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Besos de vainilla por Silence Tsepesh de Lenfet

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Notas del capitulo:

 

Pues como dice el resumen de la historia, estas son 3 historias, ya han visto una y hoy toca conocer otra. Espero difruten.

Aquí estoy de nuevo, demasiado lejos para que alguien pueda verme.


Esto es vergonzoso, y estoy llegando a un punto que hasta yo me estoy asustando de mi comportamiento. Miro el reloj de mi teléfono, faltan cinco minutos para que llegue el cambio de turno de la heladería.  Él debe estar por llegar.  


Me muerdo el labio, esperando. ¿No vendrá hoy? ¿Y si tiene algo que hacer? Casi siempre está aquí, él no deja que este luchar se quede solo mucho tiempo, y si no viene, ¿Qué hare si no viene? Debí haber hecho algo más… ¡Ahí está!  Tropiezo cuando me lanzo hacia delante.  Camino con la mirada fija en él.


— Liir, deja tus cosas en su lugar.


— sí, sí.


— llévale a Michelle y Stella esto de mi parte ¿quieres?


— claro, nos vemos mañana.


— ve con cuidado… ah, bienvenido— me sonríe… él me está sonriendo… todo me tiembla, podría quedarme aquí todo el día— ¿Qué va a llevar hoy?


— u—un… un helado doble de almendras— no puedo mirarle. ¿Si le miro mucho tiempo leerá en mis ojos lo que pienso? Quizá no en mi ojos, pero no soy nada obvio. No es la primera vez que vengo,  vengo casi a diario cuando terminan mis clases desde hace medio año. Conozco de memoria el movimiento de su mano al sujetar el helado. El frio de la nevera me llega hasta los dedos.


— Aquí tiene— me lo extiende y lo tomo con poco cuidado, esperando… ah, no. hoy no hubo roce accidental.  Me voy a sentar a una de las mesas, la más cercana a la puerta, donde puedo ver lo que pasa adentro. Le veo, sonriendo a los niños que llegan. Siempre es tan amable.  Sus ojos grises siempre son amables, aunque parecen tristes a veces por la forma en que los parpados se inclinan hacia abajo, formando pequeñas arrugas. Me gustan mucho sus ojos grises,  la forma en que el cabello se le desordena y tiene que sujetarlo con una liga para que no le caiga sobre la cara. Labios delgados, manos grandes… siempre he pensado que es muy delgado, pero supongo que está bien. Y su voz… definitivamente estoy enamorado de su voz.


— Nate, olvide decirte que Lindsay quiere que le llames. Creo que no podrá venir mañana o algo así— Nate, si…  


— oh… ¿podrías cubrir su turno si no puede venir?


— Claro— el otro chico, Liir, sonríe. Siempre sonríe, me agrada aunque le tengo demasiada envidia. Yo no puedo estar ahí adentro con Nate como él.  Hace poco estuvo puesto un letrero para buscar personal. Cuando me decidí, el letrero había desaparecido y ese chico estaba ahí, con el uniforme. Esa fue una gran desilusión.


Me doy miedo, mis pensamientos me asustan, pero no puedo evitarlos. Ah, y no puedo negar tampoco, que yo, Eder, a mis veinte años me haya vuelto un acosador. Me avergüenzo de eso, pero aun así aquí estoy, delante de su heladería. Como el helado despacio. No quiero hacer esto exactamente, ¿a quién le gusta ser acosador?   Fue… inevitable….


 


Ya no puedo respirar, y las piernas me duelen de tanto correr. ¿Todavía no los pierdo? Los gritos a mi espalda dicen que no. ay, ¿Cómo me metí en esto? debo correr… mas… es inútil. La calle termina y doy vuelta para toparme con un parque.  ¡No puedo ir ahí! necesito un lugar con personas, no uno solo y oscuro.


— Te tengo— alcanzo a escuchar antes de sentir un empujón, pierdo el equilibrio y caigo al suelo. Mi mochila amortigua un poco el golpe, pero siento el sabor de la tierra en mi boca— ¿A dónde pensabas huir?


— déjame…— forcejeo. Lo conozco— basta, David— risas.  Intento moverme, David me sujeta el brazo y me lo retuerce. No voy a gritar, no me voy  a quejar.


— ¿ya no saludas a tus amigos?


— Suéltame— me levantan bruscamente, aun con mi brazo detrás de mi espalda. Jadeo, estoy cansado.


— dime, Eder, ¿ya no somos amigos? ¿Por qué huyes?


— No somos amigos— logro decir, sé que me meteré en problemas por eso. Hace mucho tiempo, David y yo éramos amigos. Y también Tyler, Parker y Alex. ¿Lo que paso? Crecimos. Dejo de gustarme lo que hacíamos cuando estábamos juntos. Cosas como esta, por ejemplo.


— Que cruel eres, Eder— más risas. Me obligan a caminar hacia el parque— no nos vemos desde hace tanto tiempo y lo que haces es correr. ¿Quién lo diría?


— Suéltame…— aprieto los dientes cuando me retuerce más el brazo. Estoy en desventaja, cuatro contra uno… sé cómo termina esto, estuve muchas veces antes en la misma situación, solo que en aquel entonces yo era de los que reía y veía. ¿Cómo pudo ser divertido? No tengo miedo, pero no quiero que me golpeen.


— vamos, vamos. Es un emotivo reencuentro, después de que te mudaste— lo hice porque no quería terminar como ellos, en una pandilla, robando. Me mude, me cambie de escuela y logre mantenerme así y entrar a una universidad.  


— no quiero nada que ver con ustedes.


— ¿acaso ya no somos tan buenos para ti ahora? – Alex aparece frente a mí.  Ah, solo quiero irme. Volver a casa y olvidarme de esto. Nunca fui muy bueno para esto de las peleas, no soy tan alto como ellos  ni tan fuerte, mucho menos rápido al momento de correr. Nunca fui al gimnasio ni hice deportes, así que mi condición física no es nada buena.


— No— le miro— así que ya basta.


— ¿o qué? ¿Vas a golpearnos?—  David me empuja,  si no caigo es solo porque Alex me sujeta, paro solo para poder ponerme frente a David. Se lo que viene antes de que él lo piense. El primer golpe me aturde, siento el sabor de la sangre en mi boca.


—  Muérete— escupo. Me gano otro golpe, esta vez en el estómago.


— Vamos, Eder— me sujeta del cabello— no queremos hacer esto, ¿verdad? Y como fuimos amigos, te perdonare si me prestas dinero— conozco ese prestar dinero, generalmente ese dinero no vuelve. En otras circunstancias no me importaría porque nunca traigo mucho dinero. Hoy… que maldita suerte la mía. Acaban de pagarme.  


—  Vete a la mierda, David— sé que eso me costara. Logro zafarme, aunque sé que no puedo correr, y golpeo a Alex. Por si mi respuesta no fuera un error, esto lo es.  No sé de dónde vienen los golpes, pronto solo siento dolor y la tierra del parque.  La boca me sabe a sangre.


— ¡Hey!— los golpes se detienen. Sigo encogido en el suelo— ¿Qué están haciendo?


— largo, no te importa, viejo. Estarás en problemas si sigues metiéndote en donde no te llaman— ah, no. suelto un gemido cuando me muevo, me duelen las costillas.  Quiero decirle que no intervenga, pero no sé dónde estoy. Miro hacia todos lados, buscándole.


— bueno… entonces quizá a la policía si le interese. Les llame antes de venir, no deben tardar— una sirena suena a lo lejos.


— tsk, joder. Vámonos— alguien me arroja la mochila. Les escucho correr. Me quejo jadeando entre el polvo.


— ¿estás bien?


— s—si—ahora que se fueron no me importa quejarme o hacer gestos de dolor. Sentarme me taladra las costillas, pero ya que me senté, me siento un poco mejor. Una mano aparece frente a mí, extendida.


— ¿los conocías? No deberías tener amigos como esos.


— No son mis amigos— escupo otra vez, tomando la mano. Me levanto despacio, tomando aire para no quejarme— gracias.


 — ¿seguro que estas bien?


— ¿llamaste a la policía?


— ah, eso. no. fue una suerte que sonara esa sirena ¿no crees?— Ja, me agrada. Limpio el polvo de mi cara y le veo. Ah… es… guapo. No se ve tan mayor como para que le David le dijera viejo. No distingo bien el color de sus ojos, pero su cabello es castaño, y un poco largo. Tiene suerte, con es muy delgado como para pelear— ¿estás bien?


— Si— la cara me arde cuando me doy cuenta de que le estaba mirando fijamente. Por favor, alguien dígale que tengo una contusión— gracias otra vez.


— espera, estas sangrando… acompáñame.


— N…— me sujeta del brazo y me dejo llevar. Camino con la vista fija en su cabello.  Me salvo…


— solo es un poco más, tengo un negocio por aquí y podrías limpiarte un poco antes de irte ¿no crees? Además, quizá tengas un golpe serio, está muy oscuro para poder ver algo.


— ¿eres medico?


— No, solo tengo una heladería— señala al frente, un local en medio del parque.  Se detiene en una puerta, a un lado de la entrada grande.  No me suelta mientras saca las llaves y abre.  Me hace entrar y sentarme en una silla. Suspiro. Las manos han comenzado a arderme por las heridas— iré por el botiquín.


— ¿tienes donde pueda lavarme un poco?


— Hay un baño ahí— me levanto y abro la puerta que señalo. Me arde un poco, pero me siento mejor con las manos limpias y la boca sin sangre. Mi cara esta roja y se está hinchando,  tendré moretones por la mañana, no puedo hacer mucho por mi cabello, un revoltijo pajizo. Al menos aun puedo ver mis ojos, una mezcla entre marrón y verde. Cuando salgo, él ya tiene el botiquín abierto. Estoy por decirle que estoy bien y que no es necesario eso, él me ve, sonríe y me hace una seña para que me vuelva a sentar.


— Estoy bien— digo, pero no puedo negarme a sentarme.


— Déjame ver eso— sus dedos me sujetan con cuidado la cara, me incomoda tenerle mirándome tan cerca. Cuándo mis ojos se encuentran con los suyos, miro hacia otro lado.  Algo que no tiene nada que ver con el dolor comienza a golpearme el pecho— parece que no rompieron tu nariz— lo sé, me dolería más si así fuera. El olor a desinfectante me hace arrugar la nariz.  Me arde donde toca el algodón con el desinfectante. Me la paso desviando la mirada, esperando que no se dé cuenta de lo mucho que me pone nervioso su cercanía. 


Vamos, Eder, es un chico. ¡Un chico!


— gracias. Ya tengo que irme


— ¿quieres que te acompañe?


— ¡No!


— pero… es peligroso que vayas solo, podrían encontrarte otra vez.


— no lo harán, está bien.


— pero aun así…— sus cejas se juntan. No dice nada mientras sacudo mi mochila.


— Gracias por todo— le digo, y salgo del local. Me duele un poco el orgullo también, no lo voy a negar. Que alguien como él me vea así…


— Espera— me detengo apenas le escucho, con un pie fuera del lugar— lo siento, pero no puedo dejar que te vayas así.


— ¿Qué?— me toma del brazo de nuevo. No dejo de notar lo cuidadoso que es. Me dejo llevar otra vez, aturdido por su amabilidad. Alcanzo a notar que por donde vamos está iluminado y que nos topamos con algunas parejas— espera… ¿A dónde…?— se detiene. Estamos en la calle. Él sonríe y extiende una mano hacia el tráfico.


Un taxi.  


— Por favor— me dice, abriendo la puerta. Las orejas se me ponen rojas. ¿Todavía existen personas como él?— no estaré tranquilo si te dejo ir así. 


— pero yo… no…eh…— miro al interior del taxi. No uso taxis, no desconfío de ellos pero tengo los gastos muy medidos, y usar un taxi me haría perder algunas cosas que necesito más. Esas son las desventajas de vivir por tu cuenta.


— No te preocupes, anda— me da un empujón y subo al taxi. Le veo hablar con el chofer, extenderle unos billetes. Entiendo muy tarde que él está pagando por qué me lleven. Me reclino en el asiento. Me siento cansado— oye, ten cuidado la próxima vez ¿quieres?


— Gracias— le miró fijamente. Su sonrisa, su cabello cayéndole al frente por estar inclinado. Me hace un adiós con la mano y le da unos golpecitos al taxi. Me quedo mirándole.


— ¿A dónde?


— ah, si…— el taxi arranca, y giro la cabeza para seguir mirándole. No le pregunte su nombre. Mi casa está algo lejos, corrí mucho, alejándome de mi casa para que no me buscaran en esa dirección. Es un alivio no tener que caminar hasta allá con estos golpes. Ojala supiera dibujar, podría dibujar su rostro justo en ese momento que se inclinó a la ventana del auto. Pero no se dibujar, desearía tener algo para recordarle.


Debo ir para darle las gracias ¿no? quizá intentar pagarle lo del taxi. Cuando al otro día veo como quedo mi cara, y el dolor que me causa moverme, prefiero esperar unos días.  No quiero ir luciendo como un saco de boxeo humano. Diez días después, porque los moretones tardan mucho en desparecer, me atrevo a ir. Siempre tuve apariencia un tanto delicada, por ese motivo, estar en pandillas era la única forma que tenía para no terminar golpeado a diario. Pero eso no importa ahora.  Me quedo de pie, delante de la heladería. Fue una suerte que me trajera aquí, no sabría dónde buscarle si me hubiera  obligado a venir.


— Bienvenido ¿sabe que va a elegir?— ¿Qué?...


— eh…


— Tomate tú tiempo— sonríe igual que antes, es él. Pero no parece reconocerme. No, no me reconoce. Abro la boca varias veces, pero no puedo decir nada. Me duele el corazón. ¿Qué esperaba? No sé, quizá que me hablara de nuevo, que me preguntara como estoy…


— un doble de ese— señalo uno de tantos sabores en la heladera. Pago y me voy a sentar a una de las mesas. No me reconoció.   Bueno… entonces podríamos iniciar de otra manera.


 


Ni idea de que quería iniciar entonces, no esperaba que esto terminara convirtiéndose en una especie de obsesión. Me tomo como cinco minutos saber su nombre, siete visitas aprender sus horarios, una tarde para averiguar donde vivía.  Ahora sé que él me reconoce como el cliente que viene seguido y se sienta en la misma mesa siempre.


Creo que nunca me había enamorado de alguien de esta forma.  Salí con muchas chicas, es decir, soy popular entre las chicas por mi rostro  y solía aprovechar eso para salir con ellas. Eso no cambio cuando me mude, pero ahora no me interesa salir con ninguna. Quiero salir con Nate.  Nunca he salido con un chico, y no creo que me gusten los chicos, a excepción de Nate.


— bienvenido ¿Qué va a llevar?— le sonríe del mismo modo a todos. Le miro,  fingiendo que solo estoy interesado en la pizarra de precios. ¿Cómo demonios puedo salir con él si ni siquiera le digo más de tres palabras?   


No sé qué hacer. Debería hablarle, lo sé, pero siempre que lo intento me quedo en blanco. Además ¿Qué le diría? Si él no me recuerda, entonces es porque el incidente no tuvo mucha importancia para él. Vamos, Eder, debe haber alguna forma. Claro, decirle que soy el chico que ayudo hace varias noches. Tampoco sé cómo sacar el tema, él siempre está detrás del mostrador, atendiendo a los clientes.  Es casi ridículo. Al final me levanto y finjo irme. Me quedo detrás de los juegos infantiles, echando miradas hacia la heladería mientras termino mis deberes de la escuela.  No tengo a quien darle explicaciones si no llego o si llego tarde, así que no me preocupa estar fuera todo el día.


— ¿Eder?


— Ah, hola Noah— justo de quien acabo de pensar, mi compañero de piso.  No puedo pagar una renta yo solo, así que comparto la renta. Noah es tan alto que fácilmente podría ser un jugador de baloncesto si no se dedicara a la cocina. Es una suerte tenerlo de compañero de piso, siempre pruebo la comida que prepara para las clases. Es gratis— ¿Qué haces por aquí?


— compraba algunas cosas para la clase de mañana.


— ah, ya veo.


— ¿te quedaras aquí? Lloverá.


— sí, yo…— una gota me cae en la mejilla y por reflejo miro al cielo. No, hoy pensaba seguir a Nate a su casa. No esta tan lejos de aquí, pero siempre  va caminando, lo cual lleva como unos veinte minutos.


— te lo dije. Vamos a casa, harás un desastre si regresas mojado.


— pero…


— ¿Tienes algo que hacer?— hago una mueca. Noah abre un paraguas. Suspiro, levantándome. No puedo seguirlo así, enfermera y no poder comer helados, no tendré excusa para venir— preparare pasta.


— ¿pasta? Creí que ya habían dejado la comida italiana— no me pongo debajo del paraguas, pero camino cerca. Una fuerte brisa hace que todos comiencen a irse. Lanzo una última mirada a la heladería, ya no puedo ver a Nate.


 


No me enfermo, pero tengo muchas tareas, muchas.  No estoy en la misma universidad que Noah, yo estudio Marketing. Llego tarde a la heladería, ya casi oscurece. No hay nadie a la vista, y por unos momentos me siento inseguro en la oscuridad del parque.


— ¿Qué va llevar?— no es Nate. La chica del cabello de colores. Ella ya tiene tiempo trabajando aquí, siempre que sale viene un chico por ella, su novio a juzgar por la forma en que se van, abrazados o tomados de la mano. 


— Solo un helado sencillo de vainilla— no le pude ver hoy. Me siento y ni intento mirar adentro. Ah, casi todos los trabajos que entrego desde que conozco a Nate tienen muchos colores, uso la misma combinación que tienen los helados aquí, y funciona.  Cuando no está Nate, pido cualquier sabor de helado. Debería avanzar con los trabajos que tengo pendientes, ahora que no está él debo aprovechar y concentrarme. Me quedo tan concentrado en el trabajo que no noto que ya es muy tarde.


— Disculpa— ¡Es él! reconozco su voz. Alzo la mirada, topándome con su expresión amable.


— ¿s-si?


— es un poco tarde, y ya debemos cerrar.


— Claro— cierro la computadora y guardo lo que tenía en la mesa. No he pagado el helado tampoco.  Está adentro, con ese chico nuevo, Liir. Los dos ríen  y Nate le revuelve el cabello.  Eso no es justo, yo ni siquiera he podido hablar con él. Entro a pagar el helado. El chico ya está por irse, no trae el uniforme y trae una mochila colgada al hombro, su atención está en su teléfono.


— espera, Liir. Te llevare, es tarde.


— oh, bien— se sienta. ¿Es así entonces? tan amable con todos. No esperaba otra cosa, pero me hace sentir muy desplazado. No debería sentirme así… ah,  ¡¿Por qué tiene que ser así con todos?! No me gusta.


— ¿se te ofrece algo más?


— me gustas, ¡¿Quieres salir conmigo?!— oh… no. me quedo más helado que lo que venden aquí. Algo cae en el fondo, veo al chico mirarnos con la boca abierta. La sonrisa de Nate decae hasta desaparecer. Me quedo solo dos segundos antes de salir corriendo. Dios mío, esto es tan vergonzoso. No debí salir corriendo, ahora pensara que solo era una broma. Ah… ¿qué hice? Ya no podré volver a la heladería, no puedo verle a la cara después de esto.

Notas finales:

 

 

¿Quien mas ha estado en papel de acosador? XD

Gracias por leer, nos leemos la proxima semana.


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