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Crónicas de un nigromante por Silence Tsepesh de Lenfet

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Como pensé, Víktor se tomo en serio eso del cambio.  No se volvió a quejar más de las órdenes que le daban y comenzó a integrarse mejor con los trabajadores. Incluso conmigo ha dejado de quejarse. En casa le veo leyendo libros modernos y ver todo tipo de programas en la televisión.  Realmente parece haberse vuelto un adolescente. Nunca me he considerado una persona muy curiosa, a mi no me gusta que pregunten sobre mi pasado, y asumo que a los demás tampoco les agrada, pero sí que quiero preguntarle muchas cosas a Viktor sobre su pasado.


— ¿Qué quieres?


— ¿Qué?


— Me estas mirando fijamente ¿Qué quieres?— oh. Viktor no me ha mirado, pero me ha visto verle. Últimamente la convivencia ha sido cómoda, y tampoco hemos visto a Daimmen, creo que cuando aparezca por aquí entonces si habrá otro altercado.


— Me preguntaba de nuevo porque no puedes cambiar tu apariencia.


— Me lo preguntan seguido. Nadie lo sabe con exactitud— Me mira, sus ojos anormalmente rojos se clavan en mi, siento que miran directamente a mis pensamientos— Es mi más grande logro, eso me hizo creer que era poderoso, me subestime por eso.


— umm… ¿un hechizo?


— un descubrimiento que cualquier nigromante, no, cualquier persona en este mundo quisiera tener.


— suena importante.


— Es importante, por eso su costo es muy alto— el costo... me había dicho que ahora luce así por un castigo, un costo por usar la magia ¿Qué clase de magia puede ser para volver a alguien joven? Tampoco suena mal, si vas a rejuvenecer…— No es tan fácil como debes pensar, por esa expresión que pones. Cada que haga eso, seré más joven, y más, hasta que desaparezca.     


— increíble.


— lo es.


— ¿Y qué es eso?— Viktor me mira otra vez.


— Los nigromantes podemos reanimar cadáveres, hacerlos andar bajo nuestra voluntad, pero no es más que un truco barato de feria. No es una vida. Lo que yo hice…— Sonríe, y yo retrocedo en el sofá. Nunca le he visto sonreír, hasta hoy. Estoy divido entre el miedo que me causa la sonrisa, y la fascinación por lo que dice y veo— Fue devolver la vida a un cadáver.


— devolver…


— Resurrección, revivir. No era un zombi, le hice volver de la muerte,  hablar, andar y pensar, como si siguiera vivo, sin que yo controlara su voluntad.


— tú…— la solución a la muerte… la vida eterna…— No puedes jugar con eso, eso es un error, no puedes alterar el curso de la vida— Viktor sigue sonriendo, me mira, completamente divertido, un jovencito contándome sus maldades.


— Lo hice. Dos veces. Y  lo hubiera hecho una tercera, pero hubiera muerto debido a los años que me hace rejuvenecer. Por eso mismo no puedo volverme adulto hasta que pase el tiempo. ¿Piensas que es una aberración? Sí, eso piensas. Quizá lo sea. Entendí eso que dices muy tarde, demasiado quizá.


— Nunca le dijiste eso a nadie ¿Por qué me lo dices a mi?- Es de lo que hablaba Daimmen, que solo él sabia y nadie más.


—  Confió en ti— No soy el único sorprendido. Él mismo no parece creer sus palabras— eres el único a quien puedo decirle eso sin temer que luego quieras saber el secreto. No eres la clase de persona que me traicionaría. Pero también Daimmen lo sabe, no eres el único que lo sabe.


— Bueno… gracias— No estoy interesado en ese conocimiento, aunque me dijera paso por paso como hacerlo, yo no lo haría, ni siquiera por la persona más importante para mí.  Creo que parte de ser nigromante es que entendemos la muerte un poco mejor que el resto. No le temo, y siento una leve fascinación por el tema, pero nada más, debido a mis brazaletes nunca he reanimado nada— Supongo que  es un avance.


— eso parece.  Razvan, necesito que… ¿Pudieras escucharme unos momentos?


— ¿eh? Claro.


— es sobre mi pasado. Quisiera contarte un poco más, y ahora que conoces mi secreto, puedo contarlo. Escucha con atención.


No digo nada, me quedo callado y espero a que Víktor comience a hablar.  


 


 


Catrine no era una chica bonita, tenía un rostro común, un cabello rubio oscuro nada destacable y unos ojos marrones como la mayoría de los humanos, ni tenía una posición económica privilegiada en aquel entonces. No entendí que había visto Jan en ella como para dejarme. No la odiaba tampoco, y ahora que la había regresado de la muerte, había menos razones para odiarla. Se quedo unos días en una de las habitaciones, descansando. Yo no había querido acercarme a ella todavía, estaba ocupado con los últimos descubrimientos que había hecho.


— ¿Puedo sentarme?


— Por supuesto— ella se sentó con gracia en el sofá frente a mí. Seguí leyendo el libro sobre plantas del que estaba tomando algunas notas en un trozo de papel.


— Eres Víktor ¿no?— No me había dado cuenta de que no nos habíamos hablado ni siquiera nos conocíamos mas allá de saber su nombre y que los dos habíamos tenido algo con Jan— Jan me hablaba mucho de ti.


— Yo no sé nada de ti.


— ¿es verdad que eres un mago? ¿Le estabas enseñando magia a Jan?— Típicas palabras de Jan, a mi no me gustaba llamarme mago, no encontraba una palabra que describiera lo grandioso que éramos, que yo era.


— Es verdad. Pero eso ya lo sabes, no me hagas perder el tiempo con preguntas de las que ya conoces la respuesta— En lugar de ofenderse o avergonzarse, ella sonrió— Si sigues en este mundo es debido a mi.


— lo sé.


— ¿Cómo es? ¿Cómo se siente estar muerto?— Fue inevitable, una  pregunta que nadie me había respondido hasta ahora. Ella se enderezo en el sofá.


— Doloroso. Al inicio es doloroso, solo había dolor, luego fue agradable, me llamaban, no paraban de repetir mi nombre una y otra vez, me daban ganas de quedarme, y me quede con las voces, no sé dónde estaba, pero estaba bien.


— ¿Cómo era?


— No lo sé… no puedo recordar si estaba oscuro, había luz, si era el cielo o el infierno. Pero luego me llamaron de nuevo, más fuerte, tan fuerte me que obligaron a moverme de donde estaba, y luego estaba aquí de nuevo.


— vaya.


— ¿no quieres saber que paso con Jan? Sé que eran cercanos.


— No, está bien— Seguía sintiendo esa sensación oscura cuando estaba cerca de ella, pero era mi creación, yo le había devuelto la vida.


— ¿Podrías enseñarme también a mí? Sobre la magia, como hacías con Jan— Era una compañía que no había planeado, pero compañía al final de todo. Solo asentí y seguí escribiendo las notas que ocupaba para mi siguiente experimento.


 


Pronto quedo claro que Catrine no era de esos humanos bendecidos con el don de la magia, tal y como mi hermano Gerrit. Ella se esforzó mucho para hacer al menos que el viento apagara una vela, pero ningún elemento la obedeció. Nunca tuve claro si fue porque ya había muerto o solo no era mágica. En cambio, Catrine me ayudaba en mis experimentos. Conocía mucho de plantas y pociones, memorizo todos los libros que leyó y cuando tenía que consultar algo, solo tenía que preguntarle a ella. Nunca tuve un asistente tan eficaz como Catrine. Sus manos eran hábiles, y todo estuvo bien por un tiempo.  


— Viktor ¿en serio no iremos? Has estado trabajando mucho, un poco de distracción puede ayudar— ella estaba vestida con un vestido elegante, lista para salir a la fiesta a la que nos habían invitado.  


— Puedes ir si quieres— No la vi entrar, solo sentí su mano en mi brazo y luego que me hizo andar con ella. Nunca había sentido la fuerza que tenia ahora. Yo no era muy ligero a pesar de haberme vuelto joven.


— Ponte algo adecuado, iremos ahora mismo a esa fiesta— cierra la puerta detrás de mí. Me había cansado de la insistencia de Catrine. No la entendía, y no lo hice. Conozco a las  mujeres lo suficiente para haber entendido que ella quería intentar algo más conmigo, aunque yo no estaba interesado en ella, ni en nadie en esos momentos.


Me veía más joven que ella, aunque no tanto, solo era un detalle notable cuando ella no sonreía. No me molestaba que me acompañara cuando salía,  aunque enlazaba nuestros brazos, tomaba mi mano e incluso me besaba en las mejillas. Sabía que ante los ojos de los demás nosotros parecíamos una pareja. No lo éramos, no la había tocado nunca de forma intima, yo solo me limitaba a convivir con ella. Catrine era como mi esposa, quizá más como una sirvienta.


— ¿no crees que es un buen lugar para una fiesta?


— Me parece igual a todos— todas las fiestas sociales me parecen la misma cosa. Aburridas, y sin otro sentido más que fingir. Me quede cerca de las ventanas, observando de vez en cuando a los invitados. Conocía los bailes de la época, pero nunca me gusto bailar. Catrine no perdía el tiempo y siempre que veía que yo no iba a cambiar, iba por su cuenta y hablaba con todo tipo de personas.


— Disculpa…— era una chica delgada y de aspecto enfermizo, con el cabello oscuro sujeto en un complicado moño que no ocultaba lo rizado que lo tenía— ¿no has visto un bolso azul en la mesa?— Señalo la mesa que estaba a mi lado.


—No— ella suspiro.


— No dejo de perderlos… Soy Eleonor, te conozco… creo…— Tenía los ojos pequeños, y los entrecerraba mucho— Estabas mucho con Jan ¿no?


— No te recuerdo.


— él me hizo una pintura, hace tiempo, a escondidas. Eres Viktor ¿no?— Yo no la recordaba. Y todos los cuadros que tenia de Jan en casa habían desparecido, yo no le había preguntado al respecto a Catrine.


— Las pinturas de Jan son excepcionales— Hablar sobre el arte de Jan, curiosamente me hizo querer hablar con ella. No me pasaba a menudo, pero me sentí bien al hablar de eso. Eleonor no tenía tampoco nada de magia,  pero era agradable. Hablamos hasta que la fiesta se terminó, y por la mañana recibí una invitación para vernos para la merienda. Asistí y después yo mismo le invite a comer a casa. Eleonor era tal y como esa primera impresión me dijo. Dejamos de hablar de Jan para conocernos. Sentía una extraña necesidad de hablar con Eleonor, de estar con ella. Supongo que es lo más cerca que estuve de sentir esa conexión que llaman.     


Eleonor fue encontrada muerta a las dos semanas de habernos conocido. Alguien había entrado a su casa y asesinado a todos en aquella casa. Me entere ese día por la tarde, había sido un hecho tan despiadado que tenía consternada a toda la ciudad. Fue como un golpe que no esperas, pero que no duele. No llegue nunca a sentir gran cosa por esa mujer. Aunque si la suficiente curiosidad para entrar a la casa varias noches después e invocar a los espíritus. El espíritu de Eleonor fue el último en aparecer, y  fue al primero al que le hable.


—Habla, ¿Quién les hizo eso?— Ella no hablo,  sus labios no se movieron. Yo quería saberlo, tanto que fue la primera vez que entre en sus recuerdos, me convertí en ella durante unos segundos. En sus recuerdos, el rostro de Catrine era lo único que había quedado grabado con más fuerza. Apenas lo vi, deje que se fueran de nuevo.  Mis sospechas sobre Catrine se volvieron algo real.  No sé lo que ella pensaba, y no quería saberlo. No estaba molesto, tenía más curiosidad por saber qué es lo que había causado que ella hiciera eso.


Regrese a la casa, donde Catrine estaba esperando en la cocina, cocinando. Nunca había sido buena para cocinar tampoco. 


— ah, Víktor ¿A dónde fuiste? No sabía si ibas a volver para la comida y…


— ¿Por qué hiciste eso?


—  la comida…


— No hablo de eso. Mataste a Eleonor y su familia— El momento pareció congelarse, solo se escuchaba el fuego en el horno— ¿Por qué?


— No se dé que estás hablando ¿estás de nuevo con esas pesadillas? Si es así, podemos intentar una nueva pócima para las pesadillas.


— Lo he visto, no tiene caso que mientas— ella siguió sonriendo, negando.


— No se dé que me hablas. Ya casi esta la comida— En lugar de molestarme, todo eso me causo una enorme curiosidad. Comencé a pasar más tiempo con ella para observarla. Catrine estuvo esos meses efusiva, la acompañaba a cada reunión y hablábamos todas las noches mientras hacía experimentos. Ella llego a conocer perfectamente el arte de los venenos, las pócimas y brebajes. Nunca le pregunte más sobre Eleonor, sin embargo, en el tiempo que la observe,  note muchos detalles que me hubiera gustado comprobar con su comportamiento antes de morir.  


Catrine era alegre cuando estábamos juntos,  pero si alguien me hablaba o me llamaba la atención más de lo que era normal, ella cambiaba, se volvía seria, distante. Esos momentos distantes fueron más frecuentes, tanto que incluso la encontraba por la casa mirando al vacío sin expresión. Tampoco parecía dormir mucho,  la escuchaba a veces en la madrugada andando por su habitación y solo por si acaso había puesto a algunos espíritus a seguirla.  Cuando se acostaba, lo hacía siempre con los ojos abiertos.  Y cuando estaba sola, murmuraba cosas sin sentido.  Cuando íbamos por la calle, le veía mirar a las otras mujeres, en especial a las que tenían pareja, con una expresión que no supe descifrar ¿añoranza? ¿Envidia? ¿Celos? Quizá todo.


En esas circunstancias se dio el primer asesinato. Supe la noticia apenas amaneció, los empleados solo hablaban de la muerte de una pareja recién casada. Les habían encontrado en su casa, el cuerpo de la mujer estaba destrozado, solo su rostro estaba intacto.  El segundo pasó unas semanas después, esta vez dos mujeres aparecieron muertas en el patio de su casa. Hasta el cuarto asesinato, supuse no eran casos aislados. Los espíritus que seguían a Catrine me dijeron lo que ella estaba haciendo, aunque ella no parecía haber cambiado su comportamiento.


Le pregunte solo una vez al respecto y ella negó saber algo. Pero mientras me lo decía,  note que no sentía lastima ni pena por la personas fallecidas. Aunque su rostro sonreía, se molestaba y avergonzaba, sus ojos permanecían vacíos.  Fue ella quien se ocupó de estar atendiendo otras cosas en lugar de estar conmigo, creo que no quería que yo siguiera sospechando. Hice un plan para poner las cosas en orden al fin. Catrine no conocía el alcance de mis poderes y decírselos hubiera sido darle un arma contra mí. Comencé a contactar a varias mujeres, deje que me vieran paseando con ellas a todas horas, en todos lados. Catrine nunca dijo nada al respecto. En mis salidas, conocí a Svetlana, una chica que podía usar la magia, pero que no tenía conocimientos sobre ella. Su familia había estado mudándose cada que alguien sospechaba sobre lo que ella hacía.


— entonces ¿puedo hacer lo que quiera?


— No tienes por qué ocultarte. No debe avergonzarte el ser diferente a los humanos— Ella sonreía poco, su marca no era tan visible, los distintos colores de su cabello se ocultaban con un poco de ingenio.


— Es fácil decirlo para ti— sabía que era una chica interesante, y que si lo desea podía convertirla en una aprendiz. Pero también sabía que iba a morir. No se lo dije, pero los espíritus me lo habían dicho. También sabía cómo iba a morir, y no haría nada para cambiar las cosas. Muchas veces es mejor dejar el futuro como esta.


No tuve de otra más que seguir a Catrine una noche, hasta la casa de la familia de Svetlana. Ya había sangre y un fuerte olor a muerte cuando llegue. Los ruidos me llevaron hasta una de las habitaciones, donde Catrine estaba intentando alcanzar a Svetlana. Las dos tenían sangre en sus ropas, y solo Catrine volteo a verme cuando llegue. Svetlana se había defendido usando la magia, pero no parecía haber sido consciente de lo que hacía.


— Viktor.


— ¿Qué explicación tienes para esto?— Catrine me miro, no había emoción alguna en su rostro— ¿Qué te han hecho todas esas personas que mataste?


— yo…


— Y deja de mentir. No puedes ocultar mas la verdad— Mis palabras le hicieron soltar el cuchillo que sostenía, y soltó una carcajada falsa.


— ¿Por qué? Preguntas ¿quieres saber lo que me hicieron? Nada, no me hicieron nada. Pero me has enseñado a comprobar y experimentar ¿no, Maestro?— No entendí lo que me quería decir. Ella me miro fijamente— Quiero entender porque estas personas son diferentes, ¿Qué tienen que yo no? ¿Por qué son especiales para ti? Tú me creaste.


— Solo era por conocimiento.


— claro, conocimiento. Tus investigaciones son más importantes que nada. ¡¿Y no te preguntaste si yo quería ser revivida!?


— Estas viva, tienes algo que nadie más ha tenido— de dos pasos me encaro.


— No tienes idea… yo… no sé quien soy ya.


— eso no me importa. Tú dices muchas cosas, pero no sientes nada.


— ¡No siento nada!— Grita— Ni amor, ni cariño… solo siento enojo, odio. Odio a todos porque ellos si son felices, ellos tienen algo que yo no tengo, ¡Y no sé lo que es! Quizá si veo dentro de ellos, encuentre eso que me falta. Eso es lo que me has enseñado.


— entiendo, Jan lo vio ¿no? que no eras la misma persona. Por eso se suicido. Dime ¿Piensas matarme?


— No, jamás te mataría, maestro. No puedo, hay algo que me impide hacerlo. Pero…— La intensa mirada que me dirigió me hizo entender lo que venía— Quiero que lo entiendas, lo que has hecho. No te dejare ser feliz, a cada una de las personas que quieras… veras su sufrimiento.


Me puse a reír. Habían pasado siglos desde la última vez que había reído en serio.


— Hazlo, inténtalo todo lo que quieras. Al final de cuentas, no tengo nada que perder, y será grandioso enviarte de regreso de dónde has venido— Porque el enemigo más peligroso es aquel que no tiene nada que perder, yo no tenía nada ni nadie y no era débil. Si había hecho que ella volviera de la muerte, con gusto la devolvería al infierno de donde salió. Escuchamos un gemido. Svetlana seguía en la sala, a un lado del colchón, sujetándose del marco de la ventana.


—… Monstruo— Dijo— Monstruo.


Catrine se dio la vuelta y salió. Yo no sabía que más podía decir, así que deje que pasara un rato antes de irme también.  Svetlana había dicho las últimas palabras,  y nunca supe a quien se las dijo.


A partir de ese momento, Catrine dejo de vivir bajo mi techo, y no la volví a ver de frente en los próximos  cincuenta años. Toda persona que se mostraba más interesada en mí de lo normal aparecía muerta en circunstancias extrañas. Había entendido dos cosas en ese incidente con ella: La primera era la corroboración de la maldición que nos sigue a los nigromantes, siempre fui egoísta y nunca hice nada por los demás, pero ese acto de compasión por Jan me había traído una desgracia mayor. La segunda cosa fue que traer a alguien de la muerte no era difícil, pero había algo que se perdía, algo que no volvía.


El parlamento se encargo de Catrine cuando me volví a cansar de estar solo. Y la verdad, ella nunca fue una amenaza para mí, y solo le deje hacer todo eso porque no me importaba, y hasta que no fue una leve molestia en mi existencia entonces hice que le acusaran de usar magia negra, aunque ella nunca uso magia.


Yo siempre actuó desde las sombras.  


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