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The Second Mutation por midhiel

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The Second Mutation

Capítulo Seis: Encuentro


Erik observó a su alrededor con aire serio. Estudió a los jóvenes y niños, que lo observaban con una mezcla de miedo y fascinación. Enseguida fijó su vista en Charles y el vientre abultado le confirmó las palabras de En Sabah Nur. Estaba tan aturdido que solo permaneció de pie, sin decir nada.

Tras la sorpresa, Charles recuperó la compostura y le propuso que entraran. Erik se quitó el casco y lo siguió.

Hank quedó en suspenso, ya mirando a los jóvenes, ya mirando a Magneto. Finalmente decidió entrar para llamar a la clínica y posponer la cita. Los demás salieron poco a poco de su asombro y trataron de retomar las actividades en el patio. Solo Peter, la persona más veloz del planeta, quedó estático, sin reponerse de la sorpresa de haber visto otra vez a su padre.

Charles condujo su silla hacia el estudio para tener privacidad. Erik caminaba detrás de él. Mientras luchaba contra sus propias emociones para llegar a destino sin chocar contra nada, el telépata iba recibiendo el torrente de pensamientos y sentimientos de su amante, uno detrás del otro. Así descubrió que En Sabah Nur se había comunicado con Magneto el día anterior y le había propuesto que criara solo a su hijo para sentarlo en el Trono Supremo, que, por deducción, debía ser aquel junto al altar dentro de la pirámide, en El Cairo. Erik sentía culpa por haber cortado cualquier medio de comunicación en esos meses, y estaba feliz de verlo. En cuanto a la criatura, sus sentimientos eran confusos: adoraba la idea de tener otro hijo, le fascinaba que fuera compartido con Charles, y lo embargaba el deseo protector de defenderlo de cualquier amenaza. Moriría antes que permitir que En Sabah Nur o cualquiera osara tocarlo. Sin embargo, el telépata sintió desazón al comprobar que ese monstruo le había dicho, además, que él no iba a sobrevivir al parto. Las ideas de su muerte y de que tomara posesión del cuerpo del bebé estaban llenando de angustia a Erik.

Llegaron al estudio y se ubicaron frente a la ventana, que tenía las cortinas corridas. Charles lo miró a los ojos. Erik no resistió más y corrió a abrazarlo. Lloraba con remordimiento, alegría y amor.

-Charles, perdóname – murmuró, mientras lo acariciaba y lo cubría de besos -. Te amo, quiero que sepas que te amo. Quiero que sientas cuánto te amo. Estuve lejos y tú – le miró el vientre y se lo masajeó con ternura -. ¿Cuántas veces habrás tratado de contactarme para contarme de esto?

-Infinitas – respondió Charles con calma, pero su voz sonó a reproche. Estaba contento de tenerlo al fin con él y de que supiera de la criatura, pero no podía reprimir lo que había sufrido con su ausencia -. Te necesité. Te necesité demasiado.

Erik le tomó el rostro con ambas manos para observarlo, los dos tenían lágrimas.

-Fui un tonto – reconoció Magneto y esa no era una frase que pronunciara fácilmente -. Esta vez fui más estúpido que obstinado. Perdóname, Charles. Aquí estoy. Te preguntarás qué me hizo llegar pero – le estudió la expresión. Charles bajó la mirada -. Me leíste la mente, ¿cierto? Sabes lo que sé.

-Estás aquí – concluyó Charles, tratando de recuperar la compostura -. No es momento de sacar nada en cara. Ni siquiera necesité leerte, Erik. Estás tan alterado que tus pensamientos me invadieron desde el momento en que pisaste el patio.

-¿Es verdad que En Sabah Nur está vivo?

-Conmigo se comunicó en sueños varias veces – explicó el telépata, preocupado -. No le daba importancia creyendo que se trataba de pesadillas. Pero ayer lo hizo con intensidad y me comunicó lo que te dijo a ti: que quiere al bebé como transporte para regresar a la Tierra.

-¡No vamos a permitirlo! – dejó Magneto en claro -. No te preocupes, Charles. Le enviaré el Sistema Solar entero encima si se atreve siquiera.

-¿El Sistema Solar entero? – bromeó Charles con una sonrisa que los distendió -. Siempre fuiste melodramático pero creo que esto te supera.

Erik rio entre lágrimas y lo besó. Al principio despacio, pero cuando Charles abrió la boca se fundieron en un abrazo y la pasión los encendió. El telépata podía leer cuán culpable Magneto se sentía. Lo consternado que estaba y lo feliz por volver a verlo y por la noticia del bebé. Al tener sus labios entre los suyos no sentía ganas de reprocharle nada. De repente, sintió un movimiento brusco en el vientre y soltó a Erik.

-¿Qué te ocurre, Charles?

-Nada – sonrió para tranquilizarlo, mientras se masajeaba la barriga -. Me parece que es tan temperamental como tú y cuando me excito, se altera.

Erik rio.

-¿Te excitaste mucho en mi ausencia?

-Cada noche que pensé en ti – respondió Charles, insinuante.

Erik quería besarlo y hacerle el amor allí mismo, pero se arrodilló y observó fascinado el vientre. Charles le atrapó la mano para apretarla contra su piel. Entonces, por primera vez los dos sintieron juntos cómo se movía y volvieron a emocionarse hasta las lágrimas.

-Tiene temperamento y fuerza – reconoció Erik, riendo -. ¿Cuándo descubriste que lo esperabas? ¿Cómo?

-Dos meses después de que te fueras – explicó Charles y se puso serio -. Fue difícil al principio. No sabía qué pensar. Lo amé desde el primer instante pero no sabía cómo podía haber pasado. Tuve miedo de que mi cuerpo no estuviera preparado para llevarlo a término. Pero me hago un control estricto y todo parece indicar que nacerá sano y completo.

-Sabes que no dejaré que nadie les haga daño, ni a ti ni a la criatura – enfatizó Erik con determinación -. ¡Charles! ¿Cómo pude cerrarme así? Lo que debiste haber pasado tú solo.

-No estuve solo gracias a Hank y a Raven, y a los niños. Pero te necesité.

Erik recordó lo que En Sabah Nur le había dicho sobre el parto.

-¿Tú estás bien de salud?

-Hasta ahora todo marcha bien, no te alarmes.

-Bien – asintió y quedó callado.

Charles supo qué pensaba.

-Mira, ese monstruo nos asustó a ambos, pero no debemos pensar que vaya a ocurrir – le apretó la mano para confortarlo. Erik lo miró intensamente -. Yo estoy bien, estoy sano y el embarazo se desarrolla de manera normal. No hay nada que temer. Vamos a disfrutar de este momento. Este niño es un regalo para los dos.

-Entonces, sabes que es un niño.

Charles rio.

-No aun. Verás – sonrió con picardía -, parece que heredó tu carácter y tu obstinación, mi viejo amigo. No se deja ver en ninguna ecografía. De hecho, estaba yendo a un control cuando llegaste. Hank seguramente lo habrá pospuesto y es una buena noticia porque significa que podrás acompañarme y lo descubriremos juntos.

-¿Quién te está atendiendo?

-La doctora Haller, que es una especialista en biología mutante. La conozco de conferencias en las que coincidimos, y es amiga de Hank de la universidad.

-Eso significa que estás en buenas manos – concluyó Erik con alivio -. Te amo, Charles.

Charles rio.

-Erik, ¿qué te está pasando? Me lo has repetido tantas veces desde que llegaste. Estás más sentimental que de costumbre.

-¿Cómo puedo no estarlo? – contestó y le besó el centro del vientre -. Charles Xavier, ¿te diste cuenta que me haces la persona más feliz?

Charles sonrió. Erik se incorporó para besarle los labios de cuenta nueva. Estaban juntos y estaban felices. Por un rato olvidaron los temores por un futuro, que parecía tenebroso pero tenían que cambiar.

…………..

Hank reprogramó la cita con la doctora Haller para la mañana siguiente. Charles pasó la mañana con Erik enseñándole las cosas que estaban comprando para el ajuar del bebé y las ecografías que guardaba. Comieron juntos y solos en la recámara de Charles, y entre caricias y toqueteos, terminaron haciendo el amor en la cama. Erik fue extremadamente cuidadoso y se dedicó a hacerlo gozar. Le acarició y succionó el pene hasta llevarlo al orgasmo, y recién, entonces, se preparó para penetrar en su cavidad. En el instante mismo en que lo cargó en brazos para depositarlo en el colchón, Charles olvidó todo lo vivido con Moira. Era como si el solo toque de Erik le hubiese borrado la memoria por completo. Ese era el calor que él deseaba sentir y su cuerpo le había reclamado por medio año.

Por su parte, Erik se transformó con la sola sensación de olerlo, mientras lo cargaba. Charles era único en su sabor, en su aroma y en su piel. Había estado casado por diez felices años pero nada podía compararse a su compañía. Tocarlo, besarlo, sentirlo, penetrarlo, llevarlo al éxtasis, eran acciones irrepetibles. Cuidadosos para no molestar al bebé, Erik se ubicó encima de su amante, y una vez que lo hubo penetrado, fijaron la mirada mientras se gozaban mutuamente. Alcanzaron el clímax. Liberaron su simiente cada uno y se abrazaron para sentir el calor del otro. Charles descubrió que estaba tan enamorado como veinte años atrás y Erik sintió que el telépata era la única persona en el mundo a la que amaba con tanta devoción. Charles lo era todo para él y aun resentía el haberse ausentado por seis meses. Distraído, le acarició el vientre y la criatura pataleó con vigor.

-Realmente se entusiasma cuando te excitas – sonrió Erik.

Charles le contestó con un beso en la boca.


………………

Después de pasarse horas encerrados, salieron por la noche a tomar aire fresco en el jardín. Charles entró más tarde y fue a la cocina a comer galletas de nuez, que eran su antojo y Hank las acumulaba en la despensa. Allí se cruzó con Peter, que estaba bebiendo un vaso de leche fría. Charles se acercó a la barra donde el joven estaba sentado y se sirvió un poco de leche. Sin quererlo, sintió la ansiedad que Peter trataba de disimular por el regreso de Magneto.

-Cuando estés listo y quieras hacerlo, puedes hablar con él – sugirió el telépata amablemente.

Peter se echó hacia atrás y bebió de un solo sorbo.

-Lo haré después, esta noche merecen pasarla juntos los dos.

Charles pudo sentir su inseguridad pero no dijo nada.

Peter llenó el vaso con más leche y le quitó una galleta de nuez.

-Es complicado, Charles – se confesó -. Aquella vez, cuando peleábamos contra ese sujeto, lo tuve frente a frente. Mystique le habló y cuando él me preguntó para qué estaba allí, no se lo dije. Vine corriendo desde Washington para buscar a Magneto. Lo encontré en Egipto y cuando tenía que confesárselo no lo hice. ¿Imaginas si le hubiera dicho que era mi padre?

-¿Quién se supone que es tu padre, niño? – sonó la voz imperante de Erik a sus espaldas.

Peter volteó asustado. Charles le palmeó el hombro para que se tranquilizase.

-Te recuerdo – continuó Magneto y se acercó a la barra -. Diez años atrás detuviste a los guardias en el Pentágono. Hace seis meses te presentaste con Mystique para convencerme de que me detuviera. Te pregunté qué habías venido a decirme y me contaste que estabas allí por tu familia.

Peter bajó la cabeza, tenía una mezcla de temor y nervios. Charles sintió pena y quiso intervenir pero rápido entendió que era una cuestión en la que no debía interponerse. Quiso alejarse de la barra, pero el joven lo miró desesperado pidiéndole auxilio.

-Erik – llamó el telépata con suavidad -. Hay algo que Peter quiere decirte.

-¿Y qué es? – reclamó Magneto.

-Mi madre – comenzó el joven -. Bueno, mi madre te conoció y . . . yo soy tu hijo. Vaya – suspiró -. Lo solté así y es un alivio.

Erik quedó de una pieza y se volvió hacia Charles, demandante.

-¿Qué está diciendo?

Charles se dio cuenta de que tenía que intervenir.

-Él es Peter Maximoff. Tuviste un romance con su madre hace años y terminaron antes de que ella se diera cuenta de que lo estaba esperando. Vino a Westchester hace seis meses para conocerte pero no se dio la ocasión para que te lo pudiera contar.

Erik estudió al joven atentamente. Sí, recordaba a su madre, la señorita Maximoff. Ya no sentía nada por ella en absoluto. De hecho, eran pocos los recuerdos que le quedaban de aquella relación corta y circunstancial. Peter se parecía a su madre, Erik podía notar la similitud tanto en las facciones como en la postura. No supo que decir y miró ya a Charles y ya al joven.

Charles le hizo un gesto para que lo abrazara. Erik dudó, era prácticamente nulo el contacto que había tenido con él pero apenas extendió las manos, Peter lo fundió en un cariñoso abrazo. El telépata miró a su amante con una sonrisa. Erik le sonrió y apretó a su hijo.

En silencio para no interrumpir, Charles se fue alejando hasta dejarlos solos.

Después de un rato, Erik soltó al joven y lo miró intensamente. No podía creerlo. Nina ya no estaba con él pero ahora tenía dos hijos más: uno crecido y otro en camino. No podrían reemplazar jamás a su pequeña en su corazón pero sí darle alegría para seguir luchando. Además, por supuesto, estaba Charles. El motor de su vida.

-Ya tienes edad para beber – observó Erik. Peter asintió -. Hay cervezas en el refrigerador. Saquemos algunas y vayamos al patio a platicar, ¿qué opinas? – le apoyó la mano sobre el hombro de forma paternal -. Una charla de padre a hijo.

Peter sonrió.

-De acuerdo. Ah, pero aquí no hay alcohol por los niños. Espera – terminó la frase y desapareció para aparecer con una caja llena de latas -. Ahora sí al patio, papá.

Erik rio. En verdad sus hijos, Nina, el que Charles esperaba y Peter, todos, los tres, eran especiales.

……………

¡Hola!

Ya lo sé, junto a estos dos y tengo que llenarlos de besos, toqueteos y lemons pero no me resisto. Quise que el capítulo fuera romántico y tranquilo porque en el próximo llegarán nuevamente los problemas y con fuerza.

Por razones de tiempo estaré actualizando recién entre el jueves o viernes.

















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