CapÃtulo V
Yuuri se sentÃa con cada vez más confianza, a pesar de que Viktor no era el ser más sociable, compartÃan algunas palabras y estaba seguro que su estadÃa en casa no se iba a ver afectada, aunque se sentÃa curioso de por qué su alfa no le reclamaba o se interesaba en su celo.
A veces lo veÃa entrar en la biblioteca, o caminar por el jardÃn o salÃa de casa, solo o acompañado de Chris. Mientras el convivÃa con Mila y le ayudaba a hacer cosas, para no aburrirse.
Yuuri se sentÃa intimidado por las demás betas, trabajadoras de esa casa que se le ofrecÃan sin ningún pudor. Hasta que un dÃa todo se salió de control y era esos momentos donde su alfa tenÃa un retroceso y se volvÃa ha aislar.
Estaban comiendo una merienda con Chris y Mila en la cocina que la TÃa Naná habÃa cocinado cuando de repente entra Viktor, se quedó viendo todo con cara de póker hasta que se fijó en las exquisiteces que habÃa sobre la mesa, sus ojos se iluminaron y empezó armar berrinches porque nadie lo habÃa invitado. Sus amigos solo se reÃan y Yuuri lo miraba con la quijada en el piso viendo la actitud infantil del Alfa.
La traición hermano. – Lloriqueaba Viktor
Siéntese mi niño yo le sirvo. Dijo la TÃa Naná sirviéndole un pedazo de postre más grande que el resto.
¡Woww!! Amazing. Se llevó un pedazo a la boca. - ¡vkusno!
Mila Chris y la tÃa Naná solo lo miraban recordando a un pequeño, Viktor se dio cuenta de que Yuuri lo miraba aun con la cuchara a medio camino hacia la boca.
¿Interrumpo algo?
No no no – dijo moviendo las manos rápidamente
Después de hablar de cosas sin importancia y comer todo, Viktor se levantó a buscar más, igual que un ninja y de puntitas puntitas para no ser descubierto o de seguro le llegaba un golpe con la cuchara de palo de Naná.
En eso entro otra sirvienta, una beta muy coqueta que se fue directo a Yuuri, el alfa se escondió para no ser descubierto.
Yuuri, hermoso.
Ya estas cacareando. – le dijo Mila
Yuuri me encantas por que no salimos.
Muchas gracias pero no, sabe que no puedo salir sin mi alfa. – se excuso
Oooh vamos entonces puedes ir a mi habitación esta noche.
Viktor sintió una rabia que no podÃa explicar, ¿Qué era eso?
Yuuri vamos te hare compañÃa, ya que el joven Nikiforov te ignora.
Todos se tensaron ya que Viktor estaba ahÃ
Déjalo no puedes hacer eso. Dijo Chris intentándolo
Pero si es verdad todos sabes que el joven es hermoso pero está más amargado, ni siquiera puede amar.
Mila se levantó furiosa. –¡¡Cállate!!
Es verdad, está loco y amargado
Jaja relájate Mila la señorita tiene razón. Dijo Viktor asomándose
La chica palideció
Se.. señor yo …
No te quiero aquà te vas ahora.
Pe pero señor, no puede
¿Porque?
Por favor…
Chris lleva a la señorita a casa o a donde quiera, mi abogado se podrá en contacto para pagar tu servicio largo ahora.
Antes de irse la omega dijo con toda la insolencia a Yuuri. – Pregúntale quien es Mikaela, jamas te amara.
La chica se fue llorando y Viktor se fue a su cuarto, le dolÃa todo lo que pasaba, siempre recordándole lo que paso.
Yuuri quedo pesando quiera esa persona, pero nadie le dio respuesta. Luego vio a Viktor leyendo en el jardÃn, no se aguantó y se asomo
Acércate si quieres Yuuri. Pillado que vergüenza
Hola
Hola
¿Que lees?
Le mostro la portada. – ¿sabes leer?
N..no Viktor nosotros no tenemos derecho a educación con suerte aprender a cocinar
Eso está mal… ¿quieres aprender?
¡¿Enserio?!
Claro, porque no
Yuuri se avergonzó. – claro me encantarÃa… Viktor tu podrÃas leer
Viktor solo miro para comenzar a leer.
HabÃa una vez, en un paÃs más allá del brillante mar, una princesa que no sabÃa que era princesa, porque de niña su reino habÃa sido atacado y la familia real asesinada. Pero sucedió que la joven princesa habÃa estado jugando ese dÃa fuera del castillo, y no supo nada del ataque hasta que la noche comenzó a caer sobre la tierra y, después de dejar sus juegos, volvió a su casa y la encontró en ruinas. La pequeña princesa vagó sola por un tiempo, hasta que por fin llegó a una cabaña al filo de un oscuro bosque. Cuando golpeó la puerta, el cielo, furioso por la destrucción de la que habÃa sido testigo, se abrió iracundo arrojando una feroz lluvia por todo el reino.
Dentro de la cabaña vivÃa una vieja ciega que apiadándose de la niña decidió darle refugio y criarla como si fuera suya.
HabÃa mucho trabajo que hacer en la cabaña de la vieja, pero a la princesa nunca se la oyó quejarse, porque era una verdadera princesa de corazón puro. Las personas más felices son las que están ocupadas, porque sus mentes no tienen tiempo para pensar en preocuparse. Por eso la princesa creció feliz. Llegó a amar el cambio de las estaciones y aprendió la satisfacción de plantar semillas y cuidar de las cosechas. Y, aunque cada dÃa era más hermosa, la princesa no lo sabÃa, porque la vieja no tenÃa ni espejos ni vanidad, y por lo tanto la princesa no habÃa aprendido de ninguna de las dos cosas.
Una noche, cuando tenÃa dieciséis años, ella y la vieja estaban sentadas a la cocina, comiendo su cena.
—¿Qué les sucedió a tus ojos, anciana querida? —se interesó la princesa, quien llevaba tiempo intrigada.
La vieja se volvió hacia ella, la piel arrugada allà donde debÃa tener los ojos.
—Me quitaron la vista.
—¿Quiénes?
—Cuando era joven, mi padre me quiso tanto que me quitó los ojos para que nunca fuera testigo de la muerte y la destrucción en el mundo.
—Pero, querida anciana, tampoco puedes ser testigo de la belleza —dijo la princesa, pensando en el placer que obtenÃa al ver florecer el jardÃn.
—No —dijo la vieja—. Y me gustarÃa mucho verte a ti, Bella mÃa, crecer.
—¿No podrÃamos ir a buscar tus ojos a alguna parte?
La vieja sonrió con tristeza.
—Me iban a devolver los ojos con un mensajero cuando cumpliera los sesenta años, pero en la noche señalada una gran tormenta fue pisándome los talones y no pude encontrarme con él.
—¿Y no podrÃamos buscarlo ahora?
La vieja negó con la cabeza.
—El mensajero no pudo esperar, y mis ojos fueron llevados al profundo pozo de la tierra de los objetos perdidos.
—¿No podrÃamos ir hasta allá?
—¡Ah! —dijo la vieja—, el camino es largo, y la ruta está plagada de peligros y privaciones.
Pasó el tiempo, cambiaron las estaciones, y la vieja se volvió más débil y pálida. Un dÃa, cuando la princesa estaba buscando manzanas para almacenar durante el invierno, se cruzó con la vieja, sentada en las ramas del manzano, lamentándose. La princesa se detuvo, sorprendida, porque nunca habÃa visto perturbada a la vieja. Mientras escuchaba, se dio cuenta de que la vieja le estaba hablando a un solemne pájaro gris y blanco con cola de rayas.
—Mis ojos, mis ojos —decÃa—. Se aproxima mi final y mi vista nunca me será devuelta. Dime, sabio pájaro, ¿cómo encontraré mi camino en el próximo mundo si no puedo ver?
Rápida y silenciosa, la princesa volvió a la cabaña, porque sabÃa lo que debÃa hacer. La vieja habÃa sacrificado sus ojos para darle a la princesa abrigo y ahora debÃa devolverle el favor. Aunque nunca habÃa viajado más allá de los lÃmites del bosque, la princesa no lo dudó. Su amor por la vieja era tan profundo que ni juntando todos los granos de arena en el océano uno sobre otro llegarÃan al fondo.
La princesa despertó con las primeras luces del alba y avanzó por el bosque sin detenerse hasta llegar a la costa. Allà se embarcó, cruzando el vasto mar hasta la tierra de los objetos perdidos.
El camino fue largo y difÃcil, y la princesa estaba perpleja porque el bosque de la tierra de los objetos perdidos era muy distinto de aquel al que estaba acostumbrada. Los árboles eran crueles y angulosos, las bestias espantosas, incluso los cantos de las aves hacÃan temblar a la princesa. Cuanto más miedo tenÃa, más rápido corrÃa, hasta que finalmente se detuvo, el corazón saltándole en el pecho. Se habÃa perdido y no sabÃa adónde dirigirse. Estaba a punto de desesperar cuando el solemne pájaro gris y blanco se apareció ante ella.
—Me ha enviado la vieja —dijo el ave— para conducirte sin peligros hasta el pozo de los objetos perdidos en donde encontrarás tu destino.
La princesa se quedó muy tranquila y partió tras el pájaro, el estómago protestando porque habÃa sido incapaz de encontrar comida en esa tierra extraña. Al poco tiempo, se cruzó con una anciana sentada en un tronco caÃdo.
—¿Cómo estás, Bella? —dijo la anciana.
—Tengo mucha hambre —contestó la princesa—, pero no sé dónde buscar comida.
La anciana señaló al bosque y de pronto la princesa vio que habÃa moras colgando de los arbustos y nueces en los árboles.
—Ah, gracias, gentil señora —dijo la princesa.
—No he hecho nada —contestó la anciana—, excepto abrir tus ojos y mostrarte lo que tú ya sabÃas que estaba ahÃ.
La princesa continuó su camino tras el pájaro, ahora más satisfecha, pero mientras caminaban el tiempo comenzó a cambiar y el viento se tornó frÃo.
Al poco tiempo, la princesa se encontró con otra anciana sentada en el tronco de un árbol.
—¿Cómo estás, Bella?
—Tengo mucho frÃo, pero no sé dónde encontrar algo que me abrigue.
La anciana señaló hacia el bosque, y de pronto la princesa vio arbustos de rosas salvajes con los pétalos más suaves y delicados. Se cubrió con ellos y se sintió mucho más abrigada.
—Ah, gracias, gentil señora —dijo la princesa.
—No he hecho nada —replicó la anciana—, excepto abrir tus ojos y mostrarte lo que tú ya sabÃas que estaba ahÃ.
La princesa continuó tras el pájaro gris y blanco, ahora más satisfecha y abrigada que antes, pero los pies comenzaron a dolerle porque habÃa caminado mucho.
Al poco tiempo, se cruzó con una tercera anciana sentada sobre el tronco de un árbol.
—¿Cómo estás, Bella?
—Estoy muy cansada, pero no sé dónde buscar transporte.
La anciana señaló al bosque y de pronto, en un claro, la princesa vio un ciervo joven, con un anillo de oro en torno al cuello. El ciervo parpadeó al ver a la princesa, con sus ojos oscuros y pensativos, y la princesa, que era noble, extendió la mano. El ciervo se le acercó e inclinó la cabeza para que ella pudiera subirse a su espalda.
—Ah, gracias, gentil señora —dijo la princesa.
—No he hecho nada —contestó la anciana—, excepto abrir tus ojos y mostrarte lo que tú ya sabÃas que estaba ahÃ.
La princesa y el ciervo siguieron al pájaro gris y blanco, adentrándose más y más en el oscuro bosque, y a medida que pasaban los dÃas ella comenzó a entender el afable y suave idioma del ciervo. Por sus conversaciones, noche tras noche, supo que el ciervo se ocultaba de un malvado cazador que habÃa sido enviado para matarlo, por encargo de una bruja mala. Tan agradecida estaba la princesa por la generosidad del ciervo, que tomó sobre sà la responsabilidad de mantenerlo a salvo de sus perseguidores.
Las buenas intenciones cubren, empero, el camino hacia el fracaso, y la mañana siguiente temprano la princesa despertó para encontrarse sin el ciervo en su lugar habitual junto al fuego. En lo alto de un árbol, el pájaro gris y blanco piaba agitado, y la princesa se puso de pie de un salto, siguiéndolo hacia donde éste la conducÃa. Al adentrarse entre los arbustos cercanos, escuchó llorar al ciervo. La princesa se apresuró a llegar a su lado y vio que tenÃa una flecha clavada en su costado.
—La bruja me ha encontrado —dijo el ciervo—. Mientras buscaba nueces para nuestro camino, ordenó a sus arqueros que me dispararan. Corrà tan lejos y tan rápido como pude, pero cuando llegué a este lugar no pude avanzar más.
La princesa se arrodilló junto al ciervo, y tan profunda fue su angustia al ver el dolor del ciervo que comenzó a llorar sobre su cuerpo, y la verdad y la luz de sus lágrimas hicieron que sanara su herida.
En los dÃas siguientes, la princesa atendió al ciervo, y una vez que éste recuperó la salud continuaron su jornada hasta los lÃmites de los vastos bosques. Cuando por fin salieron de los árboles, se encontraron frente a la costa ante el brillante océano.
—No mucho más al norte —dijo el pájaro— se encuentra el pozo de los objetos perdidos.
El dÃa habÃa terminado y el atardecer se tornó en noche, pero la arena de la playa brillaba como trozos de plata bajo la luz de la luna, indicándoles el camino. Caminaron hacia el norte hasta que, por fin, en la cima de una áspera roca negra, pudieron ver el pozo de los objetos perdidos. El ave gris y blanca se despidió de ellos, y se marchó al vuelo, una vez cumplida su tarea.
Cuando la princesa y el ciervo alcanzaron el pozo, la princesa se volvió para acariciar el cuello de su noble compañero.
—No puedes bajar conmigo al pozo, querido ciervo —dijo—, porque esto es algo que debo hacer sola.
Y haciendo uso del valor que habÃa adquirido durante el viaje, saltó por la abertura y cayó hacia el fondo.
La princesa se sumió en un sueño del que despertaba para volver a caer hasta que se encontró caminando por un prado en donde el sol hacÃa que la hierba brillara y los árboles cantaran.
De pronto, como de la nada, apareció una hermosa hada, con largos y ensortijados cabellos que brillaban como oro fino, y una radiante sonrisa. La princesa se sintió de inmediato en paz.
—Has recorrido un largo camino, agotada viajera —dijo el hada.
—He venido para poder devolverle a una querida amiga sus ojos. ¿Has visto aquello de lo que hablo, hada brillante?
Sin una palabra, el hada abrió la mano y en ella estaban dos ojos, los hermosos ojos de una joven que no habÃa visto mal en el mundo.
—Puedes llevártelos —dijo el hada—, pero tu vieja jamás ha de usarlos.
Y antes de que pudiera preguntar qué querÃa decir, despertó para encontrarse yaciendo junto a su querido ciervo al lado del pozo. En sus manos habÃa un pequeño paquete en el cual estaban los ojos de la vieja.
Durante tres meses, los viajeros avanzaron por la tierra de los objetos perdidos, y cruzaron el profundo mar azul, para llegar una vez más al paÃs de la princesa. Cuando llegaron cerca de la cabaña de la vieja, al borde del bosque oscuro y familiar, un cazador los detuvo y confirmó la predicción del hada.
Mientras la princesa habÃa estado viajando por la tierra de los objetos perdidos, la vieja habÃa cruzado, en paz, al otro mundo.
Ante estas nuevas, la princesa comenzó a llorar, porque su larga travesÃa habÃa sido en vano, pero el ciervo, tan sabio como bueno, le dijo a la Bella que no llorara.
—No tiene importancia, porque ella no necesitó sus ojos para que le dijeran quién era. Lo supo por el amor que le tenÃas.
Y la princesa se sintió tan agradecida por la delicadeza del ciervo que le acarició su cálida mejilla. En ese momento, el ciervo se convirtió en un apuesto prÃncipe, y su anillo dorado en una corona, y le contó a la princesa cómo la malvada bruja lo habÃa hechizado, atrapándolo en el cuerpo de un ciervo hasta que una joven hermosa lo quisiera lo suficiente para llorar por su destino.
Él y la princesa se comprometieron y vivieron felices y atareados en la pequeña cabaña de la vieja, sus ojos observándoles eternamente, desde una jarra sobre la chimenea.
Viktor acabo, Yuuri estaba encantado. – fueron felices
Viktor solo rio
Viktor si quiero leer.
Entonces leerás, pero ahora deberÃas entrar está haciendo frio
Sabes Viktor no creo que seas loco o algo más como dice esa chica.
Viktor se le quedo viendo y luego suspiro mirando a la lejanÃa.