*Post Apocalypse*
Charles notó desde el primer momento que Erik no se había sacado su alianza matrimonial. Tal vez porque entre la pérdida de su familia y el reclutamiento de En Sabah Nur habían pasado apenas minutos, tal vez lo había olvidado en medio de todo el caos y la acción, o, quizás, seguía enlazado al recuerdo de su esposa. Charles se sentía desconcertado pero curioso también. Cuando lo leyó para buscarlo a insistencia de Raven, se había dado cuenta de que había sentido hacia su mujer un cariño genuino, pero, lo notó además con placer, este no podía equipararse con el amor que se habían tenido los dos décadas atrás, cuando se conocieron y trabajaron por un tiempo para la CIA. Sí, Charles estaba convencido de que Erik lo amaba exclusivamente a él mas no podía plantarse ante un viudo reciente y soltárselo mientras elaboraba su duelo. Por eso decidió aguardar. Erik y Jean reconstruyeron la mansión y Hank se encargó de la parte eléctrica de la casa, incluidos en laboratorio y la cámara de Cerebro.
El telépata observaba desde la antesala de esa cámara cómo Raven entrenaba a los jóvenes creando escenarios con la realidad virtual. Charles seguía sus pasos con orgullo porque al fin estaba consiguiendo un equipo idóneo de mutantes que bregaran por la paz y buscaran una convivencia pacífica.
Erik entró con las manos en los bolsillos del pantalón y la postura de un hombre distendido. No necesitó leerlo porque sabía que venía a despedirse. En un momento, Magneto se rascó el puente de la nariz con la mano izquierda y Charles distinguió la alianza. No había caso, seguía enlazado a ese recuerdo.
-El mundo ya comenzó a reconstruir su arsenal – comentó el telépata para decir algo desesperanzador con el que pudiera camuflar el mohín de insatisfacción que hizo al notarle el anillo.
-Está en la naturaleza humana, Charles.
-Todavía tengo esperanza – y sin querer, llevó la mirada cerúlea hacia la sortija de su amigo.
Erik notó el gesto y volvió a rascarse el puente de la nariz, no por incomodidad sino por sorpresa. No esperaba que después de todo lo que habían vivido juntos y separados, Charles siguiera interesado en él de esa manera.
-Ah, sí – sonrió y ocultó la mano izquierda en el bolsillo -. Esperanza.
-Tuve razón con respecto a Raven – se defendió el telépata -. Y también la tuve contigo.
-¿Qué hay del resto del mundo? – insistió Erik e, internamente, sintió una comezón en el dedo anular, como si ese anillo no debiera estar más colocado allí -. ¿Nunca te despiertas en el medio de la noche con la sensación de que algún día vendrán por ti . . . y por tus niños?
-Sí, lo hago – replicó Charles arrugando el entrecejo.
Erik pasó saliva porque le fascinaba esa expresión en su rostro, se le hacía demasiado sensual, irresistible.
-¿Qué haces cuando despiertas?
Charles lo miró intensamente.
-Observo el reloj en mi mesa de luz y este reloj en la muñeca – alzó el brazo izquierdo -, y me pregunto cuánto falta para que te decidas a mudarte aquí definitivamente y nos protejamos el uno al otro y a los niños.
Sin responder nada, Erik se quitó la sortija con cuidado y la dejó junto a una mesita que había allí. Charles lo observaba en silencio, dándole su tiempo. Magneto volteó hacia el verdadero amor de su vida y se arrodilló junto a la silla de ruedas para besarlo. Adoraba cuando Charles tenía razón con respecto a ellos porque siempre la tenía.
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