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Hasta El oscuro puede amar por lizergchan

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Disclaimer: Los personajes de Marvel no me pertenecen, sino a Marver Estudios, Disney y a Stan Lee. Este fic lo hice sólo y únicamente como diversión. Créditos a los autores de las imágenes de portada en turno.

Personajes: Dr. Strange/Tony Stark.

Aclaraciones y advertencia: Romance, angustia, muerte de personaje, pactos demoníacos y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

 

 

Resumen: Todos sueñan con la eternidad, pero pocos conocen la maldición que conlleva.

Beta Reader:

 

—c

 

 OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

Hasta El oscuro puede amar

 

 

Capítulo 14.- Henry parte I

 

 

 

Despertó de golpe. ¿Dónde estaba? Era una habitación a penas iluminada por la precaria luz de un quinque situado en una mesita de madera junto a la cama.

Trató de levantarse. Sentía el cuerpo entumecido, débil y pesado.

 

Tenía que salir de ahí.

 

—Yo no me movería tan rápido si fuera tú —una voz ronca le sobresaltó, hasta ese momento no se había dado cuenta del anciano sentado al extremo contrario de la cama.

 

El viejo tronó los dedos y al instante, cientos de pequeñas esferas como luciérnagas, iluminaron la habitación.

 

Apreció al viejo. Su arrugada piel; seca y maltratada. Marcas de la edad y verrugas de diferentes formas y tamaños surcaban su rostro. Sus manos esqueléticas; deformes, terminaban en largas uñas gruesas y mal cuidadas, parecía ciego, pues una nube grisácea surcaba sus pupilas.

El anciano mostró una desdentada sonrisa.

 

—Hola, madre… —un agudo dolor atravesó su cráneo al ser llamado de esa manera.

 

Fugaces recuerdos comenzaron a inundar su mente, tan violentos que sentía que vomitaría en cualquier momento.

Cientos de rostros de diferentes razas, sexos, etnias y épocas se sobreponían uno sobre otro hasta detenerse en el de una mujer; una hermosa dama de alta cuna.

 

Elizabeth.

 

El pasado regresó, tan vivido que parecía real…

 

….

 

 

[… Había retornado a casa una semana atrás y sin Stephen, estaba a merced de su suegro quien de por sí no la veía con buenos ojos; de no ser por la carta de la reina solicitándola como dama de compañía, estaba segura que Lord Howard la hubiera lanzado a la calle o en el mejor de los casos, encerrada en un convento, alejada de su hijo.

Estaba nerviosa, no se consideraba capaz de servir en el palacio, mucho menos estar junto a la reina, pero haría su mejor esfuerzo.

 

No fue nada de lo que esperaba…

 

De alguna manera que ella aun no podía comprender; la Reina Virgen, se había enterado de lo sucedido con la liberación de los siete, con Stephen y al parecer, no era el único caso relacionado a lo sobrenatural del que Isabel I tenía conocimiento.

 

—España y el Papa no son los únicos enemigos de Inglaterra —esas palabras sellaron su destino.

 

Se enfrentó a espíritus vengativos, brujas y demonios.

 

Fueron días oscuros, solo contaba con sus habilidades como Caballero Blanco «que, gracias a Dios, aun conservaba», y la hoja de una espada rota, cuyo mango perdió.

Muchas veces estuvo a punto de morir, pero siempre, Stephen aparecía y la salvaba; eran momentos agridulces, una tortura para ambos.

 

Un año después que inició su nueva vida, fue enviada a destruir una secta que buscaba revivir un antiguo dios oscuro, pudo acabar con la mayoría de los miembros, pero no pudo evitar que cumplieran su propósito.

Aquella criatura emergió del caos y el fuego; una bestia sin forma, más antigua que la humanidad misma. Trató de pelear, en verdad lo hizo, pero la criatura era poderosa para que ella, una simple mortal, fuese capaz de derrotarla.

 

Estaba perdida.

 

Iba a morir.

 

Su ultimo pensamiento se lo dedicó a su hijo.

 

Entonces…

 

Stephen apareció, aunque no era completamente él. Su cabello había crecido hasta la cintura, largos cuernos nacían de su frente y se erguían por encima de su cabeza, sus uñas eran puntiagudas, afiladas, la piel había adquirido un tono pálido, como si estuviese muerto, mientras sus ojos eran tan negros como pozos de brea.

 

—No te atrevas a tocarla —dijo amenazante. Grandes alas emergieron de su espalda, extendiéndolas.

 

Pelearon, pero el ente no fue rival para Stephen quien lo derrotó con relativa facilidad y terminó devorándolo ante la perpleja mirada de su esposa.

 

—¿Por qué?... —susurró ella, su cuerpo temblaba, sus ojos abiertos y sus pupilas dilatadas. Stephen la miró, triste. No quería asustarla, el solo pensamiento de que le tuviera miedo era…

—Discúlpame —regresó a su forma humana. Intentó acercarse a ella, pero Isabel retrocedió por auto reflejo —Yo… jamás te haría daño… jamás…

—Lo… lo sé… —por supuesto que lo sabía, claro que sí, pero su lado más primitivo la dominaba en ese momento. —Lo siento… yo… necesito un momento.

 

Stephen asintió con la cabeza, retrocedió unos pasos; miró a su esposa.

 

—Te amo —abrió un portal; del otro lado se observaba la habitación de Elizabeth —. Ve a casa.

 

Stephen estaba a punto de irse, pero ella se apresuró a tomarlo de la mano; mala idea pues al instante, una descarga la hizo soltarse.

 

—¡Elizabeth!

—Estoy bien… estoy bien —Stephen la miró. Elizabeth tenía una horrible quemadura en la palma de su mano derecha y él no podía hacer nada para curarla pues, su poder demoniaco solo la lastimaría más.

—Ni siquiera puedo tocarte —era doloroso amar a alguien, tenerlo tan cerca y tan lejos al mismo tiempo, era una tortura peor a cualquiera que pudiesen dar en el infierno.

—No es tu culpa —dijo ella; Elizabeth trataba de regular su voz, pero Stephen podía darse cuenta del matiz de dolor —. No es culpa de nadie. Esto debía acabar.

 

Permanecieron en silencio; ninguno sabía cómo o qué decir para reconfortar al otro. Ambos deseaban abrazarse, besarse, compartir su calor.

Elizabeth se mordió el labio inferior.

 

—Henry… —Strange la miró sin comprender —. Henry te necesita. Necesita a su padre; que tú y yo no podamos estar juntos, no significa que nuestro hijo tenga que crecer creyendo que estas muerto o que nos has abandonado.

—Elizabeth…

—No. Escucha —ella se plantó frente a su esposo. —Tú y yo estamos condenados, pero eso no significa que debas desaparecer de la vida de nuestro hijo; ¡te necesita!

 

Strange permaneció en silencio. No sabía qué decir, cómo convencer a su esposa que era mejor si él permanecía alejado de su hijo; el niño no necesitaba tener a un monstruo, un demonio como padre.

 

—No —dijo Elizabeth frunciendo el ceño —. Escúchame bien Vincent Stephen Howard…

—Strange… —ella lo miró aún más enojada. Él se estremeció. A pesar de que Elizabeth era una simple humana; podía ser aterradora cuando se lo proponía.

—¡Me importa una mierda quién carajos seas ahora! —gritó. Furiosa —. Sigues siendo el maldito idiota con el que me casé y el estúpido padre de mi hijo y te pido, no, ¡te exijo! que no lo dejes de lado o me encargaré de patear tu pomposo trasero por lo que me quede de vida, ¡¿queda claro?! —Stephen solo asintió con la cabeza, demasiado sorprendido del cambio que Elizabeth había tenido desde que “despertó” como el Caballero Blanco.

 

Ella dejó escapar el aire que no sabía que estaba reteniendo. Caminó hasta el portal que no se había cerrado y se detuvo frente a él para encarar a Stephen quién se veía un tanto perdido.

 

—¿Qué estas esperando? —preguntó al tiempo que ponía las manos en su cintura —. Entra de una buena vez.

 

Strange tan solo atinó a obedecer.

 

Desde ese momento, Stephen estuvo presente en la vida de su hijo, hasta que éste, ya siendo un hombre anciano, le pidió que lo dejara.]

 

—¿Henry?, ¿en verdad eres tú? —su voz sonaba entrecortada; como pudo se levantó de la cama para acercarse al anciano. Con trémulas manos tocó el rostro marchito.

—Mamá… —el llanto se apoderó de Tony. Atrajo al viejo en un brazo, obligándole a apoyar el rostro contra su pecho.

 

Ambos hombres lloraron; abrazados, temerosos de que, si se soltaban, el otro desapareciera.

 

¿Cómo es que Henry, su hijo, el hijo de Elizabeth y Stephen continuara con vida después de tantos siglos? En verdad, en ese momento no le importaba; las emociones su antiguo ser eran tan abrumadoras que le quitaban el aliento y dejaban su mente en blanco.

 

 

….

 

 

Strange se limpió las manos con un trozo de tela de la ropa del traidor; lo había torturado y matado.

 

—¿Es un mal momento para decir que quisiera arrinconarte contra la pared y darte duro hasta hacerte olvidar tu nombre? —dijo Lucifer con voz gruesa, excitada. Stephen lo miró de soslayo; hace tan solo unos días, él mismo hubiese hecho eso, pero ahora…

—No tenemos tiempo —respondió con seriedad. El ángel caído chasqueo la lengua.

—Cierto, cierto, el pequeño humano gruñón no estaría feliz —comentó el Lucero con gracia. —Tal vez podamos invitarlo a divertirse con nosotros cuando esto termine…

 

Strange no respondió; no sabía si a Tony aceptaría tal propuesta y no pensaba admitir que la sola idea de compartir a Stark con alguien, lo hacía querer acabar con esa persona.

 

—¡Stephen! —por suerte, Levi había llegado para dar fin con la conversación, pero el alivio le duró poco, pues no venía sola; Equdna se encontraba con ella.

El Oscuro sintió la irá crecer a medida que ambas se acercaban.

 

—¿Qué haces aquí? —Gruñó molesto. Como respuesta, Equdna bajó la cabeza.

—Perdóneme mi señor, le he fallado, yo… —Stephen la tomó por el cuello.

—Tú…

—Detente —le gritó Levi, obligándolo a soltar a su compañera —. Fue ese ángel idiota, pero no estaba solo, él… —hizo una pausa; dio un largo suspiro esperando que todo saliera bien —. Henry estaba con él.

 

Stephen la miró incrédulo, ¿Cómo no hacerlo? Su hijo había muerto mucho tiempo atrás, ¡siglos! Era imposible que un humano (fuera de Ancestral), pudiese vivir tanto.

Sus ojos se volvieron profundos pozos oscuros. Frunció el ceño, quien fuera el pobre idiota que se atrevía a usurpar el lugar de su hijo, lo iba a pagar caro.

 

Continuará…

 

 

 

Espero les guste el capítulo. Gracias.

 


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