Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Amar en Tres Tiempos (Riren/Ereri) por Tesschan

[Reviews - 7]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

Tiempo Extra:

Alma Gemela

 

Tu alma gemela no es alguien que entra en tu vida en paz, es alguien que viene a poner en duda las cosas, que cambia tu realidad, alguien que marca un antes y un después en tu vida.

No es el ser humano que todo el mundo ha idealizado, sino una persona común y corriente, que se las arregla para revolucionar tu mundo en un segundo.

(Mario Benedetti)

 

 

 

El suave ruido metálico de la puerta de entrada al abrirse y cerrarse inmediatamente a continuación, alertó a Levi de quien había llegado a casa. Tras dar un último sorbo a su taza de té Rooibos, la dejó con cuidado sobre la blanca isleta de la cocina y se levantó del taburete que ocupaba en ese momento.

Las nubes cargadas que se apreciaban a través de la ventana habían oscurecido el cielo casi como si fuese de noche, a pesar de que apenas eran las cuatro de la tarde y ya estaban a finales de marzo, por lo que los días solían ser más largos debido al inicio de la primavera. Fuera, la lluvia arreciaba con una fuerza brutal debido a las potentes ventiscas que se habían anunciado para esa tarde, golpeando sin piedad contra los cristales de la cocina y el techo, produciendo una cacofonía constante y parcialmente ensordecedora que, sin embargo para él, resultaba hasta cierto punto relajante.

Aun así, el inconfundible sonido de la voz de Eren al hablar con alguien y luego su risa se coló entre el ruido, haciendo que él se tensara en el acto, ya que aquella situación le resultó casi como un déjà vu de quince años atrás, sobre todo cuando Bes comenzó a aullar bajito desde la sala de estar, un signo inequívoco de que el animal estaba descontento o asustado.

A toda prisa, Levi salió disparado hacia el recibidor, ahogando un gemido de consternación cuando vio lo que allí se encontraba.

—Joder… ¡No, Eren! No nos vamos a quedar con eso —le dijo de inmediato al otro cuando vio a la empapada criatura que chorreaba agua en su impecable piso de tarima y lo observaba con enormes ojos asustados.

El mocoso se volvió a verlo nada más oírlo, mirándolo como si fuese el mayor de los idiotas y frunciendo sus pobladas cejas castañas en un gesto obstinado que él conocía demasiado bien.

—¡Por supuesto que no nos podemos quedar con él, Levi; no seas absurdo! ¡Eso sería secuestro! —se apresuró a responder Eren antes de soltar la mano del niño que iba a su lado—. Este es Falco Grice, el hermano menor de nuestro vecino, Colt, y al cual se supone ya deberías conocer de todas las veces que lo hemos visto al entrar y salir de su casa durante los tres últimos años —le recalcó este con velado sarcasmo—. Falco acababa de volver de la escuela cuando se percató de que no tenía las llaves consigo, por lo que supuso que tendría que esperar fuera de casa hasta que su hermano regresara del trabajo en un par de horas más. Sin embargo, nada más bajar del coche lo vi allí, empapándose bajo la lluvia, por lo que luego de preguntarle lo que ocurría, le dije que podía quedarse con nosotros hasta que Colt volviera —explicó. Tomando al chico del hombro para hacerlo pasar adelante, Eren continuó con tono más amable—: Falco, él es Levi Ackerman, mi esposo, como ya sabes. En verdad no es tan malhumorado como aparenta, así que no tengas miedo.

—Encantado de conocerlo, señor… Ackerman —masculló este con un hilo de voz tan tenue que apenas fue audible.

De mala gana sus ojos grises recorrieron al escuálido y empapado crío, obligándolo a admitir que Eren tenía razón. Había visto a este un par de veces antes, aunque solo de pasada y sin darle ninguna importancia real, por eso no lo recordaba.

Falco, que seguía mirándolo con una expresión de lechuza aterrorizada y avergonzada, no tendría más que unos doce o trece años y una constitución enclenque que de manera inevitable le recordó a la de otro mocoso, años atrás. El corto cabello castaño claro se le pegaba a la cabeza a causa de la lluvia y la ropa que llevaba estaba tan mojada y enlodada que, prácticamente, había formado un pequeño lago a sus pies. Uno muy sucio por cierto.

El nuevo y lastimero aullido de Bes no se hizo esperar, por supuesto. Este se encontraba en la entrada del salón observando al niño con gesto miedoso, pero nada más ver a Eren pareció enloquecer, decidiendo que estaba bien ser valiente por un día, así que se acercó hasta donde este se encontraba meneando la cola en señal de alegría y olvidándose por completo de que le aterrorizaban los extraños y de que la humedad le hacía doler los viejos huesos y lo cansaba.

—¡Quieta ahí, bestia! —dijo él con tono autoritario, haciendo que el can se sentara obedientemente en sus cuartos traseros, aunque sin apartar sus castaños ojillos de Eren, gimiendo bajito de forma suplicante. Al oír que este soltaba una carcajada, Levi se volvió a verlo con mala cara, percatándose solo en ese instante de que el niño acababa de quedarse a medias en su recorrido, ya que al parecer quería ir a ver al perro pero se detuvo al escuchar su orden. Soltando un suspiro de exasperación, le dijo a Falco—: Oi, mocoso, no era a ti a quien se lo decía, sino a este condenado chucho. No quiero que pise el agua embarrada y luego me deje toda la casa hecha un asco.

El crío asintió asustado y Eren, que observaba toda la escena con divertida atención, guiñó un ojo en su dirección y le sonrió de medio lado antes de acercarse a donde el perro se hallaba sentado para acuclillarse junto a él y acariciarlo. Bes de inmediato se tumbó en el piso, casi a punto de morir de la felicidad.

—Bueno, Falco, este chico de aquí es Bes —le explicó el mocoso al niño al tiempo que acariciaba la negra cabeza del perro que lo miraba con adoración—. Y ese par que ves allí —le indicó, enseñándole a la pareja de grises gatos atigrados que acababan de hacer acto de presencia en el recibidor—, son Isis y Osiris.

Nada más ver a los felinos, la mirada de Falco pareció iluminarse. Estos, con su paso cadencioso y ufano, comenzaron a caminar hacia donde Levi se encontraba, de seguro deseosos por llamar su atención. Al percatarse de que el crío parecía dispuesto a coger a uno de los animales sin temor alguno, él lo detuvo sosteniéndolo del hombro.

—Oi, oi, alto ahí, mocoso. Ten cuidado con estos bichejos, porque a veces no saben comportarse; además, no creas que voy a permitir que dejes mi casa hecha un asco de agua y lodo. Antes te quitas esa ropa mojada y te secas. Después ya veremos si te aceptan y puedes jugar con ellos —le advirtió, ante lo que Falco asintió obedientemente. Indicándole con un dedo la puerta que estaba al fondo del corredor y daba hacia la cocina, le dijo muy serio al niño—: Al lado de la cocina está la lavandería. Sobre la secadora hay una pila de toallas limpias, así que toma un par para secarte y quítate esa ropa mojada, yo me encargaré de ella después. Espérame allí y no toques nada más, ¿entendido? —Falco asintió sumiso, al parecer incapaz de abrir la boca para decir ninguna oración demasiado larga—. Te traeré un par de prendas para que puedas cambiarte.

El niño volvió a asentir por tercera vez, ante lo que él solo rodó los ojos pensando que aquella criatura era exasperante.

—Gracias, señor Ackerman. Lamento molestarlo de esta forma.

—Tch, por esto detesto a los mocosos —masculló por lo bajo para sí, oyendo como la nada disimulada risilla de Eren se perdía en un carraspeo—. Levi, Levi está bien. Ve de una puta vez —ordenó, logrando que el chico corriera en el acto hacia donde le había indicado, mientras oía con desagrado el chapoteo producido por el agua que goteaba tanto de sus vaqueros azules como de la sudadera roja que llevaba puesta.

Una vez quedaron nuevamente solos en el recibidor, el mocoso, que había dejado de acariciar a Bes un momento para sostener en sus brazos a Isis que pedía su atención, se acercó hacia donde él estaba para dejar un suave beso en sus labios.

—Hola, cariño, ya estoy en casa —le dijo este con voz melosa y expresión risueña, pero Levi lo apartó de un empujón en el pecho, arrepintiéndose en el acto cuando notó la mano toda mojada a causa de la ropa empapada del otro.

—Tch, no ha sido un regreso demasiado agradable —respondió a regañadientes mientras buscaba su pañuelo en el bolsillo delantero de sus vaqueros grises y comenzaba a secarse la mano.

—¿De verdad pensaste que había traído un niño a casa, Levi? —Eren, sin poder contenerse más, soltó una risita burlona, ganándose una mirada acerada de su parte.

Sintiéndose un poco abochornado a causa de su obviamente absurdo error, él simplemente se encogió de hombros e intentó parecer despreocupado.

—Llevo veinticinco años intentando descubrir cómo funciona tu jodido cerebro, mocoso, y todavía no lo consigo. —Acercando una mano hasta la rasurada mejilla izquierda de este, la acarició con suavidad un par de segundos antes de darle un breve pellizco—. Tch, todo es culpa tuya y de tus malditas sorpresas los días de lluvia.

Eren se rio alegremente nada más oírlo; sus ojos verdes brillando de forma intensa en aquel rostro que Levi conocía tan bien. Veinticinco años eran tiempo suficiente para que la imagen de alguien se grabara en la memoria, ya no como algo físico, sino como algo que prácticamente formaba parte del alma. Él estaba seguro de que si en algún momento, por el motivo que fuese, no pudiera verlo más, recordaría a la perfección el rostro de este: cada ángulo, cada curva, cada pequeño detalle e imperfección; tanto del niño que había sido en el pasado como la del hombre de treintaicinco que Eren era ahora.

—¡Pero de todos modos mis sorpresas acaban siempre gustándote! —exclamó su esposo contento—. Si no, mira a Isis —le dijo acercándole a la gata que de inmediato comenzó a ronronear para que la tomara en brazos—. Ella te adora. Y solo a ti, como podrás darte cuenta —añadió este cuando la felina le gruñó bajito para que se apartara nada más quedar en poder de Levi.

Sujetándola entre sus brazos e intentando ignorar que el pelaje plomizo del animal estaba ligeramente humedecido y que su suéter negro quedaría de seguro lleno de ellos, él la apoyó contra su pecho donde esta se aovilló feliz. Una sonrisa curvó sus delgados labios cuando Eren, que intentó aprovechar esa oportunidad para acariciarla, se vio sorprendido por el amenazador bufido de Isis que, con sus ojos dorados entrecerrados, le estaba advirtiendo que se largara de una puta vez y los dejara en paz. En ausencia de Khepera, esa condenada gata era la reina; una que consideraba que aparte de ella y Levi, todo el resto era escoria.

—Oi, mantén las manos lejos si no quieres que esta bestia te arañe. El jodido médico eres tú, no yo. Ya estoy harto de tener que curar tus heridas y que me dejes todo perdido de sangre, ¿sabes lo que cuesta limpiar esa mierda? —le advirtió al otro cuando nuevamente hacía intentos de tocar al animal. Como si quisiera consolarlo, Osiris, tan cariñoso como siempre era,se restregó contra una de las perneras de los negros vaqueros de Eren, maullando para llamar su atención.

—Es en verdad muy mala —refunfuñó su esposo mientras se inclinaba para tomar al otro gato—. Debería recordar que yo la rescaté. Me debe la vida.

—Te recuerdo que ese no fue un rescate, sino un robo, mocoso. ¡Te saltaste al puto patio de una casa, Eren! Tuvimos suerte de que no te denunciaran. —Soltando un pesado suspiro, Levi miró detenidamente al otro, quien, a pesar de intentar parecer compungido, apretaba los llenos labios con tal fuerza que él supo de inmediato que estaba haciendo un enorme esfuerzo por no romper a reír.

—En mi defensa —comenzó este unos cuantos minutos después— diré que ese hombre los tenía abandonados. Ese día llovía tanto como lo hace hoy y Osiris e Isis se encontraban solos en el patio, desprotegidos y hambrientos, mojándose. Podría haberlo denunciado por maltrato animal —aclaró con su obstinación habitual; mirándolo con fuego verde en los ojos y la certeza absoluta de que había hecho lo correcto—. Además, este acabó accediendo a que nos los quedáramos, ¿no?

Levi debía reconocer que aquello era verdad, hasta cierto punto, y también que en parte él mismo acabó aceptándolo solo por ver feliz a Eren que parecía haber quedado destrozado tras la muerte de Khepera, diez años atrás. Por aquel entonces el mocoso tenía veinticinco, sin embargo había llorado durante días como un niño pequeño por la pérdida de su mascota. Y fue solo debido a ello que él terminó intercediendo en aquel altercado, pidiendo disculpas en nombre de Eren por su mal comportamiento y acordando, sin que este supiese, un pago monetario nada justo con el maldito cabrón que tenía a los bichejos. Ahora, sin embargo, Levi pensaba que aquel no había sido un mal trato después de todo, ya que el mocoso volvió a ser feliz gracias a la nueva compañía de los gatitos y, de paso, Bes también. La ausencia de Khepera realmente resultó ser un duro golpe para todos, incluso él mismo.

—Tch, no sé cómo demonios consigues salirte siempre con la tuya —masculló, ganándose una enorme sonrisa por parte del otro que hizo que algo en su pecho se calentara durante un segundo. ¡Joder! ¿Por qué demonios seguía ocurriendo aquello si ya llevaban tanto tiempo juntos? Era en verdad injusto el efecto que Eren siempre ejercía sobre él. Cada vez que aquello ocurría, a Levi le daban unas enormes ganas de patearlo hasta que le pidiese perdón por descolocar su vida de ese modo—. Ya mocoso, largo de aquí. Sube a darte un baño y a cambiarte esa ropa mojada —le dijo, mirando con ojo crítico la blanca camisa empapada que se apreciaba bajo la negra chaqueta de cuero que este llevaba, donde las pequeñas gotitas de agua que caían de los cortos mechones de su cabello castaño resbalaban sin piedad, perdiéndose allí—. Yo me encargaré del crío, pero no te hagas ilusiones. Una vez acabes de vestirte, me ayudarás a limpiar toda esta mierda —añadió, señalando el desastre de agua y lodo que era el recibidor. Eren soltó un desganado suspiro y asintió.

—Lo que tú digas, Levi. —Inclinándose con rapidez hacia él, este volvió a unir sus bocas una vez más, aunque en esta ocasión el beso fue bastante más largo y apasionado. Cuando se separaron, los ojos de Eren brillaban y una coqueta sonrisa adornaba sus labios—. Y por cierto, ya no soy un mocoso.

Levi rodó los ojos.

—Un mocoso siempre será un mocoso. No importa el tiempo que pase —aclaró—. Ya, largo de aquí, Jaeger. No pongas a prueba mi paciencia. Te aseguro que estoy a un paso de patearte el culo y largarte fuera, aunque esté lloviendo.

Soltando un nuevo suspiro, Eren dejó a Osiris en el suelo y acarició a Bes una vez más antes de dirigirse hacia la escalera. Él acababa de volverse para dirigirse hacia la lavandería cuando este lo llamó, observándolo desde el descansillo y con medio cuerpo fuera, apenas agarrado a la barandilla.

—Te amo, Levi. Y no eres ni la mitad de malo de lo que intentas aparentar ser. Siempre lo he sabido.

En respuesta, él le enseñó el dedo medio, mirándolo muy serio; pero, como no, Eren solo se rio antes de comenzar a subir nuevamente a toda prisa. Cuando este acababa de llegar al rellano, Levi lo llamó, haciéndolo detenerse.

—También te amo, mocoso, pero te aseguro que eres el doble de desastroso de lo que seguramente piensas que eres. Un puto caos andante. Pero aun así —continuó él, sintiendo como algo le oprimía la garganta—, te seguiría eligiendo, una y otra vez. Incluso después de que esta vida termine.

La expresión de sorpresa de Eren fue casi un poema: asombro mezclado con desconcierto, alegría y un sinfín de emociones más. El mismo tipo de expresión que Levi había visto en el rostro de este a los quince años después de besarlo por primera vez y decirle que correspondía a sus sentimientos. El mismo cúmulo de emociones desmedidas que el otro pareció albergar cuando cumplió los veinte y él le pidió que viviesen juntos.

Vio a Eren abrir y cerrar la boca un par de veces, de seguro ansioso por decir algo, pero Levi, muriendo de vergüenza a causa de su jodido arrebato, no le dio tiempo, escabulléndose dentro de la cocina y deseando que su maldito corazón dejara de atronar contra su pecho como si fueran los tambores de una batalla.

No importaba el tiempo que pasara, aquel condenado mocoso siempre acabaría siendo su única debilidad.

 

——o——

 

Casi dos horas después del inicio de aquel desastre, Levi finalmente volvía a recuperar su tan ansiada paz y su tranquilidad.

Colt, el mayor de los Grice, se había deshecho en disculpas con él por lo ocurrido con su hermano menor cuando llegó a recogerlo, pero Levi, desesperado por huir de allí de una maldita vez ya que detestaba ese tipo de situaciones, le restó importancia al asunto intentando ser medianamente cortés; sin embargo el condenado crío, Falco, lo atajó en su hábil escape agradeciéndole sentidamente por todo y prometiéndole que los compensaría, tanto a él como a Eren, en cuanto le fuese posible. Y ver aquel tipo de comportamiento en el niño lo había dejado pensando inevitablemente en el pasado.

Sin despegar los ojos del libro que estaba leyendo sentado en la sala, Levi oyó con claridad cuando Eren, tras acabar de despedirse de los Grice con su buen humor y cortesía habitual, cerró la puerta de entrada y todo regresó a la normalidad.

Como era demasiado pronto para preparar la cena ya que apenas pasaban de las seis, él había decidido refugiarse en la sala, junto al fuego de la chimenea, mientras bebía un poco de té e intentaba leer un rato. Sin embargo, cuando el familiar peso de una cabeza sobre su regazo interrumpió su lectura, al bajar la vista se encontró con los impresionantes ojos verdeazulados de su esposo que, tumbado de espaldas en el sofá negro, lo miraban muy atento.

—Colt me ha pedido que volviera a agradecerte por todo, Levi. Ha dicho que has sido muy amable por recibir aquí a Falco y prestarle tu ropa para que se cambiara; que la lavará esta noche y la traerá de regreso mañana —le informó Eren—. Ha sido una tarde divertida, ¿no crees?

—Tch, ha sido una tarde de mierda. Pensé que al haber decidido cerrar la tienda temprano hoy tendría algo de tiempo libre y tranquilidad, pero mira en lo que ha acabado. —Se quitó las delgadas gafas de lectura y las dejó sobre la mesita de centro ovalada, tomando al mismo tiempo el marcador de plata que el mocoso le había obsequiado por su cumpleaños número treinta para meterlo en el libro y dejar este a un lado—. ¿Ha sido un día duro en el trabajo?

Los labios de Eren se torcieron en un gesto de fastidio.

—Ni que lo digas. Al parecer medio Shiganshina ha decidido que este es un excelente momento para contraer gripe primaveral. No he tenido ni un maldito segundo libre en todo el turno —se quejó. Cerrando los ojos, su esposo soltó un pesado suspiro de cansancio y relajó el ceño, momento que Levi aprovechó para enredar sus dedos entre el desordenado y corto cabello castaño que aún seguía húmedo tras el baño.

Años atrás, nada más haber cumplido los treinta, Eren decidió que era el momento adecuado para un cambio, por lo que quiso cortar la larga melena que llevaba hasta entonces, alegando que se negaba a parecerse todavía más a su padre. Al final, el mocoso acabó adoptando un corte muy similar al que solía utilizar de niño, el cual casi siempre terminaba convertido en un completo desastre de finas y revueltas hebras castañas que, secretamente, él adoraba, aunque no lo admitiría ni bajo tortura.

—Qué bueno y tranquilizador es saber que pueden contar con usted, doctor Jaeger —soltó con ironía, logrando que Eren abriera nuevamente los ojos para lanzarle una mirada venenosa que lo hizo sonreír—. Tch, si querías un trabajo más tranquilo, deberías haber aceptado la propuesta de tu viejo y haberte quedado con su consulta.

—Ni hablar. Habríamos acabado discutiendo por todo, todo el tiempo —reconoció su esposo, levantando una mano para acariciar la suya que seguía entre sus cabellos—. Además, me habría aburrido a muerte.

Levi chasqueó nuevamente la lengua.

—Que mocoso más problemático eres.

Sonriendo de forma socarrona, Eren le guiñó un ojo y soltó lleno de seguridad:

—Pero me quieres así. —Él, sin nada de delicadeza, tiró de un manojo de cabellos haciendo que el otro se quejara al instante—: ¡Auch, para, Levi! ¡Vas a dejarme calvo!

—No deberías preocuparte, igualmente lo estarás en un par de años —respondió él, soltándolo unos segundos después sin una pizca de arrepentimiento. Eren lo miró con el ceño fruncido.

—No lo haré. Mi padre tiene ya sesenta y cuatro y sigue conservando todo el cabello, así que será igual conmigo. Es cuestión de genética.

Levi se encogió de hombros en respuesta.

—A lo mejor podría venirte la calvicie por el lado de Carla, quien sabe. Creo que ya he visto algunas señales en ella —sugirió, logrando que en esa ocasión el otro sí se riera.

—¡Que mi madre jamás te oiga decir eso, por favor! Estoy seguro de que si lo hiciera intentaría envenenarte la próxima vez que fuésemos a cenar.

El maullido sincronizado de Isis y Osiris entrando a la sala hizo que ambos volvieran de inmediato la vista hacia donde estos se encontraban. A pesar de ser macho y hembra, ambos felinos eran prácticamente idénticos, con aquel tupido pelaje gris atigrado y sendos ojos de un dorado intenso. Isis era un poco más pequeña que su hermano, pero allí acababan las diferencias. Si no fuera por los collares rosa y verde que ambos llevaban respectivamente, para quienes no los conocían tanto les sería casi imposible identificarlos.

El lánguido y lastimero maullido de la gata al ver que la cabeza de Eren ocupaba su lugar habitual en el regazo de Levi no se hizo esperar, pero el mocoso le sacó la lengua y no se apartó, desafiándola infantilmente. Esta, entrecerrando los ojos de forma peligrosa, de un hábil brinco se trepó sobre el vientre de su esposo, enterrando con saña las garras recortadas en el suéter verde oscuro que este llevaba, comenzando a amasarlo sin piedad. Osiris, viendo esto y creyendo que se trataba de un juego, de inmediato imitó a su hermana, subiéndose feliz a su lado y quedando ambos recostado sobre el estómago de Eren que los observaba divertido.

—Uf, demonios, sí que pesan. Creo que debemos ponerlos a dieta, Levi —le dijo este con voz semiestrangulada y una sonrisa mientras acariciaba la peluda cabeza de Isis que en ese momento no se mostraba reacia a aceptar su cariño—. Hay días que extraño a Khepera —le confesó Eren repentinamente un par de minutos después, perdiendo parte de su alegría—. Me pregunto qué pasará cuando Bes también nos deje —continuó, pensativo.

El perro, que estaba echado en su cama junto a la chimenea encendida, gimió bajito al oír su nombre y movió la oscura cola marrón, contento. Hasta hacía un par de años atrás, Bes había sido un alborotador de cuidado, haciendo que él se volviese loco en más de una ocasión cuando, al regresar del trabajo, encontraba los desastres que este había causado en su ausencia. No obstante, el perro ya tenía quince años y estos se le notaban. Ahora Bes pasaba más tiempo durmiendo y soportando la compañía de los dos felinos que saltando por allí y causando destrozos como antes.

—Supongo que cuando eso ocurra ya se te ocurrirá algo, estoy seguro —respondió Levi, alisando suavemente con el pulgar el ceño fruncido del mocoso—. Solo que, por favor, esta vez no lo robes, ¿está bien? Si en algún momento quieres otro perro solo dilo y ya.

Los ojos verdeazulados de Eren buscaron los grises suyos una vez más, regalándole una mirada cómplice que él supo interpretar de inmediato, porque llevaban mucho tiempo conociéndose y comprendiéndose; complementándose como las dos partes de un todo.

Inclinándose un poco, Levi dejó un ligero beso en la punta de aquella respingada nariz, pellizcándola luego. Sin embargo, antes de que él pudiera retirar su mano, esta se vio atrapada por la izquierda de Eren que entrelazó ambas en un hábil movimiento. Durante un momento este las sostuvo en el aire, contemplándolas con pensativo detenimiento, como si desease memorizar sus evidentes diferencias, tanto de tamaño como en forma y color.

—¿Te has arrepentido alguna vez de esto, Levi? —le preguntó de improviso, rozando suavemente con uno de sus dedos la sencilla alianza de oro que descansaba sobre su pálido anular.

Tras pensárselo un momento, él negó con un débil movimiento de cabeza.

—Hay días más difíciles que otros, sí; pero no, Eren, jamás me he arrepentido de haberte elegido a ti.

El mocoso, que estaba mirándolo extrañamente serio, luego de oír su respuesta entreabrió la boca, como si deseara decir algo; sin embargo, por algún motivo pareció cambiar de opinión y se calló, relajando el gesto y permitiendo que un dejo de sonrisa asomara a sus labios antes de llevar las manos unidas de ambos hacia su rostro para dejar un beso sobre el níveo dorso de la suya.

—Yo también pienso que hay días más difíciles que otros —reconoció este—. En algunos realmente he llegado a odiarte, Levi —le dijo solemne, enarcando las cejas de forma dramática y abriendo mucho los ojos para enfatizar aquello—; pero al final siempre termino pensando en cómo sería mi vida sin ti, y no me gusta. No me gusta el mundo que podría ser si no te tengo a mi lado.

En aquella ocasión fue su turno el llevar las manos de ambos hacia sus propios labios para poder besar la de Eren. Esa pequeña muestra de cariño era algo que él sabía le habría espantado realizar veinticinco años atrás. Por aquel entonces no tenía intención alguna de formalizar con nadie y mucho menos de pensar en pasar toda una vida junto a alguien más; sin embargo ahora, allí estaba, casado con un chico al que le sacaba quince años y pensando en lo que sería de ellos en dos o tres décadas más, o simplemente el día en que la misma vida que los había unido decidiese que ya no debían estar juntos.

—Pues no deberías pensar en eso, mocoso tonto. Apenas y llevamos casi diez años casados, por lo que todavía nos queda mucho tiempo juntos; además, aún no me cabreas lo suficiente para que me plantee seriamente el asesinarte —le dijo Levi, mordaz.

Eren, regalándole una semisonrisa de complicidad, se removió un poco en el sofá para acomodar mejor la cabeza sobre sus piernas; no obstante, una mueca de dolor crispó sus labios cuando Isis le dio un pequeño mordisco en el vientre para que se quedase quieto y no interrumpiera su descanso ni el de su hermano.

—Sí, ya llevamos casi diez años de casados, sin embargo, al mismo tiempo son ya casi veinticinco desde que nos conocemos —añadió—. Más de la mitad de mi vida. Casi la misma edad que tú tenías cuando hablamos por primera vez. Un cuarto de siglo. —Volviendo ligeramente el rostro para verlo mejor, este le preguntó, sonriendo—: por cierto, Levi, ¿deseas que te obsequie algo en especial por nuestro décimo aniversario de bodas? Será dentro de dos días.

Él se encogió de hombros.

—No realmente. Solo espero que tu maldito cumpleaños no acabe siendo un desastre como los últimos cuatro años. Los mocosos de Mikasa y Jean son un puto fastidio; no sé por qué sigues invitándolos —replicó, recordando con desesperación a aquel par de gemelos de seis años que no paraban quietos y destruían todo a su paso—. Joder, Eren, ¿por qué demonios tuviste que elegir justamente el día de tu cumpleaños para casarnos? Nunca entendí tu condenada idea de obstinarte en ello.

Este le sonrió traviesamente.

—Porque así me aseguraba de que jamás tendrías una excusa para olvidarlo; además, es nuestro aniversario de novios, por lo que ya resultaba una fecha especial. Y también, si lo piensas de forma positiva, verás que solo necesitas un regalo y punto, Levi. —Eren, quitándose con cuidado a los gatos de encima a pesar de los bufidos de protesta de estos, se levantó para quedar correctamente sentado en el sofá, arrimándose a su lado para dejar caer la cabeza sobre su hombro izquierdo. Debido a sus anteriores caricias, el corto cabello le había quedado todo desordenado y de puntas, dándole una apariencia muy divertida—. Lo pensé para facilitarte la vida.

—Tch, facilitármela y un carajo. Pero está bien, comprendo el punto —aceptó a regañadientes. Como era su costumbre, él alargó la mano para arreglar el desorden que era aquella mata de cabellos castaños; no obstante, se detuvo a medio camino cuando algo en la forma en como el otro lo miraba, un poco ansioso, un poco culpable, lo hizo sospechar—. Oi, mocoso, ¿a qué ha venido esa pregunta? ¿A caso quieres pedir algo en especial?

La risa nerviosa de Eren lo delató de inmediato, así como el hecho de que le rehuyera la mirada durante un momento, fingiendo contemplar a Bes que dormitaba plácidamente en su lugar habitual; sin embargo, cuando él le dio un pellizco en el costado para que levantara la cabeza y volviese a mirarlo, este se mostró muy serio, aunque un rubor furioso adornaba sus altos pómulos morenos y lo hacía parecer mucho más joven de lo que en verdad era.

—Levi, ¿podrías cerrar los ojos durante un momento? —le pidió su esposo sorpresivamente, la voz un poco estrangulada a causa de los nervios y una ansiedad creciente en sus ojos. Al ver su reticencia a obedecer, Eren lo miró con expresión suplicante, por lo que él, dejando escapar un lánguido suspiro de exasperación, aceptó hacer lo que este deseaba, esperando.

El cálido roce de los dedos de Eren al tomar su mano izquierda le hizo preguntarse qué idiotez estaría planeando este en esa ocasión, pero al sentir como algo se deslizaba en su dedo anular, Levi abrió los ojos de golpe, quedándose de piedra al ver que su esposo acababa de poner otro anillo allí. El «mismo» anillo que juró haber devuelto cuando, tras coincidir en su propuesta de matrimonio diez años atrás, ambos decidieron que con un solo par era suficiente.

Jodido mentiroso…

—Quiero que te cases conmigo —le dijo Eren, soltando las palabras de golpe y casi sin aliento. La mano que aun sujetaba la suya estaba tan temblorosa que resultaba hasta absurdo, pero a Levi aquello en vez de divertirlo, lo puso también nervioso, sin lograr comprender el porqué.

—Eren —comenzó él con toda la paciencia que fue capaz de reunir—, lamento ser yo quien te diga esto, pero estamos casados. De hecho, vamos a cumplir diez años estándolo.

Este asintió con vehemencia.

—Lo sé, pero quiero hacerlo otra vez. Ya hablé con mi madre hace unas semanas atrás y ella lo tiene todo listo. Será algo sencillo, te lo prometo —se apresuró a aclarar al temer un posible enfado de su parte.

Pasados unos cuantos minutos de incómodo silencio, en los que los únicos sonidos audibles en la casa eran el de la lluvia y el viento arreciando fuera, así como las suaves respiraciones de sus mascotas, Levi, lleno de genuina curiosidad, finalmente le preguntó:

—¿Por qué? ¿Por qué quieres que hagamos esto cuando no tiene ningún sentido?

Eren se rascó la mejilla con un dedo y bajó la mirada un segundo hasta sus pies descalzos sobre la blanca alfombra, donde los negros bajos de su pantalón de chándal se perdían. Sin soltar todavía su mano, la entrelazó con la suya antes de mirarlo otra vez.

—Fue algo en lo que pensé cuando resolvimos devolver los anillos —admitió—. En aquel momento sabía que hacerlo era lo correcto, lo que habíamos acordado, pero simplemente no pude. Fue por eso que decidí que las guardaría para pedirte dentro de diez años que volvieras a casarte conmigo, y así, sucesivamente, década tras década.

Él negó con un gesto.

—¿Y no podrías haber esperado hasta los veinticinco, mocoso? Es lo que suele hacerse en estos casos, ¿sabes?

Eren apretó los labios con obstinación y torció el gesto. Un signo inequívoco de que no cambiaría de opinión.

—Sí, sé que muchas parejas renuevan sus votos cada veinticinco años, y si lo vemos por ese lado, nosotros cumpliremos ese tiempo de conocernos, Levi, así que está bien. Pero si quiero hacerlo ahora y no en quince años más, es porque no acepto que nosotros debamos hacer lo mismo que todo el resto. Siempre hemos hecho las cosas a nuestra propia manera, sin importarnos si a los demás les parece bien, y no es algo que desee cambiar —añadió este de forma contundente, retándolo con la mirada a contradecirlo; cosa que él no hizo, por supuesto—. Además —continuó Eren con una pícara sonrisa—, si estamos doblemente casados, te será doblemente difícil dejarme si alguna vez acabo colmando tu paciencia y decides terminar conmigo. Entonces, ¿qué dices, Levi? ¿Aceptas?

Tras bajar una vez más la mirada hacia los dos anillos que descansaban en su dedo, tan similares y diferentes al mismo tiempo, él no pudo más que pensar que aquella propuesta era ciertamente ridícula. ¿Cómo iban a casarse si seguían manteniendo ese vínculo? Era algo tan tonto, tan absurdo… pero aun así, como en tantas y tantas oportunidades en las que Eren le había propuesto arriesgarse y cometer una locura, Levi, más emocionado de lo que estaba dispuesto a admitir, acabó cediendo, una vez más.

Levantando su gris mirada hacia el otro, asintió apenas en un gesto casi imperceptible, pero eso bastó para que el nervioso rictus que embargaba el rostro del mocoso se relajara y aquella sonrisa, que siempre iluminaba su mundo, se ampliara hasta el infinito.

Sin darle tiempo a reaccionar ni decir nada, él, sujetando la pechera del verde suéter que Eren llevaba, tiró con fuerza para obligarlo a inclinarse, robándole así un beso duro que los dejó a ambos sin aliento.

—No tienes tanta suerte, Jaeger. Lo que es mío, es mío. Siempre he odiado perder mis cosas y compartir —le dijo Levi con total seguridad—. Así que ya lo sabes: con anillo o sin él, no te permitiré irte de mi lado.

Tal y como esperaba, porque lo conocía demasiado bien, los brazos de este lo rodearon de inmediato, apoyando la cabeza contra su hombro y escondiendo el rostro en la curva de su cuello. El sonido estrangulado de la risa del mocoso, o su llanto, no estaba del todo seguro, reverberó por su cuerpo hasta perderse en sus huesos, probablemente albergándose en su corazón.

Eren ya no era el niño inquieto que había sido en el pasado ni tampoco el adolescente temperamental que parecía decidido a descolocar su vida; mucho menos el muchacho inexperto e inseguro que intentaba darle forma a una relación que no sabía cómo manejar y le parecía inmensamente complicada en su limitado mundo. No, Eren había crecido, y con ello la distancia entre ambos finalmente se había emparejado, aunque siguieran siendo quince años de diferencia, aunque él ya hubiese cumplido cincuenta y tuviese ya más que unas cuantas canas en el negro cabello y arrugas que sabía no estaban allí hacía unos años atrás, a pesar de que el otro siguiera refunfuñando porque parecía absurdamente más joven de lo que en verdad era. Sí, Eren había crecido para convertirse en un hombre, uno que con cada año que pasaba se asemejaba más a su padre que a su madre, como ocurría cuando este era todavía joven, y que pensaba un poco más las cosas antes de actuar, aunque seguían siendo su corazón y sus emociones las que gobernaban más que su sentido común.

Levi había querido a cada uno de aquellos Eren, de distinta manera pero con igual intensidad, y estaba seguro de que a medida de que los años transcurrieran lo seguiría haciendo, con cada nueva evolución, con cada pequeño cambio, porque Eren siempre sería Eren, y él no creía poder amar jamás a nadie como amaba a este.

—Oi, mocoso, una pregunta. ¿Cuándo pensabas decirme esto? —inquirió Levi pasados unos minutos, al caer en cuenta que aquello no estaba para nada planeado.

La amortiguada risa del otro no se hizo esperar.

—Mmm… bueno, la verdad es que desde hace tres semanas que llevaba las alianzas conmigo a todos lados, por si se presentaba la oportunidad de que lo habláramos, pero si no… supongo que te habrías enterado el mismo día, cuando llegáramos a casa de mis padres —confesó, ganándose de inmediato una colleja de su parte.

—Tch, mocoso de mierda, ¿es que no vas a cambiar nunca?

Eren, levantando la cabeza y saliendo finalmente del escondite que era su cuello, le dedicó una sonrisa ladina antes de besar brevemente sus labios.

—Probablemente no. Si acabé enamorándome de alguien como tú, Levi, de seguro debo tener algún defecto congénito.

—El único defecto congénito que tienes es ese jodido cerebro tuyo que no funciona como corresponde. Ya te lo dije una vez, ¿no? Tienes un gusto de mierda.

La sonrisa de su esposo no se hizo esperar, pero en esa ocasión este llevó sus manos hasta su rostro para acunarlo, besándolo una vez más antes de decirle en un susurro tan bajo que él lo sintió colarse bajo su piel:

—Aunque sé que ya te lo he dicho una infinidad de veces, realmente me siento muy feliz de haber pedido aquella vez ese deseo, Levi. Gracias por hacerlo realidad. Gracias por haberme dejado ser parte de tu vida y permitirme amarte cada día.

La mención de aquel deseo infantil lo llevó de inmediato de regreso al pasado, veinticinco años atrás, a una lluviosa tarde de marzo en la que un mocoso con unos enormes ojos verdes llenos de miedo y empapado hasta el tuétano, intentaba salvar a un gatito. En aquel momento Levi jamás pensó que, años después, ese mismo niño le confesaría estar enamorado de él, y mucho menos que él mismo acabaría correspondiéndole, porque este era su maldito talón de Aquiles y hubiese preferido destruir el mundo antes que perderlo. Por ese entonces, Levi tampoco imaginó nunca que, cuando este cumpliese veinte, él le pediría formar parte de su vida de forma permanente, ya que estando junto a Eren el mundo gris que lo rodeaba se volvía mágicamente iridiscente y todo cobraba sentido, porque lo amaba. Y por supuesto, jamás pasó siquiera por su cabeza que, cinco años después de eso, este mismo se le declararía una lluviosa noche de Navidad, exactamente el mismo día y al mismo tiempo que Levi también planeaba hacerlo, convirtiendo aquello en una propuesta doble de matrimonio que acabó siendo un desastre, como casi todo lo que ellos eran.

Pero estaba bien, se dijo él; para ambos estaba bien de ese modo, porque nada entre ellos era jamás fácil y se encontraban lejos de ser perfectos, pero funcionaban porque encajaban, como si siempre hubiesen estado hechos para estar juntos y complementarse con sus diferencias. Destino o un deseo, como le había dicho Eren, Levi no lo sabía seguro, pero en el fondo, muy en el fondo, en ese pedacito de él que jamás enseñaba a nadie más que a Eren, le gustaba pensar que el conocerse, el quererse, era parte de un plan más complejo. Que desde el momento en que nacieron siempre estuvieron destinados a estar juntos, porque eran almas gemelas, no de aquellas que se suponía debían ser iguales para acoplarse al otro, sino de aquellas que eran tan jodidamente diferentes que convertían la vida en un puto caos, y a pesar de ello tenías la seguridad de que jamás podrías ser sin ella.

Sí, a Levi le gustaba pensar aquello, por lo que no le importaba demasiado si debían separarse obligatoriamente en unos cuantos años más, ya que tenía la certeza de que volverían a nacer y volverían a encontrarse, una y otra vez, una y otra vez, hasta que ese mundo acabara y, quizás incluso, después de aquello, porque, ¿quién sabía que deparaba el destino?

Por ahora se conformaba con aquello, una vida sencilla, rodeado de mascotas que en el pasado nunca deseó tener, convirtiendo aquella solitaria casa para uno en un hogar para dos y pasando sus días junto a Eren, el amor de su vida. El niño de ojos verdes y sonrisas fáciles que pudo ver a través de él como nadie nunca lo había hecho y acabó colándose en su corazón. El niño que, con toda la inocencia de sus diez años, pidió un deseo a una estrella fugaz… y esta acabó concediéndoselo.

 

FIN

Notas finales:

Lo primero, como siempre es agradecer a todos quienes han llegado hasta aquí. De verdad espero que hayan disfrutado de la lectura y que esta compensara el tiempo invertido en ella.

Lo siguiente, en esta larga lista de cosas por decir, es el hacer dos dedicatorias especiales:

La primera de ellas es a mi maravillosa beta, Akira Kousei, ya que sin ella y su petición, este epílogo no habría existido, ya que fue ella quien plantó la semillita que acabó germinando hasta convertirse en ese capítulo; sin embargo, esta dedicatoria la hago principalmente porque es una persona extraordinaria que me ha ayudado muchísimo a mejorar, a ganar confianza en mí misma y siempre logra hacerme reír con sus historias; así que, querida Adela, este capítulo es para ti. Espero lo hayas disfrutado.

La segunda parte de esta dedicatoria, sin embargo, es mucho más extensa, ya que abarca a todos ustedes, estimados lectores. Los que llegaron desde un comienzo y los que fueron adhiriéndose a lo largo del tiempo, los que siempre quisieron comentar algo y quienes leyeron en silencio. Gracias por la oportunidad, la confianza y los ánimos. Gracias por creer en mí más de lo que yo misma lo hice y hacer que toda esta aventura fuese maravillosa. Este es mi pequeño regalo para ustedes, así que realmente espero que lo disfrutasen.

Por lo demás, ahora sí ya hemos llegado al final de esta mini historia de Eren y Levi que avanzó a lo largo de tantos años en tan poquitos capítulos. Personalmente cierro esto contenta. Como siempre dije, partí escribiendo esta historia muy insegura, llena de miedos, pero al acabar me he sentido satisfecha y un poquito orgullosa de mí misma, así que confío en poder haberles trasmitido algo de esa alegría mediante esta lectura. Que sintieran que toda esta larga, larga espera valió la pena.

Este capítulo, como mencioné con anterioridad, es un pequeño epílogo para cerrar  definitivamente la historia de ambos protagonistas y ver como los ha tratado el tiempo juntos. Entre todas las opciones que me planteé en un comienzo, decidí avanzar la historia solo quince años y no más principalmente por dos motivos.

El primero fue meramente egoísta, y se debió a que, con el dolor de mi corazón, fui capaz de sacrificar a Khepera en pos del tiempo transcurrido (ya que lamentablemente ni los gatos ni los perros viven tanto tiempo), pero no pude hacer lo mismo con Bes. De cierta forma para mí, ambos acabaron siendo tan personajes de esto como Eren y Levi, por lo que terminé muy encariñada con los dos. Igualmente, espero les divirtiera la aparición de los dos nuevos integrantes de esta familia: Isis y Osiris. Gatos gemelos y dioses egipcios gemelos, para no perder la costumbre. Además, así Eren tiene un poco de competencia por la atención de Levi y no se malacostumbra. Tiene una dura rival, créanme,

Por otro lado, el segundo motivo de los quince años transcurridos fue más simbólico, ya que deseaba que en esta oportunidad fuese Eren quien tuviera la edad que Levi tenía en la tercera parte de esta historia; que de cierto modo ambos finalmente se equipararan, ya sin todas las inseguridades y los miedos del muchacho ni su desesperada necesidad por crecer deprisa. Creo que por primera vez  en todo lo que va de este relato, Eren ha sido alguien maduro y seguro, por lo que el mismo capítulo ha resultado muy tranquilo y fluff. Solo espero que les gustase, lo disfrutasen y se emocionasen tanto con él como yo al escribirlo. Realmente fue un sinfín de emociones para mí.

También me gustaría aclarar el motivo por el cual este epílogo solo es narrado desde el punto de vista de Levi y no de ambos como fue mi costumbre en todas las entregas anteriores. Esto se debe a que, luego de pensarlo un poco, creí que lo más acertado sería que esta historia fuese cerrada por Levi, ya que de ambos, él fue quien menos cambió a lo largo de todo el relato, y siempre fue a través de él, de sus ojos, que Eren fue creciendo, y quería acabar esta historia con eso: el cambio tan evidente que el muchacho tuvo desde que era un niño hasta ser un hombre, y como eso no impidió que el amor siguiese siendo el mismo. En fin, puras cursilerías de la autora y sus headcanons.

Si culpamos a alguien de todo este exceso de amor sinfín, ese sería Ed Sheeran con su tema Thinking Out Loud. Una bella canción que desde el momento en que me decidí a dar forma a este capítulo rondó en mi cabeza y que creo refleja a la perfección lo que sería amar a alguien a través de mucho tiempo, con lo bueno y malo que eso tiene.

Igualmente, aviso que todos los capítulos de Amar en Tres Tiempos están finalmente corregidos, así que si alguien en algún momento decide releerla, me alegra decir que la encontrará mucho mejor de lo que estaba en un comienzo, con todos mis horrores tontos ya arreglados. Queda pendiente de publicarse la portada de esta historia, la cual ya se está trabajando por comisión y espero poder compartirles en unas semanas más. Confío en que esta les guste tanto como a mí de momento.

Siempre digo que la vida es un viaje, y cada pequeña cosa que en el resulta, una aventura, así que ya ha llegado el momento de ponerle punto final a esta, la cual comenzó a escribirse diez meses atrás una lluviosa tarde de septiembre y curiosamente acabé de escribir hoy, otra tarde marcada por la lluvia. Tanto para mí como para el Eren de esta historia, al parecer todo comienzo y final ha estado marcado por ella.

Así que con esto, ya solo me resta agradecer una vez más a todos ustedes por darme la oportunidad y llenarme de confianza cuando no la tenía tanto. Por la paciencia infinita que han tenido con mis avances lentos y por pensar que a pesar de todo, esto valía la pena. Mi deuda hacia ustedes es infinita, creo que ni se imaginan cuanto, pero espero que esto compense algo al menos un poco. Este capítulo más que mío, es de ustedes, mi pequeño obsequio como ya he dicho; uno cargado de cariño y enorme gratitud que ojalá hayan podido disfrutar.

Un beso y un enorme abrazo a la distancia, junto a mis mejores deseos para todos ustedes y mi gratitud sinfín. Ojalá tengamos la oportunidad de leernos nuevamente.

 

Tessa.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).