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Languidez por zion no bara

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Notas del fanfic:

Fanfic dedicado a Casimira quien me sugirió a la pareja y algunos rasgos de su personalidad, espero que te guste,

Ya he usado a la pareja antes, pero en esta ocasión me decidí a manejarlos con la imagen que muestran en el Episodio G, por eso son un poco diferentes, casi no uso otras versiones que no sean las de SSC pero me pareció que les iba bien un cambio en esta trama, igual espero que sea de su agrado.

 

Notas del capitulo:

 

Es una trama corta, un solo capítulo, deseo que les interese a quienes lean.

 

 

—     Será solo por un tiempo Milo—le habían dicho.

Era una mentira, como muchas otras cosas que había creído hasta ese momento de su joven vida, pero ¿Qué podía hacer? Apenas era un adolescente, un jovencito, y los demás, los adultos, se la pasaban diciéndole qué hacer y qué era lo mejor para él, así que no había muchas opciones en su existencia realmente. Pero su vida no había sido así, cuando niño las cosas fueron distintas, muy distintas y tal vez por eso pensaba que siempre sería así, que todo tenía una sencilla manera de ser, como si todas las cosas fueran parte del orden natural de su existir…y no era así.

Sentado ante la ventana de su habitación, la que debía ocupar y ya no más de la que fuera su casa, pensaba en las cosas como habían sido antes, cuando sus padres estaban a su lado y nada que lo dañara llegaba hasta él; sus primeros años de vida fueron muy dichosos, tenía a su madre, una mujer dulce y gentil que lo adoraba y a su padre, quien siempre estaba a su lado, que parecía capaz de todo para tener a su familia en un cómodo bienestar. Pero la tragedia llegó y las cosas cambiaron, su madre enfermó y su padre hizo cosas malas para que la atendieran de lo mejor, como tomar dinero que no era suyo, era de otros, y finalmente cuando se dieron cuenta llegó la policía a la que fuera su casa y se lo llevaron. Su madre no logró resistir mucho después de eso, por más caro que fuera su tratamiento no había cura para su mal que finalmente se la llevó.

Así que ya no contaba con su progenitor, que era un preso, ni con su madre, que era un ángel.

El resto de su familia pensó que debían hacer algo con él pero honestamente no sabían qué podía hacerse por un chico que quedaba solo después de un escándalo, como era de esperarse todos sus bienes fueron incautados hasta que se solucionara lo legal por el desfalco de su padre y no había muchos dispuestos a acogerlo en sus hogares. Lo mejor era otra opción, al menos para los demás así fue.

—     Será un buen lugar para ti Milo—le dijeron.

No había mucho que él pudiera decir, así que solo agachó la cabeza y una mañana, con una única maleta que contenía su mundo, llegó a las puertas de la imponente escuela internado Santuario, pero las grises piedras que formaban los gruesos muros y la enorme reja de metal en la entrada, además de los barrotes en las ventanas, le hicieron pensar que era un tipo de prisión. Como fuera lo guiaron por los largos pasillos hasta una oficina amplia y silenciosa donde un hombre de aspecto rígido los recibió. Escuchó a sus parientes hablar por un largo rato, no entendió todo lo que decían pero si comprendió cuando escuchó las palabras definitivas.

—     El joven Milo estará bien atendido aquí—dijo el director—Recibirá una buena educación y si se compromete será un miembro productivo de la sociedad cuando sea un hombre.

Iban a dejarlo ahí, como un problema que esperaban se resolviera por sí mismo, pero nada dijo entonces.

—     ¿Quiere decirle algo a su familia joven Milo?

—     Si—respondió  en voz baja— ¿Cuándo podré ver a mi papá?

La forma en que se miraron los adultos le indicó que eso no iba a ser posible.

—     Milo, tu papá no estará disponible por algún tiempo—le dijeron con incomodidad—Pero ten en mente que aquí podrás estudiar, aprovéchalo, llegado el momento no estarás desamparado, tu madre dejó un seguro de vida que podrás cobrar cuando seas mayor de edad, no pueden tocarlo pues era de los bienes de ella, por ahora solo debes estar aquí, será lo mejor.

No habría más palabras ni explicaciones, y el jovencito lo aceptó, lo iban a dejar ahí y debía hacerse a la idea, sus parientes se fueron, dispuestos a no regresar, mientras que el chico que terminaba de llegar  tomaba su única maleta y era guiado por los largos pasillos silenciosos donde retumbaban sus pasos, quedaron ante una puerta pesada de madera y metal, abrieron y lo hicieron entrar. El interior no era para sentirse animado, pocos muebles, nada personal, sin calor, pero debía acostumbrarse a ese ambiente en el que tendría que permanecer.

—     Las cosas aquí no son como en otras escuelas—le dijo el directivo con voz rígida—No nos ocupamos solo de sus estudios,  atendemos su personalidad, nada de desobedecer ni ser descortés, hacemos hombres de provecho para la sociedad ¿comprende eso?

El muchachito asintió de un movimiento.

—     Muy bien, será mejor que se acostumbre a este ambiente, atienda las reglas y no habrá problemas, si causa conflictos tendremos que imponer disciplina.

Esas últimas palabras fueron muy fuertes para pensar que solo eran en vano.

—     Soy Shion de Aries—le dijo el caballero con formalidad—Estoy a cargo de la administración de esta escuela, irá conociendo al resto del personal y a sus compañeros en los días que vienen, aprovéchelos para ponerse al día con sus estudios.

El chico hizo un gesto afirmativo.

—     Sé lo que sucedió con sus padres—continuaba Shion—No debe ser sencillo y mucho menos a su edad, pero tenga esto en mente: lo que nos derriba no debe dominarnos, si caemos hay que levantarnos.

Milo lo miró al rostro pero la rígida expresión de esa cara no lo ayudó a sentirse mejor en esa escuela.

—     Lo dejó a solas, descanse Milo de Escorpión, para mañana debe comenzar con sus clases, buen día.

Con esas palabras se retiró de la habitación, dejándolo solo, y el jovencito de unos lindos cabellos castaños casi rubios y ojos profundamente azules miró alrededor, sintió deseos de llorar, el lugar le había parecido frío, pero ese hombre que lo recibió le parecía más gélido aún.

—     ¡Papá!—se lamentaba— ¿Cómo pudiste dejar que me trajeran aquí?

Pero su padre en realidad ya había salido de su vida y sería así por muchos años pues su condena sería larga.

No pasó mucho tiempo para que Milo de Escorpión fuera informado del orden de ese sitio, era verdad que se trataba de una escuela pero también se ocupaban de otro tipo de actividades, debían hacer ejercicio, ayudar con las diversas diligencias del lugar, dedicar tiempo a la formación del espíritu por medio del arte y aprender diversos oficios que algún día podrían serles de utilidad o al menos eso decían. Su primer día de clases no fue sencillo, lo pararon en medio del aula con su uniforme bien planchado y abotonado, la corbata puesta, zapatos brillantes y nada fuera de lugar; sintió los ojos de los demás mirándolo fijamente sin perder un solo detalle de cómo se veía, mientras el profesor al frente del aula hablaba.

—     Debes presentarte formalmente ante tus nuevos compañeros—le dijeron—Debes aprender a vivir como los demás aquí.

—     Mi nombre es Milo de Escorpión—murmuró.

—     No se escucha—dijeron del fondo del aula.

—     Soy Milo de Escorpión—repitió elevando la voz.

—     ¿Escorpión?—preguntó alguien— Fue un tal Kardia de Escorpión el que desfalcó al banco nacional ¿no?

De inmediato comenzaron los cuchicheos, el joven castaño los escuchaba con la mirada baja, tal vez su vida sería así desde ahora, en cuanto escucharan su nombre la gente pensaría en lo hecho por su padre.

—     Suficiente—dijo el profesor—Milo, toma tu lugar.

De inmediato lo hizo, sin mirar a nadie directamente, bajando la vista, sintiéndose muy consciente de los ojos que se estaban posando sobre él, intentaba tranquilizarse pero realmente se sentía mal, cansado, triste, con el deseo de desaparecer cuanto antes y que nadie supiera nada de él de nuevo.

Las cosas no mejoraron en las semanas siguientes, Milo no tardó en hacerse parte del estilo de vida de Santuario, aceptó las normativas con docilidad, se mostraba como un estudiante aplicado y como actividad física tomó remo, lo cual era bueno ya que no significaba más que subirse a un bote y navegar por el solitario lago y le gustaba más porque no parecía que a nadie le interesara ser su compañero. Su mutismo no permitía avances, además cuando le preguntaban algo sobre sus padres se quedaba callado, no miraba a nadie de frente y en cuanto podía se encerraba en su habitación. Los maestros lo tenían por un buen alumno pero sus compañeros no eran tan favorables, lo veían como alguien raro, cuando solo se encontraba melancólico, su vida había cambiado mucho.

Pero estaba por cambiar aún más.

 

**********

 

El aula estaba como siempre, algunos charlaban antes de las clases, otros hacían sus cosillas pero Milo solo se mantenía con la mirada baja sobre su pupitre, estaba abatido, no era para menos cuando supo que su tan ansiada visita a su padre no se daría, había soñado con verlo pero al final, por medio de un muy breve mensaje escrito, le dijo que no fuera a verlo, debía quedarse en la escuela. Algunos más de su clase parecían tener un muy singular talento para descubrir cuando se sentía más decaído pues era justo cuando más lo molestaban pero pretendía no escucharlos, aunque con solo ver sus azules ojos cualquiera sabría que no era inmune a todos esos comentarios. Todo quedó de lado cuando el profesor entró y se dirigió a sus estudiantes con el mismo tono  frío de siempre, además que no estaba solo, había otra persona a su lado que miraba con profundo fastidio toda la escena, llevaba el mismo uniforme pero completamente desaliñado y sin corbata, la camisa por fuera y los botones superiores de la camisa abiertos.

—     Contamos con un nuevo estudiante—les anunció y de inmediato se dirigió al joven a su lado—Debes presentarte formalmente ante tus nuevos compañeros, debes aprender a vivir como los demás aquí.

El de Escorpión se dio cuenta que eran exactamente las mismas palabras que le habían dicho a él cuando llegó a esa institución, pero la respuesta del recién llegado fue muy distinta.

—     ¿Por qué debo hacerlo?—dijo el otro joven—Estos bufones no necesitan saber quién soy.

Esas palabras no fueron del agrado de muchos quienes miraron al recién llegado como si solo esperaran la oportunidad para darle su merecido, sin embargo no era el momento; una mirada más firme del profesor hizo que el otro hiciera un mohín de desagrado y hablara con tedio, como si no importara.

—     Soy Aldebarán, mi familia me metió aquí como a ustedes para librarse de mí, bla bla bla.

Se metió las manos a los bolsillos de los pantalones y se quedó observando a la nada como si toda esa escena no tuviera la menor importancia.

—     Toma tu lugar—indicó el docente.

Ya había tratado con buscabullas como ese en el pasado y siempre habían logrado domarlos, no iba a ser ese chico quien cambiara el orden de la escuela solo por sentirse que era el más malo del lugar.

Aunque parecía que el recién llegado quería mostrar un punto pues no se dirigió al sitio que le destinaron, sino que se sentó justo detrás del joven Escorpión, estirándose como gato al sol, tocando casi sin proponérselo al otro chico pues era muy alto.

—     Que sitio tan estúpido—dijo.

El castaño lo escuchó y como por impulso volteó a mirarlo, aparte de alto se veía fuerte, su cabello era rubio y sus ojos verdes, había algo en su expresión, no pudo definirla pero el otro se le quedó mirando directamente y sin más le lanzó algo.

—     ¿Qué? ¿Quieres una foto para mirarme más?

Tímido el de Escorpión se giró con velocidad y no se atrevió a voltear de nuevo, ese muchacho parecía un toro salvaje, rudo, fuerte, y sin admitir que nadie lo dirigiera. Parte de todas esas ideas eran verdad pero había más que solo esa actitud de malo en el recién llegado.

Los días siguientes no fueron muy diferentes para Milo, cumplía con sus deberes lo mejor posible, en lo académico, pues en lo demás no era muy destacado, lo físico se le hacía complicado y no por falta de habilidad sino porque nadie quería estar con él, se había convertido en uno de los pasatiempos hacerle sentir que no era bienvenido. Solo una actividad parecía ser agradable para él en ese sentido, remo, y más que nada porque no interesaba a los otros, así que se había hecho diestro en tomar los remos y guiar la solitaria embarcación por el lago, lo cual le permitió encontrar algunos escondites en los que podía sentirse libre de los demás aunque jamás desafiaba la hora de presentarse en las clases, regresaba a tiempo.

Lo que si había cambiado era para el resto de la escuela, pues la presencia de Aldebarán de Tauro no era para pasar desapercibida, prácticamente se había enfrentado con todos los que tenían algún tipo de autoridad, incluyendo a todos esos que se tomaban su postura de ser los más malos del lugar, a los cuales por cierto ya les había dado una paliza para demostrar que más les valía no meterse con él. Y había funcionado. Continuaba con esa actitud que nada le importaba y parecía que no iba a cambiar, que todo estaría así por mucho tiempo. Además ellos dos no habían entablado contacto, apenas si se veían en clases pero eso estaba por cambiar.

Milo estaba leyendo en su habitación, ya era tarde pero no podía dormir, había esperado poder comunicarse con su padre pero el caballero había declinado recibir su llamada, intentando no sentirse decepcionado el joven procuraba mantener su mente en algo más, por eso estaba con un libro entre sus manos cuando todos los demás ya deberían estar dormidos  desde hacía largo rato. Al final suspiró, sin importar cuanto lo intentara lo único que llenaba su mente era el hecho de que su padre era el que estaba lejos y no deseaba saber más de él, se lo había demostrado, pero no terminaba de comprender el porqué, sencillamente no podía, estaba solo, se sentía muy solo y más en ese lugar en el que no contaba con nadie para desahogarse, en quien confiar.

Se levantó para ir a apagar las luces, después fue hacia la cama, apenas iba a recostarse cuando escuchó un golpe contra su puerta, no estaba seguro de lo que ocurría pero se atrevió a abrir, no pudo menos que sorprenderse cuando otra persona cayó dentro de la habitación. Se quedó mirando sin saber qué hacer y el recién llegado también lo miró y pareció sorprendido por su presencia.

—     Diablos, creí que era mi habitación—dijo.

—     ¿Qué te pasó?—preguntó el de Escorpión.

—     Un malentendido con un imbécil.

Parecía que estaba herido de la pierna izquierda, se veía una mancha de sangre, notando eso el de cabellos castaños lo ayudó a entrar lo más pronto que pudo y llegaron hasta su cama, cerró la puerta y encendió las luces, no estaba seguro de qué hacer a continuación pero parecía que el otro sí.

—     Solo necesito una venda—decía.

—     Yo creo que es mejor ir a la enfermería Aldebarán.

—     ¿Cómo piensas que necesito que sepan esto?

La mirada dura de esos ojos verdes apagó la oposición o cualquier otra idea de pedir ayuda en el castaño, así que solo le quedaba buscar algo que pudiera hacerla de venda, no contaba con nada parecido o eso creía.

—     Solo dame una camiseta—le dijo el de Tauro—Con que detenga el sangrado bastará.

—     Pero ¿Y si estás herido de gravedad?

—     Solo fue un rasguño superficial.

Diciendo eso se desabrochó los pantalones y sin más se los bajó hasta los tobillos, haciendo que el de Escorpión lo mirara de forma extraña, pues el joven sintió como si algo pasara, algo que lo dejó sin voz por unos segundos pero tuvo que reponerse pues llevaba la camiseta en la mano y casi con timidez se la extendió.

—     Necesito algo para limpiarme—mencionó.

Unos segundos y ya estaba el de Escorpión a su lado con un balde con agua y unas toallas, no dijo nada al mirarlo y comenzó a ayudarlo a limpiarse la sangre, era verdad que la herida no era profunda, solo superficial, nada de qué preocuparse.

—     ¿Cómo te hiciste esto?—preguntaba Milo.

—     Una discusión con un idiota, creyó que su navaja me iba a asustar—explicaba el de Tauro—Apenas si la usó antes de que le diera su merecido.

—     ¿Pero por qué…?

—     Basta de preguntas, solo quiero llegar a mi habitación en cuanto pueda, no necesito a Shion de Aries metiendo su nariz en mi vida, ya lo hace con todos los demás.

Milo no supo que más decir, solo terminaba de ayudarlo apenas dándose cuenta de la manera tan atenta en que era mirado por el otro, siempre más alto, más fuerte, con más personalidad sin duda, muy distinto a él. Cuando estaba prácticamente terminada la labor, el de cabellos castaños no supo que más hacer o decir, no estaba seguro de lo que podía comentar, sin embargo el otro una vez más se hizo cargo de todo.

—     Ya está—dijo—será mejor que me vaya.

Diciendo eso se puso de pie, se acomodó los pantalones dispuesto a marcharse, caminó hacia la puerta pero antes de irse hizo algo más, fue hacia el castaño y le colocó la mano en la cabeza alborotando su cabello como si fuera solo un chiquillo.

—     Gracias Bichito, fuiste de ayuda.

Con eso se fue de la habitación pero dejó pensando al de ojos azules.

—     ¿Bichito?

No entendía que había querido decirle con esas palabras.

Aunque el que no lo entendiera no tuvo que ver con que desde ese día el de Tauro cambiara un poco su actitud hacia él, no mucho pues hasta ese momento parecía haberlo ignorado pero se encontró con la novedad que esa tarde en que podía remar por el lago el bote no estaba a solas, alguien estaba recostado ahí.

—     ¿Qué haces aquí?—preguntaba sorprendido.

—     Buscaba un sitio tranquilo—respondió el otro.

Se trataba de Aldebarán quien por cierto estaba fumando y parecía no importarle que lo descubrieran.

—     Si te ven fumando estarás en problemas—advirtió el castaño.

—     He estado en líos desde que llegué, uno más no tiene importancia.

—     Pero…

—     Te puedes quedar ahí  diciéndome por qué estoy en problemas o puedes subirte y remar, tú decides.

El de Escorpión pareció pensarlo un poco, apurado, pero al notar que lo miraban solo quedarse de pie supo que lo mejor era moverse o también estaría en problemas, así que se subió al bote y comenzó a remar después de soltar la amarra, todo parecía estar bien, incluso su no pedido invitado que se mostraba relajado con el movimiento sobre el agua, lo suficiente para que charlaran un poco.

—     ¿Por qué te vinieron a arrojar a este sitio Milo?—pregunto cuando estaban en medio del lago.

—     Mi familia pensó que era lo mejor.

—     Debiste ser un tipo de problema que no querían enfrentar.

—     Yo no doy problemas—dijo intentando defenderse.

—     No pero lo eras de todas formas, todos estamos aquí por eso ¿no lo sabías?

—     ¿Acaso tú eres un problema para tu familia?

—     Si—respondió el de Tauro como si nada—Pero en cuanto pueda me largaré de aquí y haré mi vida, sin que nadie tenga que dar su parecer y decirme lo maravilloso que era mi padre, ese cuento ya me lo sé.

El de ojos azules no dijo nada, había escuchado como todos algunas cuestiones sobre sus otros compañeros, por ejemplo, de Aldebarán se sabía que era hijo de un importante militar que había muerto en acción, todo un héroe, aunque su situación familiar era algo así como un poco complicada.

—     Mis padres no estaban casados—dijo sin más el rubio—Y mi padre no tuvo mejor idea que alejarme del pernicioso ejemplo de mi madre, o al menos eso dijo, cuando me llevó con él sin importarle cuanto le suplicó ella, pero él tenía el nombre y el dinero, todo estuvo de su lado y tuve que estar con su familia, como si fuera tan buena.

—     ¿Qué pasó con tu mamá?—preguntó con cierta inquietud.

—     Solo podía verla una vez al mes, por media hora, en la cocina, y jamás a solas, siempre la hicieron sentir menos, bola de puñeteros.

Milo lo escuchaba, no estaba al corriente de toda la historia pero al escucharla de parte de Aldebarán se dijo que debió ser algo que le dolió mucho, aunque intentara aparentar que no.

—     ¿Aún la ves Aldebarán?

—     No, murió hace unos meses, poco antes que mi padre, el respetable Rasgado de Tauro—soltó con sorna—De haberlo sido se hubiera casado con ella y le hubiera cerrado el hocico a su familia, pero jamás lo hizo, y su esposa era una bruja, solo por su dinero se casó con ella, maldita arpía arrogante.

En definitiva se escuchaba como una historia complicada la de la familia Tauro, tal vez por eso el alto rubio actuaba con semejante rebeldía, pero el de Escorpión no pudo seguir pensando en ello cuando sintió esos ojos verdes fijos en él.

—     Al menos tu padre quería a tu madre—le dijo de pronto.

Pero Milo solo bajó la cabeza ante esas palabras, el otro se dio cuenta y dio otra bocanada de su cigarro.

—     Todos aquí sabemos lo que hizo Kardia de Escorpión—continuaba el de cabello rubio—Veo que te lo recuerdan con frecuencia.

El de cabellos castaños seguía sin decir nada, con la cabeza baja, pero en ese momento el más alto lo sujetó por la barbilla e hizo que lo mirara de frente, haciendo que sus miradas se encontraran por unos segundos.

—     Estamos metidos aquí Bichito, pero algún día saldremos, tienes que aguantar un poco más.

—     Extraño a mis padres—admitió con tristeza—Los extraño mucho…pero mamá se fue y papá no quiere verme, no sé qué hacer.

—     De tu madre no se puede hacer nada, esa es la verdad, de tu padre eso es distinto, tal vez él simplemente no quiere llevarte adonde está ahora.

—     Pero…

—     Oye, solo es una teoría—lanzó con fastidio soltándolo—Puedes quedarte lloriqueando por eso o puedes levantar la cara, erguir la espalda y no permitir que nadie se burle de ti por todo lo que ocurrió.

—     Pero yo…

—     Poniendo cara de mártir y ojos de tristeza no vas a salir adelante.

Fue duro al hablarle, rudo, muy directo, y sin embargo esas palabras le llegaron a lo más hondo al de ojos azules, tal vez era lo que necesitaba escuchar aunque aún no terminaba de comprenderlo; y para cambiar de tema y seguir como si nada dio otra bocanada a su cigarrillo y se acomodó sobre el bote.

—     Es muy cómodo esto del bote—comentó el de Tauro—Creo que dejaré que me lleves algún otro día.

Milo no supo que decir ante ese comentario, se limitó a seguir remando mansamente en silencio, pero los ojos verdes del otro joven no se apartaban de él.

—     Era un buen momento para que me mandaras al diablo Bichito, no dejes que saquen provecho de ti.

—     ¿Quieres que no te lleve?

—     Digo que no dejes que te usen, eso es todo.

Pero ya no dijeron mucho, el de Escorpión siguió remando dejando que el agua los llevara, adentrándose a la suave música de la naturaleza, y se dio cuenta que antes le agradaba remar para no tener que estar con los demás, pero también le agradaba poder tener a alguien a su lado en esos momentos.

 

**********

 

Durante los días siguientes de ese encuentro la mente de Milo se ocupó un poco más de otras ideas y no solo lamentarse porque su madre había muerto o porque su padre no quería que lo visitara, debía haber algo más en la vida que solo la tristeza y mirar cuanto lo rodeaba como si fuera a través de un cristal empañado, no terminaba de estar seguro lo que podría hacer consigo mismo pero deseaba hacerlo. Por supuesto que no era sencillo, no podía serlo cuando seguía encerrado en esa escuela y los demás compañeros tenían por costumbre estarlo molestando por cualquier motivo, la verdad era que se había convertido en un blanco fácil, callado, silencioso, triste, era sencillo ver como sus ojos se sentían dolidos por las palabras que le lanzaban y daba una sensación de poder a los demás, saber que tenían la capacidad de herir a otro que no podía defenderse de ellos.

La situación probablemente hubiera seguido de esa manera de no ser porque un buen día alguien se puso decididamente del lado de ese chico de ojos azules.

El de Escorpión estaba sentado en su mesa banco, sin hacer nada, tenía la mirada fija hacia abajo, intentando pensar en qué hacer, qué camino tomar, cuando un pequeño grupito lo rodeó y sin más comenzaron a hablar.

—     ¿Qué te sucede?—dijo uno con burla—Andas callado ¿será porque tu papá te escribió desde su lujosa mansión?

Los demás se rieron y las cosas no terminaban ahí.

—     Ahora nos ignoras, como si no supiéramos quien es tú papá, hay que tener cuidado muchachos, no vaya a sacarnos la cartera.

Nuevas risitas, mientras el castaño solo se preguntaba por qué se metían con él ¿Qué les había hecho? ¿Por qué no lo dejaban en paz? Las palabras seguían, eran cada vez más crueles, más duras.

—     ¿Qué pasa?—continuaban— ¿Vas a llorar? ¿Vas a llorar? Anda, llora mariquita, llora.

El de Escorpión intentaba detenerlo pero no podía, le ardían los ojos, las lágrimas saldrían de un momento a otro y justo antes que sucediera algo más ocurrió.

—     ¿Qué? ¿Estamos hablando de padres?—preguntaba Aldebarán entrando—Que bien, porque según supimos el tuyo tiene nueva querida, una de veinte años que le sacó un departamento de lujo ¿De dónde saca tu padre el dinero si trabaja para el gobierno? ¿No lo están investigando por eso? ¿Eh?

Se quedaron mirándolo, pero el de Tauro no había llegado para quedarse callado sino que siguió con todos los demás, no venían de las familias con la mejor moral del país aparentemente, y el de cabellos rubios lo sabía.

—     Mejor lárguense, antes que les patee el culo—les lanzó con un gesto muy significativo.

Los otros no estaban muy contentos y parecían dispuestos a responder pero el de ojos verdes les lanzó uno mirada que indicaba que estaba dispuesto a usar los puños para respaldar su boca, era mejor no seguir con eso. Cuando se fueron fue el momento del de Escorpión para mirarlo, se notaban las señales en su rostro por sentirse mal y el recién llegado le iba a decir lo que pensaba de eso.

—     Quita esa cara, sécate las lágrimas y ponte de pie, los imbéciles siempre han existido y siempre van a existir, así que no te pongas así por ellos—le dijo con cierta  rudeza.

—     Gracias Aldebarán—respondió con voz algo ahogada.

—     Lo de ponte de pie es en serio, quiero ir al lago.

El castaño sonrió suavemente pero al final siguió dócilmente al de Tauro y fueron al lago para dar una vuelta en bote, sin embargo Milo pensó en algo más al notar como el rubio se tendía en la barca para fumar, con su masculino perfil ante sus ojos y esa especie de desenfadada manera de llevar el uniforme: era un chico atractivo. Sus mejillas se sonrojaron por esa idea ¿de dónde había salido?

—     ¿Y ahora que te sucede Bichito?—preguntaba el más alto.

—     Nada…no es nada—respondió.

Pero si era algo y no tardaría en revelarse.

La relación que sostenían Milo y Aldebarán era un tanto peculiar aunque no dañina, incluso los maestros se dieron cuenta y por eso no hicieron nada para evitarla, al principio pensaron que alguien como el de Tauro se aprovechaba de alguna manera del de Escorpión pero no era así, el más alto parecía tranquilizarse y el de ojos azules se hacía menos aprensivo, sin esa melancolía que lo había llenado desde su llegada. Los demás jóvenes habían notado que eran algo así como amigos y por lo mismo no molestaban más al de cabellos castaños, pues sin duda el otro de mirada glauca haría algo al respecto. Pero ni aún con eso se había determinado lo que en verdad sucedía entre ambos y eso era importante para el más pequeño quien llevaba un tiempo preguntándose muchas cosas sobre su compañero rubio y él.

¿Qué era lo que quería Aldebarán? ¿Quería algo de él? ¿Por qué se comportaba como lo hacía con él? ¿Tendría algo por los chicos? En ese terreno Milo no terminaba de estar seguro, no sabía si lo suyo eran las muchachas o los muchachos, pero encerrado ahí no era exactamente lo más sencillo decidirse. En todo caso continuaba sin estar seguro de lo que sentía por el de Tauro, afortunadamente para él todo iba a definirse en poco tiempo pues el otro era mucho más decidido.

Ese día Aldebarán se había burlado la última clase y el profesor le pidió a Milo que le llevara sus deberes, así lo hizo el joven y no encontró al de cabellos rubios quien apareció unos momentos después como si nada.

—     ¿Qué haces aquí Bichito?—preguntó.

—     No te presentaste a clase Aldebarán, el profesor envió tus deberes ¿Dónde estabas?

—     Solo no quise escuchar idioteces—respondió como si nada.

Parecía que había salido, estaba algo sudoroso, se quitaba la chaqueta del uniforme y se limpió un poco el sudor.

—     Mejor me doy un baño, tuve que correr para regresar.

Era verdad, se le habían terminado los cigarrillos y salió por otra cajetilla, anduvo un buen rato, por eso no asistió a la última clase y regresaba así, con prisa y sin dar explicaciones; como si estuviera solo se limitó a irse a la habitación de baño, dejando ahí al otro joven que esperaba poder hablar un poco con él, de la tarea, de lo que fuera o de nada, le gustaba estar a su lado simplemente.

Milo no estaba seguro de nada ¿se iba o se quedaba en esa habitación? ¿Qué era lo que sucedía con Aldebarán? ¿Qué buscaba de él? ¿De verdad quería algo o solo se burlaba? No lograba comprenderlo pero necesitaba respuestas, que simplemente no sabía cómo encontrar. Fue en ese momento cuando sus ojos azules quedaron sobre una prenda como olvidada sobre la banquilla de madera, se trataba de una toalla, sin duda el de Tauro la había olvidado y cuando saliera de la ducha no la tendría a mano. Casi dando un suspiro de cansancio se dirigió a la habitación de baño, como todas las recámaras de los estudiantes eran iguales no tuvo problemas en orientarse, y sin pensarlo traspasó la puerta entreabierta a su alcance, de haberlo pensado las cosas hubieran sido muy diferentes.

—     Olvidaste…

Y hasta ahí le dieron las palabras para continuar con lo que iba a hacer, se quedó sin aliento con la escena que estaba ante sus azules ojos, el de Tauro se estaba terminando de desvestir, ya se había sacado la camisa y los pantalones, las zapatillas y las medias, solo quedaba la ropa interior, dejando ver su fuerte musculatura y que para nada se veía como un muchachito, no, era un hombre completo. Distinto a lo que se pudiera pensar, el que se desvestía no demostró la menor señal de incomodidad por un testigo en esa escena, como si ni siquiera estuviera ahí continuó desvistiéndose, quedando completamente desnudo en dos segundos. Aunque si miró directamente a los ojos del de Escorpión mientras lo hacía, al pasar a su lado tomó la toalla que llevaba el otro que seguía sin hablar y sin parpadear y sin respirar por contemplarlo.

—     Sígueme—le dijo mientras caminaba a la ducha.

La verdad era que el jovencito de los cabellos azules no tenía ni la menor idea de lo que iba a hacer en ese instante, terminaba de ver a un chico completamente desnudo y no terminaba de saber cómo reaccionar, había algo en su interior, se intimidaba y se sentía arder al mismo tiempo, no tenía la menor idea que sus mejillas estaban encendidas y que sus ojos brillaban. Dudaba con intensidad, se dijo que lo mejor era marcharse de ahí y jamás volver a tener contacto con un individuo semejante, pero sus pies en lugar de llevarlo a la puerta lo llevaron a la ducha, donde el otro ya estaba empapándose con el relajante líquido, dejando que su cuerpo se humedeciera y brillara por el agua que llegaba a todas partes de su bien formado cuerpo.

Definitivamente el de Tauro notaba que ese chico estaba ahí, mirándolo sin poder perderlo de vista, notaba todas esas señales que antes eran leves pero en ese momento estaban muy claras, no se había equivocado con él, le gustaba y no se había dado cuenta de ello. Bueno, era el momento de hacer algo al respecto, por eso, sin más, sin dejar que sus miradas se apartaran, le tendió la mano de manera firme, una invitación muy clara y si lo que quería era darse la vuelta y salir corriendo podría hacerlo, nada se habría perdido. El otro chico tan solo respiró de manera ahogada pero con sus mejillas ruborizadas comenzó a quitarse la ropa, un poco torpe por la prisa pero al final lo consiguió e igualmente desnudo entró bajo el agua empapándose y sintiendo su corazón latir con intensidad.

Era un momento demasiado nuevo para la vida de un joven Escorpión, no estaba seguro de lo que debía hacer o cómo seguir, se notaba en su rostro que no estaba seguro de nada, incluso como abría sus ojos azulados para observar al otro joven indicaba que no tenía ni la menor idea de lo que seguía, pero afortunadamente ahí estaba el de Tauro para hacerse cargo, convenciéndolo con velocidad de quedarse ahí.  Si tuviera alguna duda de ello, con manos seguras, el de cabellos rubios sujetó suavemente ese lindo rostro ante él, acercándose con suavidad para poner sus labios sobre los del otro joven, al principio solo el contacto, para después besarlo realmente, dejándolo sentir lo que podían tener si se quedaban juntos. Eso y un leve temblor sobrevinieron, dándose cuenta el de Tauro que ese muchacho ante él jamás había sido besado, lo hizo sonreír algo así, era especial tenerlo entre sus brazos.

Siguieron besándose hasta que el de Escorpión comenzó a responder, dejándose llevar lentamente pero sin abandonar un poco esa sensación de temor que nacía de su interior, no era sencillo llegar a tanto cuando nunca antes había estado con un chico, pero no dejaba de ser emocionante sentirse de esa forma, entre los fuertes brazos de otro hombre. No se quedaron solo con los besos, de manera tímida las manos del muchachito castaño comenzaron a moverse, lentamente, como si esperar que en cualquier momento le dijeran que no tocara, pasaban suavemente por esos marcados músculos, por los brazos, la espalda, llegando hasta la cadera pero no se atrevieron a más, un rubor lo cubrió al imaginarse siquiera lo siguiente que sentiría si continuaba de esa manera. Aldebarán no dejaba de besarlo, de imponerse, de hacerle sentir su cercanía y la fuerza y el calor de su cuerpo, eso y que su deseo se presentaba con velocidad, lo besó con intensidad, hasta dejarlo sin aliento, y en ese instante supo que no iba a quedarse más tiempo bajo la ducha, era mejor ir a otro sitio.

 

**********

 

El de Tauro cerró las llaves de la ducha, Milo parpadeaba a su lado aun húmedo del agua con su cabello escurriendo y sus grandes ojos observándolo, parecía hasta más pequeño haciendo eso pero no disminuía el deseo del rubio, quien se limitó a sonreír para después tomarlo de la mano y guiarlo fuera del baño, aunque el nuevo sitio era más específico: la recámara. Desnudo y mojado por la ducha, Milo respiraba inquieto, terminaba sin sentirse seguro de nada, aunque no disminuía su deseo de quedarse en ese lugar, al lado del de ojos verdes. Se quedaron de pie junto a la cama, besándose, llevando el control de la situación el más alto pero no era un problema, al menos a ninguno de los dos parecía molestarle eso. Como si buscara que el de menor talla no tuviera temores en ese instante o al menos de convencerlo con mayor velocidad, el rubio llevó las manos del otro joven a sus sexos, uniéndolos, haciendo que los frotara con el mismo entusiasmo que él, se sentía tan bien que no creía que fuera a alejarse en ese instante.

Aldebarán estaba mucho más dispuesto a seguir, su sexo estaba irguiéndose y ese hermoso chico estaba completamente desnudo y dispuesto a que continuaran, no había motivos para esperar entonces, y siendo así no vaciló en sujetarlo con cuidado para hacerlo quedar sentado sobre la amplia cama. El de ojos azules lo observó por unos segundos, como si se preguntara por lo que debía hacer ¿recostarse o…? no tuvo que seguir preguntándose cuando el de Tauro le indicó lo que esperaba, que se hiciera cargo de una tarea en especial, así que con cierta timidez el chico lo hizo, acarició ese rígido sexo para permitir que la corona entrara en su boca, dando inicio a un sexo oral más amable que intenso pero en su entusiasmo y ternura era bastante satisfactorio para el otro joven.

Aun así, disfrutándolo ya acariciando ese hermoso cabello castaño, Aldebarán sabía que no iba a tener suficiente, le excitaba ver a ese chico hacer lo que hacía, mostrarse tan dispuesto a complacerlo, pero quería más que eso, necesitaba más e iba a tenerlo, estaba seguro cuando su miembro estaba completamente erguido, no necesitaba esperar más. Se apartó un poco para hacer que lo mirara y le sonrió, dándole un beso fugaz un segundo después, lo hizo levantar las piernas con calma y lo recostó sobre las sábanas, un segundo después lo estaba acariciando por todo el cuerpo, fascinado de lo hermoso que era y encantado por verlo cerrar los ojos y sonrojarse con dulzura por lo que estaba ocurriendo.

—     Eres muy bello Bichito—le dijo contra los labios antes de besarlo de nuevo.

Con un poco de agitación el de cabellos rubios siguió acariciando ese delgado cuerpo, marcando con la punta de sus dedos las zonas más sensibles, rodeando los pezones, acariciando el cuello, frotando el vientre, alcanzando el sexo que se elevaba y enrojecía por la punta y al tenerlo en su mano provocó un gemido de parte de su dueño que no pudo sino entusiasmarlo. Llevado por ese entusiasmo, sin pensárselo dos veces, sujetó un poco más firme el miembro y se inclinó hacia adelante, para comenzar a lamerlo por la corona, haciendo que el otro chico sintiera exactamente lo que hacía, el jugueteo, la humedad de su lengua, la manera en que lo frotaba por el tronco, cuando lo metió lentamente a su boca y comenzó a bombear presionando con sus labios, succionando con fuerza hasta conseguir que gimiera y temblara un poco, era en verdad delicioso ese muchacho.

—     Intenta quedarte quietecito—le murmuró con voz firme.

No hubo una respuesta, un ruborizado Milo no tenía ni idea de lo que haría en ese instante, así que solo siguió la recomendación de no moverse respirando con fuerza, aunque no estuvo menos al tanto sobre esas fuertes manos que sujetaron sus muslos y los separaron, sintió como lo acariciaban desde las rodillas hacia arriba, siempre hacia arriba, frotando su sexo con cierta prisa, pero no era todo, su delicada entrada masculina fue tocada haciéndolo casi brincar sobre las sábanas, levantó el rostro buscando a su compañero por algún tipo de explicación pero solo vio  como el de Tauro sonreía y volvió a acariciarlo con un dedo, de arriba hacia abajo, provocando que su vientre se estremeciera. El de ojos azules apretó los labios, no sabía qué hacer, por unos instantes le dio la impresión que sentía desasosiego, tal vez debía detenerlo todo en ese instante pero no lo hizo, no tenía la voluntad de hacerlo realmente.

Un entusiasmado joven rubio no dejaba de acariciarlo y rodear su pasaje a la intimidad, pero sabía que no iba a ser sencillo ya que necesitaba algo que facilitara la labor, no quería lastimarlo después de todo, debía contar con lo necesario pero antes de buscarlo lo sujetó con cierta prisa por la cadera para conseguir que se abriera para +él y lo beso por el sexo y el cerrado anillo de músculo, lo cual hizo que el castaño se estremeciera dando un gemido de asombro. Esos breves momentos para que se calmara fueron utilizados por el de Tauro para buscar en la mesita de noche los preservativos y el lubricante ¿Qué se podía decir? le gustaba estar preparado y era bueno eso porque no pensaba dejar así las cosas con ese lindo Milo, el cual por cierto había fijado sus pupilas azuladas en lo que hacía ese joven a su lado, sintiendo que su corazón latía con bastante fuerza.

El de Tauro se quedó sentado a su lado, acariciando primero sus muslos para después apretar suavemente la cara interna de sus piernas y se aplicó el lubricante en los dedos, sobre todo las puntas, para después comenzar a acariciarlo lentamente, presionando con suavidad, observando su rostro para saber que tal iban las cosas, aún estaba ese hermoso rubor, continuaba apretando los labios, estrujaba las sábanas con los dedos, temblaba un poco, y le gustaba todo lo que veía. Con insistencia continuó rodeando esa entrada delicada y masculina que parecía aferrada a no permitirle ningún avance, así que eligió un camino más directo, besando al de Escorpión con fuerza, frotando su sexo entre sus vientres y empujando con insistencia hasta que sus dígitos traspasaron el delicado anillo que se abrió con cierto esfuerzo.

Sin poderlo evitar el de cabellos castaños gimió de forma abierta, sus piernas temblaron un poco, pero le parecía que todo había pasado, esos dedos lubricados se movían en su interior, avanzando y retrocediendo, hundiéndose por completo para girar en su interior y despertar sensaciones que pasaban por su espina dorsal y lo hacían estremecer. Sin embargo el de ojos verdes sabía bien que con eso no iba a bastar, necesitaba más de ese chico y para eso tuvo que retirarse temporalmente de su labor y se aplicó lubricante con bastante libertad en las dos manos, y sin esperar llevó los pulgares al interior de ese suave pasaje para tirar levemente en direcciones contrarias; el de ojos azules su arqueó sobre su espalda, quejándose con algo de malestar, las cosas no eran como las esperaba en ese instante y solo pudo pedir algo.

—     Con cuidado, con cuidado—le pidió de manera ahogada.

—     Tranquilo, sé lo que hago—respondió el otro.

—     Pero…

Para eliminar cualquier resistencia un nuevo beso se presentó, pero ahora consiguió que sus lenguas se encontraran, imponiéndose de inmediato en esa boca, recorriendo su interior y caso para separarse le lamió los labios con fuerza; con sus ojos glaucos observó ese lindo rostro que parecía estar sin sentido, ese chico de verdad que jamás había hecho nada con nadie. Aprovechando la situación volvió a lubricar sus dedos y de inmediato los llevó a esa delicada entrada que cedía con un poco más de facilidad, lo suficiente para que incluso su dueño se mostrara complacido con sus atenciones pues se movía  dulcemente sobre las sábanas, levantando sus caderas por su propia voluntad para que continuara, de hecho todo ese bonito cuerpo adolescente le indicaba con sus movimientos inocentes y sensuales que deseaba continuar.

—     ¿Quiere seguir Bichito?—le preguntó sonriendo.

—     Siiiiiiii…

Ese sensual gemido no podía mentir.

En unos segundos estaba el de cabellos rubios encima del de Escorpión, besándolo con intensidad y haciendo que sus sexos erguidos se encontraran y se frotaran uno contra el otro, tuvo que utilizar una mano para asegurarse que fuera de esa manera, provocando oleadas de satisfacción en el de ojos azules, incluso tocarse él mismo jamás había sido tan placentero como ese momento. Aldebarán se quedó de rodillas sobre las sábanas, colocándose el preservativo con habilidad, entre las piernas de Milo quien solo pensaba que estaba completamente desnudo, excitado y dispuesto para que otro hombre hiciera lo que deseara pues él no podía negarle absolutamente nada. El más alto fue directo en ese instante, con su mano colocó su turgente sexo en la suave entrada, dispuesto a avanzar sin esperar por nada, pero justo en el momento que dio el primer empellón el de mirada azulada pareció buscar apartarse al mismo tiempo que hablaba.

—     Por favor…por favor…Aldebarán…

—     ¿Qué?—quiso saber medio frustrado el de ojos verdes.

A su parecer ya habían llegado muy lejos como para ponerse en el plan de Vamos a pensarlo mejor; pero necesitaba escuchar lo que el otro joven iba a decirle, ese lindo rostro estaba un poco angustiado.

—     ¿Qué pasa Milo?

—     Solo…ve despacio…por favor—murmuró sin mirarlo siquiera, apenado.

Un segundo después el de Escorpión sintió unas fuertes manos que lo sujetaron contra el colchón y de inmediato estaba el rostro del de Tauro ante el suyo, mirándolo con profundidad, como si viera algo muy íntimo que nadie había conocido antes.

—     Voy a hacerte mío—le dijo con la  voz pesada por el deseo—Te haré mío Bichito, mío, solo mío.

No estaba seguro del porqué, pero el de cabellos castaños se sintió necesitado mucho más del otro joven, esas palabras parecían haber encendido algo en su interior, algo que parecía clamar por que continuara, que hiciera algo, no estaba seguro de que, como si hubiera una tensión, un vacío, algo que solo el de cabellos rubios podía hacer.

—     Seré solo tuyo Aldebarán—respondió sin aliento cerrando los ojos.

Una declaración semejante no iba a hacer que el de ojos verdes se detuviera, así que Aldebarán despejó ese lindo rostro del cabello que amenazaba con cubrirlo, sus miradas se encontraron y quedó fascinado por ese brillo azul, pero sabía más que nunca que necesitaba hacerle el amor a ese chico, no podía seguir sin hacerlo.  Se colocó con velocidad en la posición que le pareció más adecuada entre esas bonitas piernas, separándolas y haciendo que quedaran a un lado de sus caderas, colocó de nuevo la corona de su sexo en la suave entrada y empujó con un poco de fuerza, pero la labor no iba a ser tan sencilla. A pesar de estar lubricado y dilatado, el cuerpo de Milo parecía resistirse o no estar listo, por lo que el de Tauro se aplicó con velocidad más lubricante y emprendió la tarea de nuevo, parecía que podía continuar, aunque el otro chico gemía de forma entrecortada, pues para el de mirada azul era como pretender meter una herramienta por una rendija que no era del tamaño adecuado.

Lentamente las cosas se hicieron un poco más sencillas, Aldebarán no desistía y Milo intentaba relajarse, hasta que sintió que su intimidad se abría y daba paso a un intenso joven de Tauro que no cesó de avanzar, si retrocedían un poco solo era para empujar con mayor insistencia hasta que parecían que ambos se quejaban pero no por las mismas razones. El de Escorpión estaba un tanto adolorido, mientras que el de Tauro no podía dejar de disfrutar la manera en que esa intimidad lo estrujaba  a cada instante. Finalmente unidos sus cuerpos parecieron acoplarse un poco mejor, pero el castaño temblaba y gemía apretando sus dedos contra esos masculinos hombros, no terminaba de acostumbrarse y para ayudarlo el rubio lo besaba por todo el rostro, tomaba sus labios, lo acariciaba por el cuerpo, no quería herirlo, quería que le gustara estar con él al grado que  no se opusiera a lo que vendría. Dando una embestida algo fuerte el cuerpo del de ojos azules se estremeció y se estiró con fuerza, haciéndolo temblar unos segundos.

—     Estoy dentro—dijo sonriendo Aldebarán.

Milo cerró los ojos, pero el de Tauro comenzó a retirarse y a avanzar, moviendo sus caderas de manera acompasada, aumentando poco a poco la velocidad, hundiéndose en ese delicioso cuerpo que lo estremecía desde lo más profundo, aunque sabía bien que eso no iba a durar. Siendo así sujetó por las afiladas caderas a su compañero, que no se separara, y giró de tal manera que el de ojos azules quedó encima y la penetración se hacía más profunda, tocando lugares nuevos, más sensibles, pero no iban a perder el tiempo. El de cabellos rubios hizo que el que estaba sobre él se moviera como lo deseaba, como si montara a caballo, pero se hizo más sencillo todo después de eso ya que el más alto atrajo a su delgado amante contra él para decirle algo con voz sensual.

—     No sabes cuánto quise esto Bichito.

Siguieron apenas unos momentos de esa forma pues evidentemente el de Escorpión se sentía inseguro, como si fuera a caer o algo, por eso el de Tauro lo hizo quedar de nuevo sobre el colchón, lo sujetó por la cintura con manos firmes y comenzó a embestir con fuerza, haciendo que los gemidos del de ojos azules se intensificaran. El de cabellos castaños no podía dejar de sentir lo que ocurría con una nueva intensidad, ese cuerpo era tan grande y fuerte, se hundía en él hasta lo más íntimo, había dolor pero había algo más, de alguna manera no quería que el otro joven se detuviera y por eso lo abrazó por la espalda sin dejar de gemir ni un segundo. Menso lo deseaba cuando ese rígido sexo encontró un ángulo especial, el punto exacto en que un punto muy sensible en su interior fue tocado constantemente, no tenía ni idea que era su próstata, lo cual provocaba que respirara más aprisa y sus piernas temblaran.

No había manera que el de Tauro no notara eso, le encantaba que ese lindo chico respondiera en el sexo con esa naturalidad, sin guardarse nada en medio de su inocencia, así que se movió con un nuevo ritmo, más veloz, más fuerte, para lograr un mejor impulso se sujetó de esos redondos hombros de su compañero y en respuesta el de ojos azules lo estrechó por los brazos como si fuera un punto seguro al cual asirse. Espasmos  violentos comenzaban a recorrerlos para centrarse en sus vientres, sus espaldas se arqueaban, no tenían control alguno  de esa especie de fuego que los ahogaba, sus ingles se llenaban y solo quedaba un camino ante eso. Sin embargo solo Aldebarán lo sabía y por eso se incorporó un poco sobre la cama, sin dejar de mover sus caderas al mismo tiempo que sujetaba ese tierno sexo de su compañero con firmeza para complacerlo; Milo intentaba hablar pero solo grititos inarticulados salían de su boca.

Y fue como una oleada de calor la que los envolvió, todo se tensó primero y unos instantes después se liberó, sus simientes brotaron con fuerza de sus sexos, brillando la del joven Escorpión en el abdomen y torso del de cabellos rubios hasta que respiraban agitados, el orgasmo los golpeó con fuerza, sin que pudieran evitarlo. Se quedaron tendidos sobre las sábanas, respirando agitados, con fuerza, sin poder hablar, casi sin darse cuenta comenzaron a besarse, con menos necesidad, pero sabiendo que estaban unidos por algo que jamás habían tenido con nadie en su existencia.

Aldebarán estaba profundamente dormido, hacer el amor con Milo lo había agotado, era como si ese chico hubiera absorbido todas sus fuerzas, pero el de Escorpión luchaba contra el cansancio, se sentía cálido, como si una  fogata estuviera en su interior, calentando todo su ser, y sabía bien que era por estar al lado del de Tauro. No dejaba de admirarlo en el sueño, acariciando su pecho, sentía que toda su vida tenía sentido, solo un objetivo inmediato, solo deseaba ser del de Tauro.

 

**********

 

Lo que los demás pensaran de la relación entre ambos jóvenes mejor era que se lo guardaran, si bien Milo no hubiera hecho nada intentando ignorarlos, Aldebarán no estaba en la misma postura, si alguien los hubiera mirado extraño o soltaba un comentario le hubiera cerrado al boca a su estilo, o sea, con un buen golpe, para que se lo pensara dos veces antes de hacerlo de nuevo. Ambos muchachos estaban bien, era la verdad, incluso un Shion de Aries quien le tomó mucha atención a lo que estaba ocurriendo tuvo que reconocer que les hacía bien, habían encontrado el afecto que les hacía falta y estar juntos los estaba ayudando a sacar mejores rasgos de su mismos, no lo impulsaría pero tampoco haría nada para detenerlo, aunque claro, eso era porque no sabía que las escapadas a la habitación del otro incluían encuentros íntimos, eso sí lo hubiera frenado de inmediato separándolos, por eso los chicos eran tan cuidadosos al verse.

Milo se dejaba llevar con tranquilidad por la superficie del lago, era agradable la brisa que era fresca y pensaba en la carta que había enviado a su padre, le decía que esperaba que estuviera bien y que comprendía mejor que no deseara que fuera a visitarlo, pero le recordaba que un día tendrían que verse de nuevo y necesitarían hablar, pero que aguardaría con paciencia por ese día y que lo quería, eso no había cambiado.

—     ¿Te sientes bien Bichito?—le preguntaron.

—     Si Aldebarán ¿Por qué?

—     Es que desde que le escribiste a tu padre andas callado, me pone nervioso eso.

—     No te preocupes por mí, estaré bien, incluso con mi padre.

—     Qué bueno, al menos no es como la vieja bruja de mi madrastra, debiste ver la cara que puso cuando supo que mi padre me dejó una parte de su herencia, hubiera dado el dinero solo por verla desmayarse de nuevo—le contó riéndose.

Era verdad, Rasgado hizo algunas modificaciones a su testamento a favor de su hijo, tal vez nunca se permitió que lo supiera pero lo quería y se preocupaba por su bienestar, era algo en su caso.

Los dos estaban juntos y respiraban con tranquilidad, les gustaba estar así, uno al lado del otro y disfrutar de esa relación en la que hallaron el cariño de otra persona que necesitaban y no encontraban quien pudiera dárselos.

—     Estoy feliz contigo Aldebarán, de verdad feliz—dijo con suavidad el de Escorpión.

—     Me alegra y no podías sino der feliz conmigo—aseguraba el de Tauro.

—     ¿De verdad?

—     Por supuesto.

El de ojos azules sonrió pero su compañero tenía algo más que decirle.

—     ¿Te gustan estos paseos Bichito?

—     Me encantan Aldebarán.

—     Solo dime algo ¿Por qué tengo que remar yo?

—     Porque te lo pedí y accediste.

El de cabellos rubios lanzó un bufido de fastidio pero continuaba con los remos en las manos, era bueno con esa actividad, incluso se le quitaban las ganas de fumar ¿Quién lo iba a decir? Esa lindura de cabellos castaños lo estaba cambiando pero ¿Qué más daba? Era feliz al verlo contento. De pronto soltó los remos y atrajo al otro chico hacia sus brazos y sin perder un segundo lo besó con intensidad, cuando se separaron sus miradas se encontraron con cariño, haciendo que ambos sonrieran.

—     Cuando me trajeron aquí deteste este sitio—confesó Aldebarán—Pero aquí te conocí Bichito, y eso lo agradezco, sabes que no soy bueno con las palabras, a veces soy muy rudo, pero te quiero Milo, de verdad te quiero.

—     Yo también te quiero Aldebarán, gracias a ti toda mi vida fue hermosa de nuevo.

Sonriendo se besaron otra vez y se quedaron recostados sobre el bote, abrazados, dejando que el agua tranquilamente los sostuviera, como lo hacían sus brazos, disfrutando de haber unido sus caminos, permitiendo que la dicha aliviara todo lo que habían sido antes, que su cariño hiciera que desapareciera de su existencia esa profunda languidez.

 

**********

 

 

FIN

 

Notas finales:

Espero que les gustara.

Si nada sucede la semana entrante subo un nuevo fic.

Nos leemos.

Atte. Zion no Bara

 


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