Prefacio: Será un buen día.
“Siempre se trata de ti,
Nunca se trata de mí”.
—Mamamoo.
Habían pasado ya un par de años, tan insignificante es el tiempo en algunas ocasiones. Unas veces es eterno y otras es totalmente lo contrario.
Era el segundo aniversario de la muerte de su madre, tal vez de lo que más se lamentaría WooSeok es que no esté para verlo convertirse en alguien bueno, en alguien de quien pueda sentirse orgulloso, vamos, nunca lo vería iniciar o terminar una carrera universitaria mientras que su hermano mayor tuvo que dejarla desde que su padre los cambió por cigarrillos y alcohol, pensamientos así siempre inundaban su mente cuando se acercaba hacia la última morada de su madre, podría ser arrepentimiento, nostalgia, tristeza y añoranza, necesitaba de su presencia quería que todo fuera más fácil, a pesar de eso no podía dejar de sentirse egoísta, en cierto modo era cierto, solo pensaba en él y en su bienestar, patético.
Una pequeña escoba descansaba en los pies de la tumba de su madre, JinHo seguramente había limpiado la lápida de hojas secas más temprano. Tenía que levantarse temprano para su trabajo y supuso que antes de iniciar su jornada fue a visitarla, el pan sobre el epitafio grabado lo delataba. Siempre había cuidado de él desde pequeño, cuando JinHo era más alto que él antes de que se invirtieran los papeles. A pesar de ello había sido su más grande apoyo, aún lo era pero la situación rebasaba las circunstancias en estos momentos. Siempre habían sido ellos dos, solo ellos contra el mundo, no tenían algún familiar cercano y los que lo eran estaban tan ocupados en sus vidas que nunca se generó un interés para relacionarse o vivían tan lejos que la distancia creó una barrera y que simplemente el paso del tiempo los borró de sus vidas, tanto que sus rostros y nombres ya estaban olvidados en sus mentes.
Tomó el pan entre sus dedos y dispuesto a comer un poco se detuvo, su boca se llenaba de saliva y por un momento pensó que se saldría un poco de entre sus labios. Dejó la pieza de pan en su lugar sin importarle mucho que su estómago rugiera por algo de comida.
Puso el pequeño ramo de flores del jardín de la vecina sobre la lápida y suspirando un poco deseó que su ángel guardián lo ayudara a encontrar un buen trabajo, no como los anteriores pues necesitaba salir del infierno en el que su padre los había metido.
Su estómago seguía rugiendo, sus manos congeladas fueron a parar a su abdomen abultado, sujetando éste con fuerza mientras suspiraba y cerraba los ojos, nuevamente dirigió la vista hacia atrás, echando un último vistazo a las lápidas antes de salir.
—Será un buen día, será un buen día, será un buen día…Dios, por favor que lo sea. —Se repitió una y otra vez hasta bajarse del autobús que lo dejaría en medio del centro de la ciudad donde empezaría a buscar trabajo.