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Medicina Experimental (Editado) por Izuspp

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Como se lo había prometido a su amiga, ese día después de trabajar en la granja de Lillia, Pete se dirigió a la iglesia. En el camino pensaba que era increíble que llevaba un tiempo viviendo allí y aún no había ido ni una sola vez a la iglesia, y comenzaba a sentir un poco de remordimiento. Pero se dijo a sí mismo que iría más a menudo, después de todo; tampoco se consideraba demasiado religioso y en ese pueblo, le rendían culto a la “Diosa de la cosecha”, que era algo totalmente nuevo para él.

Al llegar, entró silenciosamente con el único objetivo de buscar a Cliff entre los presentes. Ya lo había visto entrar a la posada un par de veces y sabía que era un joven de cabello castaño y largo, amarrado en una coleta. No tuvo que buscar demasiado, puesto que la iglesia estaba totalmente vacía salvo por el susodicho; ni siquiera el pastor se encontraba allí.

Se acercó lentamente hasta la primera banca a la izquierda, que era donde se encontraba sentado el joven y se tomó asiento a su lado. Cliff ni siquiera alzó la mirada, o no se percató de la presencia de Pete, o sencillamente no le interesaba. Al granjero le dio la impresión de que se encontraba rezando, muy concentrado. Pete se aclaró la garganta un par de veces, pero el otro no movió ni un músculo, por lo que decidió hablar de una buena vez.

—¿Está muy solo aquí verdad? Mi nombre es Pete y hace poco me mudé al pueblo ¿Tú cómo te llamas? — Preguntó amablemente.

No hubo respuesta por parte de Cliff.

—No hablas mucho ¿eh? — Luego de ese rotundo fracaso, Pete ya no sentía la confianza que tenía hacía unos minutos, pero por su promesa (y por la comida gratis que Ann le había dado) no desistiría tan fácilmente. —La verdad es que, Ann está muy preocupada por ti. Como eres tímido y no hablas con nadie, me pidió de favor que intentara hacer amistad contigo. — Decidió que, decir la verdad era la forma más sencilla de hacer las cosas en ese momento.

Al escuchar las palabras de Pete, Cliff finalmente levantó su rostro mirándolo fijamente y muy serio. –Si es por eso, dile que no se preocupe, no tienes que molestarte por ella. — Dijo cortantemente y bajó la cabeza una vez más.

—No lo hago solo por ella. Admito que si no me lo pide, yo no hubiera tomado la iniciativa, porque no sabía quién eras o cual era tu situación. Pero una vez que ella me lo explicó, acepté, ya que pienso que los dos somos muy parecidos. — Dijo Pete empleando un tono igual de serio que el del otro joven. —Los dos venimos de fuera y los dos estamos faltos de amigos ¿me equivoco? Por eso pensé que sería buena idea el conocerte y ¿quién sabe? podríamos llegar a entablar una amistad. — Al final de la frase, Pete volvió a utilizar un tono de voz amigable y alegre.

Una vez más, Cliff levantó su mirada, esta vez con una expresión que reflejaba más bien confusión, como si estuviera analizando todo lo que Pete acababa de decirle y se debatiera entre aceptar su propuesta de amistad o mandarlo a sembrar calabazas. Finalmente, una leve sonrisita se dibujó en la comisura de la boca del joven de cabello largo.

—Eres muy amable, Pete. Te agradezco, pero si me disculpas, ahora me voy a casa. — Sin decir nada más, Cliff se levantó de su asiento y rápidamente abandonó la iglesia; dejando a Pete confuso y solo en ese lugar. Pete no sabía si eso era un sí o un no, pero al menos era un “tal vez”.

En el instante en que Pete iba a salir de la iglesia también, una de las puertas se abrió y de allí salió un hombre vestido con su camisa negra y su cuello blanco, ese debía ser el pastor.

—Buenas tardes Pete. — Dijo amablemente el hombre, que parecía que nunca borraba esa pacífica y cordial expresión de su rostro.

—Buenas tardes ¿cómo sabe mi nombre? — Preguntó Pete muy extrañado.

—Todos en el pueblo saben tu nombre, aunque tú no nos conozcas. Es un pueblo pequeño y las mujeres que lo habitan se reúnen todas las tardes a conversar en la Plaza de la Rosa. No es de extrañar que se haya difundido tan rápidamente el nombre del joven valiente, (o tonto) que se aventuró a comprar aquella granja abandonada. —Explicó pacientemente, para terminar de acercarse a Pete y ofrecerle su mano —Mi nombre es Carter y como podrás ver, soy el pastor de esta iglesia. Estuve esperando a que vinieras, para poder al fin conocerte en persona. — Nuevamente las mejillas de Pete se tornaban de un color sonrosado, estaba avergonzado de no haber visitado la iglesia ni una sola vez en todo ese tiempo, tal vez si lo hubiera hecho, no le hubiese ido tan mal esas semanas.

—Es un gusto conocerlo Carter. —Alcanzó a decir, mostrando una leve sonrisita.

—Si no te molesta Pete, quisiera robar un poco de tu tiempo para comentarte algo.

—Claro, ¿qué se le ofrece? — Aceptó, aunque le pareciera extraño que aquel desconocido tuviese algún asunto con él.

—Estuve escuchando la conversación que tuviste hace poco con Cliff y solo quería decirte que no te desanimes. Él es una persona sumamente tímida, se refugia todo el tiempo aquí en la iglesia y no ha formado amistad con nadie en el pueblo. — Comentó seriamente. Pete mientras tanto, pensaba que a pesar de ser el pastor, no tenía prácticas muy buenas, al estar escuchando las conversaciones ajenas.

—Tendré que seguir intentando, pero ciertamente no es una persona muy fácil de tratar.

—Sé que Ann te pidió de favor que hicieras amistad con Cliff, pero ahora soy yo el que te lo pide también. — Agregó. —¡Bien, lo dejo en tus manos! Creo firmemente en el poder de los humanos para salvar a otros. Es todo lo que quería decirte, eres libre de venir cuando quieras, y sé que pasarás más seguido por aquí. ¡Que la Diosa te bendiga!

—Le prometo que así será… Con su permiso. — Pete salió de la iglesia, pensando en que ya tenía bastantes problemas, como para que le encomendaran más, pero, no podía hacer nada. Después de todo, tenía pensado vivir allí por el resto de su vida y más le valía llevarse bien con todos sus vecinos.

Iba en rumbo hacia la posada para cenar, pero luego pensó en que Cliff estaría allí y no quería que pensara que lo estaba acosando o algo por el estilo; así que como ya tenía algo de dinero, pensó en usar la cocina de su casa por primera vez. Aunque, no tenía ingredientes para cocinar algo decente y ya era muy tarde, probablemente el supermercado estaba cerrado. Pero a pesar de que jamás lo había visitado tampoco, tenía bastante hambre; así que decidió probar suerte y ver si se apiadaban de él y le vendían lo que necesitaba.

Tocó la puerta levemente, pensando en que si no le contestaban simplemente se iría de allí y se quedaría sin cenar ese día. No hubo respuesta, pero cuando ya estaba por irse, la puerta se abrió dejando ver a un hombrecito de cabello negro peinado hacia atrás y con un divertido bigote en su rostro.

—¡Hola! señor, disculpe que lo moleste a esta hora, mi nombre es Pete y verá, pasé un día muy ocupado y no tuve oportunidad de venir más temprano, así que me preguntaba si era posible que hiciera una excepción por hoy y me vendiera algunas cosas. Si no es mucha molestia.

El hombre parecía que se lo estaba pensando por unos momentos, pero en seguida le mostró una sonrisita tímida y se apartó para dar paso

—Está bien, si es solo por hoy, además acabábamos de cerrar.

—Muchísimas gracias señor

—Mi nombre es Jeff, es un gusto conocerte, sírvete lo que desees.

Pete entró y rápidamente escogió unos cuantos ingredientes para cocinar algo simple, pero cuando estaba pagando, una puerta que estaba al fondo de la tienda, se abrió. Quien apareció fue una mujer de mediana edad, con el cabello rubio recogido en un moño; quien se acercó hasta donde estaban los dos.

—Buenas noches señora. — Saludó Pete, cortésmente.

—¡Jeff! ¿por qué estás vendiendo a esta hora? se supone que ya habíamos cerrado. — Replicó la mujer a su esposo. Por la pose cohibida que adoptó el hombre y el regaño de la mujer, se notaba quien llevaba los pantalones en esa casa.

—El jovencito me pidió que hiciera una excepción por hoy y acepté. — Dijo Jeff, con un tono de voz más bajo que el que de por sí ya tenía.

—Ya veo...— La mujer dirigió la mirada hacia Pete, observándole de arriba a abajo para luego mostrar una sonrisa. —Así que tú eres Pete, ¡hasta que nos conocemos! Mi nombre es Sasha y estamos para servirte cuando lo necesites. — En ese momento, Pete pensó en que definitivamente, ella era una de esas mujeres, quienes Carter le dijo que se reunían a "conversar" todas las tardes. Aunque no tenía que sorprenderse, era un pueblo muy pequeño y aburrido, por lo que cualquier cambio era motivo para que todos hablaran.

Luego de pagar y despedirse, prometiendo volver pronto, Pete salió ya más relajado del lugar. Justo al lado del supermercado, estaba la clínica. Elli se encontraba en la puerta del lugar y al ver a Pete, le llamó. Pete se acercó, saludando a la chica con una radiante sonrisa en su rostro.

—¡Buenas noches Elli! ¿Qué no es un poco tarde para que estés fuera?

—En realidad, te estaba esperando, ya que vimos que entraste al supermercado. El doctor quiere hablar contigo, si tienes un momento. — Le informó la chica.

 Pete no se imaginaba para qué lo necesitaba ahora el doctor, pero igual no le molestaba en absoluto, y de hecho ganas no le faltaban para ir a verlo. Había pensado en visitarlo varios días atrás pero no se animaba a molestarlo; además, aún no tenía confianza suficiente, aunque era lo más cercano que podía tener a un amigo varón allí. De modo que no desaprovecharía la oportunidad y entró seguido por la chica.

—Doctor, Pete está aquí. — Informó Elli al doctor, quien se encontraba ensimismado leyendo unos papeles en su escritorio.

—Gracias, Elli. Puedes retirarte. — La chica se despidió de Pete y subió al segundo piso dejándolos solos para que conversaran. Aunque Pete tuvo que esperar al menos quince minutos, cargando sus compras y con toda el hambre del mundo; mientras el doctor terminaba su trabajo.

—¿Y cómo te ha ido? — Finalmente, el doctor le dirigió la palabra sin embargo no lo miró, sino que se dedicó a acomodar sus papeles.

—Pues, me ha ido muy bien. El trabajo en la granja avícola es divertido e incluso ya tengo una gallina y un pollito. —Comentó Pete, no muy seguro de que le estuviese escuchando realmente o del motivo por el cual lo había citado allí a final de cuentas.

—Ya veo...— El doctor como si nada y prácticamente mostrando nulo interés en Pete, continuó con lo suyo.

—Doctor, ¿se le ofrecía algo? — Terminó preguntando el granjero, al ver el comportamiento del hombre.

—Tan apresurado como siempre. La gente de la ciudad no sabe llevar la vida con calma, por eso no son saludables. —Le reprendió. — Solo quería darte una mano por si aún necesitabas dinero. Después de todo, llevar una granja no es nada barato, y no creo que quieras seguir viviendo del sueldo que te paga Lillia. Además, sabes bien que ellos te están haciendo un favor, puesto que no necesitan tu ayuda en realidad. — El doctor era una persona a la cual, no se le trababa la lengua a la hora de decir las verdades y todo siempre lo decía con ese tono serio y ese rostro indiferente; definitivamente era un hombre extraño e intrigante.

—Bueno, no… Pero por el momento es todo lo que puedo hacer, hasta que comience a ganar dinero por mi cuenta. —Comentó Pete, un poco cohibido por las palabras del contrario, que si bien eran muy ciertas, no dejaban de ser hirientes.

—No te estoy juzgando Pete. Simplemente te llamé aquí, porque tengo un trabajo que ofrecerte; no es mucho, pero sé que te ayudará.

—¿Un trabajo? ¿De qué se trata?

—Como sabrás, Elli y yo fabricamos las medicinas aquí mismo, utilizando hierbas medicinales que se encuentran en las montañas. Diferentes hierbas crecen en las distintas épocas del año y por eso tenemos que recolectar suficientes para que nos duren todo el año. Por supuesto que la mayoría las compro por medio de Zack, pero no es suficiente. Últimamente, he estado algo ocupado y mi día libre no me es suficiente para recolectar las hierbas. Tampoco quiero darle esa responsabilidad a Elli, puesto que ella tiene que cuidar de su abuela y hermano menor. Así que me gustaría saber si estás dispuesto a hacer ese trabajo por nosotros. Claro está, que te pagaré un monto por la cantidad de hierbas que nos traigas. ¿Qué dices?

Recolectar hierbas en la montaña se le hacía un trabajo de lo más fácil y de seguro divertido. Adicionalmente, si le iban a pagar y era para beneficio de todos los aldeanos; mucho mejor. Por lo que Pete no dudó ni un momento y aceptó de inmediato.

—¡Claro que lo haré! Pero ¿cómo sabré cuales son las hierbas?

—Te veré mañana a las ocho de la mañana, cerca del lago de la montaña. Te mostraré cuáles son las hierbas que necesitamos y luego te encargarás tú.

—Bien, entonces lo veré mañana. Tendré que renunciar a mi trabajo en la granja avícola. — Mencionó pensativo, más para sí mismo.

—No te preocupes por eso, de seguro ellos se alegrarán de que renuncies. Ya puedes irte, nos veremos mañana. — Pete no se acostumbraba a esa manera fría en la que el Doctor decía todo, pero tendría que hacerlo tarde o temprano.


 

Al día siguiente, Pete se presentó muy temprano en la casa de Lillia, agradeciéndole a ella y a sus hijos, toda la ayuda que le habían brindado. Ellos le despidieron con una sonrisa y le dijeron que si alguna vez necesitaba un favor por parte de ellos, no dudara en pedírselos. Luego de esto, el granjero marchó directo a la montaña a encontrarse con el doctor.

 El lago se encontraba en un claro de la montaña, sus aguas cristalinas alimentaban una pequeña cascada que se encontraba montaña abajo. Los habitantes del pueblo decían que, si ofrendabas tus productos tras esa cascada, la Diosa vendría a recompensarte. En esos pensamientos estaba sumido Pete, cuando una mano se posó suavemente sobre su hombro, al voltear a ver, se encontró con el inexpresivo rostro del doctor. A pesar de su frío semblante, a la luz del sol de la mañana, pudo notar sus fuertes facciones y la textura de su piel pálida. Además del extraño color grisáceo de sus ojos y el extraordinario brillo de su cabello negro. "¿Qué demonios estás viendo?" pensó Pete, al percatarse de las cosas en las que se fijaba en un momento como ese.

—Buen día doctor. — Saludó ofreciéndole una sonrisa amable.

—Comencemos…— Dijo el hombre, sin responder al saludo y fijando su mirada en el césped que crecía entre los árboles, en busca de las hierbas que necesitaban.

—Bien…— Pete suspiró. Al parecer, ya comenzaba a acostumbrarse al doctor después de todo.

—En primavera, tenemos hierbas que no crecen en otras épocas del año y así pasa con todas las estaciones. En este momento, tendrás que ocuparte de recolectar los brotes de bambú, que crecen en las raíces de los bosques de bambú. Mira, precisamente allí hay algunos. — Señaló hacia el bosquecillo de cañas. En las raíces de este, crecían los brotes amarillos que servían tanto para alimentación, como para fabricar medicinas. El doctor se acercó y cortó los brotes, para luego depositarlos en el canasto que llevaba.

Por su parte, Pete observaba atentamente, no fuera a ser que se le pasara algún detalle de cuáles eran las hierbas correctas y terminara llevando plantas inservibles.

—Lo segundo que debes buscar es esto…— seguidamente, el doctor se dirigió a la orilla del lago, en donde arrancó del suelo una hierba color verde. —Dependiendo de la estación, encontrarás hierbas de distintos colores. En primavera, las medicinales son las verdes, justo como esta. — Se la entregó a Pete, para que la observara bien y luego la depositó en el canasto también. –Por último, en todas las épocas del año puedes encontrar hierbas venenosas, por ningún motivo debes cortar esas, incluso el tocarlas te puede causar comezón y alergias; las podrás reconocer por su color rojo. —Le advirtió muy seriamente.

—¡Déjelo todo en mis manos! Le prometo que recolectaré todas las hierbas que me sean posibles. — Dijo Pete sumamente entusiasmado. El trabajo se le hacía realmente fácil y de ese modo, podría ganar dinero para seguir adelante con su granja.

—Entonces te espero por la tarde para ver lo que pudiste recolectar, nos veremos. — Después de hacer una ligera reverencia, el doctor se fue montaña abajo directo hasta la clínica.

El trabajo de recolectar hierbas era bastante divertido, Pete observaba cuidadosamente a las orillas y adentrándose en los bosques de bambú en busca de los brotes y mantenía su mirada fija entre el césped para encontrar las hierbas color verde. Aunque tuvo algunas dificultades cuando por accidente movió un panal de abejas al chocar con una caña de bambú, y tuvo que salir corriendo y lanzarse al lago para salvarse de las picaduras de los furiosos insectos. Pero era un detalle menor, aunque a juzgar por lo fácil del trabajo, pensaba que de seguro el doctor le pagaría muy poco. Pero no podía quejarse, después de todo era un favor que él le estaba haciendo.

Pete de pronto se encontró nuevamente pensando en ese hombre, en lo amable que era con él. A pesar de ser tan frío, tenía una gran voluntad para ayudar a los demás. Realmente era una persona digna de admirar y, de hecho, en ese momento una admiración casi llegando al extremo de idolatría floreció en Pete. Si lo pensaba bien, él le había ayudado desinteresadamente, desde que había llegado allí. Lillia y sus hijos le ayudaron porque el doctor se los pidió, y Ann lo hacía por la promesa que le hizo de hablar con Cliff. Fuera de eso, solo Gray le había brindado una mano, sin buscar algo a cambio; aunque supuso que más bien fue porque no podía simplemente haberlo dejado tirado en el campo, para que muriera.

—¡Gray! Es cierto, ya ha pasado mucho tiempo y no he pagado mis herramientas ¡No puedo creer que sea tan olvidadizo! — Al momento de percatarse de que, a pesar de que había pasado muchísimo tiempo, aún no había pagado por la reparación de sus herramientas; Pete salió presuroso montaña abajo, tenía el dinero suficiente para cancelarlas, pero lo había olvidado por completo.

Al llegar frente a la tienda de Saibara, sacó el dinero de su bolsa contándolo antes de entrar y cuando estuvo seguro de que llevaba el suficiente, entró mostrando la expresión más amigable que pudo. El día que conoció a Saibara, pensó que no era un hombre que se gozara de buen humor la mayoría del tiempo y tendría que ofrecerle disculpas por el retraso con su paga.

Al entrar, Pete pudo ver que había una persona que jamás había visto allí: se trataba de una jovencita de cabello largo y negro, que usaba lentes; ella se encontraba charlando muy animadamente con Saibara y Gray. Pete no podía creer que el anciano se mostrara tan amigable y el joven tan extrovertido frente a esa señorita.

—¡Joven, me alegro de verte por aquí! Ya había pensado en enviar a Gray a cobrarte. — Dijo el anciano no como una burla, pero sin rastros de antipatía en su voz, al ver a Pete en la entrada.

—¡Discúlpeme! He estado demasiado ocupado y tampoco había reunido el dinero suficiente para poder pagarle, pero le prometo que no volverá a pasar. — Pete se encontraba sumamente avergonzado.

—No te preocupes. Pero ¡que no vuelva a suceder! — Sentenció Saibara al recibir su paga. – Por cierto, ¿ya se conocían? Ella es Mary, encargada de la biblioteca del pueblo y él es Pete, el jovenzuelo que compró la vieja granja. — Los presentó.

—No tenía el placer. Así que tú eres Pete, ¡es un gusto el poder conocerte al fin! — Dijo la jovencita amablemente con su suave, casi inaudible vos.

—El gusto es mío. ¿tienen una biblioteca en Mineral Town? Supongo que no he tenido suficiente tiempo para visitar todo el pueblo, pero espero poder un día ir a verla.

—¡Te estaré esperando! Verás que encontrarás libros muy interesantes y que te ayudarán con tu granja. — Contestó Mary, sonriente –Gray siempre va a leer en sus ratos libres ¿cierto Gray?

—Eh, sí. Son muy interesantes. — El joven que se había ocultado tras su gorra, al ver llegar a Pete apenas si contestó.

—También el doctor pasa mucho tiempo allí en sus días libres. — Al escuchar esto, Pete le tomó inconscientemente más importancia a la charla. —En fin, los dejo para que atiendan sus negocios. Nos veremos luego. — Se despidió y salió de la herrería.

—Yo también me retiro, disculpen nuevamente el retraso. — Luego de pagarle, Pete le sonrió al anciano y luego a Gray; quien se sonrojó y únicamente hizo una inclinación de cabeza en respuesta. Pete salió de la tienda de Saibara con destino a la clínica, para al fin entregarle las hierbas al doctor y a Elli.

—Hierbajo, hierbajo, hierbajo, césped, hierbajo, esta es algo venenosa, aunque no sea roja.  — Enumeraba el doctor al sacar las hierbas del cesto.

—Pero ¿cómo? Estaba seguro de que eran las correctas. — Dijo Pete bastante cohibido y decepcionado de su fracaso.

—No esperes hacer todo perfecto a la primera, lo hiciste bastante bien por ahora. Aquí está tu paga del día de hoy, espero que mañana lo hagas mejor. — El doctor le entregó una cantidad no tan mínima de dinero a cambio de las hierbas.

—¿Qué no es esto demasiado? No traje muchas hierbas y no creo que tenga que pagarme tanto por ellas puesto que…— en ese momento el doctor hizo algo que Pete nunca se hubiese esperado: colocó su dedo índice sobre los labios de Pete para evitar que continuara hablando. Pero lo más extraño de todo fue la expresión de casi ternura, que mostraba.

—Si es por el bien de los aldeanos, todo es sumamente valioso. — Pete observaba un tanto horrorizado aquella expresión, pero también se había sonrojado de sobremanera por aquel dedo posado suavemente sobre sus labios.

Como si se hubiese percatado de que lo que hizo fue muy extraño por su parte, el doctor retiró el dedo del rostro de Pete y también se alejó de él; volviendo a su expresión indiferente y fría acostumbrada.

—Solo espero que mañana te esfuerces mucho más. —Agregó.

—Sí…— Pete salió rápidamente de la clínica, repasando en su mente, lo acabado de ocurrir y preguntándose por qué demonios su corazón latía con tal rapidez.

Continuará…


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