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Prisionero por Lemi Neko-chan

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Notas del fanfic:

Holi... sí ya sé, es algo tarde pero tenía que presentarlo :v

Londres – Inglaterra /  Año 1996

 

 

La luz de la luna se colaba a través de los barrotes iluminando la fría celda en la que se hallaba, algunos murmullos y la respiración acompasada de sus compañeros eran lo único audible; hace cuatro horas aproximadamente que se apagaron las luces para permitir a los reos dormir.

 

– ¿Qué es lo suficientemente importante como para quitarte el sueño, Naruto? – Retiró la vista de la ventana para observar a su mejor amigo que yacía al frente en la cama de abajo. Desde su litera le es más fácil contemplar el exterior, las noches de luna llena suelen traer consigo la nostalgia.

 

– Hoy es su cumpleaños. – Dijo casi en un susurro tras suspirar con pesadez. – Daría lo que fuera por poder estar a su lado… sólo una vez más. – Cerró los ojos, como imaginando ese momento.

 

– No te diré que lo entiendo porque no es verdad, pero comparto tu sentir con respecto a cumplir  una condena que no nos merecíamos. –

 

– Tenías razón Gaara, como siempre. El amor es una ilusión. – Abrazó sus rodillas y devolvió la vista hacia la nada para divagar entre sus recuerdos.

 

– Je, al final los Uchiha nos lo quitaron todo ¿eh?... ¿quién lo diría? – El pelirrojo sólo se volteó para conciliar el sueño, pese a saber que casi nunca lograba un adecuado descanso, prefería intentarlo, a veces corría con suerte.

 

Ya no hablaron más y conforme pasaban las horas, los ruidos provocados por otros presos iban cesando, cada cierto tiempo se paseaba por los largos pasillos del pabellón de donceles algún guardia.

Lágrimas silenciosas se deslizaron por sus mejillas. Sabía que algún día tenía que pagar por los errores cometidos, pero ¿por qué así?, miles de personas hacen cosas peores a diario. Sin duda, la vida es injusta.

 

 

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Hijo de padre inglés y madre japonesa, Naruto se crío en el seno de una familia pudiente, ostentaba el apellido Namikase como sucesor de las empresas de ambos clanes. No fue hasta que el socio y mejor amigo de Minato: Uchiha Óbito, los traicionara y estafara junto a su esposo Hatake Kakashi; que lo perderían todo, dejando la multinacional “Rasengan” a manos del segundo clan más poderoso de Oriente: los Uchiha.

 

El rubio mayor sin poder soportar la inminente pérdida del imperio que sus antepasados tanto se esforzaron por levantar, así como casi todo su patrimonio, tomó la decisión de suicidarse; se llevaría consigo la vergüenza y el dolor de saberse apuñalado por la espalda. Kushina por su parte cayó en una profunda depresión tras el deceso del amor de su vida, condición que la arrastraría a una muerte por tristeza según el médico Yakushi Kabuto, amigo cercano de los Namikase.

 

Naruto quedó huérfano a la edad de diez años, su abuelo paterno Jiraiya se hizo cargo de él como pudo; su debilidad por el licor y las prostitutas dificultaban el poder tener una fuente de dinero estable. El peliblanco heredó su puesto a Minato con el afán de dedicar sus mejores años a vivir una vida de ocio y excesos; pero los pocos ahorros que le quedaron después de perder todas sus propiedades además del embargo de sus cuentas, se fueron como agua entre sus manos. Fue el rubio menor quien le sugirió vender sus novelas eróticas para tener un sustento.

 

Pasaron toda la tarde planificando lo que sería de sus vidas a partir de entonces. Jiraiya se comprometió a dedicarse por completo a sus novelas, pues ya no tenía cabida en el mundo empresarial; mientras que Naruto tuvo que dejar el prestigioso colegio: Lady Margaret de Londres para acabar en Westfield, colegio situado en una zona de clase media-baja. No le fue difícil adaptarse, su personalidad extrovertida y amigable le permitió tener incluso más amigos que cuando asistía a su anterior institución, de hecho le gustó más el ambiente humilde del lugar.

 

Conoció a Gaara poco después de ingresar, el pelirrojo estudiante de intercambio, pasó por una situación similar a la suya; al parecer, con el misterioso fallecimiento de Rasa, los enemigos de los Sabaku-No hicieron todo lo posible por sacarlos de la sociedad y hundir a su familia.

Crecieron con el afán de recuperar lo que era suyo legítimamente. Ambos jóvenes dedicaban las tardes a trabajar como repartidores, limpiabotas, vendedores, etc., cualquier cosa que les permitiera ganar algo de dinero.

 

***

Años después, sin nada más que unos pocos billetes en el bolsillo, decidido, Jiraiya entró a una taberna de mala muerte a beberse el primer trago del que pudo disponer en mucho tiempo; grande fue su sorpresa de encontrar a su viejo aprendiz de finanzas laborando como bartender: Yahiko; ni en sus peores pesadillas se habría imaginado que su mejor discípulo acabaría en un antro como ese, bastaba con ver el local por fuera para saber que era un sitio abandonado por Dios; la clientela daba fe de ello.

 

Yahiko guardaba sentimientos de admiración, respeto e incluso cariño a quien fuera su antiguo maestro. Lamentablemente tergiversó las enseñanzas que éste le dio inmiscuyéndose en el bajo mundo. Líder de la mafia “Akatsuki” no sólo hacía negocios sucios con empresas financieras, sino que también tenía estrecha relación con funcionarios de gobiernos, dirigentes en el área del deporte y de los juegos de azar; movilizaba toneladas de narcóticos a diario además de estar relacionado con el tráfico de personas, de órganos, entre otros; los Akatsuki eran temidos por todo el mundo y casi nadie conocía al o los responsables detrás de sus movimientos. Aquella taberna era su “oficina” de mando, sede de sus hombres de confianza.

 

Al cabo de varias horas de plática con Jiraiya, sintiéndose furioso por la treta cometida en contra del mayor y los suyos, optó por tenderle la mano. Le ofreció trabajar para él como investigador privado, conocía de sobra las habilidades de su maestro al momento de recabar información, sin contar con la gran experiencia de la que era poseedor; pero nada es gratis en la vida, a cambio de su generosidad recibiría un pago justo: ese precioso doncel que el peliblanco y su hijo tanto se esforzaron en proteger. Desde hace un par de años que buscaba acercarse al muchachito que no aparentaba tener más de dieciséis.

 

A Naruto le impresionó un poco la apariencia del amigo de su abuelo, le reconocía de una de las casas dónde entregaba el periódico. Pensó que a pesar de tener todas esas perforaciones en el rostro seguía siendo atractivo; se acercó y tomó la mano del contrario, con una discreta sonrisa lo guio hasta la habitación; Jiraiya ya le había mencionado el trato que pretendía hacer con aquel mafioso. Por raro que fuera en él, aceptó ser parte del trueque, su objetivo era ensuciarse tanto como fuera posible, quería venganza y todos los allí presentes iban a por lo mismo; de un modo u otro, los Uchiha eran una piedra en el zapato.

 

Ese día le entregó a Yahiko su virginidad de todas las formas en que eso se puede hacer: física, metal y espiritualmente. Desde ese momento se volvió su amante; aprendió el arte de la estafa, el engaño, la seducción y lo más importante: la negociación. Superó a muchos de los miembros de Akatsuki en tan sólo cuatro años, convirtiéndose en pieza fundamental de la organización, conseguía lo que quería con relativa facilidad. Terminó con aquella aventura cuando apareció la mejor amiga de la infancia de su líder, aunque de vez en cuando le hacía algunos favores.

 

***

Caminaba tranquilamente por los condominios, la brisa de otoño sacudía su cabello tintado de negro en distintas direcciones. Ahora era un joven hermoso de veintidós años; fue juego de niños averiguar el lugar de residencia de quien alguna vez admiró deseoso de alcanzar ese nivel al crecer, considerando la seguridad con la que se rodeaba.

 

Para su fortuna el peliplata no lo recordaba, aunque la noche anterior en el bar, con varias copas encima le dijo que se le hacía conocido. Nunca había sentido tanto asco de ser tocado por otra persona, más era exactamente eso lo que Kakashi le provocaba. Dejó que lo acariciara descaradamente mientras fingía que caía en su palabrería de seducción; en algún momento de la noche terminó sentado en las piernas del mayor susurrándole al oído lo bien que la pasarían si iban a un lugar privado; no le costó convencerlo de ir a su morada, después de todo encontrarse y disponer de un doncel como él es algo que pasa una sola vez en la vida.

 

Sus misiones generalmente se centraban en atraer peces gordos, tanto él como Gaara eran expertos en persuadir a sus víctimas para que actuaran de una forma prevista, arruinando negociaciones o simplemente descuidando información valiosa de la que pudiesen obtener beneficios. Cuando supo que el próximo objetivo sería el mismo Óbito que años atrás le había quitado todo, no dudó en ofrecerse para ser quien diera con ellos.

 

Una sonrisa de satisfacción se dibujó en su faz al recordar los rostros desencajados de Óbito y Kakashi media hora atrás, no en vano se rebajó a comportarse como una prostituta, último recurso para acceder al hogar del matrimonio de traidores; dejó que fuera Pain quien se encargue de esos dos. Jiraiya debía hacerlo, más tuvo que partir a Paris en busca de una pista relacionada al mismo clan.

 

***

La siguiente misión era lo que había estado esperando, la razón por la que se preparó durante tanto tiempo. Yahiko le ordenó traer ante ellos al nuevo sucesor de la multinacional: Uchiha Sasuke, con el fin de coaccionarlo y finalmente ejecutarlo. Originalmente debía ir a por Itachi, hermano mayor de éste, sin embargo le asignaron ese blanco a su compañero Deidara cuando el primogénito de Fugaku se negó a hacerse cargo de Rasengan para dedicarse exclusivamente a “Sharingan”, la trasnacional propia de su familia.

 

Aprendió cada detalle de la rutina del azabache quien, a diferencia de su padre y hermano, era más descuidado con respecto a su vida personal, lo que no significaba que fuera fácil de acceder, pues lo compensaba con su pésimo carácter.

 

Tuvo que trasladarse a Tokio, ciudad en la que trabajaba su objetivo antes de recibir el nombramiento en Londres. Entró a trabajar como camarero en un lujoso restaurante que frecuentaba el japonés, mediante sonrisas sutiles, roces accidentales y miradas coquetas consiguió la atención del apuesto varón, le tomó varios meses ver otra expresión en el bello rostro que no fuera de seriedad. El corazón le dio un vuelco cuando en una tarde de lluvia su objetivo le devolvió la sonrisa, parecía cansado pero feliz; no supo identificar el sentimiento que ese gesto le provocó.

 

Un día se encontraron por “accidente” en una exposición de arte; sabiendo que fue Deidara el primero en hacer contacto directo con el Uchiha encargado, le pidió convencer a Itachi de llevar a Sasuke con ellos de manera que pudieran coincidir; para disimular llevó a Gaara de acompañante. Como si fuera obra del destino, en contra de sus planes, el primo de los hermanos, Sai, se coló en aquella cita.

 

Se hicieron amigos cercanos en poco tiempo, amistad que derivaría en un romance pasional y desmedido que logró derribar todas sus barreras. Desde encuentros furtivos hasta citas románticas, lo que en un principio fue un intento por ganarse el corazón del Uchiha para destrozarlo, más temprano que tarde se convirtió en una lucha por mantenerlo a su lado; descubrió con horror que era el otro quien tenía su pequeño corazón en la palma.

Muy a su pesar reconoció que se había enamorado, era una sensación increíble, lo quería tanto que dolía; en sólo tres años Sasuke se convirtió en el antídoto del veneno que circulaba por todo su sistema.

 

***

El reencuentro con Deidara en Inglaterra fue muy divertido, entre risas descubrieron que, al parecer, ambos rubios fallaron estrepitosamente en las misiones encomendadas; se sentían estúpidos, incompetentes y dichosos al mismo tiempo por haber caído a los pies de tremendos hombres, perfectos ante la razón de cualquiera.

 

Con toda la seguridad del mundo contenida en los pares de ojos azules, decidieron hablar con Pain sobre abandonar la organización.

Debían dejar a los herederos Uchiha en manos de Akatsuki, cosa que no pudieron hacer y, el no cumplir con aquello, traería terribles consecuencias para todos los involucrados. Conscientes de eso llegaron a un acuerdo: conseguirían que se fijen alianzas con la mafia a cambio de la promesa de que se mantuvieran lejos.

 

Tal vez debieron extrañarse de que su líder aceptara su partida sin más; victoriosos, prefirieron no pensar en ello y tratar de tener una vida normal al lado de la persona amada, error por el que pagaría años más tarde.

 

Meses después, a la edad de veintiséis, contrajo nupcias con Sasuke. Fue la primera vez que derramó lágrimas de felicidad; cumplió con el sueño de su madre de encontrar a su otra mitad, un buen hombre al que amaba con locura y que llegó a su vida en el momento preciso; hubiera sido mejor conocerlo en otras circunstancias pero así lo quiso el destino, mismo que, tras tantos obstáculos, por fin le mostraba la luz al final del túnel.

 

 

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– Uzumaki Naruto, tiene visitas. – Su rostro se iluminó, sabía de quién se trataba, era el único que no lo había abandonado. Acomodó lo mejor que pudo su rebelde cabello, con pasos lentos se dirigió a las cabinas que permiten conversar mediante teléfonos a cada lado de un cristal.

 

Al tomar asiento sus ojos se abrieron demás por la impresión, han pasado años desde que viera ese hermoso rostro con la misma expresión seria de siempre. Por un momento creyó estar soñando, pues no había podido dormir en toda la noche, de seguro cayó en la inconsciencia sin notarlo.

Pasaron varios minutos antes de que uno de los dos mencione palabra, lo vio tomar el teléfono y como reflejo también lo hizo.

 

– Te has quedado mudo, parece que hubieras visto un fantasma. – Parpadeó repetidas veces, sí, estaba despierto. Sólo entonces cayó en cuenta de su estado deplorable; el largo tiempo tras las rejas le había pasado factura; ya no lucía tan atractivo como antaño a diferencia de su radiante marido.

 

– En eso te has convertido, en un fantasma. – Miró detrás del azabache con la esperanza de ver a alguien más.

 

– Estoy sólo. – Dijo comprendiendo lo que su bello esposo buscaba con la mirada.

 

– ¿Ah sí? ¿Debo suponer entonces que esto es una visita conyugal? – No le pasó desapercibido el movimiento de labios que hizo mientras pasaba saliva; gesto inequívoco de haberle incomodado. Su esposo aún lo deseaba.

 

– He venido únicamente a darte una noticia. – hizo una pausa, en todo el trayecto hacia la cárcel pensó en la mejor forma de decírselo, pero no hay una forma buena para traer el dolor. – Jiraiya ha muerto; encontraron su cuerpo anoche, cerca del río Támesis. – Los ojos zafiro se centraron en los suyos como intentando hallar algo que le indicase que era mentira. – Me encargaré de todo lo que respecta a los servicios funerarios. No tienes que preocuparte por nada. – Colgó el teléfono y se dispuso a marcharse tan pronto como fuera posible.

 

El semblante de tristeza del rubio es algo que jamás hubiera deseado ver, otra vez. Los ojos cielo cargados de lágrimas, la boca reseca semiabierta sin saber qué decir; lo vio colocar la mano en un puño sobre el pecho apretando la ropa y bajar la cabeza.

 

– ¡Espera! – Gritó abalanzándose en el cristal, el ruido del golpe hizo que volteara. Regresó y tomó el teléfono de nueva cuenta. - ¿Dónde están? ¿Por qué has venido sólo? –

 

– Tenían un programa en la escuela hoy, me estoy dirigiendo hacia allá. –

 

– ¿Por qué?... ¿Por qué me haces esto? – Ya no le importaba que le viera llorar, tenía que demostrárselo, si no le creía con palabras, lo haría con sus actos. – Cinco años, me has privado de sus vidas por ¡cinco malditos años! –

 

– No mereces verlos y ellos tampoco merecen ver la clase de persona que es su madre. –

 

– ¡También son mis hijos! – Sentenció furioso. – Yo no lo hice… ¿por qué no puedes creerme? ¿Realmente no queda nada del amor que decías sentir por mí, Sasuke? –

 

– No hagas esto más difícil Naruto. – Esta vez se retiró ignorando el golpeteo de la cabina a su espalda, por el rabillo del ojo pudo ver a un par de guardias llevárselo de regreso a las celdas.

 

 

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Nueve meses después de la boda, dio a luz a gemelos, eran más copias suya que de Sasuke – “No por nada los estuve horneando” – pensaba divertido acariciando las marquitas en las mejillas de ambos.

 

Él y Deidara se esforzaban por persuadir a sus esposos de realizar convenios con la mafia, ese era el trato y el plazo para su cumplimiento era de máximo cuatro años, de los cuáles ya habían desperdiciado dos.

 

El 14 de Abril de 1990, en el cumpleaños número dos de sus hijos; salió en todos los noticiarios, el escándalo de un millonario desfalco a la multinacional “Rasengan”, bajo el supuesto de financiar organizaciones criminales, además de estafar al fisco en prácticas de doble contabilidad; departamento del que se encargaba Naruto desde antes de casarse con el heredero de la firma.

 

Se dio a conocer públicamente que su apellido era Namikase, motivo por el cual se habría relacionado con Akatsuki para vengar la muerte de su padre Minato. Naruto utilizó el apellido de su madre puesto que no quedaban más miembros de dicho clan en Japón, eso creyó hasta que conoció a Nagato.

 

El 15 de Diciembre de 1990 fue condenado a cincuenta y ocho años de reclusión en la cárcel de donceles de Londres. Se le imputó los cargos de: estafa, asociación ilícita, crímenes relacionados a la mafia Akatsuki, al comprobarse que participó y tuvo conexión directa con los miembros de dicha organización. Lo que lo terminó de hundir, fue la acusación del homicidio de Uchiha Obito y su esposo.

 

Le sorprendía que existieran “pruebas”, pues todo había sido destrozado, se presentaron videos y testimonios. Lo que más le impresionó fue ver la expresión de decepción en el rostro de su esposo, le juró que no había hecho nada de lo que se le acusaba. Si bien algo de eso era verdad, contaba con que Sasuke creyera en su palabra.

 

Pero eso nunca pasó…

 

 

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Pasaron siete meses desde que viera a Sasuke por última vez; nadie más le había visitado. Ya ni siquiera podía contar con su abuelo; el hombre iba a verle exactamente el día diez de cada mes, era el número máximo de visitas que podía hacerle a su nieto, por lo que escogió ese día para celebrar su cumpleaños cuando llegara Octubre. Ahora lo extrañaba más que nunca, lamentaba no haber podido despedirse de él adecuadamente y darle sus respetos.

 

Una caja pequeña con un listón rojo atado en nudo simple cayó en su colchón mientras intentaba leer algo para distraer sus pensamientos. – ¡Feliz cumpleaños Naruto! – Parados en la entrada de la celda estaban sus compañeros con espléndidas sonrisas, fue Gaara quien le “entregó” el presente.

 

– Muchas gracias amigos, los amo ¿qué es? – Preguntó curioso mientras removía el lazo.

 

– Ya lo verás. – Respondió Lee alzando el pulgar. – No sabes lo que nos costó conseguirlos, así que esperamos que te gusten. –

No podía reemplazar el vacío que la pérdida de sus seres amados le había dejado; pero podía sosegar su alma con el cariño que recibía de sus nuevos amigos.

 

– ¡No puede ser! – gritó eufórico por lo que sacó de la caja. Tenía entre sus manos dagas de combate gemelas, las conoce bien, siempre quiso una de esas; es un arma que se puede dividir en dos iguales; una verdadera joya del arte chino en peleas de cuerpo a cuerpo; se consideraban piezas de colección históricas. – ¿De dónde las sacaron? Jamás pude encontrar una de estas cuando estaba libre. –

 

– El novio de Lee las consiguió, aunque no son originales, son una fiel copia. Lo difícil fue lograr que ingresaran. – Respondió Kiba simplón; a él sólo le faltaba unos cuántos meses para terminar su condena.

 

– Me temo que para cuando sea mi turno de regalarles algo ya no estarán aquí. – Lo cierto es que a él todavía le quedaba mucho tiempo, de hecho, se dictaminó en su juicio que se le concedería la libertad a la edad de noventa y uno.

 

– No te desanimes Naruto, hoy es tu día; además, cuando todos se hayan ido yo seguiré a tu lado; no porque quiera, claro está; no me queda de otra. – Dijo Gaara haciendo reír un poco a los presentes. – Eres mi hermano, nunca lo olvides. –

 

La noche se hizo presente más pronto que otros días. Estando a punto de caer dormido un fuerte ruido los despertó a todos de golpe. Era el sonido inconfundible de una explosión sumado a la leve sacudida de su litera. Se puso en pie tan rápido como pudo, los gritos desesperados de los demás prisioneros no se hicieron esperar.

 

Se escucharon un par de explosiones más, preocupados de que la estructura fuera a ceder, se refugiaron bajo una de las literas a la espera de noticias. De repente, un hombre encapuchado abrió el cerrojo de los barrotes.

 

– ¡Salgan! – No pudo reconocer la voz de la persona que les daba aquella orden, pues usaba un modulador. Se quedaron quietos por unos segundos sin saber qué hacer. – ¿Acaso no escucharon? ¿O es que quieren quedarse aquí? – Se miraron unos a los otros y finalmente decidieron correr hacia la salida; notaron que sólo ellos habían sido liberados.

 

– Kiba, te falta poco para salir de aquí, quédate; tú también Lee, no se arriesguen por esto. – Los mencionados se lo pensaron un poco antes de regresar; Gaara tenía razón, si los atrapaban podían agravar su condena, con un abrazo fugaz se despidieron con la esperanza de alcanzar la libertad.

 

Un fallo eléctrico inhabilitó los cerrojos del resto de prisiones, inundando los pasillos de presidiarios buscando una vía de escape. Antes de poder tomar la mano de Gaara, sintió un jalón del brazo, que lo apartaba.

 

– Nos vamos. – Le dijo el hombre arrastrándolo lejos de su amigo.

 

– ¡Suéltame! no puedo irme sin Gaara. – Le era complicado liberarse del agarre, ese sujeto era más fuerte. – Ya entiendo, eres un lacayo de Pain ¿no? ¿Te ordenó que me llevaras con él?, pues va listo. – En las escaleras de emergencia pudo acceder a su reciente adquisición, se había atado sus dagas en la cadera justo después de despertar; con una de ellas hizo un corte profundo en el antebrazo de quien lo jalaba.

 

– Aargh… Naruto, no tenemos tiempo para esto, ¡hay que salir de aquí! – Las alarmas empezaron a sonar en conjunto con disparos; lo pensó mejor, se quedaría con ese hombre hasta salir, entonces lo mataría antes de ser entregado.

 

Una vez fuera se arrastraron bajo las cercas, un hueco camuflado con basureros. A la distancia divisó una VAN negra con tres personas dentro. – Vamos… –

 

– ¡No! yo me quedo aquí, te agradezco que me hayas sacado pero no vas a llevarme. – En posición de combate buscaba por dónde irse sin correr el riesgo de ser abaleado. Ya encontraría la forma de dar con Gaara.

 

– Naruto, soy yo… He venido por ti. – Esa voz sí la reconoció, lentamente bajó sus brazos en lo que el otro se retiraba la capucha.

 

– …Sasuke. – Aún en estado de shock no reaccionó hasta que sintió los labios de su esposo atacar los suyos, obligándole a abrir la boca para devorarla; golpeó su pecho para alejarlo. – ¿Qué estás haciendo aquí? –

 

– Te lo explicaré todo después, por ahora debemos irnos. – Se dejó guiar dentro del vehículo; allí se encontraba Sai junto con Itachi y Deidara. Este último lo abrazó con demasiada fuerza susurrando un “perdóname” en su oído.

 

Viajaron durante horas, en ese tiempo supo que habían planeado sacarlo de ahí desde que entró, pero que no pudieron demostrar su inocencia, sin contar con que era peligroso que se acercaran, pues sus enemigos debían pensar que habían roto cualquier lazo con él. No sabía si reír o llorar, al fin y al cabo no lo habían olvidado a su suerte; tampoco pudo liberarse de los brazos de Sasuke que lo aprisionaban como si se fuera a desmaterializar si lo soltaba; le guardaba cierto rencor más disfrutaba de sentirse entre esos brazos de nuevo; se encargó de vendar el corte de su brazo derecho, por fortuna, la ropa que traía puesta el azabache era bastante gruesa.

 

– ¿Qué va a pasar con Gaara? No pienso dejarlo allí. –

 

– Él estará bien, sus hermanos colaboraron con nosotros. – Respondió Sai con su típica sonrisa enigmática. Por lo que se enteró, fue él quien se quedó con lo que correspondía a su pelirrojo amigo cuando fue sentenciado a cincuenta y dos años de privación de libertad. Además de saber que los Uchiha poseían el treinta por ciento de las acciones de “Shukaku”, el imperio de los Saabaku-No.

 

– Sabes que te odia ¿verdad? – Recibió un asentimiento de cabeza. – Deberías hablarle, aunque diga que no, sé que aún siente algo por ti. – le dedicó una sonrisa sincera antes de quedar profundamente dormido en el pecho de su esposo.

 

~~~000~~~

 

Frente a una escuela, observaba a los niños de entre cuatro y diez años salir alegres a recibir a sus padres.

Deseaba tanto abrazar a sus pequeños, no, ya no son pequeños; en su mente tenía gravados los rostros de un par angelitos con dos años cada uno, ni siquiera podía imaginarse como serían ahora… ¿han cambiado? ¿Qué pensarán cuando le vean?, sintió miedo, estaba tan nervioso que no podía dejar de temblar.

 

Sasuke estaba lejos del auto, salió a recogerlos. Lo único que ocupaba su mente era todo lo que se perdió, todas las experiencias en familia que pudo tener.

– ¡Papi! – escuchó el grito de los infantes sacándolo de sus cavilaciones. Se apresuró a salir del vehículo sin atreverse a acercar.

 

El pequeño de cabello negro a quien reconoció como Menma, dirigió sus azules ojos hacia él, una solitaria lágrima se escapó cuando su hijo le mostró una enorme sonrisa.

– ¡Mamá!.. Boruto mira, es mamá. – Aquello lo dejó sorprendido, lo reconocían. Hincó una rodilla en el piso y abrió sus brazos. Los chicos se apartaron de su padre para correr hacia Naruto y abalanzarse sobre él.

 

Besó sus caritas por todos lados sin dejar que se separaran, Boruto, su hijo rubio, retiraba las lágrimas de su rostro. – ¿Por qué lloras mamá? ¿Estás triste? –

 

– No mi amor, estoy feliz, feliz de verlos. Los amo tanto…, tanto, tanto. – Miró a Sasuke en busca de una respuesta.

 

– Ellos saben quién eres Naruto, saben que has tenido que viajar mucho y conservan las cartas, fotos y obsequios que has enviado.

 

– Nos  gustó mucho el regalo de cumpleaños que nos mandaste mamá. – dijo Menma mirando cómplice a su hermano.

 

– Que… que bueno, me alegra. –

 

Una vez en la casa que habitó alguna vez, su esposo le explicó que sus hijos siempre tuvieron “noticias” suyas, había fotos repartidas en toda la casa; le contó de todos los regalos que había enviado en su nombre, las cartas… los recuerdos.

 

– Sasuke, te agradezco que hayas hecho eso, pero no es real; no conozco a mis hijos, mientras ellos tenían noticias mías yo nunca tuve ni siquiera una foto. Ellos respondían a “mis cartas” ¿no es así? Quiero leerlas. –

 

– Naruto, ya habrá tiempo para eso. Primero, hay muchas cosas que debes saber. Mi hermano y yo analizamos la propuesta de Yahiko para firmar un acuerdo de negocios, lo que Deidara y tú querían que hagamos, pero nos negamos, es por eso que te enviaron a prisión.

 

Itachi estaba en el extranjero cuando pasó, por lo que pudo proteger a Deidara. Llegamos a un arreglo: Sai cedería su participación en Shukaku a cambio de la vida de Gaara, yo cedí el veintisiete por ciento de Rasengan a cambio de la tuya e Itachi colaboró con una parte de nuestra empresa. Esos convenios se llevaron a cabo durante tu juicio, dimos nuestra palabra de mantenernos alejados de ustedes.

 

No sabes cuánto deseé visitarte, darte mi apoyo, pero no podía arriesgar la vida de nuestros hijos o la tuya. Jiraiya se negó a dejarte, actuó de doble agente con nosotros, gracias a él supimos que Pain nunca se deshizo de Obito, al contrario, se aliaron.

 

– Entonces supongo que ya sabes todo sobre mí. Lo siento, nunca quise ocultarte cosas; no quería que supieras mi pasado. No me importó ir a prisión, me lo merecía, lo que me dolió fue que me dejaras. –

 

***

– Hace años que no tenía esta apariencia. – Oculto en una propiedad cerca de la playa, veía su reflejo en el espejo del baño; una vez más pintó su cabello de negro; si bien ya no estaba tras las rejas, aún se sentía como si lo estuviera; no podía ser libre, no podía ver a sus hijos.

 

Ha pasado un mes encerrado en esa casa propiedad de los Hyuuga. Hinata, su amiga del colegio, le facilitó el lugar hasta que las cosas se calmaran. En todo el mes pudo “reconciliarse” con su esposo; casi parecía que había rejuvenecido con tanto sexo que tuvo en compensación.

 

– Ese color de cabello resalta tus ojos, así te conocí ¿recuerdas?, aunque debo admitir que me gustaste más cuando supe que eras rubio; lucías como un ángel, un bello y sexy ángel. – Decía el pelinegro mientras mordía su cuello desde atrás.

 

– Sasuke…, No soporto estar más tiempo así. – Le llamó la atención el flash de una cámara. – Idiota ¡no me tomes fotos! –

 

– Es para los chicos, deben saber cómo vas a lucir. – La ceja levantada del ojiazul le hizo saber que no le creía. – De acuerdo, es para mí.

 

– Lo que digas. – Se volteó para seguir arreglándose.

 

Pagaron a los directivos de la cárcel para que informaran que ambos donceles habían fallecido durante los enfrentamientos del 10 de Octubre.

 

– Prepara tus espadas amor, Hay que hacer limpieza. –

 

– Son dagas. Hablando así me asustas ¿sabes? –

 

– Como si no estuvieras acostumbrado. –

 

Alistaron las maletas para partir a Dubái. Orochimaru, colaborador de Sasuke, les informó de la presencia de Akatsuki en dicho lugar. Esta vez se encargarían se eliminar esa organización de raíz. Él conocía perfectamente sus escondites, les haría pagar con creces su traición.

 

Colocó cartuchos blancos sobre la lápida de su abuelo y con una oración sencilla se despidió. La verdadera lucha apenas comenzaba.

 

 

FIN

Notas finales:

Sé que hay muchos vacíos pero ya no hay tiempo para llenarlos. Ni modo xD Espero corregirlo con el tiempo...

Bye! :D


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