Epílogo
Wiss esquivaba a duras penas la lluvia de golpes y ataques de energía que su joven aprendiz dirigía hacia él, siendo alcanzado sorprendentemente en más de una ocasión por un puño furtivo o una patada certera. Vegeta se movía a una velocidad excepcional, siendo capaz de esquivar cada vez de mejor manera los contraataques del poderoso ángel. Un aura azul rodeaba al saiyajin adolescente, su cuerpo destilando una gran cantidad de poder.
A lo lejos, tres pares de ojos observaban fascinados el intenso entrenamiento, Sorprendiéndose del alto nivel que había alcanzado el príncipe en tan poco tiempo.
–Vegeta es asombroso– murmuró ensimismado el mayor de los dos saiyajines de cabellos alborotados, siguiendo con sus ojos cada movimiento que hacía el joven príncipe.
A su lado su contraparte adolescente le dedicó una fija mirada llena de recelo, sonriendo orgulloso del increíble logro que había obtenido su pareja a base de esfuerzo.
Mientras que Vegeta adulto sólo podía observar la escena delante con una mezcla de sentimientos entre la frustración y el orgullo, resultándole insufrible y maravillosa a la vez la idea de estar conviviendo con una versión de sí mismo tan prodigiosa en poder.
«Estúpido chiquillo arrogante.» Pensó enfurruñado, frunciendo el ceño. «Eres excepcional.»
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–Sujétense de las manos, por favor– pidió Wiss, mirando solícito a los presentes.
Todos aceptaron con un suspiro de resignación, sin embargo el adolescente saiyajin de cabellos en flama se cruzó de brazos y resopló hastiado, retirando con un despectivo manotazo la mano que le extendía la versión adulta de su novio.
–¿Príncipe Vegeta?– lo llamó el ángel con aires de inquietud, no esperándose tan brusca reacción de su parte. –¿Ocurre algo?
Éste rodó los ojos, mostrando furia tanto en su mirada como en su expresión corporal.
Goku por su parte suspiró extenuado, adoptando una resolución arriesgada, teniendo en cuenta que iban cortos de tiempo para llegar al lugar donde se realizaría el torneo. Le dedicó una mirada de disculpa a su joven otro yo y sostuvo contra su voluntad el brazo del príncipe menor, llevándose dos dedos a la frente y desapareciendo con él en un parpadeo, haciendo uso de la teletransportación.
–Oh, por todos los Dioses– se lamentó Wiss, frunciendo el ceño. –Tendremos que esperar.
Vegeta adulto gruñó por lo bajo, apartándose unos metros del círculo formado por los participantes del universo siete, con el ceño más fruncido de lo usual y una mueca irritada deformándole los labios. Comenzaba a odiar con cada átomo de su ser esa maldita cercanía que Kakarotto se esforzaba en mantener con su estúpida versión adolescente, causándole una punzada desagradable en el estómago cada vez que los veía interactuar con esa química tan asquerosamente buena.
Recordaba a la perfección lo que había visto por mera casualidad la tarde anterior, en aquel paraje solitario donde solía ir para tener unos minutos a solas consigo mismo.
…
Su rival y ese irritante chiquillo hablaban acaloradamente justo frente a sus ojos, tan absortos en su conversación, que no le fue difícil ocultar su ki para no ser detectado.
–¿Por qué te empeñas tanto en evadir esto?– preguntaba Kakarotto en voz cansada, intentando a toda costa hacer contacto visual con el menor, quien lo evitaba efectivamente, apartando decidido su mirada.
–¡Porque es una completa y absurda locura!– respondió alterado el joven príncipe, retrocediendo varios pasos para alejarse de él. –¿Acaso no lo ves? ¡Tú y yo no podemos…!
Pero sus palabras fueron silenciadas por los ansiosos labios del mayor, quien apresó su cuerpo en un abrazo y se adueñó de su boca, besándolo de forma intensa y apasionada.
Vegeta, en shock, observó boquiabierto como la versión adolescente de sí mismo intentaba resistirse al contacto, haciendo presión con sus manos en el pecho del saiyajin de cabellos alborotados, resultándole dicha acción totalmente en vano. Pero tras tanto forcejear, no pudo más que dejarse llevar por los roces tiernos con que éste acariciaba sus labios, sucumbiendo sin querer a las insistentes súplicas de su confundido corazón.
«¡¿Pero qué demonios?!» Gritó para sí el mayor, palideciendo ante lo que sus ojos veían.
–No te resistas…– escuchó atónito que Kakarotto susurraba contra los labios del saiyajin menor, mirándolo con tanto afecto que inconscientemente las mejillas del príncipe mayor se tiñeron de rubor.
–No es correcto…– contestó también en un susurro el príncipe, estremeciéndose ante la exquisita cercanía del más alto y al mismo tiempo regañándose por ser tan asquerosamente débil ante él. –Yo… yo estoy…– suspiró frustrado, reuniendo toda su fuerza de voluntad para alejarse con un empujón de la versión adulta de su amado novio. –Yo amo a Kakarotto… entiéndelo de una vez.
–Técnicamente él y yo somos lo mismo– razonó Goku, regalándole una hermosa sonrisa.
–No es así– negó Vegeta, girando el rostro. –Sólo son caras iguales de distintas monedas.
El aludido suspiró frustrado, viendo al saiyajin menor con expresión desolada.
–Pero yo te…
–¡No!– lo interrumpió alterado el príncipe, enfrentando sus ojos con enojo. –¡Ni siquiera te atrevas a decirlo!
Y Vegeta adulto fue incapaz de seguir mirando, pues cuando Kakarotto sujetó de nuevo al menor contra su cuerpo y volvió a unir sus labios en un beso que destilaba necesidad, su rechazo a la situación se tornó insoportable, obligándolo a largarse rápido de allí.
…
–¿En qué piensas?– oyó la suave voz de la versión adolescente de su rival muy cerca de él, por lo que al abrir sus ojos, le dedicó una mirada fugaz, endureciendo aún más el rostro.
–En nada– espetó con rudeza, descruzando los brazos y tensando el cuerpo sin querer.
El saiyajin de cabellos alborotados desvió la mirada, llamando mucho la atención para el mayor la expresión angustiada que sombreaba sus ojos siempre tan vivaces y alegres.
–Creo que… Vegeta me engaña…
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Lejos de allí, entre altas montañas y desierto, dos saiyajines puros discutían a gritos.
–¡Llévanos ahora mismo de vuelta a Corporación Cápsula!– exclamaba furioso el menor de ellos, transformado en súper saiyajin blue por mera influencia de la inmensa ira y frustración que invadían su ser.
–¡No lo haré, hasta que me escuches!– revatía igual de exaltado el mayor, totalmente cegado por sus ganas irracionales de hacerle entender al otro la gigantesca gama de sentimientos inexplicables, que causaba en él con su sola presencia.
Vegeta gruñó frustrado, destrozando con un ataque de energía una de las montañas para mitigar aunque fuera un poco los deseos homicidas que sentía contra el saiyajin adulto.
–Entiende de una maldita vez que, en cuanto termine el torneo, volveré a mi dimensión– habló después de varios segundos en incómodo silencio, levitando a varios metros del suelo con una elegancia solo propia de la realeza. –YO regresaré a mi vida, junto a mi pareja, y tú continuarás siendo el salvador del universo que todos veneran, padre de dos poderosos híbridos y esposo de una terrícola insufrible.
No pudo evitar bufar despectivo al referirse a Milk, pues seguía sin entender cómo alguien con el potencial que tenía Goku, podía caer con tanta facilidad bajo la asfixiante dictadura de una mujer tan frívola e insoportable.
–Déjame mostrarte que mis sentimientos son verdaderos– le pidió con ojos suplicantes el saiyajin de cabello alborotado, elevándose a su altura para enredar con posesividad un brazo alrededor de su cintura. –Déjame demostrarte con hechos lo que digo, por favor.
Vegeta negó, desviando la mirada para no tener que enfrentar esos orbes oscuros, transparentes y brillantes, que por más que lo negara, se estaban convirtiendo en su más grande perdición.
Pero fue imposible que la atracción no tomara provecho de su cercanía, forzándolos a unir sus labios en un beso acompasado, lleno de promesas no dichas y sentimientos sumamente complejos de afrontar.
Al separarse, Goku lo miró a los ojos, acariciándole la mejilla con demasiada ternura.
–Juro que no fue mi intención amarte…– habló en un susurro, con innegable sinceridad.
Vegeta al escucharlo, no tardó en caer prisionero en el profundo mar de su expresiva mirada, tomó esta vez la iniciativa y lo besó de forma voraz e intensa, sintiéndose como la peor basura, pero al mismo tiempo creyéndose el ser más feliz del universo entero.
«No puedo creer que estoy haciendo esto.» Pensó el príncipe, abrazándose a Goku con una necesidad que brotaba de lo más profundo de su corazón. «Perdóname, Kakarotto…»