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Osito por zion no bara

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Notas del fanfic:

Deseaba hacer algo con esta pareja de nuevo y elegí una trama corta.

Espero que les guste.

 

Notas del capitulo:

Como aclaración:

En el lenguaje gay se les dice osos a los hombres homosexuales corpulentos y con bastante vello facial y corporal, muestran una actitud masculina, y por lo general se alejan del estereotipo de homosexual afeminado. No todos cumplen con la definición de oso, incluso algunos no tienen sus rasgos físicos y se sienten atraídos por ellos y se identifican con su comunidad.

 

 


Cariño, déjame ser, 
tu querido Osito de peluche 
pon una cadena alrededor de mi cuello, 
y llévame a cualquier sitio 
Oh déjame ser 
Tu osito de peluche. 


Parecía un oso, siempre se lo habían dicho y conforme pasaba el tiempo no sin malas intenciones, eso lo sabía bien Aldebarán de Tauro, quien estaba llegando a su nueva ciudad, no tan lejos de la antigua, apenas un par de horas en transporte público y una en automóvil por la carretera, pero alejarse tal vez fuera algo bueno. Esperaba que su nuevo empleo con nuevas opciones lo ayudara a comprenderse mejor y hacer una nueva vida, por eso cuando en el trabajo dijeron ¿Quién quiere hacerse cargo de la nueva división? Estuvo más dispuesto que nunca a tomar ese sitio, además le iba bien lo de ser el jefe de la producción de la nueva planta automotriz, le gustaba su trabajo como ingeniero, más de una rama que requería de tanto detalle y seguridad como el crear automóviles.

Sus jefes se dijeron que era la mejor opción, les gustaba su labor con ellos y sabían bien que podría con ello.

—     Confiamos en ti Aldebarán—le dijeron.

—     Gracias, sabré hacerme cargo y su confianza será recompensada—fue su respuesta.

Un fuerte apretón de manos y todo estaba listo, quedaba en claro que ese alto y fuerte hombre de cabellos púrpuras, ojos verdes y cejas pobladas manejaría todo lo que le saliera al paso, era un excelente empleado, algo intimidante incluso, pero bueno y sabían que las cosas bajo su control marcharían bien, no tenían motivos para preocuparse.

Fue así que el alto y fuerte Aldebarán llegó a su nuevo destino en apenas un mes, la compañía, Santuario Motors, se portó bien con él, no había dudas de ello, le proporcionaron un nuevo vehículo, un departamento cercano al trabajo y de buena ubicación y costearon la mudanza, no estaba nada mal.

—     Por favor, siéntase bienvenido—le dijeron en la planta el primer día.

—     Me alegra trabajar con ustedes—dijo.

El caballero que lo recibió era el jefe administrativo, un hombre de mediana edad llamado Shion de Aries quien se sintió un poco impresionado al conocerlo, no era usual ver a un hombre de su tamaño, incluso intimidaba un poco su expresión, pero estaba bien dispuesto a hacer el trabajo pues las credenciales del otro eran impecables.

—     ¿Le gustaría hacer un recorrido?—ofreció Shion quien era un caballero de ojos rosas y cabellos verdes.

—     Por supuesto, lo sigo.

Así que se pudieron a dar una vuelta por las instalaciones, era un buen lugar, estaba bien dispuesto, además contaba con esas innovaciones que permiten que el trabajo se desarrolle con las mejores medidas de seguridad y control cuando tenía alguna pregunta el de ojos verdes los del pequeño grupo que lo acompañaban le respondía, pues además de Shion estaba Dohko de Libra como jefe de ingenieros y Saga de Géminis, quien se encargaba del personal.

—     ¿El sistema de ventilación cada cuantas horas funciona?—preguntaba Aldebarán.

—     Se estableció para funcionar cada doce horas—decía Dohko.

—     ¿El personal no ha mostrado problemas respiratorios?

—     Solo hemos manejado algunas alergias hasta ahora—fue la respuesta de Saga—Nada grave.

—     ¿Cuál es el costo del seguro por empleado?

A pesar de obtener la respuesta de Shion los tres hombres se preguntaban de donde salían esas preguntas, parecían no tener relación, no hasta que el recién llegado de Tauro les dio su parecer de ese asunto.

—     Tenemos que mejorar la ventilación, el sistema de succión está bien pero causa problemas de salud a los trabajadores, o lo complementamos con uno de dispersión o reciben mascarillas para trabajar, a largo plazo tendremos a una suma de interés enferma de alergias o asma, eso será una pérdida importante para la compañía en costo humano, económico y laboral.

Era el primer día y ya estaba dando dictámenes.

Pero mientras el de largos cabellos púrpura hacía eso algunos de los trabajadores comentaban lo que veían.

—     ¿Es el nuevo supervisor?—preguntaba un chico rubio, Hyoga.

—     Si, dicen que es estricto pero bueno—le dijo un compañero de cabellos azules, Ikki.

—     Parece un oso—agregó el tercero, un castaño de nombre Seiya.

Los demás que estaban ahí y lo escucharon estuvieron de acuerdo y nadie estuvo seguro de quien fue pero se escuchó un comentario más.

—     Es Osobarán de Tauro.

Las risas estallaron, haciendo que los que daban el recorrido se detuvieran y los miraran, por encima de todos esos ojos verdes del recién llegado que se impusieron de inmediato, logrando que callaran, lo cual le indicó que las risas eran por él, no le interesaba eso, sino que trabajaran y lo dejó pasar pero al final del día ya estaba enterado del nuevo apodo que le habían dado en la empresa.

—     Osobarán de Tauro—se dijo en el vehículo.

Respiró profundo por unos segundos, no necesitaba de eso, debía concentrarse en su trabajo y dar sus respectivos reportes pero a pesar de centrarse en otras cosas el remoquete le llegaba a sus oídos, no era la primera vez que recibía un apodo y todos habían tenido que ver siempre con su aspecto. Él mismo sabía que era un hombre alto y corpulento, algo de familia, los hombres siempre habían tenido ese tipo, muy marcado y masculino, nada de delicadeza, muchos los consideraban incluso rudos por su aspecto, aparte que las facciones tan fuertes y el exceso de vello por todo el cuerpo no ayudaba a cambiar esa idea preconcebida.

En su experiencia no tenía sentido siquiera pretender luchar contra eso, desde que tuvo la edad para afeitarse lo había hecho y con mucha más necesidad que cualquier chico de su edad, no tenía esa sombra de bigotillo que otros, para nada, contaba con un bien marcado mostacho que diariamente debía retirar y ni hablar del resto del cuerpo, también cubierto por vello. Terminó por desistir de su lucha cuando eligió usar el cabello largo, antes era corto pero cada quince días estaba cortándolo de nuevo, se afeitaba el cuerpo cada semana pero no eran mejores los resultados, por un tiempo pensó dejarse la barba pero estaba harto de eso y eligió un tratamiento permanente con láser que eliminaba el vello facial, quizás también se quitara el del cuerpo pero vería eso después, pues resultaba que aparentemente su cuerpo se negaba a perder el vello con el que contaba.

De ahí que las comparaciones con osos no fueran inusuales y algo más se desprendía de eso, algo que no le había dicho a nadie hasta ese momento de su vida y que lo impulsó a alejarse de su antigua vida.

Cuando llegó al edificio en el que estaba ubicado su departamento se cruzó con uno de sus vecinos, lo había visto un par de veces antes, un hermoso joven de cabellos rubios candorosos y azules ojos como el cielo, la piel delicadamente blanca como porcelana y facciones de ángel durmiente, o al menos eso se decía el de cabellos púrpura cuando lo miraba.

—     Buenas tagdes—lo saludaba con su acento tan peculiar.

—     Buena tarde—lograba responder Aldebarán.

Subieron juntos por el ascensor, el de Tauro iba al piso doce y la belleza rubia al décimo por lo que sabía, aunque también había notado el recién llegado que cerraba los ojos mientras duraba el viaje, hasta que escuchaba la campanilla indicando que había llegado los abría de nuevo y respiraba aliviado.

—     Hasta luego—decía sin voltear.

—     Adiós—decía Aldebarán.

¿Por qué lo notaba tanto el de cabellos púrpura? Porque sabía bien que era gay.

En su departamento, mientras se preparaba la cena, Aldebarán no podía sino reconocer que sus gustos eran por otros hombres pero al mismo tiempo eso lo desalentaba, veía a los homosexuales como delicadas y elegantes criaturas llenas de gracia y encanto, como probablemente lo era esa espectacular belleza rubia del ascensor ¿y él como era? Grande, fornido, cejón, velludo, nada que ver con esa fina y hermosa criatura que jamás voltearía a verlo; era verdad que había sostenido algunos encuentros pero nada que relatar, solo esporádicos y casi ocultos. En parte porque no había reconocido que era gay ante los demás y en parte porque su imponente aspecto tendía a no ser bien recibido.

—     Fui el último recurso—se dijo.

Así se había sentido cuando estuvo con otro hombre, pero ¿Qué podía hacer? Así eran las cosas, él no tenía lugar en algo como el universo gay donde lo habían señalado como una especie de troll que no podía alcanzar el mundo de los bellos elfos.

—     Tal vez pueda encontrar a alguien que me quiera como soy.

Pero se rio de inmediato ante esa idea, eso era lo que le decían los padres a los muchachitos que no tenían enamorados, y él hacía mucho que había dejado el liceo para creer eso, aunque no lo desanimaba menos. Le hubiera gustado tener a alguien en su vida pero a pesar de todo no olvidaba lo ocurrido cuando en la universidad, sintiendo que podía ser abierto sobre el tema de ser gay, le había pedido al chico con el que terminaba de tener sexo oral que fueran a beber algo, el otro lo miró como si fuera una broma.

—     ¿Qué me vean contigo?—preguntó riéndose—Estás soñando.

Esas risas le dolerían por mucho tiempo, prefirió guardar silencio sobre su situación, era mejor lo que tenía, al menos así no habría más decepciones.

Respiró con profundidad, no necesitaba preocuparse por todo eso, era mejor continuar con su trabajo, pero a pesar de rendir los informes pertinentes al irse a acostar tuvo unos instantes para pensar un poco más en la bonita criatura del ascensor que cerraba los ojos mientras avanzaban hasta sus departamentos.

 

**********

 

No quiero ser un tigre 
Porque los tigres juegan muy rudo
No quiero ser un león 
Porque los leones no son la clase
de amarte lo suficiente.


La vida de Aldebarán adquirió prontamente cotidianeidad, le gustaba establecer rutinas de cierto tipo, no en todo, pero en el trabajo era bueno tener una forma de proceder y pensaran lo que pensaran los demás su trabajo era bueno, los resultados se vieron con prontitud, los jefes no tenían quejas y los subordinados tampoco, las medidas que se iban tomando mostraban que eran efectivas.

—     Quisiera una copia de los reportes del último mes—decía Aldebarán—Creo que se puede hacer un recorte de gastos con el material sobrante.

Tenía un nuevo plan en mente, debía proponerlo, hacer un negocio con una empresa de reciclaje, pero debía ser bien pensado y para eso necesitaba las cifras que respaldaran su idea, los demás ya sabían que parecía no conocer el cansancio ni por su nombre, así que no les sorprendía que continuara con su labor aun cuando ellos se marchaban.

—     ¿Te vas Shion?

—     Por fin Saga, siento que no puedo más.

—     Pero con Osobarán al frente…

—     ¿Tú también?—preguntaba con una sonrisa.

—     Le queda bien el nombre.

Los dos se fueron platicando de otros temas sin darse cuenta que el de Tauro estaba a unos pasos, dando la vuelta por uno de los pilares del estacionamiento, vaya, todos lo veían de esa manera, los dejó adelantarse y después subió a su vehículo, estaban en el fin de semana y podrían descansar, hacer otros proyectos, tal vez fuera buena idea ir a casa a ver a sus padres.

—     Solo queremos saber cómo estás hijo—le dijo su madre cuando lo llamó.

—     Estoy bien, solo que me encuentro ocupado—fue su respuesta.

—     Bueno, entendemos que tu trabajo es demandante, pero nos preocupas.

—     No tienen de que preocuparse, estoy bien.

Pero aunque la llamada terminó amablemente sabía bien que debía hacer algo para no tener a sus padres en la incertidumbre, por eso una visita podría ser algo bueno, solo necesitaba pensarlo un poco más. Antes de llegar a su edificio se detuvo para comprar algo de cenar en una tienda cercana, vio los alimentos preparados, eligió un par de emparedados grandes de jamón con pavo con dos quesos, una ensalada grande de frutos verdes, un par de panques de pasas y una orden de café y otra de té, era un hombre grande y corpulento, además le encantaba comer. Así que con su comida en las manos e ignorando la mirada que le lanzó el dependiente quien parecía preguntarse si se comería todo eso, se dirigió a su departamento a descansar.

Apenas estaba estacionando su vehículo cuando vio que alguien más lo hacía, un pequeño compacto del que descendió el mismo lindo rubio que veía en el ascensor, al principio no supo si debía decir algo pero el otro joven parecía revisar su celular y no debió verlo. Terminó con lo suyo y continuó su camino, casi alcanzaba el ascensor cuando vio que las puertas se iban cerrando, vaya, tendría que esperar un momento para tomarlo de nuevo, pero antes que las mecánicas placas se cerraran vio una mano que las detuvo desde el interior.

—     ¿Vas a subig?—le preguntaron.

—     Si…gracias.

—     De nada.

Aparentemente el rubio lo vio y por eso detuvo el ascensor, no tendría que esperar y al menos podría subir con él los pisos que necesitaban recorrer, el de ojos verdes no dejaba de observarlo con discreción mientras el de ojos azules los mantenía cerrados ¿Por qué haría eso? Iba vestido con unos jeans entallados y una delicada camisa que enmarcaba la parte superior de su cuerpo y un chaleco que parecía de piel, además llevaba un tipo de mochila de lado, tal vez era estudiante o algo así o…

—     ¡Mon dieu!—dijo alarmado el de cabello rubio.

El ascensor se había detenido de golpe, parecían varados, el de Tauro se dijo que solo necesitaban esperar pero no tardó en notar lo alterado que se veía el otro muchacho a su lado.

—     No puede seg, no puede seg, no puede seg—repetía mirando con miedo alrededor.

—     Tranquilízate—le dijo el de cabellos púrpuras—Solo debe ser una falla de energía, no tardarán en darse cuenta.

—     Pego yo… yo…

De pronto parecía mareado, definitivamente algo estaba mal, así que el de Tauro fue a su lado y lo sujetó del brazo con cuidado.

—     ¿Qué te sucede? ¿estás bien?

Antes de obtener una respuesta la luz comenzó a tintinear y se apagó, provocando que el de cabellos dorados diera una vocecita de miedo y se aferrara al de ojos glaucos como niño a su osito, parecía temblar, no estaba nada bien y el de Tauro no estaba tan seguro de lo que debía hacer, así que hizo lo primero que le vino a la cabeza. Comenzó a acariciar ese cabello rubio con suavidad, permitiendo que el otro joven se fuera tranquilizando lentamente, al mismo tiempo no dejaba de hablarle.

—     Cálmate, todo va a estar bien, no te asustes.

Pasarían unos instantes más para que se encendiera la luz de emergencia pero aun así el que mantenía los ojos cerrados tardó unos instantes en soltar de su fuerte agarre al más alto, aunque finamente lo hizo y de paso dio una breve explicación de lo que le sucedía en esos momentos, aunque no se lo habían preguntado.

—     No, no me gustan los espacios ceggados.

—     ¿Cegados?

—     Si, ceggados.

—     Oh, cerrados—dijo comprendiendo aunque no parecía de mucha ayuda en ese momento— ¿Eres claustrofóbico o algo así?

—     No, no tanto, estoy a un paso de seglo solamente.

Respiraba agitado de pronto y el más alto lo ayudó a sentarse en el suelo contra una de las paredes, necesitaba relajarlo.

—     Toma, respira.

Le extendió una de las bolsas de papel en las que le habían dado su cena y el rubio lo hizo, parecía que poco a poco se relajaba, hasta que pudo hablar de nuevo.

—     Gacias, no me gusta el ascensog, pienso que se va a quedag atogado y hoy justamente así fue, pero vivo en el décimo piso, son muchas escalegas, tengo que ceggag los ojos cuando lo uso o sucumbiguía a los negvios.

—     No te preocupes, no tardaremos en salir—le decía con serenidad—Soy Aldebarán de Tauro.

—     Me llamo Misty de Lagagto.

—     Es un placer, te he visto muchas veces en el ascensor Misty.

—     Sí, yo a ti también Aldebagán, pagueces muy seguio.

—     ¿De dónde eres? Es que tienes ese acento al hablar…

—     Sí, soy de Costa Azul, en France—dijo en francés por completo.

—     ¿Eres de Francia?

—     Si, vine a estudiag, un diplomado en fisiotegapia, tal vez pueda establecegme aquí.

—     Espero que lo consigas.

—     ¿Qué haces tú Aldebagán?

—     Trabajo para una empresa automotriz.

De hecho continuaron hablando por un largo rato, comentando cosas de sus vidas y conociéndose un poco mejor, no solo con el Buenos días o el Buenas tardes que se daban usualmente, incluso compartieron la comida pues no se veía movimiento alguno y el de cabellos púrpura no deseaba que ese lindo chico se alterara de nuevo por su encierro. Además era grato poder saber un poco más de él, de lo que le agradaba, era en esencia un muchacho muy atrayente y ese acento al hablar le brindaba un algo extra, exótico, que hacía que el de ojos glaucos no lo perdiera de vista y tampoco perdiera una sola de sus palabras.

—     Esto sabe bien—decía el rubio dando cuenta del emparedado de pavo y jamón—Gacias pog invitagme, hubiega muegto de hambgue.

—     No fue nada Misty.

—     Paga mi si, egues muy amable Aldebagán—decía sonriendo abiertamente.

—     No es nada.

El de ojos verdes luchaba para que no se le notara lo que sentía y era que le gustaba ese hermoso rubio y el joven de pronto dijo algo más.

—     Me sentí segugo a tu lado, como si fueras un osito.

Esas palabras no fueron las mejores, pero justamente en ese momento regresó la energía y el ascensor comenzó a avanzar otra vez, se pusieron de pie, más tranquilo el de ojos azules aunque algo silencioso el de cabellos púrpuras ¿Osito? ¿De verdad? ¿Es que siempre lo iban a ver de esa manera?

—     Es mi piso Aldebagán, gacias pog todo.

El otro no tuvo ánimos para responder aunque hizo un gesto con la mano que parecía indicar que todo estaba bien, al abrirse las puertas parecía que sería todo, el rubio abandonaba el pequeño espacio metálico, así que sería todo. Cerró los ojos intentando calmar la decepción, las puertas estaban por cerrarse cuando una mano entró evitando que se unieran y haciendo que por el sonido el de Tauro abriera los ojos y quedara de nuevo ante una figura conocida que lo observaba sonriendo.

—     Aldebagán—lo llamó.

—     Misty—lo llamó medio sorprendido.

—     ¿Me daguías tu númego?

Parecía imposible pero así era, esa belleza angelical deseaba algo de él, y no dudó en darle su número y de paso obtener el suyo.

—     Nos vemos Aldebagán—se despedía el de ojos azules.

—     Nos veremos—dijo el otro como una promesa.

Verse de nuevo no fue dejado al azar, pues después de su encuentro en el ascensor los caminos de Misty y Aldebarán no se cruzaron, deseando saber si sucedía algo el de Tauro terminó una tarde con el teléfono en la mano y llamó, solo deseaba saber si estaba bien, si no le había ocurrido algo, si acaso…

—     ¿Hola?

—     Hola Misty—lo saludó.

—     Aldebagán, que bueno es escuchagte.

—     ¿Estás bien? Es solo que no te he visto y pensé que tal vez algo hubiera ocurrido.

—     Estoy bien, pero cambié de hogaguio en la academia.

—     Me alegra escucharlo, que estás bien.

—     ¿Quiegues algo más?

—     Yo…bueno…yo…

—     No sé, invitagme a salig.

—     Se escucha bien—admitió sonriendo.

—     Hay un establecimiento que me gusta, podemos ig, si quiegues.

—     Me encantaría.

—     Entonces nos vemos a las nueve, en la enggada del edificio ¿te paguece?

—     Claro.

—     Adieu, hasta la noche.

—     Adieu—repitió el de Tauro.

La llamada se terminó, parecía que tenía una cita esa noche con ese dios rubio, era para sentirse animado.

Esa primera salida podría parecer que no llevó a nada pues los dos se portaron como dos personas que se conocían solamente, pero la pasaron bien, ninguno de los dos buscaba algo más o al menos el de Tauro pensó que presionar no era una opción, pero si se acercaba y lograba agradarle al de Lagarto un poco más pues podría hacer un movimiento abierto. De hecho salieron otras dos veces a cenar, un juego de basquetbol, un par de conciertos, y tres películas, y no habían hecho nada que no fuera pasarla bien. Sin embargo eso estaba por cambiar cunado el de cabellos dorados llevó al de ojos verdes a un club, que según le dijo le agradaba, muchos de sus amigos iban ahí. La cuestión fue el tipo de club.

—     Es un club gay—dijo.

—     Oi—aceptó en francés— ¿hay algún inconveniente?

—     No, claro que no.

—     Bien, vamos entonces.

Esa sonrisa que tan naturalmente daba el de cabellos rubios fue todo lo que necesitó el de Tauro para seguirlo al interior, era un sitio agradable, la música se escuchaba pero no era ensordecedora, varios de los presentes estaban en sus charlas y con sus bebidas, aparte de los que ocupaban la pista de baile, no tardaron en alcanzar una mesa y ordenaron algo de beber, dejándose llevar lentamente por el ambiente. Aunque no por eso el de Lagarto dejaba de notar que su compañero parecía pensar en algo.

—     ¿Qué sucede Aldebagán? ¿no te aggada el lugag?

—     No es eso, es solo que pensaba que este tipo de sitios serían más…festivos—terminó diciendo sin saber si se explicaría.

—     ¿Cómo que festivo?

—     Que los presentes serían más, bueno…

—     ¿Afeminados?

—     Algo así pero veo que no es de esa forma, hay muchos tipos de personas presentes.

Era verdad, no se trataba de delicados hombres solamente, había de todo tipo, de todas tallas y edades, no parecía que fuera necesario ser de cierto aspecto para pasarla bien.

—     Yo nunca me he sentido tan cómodo para hacer ciertas cosas Misty—le confesó el de Tauro—La verdad es que me he sentido fuera de lugar por mucho tiempo, siendo gay, siempre pensé que mi aspecto no era el de un gay, no había forma que lo fuera, incluso mis encuentros han sido como a escondidas, me hacían sentir que podía haber sexo pero no porque les gustara siquiera.

El de cabellos dorados le acarició la mano, haciendo que lo mirara, estaba sonriendo, había adivinado a la segunda cita que era gay, pero estaba escuchando más de lo que esperaba, ese hombre confiaba en él y por eso merecía saber algo más.

—     Aldebagán—dijo con suavidad acercándose—A mí me gustas, egues gande y fuegte, como un oso, mi osito.

Sin esperar se acercó más, hasta que sus labios estaban sobre el de ojos verdes y se besaron, parecía que los dos habían esperado mucho por ese momento pero ahora que lo compartían estaban contentos.

Después de ese acercamiento tan directo el de Tauro se manejó mejor en ese aspecto de su vida en que se había sentido tan inseguro, pudo aceptarse más como hombre gay, dejando atrás los estereotipos y las experiencias pasadas, a Misty le gustaba, le gustaba mucho, incluso ese asunto de que lo llamara osito no le fastidiaba, pues el rubio lo hacía con cariño. Además pudo hacer una visita a sus padres y fue honesto con ellos, les dijo que era gay, que había conocido a alguien y esperaba que fuera una relación formal. Es justo decir que fue una sorpresa bastante grande para su familia, nadie se desgarraba las vestiduras pero necesitarían un poco de tiempo para hacerse a la idea por completo, aunque como inicio era bastante prometedor.

—     ¿Cómo te fue?—le preguntó Misty cuando regresó con ansiedad.

—     Bastante bien a decir verdad.

—     ¿Cómo se lo tomagon tus paggues?

—     Creo que necesitan hacerse un poco más a la idea pero me siguen amando.

—     Es un buen inicio.

Sonrieron y se besaron, dejando que las cosas transcurrieran con calma en su relación, gracias a la cual Aldebarán se iba aceptando a sí mismo y lo que era e incluso pensaba en la manera de llevar las cosas al siguiente nivel con Misty, aunque guardaba dudas sobre ello y se había sometido a un tratamiento antes de continuar, claro que eso lo supo el rubio hasta que fueron directos sobre su situación.

 

**********

 

Sólo quiero ser, tu osito de peluche 
Pon una cadena alrededor de mi cuello
y llévame a cualquier sitio 
Oh déjame ser 
Tu osito de peluche. 


Los dos hombres que se habían conocido, tratado, gustado y acercado se sentían bien en su relación como estaba en esos momentos, o al menos eso parecía pues uno de ellos se pensaba más las cosas generando dudas en el otro, así que Aldebarán estaba haciendo algo para consumar su relación mientras que Misty se preguntaba porque continuaban de la misma manera, no era lo más importante pero no por eso lo hacía a un lado, no habían llegado a la consumación física, así de sencillo. Claro que el de cabellos rubios se hacía teorías al respecto, al principio incluso le agradó que el de ojos verdes se tomara su tiempo para hacer algo más, generalmente en sus relaciones pasadas y las que no llegaron a serlo, de inmediato buscaban lo físico, sin preguntarse si él estaba en la misma disposición. Con el de cabellos púrpura las cosas no marchaban de esa manera, le gustaba estar a su lado y no lo forzaba en ese sentido, hasta ese punto todo andaba bien, no había quejas de gran relieve.

Después supuso que el de Tauro era un hombre que prefería cimentar una relación, lo cual también le gustaba, incluso contempló que todo era por darle tiempo para sentirse cómodo a él, lo que también le agradaba; sin embargo comenzaba a quedarse sin razones cuando seguían en las mismas ¿Sería que no le gustaba? No creía que fuera eso, definitivamente, había sentido esa mirada glauca siguiéndolo en silencio ¿Acaso trataba de definir adonde lo llevaría estar a su lado? Tampoco podía ser eso, era un hombre determinado, debía ser por algo más y era algo que no quería decirle ¿Qué podría ser? ¿Acaso alguien más? Por supuesto que no, Aldebarán no era de ese tipo.

—     ¿Entonces qué?—se preguntaba.

Le hubiera gustado hablar de ello abiertamente per la verdad era que no se atrevía, no estaba seguro de cómo iba a quedar delante de los ojos del de Tauro si le decía tan directamente que quería sexo en la relación, confiaba en su compañero pero no podía sino inquietarlo un poco hacer algo que a sus ojos sería un tanto drástico. Afortunadamente la oportunidad de aclarar las cosas se presentó una tarde en que los dos estaban juntos y de buen humor, habían acordado ir al departamento de Misty para comer juntos ese fin de semana y después verían una película, un plan bastante sencillo.

—     ¿Te gustaguía comida china o tailandesa?—preguntaba el rubio.

—     Lo que tú decidas estará bien—fue la respuesta.

—     Tailandesa segá.

Se dispuso a buscar en el directorio algún sitio cercano y mientras lo hacía pasaron a otro tema del que habían hablado.

—     Pensaba que si vamos a ig a la playa debeguiamos guesegvag con anticipación—mencionaba el de ojos azules—Después se puede haceg complicado.

—     Por ahora no puedo, el trabajo está algo demandante.

—     Me dijiste que todo iba bien.

—     Si, va bien.

Pero parecía no poder decir mucho después de eso, solo se pasó la mano por el pecho algo nervioso, aun así su compañero continuó.

—     ¿Sabes?—decía en tono juguetón—En la playa me deslizaguía al mag y si estuviega pog ahogagme tú iguías pog mí, como un salvavidas.

—     ¿Salvarte a ti? Me encantaría hacerlo—respondió sonriendo el de ojos verdes.

Animado por esa respuesta el de ojos azules dejó de lado lo de llamar por comida y fue hacia el de Tauro, colocándose a su lado sobre el sofá, sentado frente al más alto, y con un plan en mente muy definido.

—     Al salvagme necesitaguía guespigación de boca a boca.

Uniendo hechos a las palabras le lanzó los brazos al cuello y un segundo después se estaban besando, bastante animados, tanto que el de cabellos rubios comenzó a deslizar una mano por el cuello y el pecho del de cabellos púrpura, haciendo que sus cuerpos quedaran muy juntos y por lo mismo comenzaran a reaccionar, nada inusual, estaban cerca, a solas y se gustaban, había más que solo atracción física entre los dos. Animado por todas las señales el de Lagarto no dudó en buscar avanzar un poco más y acarició la entrepierna del de Tauro, para buscar abrir la camisa que usaba el otro y fue en ese punto que Aldebarán se detuvo y puso algo de distancia; bien, pues el de ojos azules no iba a aguardar más para saber lo que sucedía.

—     Mejor lo dejamos todo aquí Misty—decía algo inquieto el de ojos verdes.

—     ¿Qué sucede Aldebagán?—preguntó directamente el de cabello dorado—Sé que te gusto, sé que me gustas, sé que estamos en una guelación, así que no entiendo pogqué me guechazas.

—     No te rechazo, no digas eso.

—     ¿Qué pasa?

El de Tauro se puso en pie y dio algunas vueltas por el espacio acondicionado como sala por el de ojos azules, quien solo aguardaba por saber lo que estaba ocurriendo, finalmente el de cabellos púrpura se sentó ante él y decidió ser directo.

—     Misty, quería estar más avanzado en mi tratamiento para continuar con nuestra relación.

—     ¿Estás enfegmo?—preguntaba preocupado el de cabellos dorados— ¿Qué tienes?

—     No estoy enfermo, solo estaba tomando un tratamiento para…— pero se detuvo.

—     ¿Paga qué?

Como si una imagen fuera mejor que las palabras el de ojos verdes se puso de pie y comenzó a abrirse la camisa, dejando su torso al descubierto, su compañero lo miraba pero no estaba seguro de lo que debía ver.

—     Es un tratamiento con láser para eliminar el vello corporal—le explicaba el de Tauro—Así eliminé parte del de mi rostro pero son varias sesiones para resultados permanentes y no he logrado eliminarlo por completo.

Era verdad, eso lo veía el de Lagarto pero ciertamente no lo veía como su compañero, el de cabellos púrpuras encontraba que era un defecto pero el venido de Francia no pensaba que fuera de esa manera, así que se incorporó y fue hacia el de Tauro, lo abrazó por la cintura y buscó su rostro.

—     A mí me gusta Aldebagán, ya te lo he dicho, egues mi osito, tan fuegte, tan alto, tan podegoso, incluso esto me gusta.

Lo acariciaba por el pecho, Misty no necesitaba un galancito barbilampiño, no era su tipo de hombre, le gustaban como el de Tauro, fuertes y muy masculinos, siempre lo había sabido, y su compañero notaba que era honesto; había temido no verse atractivo en la intimidad para él o en bañador en la playa, pero en ese instante notaba que de verdad ese rubio estaba muy a gusto a su lado, en todos los sentidos.

Aldebarán no dudó entonces en besar al hermoso rubio entre sus brazos y lo hizo con intensidad, acariciando su cuerpo, logrando que ambos volvieran a caer sobre el sofá y se dejaran llevar por las sensaciones que habían mantenido encerradas todo ese tiempo. Sus manos no dejaban de recorrerse al mismo tiempo que sus piernas se enredaban, no estaban para pensarse las cosas ni para perder un segundo, lo habían deseado y estaban por cumplir ese anhelo de unir sus cuerpos por completo. Cuando una de las fuertes manos del de Tauro llegó al interior de los pantalones del francés y apretó con decisión una de sus redondas nalgas el de cabellos rubios tuvo el último pensamiento de preocupación por el mundo exterior.

—     Espega…espega…espega…—murmuraba.

Logró soltarse y darse vuelta, estirándose sobre el sofá y apenas alcanzó el cordel de la persiana de la ventana que daba al exterior, lo jaló para cerrarla pero al hacerlo no estaba muy al tanto de la forma en que había quedado a los ojos de su compañero, con su trasero en alto prácticamente. Los ojos verdes no dejaban de observarlo y sin más lo sujetó por las caderas, con la ropa de por medio, y frotó con intensidad su entrepierna, excitándose y excitando al de ojos azules que soltó una especie de chillido de sorpresa y excitación por igual, quedándose muy quieto ante tales atenciones. El de Lagarto logró voltear su rostro y apenas se miraron los dos hombres se buscaron con los labios de inmediato, recibiéndose con calor entre sus brazos, deseaban seguir, no había porque no hacerlo.

 

**********

 

Cariño déjame ser, rodearte cada noche 
Desliza tus dedos por mi pelo, 
Y abrázame bien fuerte

 

Aldebarán no dejaba de besar a Misty con deseo, permitiendo sin más que sus lenguas se unieran, mientras que el de ojos azules daba paso a la tarea de desvestir al de ojos verdes, quitándole la camisa que cayó al suelo, además de desabrochar los pantalones que utilizaba y los suyos también, sintiendo la pieza de suave algodón que estaba a su paso, acariciando de inmediato ese sexo que sin duda estaría completamente erguido en unos momentos. El de cabellos púrpura apenas si dio un poco de espacio para hacer que el de cabellos dorados levantara los brazos y le sacó la camisa, un segundo más y las masculinas manos del de Tauro estaban en las zapatillas y las medias, siendo descartados, para ir de inmediato a los pantalones que cedieron sin dificultades, dejando al descubierto unas largas y bonitas piernas bien formadas, con su dueño casi desnudo ante sus ojos.

—     Aldebagán.

El llamado de Misty hizo que el de ojos verdes se acercara y comenzara a besarlo por el cuello, probando esa tibia piel, lamiendo la elegante columna de marfil cuyo dueño dejaba plenamente a su disposición, estaba tan dispuesto el de ojos azules que el de Tauro no dudó en continuar probando el resto de esa tersa piel, los redondos hombros, las delicadas clavículas, el delicadamente marcado pecho, los dulces pezones que fueron tomados con suavidad entre los deseosos labios y humedecidos con la lengua que urgida deseaba probarlos, tirando sutilmente de ellos con sus dedos y después presionándolos como quien aprieta un botón. El de Lagarto se sentía excitado, ese hombre sabía encender su cuerpo con habilidad, una necesidad apasionada y deseosa surgía de sus entrañas, como si se abrieran por el calor de su vientre y ansiaba que hubiera una forma de hacérselo saber al de cabellos púrpura.

Tal vez no encontraba esa forma pero Aldebarán se daba cuenta que podía continuar, se frotaba contra ese torso desnudo como si lo bebiera y aspirara por igual, no podía dejar de acariciarlo con las manos y los labios y la lengua, deseoso de más, por lo que llegó al plano vientre que acarició con su mejilla, para después besar por encima de la ropa interior el sexo que daba las señales de corresponder a las atenciones tan sensuales que le daban. Una de las grandes manos del de ojos verdes cubrió la entrepierna y la frotó con suavidad, buscando cualquier señal que le indicara el camino a seguir, sentía su propia entrepierna responder, avivada y necesitada del otro hombre, hasta que el de ojos azules se arqueó deliciosamente en el sofá, no había mejor indicación que esa.

Con seguridad el de Tauro sujetó la ropa interior de su compañero, comenzó a deslizarla por las bonitas piernas que ya conocía y el rubio lo ayudó elevándolas de forma paralela, hasta que estaba fuera del camino, quedando abandonada a un lado, pero el de cabellos color púrpura no se ocupó mucho de eso, prefirió dedicar sus atenciones a esa hermosa piernas desnudas que no dudó en besar desde los tobillos y las pantorrillas, los muslos, y al final separándolos suavemente para besar directamente la sonrosada cabeza del sexo que se iba inflamando por el deseo. Los dos se mostraban cooperativos en lo que vendría, pues el rubio se acomodó sobre el sofá sin unir sus muslos de nuevo, mientras que el de ojos glaucos no lo soltaba y apenas estaba el otro más cómodo contra los cojines utilizó sus labios para capturar la misma sensible corona en color rosa y sin más la llevaba a su interior.

Los dos hombres respondían a la pasión de su compañero, Misty no dejaba de disfrutar lo que le daba el de Tauro, mientras que el de cabellos púrpura era entusiasta en probar ese miembro, humedecerlo con su saliva, acariciarlo con su lengua, bombear con intensidad por la pasión que lo llenaba, el aroma de ese sexo era intoxicante, llegando hasta su sangre que corría más aprisa y atizaba la pasión que ya lo dominaba. Las manos del de mirada glauca fueron firmes, separaban aún más esas largas piernas sin dejar de mamar el sexo que deseaba tanto, lo tomaba hasta la base y lo dejaba ir sin soltar la corona, guiándolo a su interior de nuevo, de forma constante, rítmica, brindándole sensaciones deliciosas al de cabellos dorados que se sujetaba de los cojines sin lograr control de sus caderas que parecían tener vida propia y buscaban una y otra vez esa boca que lo estimulaba por completo.

—     Aldebagán—gimió el de Francia.

El de Tauro se separó lentamente, haciendo que su compañero estuviera muy consciente de la manera en que se apartaba de su labor, sus miradas se encontraron, los azules ojos de Misty solo pudieron contemplar como la fuerte figura de su compañero se ponía de pie, se quitaba las zapatillas, las medias y los pantalones, y de un solo movimiento apartaba apenas la tela para dejar libre su sexo ya excitado. Se comunicaron bastante bien con su expresión pues el de cabellos dorados no dejaba de mirar ese varonil rostro al mismo tiempo que se sentaba sobre el sofá, con una mano sujetó el viril miembro para comenzar a probarlo con suavidad, la otra lo acariciaba por los testículos con cuidado, intentando encontrar la manera de proceder para que su encuentro fuera satisfactorio.

Con bastante entusiasmo Misty se puso en la tarea que le encomendaban, que era complacer al de Tauro, besaba el sexo a su alcance, lo probaba con cuidado y lamía la tibia piel que iba descubriendo al empujar con delicadeza el prepucio y encontrarse con el frenillo que atendió con solicitud. Una vez que parecía comprender un poco mejor el cuerpo de su compañero, el de cabellos dorados no vio porque retrasar las cosas, abrió la boca y comenzó a tomar cuanto podía del rígido sexo en su mano, no era tan sencillo como esperaba pero le gustaban los retos, así que no dejó de ser entusiasta y participativo mientras complacía el de ojos verdes. Al de cabello púrpura no podía menos que gustarle, sentirse cobijado por esa cálida boca, los labios que lo masajeaban, la lengua que aleteaba alrededor, incluyendo por supuesto esa hábil mano que no dejaba de acariciarlo y masajearlo por los testículos, de verdad era maravilloso e insuperable ese hombre de ojos azules.

Definitivamente estaban excitados, todo su cuerpo lo indicaba, no solo sus sexos que ya estaban erguidos y listos para continuar, sus miradas se encontraron y sin más se estaban besando de nuevo sobre el sofá enredándose uno contra el otro guiados por la necesidad, el calor de su piel los impulsaba a continuar y esas vibraciones que surgían de sus vientres los hacían moverse de una forma muy específica. Sus caderas parecían buscarse con insistencia a ciegas, pero con atrevimiento, intentaban acoplarse lo más pronto posible, siendo así el de Lagarto no tuvo ningún problema en separar sus muslos de forma por demás invitante y su compañero se alojó entre ellos con velocidad, quedando abrazados de forma sensual, varonil, conociéndose un poco mejor y decidiendo la posición de cada uno en ese encuentro.

Aldebarán no dejaba de acariciar a ese hermoso rubio por el cabello y la espalda, no se cansaba de probar esos labios y su piel, sentir su calor, combinar el aroma de sus cuerpos bajo el deseo, no parecía haber problemas para seguir y por lo mismo no fue discreto en llegar al sitio que deseaba, el tibio espacio entre las redondas nalgas que frotó con su dedo índice obteniendo una serie de gemiditos sensuales que lo excitaban aún más. A Misty le encantaba la sensación, había algo un poco rudo en la situación pero no le molestaba, ese hombre era tan varonil, su cuerpo le encantaba, incluso ese vello que se frotaba contra su piel lo incitaba a seguir, y sin poderlo evitar apretó con algo de fuerza los marcados hombros pues le gustaba lo que ocurría: el mismo dedo había entrado un poco en su intimidad. No era sencillo, no contaban con algún tipo de lubricante en ese preciso instante pero tampoco iban a aguardar para continuar, ya estaban lejos del punto en que detenerse era una opción para los dos.

Siendo el cuadro en el que se encontraban, el de ojos verdes estaba bastante dispuesto a hacer algo que había visto pero no estaba seguro de cómo funcionaba, aunque el cuerpo desnudo de su compañero, excitado y activo, facilitaba que no viera los contratiempos sino lo que podía obtener y lo más importante era complacer al de cabellos dorados. De manera firme y determinada el de cabellos oscuros sujetó una vez más esas bien formadas piernas pero  las elevó un poco más, afortunadamente el de ojos azules era flexible, porque lo que buscaba el otro hombre era su delicada entrada al placer, y justamente, quería darle placer. La voz del de Lagarto se dejó escuchar, daba palabras sensuales y entregadas, no era para menos, sentía su estrecho pasaje externo ser besado, acariciado, la lengua del de ojos verdes se movía con habilidad lubricando lo mejor posible el delicado sitio para ser acariciado por los fuertes dedos que intentaban abrirse paso para dilatar el punto deseado.

Un entregado Misty se sentía no solo excitado, sino sobrexcitado, su cuerpo parecía querer más y lo buscaba de forma no muy discreta o pudorosa, él mismo sujetó sus muslos para mantenerlos abiertos y el de cabellos color púrpura pudiera continuar; esos dedos continuaban con esa boca que no dejaba de prepararlo, sentía como se iba relajando, como era más sencillo que esos dígitos entraran a su intimidad, dibujaran sensuales círculos, incluso lo hicieron arquearse cuando encontraron la próstata que fue atendida muy asiduamente. El de Tauro solo podía sentirse dichoso con un hombre como ese, dulce y entregado en la intimidad, dispuesto al cariño y al placer, sin remilgos y a quien le gustaba tal y como era, sin juzgarlo, era maravillosamente único, tan especial.

—     Misty—lo llamó con suavidad.

Lograron mirarse al rostro por unos instantes, de pronto el de ojos verdes no estuvo seguro de lo que quería decirle, era tanto que no encontraba las palabras, pero el rubio solo sonrió y le acarició el pecho, mirándolo con seguridad, estaban listos. Fue el de ojos azules quien se acomodó contra el sofá de nuevo, con su cuerpo medio recostado y separando sus largas piernas sin perder de vista al de Tauro, era muy claro lo que esperaba y deseaba, pero dijo algo más, algo que iba a dar un giro a su relación.

—     Aldebagán…amog…

Por un segundo el de cabellos púrpuras no supo qué hacer ¿Amog? ¿Estaba entendiendo bien? ¿Amog? es decir ¿acababa de decirle amor? su confusión fue visible pues el de Lagarto no comprendía por qué no continuaba ¿acaso sucedía algo?

—     Aldebagán—decía moviéndose de su sitio.

Sin embargo las fuertes manos del de ojos verdes lo hicieron volver al sofá, sujetándolo por los hombros, no pudo hablar pero sí pudo besarlo con intensidad, hasta que casi se quedaron sin aliento, pero eso importaba menos cuando el decidido sexo del de Tauro buscaba entrar, se colocaba contra la suave entrada masculina pero fue necesario que utilizara una mano para guiarlo al preparado pasaje, la enrojecida corona estaba en su sitio y empujó, pero resultaba un poco difícil. Intentando hacer más sencilla la cuestión el más alto terminó por escupir saliva en su mano y lubricó un poco más su miembro, de nuevo procedió al ataque y resultó un poco más fácil, de inmediato el de ojos azules lo abrazó por el cuello y colocó sus piernas alrededor de esas fuertes caderas que embestían con determinación.

Los dos hombres tuvieron que gemir, no podían contenerse, sus voces iban en diferentes tonos y acentos pero sin duda declaraban que les gustaba lo que compartían, sus cuerpos se iban uniendo como si se les hubiera creado para encontrarse, cumpliendo promesas, satisfaciendo deseos, el cuerpo del de ojos azules se mantenía con pasiva heroicidad pues el de mirada glauca se imponía con masculino ardor. Se dieron unos instantes de tregua, permitiéndose estar a gusto con encontrarse, con reconocer la forma de sus músculos, de sus pieles, sus cuerpos por completo, pero más cómodos con la situación no había razón para esperar, se estrecharon y dieron rienda suelta a su entrega. Las caderas de ambos correspondían por completo, Aldebarán se hundía en ese pasaje que se abría suavemente para recibirlo, estrujaba su sexo, lo llenaba de sensaciones intensas que lo hacían respirar más aprisa, al mismo tiempo que Misty parecía vibrar por ser penetrado con esa fuerza, esa seguridad, ser sostenido con semejante rigidez mientras el erguido sexo de su compañero llegaba hasta lo más íntimo de sí mismo.

Guiados por la sensualidad ambos amantes daban a su pareja todo lo que les era posible, al mismo tiempo que disfrutaban de las caricias que el otro les brindaba en medio de su entrega amorosa, dejándose llevar por la sensualidad tan natural que salía a flote por ese amante entre sus brazos, habían esperado por ello pero vivirlo les daba más. No eran esos imaginarios escenarios que habían tenido bajo la ducha o bajo las sábanas, era mejor, porque aunque no pensaran en ello había lazos muy firmes que los unían ya. El turgente sexo de Aldebarán traspasaba de nuevo y de nuevo el masculino pasaje de Misty, hundiéndose hasta donde le era posible, a momentos con suavidad pero en otros no podía reprimirse y sujetaba esas afiladas caderas para sacudirse con fuerza contra su compañero quien respondía sacudiéndose de manera libre y erótica por los impulsos que nacían de sus entrañas.

Dejándose llevar por el placer no podían controlarse mucho, las veloces palpitaciones de sus corazones no paraban, su sangre corría con prisa por sus venas aumentando el rigor de sus sexos endurecidos, las coronas palpitaban con intensidad mientras una serie de espasmos ardorosos inundaba sus vientres al punto de hacerlos arquearse sin mucho control, dando unos sensuales gemidos masculinos que retumbaban contra los muros. Sus cuerpos se buscaban a ciegas, las manos del de Tauro parecían apenas poder sostener ese sensual cuerpo que se agitaba bajo sus caricias y la fuerza de su varonil miembro, el de Lagarto por su parte sentía que no era capaz de contener ese vasto sexo en su interior que se hundía hasta estimular su próstata liberando vibraciones que lo sobrepasaban.

No había marcha atrás, todo su ser clamaba por la culminación, había como una oleada de sensaciones que los iban cubriendo, una marea que los arrastraba a su interior en una ola y otra y otra, sumergiéndolos hasta que no veían nada, no respiraban, no escuchaban, todo era inexistente excepto las pulsaciones del placer que anunciaban el clímax. El de cabellos dorados se sacudió con fuerza, temblando sin control alguno, por instinto su compañero lo masturbó sin mucha habilidad pero fue suficiente para ayudarlo, hasta que su blanca simiente se esparció por encima de sus torsos. Para el de ojos glaucos fue de verdad intenso, sentirse estrujado por las pulsaciones del orgasmo del rubio que a la vez lo hicieron acabar a él, su tibia simiente se liberó con naturalidad dejándolo inmóvil por unos segundos para desplomarse después sobre el cuerpo de su hermoso amante.

 

**********

 

Oh déjame ser 
Tu osito de peluche.
 


Necesitaron de algo de tiempo para relajarse, la situación los sobrepasó pero ambos habían aguardado mucho por ese momento y al vivirlo se les salió un poco de las manos, aunque de ninguna manera se arrepentían, si así era la primera vez entre los dos les encantaría ir conociéndose más y perfeccionando sus encuentros. La mano del de cabellos rubios acariciaba con afecto la nuca del de Tauro, como si aguardara porque el otro se sintiera más dueño de sí mismo para poder hacer algo, lo que él decidiera, pues sin duda en ese instante el de ojos azules se sentía completamente en manos de ese hombre que lo había poseído hasta la saciedad. Finalmente el más alto se movió un poco, reconociendo dónde estaban y convenciéndose de lo que habían compartido.

—     Misty—lo llamó.

El de cabellos dorados solamente lo miró, aguardando y dispuesto a hacer lo que dijera su compañero que en ese momento a sus ojos era el hombre más apuesto que hubiera conocido en su vida.

—     ¿Quieres ir a la recámara?—ofrecía el de ojos verdes.

—     Si tú quiegues—respondió casi tímido.

—     Estoy sintiendo un poco de frío, mejor vamos a la cama.

El de ojos azules estaba dispuesto a seguirlo aunque se sentía no tan dueño de si como le hubiera gustado, sin embargo no hizo falta que se pusiera de pie siquiera, pues el de Tauro lo sujetó sin dificultad entre sus fuertes brazos, lo besó en los labios y caminó despacio con él hacia la habitación.

—     Misty, cuando me dijiste amor…

—     ¿Sí?

—     ¿Fue por el momento solamente?

El de Lagarto pareció pensarlo, haciendo que el de Tauro se detuviera en el dintel de la entrada, aguardando por una respuesta.

—     No—respondió al final el de cabellos dorados—no fue pog el momento.

Al reconocer eso agachó la mirada, como si se sintiera apenado pero el de ojos verdes solo sonrió y le habló mientras continuaba con su camino.

—     Me alegra saberlo, porque también te amo.

—     ¡Aldebagán!—dijo el otro emocionado.

—     Tenemos que descansar Misty, hay muchos planes que hacer para los dos.

—     Los haguemos Aldebagán—lo secundaba vivamente.

El de cabellos púrpura lo dejó en la cama y apenas si se limpiaron con una toalla cuando estaban abrazados de nuevo y se contaban todo lo que desea que supiera su compañero, lo que pensaban de su relación y los planes que habían concebido pero aún no se atrevían a exponer, estaban felices y eso era lo más importante.

—     Soy feliz contigo Misty, soy tan feliz que no imaginaba que sería de esta manera—le confesaba el de ojos verdes.

—     Y tú me haces feliz Aldebagán, muy feliz.

Diciendo eso pareció refugiarse contra su pecho, acariciándolo con ternura.

—     Te amo mi fuerte osito.

El de Tauro ya no pudo decir nada pero sonrió, no estaba mal, si lo amaba como él estaba dispuesto y feliz de ser suyo, de ser su osito.

 

**********

 

 

FIN

 

 

 

Notas finales:

 

Sé que en Saint Seiya los personajes eran lampiños pero necesitaba hacer a Aldebarán de esta manera para que tuviera sentido con la trama.

La canción es (Déjame ser tu) osito de peluche, de Elvis Presley, se me ocurrió la trama escuchando la canción.

Si nada sucede nos leemos la semana entrante.

Deseo que les gustara.

Atte. Zion no Bara

 

 


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