujeto no tenía filtros y él no tenía intención de corresponder. -Bien, suficiente. -Dijo soltándose de su agarre y alejándose- Sé muy bien lo que estás haciendo y no estoy interesado, no me importa que seas mi jefe y si por esto vas a despedirme adelante. -Habló con firmeza- Soy tu empleado, tú eres mi jefe y si vuelves a ponerme un dedo encima te lo arrancaré y me aseguraré de que no vuelva a crecer ¿Quedó claro?


El ensombrerado mostró total sorpresa, dejó escapar una pequeña risa corta, sin duda no lo esperaba. Slug era su empleado por excelencia, lo fue desde un principio y así lo planeó, tuvo los ojos bien puestos sobre los dos adolescentes de la bolsa, observando, acercándose poco a poco, finalmente el destino se encargó del resto. Sabía de antemano que no era el chico más dócil, sin embargo, su actitud insolente le terminó resultando bastante refrescante, incluso atractiva, llegando a sentir un poco de culpa por gustar de esa manera de un niño. Verle terminar de romper las barreras del respeto lo hacía aún más interesante.


-Como el agua…



Walter observaba el paisaje desde el techo de su gran casa, se sentaba en la orilla del edificio, moviendo las piernas, jugando con sus dedos. Estaba tranquilo, en completa paz, la calle era silenciosa y su casa estaba vacía. Su madre salió, se llevó a ambas niñas para entregar a una de ellas a un supuesto destino que no entendía, mientras que Allister probablemente disfrutaba de un helado de disculpa por parte de su hermano. Por su parte, prefirió quedarse solo, era cómodo tener un momento para él mismo cuando tenía tantos hermanos en casa.


Por mucho que lo sintiera, realmente no estaba solo, alguien lo observaba desde la lejanía. Un hombre, alto, delgado y lúgubre, lo admiraba desde abajo, oculto casi por completo tras el muro de un callejón, acompañado por una mujer rubia de alas cristalinas.


-Suuder, es un niño. -Comentó la mujer con enfado.


-No es solo un niño, mi Lady, es su hijo adoptivo. -Corrigió.


Harmonie de Paix asomó la cabeza, torció los labios. Aceptó sin queja ayudar a su compañero, era una heroína después de todo, escuchó rumores sobre la villana en cuestión, sabía que era poderosa, que tuviera una debilidad era una gran revelación, era muy famosa por matar héroes como si se trataran de simples moscas. Lo que no la tenía muy convencida era que su supuesta debilidad se tratara de niños pequeños, no le agradaba, ella no lastimaría a ningún niño en nombre de la "justicia".


-Sigue siendo un niño, Suuder, no podemos hacerle daño.


El hombre agitó la mano. -No le haremos nada, solo quiero hablar con él.



La mujer de cabellera verde, admiraba sonriente la enorme mansión del sombrero negro, nunca dejaría de impresionarle. Sostenía a las dos pequeñas niñas de las manos, hacían lo mismo, miraban con asombro el edificio.


- ¿Aquí es en donde voy a vivir? -Preguntó con ligera emoción.


-Sí, mi niña, vamos.


Atravesaron la reja, las niñas caminaron detrás de la dama, se tomaban de las manos, dándose fuerza para poder pasar un largo tiempo lejos la una de la otra.


Maggie la hizo parar, abrió su pequeña mochila y extrajo un regalo para ella, algo envuelto en papel rosado.


-Toma, es para que no te olvides de mí. -Dijo con pequeñas lágrimas en los ojos.


Su amiga abrió el paquete, era un gorrito, muy peculiar, era verde, con ojos y cuernos, como el de algún reptil fantástico, parecía que pertenecía a una chaqueta, era largo, podría cubrir hasta su cuello.


-Es… es hermoso… -Comentó enternecida- ¿Tú lo hiciste?


- ¡Sí! Solo para ti. -Respondió feliz.


Ambas se abrazaron, se tocaban con pertenencia, era una despedida emotiva, se sentía como si fuera permanente y eso les preocupaba a ambas. El momento fue interrumpido cuando el portón se abrió.


-Mi lord. -Saludó la mujer.


En el umbral, el ensombrerado las recibía sonriente, tenía los ojos puestos sobre la pequeña castaña.


- ¿Esta es la criatura?


-Sí, mi señor, es tan asombrosa como le prometí.


La niña lo miraba anonadada, era imponente, elegante, su presencia imponía respeto. Sintió nervios cuando la mujer la obligó a acercarse, él la inspeccionó de cerca.


-Es momento de probar su potencial. -Comentó el villano antes de entrar en la mansión.


Madre les indicó seguirla, caminaron por la aterradora mansión, la duda y el miedo nacieron en la pequeña, no parecía un lugar alegre. Llegaron a una sala blanca, completamente diferente al resto del sitio, era un laboratorio.


-Doctor Flug. -Llamó el villano.


El joven se giró a mirarlos, hizo una reverencia ante la presencia de Madre. -Bienvenida, mi Lady.


-Probaremos las habilidades de la señorita. -Dijo galante el ensombrerado dedicándole una sonrisa a la niña.


El doctor asintió, señaló un cubo de apariencia metálica en medio del lugar. -Este es un bloque de plomo de una tonelada. -Comentó, comenzó a hacer anotaciones.


Observó a su madre con una interrogante, buscando aprobación para llevar a acabó lo que suponía que debía hacer. Al recibir un asentimiento, se frotó las manos mientras se acercaba, había levantado un automóvil antes, seguro eso sería pan comido. La superficie era un poco rugosa, eso fue de ayuda para tomarlo entre sus manos, lo levantó sin esfuerzo, sonreía orgullosa.


-Interesante… -Murmuró el doctor.


-Espléndido. -Admitió el villano- Me parece que tenemos un acuerdo.


La mujer sonrió satisfecha, corrió a abrazar a la niña. -Lo hiciste muy bien, cariño, nos despedimos por ahora, vendré a recogerte en un tiempo.


- ¿Cuándo?


-Cuando estés lista.



El pequeño Walter escuchaba atento un discurso extraño por el cual se supone que debía confiar en las palabras de un héroe. Un sujeto de apariencia singular se acercó hasta donde él estaba, pidiéndole bajar del edificio y hablar más de cerca, una joven rubia venía con él y observaba con desdén al tipo mientras hablaba. Al principio dudó en bajar, pero la curiosidad pudo más, aunque ahora se moría de aburrimiento y quería que se callara.


-Y es por eso que debes confiar en nosotros. -Finalizó.


Harmonie viró los ojos. -Hasta yo dejé de confiar en ti con ese discurso.


-Entonces… -Inició el chico- ¿Quieres decir que mi madre hizo algo malo y por eso estás aquí?


-En resumen, sí. -Admitió.


-Estás loco. -Dijo levantándose y caminando a su hogar.


-Hey amigo, amigo… -Insistió acercándose- Mira, entiendo que amas a tu madre y confías en ella, pero a veces estas cosas pasan, algunas personas no son lo que creemos.


-Mi madre es grandiosa y poderosa, no sé qué hizo, pero no me interesa si a ti no te gusta, seguramente tuvo sus razones.


-Razones muy válidas. -Respondió serio, se tomaba el mentón- Tu madre es grandiosa, es verdad, pero a veces hacer cosas malas por los motivos correctos no puede salvarte de la justicia, la justicia es importante ¿Sabes?


Walt enarcó una ceja. - ¿Por qué?


-Porque nos ayuda a mantener el orden, -Explicó- Sé que amas a tu madre, la cuestión es que a veces es mejor para las personas que amamos que enfrenten sus consecuencias, esas personas aprenden y mejoran.


- ¿Qué quieres de mí?


-Quiero que me ayudes a hacer justicia, que ayudes a tu madre a reconocer lo que hizo mal y pueda mejorar como persona, seguramente entiendes eso ¿No?


- ¿Quieres decir que si te ayudo la estoy ayudando?


-Eventualmente. -Sonrió- Le harías un favor a ella y al mundo.


- ¿Y qué pasaría con ella?


Buscó desesperadamente una excusa, ya casi lo tenía. -Ella tendría que enfrentar consecuencias, sí. -Dijo simulando tristeza- Pero después el mundo aceptaría su redención, ustedes podrían dejar de ocultarse y ella dejaría de pelear por protegerlos, estarían seguros.


El hada rubia carraspeó. -Suuder, querido, podemos hablar un segundo. -Pidió, aunque sonaba más como una orden, jaló al hombre de los hombros hasta alejarlo del niño- ¿Sí entiendes que esto se llama manipulación?


-No es manipulación, solo lo estoy ayudando a esclarecer su mente. –Se encogió de hombros.


La chica frunció el ceño. –Es manipulación. –Repitió- ¡Él es un niño!


-Usaré lo que sea necesario para atraparla finalmente. –Advirtió, borró por primera vez ese gesto sonriente y positivo.


-Entonces yo me largo, no pienso ayudarte con algo como esto. –Sentenció firme.


- ¿De qué hablas? –Confrontó molesto.


-Estás solo, Suuder, pero si me entero de que le hiciste daño a alguno de estos niños, yo misma te llevaré a la cárcel.


El hombre no pudo discutir más, la joven se alejó volando rápidamente, abandonándolo. El hechicero trató de ignorar el suceso y volvió con el confundido niño.


- ¿A dónde va? –Preguntó.


-Tiene algo más que hacer. –Comentó vagamente- Bien, continuemos en donde estábamos ¿Me ayudarás?


Walter hizo una mueca, estaba incómodo, pero no sentía que pudiera negar sus argumentos. Mentía cuando simulaba no tener idea de a qué se refería ese hombre, sabía en qué estaba metida su adorada madre, no era como si estuviera en total desacuerdo, pero pensar que ella dañaba a alguien más constantemente no era algo que le gustara, seguro esas personas tenían familias y más niños, tal vez el sujeto tenía razón.


- ¿Alguien resultará herido?


-Siempre y cuando hagas bien tu trabajo, nada tiene que salir mal.


El pequeño desvió la mirada, se tomó unos instantes para pensarlo y finalmente asintió. –Te escucho.



La niña de cabellos castaños se mecía ansiosa sobre una silla. Después de una emotiva despedida, su madre le indicó esperar a que el hombre del sombrero volviera. Apretaba el lindo gorrito que su amiga le obsequió, daba vistazos fugaces al ocupado científico. Decidió acercarse, no había más con quién hablar.


- ¿Eres un científico loco? –Preguntó inocente.


Flug dejó sus ocupaciones para mirarla, algo que estuvo evitando por mucho tiempo. Sabía bien lo que seguiría, usualmente no tenía problema con ello, después de todo llevaba un año siendo el esclavo del ensombrerado, había visto y hecho demasiadas cosas, tuvo que superar muchos dolores y ansiedades, entre ellos el tener que abandonar sin más a la mujer que le cuidaba y poco después recibir noticias de su lamentable fallecimiento. Estaba acostumbrado a perder a la gente, sabía que ocurriría pronto, ella era muy anciana, pero no negaba que consiguió afectarle, finalmente quedó solo, en una mansión desconocida, trabajando para siempre para un aterrador demonio, sin amigos, sin la posibilidad de hacer una familia, estaba condenado a estar solo. Con el pasar de los meses sus emociones se volvieron grises, planas, resignadas, el miedo era algo común y trabajaba automáticamente, pero de vez en cuando sucedían cosas como esas, llegaba un sujeto de estudio completamente inesperado que cargaría en su consciencia para siempre, esta vez era una niña.


-Sí, lo soy. –Respondió cálido.


Ella sonrió emocionada. - ¿Estás haciendo experimentos?


-Algo así.


-Vamos a vivir juntos, puedes ser mi hermano mayor si tú quieres. –Sugirió.


El joven sonrió enternecido. –Claro, me encantaría.


- ¿Quién es el hombre del sombrero?


-Oh… es mi jefe, el señor Black Hat.


-Es tan elegante, parece un príncipe. –Comentó soñadora.


El doctor rio, le parecía de todo menos un príncipe, pero no rompería sus ilusiones.


Sin avisar, el demonio entró en el laboratorio, se dirigió a su empleado sin mirar a la niña. - ¿Está todo listo?


-Lo está, señor.


-Excelente, comencemos.


Flug tomó a la pequeña de la mano, le pidió que se sentara en una silla metálica dentro de una pequeña cámara con una ventana, era un cuarto que la aislaba del resto del laboratorio, un tablero de controles se encontraba afuera. La ató de manos y piernas, ella no opuso ninguna resistencia.


- ¿Qué vamos a hacer? –Preguntó.


-Haremos unas pruebas. –Respondió mientras le colocaba varios electrodos entre su abundante cabellera castaña, le quitó el gorrito verde de las manos y se dirigió a la salida- Quédate quieta.


Se posicionó junto a su jefe, este miraba atento al interior de la sala, a su jugoso obsequio. Tomó una palanca junto a los botones del mando, esperó una indicación. Apreciaba a la niña también, con un poco de remordimiento, no le sucedía muy seguido, pero, cuando pasaba, su estómago se agujeraba, ella era buena e inocente, estaba seguro de que no merecía eso, su único delito fue ser muy especial.


-Adelante. –Ordenó el villano.


Hasta las afueras de la mansión, los agudos y desgarradores gritos de una pequeña niña resonaron con fuerza.



Maggie viajaba en la limosina que el ensombrerado les prestó para volver a casa, miraba la ventana sumamente molesta, detestaba haber tenido que salir de ahí sin tener idea de cómo viviría su amiga. El hombre del sombrero no le caía bien, miraba muy raro a su amiga y ella fue completamente ignorada, le arrebató lo que más quería ¿Cómo no estar molesta? Comenzaba a odiarlo y no lo conocía. Observó a su madre, ella leía el periódico mientras viajaban, en primera plana se mostraba la noticia de la misteriosa muerte de un campeón olímpico de tiro con arco, parecía tan tranquila.


Salió de sus pensamientos molestos cuando vio un escenario peculiar frente a su casa. Su madre y ella salieron rápidamente de la limosina, incluso sin estar frente a su puerta. Un hombre delgado y extraño estaba parado en medio de la calle, sostenía de los hombros a su hermano, Walter miraba al piso, quieto, un aro de luz atrapaba sus brazos.


- ¡¿Qué está pasando aquí?! –Gritó la mujer.


-Hola. –Saludó Suuder, alegre- Es todo un placer verla, bella dama.


-Aléjate de mi muchacho. –Ordenó- Maggie, quédate detrás de mí.


La niña apreciaba la escena confundida, su hermano ahora la miraba con un gesto de culpa. Dirigió su atención hacia su casa, frente a la puerta, Allister y Cris estaban sentados, atados de brazos y piernas, con la boca cubierta, las cosas no estaban bien, incluso los vecinos habían cerrado todas las ventanas y cortinas.


-Me gustaría. –Torció los labios, como si esa fuera una petición complicada- Pero resulta que tenemos cuentas pendientes.


- ¿Qué es lo que quieres? –Cuestionó recelosa.


-Mamá… -Habló Walter- Tienes que entregarte, él va a hacerme daño.


La mujer se retrajo, realmente esas no eran sus palabras, lo conocía muy bien, algo había sucedido ya, pero definitivamente su niño estaba en peligro. Suuder podía ser un héroe, pero tenía un historial muy oscuro, especialmente involucrado con niños, aunque pocos lo sabían, ella principalmente, el motivo por el cuál era tan buscada por él era por la información que tenía y el motivo por el cual le permitían cazarla era porque tenía la bella costumbre de despellejar hombres y exhibirlos en las calles, asesinar hombres con turbios gustos por los niños, algo que ella no toleraría jamás.


-Tranquilo, cariño, vas a estar bien. –Habló calmada- Maggie, linda tienes que hacer eso que estuvimos practicando.


-Pero Allister lo hacía mejor. –Replicó angustiada, no comprendía por qué Walter no se liberaba solo, era un excelente escapista.


-Mi niña tienes que ser valiente, todo estará bien.


Maggie respiró profundo, ese era el momento perfecto para que su amiga estuviera ahí con ella. Juntó sus manos, se concentró todo lo que pudo. Un pequeño aro luminoso se dibujó a los pies de Walter.


Apenas Suuder notó la acción de la niña, trató de evitarlo, pero el pequeño niño cayó por el agujero. Madre atacó de inmediato apenas dándole tiempo de defenderse. Hasta su poder era elegante y bello, las llamas en sus manos tomaban formas simétricas, pero no era fuego, se trataba de su energía efectuando sus deseos.


Walter cayó, el nuevo portal se dibujó algunos metros detrás del héroe. La pequeña reaccionó frustrada al ver que había fallado, intentó traerlo hacia ella, pero solo lo alejó más. Estaba realmente desconcertada, por el contrario de huir, su hermano permaneció quieto en donde el portal lo dejó, con un gesto angustioso y empapado en culpa.


Buscó todas las posibilidades, el tétrico héroe estaba ocupado, podía liberar a los demás. Corrió hasta ellos, esquivaba como podía los ataques desviados de los contrincantes. Su madre invocaba poderosos espíritus que intentaban atrapar al héroe, él se defendía y trataba de atrapar a la villana tal y como lo hizo con los demás.


Cris negaba con la cabeza, le suplicaba con la mirada que no se acercara, no quería ver que saliera lastimada. Estaba tratando de soltarse, admitía no ser el más hábil en contrarrestar magia ajena, probó muchas técnicas, pero las ataduras lo rechazaban. Trataba y trataba cada vez más desesperado, mientras que Allister usaba su habilidad para generar portales para evitar que los ataques los dañaran, quería transportarse hasta donde estaba Walter, pero no podía controlar ambas cosas a la vez.


Finalmente, la brujita se abrió camino, pero no intentó desatarlos, se paró frente a ellos, generó un escudo y los protegió. –Allister, transpórtanos al interior de la casa.


El héroe notó la acción de la chica, intuía lo que planeaban, no lograba frenar a madre. Cobardemente comenzó a atacar a la niña que apenas podía defenderse, tal vez no alcanzaría a la mujer, pero podía distraerla.


- ¡Allister! No puedo. –Se quejó Maggie.


Madre, enfurecida, atacó a matar, ya no le importaba, perdió la compostura por completo, consiguió doblegar al villano. Apreciaba tranquila cómo el pequeño mago conseguía sacarlos de ahí, excepto por Walter.


Suuder, desesperado, divisó a su único objetivo vulnerable, recitó palabras arcanas, su mirada se volvió oscura y una chispa negra salió de sus dedos en dirección al niño. Repentinamente, un portal verdoso se interpuso y frente a él, Madre recibía su ataque, sin protección alguna, como una medida desesperada por defender al pequeño hechicero.


- ¡Mamá! –Gritó Maggie desde la ventana de la gran casa, un grito que provino desde lo más profundo de su ser.


La mujer si miró a sí misma, una marca negra y profunda atravesaba su abdomen, parecía crecer, como raíces se apoderaba poco a poco de ella hasta llegar a su pecho. Se dio la vuelta, abrazó a Walter con sus últimas energías. –Vas a estar bien, todos van a estar bien. –Pronunció lene.


Cris salió de la casa, no era tan fuerte como ella, pero daría hasta su último aliento por proteger a esos niños. Sus ojos brillaron, se pusieron en blanco, habló en otra lengua, el idioma de los magos, cada vena visible en sus brazos y en su rostro se encendió también. Las nubes se aglomeraron, nubes oscuras que relampagueaban.


Los rayos comenzaron a caer, asestaban un golpe tras otros acorralando al héroe. Walter se abrazaba aterrado al cuerpo inerte de su madre. Él lo prometió, juró que nadie saldría lastimado y ahora su madre estaba muerta. Miraba con horror como Cris era herido, Suuder usaba su poder para lanzar los objetos que tenía a su alcance, observó cómo juntaba las palmas y, al abrirlas, aparecía una larga espada oscura que desprendía una energía rojiza y se lanzaba contra él.


El mago repitió la acción, su espada blanca chocó contra la del héroe, estaba muy cansado, pocas veces había luchado, era difícil cuando su contrincante moldeaba su arma y la transformaba una y otra vez en una herramienta distinta, sin mencionar que la naturaleza se ponía poco a poco en su contra.


-Tenemos que ayudarlo. –Comentó Allister.


-No podemos, Alli, él lo hace por protegernos, tenemos que irnos.


-No voy a dejar a mi hermano aquí, no con el traidor.


- ¿El traidor?


- ¡Walter hizo esto!


La pequeña no creía lo que oía, la furia en los ojos de Allister le decía que era verdad, su hermanastro los traicionó, su madre estaba muerta por su culpa. Estaba muy conmocionada para asimilar ese hecho, la veía ahí, en el suelo, apenas recargada en Walter, pero esa información no se procesaba bien en su cabeza.


Como un regalo del cielo, una serie de rayos cayeron en dirección al héroe, lo alejaban poco a poco del joven. La tierra se abrió, gruesas raíces intentaron atraparlo. Rápidamente, Harmonie de Paix se abalanzaba sobre él cayendo de los aires. Su poder era mucho, el hada no podría sola, las nubes se abrieron y otro ser alado cayó del cielo, era un ángel de cabellera pelirroja, portaba una gran espada, Angelorum lo atacó sin miedo.


Cris retrocedió, cansado, observaba a las mujeres pelear con valor, no escatimaban en violencia. Observó a Walter en medio de la batalla, aún paralizado, abrazando el cuerpo de madre. Corrió hasta él, con mucha dificultad lo hizo soltarse del inerte cadáver, lo cargó entre sus brazos y corrió hasta la casa.


Suuder y Harmonie tenían una batalla eléctrica que Angelorum luchaba por evitar, el hechicero se negaba a dejar de usar los rayos del cielo, le daba una ventaja contra el ángel. El hada no podía permitirse dejarlo ir, usó toda sus fuerzas para que comenzara a llover, las nubes dejaron caer gruesas gotas, pronto la lluvia se volvió una tormenta.


-Mi cuerpo resiste los rayos, Suuder, la naturaleza es una conmigo, pero tú no podrás resistirlo con un conductor tan fuerte sobre ti, te lo advierto. –Amenazó la rubia.


El hechicero se vio atrapado, no tenía demasiadas fuerzas, no podía usar su poder de ultratumba con Angelorum cerca y con Harmonie la naturaleza estaba en su contra, ni siquiera su arma respondía más. Las palabras del hada le dieron una idea, se iría de ahí, probablemente a la cárcel, aniquiló a su objetivo, pero visualizaba el futuro, la venganza tenía cuatro caras, simples niños en su mayoría, lo mejor que podía hacer era eliminar los más posibles obstáculos de su camino. Pudo ver al joven recoger al pequeño hechicero y correr a tratar de refugiarse, no podía permitírselo. Con su último esfuerzo concentró un potente rayo que cayó del cielo justo hasta ellos dos.


Anticipándolo, Cris arrojó lejos a Walter quien fue atrapado por el ángel pelirrojo. El rayo cayó sobre él, sintió su cuerpo arder y lo último que vio fue a su hermano gritar por él.


- ¡No! ¡Maldito brujo estúpido! –Gritó Harmonie, furiosa mientras el hombre caía inconsciente al suelo después de ver arder a su objetivo. El hada corrió en dirección del joven, se arrodilló junto a él, tocaba su piel quemada y buscaba algún signo de vida- ¡Ángel! –Llamó a su amiga con desesperación.


-Lo siento Har… -Respondió con pesar bajando al suelo con el niño en brazos- Me temo que ya no hay nada que hacer…


Allister salió de la casa, se postró junto a su hermano. –Cris… ¡Cris! Despierta por favor ¡Cris!


Maggie apreció la escena, pero había algo más que ver para ella, corrió a buscar a su madre. La mujer parecía dormida, pero no respiraba, su abdomen tenía una gran marca negra, seguía extendiéndose por su cuerpo. –Mamá… -Llamó entre gimoteos- Madre, voy a traerte de vuelta, -Tomó su mano- me haré fuerte y te voy a traer de vuelta conmigo, lo prometo.


-Lo siento tanto… -Pronunció Harmonie entre lágrimas- Lamento no haber hecho más por ustedes…


El pequeño mago no respondió, lloraba desconsolado. Se acabó, todo terminó para él, para Maggie, ya no tenían un hogar, perdió a su nueva madre, a su hermano y su mejor amigo era un traidor. Se levantó enfurecido, empujó fuerte al niño de cabello azabache que solo miraba la escena, en completo shock, seguía sin responder o hacer nada más que mirar.


- ¡Esto es tu culpa! ¡Tú hiciste esto! –Le gritó en la cara- Tú lo ayudaste, tú mataste a madre y a mi hermano… -Recriminó- ¿Cómo pudiste Walt?


-Yo…-Habló finalmente- yo quería ayudar… él me prometió que no le haría daño nadie… -Murmuró con voz débil.


Allister no pudo verlo más, estaba furioso, quería golpearlo. Corrió hasta donde estaba su amiga, la bruja seguía abrazando a su madre. - ¿Qué vamos a hacer, Maggie?


-Yo sé a dónde ir… -Comentó decidida- Pero no dejaremos a mi madre aquí.


El hada miraba el cadáver, tendrían que ocuparse de eso también, de reubicar a los niños y de los trámites legales con el hechicero. Pronto notó al par de niños tratando de levantar el cuerpo de la mujer, se dirigió hasta ellos. –Hey, no se preocupen por eso, nosotras no haremos cargo. –Dijo cariñosa.


-Gracias, pero no necesitamos más de su ayuda. –Respondió Maggie- Nos iremos de aquí, ya sabemos qué hacer.


- ¿Y qué es lo que piensan hacer? –Preguntó dudosa.


-No lo diremos. –Contestó Maggie.


Harmonie entendía su decisión de no querer tratar más con ellas, eran heroínas, un supuesto héroe asesinó a su familia y ellos eran hijos de una villana, respetaba su dolor. Sabía cuál era el protocolo para casos como esos, eso incluía hacerse cargo de los niños, sin embargo, en su corazón realmente quería hacer algo que los hiciera felices, siendo hijos de una villana como ella quizá no serían tan bien recibidos por la sociedad y ella entendía perfectamente cómo se sentía.


-Ángel. –Llamó- Ayudaré a los niños ¿Puedes hacerte cargo de lo demás? Volveré pronto.


Angelorum la miró con inseguridad, no tenían permitido modificar el protocolo, pero tampoco era una petición frecuente por parte de su amiga, realmente debía ser muy importante para ella. –De acuerdo… -Respondió inconforme.


El hada sonrió complacida, sin permiso, levantó el cadáver en sus brazos. –Guíame. –Le indicó a la brujita.


Los niños se miraron, no estaban muy seguros de confiar en ella por completo, pero no tenían muchas opciones, no podían levantarla por sí mismos. Maggie asintió, se alejaron de allí. Allister no tuvo más opción que abandonar el cuerpo de su hermano, pero juró que eso no quedaría impune, no le importaba que el hechicero acabara en la cárcel, él iba a acabar con él y después se ocuparía de Walter.


El niño de cabellera azabache los vio marcharse, no tenía intención de seguirlos, ya no tenía un lugar con ellos, su destino estaba en blanco, solo.



- ¿Están seguros de que quieren ir allí? –Comentó recelosa.


-Muy seguros.


El hada observaba la gran mansión del sombrero negro frente a ella, la famosa organización Black Hat. Era una enorme disyuntiva ¿De verdad dejaría a un par de niños en un lugar como ese? No hacerlo sería traicionar su confianza, pero el destino podía ser peor que eso.


-Ese no es un buen lugar…


-Tranquila, hadita, ahí tengo una amiga. –Contestó la niña.


Harmonie torció los labios, suspiró resignada y dejó el cuerpo frente a la puerta de la reja. –No puedo seguir más allá, no lo tengo permitido ¿Está bien?


-No te preocupes, nos ocuparemos de esto solos.


Sonrió enternecida, eran unos niños muy valientes, se preguntaba si algún día se los volvería a encontrar. Acarició sus cabezas y emprendió el vuelo lejos de ahí, con el corazón hecho un nudo.


El par de niños atravesaron el barandal, apenas alcanzaban el timbre, tocaron desesperadamente. La puerta se abrió, como si los estuviera esperando, el villano ensombrerado abrió rápidamente, los miraba con una sonrisa, expectante.


- ¡Señor! –Gritó la niña- Necesitamos su ayuda, mi madre… -Echó una mirada al cuerpo sobre la acera- queremos venganza, yo… le daremos lo que sea…


Black chasqueó los dedos, el cuerpo de la mujer se desvaneció, se dio la vuelta y caminó al interior, hizo una seña con la mano invitándolos a entrar.


Se miraron con un poco de miedo, no sabían lo que les esperaba, él accedió muy fácil, seguramente era una gran persona. Respiraron profundamente, se tomaron de las manos y entraron juntos a la gran mansión, la puerta se cerró a sus espaldas, su nueva vida apenas comenzaba.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).