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'KKM! Cortejo {WolfYuu} por amourtenttia

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Notas del capitulo:

Casi pensé que no lo lograba, pero lo logré (?) Primero. Lamento mucho muchísimo demasiado la demora. Tenía la mitad hecha, y la otra mitad fue por puro entusiasmo JAJAJAJA. Si notan que cambia algo en la narración de un tramo a otro es por eso. Es el capítulo más largo que he publicado de esta historia hasta ahora, Y LO AMO. Espero les guste. Muchas gracias a los que están leyendo :DDD

 

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Existe una verdad no dicha sobre la raza demoníaca que, pese a ser famoso rumor, no es realmente pronunciada con frecuencia. Un detalle que representa un hecho histórico incluso. La información que fue poco estudiada podría respaldar fácilmente está realidad si hubiese existido alguien interesado en averiguar. 4,000 años transcurren entre esto y aquello para que quien lo descubre aparezca. Lady von Christ Gisela es quien decide dedicar el tiempo necesario para darse cuenta de los hechos que transforman este rumor en una hipótesis perfectamente lógica antes de que, días más tarde, tenga absoluta certeza de que lo que ha estado pensando no es tan estúpido como creía.

Los compañeros pueden morir de tristeza.

Y no, no es solamente el romanticismo lo que le hace pensar de esa manera. Fundamento científico respalda sus hipótesis al plantear estas ideas, y el sufrimiento de su propio padre lo confirma parcialmente por vez primera. Durante los primeros meses luego de la guerra, y tras la muerte de Julia, la salud del consejero real fue delicada. Increíblemente no fue que necesitase de estar en cama —hecho que su hija recomendó encarecidamente en más de una ocasión— sino que su salud emocional, en sí, era la raíz  de todo el problema.

La magia demoníaca, aquella que definía con tanta fuerza la existencia misma de los Mazoku, estaba ligada al carácter de los usuarios que la empleaban. Así los más fuertes exhibían un carácter fuerte, y los más débiles una actitud un tanto sumisa. Dependiendo del elemento se encontraban variantes también, y Gisela podría entretenerse explicando este punto sino fuera porque la situación que le preocupa no gira en torno a ello en ese instante. Además del hecho de que por muchas estadísticas que hubiese tampoco tiene una respuesta 100% clara para todos los casos. Quizá esa es la raíz de su preocupación. 

No tener una respuesta completa aún.

Su miedo es evidente. Y no es que ella sea fácil de asustar. En su área de trabajo, y luego de todo lo que ha visto dentro y fuera del castillo, pocas cosas consiguen perturbarla. El ser consciente de que su padre pudo morir sin remedio es algo que la mueve profundamente.

Y uno podría preguntarse, ¿Cómo es que ella vino a darse cuenta ahora? ¿Cómo consiguió descubrirlo años más tarde? ¿Qué pudo pasar aquí? La respuesta no es difícil, pero es complicada. Su estimado tío es la razón que hacía falta para que ella pudiera entenderlo. 

Lord Weller se convirtió en el mejor modelo del cual la médico tuvo oportunidad de aprender. Y por él fue que comprendió cómo los medicamentos que recetó a su majestad semanas antes de la coronación del heredero de Bielefeld tuvieron un efecto tan fuerte, —mismos que esperaba aparecieran tras algunos meses— tan rápidamente. 

Durante aquellos días, según Wolfram mismo le explicó, la tensión entre ambos aumentó de manera considerable. Primero por todo el asunto de su discusión, y luego por la inesperada visita de Lord Waltorana. De acuerdo al ex-príncipe, junto con otros allegados al moreno, Shibuya Yuuri experimentó síntomas diversos siendo el más notable sus cambios de humor. Para Gisela aquello resultaba incluso lógico, pero siendo curiosa por naturaleza y dado que según sus palabras el Maou era un caso especial, no perdió detalle de lo que ocurrió después. A pesar de que muchas cosas intentaron capturar toda su atención. 

Durante los 20 días en que el castillo entero resintió la discusión que seguro se dio entre los jóvenes amantes muchas cosas ocurrieron. Momentos importantes que no podían obviarse de ninguna manera. Hechos por los cuales merece hacerse un pequeño recuento. Y el más importante es, seguro, el mismo que provocó que Lady von Christ tomara especial atención a la salud emocional de cada mazoku a su cuidado. Especialmente a los compañeros, puesto que ellos son el principio y el final del misterio.

Empezando por su majestad. 

Sin embargo, hay otro instante particular que, curiosamente, Dorcas recordará para siempre.

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Lord von Bielefeld Wolfram había estado caminando de un lado a otro en los pasillos del castillo siguiendo las indicaciones dadas por el consejero real. El tiempo disponible lo ocupaba en su mayoría en refrescar todos aquellos conocimientos que tenía sobre administración —mismos que su tío guiase durante su adolescencia en Bielefeld, y que él dejase de lado de manera paulatina al unirse al ejército— Gracias a su intervención y la de su hermano mayor los nobles aceptaron postergar pocos días la inminente coronación. En ese lapso, por mucho que más de uno intentó buscar alguna opción para evitarlo, ninguna idea vino a ellos. Esa era la razón por la cual Wolfram volvía a esos años no tan lejanos donde tenía que estudiar tanto. 

No había manera de negarse a lo que vendría, y Gwendal fue quien pareció resignarse primero. Fue debido a su único comentario que tanto Günter como Wolfram dejaron de luchar también.

"Si no eres tú, será cualquier estúpido... Preferiría que el reino esté en buenas manos"

El rubio habría luchado mucho más —tal como realmente deseaba— sino fuera porque los rumores de que Stoffel había conseguido a quien postular llegaron hasta el Pacto de Sangre. Raven no era una mala opción de acuerdo a los nobles. Wolfram mismo no podía decir que el hombre fuese un mal hombre, pero considerando que obedecería al condenado rubio-cenizo la decisión fue definitiva. 

"Lo haré" fue la simple resolución a la que Bielefeld llegó ni bien escuchó los informes por parte de su cuñado. 

Después buscaría una mejor opción.

—Excelencia... ¡Excelencia! ¡Lord von Bielefeld!

El insistente griterío consigue sacar al futuro monarca de su ensoñación. Detiene sus pasos y regresa la mirada con dirección al soldado que se acerca con pasos apresurados hasta su posición.

—¿Dorcas?—llama, curioso al verlo detenerse para recuperar el aliento

—Excelencia.... Llegó... Correspondencia—informaba el mayor

Wolfram alzó una ceja ante la noticia, y antes de que fuese capaz de recordarle al otro que todo lo que llegase en formato escrito hasta el Palacio era minuciosamente revisado por el Consejero antes de llegar a las manos de cualquier otro, Dorcas agregó:

—Yozak... fue quien recibió una... Y me dijo... que debía entregárselo a... usted personalmente.

Más confundido que antes el rubio hace una mueca que denota su extrañeza. Recibe la misiva que el soldado extiende en su dirección y abre el sobre sin mayores contemplaciones. Dorcas traga duro cuando ve como los ojos verdes parecen barrer la información delante de éstos en cuestión de segundos. Las facciones pierden rastro de duda y la seriedad adorna entonces su rostro. Temiendo que no haya mejor oportunidad para comentar agrega:

—No es la única que ha llegado... Los soldados de la entrada me informaron que continúan viniendo de todas partes para entregar cartas a su majestad. Han insistido en entregarlas personalmente, pero usted sabe que no podemos hacer nada como eso... Yozak se encontró hoy en la puerta con uno de los mensajeros cuando...

—¿Dónde están las demás?—le corta el menor secamente, a lo que el soldado se endereza en su sitio al sentirlo elevar la mirada en su dirección— ¿Ha visto ya Günter esas cartas?

El hombre niega inmediatamente.

—Lord von Christ nos ordenó expresamente poner en pausa toda la correspondencia hasta que las cosas estén claras. Toda la mensajería está siendo detenida en uno de los salones del castillo. Las que han sido escrito para su majestad fueron separadas ya, pero siendo que nadie las ha verificado no hemos movido nada aún.

Mientras que lo escucha, una pequeña línea se forma en la frente del rubio. En primer momento es totalmente imperceptible, pero conforme avanzan los segundos se evidencia de manera más pronunciada.

—Bien...—responde— Llévame...

—¿Excelencia?

—Quiero todas las cartas que tengas hasta ahora—declara el menor.

Dorcas se plantea por menos de un instante expresar que Lord von Voltaire le dio órdenes antes de cumplir un sinfín de funciones. En su mente casi había estado contento de no haberse cruzado aún con el Consejero —quien tendía a doblar la carga de trabajo, como si tuviese una especie de fijación por competir y demostrar quién mandaba realmente en todos los soldados—, y habría sonreído incluso ante lo gracioso que era todo ese asunto sino fuera porque, tal como Yozak advirtió un rato atrás, su Excelencia no parecía listo para bromear. No parecía de humor, y decir que lucía molesto no hacía justicia a la amargura dibujada en sus ojos.

—Entendido—fue lo único que pudo decir, comenzando a caminar con el otro apenas unos pasos tras él.

Dorcas nunca había tenido que pasar una situación de vida o muerte donde un animal salvaje viniese tras él con intención de matarle. En el Castillo no era inusual, pese a ello, que una que otra especie pasease por los amplios jardines por alguna u otra razón. Dorcas había tenido un león caminando tras de él solo en una ocasión. Cheri-sama había estado involucrada allí, así que no quería dar mayor explicación. Lo único rescatable de esto es que, en aquella vez, se sintió apenas en peligro. Fue apenas un vago instinto. Justo ahora era mil veces peor. Con Lord von Bielefeld pisándole los talones Dorcas no dejaba de preguntarse si es eso lo que debería de haber sentido aquella vez.

Sentir como si tu vida fuese a terminar por un mal paso, mientras una bestia salvaje te sigue de cerca; siendo casi incapaz de escuchar su respiración, a la vez que la muerte parece saludarte por enfrente como si estuviese ofreciéndote una mejor solución.

Pronto sus pasos los dejaron delante de aquel sitio que aguardaba un sinfín de textos. Para cuando abandonó la sala donde el rubio deseaba permanecer a solas, ninguno pronunció palabra alguna. Dorcas e apresuró a cerrar la puerta delante de él y tuvo que esperar solo unos instantes antes de que, de modo en que Gurrier pronosticó, se iniciara el pequeño incendio dentro de la habitación. Todo lo que pudo hacer fue esperar del modo en que le fue ordenado. Cuando Yozak llegó acompañado de un usuario de agua no fue sorpresa para el soldado. Intercambiaron apenas una mirada y pronto la discreción de Dorcas fue demandada de manera silenciosa por parte del medio mazoku. Asintiendo a la par que la dama enfundada en un uniforme azul marino aplacaba las llamas Dorcas abandonó el pasillo con expresión decidida. Reafirmó su ideología horas más tarde cuando el Maou 28 le ordenó expresamente ocultar ese tipo de correspondencia. Su mirada severa y su tono serio fueron claros: 

En algunas pocas ocasiones lo mejor es callar.

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El 27avo Maou de la nación demoníaca está deprimido. Este hecho sería obviado fácilmente por cualquiera que lo viera —siendo que en sus facciones nunca lo demuestra— sino fuera porque, a su alrededor, todos pueden "sentirlo". Por una semana exacta hablar con el monarca equivale a prepararse para recibir un golpe emocional. Shibuya Yuuri, con sonrisas y halagados, contagia unas ganas de llorar que afectan a cualquiera que esté demasiado cerca de él. Günter, Gwendal, Wolfram, e inclusive Yozak se las arreglan para sobrellevar esa sensación que les recorre ni bien terminan de intercambiar palabras con él. El primero de los nombrados demasiado habituado a la nostalgia como para ser arrastrado por él. 

Con el pasar de los días, es finalmente uno de los antiguos príncipes quien tiene el peor accidente. La ironía es grande. El hombre más calmado del reino, quien fuese responsable de darle un nombre al Maou, y, a la vez, su mejor amigo en esta tierra —sin ofender al Sabio, quien lo es también—, fue el primero en caer.

Y la experiencia fue sencillamente memorable para ambos.

Luego de que Lord von Voltaire convenciera a su hermano de tener una pequeña charla con el menor de los tres —adivinando que el rumbo de los acontecimientos requerirían la participación activa de éste en algún punto—, Conrart finalmente terminó platicando con ambos a puertas cerradas. Ni Gwendal ni Yozak se sorprendieron por el único pedido del castaño sobre el tema, ni tampoco se asombraron cuando Wolfram respondió:

"—Si es tu decisión, no voy a detenerte... Pero no deberías mentirle otra vez."

Conrart, por su puesto, preferiría no ocultarle nada a su amado ahijado, pero en ese momento la noticia era demasiado incluso para él. Es por esto que una semana más tarde cuando ambos caminan por los pasillos del castillo mientras que Weller finge que nada malo ha pasado para que él tenga libertad de estar todo el tiempo con él, todo simplemente se sale de su control. 

A pesar de que Conrart pasó días habituándose a la constante tristeza que el Maou emana, ese día todo era más intenso.

Ese día el consejo de nobles anunció que aceptaban que su compromiso fuese reducido, y Gwendal ya había notificado al resto con respecto a lo pronto que sería el acto cívico al demandar que la boda se celebrara pocos días después.  Eran excelentes noticias, por supuesto, pero para el moreno aquello no sentaba del todo bien.

—¿Ocurre algo Yuuri?—preguntó el mayor en algún momento en que el aire se volvió incluso pesado para respirar

Su ahijado le miró por el rabillo del ojo, negando.

—Nada malo, en verdad... —respondió, sereno.

Contrario a su tranquilidad, alrededor suyo todo se volvió más tenso.

—No necesitas mentirme, lo sabes... —continuó Conrart— Si no confías en mí...

—Confío totalmente, pero no es nada importante—le cortó Yuuri

—Estás ocultando lo que sientes, no puedes mentirme—intentó el mayor

—¿Me conoces tan bien como para estar seguro de eso?—cuestionó el moreno

—Te he visto crecer—respondió Weller con seguridad— Te conozco mejor de lo que piensas... A veces más de lo que me gusta admitir.

El menor suspiró entonces. Por un instante, aquella máscara de calma desapareció. Se recompuso en un momento. Pero pese a que continuó hablando con calma, su sinceridad fue evidente.

—Sabes que estoy feliz por ti, ¿verdad?

Conrart asintió lentamente.

—Me alegra saber que tu y Yozak se casarán pronto... Mereces ser feliz. Y Yozak se preocupa por ti... Es un buen hombre para ti. Y tu eres un buen hombre para él... Estoy seguro de que serán una gran pareja...

—Es lo que espero también—admite Lord Weller, con cuidado— Pero... ¿Qué tiene eso que ver?

Nada le prepara para el comentario que viene después, ni para la reacción que provoca.

—A veces me siento culpable por envidiar lo feliz que eres... Sé que nadie más que tu lo merece, pero... Todavía soy un poco egoísta cuando se trata de esto. Eso es lo que pasa ahora...

Hasta ese día, como se aclaró antes, Yuuri desconocía totalmente el estado en el cual se encontraba el mayor. Lo poco que tenía claro es que tanto él como Yozak se casarían de inmediato. La excusa pobre fue que era debido a que regresó de una misión que estuvo a punto de acabar con su vida —pero en su línea de trabajo, Yuuri no pudo no pensar ¿qué misión no lo hacía?—. Sumido en sus propias ideas auto-destructivas  luego de la pelea con Wolfram nunca le tomó mayor importancia, no pensó que pasara nada. Sin embargo, tras ese instante, todo cobró sentido para él.

Al seguir avanzando notó pronto que los pasos se detuvieron tras de él. Shibuya giró sobre si mismo, observando al hombre que se había quedado tieso en su sitio a la vez que le miraba con sorpresa. Intentó sonreírle a modo de disculpa, pero el error de esta acción fue tal que se sintió verdaderamente asqueroso consigo mismo al ver que le provocaba una reacción que nunca sospechó. Los ojos color chocolate se humedecieron de manera súbita, y antes de que Yuuri tuviera siquiera tiempo de preguntar qué pasaba, la primera lágrima cayó.

—¿Conrad?—llamó, asustado, mientras daba un paso en su dirección.

Su padrino dio un paso atrás también, sobrecogido por la culpa que al menor embargaba. Cuando su hermano menor hablaba al respecto Conrad pensaba que tomaba todo demasiado en serio. Siendo que eran tan cercanos era lógico que el rubio llorase ni bien le miraba llorar... Pero Lord Weller nunca se esperó que pudiese sentirse de esa manera. El poder del que Yuuri podía presumir era tal que, en su posición, podría provocar estragos en masas enteras con solo desearlo. Muchísimo peor resultaba en la inconsciencia que tenía sobre su particular habilidad. Un rumor absurdo. Eso debería ser. En la Tierra y en ShinMa las mujeres embarazadas tienen habitualmente la capacidad de provocar sentimientos diversos en otros. Los hombres no eran muy distintos... Los hombres en estado, si es que todavía es necesario aclarar. 

¿Cómo es que Yuuri podía hacer algo así entonces? Si su poder era tal ahora, ¿cómo sería estando esperando? ¿Era siquiera posible? Pero, estando allí, y en vista de que sus emociones iban al ritmo que el Maou imponía sin saberlo se dio cuenta de que esta capacidad no tenía nada que ver con la magia demoníaca. No era su simple maryoku. Ni era algo que estuviese ligado al solo hecho de que un bebé fuese formándose. Era algo mucho más grande. En su sociedad torcida este era otro secreto. 

Los compañeros no eran solamente los seres más empáticos de la tierra, sino que eran capaces de hacer que otros sintieran lo mismo que ellos si tenían la suficiente fuerza. Y ahí, delante de Conrart Weller, el más poderoso de la historia hacía lo que quería con él.

Shibuya Yuuri era, ante los ojos de su padrino, el compañero con más poder que se había cruzado en su camino nunca. Era el Maou, después de todo.

Era difícil creerlo de cualquier manera. Incluso ahora.

Cuando Yuuri avanzar de nuevo, el mayor no puede ahogar el quejido que se le escapa.

—¡Detente!—exige, y el menor obedece.

La inusual escena pronto atrae la atención de las personas que caminan cerca. Una figura enfundada en un traje color rosa claro pronto sale disparada. Dorcas, a lo lejos, sale en dirección opuesta, yendo contrario a Effe. Alrededor del par favorito del Pacto de Sangre, varios ojos caen en ambos, y no hay alma capaz de dar paso en su dirección sin que el peso del ambiente tan tenso no haga daño sobre sus cuerpos.

Conrart no se siente mejor. Los minutos en silencio se sienten como horas, y pronto pasos rápidos resuenan a la distancia. El aire se vuelve pesado e incluso apostaría a que esto es lo más cercano que ha estado a un ataque de pánico. ¿O es que es uno en toda regla? Siendo que su pecho duele y no puede pensar más allá, no tiene modo de decirlo.

—¿Qué pasa?—cuestiona inseguro el moreno, mientras que mira como el espadachín pasa una mano por su rostro, intentando ignorar las lágrimas que siguen deslizándose por sus mejillas.

—Cálmate... —es la única palabra que obtiene como respuesta, y Yuuri no sabe si la dirige hacia él, o hacia sí mismo. El hilo de voz ha sido apenas audible.

—¡Conrart!—grita alguien a sus espaldas, asustando al menor.

Inmediatamente el Maou mira en esa dirección, pronto dos brazos envuelven el cuerpo del castaño, y el moreno, avergonzado, da marcha atrás. Confundido como se siente, no entiende ni siquiera cómo Gwendal se las arregla para alcanzarlos también, y pronto se encuentra en los brazos del Consejero, quien le susurra lo mismo que el castaño pidiera antes.

—Por favor, cálmese... Si sigue así, él no podrá soportarlo...—demanda

Shibuya finalmente entiende que es él quien lo está provocando. Pero no sabe cómo, incluso cuando entiende por qué. Mira sorprendido a Günter, luego dirige su atención a Conrart, quien abraza a su prometido mientras éste le observa con preocupación evidente. Al intentar apartarse del mayor, el brazo del general le detiene. Yuuri siente algo de miedo creciendo en su pecho cuando reconoce la melena verdecina acercándose a gran velocidad. Es peor cuando la ve ir directo hacia Conrart, y teme sinceramente cuando Gisela parece especialmente pálida al verlo.

—¿Qué demonios pasó?—la escucha musitar por lo bajo hacia el espía, como si la ira creciera contra éste

Yozak no parece mejor.

—¿Qué hice?—cuestiona Shibuya hacia el pelilila, quien entonces regresa su atención a él.

Al ver la mirada enrojecida en él, Yuuri tiembla sin poder evitarlo. Las ganas de llorar crecen entonces.  Había pasado un tiempo desde que miró llorar al Consejero. Verlo ahora es tan...

—¡Yuuri!

El todavía rey voltea hacia la familiar voz que, sin saber, deseaba escuchar con cierto desespero, y se aparta de Günter a la vez que éste afloja el agarre al ver las intenciones del príncipe. Al alcanzarlo Wolfram le recibe entre sus brazos tras sentirlo lanzarse contra su cuerpo.

—¿Qué pasó? ¿Te duele algo? ¿Estás lastimado?—cuestiona con sus manos revisando cada centímetro a su alcance mirándolo con que no quiere llamar miedo.

Yuuri niega contra él, y Wolfram se obliga a buscar respuestas en el rostro de su hermano mayor, quien a su vez señala la dirección por donde Yozak se aparta. Cuando el rubio distingue el cuerpo de su hermano en sus brazos la realidad cae de golpe. Aparta a Yuuri de su pecho y le toma el rostro con ambas manos. Se nota asustado. Y ante el terror en el príncipe, el Maou se siente más preocupado que antes. No es capaz de comprender qué carajos está pasando.

—Tienes que calmarte, enclenque... Realmente tienes que intentarlo—dice

Shibuya todavía no consigue entenderlo,  y al darse cuenta de su confusión Wolfram es quien intenta explicar. Sus palabras por poco son atropelladas una tras otra, pero se obliga a modular su tono mientras continúa.

—Lo que estabas sintiendo antes, y lo que sientes ahora. Puedo sentirlo, Yuuri... Weller puede sentirlo... —dice con sus ojos brillando, el menor traga grueso ni bien la película húmeda cubre con más intensidad el lago delante suyo— Tienes que detenerte, Yuuri.. Lo estás asfixiando... Por favor... Cálmate... Si sigues aplastándolo así vas a matarlo...

—Yo no... Pero yo...

Wolfram no le da tiempo de responder. Aterrado por un escenario donde todo termine como aquella guerra maldita, no se detiene a pensar en nada más.

—Si sigues así, vas a hacer que Conrart pierda al bebé.

El tiempo parece detenerse un instante para ambos. El menor demasiado sorprendido por lo que esa oración sugiere, y el otro imaginando ese justo final. No sería justo para nada. No se lo perdonaría tampoco. Cuando Conrart habló con él al respecto, se dio cuenta de lo delicado que era para él tratar el asunto. Si algo terrible pasaba, Wolfram ni siquiera quería imaginarlo. Cada cosa que se dibujaba en su mente era peor que la anterior. Pero era todavía más horroroso pensar un futuro donde Yuuri tuviera participación desagradable. No quería imaginarlo, pero ahora mismo era tan jodidamente real. Era una posibilidad incluso.

El Sabio ha sido muy claro al respecto. El embarazo de Conrart es de alto riesgo.

—¿Un bebé?—repite Yuuri sin poder creerlo totalmente

Tras él, Günter interviene al sentir como sus emociones se agitan con violencia. Reconoce entre aquel torrente una alegría que no se espera.

—Majestad... No me atreví a señalarle lo intenso que era su sentir recientemente porque es su propia decisión el compartir o no sus preocupaciones pero... Si Conrart continúa exponiéndose a su presencia ahora mismo no terminará bien de ninguna manera... En su estado cualquier emoción negativa es una complicación... Si continúa de esta manera...

El moreno le observa entonces, apartándose lentamente de Wolfram.

—¿Puedes saber qué siento ahora?—cuestiona, confuso

Gwendal es quien contesta.

—Cualquier persona alrededor suyo puede sentirlo... Por su poder, no es sorpresa que tenga la capacidad de hacernos sucumbir de esta manera... —observa al notar a su cuñado tomar el cuerpo de su hermano, llevándole consigo tras la silueta de su hija.

Gwendal no necesita que Gisela le advierta de lo alterado que está. Es consciente de que necesita unos minutos más antes de imponer su raciocinio por sobre la ansiedad. Por tanto prefiere poner las cartas sobre la mesa aquí. Necesita pensar en algo más. 

Inicialmente el problema de su majestad no era tan grave como para que alguno necesitara intervenir. En pocas cantidades, esa pequeña tristeza que hacía mella en cada habitante del Pacto de Sangre era perfectamente soportable... Sin embargo, considerando que Conrart estuvo expuesto a esto por horas enteras, y en medidas mucho más intensas, no era sorpresa que terminara quebrándose. La depresión es una asesina silenciosa que gusta de arrastrar a las personas antes de terminar con ellas. ¿Conrart había sido tan pretencioso como para creer que podría ingeniárselas para no caer en ella o simplemente gustaba de exponerse al peligro una vez más?

—Yo no lo sabía.... No quería lastimarlo...—murmura Yuuri entonces, arrepentido

Los hermanos intercambian una mirada apenas. Ambos conscientes de lo estúpido que ha sido no tratar con esto antes. Günter no está mejor que ellos.

—Sabemos que no—admite Wolfram, mirando de nuevo al menor, ignorando la culpa en su pecho— Pero tienes que tener cuidado... Lo mejor es que no te acerques a él por ahora...

Yuuri asiente apenas. Al notar como el general y el rubio avanzan con dirección a la enfermería, Günter da un paso también. Se detiene cuando la voz del su esposo comenta, sin mirarle:

—Lo mejor es que te quedes con él, Günter... 

El consejero le mira sin decir nada. La mirada en tonos púrpura habla por sí sola. Preocupado. Triste. Mortificado. Herido.

—Estás demasiado alterado. Incluso tú eres peligroso para él ahora... —dice Gwendal, y aunque sus palabras podrían sonar crueles, son justo lo que el otro necesita para despabilarse

Frunce los labios un segundo. Reniega ligeramente y finalmente asiente con fuerza.

—Entiendo. No nos acercaremos... Ve... Cuídalo por mí. Saca a Yozak de ahí...

—Yo lo haré—dice Wolfram, mirando entonces a su hermano— Lo llevaré al pueblo. Gisela necesitará algunas cosas que no hay disponibles aquí... 

Asintiendo a las palabras de su hermano menor, el general mira una última vez a su esposo. Yuuri les mira caminar con el corazón latiendo con fuerza.

—¿Wolfram?—llama, al verlo alejarse.

El nombrado le mira por sobre el hombro un momento, antes de sonreírle ligeramente. Es lo único que puede ofrecer en ese momento en que ni siquiera él está convencido de lo que va a decir.

—Estarán bien, Yuuri... Por ahora, ambos lo están—promete.

Y tanto los menores como los adultos desean que esto sea verdad.

Esta es la primera vez en la que Wolfram es consciente de que pudo haberle mentido descaradamente a su majestad.

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Cuando Günter le guía a la habitación que comparte con el general de ShinMa, Yuuri no puede evitar sorprenderse un poco por el pequeño desorden que encuentra dentro. La última vez que visitase ese sitio es bastante clara en su pensamiento, y, por lo que recuerda estaba todo inmaculadamente limpio. Ordenado a consciencia, y con un cuidado impresionante.

—Lamento esto... He estado... Distraído, últimamente...—explico Lord von Christ ni bien terminaban de entrar a la antesala de la habitación, y el Maou solo pudo negar ligeramente, restándole importancia— ¿Aceptará un té? Será bueno para calmar los ánimos ahora...

El moreno asiente distraídamente, observando con algo de atención el lugar. Es un espacio amplio. Equipado con tres pequeños sillones, uno de tres plazas y dos de pareja; todo parece estar bien pensado allí. Grandes cortinas cubren el único ventanal que adorna la estancia, ocultando el sol de la tarde de ese día. En el suelo, pañuelos varios llenan el lugar. Algunos los reconoce como parte de la dotación extensa que trajo desde la tierra para su consejero —en algún momento pensó que aquel gesto sería adecuado, dado que no sabía que regalarle para agradecer sus cuidados—, otros más son paños que le resultan familiares. La única diferencia entre todos ellos, y lo que tiene en mente, es que no hay sangre.

"¿Ha estado llorando?" se pregunta el menor entonces, dándose cuenta de qué es lo raro.

Como si el representante de Christ pudiese adivinar sus pensamientos, responde a la vez que se encarga de preparar dos tazas. El lugar cuenta con un pequeño espacio destinado para calentar agua. Debido a que Gwendal tiene el hábito de tomar un té cada noche, para el mayor fue natural instalar eso allí.

—Sus emociones han sido especialmente fuertes esta vez, majestad... A veces fue tal su magnitud que tuve que venir directo aquí para esconderme... Sería lamentable que yo, Lord von Christ, su consejero, sea visto llorando por todos lados... De un modo tan lastimero, si es que me permite aclarar.

Aunque Yuuri quisiera sonreír con ello, el murmullo que acompaña esta frase le deja helado.

—Hay lágrimas que no puedo permitir que nadie vea una vez más...

El japonés termina por sentarse en uno de los espacios que encuentra más lejanos al mayor, y aunque éste nota su preocupación, no comenta nada sobre ello. Sin que tenga que decirlo Günter adivina que teme hacerle llorar también. Sus ideas no están muy separadas de la realidad. Dándose cuenta de que está haciendo a todos sufrir, Yuuri empieza a pensar cosas extrañas. ¿Es todo su culpa aquí? ¿O pasa algo más? ¿Hace a Conrart tanto daño? ¿Ha dañado a Günter sin querer? ¿Fue Gwendal inmune? Ideas varias vienen entonces a la mente del joven monarca, y su consejero, dándose cuenta de ello, ahoga un suspiro al dejar la taza delante de él.

—No ha sido su culpa—comenta, con voz calma, al sentir la mirada oscura sobre él continúa— Personalmente, también pensé que se trataba de una exageración más...

—¿Hacer llorar a otras personas?—cuestiona Yuuri, casi irónico, a la vez que toma su taza, agradeciendo con su mirada.

—Es algo más que tristeza, majestad... —confiesa Günter— Históricamente, se registró que los hombres con estas capacidades tienen la habilidad de envolver a otras personas con sus propias emociones, pero debido a que en aquellos años la cantidad de datos era mínimo, descartamos la posibilidad... Debido a que crecí en una familia donde carecía de más referencia, y siendo que era el único hijo, pensé que simplemente era demasiado consentido... Justo ahora creo que no fue nada como eso.

—No lo entiendo, Günter... ¿Cómo es posible siquiera? ¿Por qué nadie me habló de esto? Gisela nunca insinuó nada como ésto...

—Ella tenía sus sospechas, por supuesto. Pero fui yo el culpable de que desistiera sobre el tema... Creí que era una coincidencia... Pensé que era una broma cruel hacia nosotros.

Günter parece especialmente arrepentido cuando dice:

—Hace mucho tiempo... Fui yo quien causó una gran tristeza en todos los que vivieron cerca de mí... Es un poco vergonzoso admitir esto majestad, pero... Pensé que estaban burlándose de mí... Algunas personas lloraban conmigo, o lloraban al verme... Pienso que no hubo momento más incómodo que ese entonces. Ahora sé que les obligué a sentir el dolor que sentí... Y debo disculparme adecuadamente con algunas personas... Fue mi culpa que se sintieran de esa manera.

Yuuri puede percibirlo entonces, pero es mínimo. No hay punto de comparación entre la energía que el otro transmite y la que es propia. Misma que continúa haciéndole sentir ligeramente decaído y mayormente confuso.

—No tienes que hablar de eso si no quieres... —dice un tanto inseguro—Yo... Lo sé...

Al observarlo, el consejero nota su incomodidad. Le sonríe ligeramente.

—Entonces entiendes de qué hablo... —hay una sonrisa que no posee gracia bailando en sus labios justo cuando toma un pequeño sorbo— Estaba convencido de que era todo un error. Me siento terriblemente avergonzado ahora... Gisela opinaba que es un gesto involuntario. Ahora pienso que tiene razón. Tomando en cuenta otros momentos... Si nos permitimos dejarnos llevar por nuestras emociones, podemos arrastrar a los demás... Sea alegría, tristeza o ira... Controlarlo es nuestra responsabilidad.

El Maou asiente. Entre frase y frase, el contenido de la taza pronto se agota. Intercambia una mirada con el mayor, observa la tetera entre ambos, y en silencio es él quien se ofrece a llenarlas una vez más.

—No lo entiendo... Si nosotros somos la causa... ¿Por qué tendrían que sacar a Yozak de ahí ahora?—pregunta, mientras sus manos ligeramente temblorosas toman el recipiente— ¿No será perjudicial para Conrad si lo deja solo ahora?

Lord von Christ le observa atento. En otra situación se atrevería a corregir su técnica, pero, aunque desprolijo, consigue su cometido. Solo le falta más práctica. Acepta la taza mientras que explica.

—Conrart es tan empático como nosotros, Yuuri... Y Gurrier no es su mejor opción ahora mismo... Si la hipótesis que mi hija planteó es correcta, las parejas correspondientes son nuestra mayor debilidad. No necesito preguntárselo... Yozak... Él se siente culpable por no cuidarlo, y tan pronto como Conrart lo vea, se sentirá tan mal como él... —el Consejero parece meditar sobre algo en concreto cuando agrega— Mientras más pienso sobre ello, más primitivo me resulta el reflejo... Aunque es problemático, no deja de parecerme fascinante... Inclusive usted, y Wolfram... Es un poco más lógico, si lo plantea según estas ideas.

Ante lo dicho Yuuri ahoga un suspiro. "Wolfram llora cuando me ve llorar, y al verlo lloro más... Un círculo sinfín. ¿Esta ha sido la razón?" piensa, a la par que se acomoda mejor en el respaldo y cierra los ojos. Se siente cansado. Exhausto incluso. La pregunta sale de su boca sin notarlo.

—¿Existe una sola cosa buena en esto? Hasta ahora, todo es... —sin ser capaz de encontrar una palabra que exprese su descontento, solo puede suspirar un bajo— ¿Por qué?

Günter deja escapar el aire a través de sus labios de un modo en que asemeja a un bufido, pero aquello no es parecido en lo absoluto. Hay un brillo en su mirada, y una pequeña sonrisa sincera en su alma.

—Es el precio justo por ser capaz de dar vida...

Al regresar su mirada a él, Yuuri musita:

—Lamento pasar por encima de tus sentimientos siempre... Soy insensible, ¿no es así?

Para su total sorpresa, von Christ suspira.

—Majestad, ¿cómo puede ser insensible un hombre que llora tan sinceramente como usted?

Yuuri se ríe por lo bajo, ignorando el brillo acuoso de su mirada. Reniega ligeramente.

—Es bueno saber que ShinMa tiene un rey con un corazón como el suyo...

 

 

—No podré serlo por mucho más tiempo—le recuerda

—Al menos hasta que la coronación, me niego a reconocerlo...

Entonces el rey se carcajea con un poco más de fuerza. Necesitan dejar de preocuparse por un momento. Ambos. Porque a como continúen imaginando lo peor, todos en ShinMa terminarán llorando.

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Por la noche, Lord von Bielefeld regresa a su habitación cuando ha pasado de las 12. Sus silenciosos pasos lo guían hasta la cama que ambos comparten, y, luego de sacarse el uniforme, no repara demasiado en ocuparse mucho más que de desnudarse antes de colarse bajo las sábanas. Siente perfectamente como un par de ojos continúan siguiendo sus acciones, pero no dice ni una sola palabra. Entre el silencio de su alcoba, mientras las luces apagadas provocan más sombras en el espacio que comparten, Yuuri demanda en silencio por información que sabe el otro posee. Sin prolongar demasiado más aquel instante, el rubio comenta.

—Gisela consiguió calmarlo... Ha estado durmiendo desde hace un rato, pero ni Gwendal ni yo podíamos apartarnos... Mantener a Gurrier lejos no es tan sencillo. Estaba asustado.

Shibuya tiene poco problema para imaginarlo. Tratándose de la salud de la persona que amaba, incluso él podía mostrar este tipo de miedos. Eso lo volvía humano.

—¿Crees que pueda verlo pronto?—inquiere el menor, mientras que el otro se acomoda mejor en su sitio

—Siempre que puedas controlarte, no debería haber mayor problema... —responde Wolfram con honestidad.

No quiere agregar demasiado. Ni siquiera cuando es claro que en su opinión, todo sería mejor entre menos contacto hubiera. Conoce a Yuuri lo suficiente como para saber que lo buscará pronto, quieran o no. 

Se quedan callados de nuevo, y pasan largos minutos antes de que Wolfram frunza ligeramente el ceño. La conocida sensación de incomodidad ha menguado notablemente. Una buena parte de su defensiva actitud se originaba debido a las fuertes emociones de Yuuri, que parecían engullir las propias con facilidad. En ese momento cambió... Lejos de sentirse atacado, se sintió... ¿Tranquilo? La confusión pronto nació en el rubio. Miró de reojo a su pareja, quien miraba a su vez el techo, sonriendo apenas. No se atrevió a preguntar, pero Yuuri resolvió sus dudas con un bajo.

—Así que un bebé...

Por supuesto, incluso para el explosivo hombre el detalle pasó casi desapercibido. Por un momento había olvidado que Yuuri continuaba en la ignorancia. Al darse cuenta de su notable interés en el tema, decidió explicarse. Excusarse incluso de cierta manera.

—Conrart planeaba mantenerlo en secreto tanto tiempo como le fuera posible... Tiene sus razones, por supuesto... Es lamentable que tuvieras que enterarte de este modo...

Contrario a lo que espera, Shibuya no parece molesto por que le ocultara aquello.

—¿Es por eso que esta aquí ahora, no es así? Todo el tiempo.

Bielefeld asiente cuando le nota mirarlo. Yuuri sonríe con algo de tristeza.

—Eso tiene más sentido para mí... Conrad no había pasado tanto tiempo aquí antes, de cualquier manera... La carga que está llevando ahora mismo... Finalmente tiene sentido...

—¿Lo has notado entonces?

—Ha estado triste también, pero no estaba seguro de qué era lo que estaba sintiendo exactamente... Nunca pensé que serían sus sentimientos...

Cuando Yuuri voltea a verlo, Wolfram ya estaba observándolo atento.

—La empatía es un arma de doble filo, Yuuri... Las personas más cercanas a ti son más susceptibles... Es lógico que Weller fuera el primero en ceder.

—¿Te he hecho sentir triste también?

Wolfram no responde, en cambio, prefiere apartar la mirada.

—No lo hago a propósito...—explica Yuuri

—Lo sé... —replica el rubio— Pero no es solo tu tristeza lo que me persigue...

El Maou no debe pensarlo demasiado antes de decir:

—Me evitas porque te hago enojar, ¿no es así?

Lord von Bielefeld ahoga un suspiro.

—¿Puedes culparme realmente?

Shibuya mira entonces a otro sitio, apartando su atención de él.

—No te culpo para nada... Si realmente puedes sentir lo que yo, debes saberlo...

No se espera la honesta respuesta, y solo puede mirarlo con asombro al escucharlo decir:

—Me molesta sentir la culpa que tú sientes, Yuuri...  Culpa, no arrepentimiento.

Wolfram, quien no le observa en ese instante, cierra los ojos ante la serie de recuerdos que vienen. Le es complicado actuar de manera prudente cuando se trata del menor, y, aunque quisiera ser un adulto responsable, termina actuando peor que su yo adolescente. 

—Tu capacidad es tal, que no sé si lo que siento es por mí, o por ti...

—Lo lamento...

—Lo sé...

Vuelven a quedarse callados. A pesar de que ambos lo han intentado, durante esa noche no hay demasiado descanso. Con el pasar de los minutos, pronto las horas traen las luces del sol a través de sus ventanas. Saben que están despiertos, saben que continúan allí, pero no se atreven a hacer ningún movimiento primero. Es cuando Yuuri ve sus intención de marcharse que finalmente dice:

—¿Puedes besarme?

Cuando Wolfram le observa confuso, él desvía la mirada. Observando sus manos, mientras está sentado en la orilla de la cama a la vez que el mayor estaba listo para salir por la puerta, él explica:

—Solo me siento bien cuando lo haces... Sé que allá afuera todos creen que está bien para nosotros hacerlo... Pero aquí... Nosotros no... Desde ese día tu... Estás enojado conmigo. No lo has olvidado aún... Besarme para ti se ha vuelto...

—Es siempre un placer... —admite el rubio, antes de que una oración no muy grata reemplace la realidad del hecho, se acerca al menor con una mirada herida— Enfadado o no, no te hagas ideas equivocadas. Te amo. Eso no ha cambiado...

—Pero no puedes perdonarme, ¿no es así?

Ante su silencio, Yuuri le observa atento, sus ojos son una tormenta en toda regla.

—¿Cómo puedes creer que viviré aparentando calma, siendo que me haces sentir así de mal con solo mirarme?

Bielefeld ahoga un suspiro, finalmente decide sentarse a su lado. El rubio parece exhausto. Aquella carrera en la isla de Bandarbia ya no le parece tan cansada entonces.

—Tus sentimientos tienden a llevarse lo mejor de ti...—comenta, en voz calma

—No eres mucho mejor que yo ocultándolos, Wolfram—replica el moreno con igual tranquilidad

—Al menos lo intento...—es la sencilla respuesta del rubio

—¿Piensas que yo quiero sentirme así entonces?—gruñe entonces el Maou por lo bajo, suelta un suspiro antes de murmurar un bajo— Ni siquiera sabía que era posible herir a otras personas... ¿Quién querría esta clase de habilidad?

—¿Y qué quieres que haga exactamente, Yuuri?—suelta finalmente Wolfram, con voz cansada, y le observa con cierto desencanto.

Estando cara a cara, experimentando esa sensación conocida de nuevo, ya no puede decir quién es el culpable aquí. Si son sus emociones o las de Yuuri, no puede saberlo. Culpable, arrepentido, herido y atacado. Entre más cercanos son con él, más fácil es para el Maou llevarlos consigo a sentir. Conrart fue golpeado con fuerza porque ambos se estiman demasiado. Gwendal es capaz de fingir lo suficiente como para ignorarlo, Yozak es bueno en ello porque lo ha experimentado. Günter sabía de depresiones, así que no bastó la suya para perturbarlo. Pero con Wolfram... Por ser su prometido. Por ser quien ama, y quien le ama de vuelta... Dos corazones latiendo al unísono deja de parecer un eufemismo. Ellos se han sincronizado a ese nivel desde hace tiempo. Pero faltan unos pocos días más para que puedan reconocerlo. El solo mirarse a los ojos basta para que firmen un mudo acuerdo de que arreglarán todo con el tiempo. 

Enfadado con ambos, y sintiéndose cansado, finalmente Yuuri da el primer paso. Empuja al otro hasta hacerlo caer de espaldas en la cama, y se coloca a horcadas sobre él. Wolfram le deja hacer, simplemente observándole. Contiene el impulso por alcanzar su cuerpo, sin embargo, no se niega el contacto cuando la boca ajena alcanza la suya. El beso no es tan dulce, pero no resulta tampoco amargo. Tal como Yuuri a dicho, hay paz entre sus labios. Corresponde el acto y aunque lucha contra su propio cuerpo, finalmente sus manos lo toman por la cadera, agarrándolo con algo de fuerza. Siente la boca ajena contra la suya, y al sentir su lengua intentando abrirse paso termina cediéndole tanto terreno como busca.  Yuuri agarra su ropa con fuerza, y él contiene sus ganas de hacerlo quedar contra el colchón para continuar aquello de otra manera. 

Cuando se apartan, sus ojos se reflejan en los espejos que la noche proyecta. Es imposible describir el nivel de calma que alcanza a su alma. Suelta lentamente al menor, apartando ambas manos, a la vez que Yuuri se dedica a mirarlo. Nota como su expresión se entristece por un breve instante.

Tras un pequeño silencio, es el menor quien habla.

—Si prometo controlarme, ¿puedes hacer esto conmigo de nuevo cada mañana?—pregunta, acomodándose sobre el otro.

Wolfram casi maldice la inercia que le hace rodearlo con un brazo, al oírlo hace una mueca. Encuentra ofensivo la manera en que el menor apunta al hecho, como si estuviese convencido de que se negará a probar su boca una vez, no comenta al respecto... Pero para él existe todavía un problema.

—No sé si es buena idea—musita él

—¿Besarme ya no es buena idea?—medio se burla el menor, sin gracia, levantándose

—No me refiero a eso...—responde el otro casi ofendido, a la vez que termina por sentarse.

Incluso cuando el moreno puede sentir lo que el otro experimenta no tiene manera de comprender qué origina realmente sus dudas. Asume, una vez más de manera errónea, que quizá el amor ya no es tan dulce como antes. No llega tan lejos como para decir que ha desaparecido o disminuido, pero es notablemente distinto. En ese tiempo algo cambió. Y esa mañana fue particularmente consciente de que no estaba listo para perder lo que lo llevó a actuar antes.

—¿Entonces por qué no podrías hacerlo?—cuestiona Yuuri

No hay manera posible en la que Wolfram pueda comenzar a explicarle que está nervioso por lo que puede llegar a pasar. No quiere comenzar siquiera a intentar ponerlo en palabras. Sus antecedentes le preocupan. Tiene sentido para él tanto como pierde lógica al darles forma. Sus miedos son estúpidos, después de todo. "Temo que pienses que solo me interesa tu cuerpo, siendo que mi humor depende especialmente de la pasión del momento" ¿Eso es algo que sería bueno decir? Bielefeld se conoce lo suficiente como para saber que no es una buena opción. Es un temor real, y, sin embargo, no tiene idea alguna de cómo explicarlo. Suspirando para sus adentros decide que no tendrán esa conversación ahora. Wolfram es incapaz de reconocer que el solo pensarlo elimina esta idea. Su amor por Yuuri es más que una cuestión pasional, sino fuese de esa manera ni siquiera estaría preocupándose en primer lugar.

—¿Es eso lo que quieres realmente?—responde con otra duda, a lo que el menor le observa con cierto recelo

—Sí, eso quiero.

No hay rastro de indecisión en su voz.

Wolfram ahoga un suspiro apenas. Se pone de pie, y alcanza al menor. Toma su rostro entre ambas manos y le besa esta vez con más tranquilidad. Yuuri ahoga un quejido de inconformidad cuando se aparta, en su opinión, con demasiada rapidez. Observa los ojos verdes con una mirada pesada, el rubio por su parte no se siente intimidado en lo absoluto. Esperaba el reclamo impreso en sus ojos, mismo que no escapa por sus labios.

Es fácil al inicio. Tan sencillo. Luego se volvió un poco complicado. Eventualmente Yuuri pudo notarlo. Días más tarde finalmente pudo descubrir qué había pasado desde ese primer momento en que silenciosamente prometieron repetir el mismo acto. 

Esa mañana, sin embargo, no pudo adivinar los eventos que vendrían después. Ni lo agradecido que se sentiría consigo mismo por no objetar más. 

Wolfram abandonó la habitación un rato más tarde y él se cambió de ropa antes de dirigirse al área donde sabía Conrart continuaba descansando. Tal como le advirtieron antes, el prometido de su padrino parecía especialmente renuente a dejarlo pasar, sin embargo, algo en él bastó para hacerlo ceder. Cuando Yuuri ingresó al cuarto se sorprendió apenas un instante por encontrar al castaño despierto. Se acercó con pasos casi dubitativos hasta la cama donde el mayor se encontraba y tomó asiento en la pequeña silla que se encontraba a un lado de ésta. Le sonrió con cierto nerviosismo.

—Estás particularmente contento, Yuuri...—observó Weller al no encontrar la habitual tristeza rondando alrededor de ambos.

El menor había percibido, quizá debido a que buscó especialmente por ello, lo ligeramente tenso que el otro se sentía segundos antes. ¿Cómo no sospechar que Conrart tendría un poco de miedo entonces? Shibuya se sintió un poco culpable de nuevo, pero esta sensación no fue capaz de menguar la dicha que le recorría. Sonrió con algo más de tranquilidad ante el comentario, sorprendiendo al hombre quien le dio un nombre.

—¿Cómo no estar contento, Conrad?—fue su respuesta, al sentir que le miraba sin comprender dijo con total alegría— ¡Vas a tener un bebé! ¿No es eso suficiente alegría?

Por supuesto que el moreno desconocía la encrucijada personal en la cual Lord Weller estaba envuelto. Lo ansioso que había estado todo ese tiempo. El miedo enorme que lo estaba comiendo. Shibuya Yuuri desconocía lo mucho que esas solas palabras pudieron mover algo en él. La manera en que su sola mención pareció curar una porción de su temor. Cuando le miró sonreír mientras sus ojos se humedecían entendió que algo más ocultaba, pero al sentir la alegría alrededor creciendo decidió que no necesitaba saber. Yuuri no necesitaba saber que, hasta ese día, su padrino sintió pánico. No se enteraría nunca de que fue su sola alegría lo que encendió finalmente la suya. Al sonreír, Conrart renegó un momento al sentir como la conocida ansiedad se iba disipando. Y, colocando una mano sobre un vientre donde no existía evidencia visible aún, contestó:

—Sí, Yuuri. Tendré un bebé.

A partir de esa mañana, una nueva rutina se estableció entre padrino y ahijado. A un lado de Conrart, Yuuri parecía irradiar alegría. El castaño no era muy distinto. Convivían la mayor parte del tiempo. Y, en las pocas ocasiones en las que no se les veía uno al lado del otro, Conrart pasaba horas encerrado en el consultorio de Gisela. La médico parecía especialmente interesada en su mejoría constante. Pronto la hipótesis fue confirmada. Las emociones positivas afectaban de buena manera la evolución de su estado. En solo una semana Lady von Christ estaba convencida de que a ese paso no tendrían mayor inconveniente que los ya ocurridos.

 

Poco a poco todo mejoraba y emprendía camino hasta estar bien. 

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Lord von Bielefeld está convencido de que algo está pasando; está completamente seguro de que algo ocurre justo debajo de sus narices y es incapaz de darse cuenta de qué es exactamente aquello que está cambiando. Lo único que sabe es que es algo, y ese algo es inexplicable en su actual posición. Comienza —como muchas cosas en su vida recientemente— de manera tan paulatina que apenas es consciente del hecho. Del mismo modo en que una mañana él comenzó a cortejar a Yuuri hace meses sin darse cuenta qué tan natural se sentía en realidad; de la misma manera en que Günter inició su aprobación hacia su persona sobre aquel asunto particular; y a modo idéntico de como Conrart empezó a hacerse a la idea de que su hermano menor sería, de lejos, el más renuente a compartir a su primogénito con quien quiera que no fuera parte de la familia real. Fue tan sutil que ni siquiera pudo darse por enterado antes, no sino hasta que se dio el tiempo de observar en lugar de mirar.

Hay algo extraño en la alcoba y, por supuesto, Wolfram solo es consciente del hecho cuando a los pocos días de su nombramiento oficial regresa para encontrar la habitación vacía —hecho que es por sí solo bastante extraño, siendo que Yuuri estaba ahí antes que él—, mientras que el resto del sitio se encuentra más bien "diferente". 

Todo permanece esencialmente en su sitio. Las sábanas bien tendidas, las cortinas acomodadas, el sofá perfectamente limpio... Y justo por sobre su encimera, ahí empieza lo raro. 

Hay un pequeño jarrón en su mueble. Hay un jarrón, de buena hechura por supuesto —algo que en otras circunstancias seguro habría elegido el mismo, exceptuando el color...— en su mueble. Un maldito jarrón... Quizá para el recién proclamado monarca no sería un hecho tan notable de no ser por el arreglo que contiene. Sencillamente una flor. Una flor que él conoce demasiado bien. La misma que lleva su nombre en él...

—No lo comprendo—confiesa en un susurro apenas audible para sí mismo, tras un mutismo en que había revuelto sus pensamientos en un vago intento por encontrar imágenes que le permitieran descubrir más cambios a lo largo y ancho del recinto— Creo que no estaba ahí antes...

Debe admitir, no sin cierta vergüenza, que recientemente no ha tenido la precaución de mirar tanto como acostumbra. Desde que Yuuri fuera secuestrado, y por el simple hecho de que su hermano mayor—y su maestro— es un psicótico tan o más enfermo que él mismo, Lord von Bielefeld se ha dedicado a memorizar el aspecto de los lugares donde su prometido habita. No fue perfecto al comienzo, le tomó meses perfeccionarlo. Poco o nada ayudó que Weller le hablase sobre algo llamado "Métodos forenses" o cualquier basura mundana que fuera —claro que con el tiempo Wolfram dejó de llamarle "basura" a aquel "Ingenio humano, para variar"—, puesto que incrementó su "mal" hábito hasta límites insospechados. Una tarea que, claro está, consumía una fracción importante de atención. Misma atención que últimamente era incapaz de proporcionar. Se sorprende a sí mismo cuando descubre que, al menos en un segundo plano, fue capaz de retener uno que otro detalle. Y el panorama cambia a pocos segundos de que la puerta sea abierta por última vez esa noche.

—¿Has decorado tú?—inquiere el rubio hacia Yuuri, quien se acercaba hasta el mismo punto donde estaba el otro.

Extrañado por la súbita pregunta, el antiguo Maou le mira con curiosidad. Revisa momentáneamente su alrededor y su mirada cae sobre la flor que seguro despertó la atención del mayor. Sonríe ligeramente avergonzado. Honestamente no esperaba que fuera capaz de notarlo. Recientemente von Bielefeld es incapaz de dedicar algo de tiempo a mirar nada que no sean datos. Es sorprendente que lo viera, siendo que actualmente su carga de trabajo es más de la que antiguo Maou fue capaz de manejar —la ausencia de Günter durante su expedición era suficiente recordatorio—.

—¿Te molesta?—responde el moreno a su vez, dirigiéndose entonces hasta el armario; cuando el mismo hombre hace un gesto Wolfram termina asintiendo, y ninguno de los dos es consciente siquiera de cuándo ha empezado este nuevo hábito en realidad.

—No—admite el rubio, sentándose en la orilla de la cama a la vez que comienza a desvestirse con tranquilidad, no se cruza demasiado con la mirada curiosa de su novio cuando continúa— Es un lindo gesto...

Por el rabillo del ojo, el ex príncipe distingue perfectamente el color rosado del bordado.

—Creo que empiezo a entender por qué odiabas que te dijera lindo—comenta Yuuri, cerrando las puertas del armario y caminando lejos de éste con las prendas de ambos

Se sienta a un lado suyo cuando el rubio reniega ligeramente, desviando la mirada, como si estuviese ya demasiado acostumbrado a esta conversación en particular.

—No me molesta que me digas lindo... Eres tú quien lo odia—le recuerda con tranquilidad

Yuuri, quien entrega ahora la prenda, tiene una pequeña sonrisa en los labios al responder con cierto tono jocoso:

—¿Decirte que eres lindo o escucharte decir que yo lo soy?

Wolfram termina de enfundarse en la bata antes de decir por lo bajo:

—¿Realmente estás preguntándome eso?

El moreno se levanta entonces luego de reunir las prendas del otro y las propias para seguidamente dejarlas en su sitio. Por la mañana será alguna de las sirvientas quien pase por la ropa que se lavará. El rey no necesita mirarlo directamente para observa la sonrisa satisfecha en sus labios. Yuuri entra al baño mientras que el otro se acuesta cual largo es en la cama. Su nula flexibilidad hace aparición cuando se dedica a estirar cada porción de su cuerpo hasta que escucha un crujido que le hace soltar un suspiro primero sorprendido y finalmente satisfecho. Solo necesita sobrevivir un día más antes de que el fin de semana llegue. Unas cuantas horas más y será libre por la mañana siguiente. Casi puede saborear la sensación de plenitud que le atravesará de pies a cabeza en el instante en que sus horas de sueño se alarguen. Sus ojos comienzan a cerrarse lentamente, y aunque su rutina diaria le susurra al oído que debería esperar un poco más para poder hablar con su prometido por más tiempo, nada consigue detenerlo. 

Cuando el moreno regresa a la habitación escucha perfectamente los ronquidos del otro.  Se recuerda a un lado suyo y se dedica a observarlo con tranquilidad mientras duerme. Hay un tinte de tristeza en su mirada, mismo que rápidamente es alejado de ésta al oír una sencilla oración. Seguramente Wolfram jamás sabrá que la pronunció delante suyo. Es una serie de sílabas sueltas que sería complicado comprender en una situación distinta. 

—Siem... o... giré... él...

Yuuri acaricia con parsimonia las hebras doradas debajo de sus dedos, y la conversación con Lord Waltorana es la responsable de darle todas las respuestas. El rey no sueña con un futuro siquiera, sino que rememora aquello que lo impulsa a seguir, incluso ahora:

"—Fue terminante con sus motivaciones, alteza... No muy distinto al hombre que salió de Bielefeld. Encontró su vocación...—explicó el rubio mientras que Yuuri repetía su discurso delante suyo una última vez—Sus palabras fueron claras..."

Shibuya no puede evitar pensar en lo increíblemente cursi que debió sonar cuando, tras dejar un beso en la coronilla del otro, confesó —aun a sabiendas que nadie podría oírlo—.

—Está bien... Te elegiré a ti siempre también...

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El amanecer llega demasiado rápido para el actual regente de Shin Makoku, sin embargo, para su futuro esposo, pareciera que años han transcurrido. Wolfram despierta de una manera tan abrupta que pareciera incluso terrorífica. A un lado suyo, el cuerpo ajeno se remueve. El cese de los habituales ronquidos era, anteriormente, un silencio que ansiaba. Hoy día Yuuri desearía alargar ese momento un poco más. El antiguo Maou da lentamente la vuelta en su sitio hasta poder observar a su pareja. No se sorprende cuando se da cuenta de que el otro continúa mirando fijamente el techo. Éste es el ritual no dicho por parte del mayor. El moreno sospecha que podrían ser 5 minutos exactos los que necesita para reajustar sus ideas antes de estar plenamente consciente. El menor no es capaz de decir qué es lo que lo mueve, y bien podría ser el solo hecho de que la mano entre la suya es suficiente razón; se desliza en su sitio hasta alcanzar la mejilla de su novio. No puede evitar sonreír ligeramente cuando Wolfram se encoge ligeramente en su sitio tras recibir un beso. 

—Yuuri...—se queja, y el moreno sabe cuál es el problema.

"Déjame dormir un poco más"

Aparentemente el rubio ha comenzado a dominar el arte de estar inconsciente con los ojos abiertos de par en par. 

—Te has levantado demasiado pronto—dice, apuntando a lo obvio

Quizá no fuese mucho más que 30 minutos extra, pero con su nivel de cansancio, incluso 5 minutos eran bien agradecidos.

—Estoy exhausto—admite su prometido, soltando finalmente su mano y pasándola por su rostro mientras que el moreno se aparta lentamente.

—La primera semana es la más difícil, ¿eh?—observa Yuuri, acomodándose en posición de loto.

Wolfram estira su cuello y le mira por entre sus dedos —siendo que continuaba con el rostro casi cubierto— antes de decir:

—Según recuerdo, tú escapaste ni bien te coronaban... —su tono adquiere tonos más oscuros al agregar— No tienes derecho de quejarte, novato.

—Legalmente hablando...—comienza Yuuri pensativo, observando con cierta diversión al mayor— Ejercí más tiempo que tú...

El rubio reniega por lo bajo, y el moreno se ríe apenas debido a las quejas que salen por sus labios. "Trabajé más años que tú" "¿Dónde quedó mi reconocimiento?" "'¿Han visto siquiera que no envejeciste ni un año?". Para su disfrute personal, en esos momentos de intimidad —y no tan íntimos, vale aclarar— Lord von Bielefeld es todo un viejo gruñón.

Su prometido continuaba expresando su descontento cuando la mano sobre su pecho le demanda silencio. Observa al otro acercarse y solo dibuja una mueca de resignación; es incapaz de mostrar inconformidad teniendo semejante sonrisa junto al brillo en sus ojos. Recibe el beso, y le besa de vuelta cuando siente la alegría flotando alrededor suyo. Le motiva más la ligera sensación de vergüenza que va abriéndose paso, y de inmediato reconoce que el único apenándose es su novio, no él mismo. Una de sus manos alcanza la nuca del moreno, y siente el agarre sobre su ropa afianzarse. El beso, en un principio lento, va aumentando su temperatura hasta que se encuentra a sí mismo devorando los tiernos labios. Las manos del menor no pueden quedarse quietas entonces, y Wolfram pronto puede sentir como los dedos del otro consiguen deslizarse desde sus muslos hasta colarse por debajo de la fina tela del camisón que el menor le entregase la noche anterior. Sonríe contra la boca ajena cuando siente los dedos congelarse en sus sitio. Yuuri está tentado a jurar que algo parece hacer click cuando sus miradas se conectan luego de que sus bocas se apartasen. Reconoce el brillo en las orbes esmeralda tanto como desconoce la magnitud del fuego que proyectan. No se detiene a pensarlo demasiado y se limita a buscar de nuevo el contacto contra sus labios. Gruñe algo ininteligible cuando el otro le obliga a cambiar de posición. Sus quejas se desvanecen cuando siente las caricias que recorren sus costados, aunadas a los besos que Wolfram reparte desde su mejilla hasta descender por su cuello. No era su intención, por supuesto. Su juego inocente no planeaba llegar tan lejos, no considerando lo poco o nada que han avanzado desde su primera vez... Pero justo ahora... En ese momento... Las manos del rey estaban recorriendo ávidamente el torso ajeno luego de haber desabotonado el pijama solo segundos antes; no muy distinto a las ansiosas palmas del más joven que recorrían a su vez las blanquecinas piernas a su disposición.  

—Wolfram...—musita Yuuri cuando le siente depositar un beso en su clavícula, y pareciera que es su voz lo que rompe el encanto del momento.

El punto exacto en que su ropa fue descolocada de aquella manera, o el instante en que sus propias manos ya habían desecho parte del camisón ajeno, es completamente desconocido. Ahora mismo Wolfram, quien se encontraba sentado a horcadas de él, permanece petrificado en su sitio. Yuuri puede ver en primera fila la manera en que su ceño se frunce de manera ligera. Confusión adorna su semblante, y pronto el antiguo regente reconoce lo que más teme: arrepentimiento.

El rubio traga grueso antes de apartarse de su cuerpo. Su rapidez es tal que, irónicamente, pareciera que se aparta de un objeto ardiente. Yuuri se reiría de lo absurdo de tal pensamiento sino fuera porque no es capaz de entenderlo.

—¿Wolfram?

—Lo siento... No debí hacer eso...

Fue un comentario simple, una sincera disculpa por un comportamiento que, a sus ojos, había estado fuera de lugar. Su línea de pensamientos da un poco de sentido a su razonamiento "No... No se supone que resuelva todo con sexo". Sin embargo, no hay manera en que Yuuri pueda adivinarlo. Y, como se podría esperar, tras avanzar 2 pasos, parecen estar a punto de regresar 4 atrás.

La huida es frustrada cuando la mano del más joven alcanza la contraria. Intercambian apenas una mirada, y las dudas que Yuuri no pronuncian parecen estar escritas en sus ojos. Los miedos de Wolfram, aquellos que no puede nombrar, parecen querer escapar de su mirada. Sin importar qué tan grave sean las consecuencias de sus propias inseguridades, ninguno de ellos duda en minimizar sus temores. Son jóvenes e inexpertos. Son tan distintos como son idénticos.

—Wolfram...

—Yuuri...

Entenderse el uno al otro ha sido siempre un problema, pues nunca han sido los mejores para comunicarse con el contrario. Confiarían su vida sin dudarlo, y, sin embargo, todavía es difícil demostrarlo. En el remolino de emociones que constituye su enamoramiento, todavía es fácil para ambos distinguir el amor que se tienen. Más que cualquier otro miedo, más que cualquier inseguridad... Ninguno habría iniciado la silenciosa guerra contra la sociedad en la que vivían sino fuera porque se amaban tanto. Y aunque Yuuri debería saber en estos momentos la respuesta, la noche de su mirada todavía demanda al lago más verde que existe una verdad ya dicha:

—No lo dudes... —musita von Bielefeld, casi para sí mismo— No te atrevas a dudarlo...

La mano que le detenía no ejerce fuerza alguna. Es atraído a él de cualquier manera, colocándose a un lado suyo. Abandona su agarre lentamente... Y entre el temor de mentir, sin darse cuenta de que no hay forma en que pueda hacerlo, Wolfram se permite admitir su mayor miedo:

—Yuuri... Odiaría que pensaras que solo me interesa tu cuerpo...

El moreno puede ver con claridad su semblante reflejado en los espejos del otro. Sabe que el mayor está observándole tan fijamente debido a que espera respuesta, pero, pese a que desea decir cualquier cosa rápido le toma un par de segundos comprender el peso detrás de esas palabras. En momentos como éste es que Shibuya Yuuri recuerda aquello que, hoy día, olvidaba con tanta facilidad. Era consciente, por supuesto, de que no nacieron en un mismo mundo. Sabía de antemano que esperar una relación normal sería absurdo —más aún, teniendo en cuenta que él no tenía punto para comparar, para empezar—. Sin embargo, pese a todo esto, Wolfram siempre le hacía sentir tan a gusto que era fácil para él olvidar lo obvio. En la tierra sería sencillo atribuir este comportamiento en alguien "chapado a la antigua"... Salvo que él no estaba imitando nada, ni recreando aquello que aprendió de alguien más. Él era así. Éste era el tipo de hombre que era, y sería siempre. Lord von Bielefeld temía sinceramente que, considerando su historial, todo su sentimentalismo fuese atribuido a un mal hábito que todavía no era capaz de cambiar.

—Por eso...—comienza Yuuri, y debe humedecer sus labios antes de continuar— Por eso no quieres acostarte conmigo, ¿no es así?

Wolfram no se muestra mucho más cómodo. Nunca se esperó que llegaría el día donde tendría que explicar algo como ésto. Pero, considerando los daños que podría traer su comportamiento a su relación, no encontró mejor momento. Aparta la mirada y se encuentra a sí mismo observando sus manos. Una vez más al dar nombre y forma a sus miedos, estos van perdiendo sentido. Yuuri, en cambio, puede ver todo desde otra luz... Del mismo modo en que Wolfram parece comprender sus temores, él es capaz de verlo.

Cuando el rubio siente los brazos del otro rodearle no puede evitar sorprenderse.

—¡¿Yuuri?!

Lo siente ocultarse contra su pecho, y empieza a temer por haberse equivocado en el momento hasta que le escucha decir:

—Eres realmente un caballero... 

Wolfram desconoce totalmente qué quiere decir exactamente, y se enorgullece por razones no demasiado equivocadas.

"—Soñé con un caballero, mamá... —recuerda Yuuri que dijo, su madre, sonriendo, solo le observó— Era un caballero de brillante armadura, y vino un corcel blanco. ¡Él me rescató!—exclamó encantado, era tan joven entonces, con solo 7 años de edad— Quiero soñar con él otra vez"

"—Yuu-chan... —dijo ella besando su frente justo antes de arroparlo, ningún cuento sería necesario ahora— Sé que un día tu lo rescatarás también..."

Era escalofriante cuán acertada estuvo Miko aquella vez.

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