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Cette Fois por Kunay_dlz

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Notas del capitulo:

Msrtes, 4 de diciembre, 2018.

 
 
Cette Fois 
V
Potter
 
 
 
 
Estos tres años en Beauxbatons han sido pacíficos. Debido a mi desempeño escolar y la 'influencia' que tengo en los más jóvenes me han otorgado el cargo de Prefecto, más que nada para justificar el que otros alumnos busquen mi ayuda. Y no, antes que cualquiera se haga a la idea que soy 'perfecto' quiero dejar claro que no, no lo soy. Suelo saltarme algunas clases, suelo cuestionar a algunos profesores cuando lo que enseñan y lo que viví en la vida real (en mi otra vida) no concuerdan; sí, los profesores me estiman pero eso no evita que se molesten cunado interrumpo sus clases y cuestiono sus métodos en escenarios reales. 
 
Sin contar, que cuando algún alumno de grado superior hace comentarios fuera de lugar, ya sea denigrante o con la simple intención de herir a alguien más, ya que no hago caso cuando se dirigen hacia mi persona, no falta mi represalia; nada tan vistoso, nada que se pueda rastrear a mi barita. Es divertido. Hacer entender a los tradicionalistas sangre pura o con ascendencia de ilustre creatura mágica que la magia no les pertenece en exclusiba, que su historia no los hace más poderosos, que todos somo iguales.
 
En fin, se acerca el mes de Septiembre, justo el inicio del año escolar en Hogwarts... me pregunto si, al igual el cuarto año de mi otra vida también se llevará a cabo la competencia de los Tres Magos... lo que sí tengo claro es que esta vez, no hay manera que 'alguien' me obligue a competir.
 
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Yo y mi bocota. 
 
A veces pienso que no sólo mi natural atracción por el peligro que ocasionan los problemas me llevará a mi tumba... en esta vida... sino que también mis propias palabras. Quizá... extraño tanto la a la profesora Trelawney como para profetizar líos y mi muerte a cada momento. 
 
Pero primero, hay algo que me gustaría aclarar. Con el paso de los meses, cuando noté que en verdad y con mayor rapidez mis memorias iban modificándose, casi desapareciendo una por una, empecé a escribir lo que no debo olvidar en un pequeño diario que siempre llevo conmigo: lo malvado de Lord  Voldemort, su obscuridad y mi lucha contra él; mis aventuras vividas mis años en Hogwarts; la guerra, los sacrificios y todas las pérdidas; suelo resaltar bastante lo que debo agradecer en esta vida... una familia que aunque no me quiere, está viva y es lo que en verdad importa. 
 
Pues algo de lo que tampoco me permito olvidar, es lo mucho que añoré una familia propia, mi resolución de darlo todo con tal de ver a mis padres de nuevo, ver a Sirus de nuevo y a Remus, y, lo mucho que me hubiera gustado tener hermanos.
 
Además, en las páginas de este diario también está parte de mi vida con los Dursley, sus mentiras, los días llenas de labores domésticos irracionales... lo solitaria que fue. Tan solo lo tengo para no resentir esta familia que aunque es mía, no pertenezco a ella.
 
Cada vez más tengo recuerdos difusos de lo que fue mi otra vida, sigo teniendo metas, sentimientos de acuerdo a algún hecho en particular, a pesar de la difuminación de recuerdos en específico, tengo claro que el peligro era mi amigo y que estuve en diversas batallas en las que probablemente debí haber muerto. Y aunque cada vez se hacen más lejanas las sensaciones, a veces pareciera que los recuerdos son como si de otra persona se tratara... no dejo de ser yo. Mi magia, mis convicciones y mis ideas, que por fortuna no han cambiado radicalmente.
 
Ahora sí, luego de este pequeño paréntesis, debo regresar a lo inminente y que no importa qué pase, no lo olvidaré. El Torneo de los Tres Magos. El miedo de las pruebas, el terror de lo que viví en el cementerio y la impotencia y culpa de no poder hacer nada  por Cedric... no, no podría olvidarlo por nada.
 
No obstante, mi 'suerte' ha regresado. (espero que en estas líneas se pueda apreciar el sarcasmo)
 
Desde mediados de Septiembre se explicó en la Academia lo que el Torneo conllevaba, se enviaron misivas a padres de familia o tutores de aquellos que podían asistir, eran buenos requisitos tanto para reducir el número de alumnos en una escuela externa como para dar una excelente impresión: excelencia académica, sin marcas negativas de conducta en su expediente, y sobre todo, que tenga la mayoría de edad.
 
Con estos requisitos a penas se juntaron diecinueve alumnos. Para fomentar la diplomacia entre los futuros miembros de la sociedad mágica se les permitió elegir a un acompañante; de cualquier edad, fuera amigo o familiar, fuera alguno de los que ya tenían contratos de matrimonio y honraran a su prometida; siempre y cuando, el que había sido elegido por medio de todos los filtros se hiciera responsable de su acompañante. 
 
No, yo no fui elegido. No tenía la mayoría de edad y ninguno de los estudiantes elegidos me señaló como acompañante. Yo no iría a Hogwarts para el Torneo. 
 
Hasta aquí todo iba bien. 
 
No me hallaba curioso de verificar si las pruebas serían las mismas a mi otra vida, los dragones, el Lago Negro y el laberinto. No, aquí con Octavio estoy muy bien.
 
O eso pensé. Mi 'Maravillosa Suerte' se encargó de ponerme en contacto con lo que en mi otra vida viví. 
 
La noche del 31 de Octubre yo me encontraba en la pequeña cocina de la casa de Octavio, preparaba la cena y él estaba gruñendo por el alboroto que hacían algunos niños en la calle; iban de casa en casa pidiendo dulces mientras iban vestidos de trajes extraños, me causaba curiosidad el cómo muggles y Magos y Brujas se comportaban; lo mágico se atribuía a bien elaborados adornos, el asombro de los muggles emocionaban  a los mágicos y aunque no lo pareciera, ahí había una extraña armonía; Octavio seguía renegando pero siempre era él quien abría la puerta y asustaba a los niños, aquellos valientes que se quedaban y exigían dulces eran recompensados. 
 
Terminando de cenar me dirigí a mi cuarto a prepararme para dormir. Tras una ducha y tomar mi pijama blanca, con ese estilo oriental similar a los maestros de artes marciales antiguos (regalo de Octavio cuando me vio contemplándole en un mostrador de una tienda que pasamos el día de mi cumpleaños número catorce), mis ya gastadas pantunflas que están a poco de dejar de quedarles a mis pies y acomodé mi pelo suelto que me llegaba a la cadera (Octavio suele contemplar el inusual color de mi pelo cuando cree que no le veo, tan solo por eso lo dejé crecer), al fin bajé a la sala para una última taza de té antes de dormir.
 
Voy a decir algo breve, antes que se hagan ideas erróneas, Octavio es alguien a quien respeto, tan solo me ve como el hijo que nunca tuvo, recuerdo que un día, uno de los clientes que lo conocen de tiempo me confió un secreto, Octavio estuvo por casarse, estuvo por formar su familia pero su prometida murió, y sí, ella tenía el pelo rojo, y ese cliente y otros más me han dicho que yo podría ser el hijo de Octavio y su prometida si sus planes de vida en matrimonio hubieran funcionado. No sé si esté mal, el que intente llenar un rol de hijo en la vida de Octavio, haciéndole recordar lo que nunca tuvo con el amor de su vida, pero él para mi sí es como una figura paterna. Aunque él diga que soy su sobrino.
 
A veces siento que no pienso con mis casi treinta años de edad que se supone en verdad tengo, sino que pienso y me comporto como alguien de catorce que aparento.
 
Sigamos. Como paso la mayoría del día en la Academia, Octavio y yo acordamos que durante las noches, luego de la cena, tomemos té para platicar un poco; ponernos al corriente de lo que hicimos durante el día, quizás hablar de problemas que pudieran preocuparnos como una poción que salió mal para él o proyectos escolares en mi caso, y como cada noche desde que partieron los alumnos de Beauxbatons a Hogwarts el viejo gruñón sigue preguntando si yo no deseaba ir. Siempre le contestaba que no, y era verdad, no deseaba ir a Hogwarts y enfrentar lo que fue en mi vida pasada en esta vida que aunque no perfecta, funcionaba para mi.
 
Tenía una extraña sensación, empecé a sentirme... desconectado. Octavio creyó que era mi reacción a al fin aceptar mi decepción de no haber ido a una de las más prestigiosas escuelas que había. Transfiguró la mesita de centro en un piano antiguo, y empezó a tocar; solía hacerlo cada que él se sentía decaído o cuando me veía deprimido; sabiendo que no poseo una gran voz, canté esa canción que él escribió (quizá para algún hijo que un día pensaba tener con su prometida)... y luego sucedió, sentí esa presión horrible en el centro del estómago, como si comprimieran todo mi ser: era el efecto de un Traslador.
 
Caí estrepitosamente. Jamás fui bueno con esas cosas. Luego me senté como si de un resorte se tratara, recordé el Cementerio, y, con varita en mano (siempre la llevo en un porta baritas en mi antebrazo derecho) aún en el suelo coloqué mi espalda en alguna superficie sólida, no debía dar mi espalda, debía ver bien para bloquear cualquier ataque. Sentí pánico. Hacía tiempo que no estaba en batallas, que no debía luchar por mi vida, pensé que tal vez ya no sabría cómo hacerlo.
 
Tan solo había silencio. Pensé que perdí mis lentes, luego recordé que Octavio me dio una Poción que corregía mi vista por un mes, esa Poción la tomé hace una semana, entonces lo borroso de mi vista era por otra cosa, pánico y mareo seguramente. Parpadeé con cuidado, respiré profundamente, poco a poco todo se fue aclarando. Y casi maldecía en alto.
 
Estaba en el Gran Comedor de Hogwarts.
 
Mi espalda estaba recargada en el pedestal del Cáliz de Fuego. Frente a mi, estaban las cuatro mesas de cada Casa, logré ver a uno que otro alumno de Beauxbatons... lo que significaba que la mesa de los profesores estaba a mi espalda, del otro lado del pedestal, movimiento a mi derecha me hizo apuntar mi varita, era... el director... pero no era Dumbledore. Estaba en calma, mi postura y aparente amenaza no le perturbaban. De entre sus manos sobresalía un pedazo de pergamino, el hombre, notando la dirección de mi vista, con movimientos lentos extendió el pedazo de pergamino y lo leyó.
 
Y no. No era posible. Era mi nombre pero no el que se me dio en el orfanato muggle, el pergamino no decía Hadrian Rohan Evans, o Harry o Ro como suelen decirme los chicos de primer ingreso en la academia, no, ahí decía Harry (abreviación de Harold) Potter.
 
Merde!
 
Y eso no era todo. Bueno, aparte que seguramente el nombre salió del Cáliz y tendría que competir sin importar quién dijera qué.
 
El silencio fue disminuyendo por los susurros de alrededor, algunos alumnos, al igual que el hombre aún a mi lado, estaban mirando hacia la mesa de profesores. Rogando que no fuera lo que estaba pensando, me puse de pié y avancé hacia la mesa... ahí estaba James Potter, tratando de ocultar sus emociones bajo una máscara de expresión estoica. 
 
Como se supone que yo no le conozco, fue hacia Madam Maxime a quien le miré con dudas. Evité mirar a alguien más.
 
--Madam Maxime. --llamé --¿Qué sucede?
 
--Monsseur Evans, me parece... que ha habido un error. --dijo ella aún desconcertada.
 
--Es... yo estaba en casa... platicando con Octavio y luego... ¿qué hago aquí? --pregunté al tiempo que con mis brazos intentaba señalar el Gran Comedor.
 
--Estoy segura que, pronto lo averiguaremos, es decir, no creo que te hagan competir, ese nombre ni siquiera es suyo... no es así, ¿Monsseur Evans? --trataba de tranquilizarse ella misma.
 
--Madam, mi nombre siempre ha sido Evans, Hadrian Rohan Evans. Los pupilos más jóvenes me llaman Harry o Ro, pero todos saben que es Harry Evans, Ro Evans o en el peor de los casos REvans. --aseguré.
 
Oh cuánto me costaba ignorarlos a todos, no quería recorrer la mesa con mi mirada y encontrarme con caras conocidas, de mi otra vida.
 
--No se preocupe Monsseur Evans, llegaremos al fondo de esto. --sentenció Madam Maxime.
 
Se volvió hacia la mesa en busca de alguien, era probable que los otros Directores, o los Representantes del Ministerio... algunos profesores ya estaban especulando sobre lo sucedido, al parecer mi nombre era el primero en salir... competiría para Beauxbatons. Sin embargo, a parte de mi edad y el Traslado desde la casa de Octavio, en lo que más trataban de justificar, mejor dicho, a quien trataban de interrogar sobre el nombre salido del Cáliz y mi presencia era a James Potter.
 
El Cáliz lanzó otro nombre, el hombre que creo es el Director lo leyó; Viktor Krum, de Durmstrang. Él se levantó de la mesa de Slytherin, se acercó a la mesa de profesores y se quedó expectante. Yo seguía cerca de Madam Maxime así que creo había dudas de cómo debía proceder. Los demás se preguntaron lo mismo cosa que notó por sus reacciones; el Director de Hogwarts seguía sin participar mucho, él estaba atento al Cáliz; el Director de Durmstrang sugirió llevarnos, a Viktor y a mi hacia la ante cámara del Gran Comedor. Me negué. Es probable que me viera asustado, y sí lo estaba pero no por estar a solas con Viktor y su Director.
 
Otro pedazo de pergamino salió del Cáliz, esta vez iba a salir el Campeón de Hogwarts. Cédric Diggory, de Hufllepuff. Otra vez. Quedamos los mismo que mi otra vida. Perdido en mis cavilaciones y actuando en automático me vi siguiendo a Madam Maxime, el sujeto que estaba al lado del Cáliz, Minerva McGonagall, James Potter, y otros dos sujetos de los que creo uno de ellos el Director de Hogwarts.
 
Y el Cáliz volvió a cobrar vida.
 
Esto era demasiado parecido a mi otra vida. El hombre que había estado al lado del Cáliz prácticamente corrió a atrapar el último trozo de pergamino, a causa de la velocidad de su paso y mi mala posición en el escalón de la puerta caí de nuevo, no sentí dolor y sinceramente no sentí nada más al escuchar el nombre que aquél hombre anunció: Charly Potter.
 
Otra vez ese silencio ensordecedor cayó sobre el Gran Comedor. Desde mi posición pude escuchar pasos acercarse, no hice por levantarme... parece que conocería a 'mi' hermana.
 
 
 
 
>>Continuará...
 
Notas finales:

Gracias por leer.


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