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Minifics Cherik por midhiel

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Verano. Angst, ErikMpreg. Cuarta Parte

 

Dedicado a Granadina

 

 

Charles estaba angustiado. Adoraba a sus hijos pero para su horror comenzaba a lastimarlos y a lastimarse a sí mismo. Quiso salir adelante y concentrarse en ellos, atenderlos, jugar y pasar el tiempo con los niños. Con mucho esfuerzo, comenzó a abandonar su despacho y visitar el jardín y otros sectores de la casa con los pequeños. Logan le había dicho que de seguir así, directamente se mataría y le planteó si quería morir y abandonar a sus retoños.

 

Pietro y Wanda disfrutaban de su padre como lo habían hecho siempre, pero eran inteligentes y se daban cuenta de que Charles había cambiado. Solían dejar de jugar y corrían a abrazarlo para consolarlo por una tristeza que no entendían.

 

Los adultos de la casa estaban desesperados y no sabían cómo ayudar hasta que finalmente Hank regresó un día con una joven mutante, vestida con una larga túnica que comenzaba con una capucha que le cubría el rostro.

 

Raven y Logan los recibieron intrigados.

 

-Ella es Anne Marie y se hace llamar Rogue – la presentó Hank -. Es como nosotros y tiene la habilidad de absorber los poderes de otros mutantes.

 

-Felicitaciones, niña – adujo Logan serio y ella le asintió.

 

-¿Cómo podría ayudar a Charles? – quiso saber Raven porque al menos que tuviera el don de atenuar la obsesión que su hermano sentía hacia Erik, no entendía cuál sería la solución.

 

Rogue tomó la palabra. Se quitó la capucha dejando ver sus ojos verdes, penetrantes y serenos. Tenía el cabello castaño revuelto y un mechón platinado adornaba su frente.

 

-Puedo ayudar a su amigo porque tengo, además, la habilidad de dejar a los mutantes en trance y, en este estado, él podría ver y comunicarse con su esposo.

 

-Eso suena peligroso – comentó Logan.

 

Raven lo miró y suspiró.

 

-Al menos deberíamos permitir que Charles la escuche.

 

-Por eso la traje – explicó Hank -. Charles está enfermando y no nos quedan muchas opciones.

 

…………….

 

Charles la escuchó atentamente en su despacho. Ella y Hank estaban sentados frente a él con el escritorio separándolos. Cuando Rogue terminó de confesar la propuesta, se inclinó hacia Charles y le sonrió compasiva.

 

-Puedo sentir tu dolor – el telépata parpadeó y los ojos se le aguaron -. Puedo sentir la agonía que te consume por dentro. Lo amabas.

 

-Lo amo aun – murmuró Charles con la voz temblorosa y se apretó los dedos contra los párpados para secárselos -. Esto que dices, de permitirme entrar en trance para comunicarme con él, es asombroso.

 

-Sin embargo, existe un inconveniente importante – aclaró la joven y carraspeó -. Es peligroso – miró a Hank -, muy peligroso porque para poder entrar en contacto con el espíritu de una persona fallecida, es necesario que llegue en trance hasta el umbral de la vida y la muerte. Si usted lo cruza, Xavier, y puede que la misma energía que emana del lugar lo atraiga para que lo haga, morirá.

 

-No importa – contestó Charles resuelto -. Estoy dispuesto a correr el riesgo cueste lo que cueste.

 

-Espera, Charles – interrumpió Hank asustado -. ¿No te das cuenta de lo que dijo? ¡Puedes morir!

 

-Todo tiene su precio, Hank – declaró el telépata, serio y decidido -. ¿No arriesgué acaso yo mi vida en varias misiones? Cuando rescaté a Erik del mar, cuando viajé a Rusia con él para atrapar a Shaw, cuando volamos todos juntos para detener los misiles pusimos en riesgo nuestras vidas. ¿Por qué? Porque nuestro objetivo lo ameritaba, Hank. Si mi objetivo, mi recompensa ahora, será volver a escuchar su voz, verlo, sentirlo, abrazarlo – suspiró -, arriesgaré mi vida, gustoso.

 

-Tienes dos hijos – le recordó Hank, arrepentido de haber traído a Rogue -. Dos hijos pequeños que te necesitan – alzó la voz -. No se trata de tu vida exclusivamente, se trata de la que tienen por delante Pietro y Wanda. ¿Realmente estás dispuesto a abandonarlos?

 

Charles se echó hacia atrás y se frotó la frente. Pensó en sus hijos y en cuánto los amaba pero esta obsesión lo estaba desbordando y necesitaba encontrarse con Erik. Miró a Rogue directo a los ojos.

 

-Lo haremos esta tarde en el laboratorio. Solicita lo que necesites.

 

Hank se quitó los lentes y se masajeó el puente de la nariz. Sabía que cuando Charles se ponía en esa postura, no había ya forma de echarse atrás.

 

…………….

 

Charles se acostó boca arriba en la camilla del laboratorio y cerró los ojos. Sintió las yemas de Rogue sobre su frente y una energía luminosa que lo atravesó de pies a cabeza. Abrió los ojos y se encontró en un sitio oscuro, que parecía el laboratorio pero las siluetas de los objetos se veían borrosas. Se sentó y notó que solo su espíritu se movía porque su cuerpo seguía acostado con los párpados cerrados. Maravillado, se estudió las manos traslúcidas y reparó que podía sentir las piernas. Sin problemas se puso de pie. Alzó la vista y vio a Erik a la distancia. Pasó saliva y contuvo el aliento de la emoción.

 

Magneto lo observaba apesadumbrado. Tenía los ojos húmedos y una mirada de profunda tristeza.

 

Charles sonrió con una expresión de alegría que no había tenido en mucho tiempo. Corrió hacia él y lo abrazó y besó con ganas. Su esposo hizo a un lado su pesar y le respondió tan efusivo como él.

 

En medio de los besos, Erik aspiró para sentir su aroma pero su figura etérea le impedía desarrollar los sentidos.

 

-Te amo – balbuceaba el telépata entre los chasquidos húmedos, literalmente se estaban comiendo los rostros -. Te amo, Erik. ¡Cuánto te extrañé! ¡Te extraño y te amo!

 

Magneto no le contestó pero Charles sabía que sentía lo mismo. Después de un rato, deshicieron el abrazo para contemplarse. Erik volvió a observándolo con devoción y tristeza.

 

-Lo que acabaste de hacer es peligroso, Charles – lo amonestó suavemente -. Por más deseo que hayas tenido de encontrarme, llegaste hasta el umbral de la vida.

 

-Necesitaba hacerlo, amor – sollozó -. No podía seguir sin ti, lidié todos estos años con tu ausencia pero cuando los niños me demostraron que podían sentirte, me derrumbé.

 

-Entiendo tu dolor – le besó los labios -. Es el mismo que sufro yo desde que tuve que alejarme de ti y de los niños, pero tú te quedaste con ellos para protegerlos y cuidarlos.

 

-Los adoro – reconoció Charles rápido -. Lo han sido todo para mí pero es tanta mi angustia que hace poco me enfurecí con ellos por una tontería, les grité y les dije cosas horribles.

 

Erik suspiró. Él había estado presente en esencia y había visto la escena con impotencia y dolor. Lo estrechó con tanta fuerza que Charles soltó un gemido de consuelo, cobijado en sus brazos.

 

-Te estás lastimando, Charles – le advirtió, preocupado -. Te estás haciendo daño y si no te detienes, pronto repercutirá en tu salud, amor mío. Además, la vida que llevas encerrando, leyendo y buscando con obsesión la manera de comunicarte no es vida. Yo perdí mi existencia pero tú la conservaste y debes aprovecharla.

 

-¿Qué clase de vida puedo llevar sin ti? – reclamó el telépata con un sollozo.

 

-Tienes a nuestros hijos, que quedaron contigo para que los críes, protejas y cuides. Ellos tienen la vida por delante y a ti para que los guíes y les des amor.

 

Charles lo apretó contra sí y lloró. Lloró por estar al fin con Erik y lloró por el tesoro que tenía en sus pequeños y que no estaba aprovechando. Era difícil porque la obsesión como la adicción que él había sufrido con la bebida, lo estaba carcomiendo.

 

-Te amo – gimió.

 

Erik apoyó los labios sobre su cabellera y suspiró otra vez. No se animaba a poner en práctica la decisión drástica pero necesaria que había tomado. Él se aparecía a sus hijos porque ellos con su inocencia, habían aprendido a comunicarse con él, pero Charles, un adulto científico, no podría hacerlo jamás, por más fe que tuviese. Desde la cuna había cuidado a sus pequeños y ellos habían convivido con su presencia con total naturalidad. Pero ahora que el telépata lo había descubierto, el no poder conseguirlo lo estaba torturando y enfermando, algo que Erik no deseaba para su Charles, y menos aun que arriesgara la vida como recién lo había hecho. Lo amaba y no podía permitir que se expusiera así, además los niños solo lo tenían a él y no debía dejarlos desamparados.

 

-No puedo permitir que sigas sufriendo así, Charles – habló con la voz trémula y resuelta -. Yo soy la causa de tu dolor y desesperación porque regresaron cuando supiste que me comunicaba con Wanda y Pietro. No quiero que tú sufras más, ni tampoco nuestros hijos.

 

-¿Qué quieres decir? – preguntó el telépata asustado.

 

Erik le sonrió a modo de consuelo y le acomodó un mechón de la frente.

 

-Debo partir, Charles, y tú no debes cometer más locuras como esta para encontrarme.

 

-¡No! – gimió Charles, abrazándolo con fuerza.

 

-Es necesario, amor – explicó con suavidad -. Por eso tenemos que decirnos adiós. El mundo tuyo ya no es más el mío, y alguna vez vamos a poder encontrarnos – su esposo lloró -. Vendré a buscarte cuando llegue la hora y podremos estar juntos por la eternidad.

 

-¡No me dejes, Erik!

 

-No puedo estar contigo porque ahora pertenezco a otro mundo – contestó Magneto y se mordió los labios porque ya las ganas de llorar lo desbordaban -. Nuestros hijos te necesitan y tú mereces vivir.

 

Charles se pasó la mano por los ojos para secárselos y poder mirarlo.

 

-Esto es demasiado difícil.

 

Erik asintió porque él bien que lo sabía. Tomó el rostro de su esposo entre las manos y le sonrió con tristeza.

 

-Te quedas con nuestro mayor tesoro que son Pietro y Wanda – adujo, ya llorando -. Yo tuve que partir al traerlos al mundo pero quedaste tú para disfrutarlos y que tuvieran amor. Si te encierras en tu dolor y te obsesionas con verme, los estarás descuidando y te perderás del hermoso regalo que son los dos. Además, ellos te necesitan. Por ellos, Charles, por Wanda y Pietro, ¡sé feliz, por favor!

 

-¿Te irás definitivamente? ¿Tampoco podrán verte los niños?

 

Erik se estremeció porque era la primera vez que le mentiría, pero era necesario hacerlo por su salud y por la de sus hijos.

 

-Me apartaré de todos, Charles.

 

-¿Por mi culpa? – temió el telépata.

 

-No, amor – aclaró Magneto rápidamente -. Me voy porque mi tiempo en este lugar se acaba, ya no pertenezco más a esta dimensión.

 

-¿Vendrás a buscarme? – quiso tener Charles esperanzas -. Cuando mi tiempo llegue, ¿lo prometes?

 

-Jamás te prometí algo que no cumpliría – le contestó resuelto -. Lo haré, Charles, y tú me prometerás que a partir de hoy disfrutarás de nuestros hijos y de la vida.

 

El telépata sintió que el pedido era justo y, además, él deseaba vivir para sus hijos.

 

-Te lo prometo, Erik – aceptó.

 

Volvieron a besarse sabiendo que era la despedida. Prolongaron el instante todo lo que pudieron hasta que Charles sintió una fuerza que lo jalaba y entendió que debía despertar.

 

-Adiós, Erik – murmuró con lágrimas -. Te estaré esperando cuando el momento llegue.

 

Abrió los ojos y se encontró en la camilla. Hank estaba a su lado, controlándole la presión con el tensiómetro.

 

Rogue quitó las yemas de su frente y lo saludó.

 

-Bienvenido, señor Xavier.

 

 

 

 

 

 

 

……………….

 

Esa noche Wanda ya estaba sentada en su cama, peinando a su muñeca, mientras que Pietro se encontraba en el baño de la alcoba, cepillándose los dientes. Como era pequeño, tenía un taburete para pararse en él y alcanzar el espejo y el lavatorio.

 

Erik se apareció en el centro de la habitación y Wanda pegó un gritito, soltó la muñeca y corrió a sus brazos. Pietro se enjuagó rápido la boca, brincó de la banqueta y corrió a recibirlo también.

 

Erik se puso de cuclillas para abrazarlos.

 

-¿Hoy me leerás mi cuento favorito? – reclamó la niña excitada y es que su padre se lo leía noche de por medio y ella no se cansaba.

 

-¡Quiero mostrarte mi nuevo truco! – exclamó Pietro con entusiasmo y ya se preparaba para salir a correr.

 

Erik les sonrió con indulgencia.

 

-Esta noche debemos platicar, niños, de algo muy importante – tomó a cada uno de una manita y los acercó a las camas gemelas, una junto a la otra, separadas por una mesita de luz con dos veladores.

 

Los niños se acostaron en ellas y él los cubrió con las mantas como cada noche. Se sentó en un extremo de la de Pietro.

 

-Hoy me encontré con su papá y pudimos abrazarnos, hablarnos y besarnos – les explicó con una sonrisa. Pietro replicó con un “¡Wow!,” mientras que su hermana aplaudía, feliz -. También nos dijimos adiós. Niños, para su papá es muy difícil que yo ya no esté y saber que ustedes pueden sentirme no le hace bien porque quiere participar con nosotros, se pone nervioso y sufre. Por eso tuve que despedirme de él y asegurarle que ya no podría regresar.

 

Wanda hipó y su hermano tragó profundo para no llorar.

 

Erik volvió a sonreírles con cariño.

 

-Pero eso no significa que deba alejarme de ustedes. Los seguiré acompañando como siempre, ustedes me podrán ver, escuchar y abrazar pero deberán prometerme que será nuestro secreto.

 

-¿Secreto? – repitió Pietro confundido -. ¿Qué quieres decir?

 

-Quiero decir que no le contarán más a nadie que me pueden ver, ni a su papá. Yo los seguiré visitando, por supuesto, pero mantendremos mis visitas entre nosotros, sin hablar con nadie más. ¿Entendido, mis pequeños?

 

Wanda lo meditó, en cambio, Pietro asintió al instante, con una sonrisa.

 

-¿Qué opinas, princesa? – insistió Erik al ver que su hija dudaba.

 

Wanda hipó otra vez y alzó a su muñeca con pena.

 

-¿Eso significa que nunca, nunca podremos estar juntos los cuatro como yo quería?

 

Erik le acarició la mejilla, conmovido con su desilusión, que era la misma que la suya y la de Pietro. Los tres habían soñado con estar juntos con Charles para compartir momentos familiares, y que el telépata lo supiera aunque no pudiera sentirlo. Pero Charles no estaba preparado para hacerse la idea de que su esposo podía estar con él sin que lo viera.

 

-Estaré con ustedes y con su padre, pero él no tendrá que saberlo, solo nosotros – les explicó para consolarlos -. ¿Pueden prometerme que será nuestro secreto, niños?

 

-¿Pero estarás con papá? – cuestionó Pietro -. ¿Lo seguirás cuidando como a nosotros?

 

-Por supuesto – aseguró su padre y abrazó a uno y a otro hijo. Luego leyó el libro que Wanda pedía, aplaudió la demostración de velocidad de Pietro y les dio el beso de las buenas noches. Esperó a que se durmieran para evaporarse.

 

Charles entró con su silla unos minutos después y ya los encontró dormidos. Sonriendo con amor, volvió a arroparlos, le acomodó la manita derecha a Wanda, que la había dejado debajo de la almohada, y le movió una pierna a Pietro, que estaba casi colgada del colchón. Se quedó un tiempo contemplándolos y murmuró.

 

-Gracias por ellos, Erik.

 

-De nada, amor mío – murmuró él sin que Charles pudiera escucharlo.

 

 

……………..

 

Los años pasaron. Wanda y Pietro crecieron y Charles aprendió a disfrutarlos y vivir con ellos cada instante, haciéndose la idea de que Erik no podía acompañarlo pero se los había dejado para que los tres fueran felices. Magneto siguió compartiendo con sus hijos y cuidando a su esposo sin que él lo supiera. Los niños se acostumbraron a tenerlo presente a diario y guardar el secreto. Durante la adolescencia, Wanda conoció a un joven llamado Vision, del que se enamoró y terminó casándose. A los pocos años dio a luz a gemelos: Thomas y William.

 

Pietro juró y perjuró miles de veces que el amor era para los tontos hasta que empezó a desarrollar una fascinación especial por Logan y terminó vencido por sus propias palabras porque de un día para el otro, se comportó torpemente hasta que se animó a declarársele y Howlett le respondió, plantándole un beso. También se casaron y ya tenían una hija: Laura, llamada así en honor a una tía de Erik. Magneto nunca dejó de acompañarlos y ellos lo pudieron sentir en la boda y al momento de traer al mundo a sus propios hijos.

 

Charles era feliz y ciertamente no podía quejarse. Tenía a sus preciosos retoños que le habían dado maravillosos nietos. Una tarde, mientras disfrutaba de la puesta de sol desde su balcón, notó que Erik se corporizaba junto a la baranda. Era él, definitivamente Magneto, joven, jovial y apuesto como cuando estaba lleno de vida. Parpadeó, emocionado.

 

Erik se arrodilló junto a la silla de ruedas para abrazarlo y besarlo. Tomó sus manos entre las suyas y murmuró.

 

-Tu hora llegó, Charles. La hora de que volvamos a estar juntos.

 

El telépata sonrió feliz y cerró los ojos. Magneto jamás faltaba a una promesa.

 

 

……………….

 

Aquí llegó al final. Tardé en terminarlo porque tuve un bloqueo del que me sacó con sus ideas @KiKaLoBe  . Gracias a ella pude terminar este fic.


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