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The Redemption por Lady York

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Los Granville tenían la costumbre de madrugar, al ser Mortimer Doctor y su esposa quien muchas veces fungía como asistente, siempre estaban al pendiente de las necesidades de los Centros Sociales y de cualquier persona que necesitara de su ayuda, sin embargo, en América no era necesaria por ahora tanta rigurosidad, de cualquier manera el joven Doctor pasada la hora en la que el sol salió, decidiendo que no podría estar más en cama, se levantó y se vistió como lo haría por lo regular en Londres sin ayuda de cámara, aunque Carol la sirvienta y ama de llaves le había insistido a buscar un sirviente adecuado para su posición, cosa que rechazó rotundamente. Aun cuando la casa era mantenida por un agradable mayordomo llamado Terrence y su esposa Ana la cocinera.   

El joven Doctor curioso como solía ser, recorrió la casa antes de dirigirse al comedor para tomar el desayuno, dando tiempo a que Charlotte se uniera a él esa mañana, pues Carol había sido instruida de realizar el servicio treinta minutos antes de las nueve, al mirar por las ventanas del salón principal en su recorrido por la casa, encontró que las calles de la ciudad comenzaban ya su día, se distrajo posteriormente revisando algunos tomos de fisiología en la pequeña biblioteca y al escuchar que la casa ya estaba en funcionamiento fue hacia el comedor y tomó un lugar con el saludo de la ama de llaves quien le acercó una bandeja con té y el periódico del día.

El diario le pareció bastante entretenido y una fuente confiable para conocer la ciudad sin tener que salir, observó las fotografías en blanco y negro de algunas inauguraciones de importantes edificios y se detuvo en el artículo sobre la cena de caridad a la que asistió la noche anterior, en ese momento su esposa entró como un torbellino a la estancia llamando a Carol vestida ya con una capa y el bolso de mano.

—¿Saldrás esta mañana sin tomar el desayuno?— preguntó Mortimer bajando el periódico de su rostro y colocándolo en la mesa al lado de su tasa de té.

—Oh Mortimer estabas aquí.

—¿Dónde más?

—Lo siento querido, fui invitada a un desayuno con las damas de la sociedad ilustre, pensé que seguirías dormido— dijo ella sonriendo.

—¿Regresarás pronto? Joseph espera que lo lleves al cinematógrafo.

—No creo que sea posible, al menos no hoy, veremos algunos lugares para asegurar el Centro Social, ¿por qué no lo llevas tú?, prometo que se los compensaré cuando regresemos a Londres.

Mortimer sólo asintió una vez más, en silencio, resignado, Charlotte lo besó en la mejilla como agradecimiento y salió. Él sabía que nada cambiaría ni en América ni en Londres, su esposa siempre encontraría una ocupación lejos de casa.

**************

Jon se despertó en su cama con un sudor frío recorriendo su frente y su espalda, con el cuerpo engarrotado y los puños apretados con fuerza. Incorporando su cuerpo hasta quedar sentado en un impuso de su cuerpo por moverse, le costó un par de minutos darse cuenta que había tenido una pesadilla, un horrible recuerdo convertido en sueño, un oscuro sueño de ir corriendo detrás de la diligencia donde se habían llevado a su esposa y a su hijo, desesperado por alcanzar las preciosas vidas que se iba en esa diligencia, sin nunca poder alcanzarla, a cada paso que daba sólo la veía alejarse más y más, y entonces, recordó su soledad, un gemido lastimero se filtró desde su garganta y golpeó los puños contra el colchón, ya no había lágrimas en sus ojos que alejaran las malas memorias, su hombro derecho dolió de nuevo, aún tenía la fantasmal sensación de la bala incrustada en su músculo, suspiró estirando su brazo, pensando que ya no había nada en su vida que valiera la pena.

Podría simplemente intentar morir esperando abrazar de nuevo a su amado hijo, pero la muerte después de tantos años viviendo lo asustaba, tal vez era por la edad, en otros tiempos no le habría importado cumpliendo su deber como soldado, ahora simplemente se sentía como un anciano miedoso.

Salió de la cama y se dio un baño con agua fría para despejar su mente y anclarse a su realidad, cómo extrañaba a Marie y el último beso que apenas pudo compartir. Con resignada convicción y después de que su desayuno fuera nada más que alcohol salió a realizar su visita semanal al banco donde vería a su socia.

**********     

El doctor Granville acomodó su sombrero de copa por última vez bajo la atenta mirada de su hijo Joseph, luego le extendió la mano y el niño la tomó.

—¿Listo?— preguntó Mortimer mirando al niño.

—Listo papá.

—Muy bien, entonces según Terrence debemos ir por la calle hasta la avenida principal.

El mayor consultó su pequeño mapa dibujado por el mayordomo con las indicaciones para llegar al cinematógrafo de la ciudad, aunque Mortimer no conocía nada de Nueva York esperaba poder dar un paseo y distraer a su hijo, tal vez un poco a sí mismo. Por ello no pidió un transporte, la ciudad viva era bastante llamativa. En su camino padre e hijo se detuvieron por momentos en los escaparates de las tiendas, mirando con asombro los edificios aún en construcción.  

Mortimer caminaba por la acera buscando las señales que le dirían en qué lugar de su rudimentario mapa se encontraba, se detuvo un momento a preguntarle a una dama su ubicación, la señorita le sonrió coquetamente poniéndolo un poco nervioso al acercarse a él con la intención de ver el mapa en su mano, de pronto al mirar a su derecha donde estaba Joseph la sangre se le heló, el pequeño no estaba, palideció y comenzó a buscarlo pero la avenida llena de gente le hacía casi imposible ver a un pequeño de su estatura, ni siquiera se disculpó con la dama al dejarla en medio de la acera con su mapa en las manos.

—¡Joseph! ¡Joseph!— gritó entre la gente.

Del otro lado de la calle Jon Jensen regresaba de sus diligencias en el banco de la ciudad, la avenida estaba concurrida y entre todas esas personas distinguió a un pequeño niño persiguiendo un conejo a mitad de la calle, el animal seguramente se le había escapado al tendero de la carnicería de la esquina. Un carruaje se acercaba con velocidad cuando el niño atravesaba sin siquiera darse cuenta, su instinto paternal le hizo correr sin otra cosa en la cabeza que el infante siendo arrollado por los caballos. Fue entonces cuando Mortimer también divisó a su hijo en medio de la calle, corrió hacia él chocando con las personas sin importarle ni un poco, pero el relinchar ofuscado de los caballos levantándose en sus patas traseras seguido del llanto asustado de Joseph le horrorizó cerró los ojos un instante esperando lo peor.

Jon sin embargo había logrado sacar al niño de camino apenas a tiempo para evitar que los caballos lo arrollaran, asustándolos en el proceso, los caballos siguieron su camino y el cochero los detuvo un metro adelante, él seguía sosteniendo al pequeño que temblaba. Cuando Mortimer por fin reaccionó al movimiento del carruaje pudo ver a su hijo en los brazos de un hombre entre el polvo del camino, se acercó cayendo de rodillas acudiendo al llanto del niño quien clamaba por su padre. Lo abrazó aun temblando de miedo con el pensamiento de perderlo.

Jon miró la escena, conmovido, con el abrazo poderoso del padre hacia su hijo, llenándolo de besos como si necesitara el contacto para saber que era real. Su corazón dio un vuelco pues era el mismísimo Doctor Granville, su hermosa faz surcada por la preocupación era todavía más encantadora que la noche anterior. El cochero se acercó para saber si estaban bien, Jon contestó por ambos cuando el doctor sólo podía mirar a su hijo y apretarlo en su pecho de nuevo. Se levantó y tomó al joven por los hombros.

Mortimer no dio crédito del hombre hasta que éste lo tomó por los hombros y lo miró a los ojos.

—¿Estás bien?, creo que debemos darle un poco de espacio a la circulación de los demás carruajes— dijo Jensen con su candorosa voz, el joven doctor asintió y dejó que lo llevará de vuelta a la acera adoquinada.

—Mister Jensen, ha sido mi salvador, si no hubiera sido por usted… ¡Oh, de sólo pensarlo!

—No lo piense Doctor Granville, ha sido suerte de que el carruaje no fuera demasiado rápido— dijo Jon haciendo una pequeña mueca con molestia en su hombro.

—Le debo demasiado— mencionó el joven y sus cristalinos ojos se fijaron en los castaños.

—Nada que alguien con convicción pueda hacer.

—Pero nadie lo hizo, sólo usted. Joseph dale gracias al caballero.

—Gracias señor— dijo el pequeño con voz llorosa girando desde los brazos de su padre hasta el hombre en cuestión.

—Jon, puedes llamarme Jon, usted también Doctor— ambos adultos se miraron, de alguna forma el joven se sintió avergonzado ante la mirada del mayor y bajó la vista, aquel gesto de inocencia no pasó desapercibido para Jon cautivado momentáneamente por esas sutilezas.

—Gracias de nuevo Jon.

—Ya podemos ir al cinematógrafo papá— interrumpió el pequeño tocando el rostro de Mortimer.

El doctor miró sus manos vacías antes de contestar.

—Lo siento Joseph, pero al parecer he extraviado el mapa, me has dado un susto terrible.

—Lo lamento papá, sólo perseguía al conejo, como Alicia, ¿recuerdas esa historia?— se disculpó Joseph afligido.

—Puedo indicarles el camino, el cinematógrafo está a sólo unas calles de aquí.

—No queremos hacerle pasar más molestias Jon, simplemente regresaremos a casa que está…— se giró hacia ambos lados de la calle para ubicarse— en algún lugar.

Jensen sonrió ante el despistado Doctor.  

—No puede ser una molestia en absoluto Doctor Granville.

—Mortimer— interrumpió el joven.

—Mortimer— dijo Jon y el sonido de aquel nombre fue casi un chocolate derritiéndose en su boca— puedo pedir un carruaje para que los lleve.

—De ser así en realidad desearía que nos acompañe, como muestra de mi gratitud y si nos conduce también un buen lugar dónde comer será un honor invitarle a pasar la tarde con nosotros Jon Jensen.

Se hizo un breve silencio, Joseph los miró a ambos y le pidió a su padre que lo bajara de sus brazos, una vez en el suelo el niño tomó el abrigo de Jon con ambas manos.

—Por favor Señor Jon, mi madre nunca está y papá siempre se ve triste cuando está solo.

—¡Joseph!— dijo alarmado Mortimer— por favor no se sienta obligado por las palabras de un niño Jon, seguramente tiene cosas más importantes que hacer.

—Está bien, me encantaría acompañarlos esta tarde.   

Mortimer sonrió no logrando esconder esa chispa de emoción que las palabras de Jon le provocó así los tres se encaminaron hacia el cinematógrafo, el doctor pagó tres entradas a una mujer, el recinto era pequeño y sus sillas rudimentarias,  tomaron asiento con el pequeño entre ellos pues Mortimer no pensaba quitarle la vista de encima ni un momento, algunos vendedores de bocadillos se acercaron, Joseph de inmediato pidió por una manzana cubierta de caramelo, el doctor no le negaría ningún ligero capricho y después del susto de esa tarde se sentía obligado a desaparecer cualquier muestra de angustia de su hijo.

Jon entonces pagó una manzana y pidió una más para el doctor, fue interesante como aquel pequeño gesto ganó un rubor en el rostro de Mortimer, era un hombre joven lleno de vitalidad y belleza, en mucho tiempo Jon no se había sentido tan útil como en ese momento, procurando a estos dos extraños. Observó al niño feliz con su golosina y le acarició la cabeza con ternura, sus cabellos rizados y oscuros se retorcieron suaves como el algodón bajo su palma.

Y de nuevo los pensamientos brumosos del pasado lo acongojaron. Su hijo nunca probaría un caramelo, no asistiría al cinematógrafo y tampoco volvería a sonreír. Cuando el niño lo miró y le sonrió tomando su mano se quedó simplemente congelado, un niño bondadoso tal como su padre.

El joven doctor captó la mirada nostálgica del mayor y sintió ese peso en su pecho como lo había aquejado la noche anterior cuando charlaron bajo la luz plateada de la luna.

—Jon— lo llamó, pero entonces las luces se apagaron y las imágenes grisáceas se proyectaron sobre una manta blanca frente a ellos. El hombre lo miró atento— nada— dijo Mortimer al final y se quedaron en silencio para observar las imágenes en la pantalla mientras un fonógrafo esparcía las melodiosas notas de una sonata en piano para acompañar los movimientos de las personas en la pantalla.

Joseph se divirtió con las imágenes que parecían reales ante sus ojos y las golosinas, su padre en cambio no podía dejar de mirar el perfil de Jon con apenas el rabillo del ojo esperando que la oscuridad ocultara su fascinación por el hombre, estaba demasiado nervioso como para darse cuenta de que Jensen lo miraba con la misma devoción cada vez que tenía oportunidad, admirando en silencio la enorme capacidad de afecto que el doctor prodigaba en su hijo.

Al terminar la película decidieron ir a comer en un restaurante bastante bonito al que Jon nunca había asistido, pero creyó conveniente para alguien como Mortimer a quien pareció encantarle la idea.

—Espero que su esposa no se enfade por hacer que no llegue a comer Jon— dijo Mortimer después de que hubieran ordenado sus platillos.

—En absoluto, tristemente no existe una señora Jensen, ya no —Jon intentó ocultar la súbita tristeza — ¿Qué hay de su esposa Mortimer?, una madre no suele separase demasiado de sus hijos, mucho menos una mujer como su esposa a juzgar por sus palabras ayer.

—Me disculpo por eso Jon, Charlotte es una mujer imperiosa, antepone la razón a los sentimientos, aunque en ocasiones “su” razón, sea la única que debe ser vista. Por desgracia sus actividades la colocan fuera del hogar casi siempre, como lo escuchaste de Joseph, es una mujer ocupada, justo ahora debe estar haciendo compromisos para su labor altruista.

—Una mujer sobresaliente— dijo con una mueca tocando su hombro adolorido.

—Lo es. Veo que el hombro le molesta.

—Una vieja herida.

—Puedo revisarle y recetar algunos analgésicos que tengo en casa, si no le incomoda.

—No hay nada que hacer Doctor, es demasiado vieja para sanar— dijo Jon encogiendo su hombro y destensándolo de nuevo.

—Insisto, al menos permítame revisarlo, por favor.

—¿Es testarudo verdad Mortimer?

—Cuando se trata de la salud de... quien me importa— dijo lo último en un susurro ininteligible cuando el camarero sirvió los platillos.

—Está bien, dejaré que revise.

Mortimer sonrió.

Comieron en silencio, interrumpidos momentáneamente por Joseph quien recordó las pautas de higiene que su padre y su madre le enseñaron, le contó a Jensen sobre los microbios mostrándose muy cómodo con el hombre.

Para cuando salieron del restaurant ya estaba atardeciendo, tomaron un carruaje a Chaining  Crose, o al menos ese era el nombre de la calle que Mortimer recordaba, afortunadamente fue correcta y en menos de veinte minutos estaban frente a la puerta de su casa de alquiler, el mayordomo los recibió y llamó enseguida a Carol para que tomara al niño pues Joseph se había quedado dormido en los brazos de su padre.

—¿Mi esposa está en casa Terrence? — preguntó el doctor mientras el mayordomo tomaba sus abrigos.

—No señor, ¿desea que sirvamos la cena en cuanto llegue?

—No, si llega hazle saber que estoy en biblioteca realizando una consulta. Gracias Terrence.

—Si señor— dijo el hombre y se retiró.

—Por aquí— le indicó el doctor a Jon y éste lo siguió por la casa hasta un pequeño salón con libros en dos de sus paredes un escritorio y dos sillones. Las luces de dos lámparas eléctricas bajas iluminaban cándidamente el espacio. Una vez dentro, Mortimer cerró la puerta y le señaló uno de los silloncitos— siéntese aquí Jon, necesito que descubra su pecho.

Jon dudó un momento mientras lo veía moverse hasta el escritorio de dónde sacó su maletín, al final se quitó el saco, el chaleco, el corbatín colocándolos en el otro sillón y dejó su camisa abierta.   

Cuando Mortimer se giró hacia él, dispuesto a realizar su labor se encontró estático, no supo determinar la causa de su parálisis, no cuando sus ojos recorrieron con benevolencia el torso desnudo de aquel hombre, aunque no lo pareciese, bajo la ropa se guardaba un hombre de buenas proporciones, un pecho ancho de piel bronceada, brazos musculosos como los que tendría un hombre de campo y sobre la piel aceitunada un mechón de pelo grisáceo masculino en extremo.

—Ahora voy a palpar, debe indicarme dónde tiene la molestia, ¿está bien?— preguntó al final, recordando su deber como médico.

Jon asintió y el joven doctor con el estetoscopio en su cuello llevó las manos sobre el pecho, sus manos parecieron frías frente al calor del cuerpo robusto, palpó con cuidado su pecho sintiendo los músculos tonificados debajo, luego hasta seguir por las clavículas sin poder evitar que sus manos fueran lentas como si tuvieran mente propia y desearan memorizar cada centímetro de piel y nervio. La respiración de Jon se volvió más pesada con el suave masaje de las manos expertas de Mortimer, tanto tiempo prohibiéndose el tacto con alguien más hasta el extremo del celibato, provocó que el recorrido profesional del doctor calentara rápidamente su vientre y le hiciera despertar sensaciones que creía perdidas, muertas en su interior.

El médico continuó sus caricias hasta el hombro que había visto molestaba a Jon, ahí dejó que la tela se deslizara por los hombros y vio aquella herida de bala circular mal cicatrizada, la tocó con sus dedos casi delineándola, principalmente para sentir las crestas dentro del músculo, sostuvo el brazo de Jon paralelo a su cuerpo y le pidió que lo mantuviera ahí, tocó suavemente la constitución de su brazo hasta los dedos tentado a enredar los suyos en esa mano. ¿Qué clase de poder tenía Jon Jensen sobre su juicio que le hacía pensar de esa manera? No se respondió, tan sólo se inclinó sobre su pecho para escuchar el latido del corazón con su rostro presionado sobre el vello, era el latido de un corazón sano, ni siquiera recordó utilizar el estetoscopio, ese instrumento innovador que estaba en su cuello, sólo deseaba quedarse así un momento.

Jensen por su parte sintió que su corazón viejo y cansado latía con brío al sentir el suave aroma que se despendía del cabello del doctor, deseó insanamente atraer al joven sobre su regazo y acunarlo, ¿Cómo un hijo? ¿Era ese el tipo de sentimiento que el doctor le despertaba?, su cuerpo decidió que no y reaccionó con excitación, sintió su entrepierna levantarse ante cualquier pronóstico negativo.

El doctor miró hacia abajo y luego a los ojos de Jon, inseguro de lo que había visto. Jensen se sintió traicionado por sí mismo ante la sorpresa del doctor, lo apartó de su pecho, pues Mortimer seguía anclado a él, y se puso de pie yendo de un paso hasta el escritorio dándole la espalda.

—¿Jon?, Jon está bien, es una respuesta normal— balbuceó temiendo acercarse— me he dado cuenta de que evitas hablar de tu familia y esa herida, fue de un rifle.

Entonces el mayor se giró, Mortimer era inteligente, su rostro aniñado e inocente podría ser un simple engaño con su pureza y su torpeza al hablar. Quería decir algo al respecto, pero fue el doctor quien continuó.    

—Permíteme ayudarte, es posible que haya pasado tiempo y… bueno es una función básica del organismo, tengo una teoría, es posible que no sólo las mujeres sufran de histeria, también los hombres podemos ser propensos en caso de…

—Usted no sabe nada— dijo Jon con fuerza intentando desviar la atención de su entrepierna.

—Sólo permítame… como médico— continuó Mortimer y se acercó con cautela hasta llevar sus manos a los pantalones de Jon comenzando a abrirlos, ni él mismo sabía porque estaba siendo tan decidido sobre ayudar a Jon.

Jensen detuvo sus manos tomándolo de las muñecas mirándolo más que sorprendido.

—No permitiré que un hombre me toque de esa manera— dijo.

—No piense en ello, soy médico, sólo cierre los ojos y véalo como lo que es, una terapia. Su problema en el hombro es psicosomático, la herida sanó correctamente, aunque su apariencia no sea la ideal. Déjeme ayudarlo Jon.

Fue un breve momento de tención hasta que Jon aflojó su agarre y Mortimer dejó que una de sus palmas se presionara sobre la erección del otro. Jon jadeó con sorpresa y temor, hizo lo que le dijo Mortimer y cerró los ojos, las manos del doctor se metieron entonces bajo su ropa, tocando su carne poniéndolo aún más duro.

Mortimer tomó el formidable miembro del hombre con una de sus manos comenzando un masaje experimental que pareció surtir efecto de inmediato cuando la punta del pene comenzó a expulsar gotitas de líquido preseminal, pero no el necesario para lubricar la columna de piel, así que con su otra mano alcanzó dentro de su maletín, detrás de Jon, una botellita de aceite de rosas y lo vertió en su mano para esparcirlo sobre Jon.

Su paciente respiró con fuerza, jadeando entrecortadamente cuando sus dos manos lo acariciaron, Mortimer levantó sus ojos y miró el rostro de Jon, estaba un poco despeinado, sudoroso, con el rostro enrojecido por la excitación, la boca levemente abierta y su cuello estirado dejando caer su peso contra las manos en el escritorio. El doctor quería observarle, guardar cada reacción en nombre de la investigación, verlo llegar a su propio paroxismo masculino, ¿sería igual que en las damas?

Pero Jon abrió los ojos y cuando sus miradas se cruzaron Mortimer se sintió intimidado, Jon parecía tan salvaje, apartó las manos del doctor de su ropa interior y sin ninguna palabra lo giró contra una de las paredes sin libros, lo sostuvo ahí mientras le bajaba los pantalones y la ropa interior, el doctor se retorció en respuesta siendo inmovilizado de inmediato por el cuerpo más grande del otro hombre.

—Jon, espera Jon, ¿qué haces?— logró decir con su voz amortiguada por el tapiz en la pared. Jensen no contestó y eso le preocupó, sobre todo cuando sintió el miembro erecto de su paciente deslizarse entre sus nalgas, pero no hubo intento de sodomizarlo, el miembro simplemente resbaló entre sus piernas debajo de sus testículos, gracias al aceite que él mismo había vertido, la fricción que comenzó Jon fue increíblemente estimulante para el propio doctor, al sentir el calor debajo de sus testículos y la constante presión en su perineo. Intentó moverse cuando acalló un suspiro casi gemido, pretendió separarse de la pared, sin embargo, Jon con un gruñido atrapó sus muñecas con sus manos y las ancló a la pared y presionó sus caderas contra Mortimer aún más fuerte y más rápido.

El doctor podía sentir en sus fosas nasales el aroma almizclado del sudor de Jon en su espalda y el olor a sexo combinado con la esencia de rosas, Jensen jadeaba en su cabello y en su oído cuando estaban completamente atrapados contra la pared, Mortimer podría jurarse emparedado por la fuerza pasional de Jon.

—Jon, por favor, Jon— suplicó, pero no para escapar, deseó aliviar su propio cuerpo que respondía a la dulce fricción, a los aromas, a los jadeos y al calor del otro, había cerrado sus piernas manteniendo la presión para ambos, pero Jon parecía determinado a no dejarle un espacio para huir, siguió sus empujes hasta que el aire le faltó y vibró derramándose entre las piernas del doctor, con lo que Mortimer aplastó su frente contra el muro y dejó que su propio cuerpo se vaciara.

En la habitación sólo se escuchaban sus respiraciones superficiales, Jon pareció recobrar la conciencia de lo que había hecho y con la rapidez de un rayo tomó sus pertenencias y musitando disculpas salió del provisional consultorio a medio vestir. Mortimer apenas pudo reponerse de los estertores de su cuerpo subió su ropa y sin importar los fluidos debajo, corrió detrás de Jon esperando alcanzarlo, pero al llegar a la entrada se topó de frente con Charlotte quien regresaba de sus compromisos.

—Mortimer, ¿qué sucede te ves como si hubieras corrido un maratón? Acabo de cruzarme con el señor Jensen y parecía que había visto un fantasma, ni siquiera pude disculparme por juzgarlo mal.

—Todo está bien Charlotte, sólo que el señor Jensen tenía un compromiso que por poco olvida.

—Oh ya veo— dijo ella considerando el rostro de su esposo— ¿cenamos?, debo contarte los avances de hoy.

—Perdona Charlotte, hoy no, creo que estoy por enfermarme tal vez mañana, por hoy sólo quiero dormir.

—Sí creo que luces un poco afiebrado, entonces descansa, mañana hablaremos.

—Buenas noches Charlotte— Mortimer hizo una suave reverencia con la cabeza y se giró para ir a los dormitorios.

—¿No me besarás antes de irte?— mencionó su esposa esperando en el mismo lugar.

—Claro querida— ella se acercó para darle un beso en los labios que él rehuyó con una sonrisa y le dio un suave beso sobre la frente, escapando de inmediato hacia su habitación.

Jon, después de haber corrido casi medio camino por Nueva York tomó un carruaje para llegar a su casa, el cuerpo aún le quemaba por la cercanía al doctor, por el delicado aroma de sus cabellos y su dulce piel que él había mancillado de la manera más vil y atroz posible, se sintió terrible, ¿cómo había podido hacerle eso a un joven tan noble como el doctor?

Él no era mejor que la basura que le había quitado a su esposa se asqueó de sí mismo, al recordar al pobre doctor suplicándole para que parara y él sólo había obtenido su placer, no había podido controlarse y un apetito que nunca creyó tener lo había golpeado con furia, que aborrecible bestia era, ¿cómo podía llamarse hombre después de eso? No podría ver a Mortimer Granville nunca más.  

 


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